Traductor: P. Santos Santamarta, OSA
Agustín obispo a los muy amados hermanos
encomendados a nuestro cuidado: que la salvación que está en Cristo, y la paz de
la unidad y de su caridad esté con vosotros, y que vuestro espíritu y vuestra
alma y vuestro cuerpo se mantengan intachables hasta la llegada de nuestro Señor
Jesucristo.
Réplica a Petiliano,
que pide contrarréplica
I. 1. Recordáis, hermanos, que un día llegó a
nuestras manos un reducido fragmento de una carta de Petiliano donatista, obispo
de Constantina , y que yo escribí a vuestra caridad lo que tenía que responder a
ese pequeño fragmento. Pero después, al enviármela completa y cabal los hermanos
de allí, me pareció bien contestarla desde el principio, como si estuviera en
presencia de ellos; sabéis bien que siempre he querido conferir con ellos de
suerte que, sin afán de pelea, tras el debate, quede a todos patente qué es lo
que afirman ellos y nosotros.
Sabemos que muchos tienen en sus manos esa carta y
han aprendido de memoria muchos párrafos de la misma, y piensan que él ha dicho
algo válido contra nosotros. Ahora bien, si quieren leer nuestra contestación,
sin duda se darán cuenta de lo que tienen que rechazar y de lo que deben
aceptar. Porque las explicaciones que se dan no son de nuestra cosecha, como
bien pueden comprender si quieren juzgar sin prejuicios. Todas están tomadas de
las santas Escrituras y con tal fidelidad, que sólo puede negarlas quien se
confiese enemigo de esos Libros.
Sobre nuestra obra, bien sé lo que pueden decir los
defensores tan pertinaces de una mala causa, es decir, que yo he respondido a su
carta estando él ausente, sin que pudiera oír mis palabras para contestarlas de
inmediato.
Que defienda, pues, las aserciones de la suya, y, si
puede, demuestre que mis respuestas no las han refutado convincentemente; y si
no quiere hacer esto, que haga él con esta mi carta lo que yo hice con la suya,
a la que ya he contestado; él escribió aquélla a los suyos, como yo os escribo
ésta a vosotros; si le place, también puede él responder.
Dónde está la Iglesia
II. 2. La cuestión que se debate entre
nosotros es ver dónde está la Iglesia, si en nosotros o en ellos. La Iglesia es
una solamente, a la que nuestros antepasados llamaron Católica, para demostrar
por el solo nombre que está en todas partes; es lo que significa en griego la
expresión k a y ' ÷ l o n . Pero esta Iglesia es el Cuerpo de Cristo, como dice
el Apóstol: En favor de su cuerpo, que es la Iglesia 1.
De donde resulta claro que todo el que no se encuentra entre los miembros de
Cristo, no puede tener la salvación de Cristo. Ahora bien, los miembros de
Cristo se unen entre sí mediante la caridad de la unidad y por la misma están
vinculados a su Cabeza, que es Cristo Jesús.
De esta suerte, todo lo que se dice de Cristo se
refiere a él como cabeza y cuerpo. La Cabeza es el mismo unigénito Jesucristo,
el Hijo del Dios vivo, Salvador de su Cuerpo 2,
que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación 3;
su cuerpo es la Iglesia, de la cual se dice: A fin de presentarse a sí una
Iglesia gloriosa, sin mancha, o arruga o cosa semejante 4.
Entre nosotros y los donatistas se ventila la
cuestión de dónde está este cuerpo, esto es, dónde está la Iglesia. ¿Qué es,
pues, lo que tenemos que hacer? ¿La hemos de buscar en nuestras palabras o en
las palabras de su Cabeza, nuestro Señor Jesucristo? Yo pienso que debemos
buscarla más bien en las palabras de aquel que es la verdad 5
y conoce perfectamente a su Cuerpo, pues el Señor conoce a los que son suyos 6.
3. Parad la atención ahora en nuestras
palabras, en las cuales no se ha de buscar la Iglesia, y ved también qué
diferencia hay entre las nuestras y las de ellos. Y con todo, no pretendemos que
se busque a la Iglesia en nuestras palabras. Cuanto nos echamos en cara unos a
otros sobre la entrega de los Libros divinos, sobre la ofrenda de incienso a los
ídolos, sobre las persecuciones, todo son palabras nuestras. Y en esta materia
nosotros nos atenemos a esta norma: o se consideran verdaderas o falsas las
palabras que ellos y nosotros decimos, o se consideran verdaderas las nuestras y
falsas las de ellos, o falsas las nuestras y verdaderas las de ellos. Vamos a
demostrar que, en cualquiera de estos casos, es ajeno a toda culpa el pueblo
cristiano, con el que estamos en comunión.
En efecto, si son verdaderas las acusaciones que les
achacamos nosotros a ellos o ellos a nosotros, cumplamos lo que dice el Apóstol:
Perdonándonos mutuamente, como también Dios nos ha perdonado en Cristo 7.
Así, ni los malos que ha podido haber o hay entre nosotros, o los que ha podido
haber o hay entre ellos, han de impedir nuestra concordia y el vínculo de la
paz, si logran corregir su único delito, el de separarse de la unidad del orbe
de la tierra.
Si, en cambio, son falsas las acusaciones que
mutuamente nos lanzamos unos a otros sobre la entrega de los Libros o la
persecución de inocentes, no veo causa alguna de discordia; sólo veo motivo para
que se corrijan los que se separaron sin motivo.
Si, por el contrario, somos nosotros los que decimos
la verdad, puesto que apoyamos las actas que presentamos no sólo en las cartas
del emperador, a quien fueron ellos los primeros en escribir y al que luego
apelaron, sino también en la comunión del orbe entero; y, a su vez, de ellos se
demuestra que es falso lo que ellos afirman, ya que no pudieron sacar adelante
su causa en aquellos mismos tiempos en que se debatía la cuestión; si esto es
así, queda de manifiesto que es mayor el delirio de su cólera sacrílega y la
persecución de almas inocentes que si se les acusase sólo del crimen del cisma.
Las otras acusaciones pueden atribuirlas no a todos los suyos, sino a los que
les parezca; en cambio, el cisma es delito de todos.
Además, si pretenden que son verdaderas las
acusaciones sobre la entrega de los Libros y la persecución que nos imputan, y
falsas las que nosotros les imputamos, ni aun así quedan libres de la acusación
de cisma. En efecto, esas acusaciones pueden afectar a algunos, pero no a todo
el mundo cristiano. Si piensan que éste ha perecido por contagio, paso por alto
cuántos y bien conocidos males han tenido que soportar los santos por el bien de
la paz en la sociedad humana. Solamente digo esto: que muestren cómo no han
perecido ellos mismos por el contagio con aquellos profanadores sacrílegos de la
pureza de las vírgenes consagradas, que se ocultan o se han ocultado entre
ellos, de los que no están enterados al presente o no lo estuvieron nunca. Dirán
que ellos no se contaminaron porque no lo conocieron. Entonces, ¿cómo pudo
contaminarse el orbe que no sabe aún si son verdaderas sus acusaciones?
Supongamos que con respecto a nosotros quedan probadas y demostradas; ¿qué hemos
de pensar de tantos pueblos? Se los deja sin que ellos lo sepan; luego se los
deja siendo inocentes, y, como no supone crimen en ellos, comienza a ser suma
impiedad por nuestra parte. ¿O debemos acudir a toda prisa y enseñarles lo que
sabemos? Y ¿para qué? ¿Para que sean inocentes? Ya lo son al no saberlo. En
efecto, no conservamos la inocencia porque conozcamos las maldades de los
hombres, sino porque no consentimos en las que conocemos y no juzgamos
temerariamente sobre las conocidas. Por esto, como dije, es inocente el orbe
entero, que desconoce las acusaciones que lanzan éstos contra algunos, aunque
sean verdaderas. Y por eso los que se separaron de esos inocentes perdieron la
inocencia por el mismo crimen de la separación y del cisma; y ahora pretenden
demostrarnos que son verdaderas las acusaciones que lanzan contra algunos, con
el fin de separarnos de aquellos contra los cuales no tienen nada verdadero que
decir.
4. Esto es lo que les dice el orbe entero,
muy breve en palabras, pero de una verdad contundente: los obispos africanos
combatían entre sí. Si no podían poner fin a la discordia surgida, de modo que,
reducidos unos a la concordia o degradados los querellantes, los que mantenían
la buena causa permaneciesen en la comunión del orbe mediante el vínculo de la
unidad, no quedaba otro recurso sino éste: que los obispos del otro lado del
mar, donde se halla la inmensa mayoría de la Iglesia católica, juzgasen acerca
de las disensiones de los obispos africanos, sobre todo ante la insistencia de
los que reprochaban a los otros la acusación de una ordenación reprobable.
Si no se hizo esto, la culpa es de los que debieron
hacerlo, no del resto del orbe, que no conoció la causa porque no se la llevó
ante él. Y si se hizo, ¿dónde está la culpa de los jueces eclesiásticos,
quienes, aunque se les hubiese presentado la acusación y fuese verdadera, no
debían condenar porque no se la habían probado? ¿Podían acaso mancharlos los
malos que no podían descubrírselos? Si se los descubrieron y, quizá por apatía o
complicidad, no quisieron apartar a los tales de la comunión y con un detestable
juicio llegaron a dictar sentencia en su favor, ¿qué pecado cometió el orbe de
la tierra que no se enteró de que aquella causa había tenido malos jueces y
creyó que habían juzgado rectamente aquellos a los cuales él no pudo juzgar?
A la manera que el crimen de unos reos, si lo
ignoraban los jueces, no pudo contaminarlos, así el crimen de los jueces, si
existió alguno, al desconocerlo el orbe no pudo contaminarlo. Por tanto,
nosotros estamos en inocente comunión con inocentes al no saber hoy lo que tuvo
lugar entonces. Y así, aunque nos enterásemos hoy de que es verdad lo que dicen
contra algunos, no hay motivo alguno para apartarnos de los inocentes que
ignoran esto y pasarnos a aquellos que sin excepción están implicados en el
crimen del cisma por haber hecho lo que nos aconsejan hacer a nosotros; es
decir, que no toleremos a los malos como los toleraron los Apóstoles, sino que,
a imitación de los herejes, abandonemos a los buenos.
Pero concedamos que el orbe entero, cosa imposible,
puede conocer claramente hoy con nosotros que son verdaderos los crímenes de
algunos a los que éstos acusan: ¿será acaso más inocente que lo era antes de
conocerlo? Como los malos desconocidos no podían mancharlos, aunque se
encontraran aún en vida, del mismo modo los que salieron ya de esta vida, aun
siendo conocidos, no pueden manchar.
Por consiguiente, si nuestra causa, en nuestras
palabras sobre los crímenes de algunos que mutuamente nos reprochamos, es tal
que se mantiene firme, aunque hoy conozcamos ser falsas las acusaciones que
lanzamos sobre algunos de aquéllos y verdaderas las que lanzan contra algunos de
los nuestros, aunque esto sea así, ¿qué pueden responder si más bien son
verdaderas las acusaciones que nosotros lanzamos y falsas las que lanzan ellos,
o son falsas unas y otras, o unas y otras verdaderas, ya que aun ahí quedan
convictos de que sólo desean que se les dé crédito unánimemente?
El único recurso
válido: el recurso a la Escritura
III. 5. Pero, como había empezado a decir,
dejemos ya de escuchar "tú dices esto", "yo digo esto otro", y digamos: "Esto
dice el Señor". Ciertamente hay Libros del Señor cuya autoridad aceptamos unos y
otros; ante la cual, unos y otros cedemos, a la cual unos y otros servimos.
Busquemos en ellos la Iglesia, discutamos nuestra causa apoyándonos en ellos.
