jueves, 25 de diciembre de 2014

UN NUEVO CUERPO. EL NUEVO NACIMIENTO.

Dios no es Dios de muertos sino de vivos...
El hombre nuevo, el hombre definitivo ya existe, pasó por la historia del hombre y la llevó a su meta definitiva: se llama Jesús de Nazaret, nació hace 2.000 años y es el Cristo resucitado.
UN NUEVO CUERPO. EL NUEVO NACIMIENTO.
La muerte es como un nuevo nacimiento. Es el paso desde el tiempo a la eternidad. Cuando el niño abandona la matriz, que se ha vuelto ya sofocante, pasa por la crisis más penosa de su vida (vida fetal), el parto; es apretado, empujado, casi asfixiado y empujado hacia "afuera", sin saber lo que hay allá afuera, lo que le espera, el nada sabe, aunque nosotros si sabemos que allá afuera hay espacio, aire libre, luz y amor. Lo mismo sucede al morir, el hombre pasa por otra triste crisis biológica muy parecida a la que pasó al nacer: se va debilitando poco a poco, no puede respirar bien, agoniza y se siente como arrancado del cuerpo. La persona que vive en estas coordenadas espacio- temporales y biológicas se consume y acaba. Los teólogos dicen que el último instante entre la vida y la muerte es el fin del estado de vida "peregrinante", y el encuentro personal con Dios.

La muerte significa el nacimiento de un hombre nuevo que es capaz de conseguir la ansiada libertad, libre de condicionamientos externos y conseguir un amor pleno y verdadero. La sensibilidad humana, que tenemos tan limitada en esta vida terrena, logra liberarse de tanta traba y condicionamiento y capta una capacidad ilimitada de nuevas percepciones. Al morir, el hombre puede entrar en comunicación con toda la realidad de la materia, la penetra y la conoce. Ahora está preparado para encontrarse con Dios y con Cristo resucitado y puede libremente decidir lo que quiere y desea, de forma definitiva y libre de coacciones exteriores, es entonces cuando verdaderamente es el mismo.
¡PERO LA MUERTE ME DA MUCHO MIEDO...!
La Biblia presenta a la muerte como la consecuencia del pecado del hombre, lo cual no significa que si el hombre (Adán y Eva) no hubiera pecado hubiera vivido aquí (en esta vida terrestre) eternamente. El paso de esta vida temporal a la eterna, que es la muerte biológica, también habría ocurrido, pero estaría integrada en el proceso humano, sería como un tránsito lógico y no se sentiría como una pérdida; sería como el paso de niño a la pubertad o el de la adolescencia a la madurez, en un proceso lógico de desarrollo. Pero a causa del pecado original, que a todos nos afecta y también de nuestros pecados personales, la muerte ha perdido su armonía con la vida. La sentimos como algo que nos aliena, sentimos ante ella miedo, soledad y angustia.

La verdadera muerte (también llamada infierno) simboliza la situación de pecado, que es la soledad de los hombres que han roto su relación con Dios y con el resto de sus hermanos. Cuando el evangelio nos dice que Jesús bajó a los infiernos, nos hace ver que Jesús traspasó también ese miedo al vacío existencial que nos produce espanto, para que desde ese momento ningún mortal pusiese sentirse solo. Al ver que Jesús ha resucitado, que ha pasado por la frontera del tiempo y lo eterno, el hombre que cree en el se siente libre y liberado, sabe que la muerte ya no le hará ningún daño porque es el tránsito hacia una vida más plena y definitiva.
UN NUEVO CUERPO...
Al hombre resucitado lo llamaba Pablo "cuerpo-espiritual", es el hombre pleno, totalmente realizado y lleno de Dios. El hombre, que ha sido integrado en el proceso evolutivo, que ha ido creciendo dentro de la situación de vida terrena y temporal y sujeto a las leyes propias de esta naturaleza, con la resurrección se ha realizado plenamente. Al morir dejamos un cadáver, que queda en este mundo y se descompone, la materia de ese cuerpo vuelve a la materia de este mundo transformándose sucesivamente para cumplir con las leyes que lo rigen. Lo que resucita es nuestro "yo" personal que poco a poco hemos ido creando a lo largo de esta vida presente, un nuevo "cuerpo" al que la materia no pone obstáculos y que no se ve limitado por las dimensiones espacio-temporales ni por las consecuencias de nuestra historia de pecado. El designio de Dios sobre nuestra naturaleza humana nos ha sido, por tanto, revelado.

