lunes, 29 de diciembre de 2014

UN ROSTRO Y UN NOMBRE

Nos ha hablado por un Hijo. Dios no tiene rostro, pero su Rostro lo es Jesús. Es decir, el rostro de Dios es una manera de ser, la del hombre que "pasó haciendo el bien".
 EL PASO FINAL: UN ROSTRO Y UN NOMBRE, LA ULTIMA MANIFESTACIÓN DE DIOS
 
La creación, los acontecimientos históricos, las palabras fragmentadas que nos transmiten los profetas, se quedan necesariamente cortos para revelarnos a una persona. Si Dios es lo perfectamente personal, si Dios es una relación amistosa con el hombre, si Dios es amor, donde más adecuadamente se dirá será en una existencia personal, una persona que de verdad ame. Y así nos lo quiere decir el comienzo de la carta a los Hebreos:
 Hebr. 1,1-2: En múltiples ocasiones y pie muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por un Hijo...
 Se observa claramente la contraposición entre el antes y el ahora. Jesús relativiza todas las otras locuciones de Dios.
Nos ha hablado por un Hijo. Dios no tiene rostro, pero su Rostro lo es Jesús. Es decir, el rostro de Dios es una manera de ser, la del hombre que "pasó haciendo el bien" (Hech. 10,38). Ese es el rostro que deseaba ver Moisés.
 Jn. 12,45: Cuando uno me ve a mí, ve al que ha enviado;
 vemos al Padre en la clave de un Hijo, de unas relaciones, una seguridad, una unidad de amor entre ambos.
El es el Nombre de Dios. Aquel "Yo soy", que se traduce como "Yo estoy allí donde estés tú, contigo, ayudándote; yo estaré ahí, activamente, con vosotros", es el nombre que lleva "Jesús", que significa "Yahvé salva" o acción de Dios que protege; "Emmanuel",. que significa "Dios-con-nosotros".
 «Por tanto, Jesucristo, ver al cual es ver al Padre (cfr. Jn. 14,9), con toda su presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos, finalmente con el Espíritu de verdad, lleva la revelación a su término..., a saber: que Dios éstá con nosotros» (Constitución sobre la Revelación,. núm. 4, Vaticano II).
«Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación del hombre se nos manifiesta en Cristo, que es a la vez. mediador y plenitud de toda la revelación» (núm. 2).

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