Quizá me repliquen aquí: "¿Por qué buscas en Libros
que entregaste al fuego?". Mas yo les respondo: "¿Por qué temes la lectura de
esos Libros, si los has librado del fuego?" Créase más bien que los entregó
aquel que, tras su lectura, quedó convicto de estar en desacuerdo con ellos, o
si tal vez estos Libros señalan al que los entregó como señaló el Señor a Judas,
lean en ellos nominal y expresamente que Ceciliano y los que le ordenaron habían
de entregar esos mismos Libros, y si yo no anatematizo a aquéllos, considérese
que yo los he entregado como ellos. Tampoco nosotros hemos descubierto en dichos
Libros que los que consagraron a Mayorino hayan sido señalados como
traditores, pero lo probamos con otros medios.
Vamos, pues, a dejar a un lado las acusaciones que
mutuamente nos estamos lanzando, no tomadas precisamente de los Libros divinos
canónicos, sino de otra parte. Y si no quieren que las dejemos, ellos dirán el
porqué; si unas y otras son verdaderas, no hubo motivo alguno de separación por
huir de otros incriminados; si unas y otras son falsas, no hubo tampoco motivo
de separación por huir de aquellos en quienes no encontraban delito alguno; si
nuestras acusaciones son verdaderas y las suyas falsas, no hubo tampoco motivo
de separación, porque más bien tenían obligación de corregirse y permanecer en
la unidad; y si son falsas las nuestras y verdaderas las suyas, tampoco hubo
motivo de separación por su parte, porque no debían abandonar a todo el orbe
inocente, al cual o no quisieron o no pudieron demostrar estas cosas.
6. Quizá haya alguno que me pregunte: "Por
qué quieres quitar de en medio esas acusaciones si, aunque se las saque a
relucir, tu comunión no sufre menoscabo alguno?" Sencillamente, porque no quiero
acudir a testimonios humanos, sino a los oráculos divinos para poner de relieve
a la Iglesia santa. En efecto, si las santas Escrituras han señalado a la
Iglesia sólo en África y en los pocos Cutzupitanos y Montenses de Roma, y en la
casa o el patrimonio de una sola mujer española aunque se aporte lo que se
aporte de otros escritos, serán los donatistas los únicos que poseen la Iglesia.
Si la Sagrada Escritura la señala entre los pocos moros de la provincia
cesariense, hay que pasarse a los rogatistas. Si en los escasos habitantes de la
Tripolitana o Bizacena o de la Proconsular, entonces han llegado a ella los
maximianistas. Si está en sólo los orientales, hay que buscarla entre los
arrianos, los eunomianos, los macedonianos y cualesquiera otros que se
encuentren allí.
¿Quién podrá enumerar todas las herejías de cada uno
de los pueblos? Ahora bien, si la Iglesia de Cristo fue señalada presente en
todos los pueblos por los testimonios divinos y certísimos de las Escrituras
canónicas, a pesar de lo que puedan aducir, tomándolo de donde sea, los que
dicen: Cristo está aquí, Cristo está allí, si somos ovejas suyas,
escuchemos más bien la voz de nuestro Pastor que dice: No lo creáis 8,
pues ninguna de esas sectas se encuentra en los muchos pueblos donde está ésta;
y ésta, en cambio, que está en todas partes, se encuentra también donde están
aquéllas. Por tanto, busquemos la Iglesia en las Escrituras santas y canónicas.
Cristo, Cabeza de su
Iglesia, que es su Cuerpo
IV. 7. El Cristo total es Cabeza y Cuerpo: la
Cabeza es el Hijo unigénito de Dios, y su Cuerpo, la Iglesia; Esposo y Esposa,
dos en una misma carne 9.
Quienes disienten de las santas Escrituras sobre la misma Cabeza, aunque se
encuentren en todos los lugares en que se señala a la Iglesia, no están en la
Iglesia. A su vez, quienes están de acuerdo con las santas Escrituras acerca de
la Cabeza y no están en la comunión de la unidad de la Iglesia, no están en la
Iglesia, porque disienten del testimonio de Cristo sobre el Cuerpo de Cristo,
que es la Iglesia. Así, por ejemplo, quienes no creen que Cristo se hizo carne
en el seno de la Virgen María, de la descendencia de David, hecho afirmado con
tanta claridad en la Escritura de Dios; o que resucitó en el mismo cuerpo en el
que fue crucificado y sepultado, aunque se encuentren por todas las tierras en
que está la Iglesia, no por eso están dentro de la Iglesia, porque no tienen la
misma Cabeza de la Iglesia, que es Cristo Jesús, y no es precisamente en algún
punto oscuro de las divinas Escrituras en el que se engañan, sino que
contradicen sus testimonios más claros y conocidos.
También puede ocurrir que algunos crean que
Jesucristo, según se ha dicho, vino en la carne, y que en la misma carne en que
nació y sufrió, resucitó, y que es Hijo de Dios, Dios en Dios, uno con el Padre,
Verbo inconmutable del Padre, por medio del cual fueron hechas todas las cosas 10y,
sin embargo, disienten tanto de su Cuerpo, la Iglesia, que no están en comunión
con el todo, por doquiera se extiende, sino en alguna parte aislada; si esto es
así, es manifiesto que los tales no se encuentran en la Iglesia católica .
Ahora bien, como nuestra discusión con los
donatistas no se refiere a la Cabeza, sino al Cuerpo; es decir, no trata de la
Cabeza, sino del Cuerpo; esto es, no del mismo Salvador Jesucristo, sino de su
Iglesia, sea la misma Cabeza, en la que estamos de acuerdo, la que nos muestre
su Cuerpo, sobre el cual disentimos, a fin de que por sus palabras dejemos ya de
hacerlo. Él es, en efecto, el Hijo unigénito y Palabra de Dios y, por tanto, ni
los mismos santos profetas hubieran podido proclamar las verdades si la misma
Verdad, que es la Palabra de Dios, no les manifestara lo que tenían que decir y
no les mandara decirlo. Así, pues, la Palabra de Dios resonó en los primeros
tiempos por medio de los profetas, luego lo hizo por sí mismo, cuando la Palabra
se hizo carne y habitó entre nosotros 11;
después por los apóstoles que envió a predicarle, para que llegara la salvación
a los confines de la tierra 12.
En todos éstos, por consiguiente, hay que buscar la Iglesia.
Recurrir sólo a textos
claros
V. 8. Pero los maldicientes tantas veces
cambian muchos textos aplicándolos a quienes o a lo que les place. Igualmente, a
muchos otros que, para ejercitar las mentes racionales, aparecen en lenguaje
figurado y oscuro, se les considera, recurriendo a imágenes enigmáticas o de
sentido ambiguo, como en armonía y al servicio de una interpretación errónea.
Por eso, de antemano digo y propongo que escojamos algunos textos claros y
manifiestos, pues si éstos no se encontrasen en las divinas Escrituras, no
habría manera de sacar a luz lo encerrado ni de esclarecer lo oscuro.
Ved, por ejemplo, qué fácil nos sería a nosotros
aplicar contra ellos o a ellos contra nosotros lo que dice el Señor de los
fariseos: Vosotros os asemejáis a los sepulcros blanqueados: por fuera
parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de
porquería. Así también vosotros, por fuera parecéis justos ante los hombres,
pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad 13.
Si nosotros aplicamos estas palabras contra ellos o ellos contra nosotros, si no
se demuestra antes con documentos irrefutables quiénes son los que siendo
injustos se tienen por justos, ¿quién medianamente sano puede ignorar que todo
eso se dice a impulso más bien de una ligereza insultante que de una verdad
convincente? El Señor decía todo eso contra los fariseos en calidad de Señor,
esto es, como conocedor del corazón y conocedor y juez de todos los secretos
humanos 14;
nosotros, en cambio, debemos primero hallar y demostrar las imputaciones, a fin
de que no seamos inculpados de la gravísima acusación de insana temeridad.
Sin duda, si nos demuestran ellos antes que somos
nosotros tales hipócritas, en modo alguno hemos de rehusar admitir que esas
palabras de las santas Escrituras nos reprenden y sacuden a nosotros; e
igualmente, si nosotros demostramos que son ellos los afectados por esa
hipocresía, estará también en nuestras manos, tras la demostración y refutación
de su conducta, descargar sobre ellos los reproches del Señor.
9. También se hace preciso dejar a un lado
entre tanto los pasajes oscuros y ocultos bajo figuras que pueden ser
interpretados a favor nuestro o de ellos. Corresponde a los hombres perspicaces
dilucidar y discernir cuál es la interpretación más probable de esos pasajes;
pero no queremos, en una causa que afecta a los pueblos, encomendar nuestra
discusión a la rivalidad de semejantes ingenios.
Así, nadie de nosotros puede dudar que en el arca de
Noé, dejando a un lado la verdad histórica de los acontecimientos, es decir, que
muriendo los pecadores se salvó del diluvio la familia de un justo, estaba
figurada también la Iglesia. Esto parecería una conjetura ingeniosa si el
apóstol Pedro no lo hubiera dicho en su carta 15.
Pero si alguno de nosotros afirma, cosa que no dijo él, que la razón de haber
estado allí toda clase de animales fue porque anunciaba de antemano que la
Iglesia había de estar en todos los pueblos, quizá a los donatistas les
pareciera otra cosa y quisieran interpretarlo de diferente manera. Igualmente,
si ellos interpretaran a su manera algún pasaje oscuro y dudoso y nosotros
pensáramos que allí se indica otra cosa que nos favorece a nosotros, ¿a dónde
iríamos a parar con este sistema?
En efecto, cierto obispo suyo, en un sermón que,
según hemos oído, predicó aquí en Hipona al pueblo, dijo que la misma arca de
Noé había sido embreada por dentro para que no se escapara el agua que tenía y
también por fuera para no dejar entrar la ajena. Quiso servirse de esta
interpretación para sostener que ni el bautismo podía salir de la Iglesia ni ser
aceptado si se daba fuera de ella. Le pareció que decía algo, y los que le
escuchaban le aclamaron gustosos, sin reflexionar atentamente sobre lo que
habían oído; así, no advirtieron, como era fácil, que no puede suceder que la
ensambladura de la madera admita el agua de fuera si no deja salir la de dentro,
y a su vez, que si deja salir la de dentro, es natural admita también la de
fuera. Pero, admitido que fuera verdad lo que él dice del casco del barco,
¿quién me impediría a mí dar otra interpretación, si pudiera, sobre el arca
embreada por ambas partes, de suerte que fuera incierto cuál de estas dos
interpretaciones, o aun alguna tercera, fuera la verdadera? Tampoco es absurdo
afirmar, y quizá tenga más probabilidad, que en la brea, como es un adhesivo
fortísimo y tan ardiente, está significada la caridad. ¿Por medio de qué, sino
por medio de la ardentísima caridad, acontece lo que dice el salmo: Mi alma
está adherida a ti? 16
Como está mandado que la tengamos todos recíprocamente y con todos, por eso el
arca estaba embreada por dentro y por fuera. Y también, dado que está escrito:
Todo lo tolera 17,
la misma fuerza de la tolerancia, tenaz defensora de la unidad, está significada
por la brea, con la que está embadurnada por dentro y por fuera, precisamente
para indicarnos que dentro y fuera hay que tolerar a los malos, a fin de que no
se disuelva la ensambladura de la paz.
Por consiguiente, procuremos economizar semejantes
interpretaciones en esta nuestra discusión y busquemos algunos textos claros que
nos den a conocer la Iglesia.
10. Por ejemplo, se lee en el libro de los
Jueces: Gedeón dijo a Dios: Si de verdad quieres salvar a Israel por mi mano,
como has dicho, voy a poner un vellón de lana en la era: si el rocío aparece
sólo sobre el vellón, quedando seco todo el suelo, sabré que liberarás a Israel
por mi mano, como has dicho. Y así sucedió. Gedeón madrugó al día siguiente,
exprimió el vellón y llenó una vasija con el agua del rocío. Gedeón dijo a Dios:
No se encienda tu ira contra mí; Señor, si me atrevo a hablarte una vez más.