El hombre "nuevo" participa de la "naturaleza" divina con toda su realidad y le es posible esto por poseer ese nuevo "cuerpo-espiritual" que se puede abrir a la totalidad del universo, de esa manera puede participar del Cristo resucitado y cósmico. "... pero sabemos que Dios nos prepara una nueva morada y una tierra nueva. En ella habita la justicia y su felicidad colmará y superará todos los anhelos de paz que brotan en los corazones de los hombres. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo... El Reino ya está presente, en misterio, aquí en la tierra..." (300). "En Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección. Y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en Tí creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos un puesto eterno en el cielo" (Prefacio de la misa de difuntos).  
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BUSCANDO UN HOMBRE NUEVO...
Desde siempre el hombre ha soñado en su futuro y sabe de la necesidad de que el hombre actual tiene que ser superado. Siempre estamos buscando a ese "hombre nuevo" que nunca encontramos. En todos los tiempos y culturas el sueño del hombre es alcanzar la inmortalidad, es como una necesidad inherente a todas las civilizaciones humanas. En la epopeya de Gilgamés, los mesopotámicos relatan a semejanza de los relatos bíblicos, la creación del mundo y su destrucción por medio de un diluvio universal. Gilgamés angustiado por la proximidad de la muerte busca un árbol de la vida, árbol que consigue que el hombre posea la inmortalidad. Pero nuestro héroe no lo encuentra y, al igual que el resto, muere y todo no pasará de ser un maravilloso sueño. Los egipcios prometen al hombre bueno una vida mejor en un nuevo mundo, con los dioses Osiris, Re, Atum y Horus. Los cadáveres son embalsamados para su paso hacia el hipotético mundo del más allá. En el Antiguo Testamento, el judaísmo, creó el relato del paraíso, en el que el hombre se relaciona a la perfección con Dios, con su compañera y con el mundo y los animales. Hay una situación de armonía y paz perfecta entre el hombre y la naturaleza, es un jardín maravilloso y único. Son estos ejemplos de como el hombre manifiesta esa esperanza que le desgarra desde siempre el corazón, al igual que a nosotros hoy.

El superhombre...

Sin embargo, actualmente, no esperamos que ese nuevo hombre deseado surja del cielo, intentamos crearlo por medio de manipulaciones biológicas, intentamos crear un hombre "a la carta". Nuestro proyecto más importante es el "experimento- humano": manipulaciones de embriones humanos, transplantes de órganos, cambios genéticos, controles de natalidad, inseminaciones artificiales, mutaciones de cromosomas... Hay quien prepara selectos bancos de semen humano con sus correspondientes catálogos y que proporcionan a futuras mamás, para que sus nuevos hijos posean las mejores cualidades tanto físicas como intelectuales.

Se intentan "fabricar" nuevos seres, especialmente preparados para viajes espaciales o para cualquier otro destino: vivir en el mar, comer otra clase de comida, adaptarse a una nueva situación o bien poseer una nueva estructura mitad máquina, mitad hombres. También nos gustaría que algunos hombres desarrollaran un gran cerebro para poder especializarse en cuestiones científicas o filosóficas. ¿No sería también aconsejable dotarnos de alguna enzima especial para que, ayudados por algunos microorganismos, podamos digerir celulosa como hacen las hormigas?. Este superhombre es el ideal de muchos hombres de "ciencia", un hombre exento de taras y defectos físicos incluso dotado de gran equilibrio, rectitud, sensibilidad y valores éticos. Este "éxito" de nuestra actual civilización, tanto a nivel biológico como cultural, de estos experimentos que se están llevando a cabo de un modo irreversible, quizá pueda poner los cimientos de nuestra propia aniquilación.