Permíteme que repita por última vez la prueba del vellón: que quede seco sólo el
vellón y en todo el suelo haya rocío. Y Dios lo hizo así aquella noche. Quedó
seco sólo el vellón y en todo el suelo había rocío 18.
No veo que aquí esté figurada y anunciada otra cosa
sino que la era es el orbe de la tierra, y el lugar del vellón el pueblo de
Israel. Sabemos que aquel pueblo en otro tiempo fue bañado por la gracia del
sacramento divino como con un rocío celeste, que no tenían los pueblos en torno,
por lo que se vieron presa de la sequedad. Pero en el mismo pueblo se hallaba
este don en el vellón, es decir, como en un velo y una nube misteriosa, ya que
aún no había sido revelado. Pero, revelado ya el misterio del rocío, vemos el
orbe de la tierra alimentado por el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo,
figurado entonces en aquel vellocino; en cambio, aquel pueblo, perdido el
sacerdocio que tenía, porque no entendió en las Escrituras a Cristo, ha quedado
como el vellón seco. Pero no quiero que busquemos a la Iglesia en tales
simbolismos, aunque no veo qué otra cosa se puede entender aquí. Dejemos a un
lado, de momento, los textos que necesitan alguna interpretación, no porque sean
falsas las soluciones que se dan de tales misterios, sino porque exigen un
intérprete, y no quiero yo que en esto se enfrenten nuestros ingenios; sea la
verdad sin ambages la que clame, resplandezca, irrumpa en los oídos cerrados,
golpee los ojos de los que disimulan -para que nadie busque en esos escondrijos
lugar para su falsa opinión-, confunda todo intento de contradecir, triture todo
descaro y desvergüenza .
La universalidad de la
Iglesia, anunciada a los patriarcas
VI. 11. Donatistas, leed el Génesis: He
jurado por mí mismo, dice el Señor, que, por haber hecho esto y no haber
perdonado a tu hijo amadísimo por mí, te colmaré de bendiciones y multiplicaré
inmensamente tu descendencia, como las estrellas del cielo, como la arena que
hay a la orilla del mar, y tu descendencia poseerá las ciudades de tus enemigos.
En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra por haber
obedecido tú mi voz 19.
¿Qué contestáis a esto? ¿Queréis luchar con nosotros
imitando la perversidad de los judíos, afirmando que la descendencia de Abrahán
se halla sólo en el pueblo nacido de la carne de Abrahán? Pero los judíos no
leen en sus sinagogas al apóstol Pablo, que leéis vosotros en vuestras
reuniones.
Oigamos, pues, lo que dice el Apóstol, puesto que
nosotros buscamos ya cómo se ha de entender lo de la descendencia de Abrahán.
Dice él: Hermanos, os voy a hablar a lo humano: un testamento humano, si está
en debida forma, nadie puede anularlo ni añadirle nada. Ahora bien, las promesas
fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: "Y a las descendencias",
como si fueran muchas, sino: "Y a tu descendencia", como a una sola, esto es,
Cristo 20.
Aquí tenemos la descendencia en que son bendecidos
todos los pueblos; aquí está el testamento de Dios, escuchadlo. Dice: Un
testamento humano, si está en debida forma, nadie puede anularlo ni añadirle
nada. ¿Por qué anuláis vosotros el testamento de Dios diciendo que no se ha
cumplido en todos los pueblos y que ha desaparecido de los pueblos en que
existía la posteridad de Abrahán? ¿Por qué añadís nuevas cláusulas diciendo que
en parte alguna permanece Cristo como heredero sino donde ha podido tener como
coheredero a Donato? No es porque tengamos envidia a nadie. Leednos esto en la
Ley, en los Profetas, en los Salmos, en el mismo Evangelio, en las cartas de los
Apóstoles. Leédnoslo y creeremos, como nosotros os leemos en el Génesis y en el
Apóstol que en la descendencia de Abrahán, que es Cristo, son bendecidos todos
los pueblos.
12. Escuchad este mismo testamento renovado a
Isaac, hijo de Abrahán: Hubo hambre en el país (otra distinta de la primera
que hubo en tiempo de Abrahán) e Isaac se fue a Guerar donde Abimelec, rey de
los filisteos. El Señor se le apareció y le dijo: "No bajes a Egipto; quédate en
el país que yo te indicaré. Habita en esta tierra; yo estaré contigo y te
bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré yo toda esta tierra, y yo
mantendré el juramento que hice a Abrahán, tu padre, y multiplicaré tu
descendencia como las estrellas del cielo. A ti y a tu descendencia te daré toda
esta tierra y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la
tierra, porque Abrahán me obedeció y guardó mis preceptos y mandamientos, mis
normas y leyes" 21.
Responded a esto. La descendencia de Abrahán es la
misma descendencia de Isaac, Cristo. Y cómo vino Cristo en la carne por la
descendencia de Abrahán por medio de la Virgen, ¿qué cristiano puede ignorarlo?
13. Escuchad también el mismo testamento
renovado a Jacob: Partió, pues, Jacob del pozo del juramento camino a Jarán.
Llegado a cierto lugar, se dispuso a pasar allí la noche, porque ya el sol se
había puesto. Tomó una piedra, la puso por cabecera y se acostó. Tuvo un sueño.
Veía una escalera que, apoyándose en tierra, tocaba con su vértice el cielo, y
por la que subían y bajaban los ángeles de Dios. De pronto, el Señor, que estaba
encima, le dijo: "Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de
Isaac; no temas; la tierra en que descansas te la daré a ti y a tu descendencia.
Tu descendencia será como el polvo de la tierra; te extenderás al este y al
oeste, al norte y al sur. En ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las
naciones de la tierra. Yo estoy contigo. Te guardaré dondequiera que vayas y te
volveré a esta tierra, porque no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he
dicho" 22.
Ahí tenéis la promesa a la que os oponéis, ahí
tenéis el legítimo testamento que tratáis de anular. Dice el Señor: No te
abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho. Y vosotros lo
contradecís, diciendo que os creamos más bien a vosotros los crímenes que
achacáis al orbe de la tierra que desconocéis y que os desconoce, y que no
creamos a Dios que dice: No te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he
dicho.
14. Leednos en las Escrituras canónicas que
entregaron los Libros divinos aquellos a quienes acusáis nominalmente; leednos
pasajes tan claros como los que os hemos leído del Génesis. No os preguntamos
qué significa aquella piedra en que apoyó Jacob la cabeza cuando dormía ni la
escala apoyada en el suelo y cuyo extremo tocaba al cielo, ni los ángeles de
Dios subiendo y bajando por ella. Investiguen estos misterios personas más
juiciosas y más sabias, y expónganlos en medio de un pueblo pacífico en donde no
resuene la insolente contradicción, que arma su desvergüenza con la oscuridad
del misterio y los enigmas del texto.
No faltan corazones fieles, que recuerda el Señor en
el Evangelio, donde indica, al ver a un israelita sin dolo, que Jacob, que vio
esta escala, fue llamado Israel. No faltan, pues, fieles a los que alude el
mismo Señor donde dice: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios
subir y bajar sobre el Hijo del hombre 23,
es decir, sobre la descendencia de Abrahán, en quien son bendecidos todos los
pueblos. Pero no trato de persuadir estas cosas a los que las rehúsan. Mirad lo
que tenéis que oír: Tu descendencia será como el polvo de la tierra; te
extenderás al este y al oeste, al norte y al sur. En ti y en tu descendencia
serán bendecidas todas las naciones de la tierra 24.
Dadme esa Iglesia, si está en vosotros. Demostrad
que estáis en comunión con todos los pueblos, que vemos ya son bendecidos en
esta descendencia. Dádmela o, depuesto ya vuestro furor, recibidla, no
ciertamente de mí, sino de aquel mismo en quien son bendecidos todos los
pueblos.
Podrían ser suficientes las citas aportadas del
primer libro de la Ley; pero saldrán a relucir otras muchas si se leen sin impía
emulación y con piadoso afecto.
...Por los Profetas
VII. 15. ¿Qué se encuentra en los Profetas?
¡Cuántos y cuán claros son los testimonios en favor de la Iglesia esparcida por
todo el orbe! Voy a recordar unos pocos dejando otros muchos a los lectores que
disponen de tiempo e interés y tienen temor de Dios.
Tomemos las respuestas divinas dadas por boca del
santo Isaías, y consultemos sus palabras cual oráculos del Señor. Que callen y
enmudezcan las rivalidades violentas y perniciosas de las contiendas humanas.
Prestemos oídos a la palabra de Dios. Diga Isaías dónde, por revelación de Dios,
vio con antelación la Iglesia santa, a fin de que veamos ahora el presente en
las palabras del que habla del porvenir. Dice él: La tierra está llena del
conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día la raíz de Jesé
se alzará como enseña de los pueblos, en ella esperarán las naciones 25.
Ningún cristiano, sea el que sea, ignora que la raíz de Jesé es Cristo, nacido
del linaje de David según la carne; y si es amigo de contiendas, que discuta con
el Apóstol, que en sus cartas se sirve de este testimonio 26.
Dice también Isaías: Israel germinará y
florecerá, y llenará la tierra de sus frutos 27.
Israel fue hijo de Isaac, nieto de Abrahán, a quien se prometió que en su
descendencia serían bendecidos todos los pueblos; y, según el Apóstol, esa
descendencia es Cristo. Cristo procede de la descendencia de Abrahán mediante
Isaac, Israel y así sucesivamente, según las generaciones, hasta el nacimiento
de Cristo, que nos refirió el Evangelista 28.
Por consiguiente, quien pretenda argüir en contra, que contradiga al Evangelio,
niegue que Cristo procede del linaje de Israel para poder negar lo que dice
Isaías: Israel germinará y florecerá y llenará la tierra de sus frutos. Y
dice también: Yo, Dios, soy el primero y estaré también en medio de lo que
vendrá después. Los pueblos lo han visto y han temblado los confines de la
tierra 29.
Es lo que dice la Escritura en otra parte: Yo soy el primero y el último 30;
de suerte que es el A y la S , que son las letras de todos conocidas como
signo de Cristo, pues en lugar de la palabra "el último", que se dice allí, se
puso aquí estaré también en medio de lo que vendrá después. Contradicen,
pues, a esta manifestación los que no quieren creer, más aún, no quieren ver el
cumplimiento de lo que sigue: Los pueblos lo han visto y han temblado.
Y un poco después: Jacob es mi hijo; yo lo
reconoceré; Israel es mi elegido, mi alma lo ha acogido. He puesto en él mi
espíritu, para que proclame el derecho a las naciones. No gritará, no faltará,
no se oirá fuera su voz; no romperá la caña cascada, ni apagará la mecha
humeante, sino que proclamará fielmente el derecho. Brillará y no se quebrará,
hasta implantar en la tierra el derecho; los pueblos esperarán en su nombre 31.
Que este testimonio se refiere a Cristo, consta por el mismo Evangelio 32.
Contradígalo quien se atreva, y quien no se atreva espere en él con lo pueblos y
no se aparte de la unidad de los pueblos que esperan en él, o si se había
apartado ya, torne para no perecer.
16. El mismo Isaías dice también: Y ahora
así dice el Señor, que desde el seno me formó para ser siervo suyo, a fin de
reunir a Jacob y a Israel a su lado. Me acercaré a él y le honraré en presencia
del Señor y mi Dios será mi fuerza. Y me dijo: Tu mayor gloria será llamarte mi
siervo, destinado a restablecer la tribus de Jacob y traer a la descendencia de
Israel. Yo te he puesto como alianza de la raza, luz de los gentiles, para que
seas salvación hasta los extremos de la tierra 33.
Y un poco después: Así dice el Señor de Israel: En el momento adecuado te he
escuchado y en el día de la salvación te he oído 34.
Al comentar el apóstol Pablo estas palabras, demuestra que sólo se cumplen en
los cristianos. Las relaciona diciendo: Ahora es el tiempo favorable, ahora
es el día de salvación 35.
Escuchemos, pues, lo que añade Isaías: Te he hecho alianza de los gentiles,
para que habites y poseas en heredad los territorios devastados 36.
Y pasados unos versos lo enlaza diciendo: Unos vendrán de lejos, otros del
norte y del oeste, otros del país de los persas. Gritad, cielos, de gozo; salta,
tierra, de alegría; montes, estallad de júbilo, porque Dios se ha compadecido de
su pueblo, y se ha dirigido a los desvalidos de su pueblo. Sión, en cambio,
dijo: el Señor me ha abandonado, y Dios me ha olvidado. ¿Se olvida acaso una
mujer de su niño de pecho, o puede darse que no tenga piedad del hijo de sus
entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré a ti, dice el Señor.
He aquí que en la palma de mis manos he grabado tus murallas; tú estás sin cesar
ante mis ojos, y en breve te reconstruirán los que te destruyeron 37.
Como la palabra del Apóstol no nos permite aplicar esto al pueblo de los judíos,
sino al pueblo cristiano, ¿cómo hemos de entender las palabras de Isaías y en
breve te reconstruirán los que te destruyeron, sino como una predicción muy
anterior de que los reyes de la tierra, que antes perseguían a la Iglesia, la
habían de ayudar después? Pero como muchos de ellos habían de morir en sus
maldades, añade: Y los que te han asolado se alejarán de ti 38.
Luego, como todos los pueblos se habían de integrar
en la Iglesia, continúa diciendo: Mira por doquier a tu alrededor y observa a
todos. Vivo yo, dice el Señor. Te revestirás de todos éstos y dispondrás de
ellos como adorno de la recién casada, pues lo que en ti era desolación,
corrupción y ruinas, es ahora demasiado estrecho para quienes moran ahí.
Aléjense de ti los que te devoraban. Los hijos que habías perdido te dirán al
oído: Este lugar es reducido para nosotros; haznos, pues, también ahora un lugar
en que habitemos. Pero tú dirás en tu interior: ¿Quién me engendró a éstos, pues
sé que carezco de hijos y soy viuda? ¿Quién me los ha educado? Yo estuve sola y
abandonada. ¿Dónde tenía yo a éstos? Así dice el Señor: He aquí que pondré en
los pueblos mis manos y en las islas mi estandarte, y llevaré tus hijos en mi
regazo y a tus hijas las llevarán sobre los hombros. Los reyes serán vuestros
educadores, y las damas principales tus nodrizas. Inclinando su rostro a tierra
te suplicarán y lamerán las huellas de tus pies, y sabrás que yo soy el Señor y
no te avergonzarás 39.
Y poco después añade: Oídme, escúchame, pueblo mío; miradme también vosotros
los reyes, porque yo dictaré leyes y mi sentencia será luz para los pueblos. Mi
justicia, ya a punto, se acerca; mi salvación avanza y en mi brazo consiguen la
salvación los pueblos 40.
Acerca de este brazo consultemos las Escrituras
apostólicas. El apóstol Pablo, hablando de la infidelidad de los judíos, después
de citar el testimonio del mismo profeta según el cual Cristo no se les había
revelado a ellos, añadió: ¿Quién ha creído a nuestra predicación? ¿A quién se
ha revelado el brazo del Señor? 41
Después Isaías añade: Estallad a una en gritos de alegría, ruinas de
Jerusalén, pues el Señor se ha apiadado de ella y ha liberado a Jerusalén. El
Señor descubrirá su brazo santo, y todas las naciones, hasta los confines de la
tierra, verán la salvación de Dios 42.
¿Quién hay tan sordo, quién tan demente, quién tan romo de inteligencia que ose
contradecir testimonios tan evidentes, sino quien ignora lo que dice?
17. Pero vengamos a cuestiones más patentes.
Bien conocidas nos son las bodas mencionadas en las Sagradas Escrituras, el
Esposo y la Esposa, Cristo y la Iglesia. Isaías nos describe al uno y a la otra,
por si nos equivocamos en alguno de los dos; si alguien se equivoca sobre uno,
pierde a los dos, porque de este matrimonio se dijo misteriosamente, como
testifica el Apóstol: Serán dos en una sola carne 43.
He aquí cómo el Esposo se describe a sí mismo. Después de la multiplicidad de
rasgos que de él nos da Isaías a fin de que enmudezcan los judíos, y para que no
nos resulte pesado recordarlos todos, prestad atención a esto poco: Cargará
sobre sí sus maldades. Por eso se le dará en herencia las multitudes, repartirá
los despojos de los poderosos, pues su alma fue entregada a la muerte y fue
contado entre los malhechores. Él ha llevado los pecados de muchos y fue
entregado por nuestras maldades 44.
Vosotros mismos confesáis que todo esto fue un anuncio y profecía referida a
nuestro Señor Jesucristo desde mucho tiempo antes. ¿Por qué este Esposo fue
entregado a la muerte, por qué fue contado entre los malhechores? ¿Qué hizo, qué
consiguió su excelsidad con una humillación tan grande? ¿Quién hay tan sordo que
no oiga estas cosas, quién tan embotado que no las comprenda? ¿Quién tan ciego
que no las vea? Por eso dice: Por eso se le dará en herencia las multitudes y
repartirá los despojos de los poderosos, pues su alma fue entregada a la muerte
y fue contado entre los malhechores. ¿Por qué, herejes, os vanagloriáis de
vuestro pequeño número, si precisamente nuestro Señor Jesucristo se entregó a la
muerte para poseer muchos en herencia? ¿Y quiénes forman esta multitud, o qué
tierra tan extensa ocupan? Escuchemos lo que sigue.
18. Anunciado ya y descrito el Esposo,
aparezca ya la Esposa en las palabras de Isaías. Veámosla en la verdad de las
páginas santas y reconozcámosla en el orbe de la tierra. También el apóstol
Pablo nos da este testimonio profético sobre la santa Iglesia; no tiene adónde
ir la tergiversación pendenciera de los herejes: Da gritos de alegría,
estéril que no has dado a luz; estalla de gozo y júbilo, la que no has conocido
los dolores de parto; porque los hijos de la abandonada son más que los de la
casada 45.
¿Dónde está, repito, el motivo de gloriaros de vuestro escaso número? ¿No son
éstos los muchos de los que se dijo poco antes: Por eso se le dará en
herencia las multitudes? Y ¿cuál es su herencia sino su Iglesia? Son más,
dice, los hijos de la abandonada que los hijos de la casada. En la que
tenía varón quiere que se entienda a la sinagoga de los judíos, puesto que había
recibido la Ley.
En consecuencia, ya puede quedar dirimida nuestra
cuestión. Confronten éstos la muchedumbre de los suyos, constituida por
africanos o en África, con la multitud de los judíos presentes en todos los
países, pues se hallan dispersos por doquier, y vean cuán pocos son en
comparación de ellos. ¿Cómo pueden aplicarse a sí mismos aquel dicho: Son más
los hijos de la abandonada que los de la casada?
Comparen también la muchedumbre de cristianos de
todos los pueblos, con quienes no están en comunión, y vean qué pocos son en
comparación con ellos los judíos; y vean finalmente que es en la Iglesia
católica, extendida por todo el orbe, donde se ha cumplido esta profecía: Son
más los hijos de la abandonada que los de la casada. Admitamos que es un
enigma oscurísimo el hecho de que en cuanto al número de hijos la abandonada ha
sido preferida a la casada; pero quien se oponga a que es de la Iglesia de
Cristo de la que se dijo: Son más los hijos de la abandonada que los de la
casada, no es a mí a quien se opone, sino a Cristo.
19. Y de dónde había de tener muchos hijos,
lo añade a continuación al decir: Dijo el Señor: Ensancha el espacio de tu
campamento y de tus tiendas; clava sin miedo, estira tus cuerdas, asegura tus
postes; extiende todavía las cuerdas a derecha e izquierda. Tu descendencia
heredará las naciones y habitarás las ciudades desiertas. No temas, pues te
impondrás, ni te avergüences de haber sido objeto de desprecio. Olvidarás el
bochorno sin fin, y no te acordarás de la afrenta de tu viudez. Porque yo soy el
Señor que te he hecho; el Señor es su nombre, y el que te ha librado se llamará
el Dios de Israel de toda la tierra 46.
He aquí hasta dónde se le mandó extender sus cuerdas: hasta que su Dios sea
llamado el Dios de un Israel de toda la tierra. De ella, en efecto, habla el
mismo profeta y a ella se dirige al decir: Por amor de Sión no callaré, por
amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa como aurora mi justicia. Mi
salvación llameará como antorcha. Todos los pueblos verán su justicia, y los
reyes tu gloria. Te llamará con un nombre nuevo, pronunciado por la boca del
Señor. Serás corona fúlgida en presencia del Señor y diadema real en la mano de
tu Dios. Ya no te llamarán "abandonada" ni a tu tierra "devastada"; a ti te
llamarán "mi favorita" y a tu tierra el "Orbe de la tierra" 47.
¿Se puede exigir aún algo más claro? He aquí cuántas
cosas y qué claras dice un único profeta. Y, sin embargo, se resiste y se
contradice no a un hombre cualquiera, sino al Espíritu de Dios y a la verdad más
evidente. Y, no obstante, aquellos que quieren tener su gloria en el nombre
cristiano, sienten envidia de la gloria de Cristo, no sea que se crea que se
cumplen estas cosas que tanto tiempo ha se han profetizado de él, cuando en
realidad ya no se anuncian, sino que se muestran, se ven, se poseen.
Ahora bien, si quisiera reunir en una sola carta los
testimonios de todos los profetas relativos a esta Iglesia señalada antes que
vemos tal como la leemos, temo que parezca que yo mismo considero que son pocos
los que son tantos, que si pretendiera reunir todos los de Isaías sólo, había de
superar los justos limites de esta exposición.
...en los Salmos
VIII. 20. Escuchemos ya algunos pasajes de
los Salmos cantados tanto tiempo antes de los hechos, y veamos con inmenso gozo
cómo se cumplen ya ahora. Y sea el primer pasaje el que Petiliano puso en su
carta, no sé con qué cara; óiganlo y júzguenlo ellos: El Señor me ha dicho:
Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las
naciones; en posesión, la tierra hasta sus confines 48.
¿Qué cristiano ha dudado jamás que esto se predijo de Cristo, o ha pensado que
esta herencia era algo distinto a la Iglesia? Y como ella había de tener a
buenos y malos en las redes de sus sacramentos, dice: Los gobernarás con
cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza 49.
Sin duda, la misma justicia, firme e inflexible, gobierna a los buenos y quiebra
a los malos.
21. ¿Quién está tan alejado y ajeno a los
divinos oráculos que no reconozca el mismo Evangelio al escuchar las palabras
del Salmo: Taladraron mis manos y mis pies, contaron todos mis huesos. Me
miraron y me contemplaron, se repartieron mis vestidos y echaron suertes sobre
mi túnica? 50
El mismo evangelista, al narrar el hecho, recuerda este testimonio. Pero, ¿qué
se puede comparar con el precio de esta cruz, con tamaña humillación de tan
excelsa grandeza, y con aquella santísima y divina sangre, sino lo que se dice
en las siguientes palabras: Se recordarán y volverán al Señor desde todos los
confines de la tierra y se postrarán en su presencia todas las familias de los
pueblos; y él dominará a las naciones? 51
¿Acaso el Apóstol no aplicó a los predicadores del
Nuevo Testamento las siguientes palabras: A toda la tierra se extendió su voz
y hasta los límites del orbe de la tierra sus palabras? 52
¿De quién otro sino de Cristo se pueden entender estas otras: El Dios de
dioses, el Señor, ha hablado y ha llamado la tierra desde la salida del sol
hasta su ocaso. Desde Sión, dechado de belleza? 53
¿De quién sino de Cristo es esta voz: Me dormí en la turbación? De dónde
le viene esa turbación lo dice inmediatamente: Los hijos de los hombres: sus
dientes son lanzas y flechas; su lengua es una espada afilada 54.