Hay una medida y un criterio ético para estas manipulaciones humanas, que algunos científicos ignoran, pues aunque la automanipulación para un progreso psíquico-físico de la especie humana es totalmente legítimo, muchas veces quedan vacíos los clásicos conceptos de la moral y urge orientar los mismos, con una visión ética y religiosa, hacía una mayor humanización.  
EL HOMBRE NUEVO YA EXISTE...
El hombre nuevo, el hombre definitivo ya existe, pasó por la historia del hombre y la llevó a su meta definitiva: se llama Jesús de Nazaret, nació hace 2.000 años y es el Cristo resucitado. Nuestros anhelos de plenitud, de potencia del ser, de armonía con Dios, con los demás hombres, con los demás seres vivos y con la naturaleza se han cumplido. Este hombre, tantas veces anhelado, existe y se nos ha revelado plenamente. Por eso para nosotros, los cristianos, nuestra religión no es una religión del "Super-hombre", sino del "Hombre-Dios". Nuestro futuro está claro, no es el de un hombre que manipulado perfectamente se pueda transformar en ese hombre ideal tantas veces soñado y deseado, sino que nuestro futuro es el mismo que el de Jesucristo. El es el primero que alcanzó esa meta tan anhelada por la humanidad, su humanidad se ha transfigurado, su cuerpo es "glorioso", está liberado de las limitaciones de nuestro cuerpo, de sus grandes estrecheces, de los sufrimientos y de la muerte. La inmortalidad ha dejado de ser una utopía y nosotros los cristianos, al mismo tiempo que nos alegramos profundamente de los progresos de las conquistas biológicas, sabemos que eso no es ni la sombra de lo que Jesús nos prometió con su Resurrección y que el es verdaderamente el nuevo Adán.

- Nuestro destino está claro...

Nuestro destino está claro, nuestro futuro es el mismo que el del nuevo Adán, a semejanza de él, nuestro destino es la resurrección. "¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de mi condición presente que no es más que de muerte?" (176) Para nosotros, los hombres de hoy, lo que más nos interesa, no es la cuestión de ¿quién somos? sino la de ¡cuál es nuestro futuro! Todas nuestras ansias de realización personal, social y cósmica se acaban con la muerte. "Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá la muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque lo anterior ha pasado" (Ap 21,4).

- Creed en la buena noticia...

Nuestro nuevo Adán, Jesús de Nazaret, hablaba de esta forma: "El plazo está vencido, ha llegado el Reino de Dios. Tomad otro camino y creed en la buena noticia"(Mc 1,15). "Cambiad de vida y de corazón, porque está cerca el Reino de Dios"(Mt 4,17). Y el Reino de Dios no es algo utópico, interior y espiritual, que tengamos que esperar más allá de este mundo, es, precisamente, la liquidación del mal que nos limita y nos corroe, con sus funestas consecuencias, es, la transformación de este mundo según la idea que Dios tiene para él.

Los milagros de Jesús son signos de su acción salvadora, no son sucesos espectaculares:

"... y con esto sabed que el Reino de Dios ha llegado a vosotros "(Lc 11,20). Con el nuevo Adán se curan las enfermedades: "...con una sola palabra sanó a los enfermos" (Mt 8,16). "ytodos los que le tocaban quedaban sanos" (Mc 6,56). Se tranquilizan las fuerzas de la naturaleza: "... dio una orden a los vientos y al mar, y todo se calmó" (Mt 8,26). Se acaba el hambre: "Y cuando todos estuvieron satisfechos, se recogieron doce canastos llenos de sobras del pan y de los peces" (Mc 6,42-43). Se perdonan los pecados: "... Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mc 2,5). "... Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar más"(Jn 8,11).

El luto se convierte en alegría: "Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: "No llores.". Después se acercó hasta tocar el ataúd... "Joven, yo te lo mando: levántate." El muerto se sentó y se puso a hablar..."(Lc 7,11-17). "... Niña, a tí te lo digo, levántate". Y ella se levantó al instante y empezó a corretear" (Mc 5, 41-43).

Jesús es la mejor noticia para el hombre:

Jesús es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, es la buena noticia para el hombre, todas las ataduras que nos limitan y oprimen se han suprimido, podemos pues lograr realizar las eternas aspiraciones humanas, el proyecto humano ya tiene una meta a la que llegar. Jesús es la respuesta: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los sordos oyen, los muertos resucitan y se predica la buena nueva a los pobres. "Feliz aquel que al encontrarme no se aleja desilusionado" (Mt 11,5-6). Esta es la señal que esperábamos, todo puede cambiar, la alienación del hombre puede acabar, las nuevas estructuras no coinciden con las actuales de pecado y muerte. En Jesucristo hemos recibido la respuesta definitiva y el mensaje de Dios: la última palabra no es la muerte, sino la vida. Ese es nuestro destino, el mismo que el de Jesús. Lo que para él es presente, será para nosotros próximo futuro: "Porque Cristo resucitó de entre los muertos, y resucitó como primicia de los que mueren" (1 Cor 15,20). "A los que de antemano conoció, quiso que llegaran a ser como su Hijo y semejantes a él, a fin de que él sea primogénito en medio de muchos hermanos. Por eso, a los que eligió de antemano, también los llama, y cuando los llama los hace justos, y después de hacerlos justos, les dará la gloria "(Rom 8,29-30).

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