¿De quién era esa voz sino de los que gritaron: Crucifícalo, crucifícalo? 55
¿Por qué todo esto, en bien de quién, para beneficio de quién? Escucha lo que
sigue: Elévate sobre el cielo, oh Dios, y llene la tierra entera tu gloria 56.
Aquí tienes que Cristo durmió en su pasión y por su resurrección se elevó sobre
los cielos. Y ¿de dónde viene que su gloria esté sobre toda la tierra sino de su
Iglesia que se extiende por toda ella? En estas dos brevísimas frases os
pregunto a vosotros, herejes, todo lo que se ventila entre nosotros. Dice:
Elévate sobre el cielo, oh Dios, y llene la tierra tu gloria 57.
¿Por qué proclamáis que Cristo el Señor ha sido elevado sobre los cielos y no
estáis en comunión con su gloria, que alcanza a toda la tierra?
22. El salmo 71 lleva por título "a Salomón".
Pero como las cosas que allí se dicen no pueden referirse a ese rey efímero que
luego pecó tan gravemente, se sostiene inapelablemente contra los judíos que son
predicciones sobre Cristo. Ningún cristiano niega esto; pues son tales las cosas
dichas, que no se puede dudar que se refieren a Cristo. También se encuentran
allí expresiones en que se reconoce a la Iglesia extendida por todo el orbe,
tras someter a todos los reyes al yugo de Cristo: Y dominará de mar a mar,
desde el río hasta el confín de la tierra 58;
desde el río, en efecto, en que el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz
del cielo lo dieron a conocer. Luego continúa: Ante él caerán los etíopes y
sus enemigos morderán el polvo; los reyes de Tarsis y las islas le pagarán
tributo; los reyes de Saba y Arabia le ofrecerán sus dones. Todos los reyes de
la tierra lo adorarán, y todos los pueblos le servirán. Y un poco después: En él
serán bendecidas todas las tribus de la tierra, todos los pueblos le
glorificarán. Bendito el Señor Dios de Israel, el único que hace maravillas, y
bendito por siempre su nombre glorioso; su gloria llenará toda la tierra. Así
sea, así sea 59.
Salid ahora, donatistas, y clamad: no sea así, no
sea así. Os ha vencido la palabra de Dios diciendo: Sea así, sea así.
He aquí manifestada en los Salmos la Iglesia extendida por todo el orbe, sobre
la cual reposa la gloria de su Rey. Y así esa Reina es su Esposa, de la cual se
le dice en el salmo 44: De pie a tu derecha está la reina, con vestido
bordado en oro y manto de varios colores 60.
A exhortarla se encamina de inmediato la palabra divina: Escucha, hija, mira;
presta oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de tu
belleza; él es tu señor 61.
Atended dónde empieza la divina profecía a hablar a la Esposa de Cristo:
Escucha, hija, mira. Pero vosotros ni queréis oír estas profecías ni verlas
cumplidas. Y, sin embargo, las oís y las veis contra vuestra voluntad. Oíd lo
que se le dice un poco después; escuchad cómo anuncian esto las divinas letras,
y ved cómo se cumple en toda la tierra: A cambio de tus padres, te han nacido
hijos que harás príncipes por toda la tierra 62.
Cuántos testimonios de todas las Escrituras sobre
esta cuestión paso por alto, los conocen los que los leen, y los conozco yo
también; pero no quiero recargar la carta, a la cual quiero que se responda.
Libertad humana y
cumplimiento de las profecías
IX. 23. ¿Qué van a responder a estos pasajes
tomados de la Ley, de los Profetas, de los Salmos sobre la Iglesia de Cristo
extendida por todo el mundo, a la cual, extraviados, prefieren oponerse, antes
que, corregidos, entrar en comunión con ella? ¿Qué, repito, dirán? ¿Dirán que
los textos son falsos u oscuros? No se atreven a decir que son falsos, pues se
ven apabullados por el peso de tal autoridad. Así es que, al tener que confesar
que son verdaderos, se esfuerzan por demostrar que no pueden cumplirse; como si
el acusar del crimen de falsedad a una profecía fuera cosa distinta de afirmar
la imposibilidad del cumplimiento de lo que anuncia. Esto equivale a decir que
no es una profecía, sino una falsa profecía. Y cuando se les pregunta por qué no
pueden cumplirse, contestan: "Porque los hombres no quieren. El hombre -dicen-
ha sido creado con el libre albedrío; y si quiere, cree en Cristo; si no quiere,
no cree; si quiere, persevera en lo que cree; si no quiere, no persevera. Y por
ello, habiendo comenzado la Iglesia a crecer por el orbe entero, no quisieron
los hombres perseverar en su fe, y desapareció de todos los pueblos la religión
cristiana, exceptuado el partido de Donato".
Como si el Espíritu de Dios no hubiera conocido la
voluntad futura de los hombres. ¿Quién puede llegar a la necedad de decir esto?
¿Por qué no afirmar que predijo más bien lo que él sabía había de suceder con
las voluntades de los hombres? Pues de la misma manera que éstos piensan que se
predijo esto, puede ser profeta todo el que quiera, de suerte que cuando no se
hayan cumplido sus predicciones, puede contestar: "No han querido los hombres;
son cristianos por su libre albedrío". De la misma manera podía alguno
profetizar que Cristo no había de sufrir en la cruz, sino que había de morir por
la espada; y, una vez que sucedió de otra manera, responder: "¿Qué he hecho yo?
Los hombres con su libre albedrío no quisieron hacerle lo que yo había predicho,
e hicieron lo que ellos quisieron". ¿A quién no se le ocurre cuántas profecías
podían y pueden hacerse de este modo y por cualquier clase de hombres? ¿Quién
puede, en efecto, dudar que si Judas no hubiese querido no habría entregado a
Cristo, y que Pedro, si no hubiese querido, no le habría negado tres veces? Si
la predicción de estos dos acontecimientos fue cierta, es porque Dios prevé aun
las voluntades futuras.
¿Qué dice Jesús?
X. 24. Sin embargo, aunque todo esto está
presente aun a los espíritus lentos, escuchemos al respecto la voz del mismo
Verbo expresada por su propia boca de carne. Después de su resurrección, al
dejarse tocar y palpar por las manos de sus discípulos aún dudosos, y después de
recibir y comer delante de ellos lo que le habían presentado, les dijo: A
esto me refería cuando, estando todavía con vosotros, os dije que todo lo
escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí tenía que
cumplirse 63.
Pero ¿de quién sino de él se escribieron los pasajes citados también por
nosotros, tomados de la Ley, los Profetas y los Salmos, como he demostrado con
detalle? Ahora bien, si dice él, que es la verdad: Todo tenía que cumplirse,
¿por qué lo niegan éstos sino porque son enemigos de la verdad?
Pero si aún dicen que son oscuros los textos,
escuchemos a la misma Cabeza, quien, siendo veraz en extremo, nos señala su
Cuerpo. Dijo: Todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos
acerca de mí tenía que cumplirse 64,
y como si le preguntáramos si en las palabras de mí había que entender la
Iglesia, pues está escrito: Serán dos en una sola carne 65,
de suerte que tuviéramos oráculos divinos seguros referidos no sólo a la Cabeza,
sino también al Cuerpo, continúa el Evangelista, y dice: Entonces les abrió
el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. Y añadió: Así está
escrito: Y así convenía que Cristo padeciera y resucitara al tercer día 66.
Aquí se muestra la misma Cabeza, que se ofreció para ser tocada por las manos de
los discípulos. Ved cómo él añade lo referente a su Cuerpo, que es la Iglesia,
para no dejar que nos equivoquemos ni sobre el Esposo ni sobre la Esposa. Dice:
Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a
todos los pueblos, comenzando por Jerusalén 67.
¿Qué puede haber más veraz, más divino, más manifiesto que estas palabras? Tengo
reparo en ponderarlas con las mías y ¿no lo tienen los herejes en atacarlas con
las suyas?
25. Atrévanse a sostener que los pasajes que
cité, tomados de la Ley, los Profetas y los Salmos, son oscuros, y que, como
hablan figuradamente, pueden entenderse también de otra manera; aunque he
tratado, según mi capacidad, de que, al respecto, no se atrevan ni a decirlo;
pero digan si está oscuramente expresado y encubierto por la envoltura del
enigma lo que dijo el mismo Cristo: Así está escrito y así convenía que
Cristo padeciera y resucitara al tercer día, y que en su nombre se predique la
penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén 68.
Si es oscuro Me dormí en la turbación, ¿acaso es oscuro convenía que
Cristo padeciera? 69
Si es oscuro Elévate sobre los cielos, oh Dios 70,
¿es oscuro y que resucitara al tercer día? Igualmente si es oscuro
Sobre toda la tierra se extiende tu gloria 71,
¿acaso es oscuro Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de
los pecados a todos los pueblos? Si es oscuro El Dios de dioses, el Señor
ha hablado y llamado a la tierra desde donde sale el sol hasta su ocaso 72,
¿es oscuro que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los
pecados a todos los pueblos? Así la tierra fue llamada también desde donde
sale el sol hasta el ocaso, como dice él mismo: No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores. Si es oscuro Desde Sión, dechado de
belleza, Dios resplandece 73,
¿es acaso oscuro Comenzando por Jerusalén? Sión se identifica con
Jerusalén; mas ¿qué me importa a mí? Digan en buena hora que lo que he puesto
tomado de la Ley, los Profetas y los Salmos no se relaciona con las palabras del
Señor que se leen en el Evangelio. No me preocupa, no ofrezco resistencia.
Ciertamente, si no se hubiese profetizado esto en la Ley, los Profetas o los
Salmos, sea en los pasajes que yo he alegado, sea en otros, en modo alguno
hubiera dicho el Señor: Todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas
y en los Salmos acerca de mí tenía que cumplirse 74.
Y después, descubriéndoles el sentido de esos pasajes, para que entendieran las
Escrituras, se les habría expuesto lo que está escrito sobre él en la Ley, los
Profetas y los Salmos, hasta el punto de decirles: Así está escrito y así
convenía que Cristo padeciera y resucitara al tercer día, y que en su nombre se
predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén 75.
Aunque yo no hubiera podido advertir estos textos en la Ley, los Profetas y los
Salmos, el que es la Verdad me certifica que están escritos allí. Pero aunque no
dijera que estaban escritos allí, les bastaría sin duda a los cristianos que el
mismo Cristo hubiese dicho que era preciso que se predicara en su nombre la
penitencia y remisión de los pecados por todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén. Pero como sus discípulos dudaban de él aunque veían y tocaban su
cuerpo, quiso confirmarlos con la prueba, tomada de las Escrituras, más sólida
que el ofrecerse a sí mismo visible y palpable a los sentidos de los mortales.
Adhirámonos, pues, a la Iglesia designada por la boca del Señor, desde el punto
inicial hasta el punto de llegada, es decir, desde Jerusalén hasta todos los
pueblos.
26. Aquí puede ya alguno decirme que por
Jerusalén no se ha de entender la ciudad visible, sino una metáfora, de suerte
que se entienda, en sentido alegórico, toda la Iglesia eterna ya en el cielo y
peregrina en parte en la tierra. Ese mismo puede decir también que se dijeron en
sentido figurado aquellas palabras: Convenía que Cristo padeciera y
resucitara al tercer día 76.
Pero si alguno dijera esto, no se le puede tener en modo alguno por cristiano.
Por consiguiente, como aquello debe entenderse en sentido propio, lo mismo debe
admitirse de lo añadido sobre la Iglesia de todos los pueblos que comienza por
Jerusalén. El Señor explicó que todos esos datos estaban predichos de él en la
Ley, los Profetas y los Salmos y, por supuesto, esa explicación no pudo ser
figurada; de lo contrario, no sería explicación.
Además, puesto que Jerusalén, considerada en sentido
alegórico y espiritual, significa la Iglesia entera, ¿cómo la Iglesia entera
comienza por la Iglesia entera, como si Jerusalén empezase por Jerusalén?
Queda, por tanto, bien claro que se trata en sentido
propio de aquella ciudad, en la que está demostrado también que tuvo su
principio la Iglesia, como una y otra vez lo manifestó él sin dejar a la astucia
herética refugio alguno para sus asechanzas. Sigue, en efecto, así y dice:
Vosotros sois testigos de todo esto. Y ahora yo os voy a enviar sobre vosotros
al que os he prometido; vosotros quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos
de fuerza de lo alto 77.
En esta ciudad les ordenó que se quedaran hasta que fueran revestidos de fuerza
desde lo alto, es decir, del Espíritu Santo, que había prometido les enviaría;
ciudad desde la cual les había anunciado que comenzaría la Iglesia. Ahora bien,
si no creen que sea Jerusalén, escuchen lo que sigue: Después los llevó hasta
Betania y, levantando las manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó
de ellos. Ellos volvieron a Jerusalén llenos de alegría. Y se hallaban siempre
en el templo alabando a Dios 78.
He aquí señalada la ciudad en la cual les ordenó permanecer hasta que fueran
revestidos de fuerza desde lo alto.
El testimonio de los
Hechos de los Apóstoles
XI. 27. Aquí se pasó por alto cuántos días
estuvo con ellos después que se les apareció vivo ante sus ojos y sus manos. Sin
embargo, no lo callaron los Hechos de los Apóstoles, donde una vez más las
mismas palabras del Señor predicen que la Iglesia se extenderá por el orbe de la
tierra. Al respecto nadie en absoluto puede dudar -salvo quien pone en duda la
historicidad de las santas Escrituras- que se trata de aquella ciudad visible
Jerusalén, en que empezó la Iglesia después de la Resurrección y Ascensión del
Señor Jesucristo; y que él no quiso significar otra cosa que el lugar de esta
tierra en que daría comienzo a la Iglesia, y de qué manera la difundiría, a
partir de allí, por todas partes. Así está escrito en los Hechos de los
Apóstoles: En primer lugar, querido Teófilo, traté de todo lo que hizo y
enseñó Jesús desde el principio hasta el día en que eligió a los apóstoles por
medio del Espíritu Santo y les mandó predicar el Evangelio. Fue a ellos a
quienes se manifestó después de su Pasión, con numerosas pruebas. Durante
cuarenta días, se les apareció y les habló del reino de Dios. Una vez que se
hallaba con ellos les mandó que no se alejasen de Jerusalén, sino que esperasen
la promesa que escuchasteis -les dijo- de mi boca. Juan bautizó con agua;
vosotros, en cambio, dentro de pocos días seréis bautizados con Espíritu Santo.
Ellos, reuniéndose, preguntaron: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el
reino de Israel? Él les contestó: No os toca a vosotros conocer los tiempos que
el Padre ha reservado en su poder. Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo
que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaría y hasta la tierra entera 79.
También aquí se pone de manifiesto el punto de partida y el punto de llegada.
28. ¿Qué responden a todo esto los que con
todo orgullo blasonan de cristianos y abiertamente contradicen a Cristo?
Nosotros admitimos esta Iglesia, no podemos aceptar acusación humana alguna
contra estas palabras de Dios. Nos mueve, sobre todo, el que nuestro Señor, a
quien no creer es sacrílego e impío, nos dejó, en las últimas palabras que
pronunció en la tierra, estos saludables y últimos documentos sobre la primitiva
Iglesia. Pues, dichas estas palabras, inmediatamente subió al cielo, y quiso
prevenir nuestros oídos contra los que, con el pasar del tiempo, había predicho
que se levantarían y habían de decir: He aquí a Cristo, helo allí 80,
y nos avisó que no los creyéramos.
No tenemos excusa alguna si los creyéramos contra la
voz de nuestro Pastor, tan clara, tan abierta, tan manifiesta, que nadie, por
muy sordo espíritu que tenga, puede decir: "No he entendido". Pues ¿quién no
entiende estas palabras: Así convenía que Cristo padeciera y resucitara al
tercer día, y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los
pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén? 81
¿Quién no entiende estas otras: Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaría y hasta la tierra entera. Dicho esto, se elevó; las nubes lo
recibieron y lo vieron subir al cielo? 82
¿Qué es esto?, pregunto. Cuando se oyen las últimas palabras de un moribundo que
se despide de esta vida, a nadie se le ocurre decir que miente, y se le tiene
por impío al heredero que tal vez las menosprecia. ¿Cómo, pues, podremos evitar
la ira de Dios si, por falta de fe o por menosprecio, rechazamos las últimas
palabras del Hijo único de Dios, de nuestro Señor y Salvador , que está para ir
al cielo y que ha de mirar desde allí quién las menosprecia, quién las observa,
y que desde allí ha de venir para juzgar a todos? Poseo la voz bien clara de mi
Pastor, que me encarece y describe sin rodeos su Iglesia. A mí me reprocharía
que, seducido por las palabras de los hombres, me apartara voluntariamente de su
rebaño que es la Iglesia misma, sobre todo después que me ha advertido: Mis
ovejas oyen mi voz y me siguen 83.
Ahí está su voz clara y nítida. Quien no le sigue
después de oírla, ¿cómo osará decir que es su oveja? Que nadie me diga: "Oh,
¿qué ha dicho Donato; oh, qué ha dicho Parmeniano, o Poncio, o cualquiera otro
de ellos?" Porque ni a los obispos católicos hemos de asentir, si quizá alguna
vez se engañan hasta el punto de pensar algo contra las Escrituras canónicas de
Dios. Pero si, manteniendo el vínculo de la unidad y la caridad, caen en este
error, les acontecerá lo que dice el Apóstol: Si en algún punto pensáis de
otro modo, Dios os revelará también eso 84.
Ahora bien, son tan claras estas voces divinas sobre la Iglesia universal, que
sólo los herejes en su orgullosa perversidad y ciego furor pueden ladrar contra
ellas.
29. Ya hemos mostrado a la Iglesia en el
Verbo de Dios, su Esposo; Iglesia anunciada tanto por la Ley, los Profetas y los
Salmos como por su propia boca; Iglesia que ha de empezar por Jerusalén y llegar
hasta los confines del orbe entero. Y cómo empezó por Jerusalén y, extendida
desde allí a todos los pueblos, está dando fruto, nos lo demuestra la misma
palabra de Dios a través de los apóstoles. Así está escrito en los Hechos de los
Apóstoles, cosa que ya recordé que dijo el Señor: Seréis mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera 85.
Continúa después: Dicho esto, en presencia de
ellos se elevó y una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijos al cielo
viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les
dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús
que se han llevado de aquí al cielo volverá como lo habéis visto marcharse.
Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista
de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la
sala superior donde se alojaban; eran Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y
Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Fanático y Judas el de
Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas
mujeres, además de María, la Madre de Jesús, y sus hermanos 86.
En aquellos días se levantó Pedro en medio de los discípulos -había un grupo de
unos ciento veinte hombres-, les dijo...
Se narra a continuación cómo, tras el discurso de
Pedro, fue elegido Matías en lugar de Judas, que entregó al Señor. Después de la
elección, continúa diciendo la Escritura: Al llegar el día de Pentecostés
estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como
de viento recio, llenó toda la casa donde se encontraban, y vieron aparecer unas
lenguas como de fuego que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron
todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el
Espíritu les concedía expresarse. Residían entonces en Jerusalén judíos devotos
de todas las naciones existentes bajo el cielo. Al oír el ruido, acudieron en
masa, y quedaron desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propio
idioma. Todos, desorientados, admirados, preguntaban: ¿No son galileos todos
esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en
nuestra lengua nativa? Partos, medos y elamitas; judíos de Mesopotamia, de
Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto o de la zona de
Libia que confina con Cirene; romanos de paso, judíos y forasteros; cretenses y
árabes: cada uno los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua.
Estaban estupefactos y, entre dudas, se preguntaban unos a otros: ¿Qué puede ser
esto? Otros se burlaban diciendo. Están bebidos. Pedro, de pie con los Once,
tomó la palabra y les dijo: Judíos y habitantes de Jerusalén, sabed que... 87
y las restantes palabras con que los exhorta a la fe. Terminado esto, continúa
la Escritura su relato. Al oír esto, con el corazón compungido, dijeron a
Pedro y a los demás apóstoles. ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Indicádnoslo.
Pedro les contestó. Arrepentíos; que cada uno se bautice en el nombre del Señor
Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu
Santo. Porque la promesa se nos hizo a nosotros y a nuestros hijos y a todos los
que, estando lejos, llame el Señor Dios nuestro. Y con muchas otras palabras les
daba testimonio diciendo: Poneos a salvo de esta generación depravada. Ellos
aceptaron su palabra, se bautizaron y aquel día se les agregaron unos tres mil 88.
Ahí está el principio desde Jerusalén, desde donde
la Iglesia iba a pasar a todas las lenguas; realidad prefigurada en el hecho de
que los allí presentes, una vez que recibieron el Espíritu Santo, hablaron en
todas las lenguas.
30. Cómo se extendió por los otros pueblos,
vamos a verlo luego; ya Pedro lo había anunciado al decir: La promesa se nos
hizo a nosotros y a nuestros hijos y a todos los que, estando lejos, llame el
Señor Dios nuestro 89.
Se narran a continuación los acontecimientos que
tuvieron lugar en Jerusalén hasta el martirio de Esteban diácono, donde también
se menciona a Saulo, que aprobó su muerte. Cuando esto tuvo lugar, así continúa
el relato: Aquel día se desató una violenta persecución contra la iglesia de
Jerusalén: todos, menos los apóstoles, que permanecieron en Jerusalén, se
dispersaron por Judea y Samaría 90.
Ved cómo se cumple después y en su orden lo que había dicho el Señor: Seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera 91.
Lo anunciado ya se había cumplido en Jerusalén:
seguía cumpliéndose en Judea y Samaría, razón por la que aquéllos se habían
dispersado en las regiones de Judea y Samaría. Así se dice de ellos a
continuación: Los dispersados, en su ida por las ciudades y pueblos, iban
anunciando la palabra de Dios 92.
También habían ido los apóstoles al oír que Samaría había recibido la palabra de
Dios, cuando por la imposición de sus manos recibieron el Espíritu Santo. Por
eso se dice de Pedro y de Juan: Pedro y Juan, después de testimoniar la
palabra del Señor, regresaron a Jerusalén anunciando, al pasar, la buena noticia
en muchas aldeas samaritanas 93.
Después se nos habla del eunuco que, volviendo de
Jerusalén, fue bautizado por Felipe; de éste se dice: El Espíritu del Señor
arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de
alegría. Felipe fue a parar a Azoto y, de regreso, anunciaba la buena noticia en
todas las ciudades hasta llegar a Cesarea 94.
Así se ve que el Evangelio se había predicado también en las ciudades de Samaría
y de Judea. Restaba, pues, que se predicara, según el orden predicho por el
Señor, a todos los pueblos, hasta la tierra entera 95.
Así, pues, Saulo es llamado desde el cielo, se trueca de perseguidor en
predicador, y el Señor dice de él a Ananías: Anda, ve, que ese hombre es un
instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre y glorificarme ante los
paganos y sus reyes y ante los hijos de Israel. Yo le enseñaré cuánto tiene que
sufrir por mi nombre 96.
De suerte que ya tenemos la Iglesia presente en Jerusalén y extendida por toda
Judea y Samaría; por eso dice con toda claridad poco después: En toda Judea,
Galilea y Samaría las Iglesias gozaban de paz, edificadas y consolidadas en el
temor del Señor, y crecían impulsadas por el Espíritu Santo 97.
Después, pasados algunos versículos, se llega al
lugar en que creyó el centurión Cornelio y fue bautizado con todos los suyos,
gentiles todos e incircuncisos. Antes de tener lugar esto, estando Pedro en
oración, vio en un éxtasis El cielo abierto y, sujeto por las cuatro
esquinas, un mantel claro que contenía dentro todo género de cuadrúpedos, fieras
y pájaros. Y se oyó una voz. Pedro, mata y come. Replicó Pedro: Señor, nunca he
comido nada impuro o manchado. Por segunda vez le dijo la voz: Lo que Dios ha
declarado puro, no lo llames tú impuro 98.
Que esta visión significa la conversión de los
gentiles, no necesitamos suponerlo; el mismo apóstol nos lo explicó hablando del
mantel que se le ofreció. Pues al entrar en la casa donde estaba Cornelio, y
donde se habían reunido muchos, les dijo Pedro: Sabéis que a un judío le está
prohibido tener trato con extranjeros o entrar en su casa; pero a mí me ha
enseñado Dios a no llamar impuro o manchado a ningún hombre 99.
Así explicó aquella voz que, referida a los animales que se le mostraron en el
mantel, había oído: Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú impuro 100.
¿Quién no ve que en aquel mantel se significaba el orbe de la tierra con todos
sus pueblos? Por eso estaba atado por los cuatro ángulos, que significaban las
cuatro partes bien conocidas del orbe, oriente y occidente, septentrión y
mediodía, que cita con tanta frecuencia la Escritura.
Ahora bien, respecto a la misión de Pablo entre los
gentiles, es muy largo recordar qué lugares recorrió sembrando la palabra de
Dios y confirmando las jóvenes Iglesias. Cuando los judíos le ofrecieron
resistencia en Antioquía, él y Bernabé les dijeron: Era menester anunciaros
primero a vosotros el mensaje de Dios; pero como lo habéis rechazado y no os
considerasteis dignos de la vida eterna, sabed que vamos a dedicarnos a los
paganos. Así nos lo ha mandado el Señor: Yo te he hecho luz de las naciones,
para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra 101.
Y continúa el texto: Al oírlo los paganos, acogieron la palabra de Dios y
cuantos estaban destinados a la vida eterna creyeron 102.
Se recuerda también aquí el testimonio tomado del profeta Isaías, que ya pusimos
también nosotros: la salvación ha de llegar hasta los confines de la tierra.
Los escritos
apostólicos
XII. 31. Vamos a dejar de lado los pueblos
que creyeron y se unieron a la Iglesia después de los tiempos apostólicos;
miremos sólo a aquellos que encontramos en las sagradas Letras, en los Hechos,
en las cartas de los Apóstoles y en el Apocalipsis de Juan, que unos y otros
aceptamos y a los que unos y otros nos sometemos. Dígannos ellos cómo perecieron
en la sedición africana. Los hemos acogido no por concilios de obispos que
contendían entre sí, no por controversias, no por los registros de tribunales o
municipios, sino por los santos Libros canónicos. ¿Cómo la iglesia antioquena,
donde por vez primera los discípulos se llamaron cristianos 103,
pudo perecer por los crímenes de los africanos? ¿Qué viento tan impetuoso del
sur pudo esparcir la pestilencia de origen tan lejano, allí donde no podían
conocerse siquiera los nombres de aquellos que fueron el origen o la causa de
este mal: en Atenas, en Iconio, en Listra? ¿Quién destruyó las iglesias fundadas
por los sudores del Apóstol?
Al final de la carta a los Romanos nos dice el mismo
Apóstol, doctor de los gentiles: Os he escrito para refrescaros la memoria, a
veces con bastante atrevimiento. Me da pie el don recibido de Dios que me hace
ministro de Jesucristo entre los paganos: mi función sacra consiste en anunciar
la buena noticia de Dios, para que la ofrenda de los paganos, consagrada por el
Espíritu Santo, le sea agradable. Por eso, en lo que toca a Dios, pongo mi
orgullo en Cristo Jesús, y así no se me ocurrirá hablar de nada que no sea lo
que Cristo ha hecho por mi medio para que respondan los paganos, valiéndose de
palabra y acciones, de la fuerza de señales y prodigios, de la fuerza del
Espíritu; de ese modo, dando la vuelta desde Jerusalén hasta la Iliria, he
completado el anuncio de la buena noticia de Cristo 104.
Preguntad, oh donatistas, si no lo sabéis, preguntad
cuántas etapas hay por tierra desde Jerusalén hasta Iliria, pasando por los
alrededores. Si contamos tantas Iglesias, decid cómo pudieron perecer por las
contiendas de los africanos. Vosotros conserváis sólo para la lectura las cartas
del Apóstol a los Corintios, Efesios, Filipenses, Tesalonicenses, Colosenses;
nosotros, en cambio, las conservamos en la lectura y la fe, y mantenemos la
comunión con esas Iglesias.
Además, Galacia no es una Iglesia sola, sino que en
dicha región se encuentran innumerables. Y en cuanto a los corintios, ved cómo
los saluda: Pablo, apóstol de Jesucristo por designio de Dios, y el hermano
Timoteo, a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos que hay
en toda la Acaya 105.
¿Cuántas Iglesias pensáis hay en toda la Acaya? Quizá ni sabéis dónde está Acaya
y juzgáis con temeraria ceguera de una provincia tan desconocida, que afirmáis
que ha desaparecido por los crímenes de los africanos. ¿No están acaso llenos de
florecientes Iglesias todos los lugares que cita Pedro: Ponto, Capadocia, Asia,
Bitinia 106?
Pues ¿qué? Sobre las Iglesias a que escribió Juan: Esmirna, Pérgamo, Sardes,
Tiatira, Filadelfia, Laodicea 107
-y ya hemos mencionado la de Éfeso-, ¿puede decirme alguno de vosotros dónde se
encuentran, qué distancia hay de unas a otras? Quizá ahora andáis buscándolo con
la lectura de algún documento o consultando a alguien. Aprended también cuán
alejadas están de África y decidnos por qué acusáis con tan sacrílega temeridad
a Iglesias tan desconocidas por vosotros y tan conocidas en las cartas
apostólicas y afirmáis con la misma demencia que perecieron por los crímenes de
los africanos. En fin, sé qué hay escrito sobre ellas en los santos Libros
canónicos, pero ignoro qué decís vosotros de ellas. Como nosotros leemos en los
Libros que también vosotros veneráis cuáles son las Iglesias de Cristo, leednos
vosotros en los Libros que veneramos nosotros cómo perecieron. ¿Os parece bien
que creamos nosotros cualquier calumnia, venga de donde venga, lanzada contra
las Iglesias que son miembros de la única Iglesia por todo el orbe, que nos ha
entregado y recomendado el Espíritu Santo en sus Escrituras? Esto os agrada a
vosotros, pero no nos place a nosotros. Cuál es la postura más justa también lo
veis vosotros, pero, vencidos por vuestra hostilidad, no queréis ser vencidos
por la verdad. Aquí están las Escrituras de Dios, aquí están las Iglesias que
ellas señalan con el nombre de todo el orbe y con el suyo propio. Qué es lo que
vuestros antepasados reprocharon a sus colegas, no lo saben; qué jueces
sentenciaron la causa, no lo saben tampoco; ¿cómo perecieron entonces? He aquí
las Escrituras que yo creo, he aquí las Iglesias con las que yo estoy en
comunión: donde yo te leo sus nombres, léeme tú allí sus delitos.
32. Ahora bien, si apelas a otras fuentes,
para manifestar o recitar tus acusaciones, nosotros, siguiendo la voz de nuestro
Pastor, tan claramente manifestada por la boca de sus Profetas, por su boca
propia, por la de los Evangelistas, no podemos admitir, no creemos, no podemos
recibir la vuestra. Dice el Pastor celeste: Mis ovejas oyen mi voz, y me
siguen 108.
Su voz sobre la Iglesia no es oscura. Quien no quiere apartarse del rebaño,
escúchela, siga tras ella. Su dispensador tan fiel, el doctor de los
gentiles 109,
dado que Cristo hablaba por él, dice esto: Me extraña que tan de prisa dejéis
al que os llamó a la gracia de Cristo para pasaros a otro evangelio, que no es
tal evangelio: sólo que hay algunos que os turban tratando de trastocar el
Evangelio de Cristo. Pues mirad, incluso si nosotros mismos o un ángel bajado
del cielo os anunciara otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea
anatema. Lo que os tenía dicho, os lo repito ahora: si alguien os anuncia un
nuevo evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema 110.
Se nos ha anunciado que la Iglesia se extenderá por
todo el mundo. En la Ley, los Profetas y los Salmos nos ha testificado el Señor
que eso está anunciado; él mismo predijo que ella había de comenzar por
Jerusalén y difundirse por todos los pueblos, y anunció, al estar para subir al
cielo, que tendría testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y en toda la
tierra. Los hechos siguieron a las palabras: las santas Escrituras nos
testifican progresivamente su comienzo desde Jerusalén, y luego su paso a Judea
y Samaría y de allí a toda la tierra, donde sigue creciendo la Iglesia hasta que
llegue finalmente a conseguir el resto de los pueblos en que aún no está. Si
alguno anuncia otra cosa, sea anatema.
Textos bíblicos a que
recurren los donatistas
XIII. Ciertamente predica otro evangelio
quien afirma que la Iglesia desapareció del resto del mundo y que permanece
solamente en África, en el partido de Donato. Por consiguiente, sea anatema; o
que me lea esto en las santas Escrituras, y dejará de ser anatema.
33. "Lo leo, dice. Enoch fue el único entre
los hombres que agradó a Dios y fue trasladado. Después, destruido el mundo
entero por la inundación de las aguas, sólo Noé, con su esposa, hijos y nueras,
mereció ser salvado en el arca".
Añaden también el caso de Lot, único que con sus
hijas fue liberado de Sodoma; el del mismo Abrahán, Isaac y Jacob, porque fueron
de los pocos que agradaron a Dios en una tierra consagrada a los ídolos y a los
demonios. Finalmente, multiplicado ya el pueblo de Israel, en tiempo de los
reyes en la tierra de promisión, que había sido repartida entre las doce tribus,
recuerdan que diez tribus habían sido separadas y entregadas al siervo de
Salomón, y dos habían quedado para el hijo del mismo Salomón, para formar el
reino de Jerusalén. "Así -dicen-, ahora todo el mundo ha apostatado, y en cambio
nosotros hemos permanecido, como aquellas dos tribus, en el templo de Dios, esto
es, en la Iglesia. Muchísimos eran también los discípulos que seguían a
Jesucristo, y al separar los setenta y dos, permanecieron con él solamente
doce".
Con estos y parecidos ejemplos, los herejes tratan
de hacer valer su escaso número y no cesan de ultrajar en los santos a la
multitud de la Iglesia extendida por todo el orbe. Pero yo les pregunto: Si yo,
líbreme Dios, no quisiera creer que son verdaderos los ejemplos que alegan,
¿cómo me convencerían? ¿No sería por las santas Escrituras, donde se leen con
tal claridad, que cualquiera que da fe a estas Letras no puede menos de confesar
su extrema veracidad? Pero si me viera forzado a creer que esas cosas son
verdaderas porque están escritas allí, donde no puedo afirmar que lo escrito sea
falso, ¿por qué no creen ellos a las mismas Escrituras acerca de la Iglesia
extendida por el universo entero? He aquí que nosotros creemos todo aquello;
crean ellos también lo que dice el Señor: que se predique la penitencia y el
perdón de los pecados a todos los pueblos comenzando por Jerusalén 111.
Crean también lo que dijo ya al final, estando para subir al cielo: Seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera 112.
Créase que son verdaderos tanto los textos que ellos aportan como los que
aportamos nosotros, y no quedará ya rivalidad entre nosotros, puesto que ni sus
afirmaciones, si son verdaderas, se oponen a las nuestras, ni las nuestras, si
son verdaderas, a las suyas.
Insisten: "Creemos esas cosas y confesamos que se
han cumplido, pero después apostató el orbe de la tierra, y quedó sólo la
comunión de Donato".
Léannos eso, como nos leen lo referente a Enoch, a
Noé y a Abrahán, Isaac y Jacob, y a las dos tribus que quedaron cuando se
separaron las otras, y a los doce Apóstoles que permanecieron cuando apostataron
los demás. Léannos igualmente eso, y no pondremos resistencia alguna. Pero si lo
que leen no es de las santas Escrituras, sino que tratan de persuadírnoslo con
sus contiendas, entonces creo lo que se lee en las santas Escrituras, no lo que
dicen esos vacíos herejes.
Pero como ellos quieren compararse con aquellas dos
tribus que permanecieron con el hijo de Salomón, sigan leyendo, y les pesará de
haber elegido eso. Vean si no el recuerdo que queda de estos dos pueblos en las
Escrituras: la parte que comprendía Jerusalén se llama Judá, y la otra más
numerosa, que se separó con el siervo de Salomón, se llama Israel 113.
Lean lo que dicen los Profetas de cada una de ellas; cómo dicen que Judá fue
peor que Israel 114,
hasta el punto que justifican que se haya separado Israel por los pecados de la
prevaricadora Judá, esto es: que eran tan graves los pecados de ésta, que en su
comparación aquélla debe ser llamada justa. Sin embargo, ni los pecados de ésta
ni los de aquélla perjudicaron en nada a los justos que se encontraban en una y
otra parte. Aun en la parte que ponen como ejemplo de perdición los donatistas,
esto es, en Israel, existieron santos profetas. Allí estaba, para no hablar de
otros, el célebre Elías, a quien se dijo también: Me he reservado siete mil
varones, que no doblaron sus rodillas ante Baal 115.
Por ello no se ha de tomar aquella parte del pueblo como una herejía. Dios había
mandado la separación de estas tribus no para dividir la religión, sino el
reino, y de este modo tomar venganza del reino de Judá. Jamás ordena el Señor
que se haga un cisma o una herejía. Pues no porque haya división de reinos en la
tierra queda por eso dividida la unidad cristiana, ya que en una y otra parte se
encuentra la Iglesia católica.
34. Si me ha parecido bien recordar este
detalle sobre Judá e Israel, ha sido sobre todo para advertir a éstos que no
perjudica a los justos que viven en medio de los impíos lo que se dice contra
esos pueblos, a causa de la multitud de impíos; a ver si así dejan de aducir
como pruebas cuanto puede haber dicho la boca del Señor, los Profetas o los
Evangelios contra la cizaña o la paja en el mundo entero. Generalmente, la
palabra de Dios recrimina a los impíos que hay en la Iglesia y que no son
contados dentro de la Iglesia; sin embargo, como por los sacramentos que tienen
en común con los santos se encuentra en ellos cierta apariencia de piedad, cuya
realidad niegan, como dice el Apóstol: Con una apariencia de piedad, pero
negando su eficacia 116;
por eso los recrimina de esa manera, como si todos fueran iguales y no quedara
uno solo bueno. Esta manera de hablar nos avisa que todos éstos, es decir, los
hijos de la gehena, se encuentran citados en ese determinado número, al cual
Dios supo de antemano que pertenecían.
Estos, obrando con ignorancia o con engaño, recogen
de la Escritura los textos que encuentran dirigidos contra los malos, mezclados
con los justos hasta el fin, o los que se relacionan con la devastación del
primer pueblo de los judíos, y tratan de distorsionados contra la Iglesia de
Dios, para que parezca que ha desaparecido y perecido el universo. Dejen, pues,
de presentar semejantes pasajes, si quieren contestar a esta carta. Que tampoco
nosotros afirmamos que la Iglesia está tan difundida por todo el orbe, que en
sus sacramentos sólo se encuentran los buenos y no también los malos, y éstos
quizá en mucho mayor número, de tal modo que, en su comparación, los justos son
pocos, aunque ellos en sí constituyan una gran multitud.
La mezcla de buenos y
malos indicada en la Escritura
XIV. 35. Tenemos testimonios innumerables
tanto sobre la mezcla de los malos con los buenos en la misma participación en
los sacramentos, cual Judas, malo desde el principio, entre los once buenos,
como sobre la escasez de los buenos en comparación de los malos, más numerosos,
y a su vez sobre la muchedumbre de los buenos considerada en sí misma. Para no
hacerme pesado, voy a recordar sólo unos pocos.
En el Cantar de los Cantares se encuentra aquel
pasaje que se aplica a la Iglesia, como cualquier cristiano sabe: Lirio entre
espinas es mi amada entre las muchachas 117.
¿Por qué las llama espinas sino por sus depravadas costumbres? ¿Por qué a la vez
hijas sino por la comunión en los sacramentos? También Ezequiel ve a algunos
hombres marcados a fin de que no perecieran con los malos, y se le dice respecto
a ellos: Los que gimen y se lamentan por los pecados e iniquidades de mi
pueblo presentes en medio de ellos 118.
No llamaría su pueblo al que él condena a muerte, exceptuados los señalados, si
ese pueblo no conservara sus sacramentos. Dice también el Señor sobre la cizaña
que sembró entre el trigo: Dejadlos crecer juntos hasta la siega 119,
es decir, el trigo y la cizaña, y él mismo interpreta la cosecha como el fin del
mundo, y el mundo como el campo donde se sembró una y otra semilla.
Es preciso, pues, dejar crecer a una y otra en el
mundo hasta el fin de los tiempos. Por consiguiente, no se permite a los
donatistas ni sospechar ni asegurar lo que dicen, esto es, que han desaparecido
todos los buenos del mundo y que sólo quedan en el partido de Donato. Dirigen
sus esfuerzos contra la clarísima afirmación del Señor que dice: El campo es
el mundo, y dejadlos crecer juntos hasta la siega, y La cosecha es el fin
del tiempo 120.
Hay otra semejanza clarísima sobre la mezcla de los
buenos y los malos en la comunión y vínculos en los mismos sacramentos, y es el
mismo Señor quien la pone y explica: Se parece el reino de Dios a la red que
echan en el mar, y recoge toda clase de peces: cuando estaba llena, la
arrastraron a la orilla y, sentados, recogieron los buenos en cestos y tiraron
fuera los malos. Lo mismo sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles,
separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí
será el llanto y el apretar los dientes 121.
Así pues, ninguna mezcla con los malos puede atemorizar a los buenos, de modo
que quieran como romper las redes y salirse de la reunión de la unidad para no
soportar, en la participación de los sacramentos, a los hombres que no
pertenecen al reino de los cielos, ya que, cuando se llegue a la orilla, esto
es, al fin del mundo, tendrá lugar la debida separación, obrada no por la
temeridad humana, sino por el juicio divino.
36. Por lo que se refiere a la escasez de los
buenos, con toda claridad dice el Señor: Entrad por la puerta angosta; porque
ancha es la puerta y amplia la calle que lleva a la perdición, y muchos entran
por ellas. ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la
vida! Y pocos dan con ellos 122.
Los donatistas piensan que este escaso número lo forman ellos, y por eso dicen
que el orbe de la tierra ha perecido, mientras que ellos han quedado en ese
reducido número que alabó el Señor. Claro que, comparándolos con ellos, les
echamos en cara que los rogatistas o maximianistas, que se separaron de ellos
son muchos menos, si piensan que pueden gloriarse de su pequeño número. Sin
embargo, las sagradas Escrituras no han callado cómo el Señor ha puesto de
relieve que ese número es pequeño comparado con la multitud de los malos, pero
que los buenos son una muchedumbre en sí misma considerada; léanlas y vean
cuántos testimonios se encuentran. ¿Por qué se promete que la descendencia de
Abrahán será como las estrellas del cielo y la arena del mar 123,
sino por su innumerable multitud? El Apóstol dice que por eso está escrito:
Por Isaac continuará tu apellido, que no es la generación natural la que hace
hijos de Dios, es lo engendrado en virtud de la promesa lo que cuenta como
descendencia 124.
¿Por qué la abandonada tendrá más hijos que la casada? 125
¿Por qué vendrán muchos de oriente y occidente a sentarse a la mesa de
Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios; en cambio, a los hijos del reino,
esto es, los impíos judíos, los echarán afuera, a las tinieblas exteriores? 126
¿Por qué dice el Apóstol: Para purificarnos y hacernos un pueblo abundante,
émulo en hacer el bien? 127
¿Por qué dice el Apocalipsis que los santos hijos de la Iglesia son millares de
millares? He aquí que a los mismos se les llama a la vez muchos y pocos. ¿Por
qué, sino porque en sí mismos considerados son muchos, pero pocos en relación
con los inicuos?
Crítica de los
argumentos bíblicos de los donatistas
XV. 37. "De nosotros, afirman ellos, se dijo:
Los últimos serán los primeros 128.
El Evangelio llegó después al África, y por eso en ningún lugar de las cartas
apostólicas está escrito que África haya creído. En cambio, de los orientales y
demás pueblos, cuya recepción de la fe se menciona en los santos libros, se
dijo: Los primeros serán los últimos, porque habían de apartarse de la
fe".
¿No es ésta la peligrosa astucia de los herejes, que
pretenden cambiar las palabras de Dios de su sentido propio a la perversidad en
que se encuentran ellos? ¿Por qué no entender esto más bien de los judíos, que
llegaron a ser los últimos después de ser los primeros, y de los cristianos de
la gentilidad, que llegaron a ser los primeros después de haber sido los
últimos? Si yo no pude probar este sentido con un documento más convincente,
debió bastar al lector discreto que he encontrado una interpretación de estas
palabras, que deja claro que los donatistas no han aportado nada seguro en su
favor que excluya toda duda. En efecto, aunque no hubiera judíos ni gentiles, de
quienes pudiera entender yo que se dijeron esas palabras, hubo aún algunos
pueblos bárbaros que creyeron después de África. Luego no es cierto que sea
África la última en la conversión a la fe. Además, el mismo Señor explicó de
quiénes había dicho esto y cerró la boca de los calumniadores. Hablando con los
judíos que habían de decir: Tú has enseñado en nuestras plazas, les replica:
Cuando veáis a Abrahán, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de
Dios, mientras a vosotros se os echará fuera. Y vendrán de oriente y de
occidente del norte y del sur, y se sentarán en el reino de Dios. Mirad: Hay
últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos 129.
No se encuentra qué oponer a esto.
38. Afirman igualmente que se aplican a la
apostasía del orbe de la tierra las palabras del Señor: Cuando vuelva el Hijo
del hombre, ¿crees que va a encontrar fe en la tierra? 130
Texto que puede aplicarse ya a la perfección de la fe, que es tan difícil entre
los hombres, que aun en los mismos santos admirables, como en el mismo Moisés,
se encuentra algún momento en que vacilaron o pudieron vacilar por la abundancia
de los malos y escasez de los buenos, sobre lo que ya hemos dicho bastante. Por
eso el Señor lo afirmó como dudando. No dijo: "Cuando vuelva el Hijo del hombre
no encontrará fe en la tierra", sino ¿Piensas que va a encontrar fe en la
tierra? 131
Él lo sabe todo y lo sabe con anticipación, y no se le puede atribuir duda de
nada; su duda es como una figura de nuestra duda, ya que, a causa de los
escándalos que pulularán hacia el fin del mundo, hablará alguna vez de esa
manera la debilidad humana. Por eso se dice en el salmo: Mi alma se ha
adormecido por la pena: sostenme con tu palabra 132.
¿Por qué mi alma se ha embotado por el tedio sino por lo que dijo el
Señor: Al crecer la maldad, se enfriará el amor de muchos? 133
Y ¿por qué sostenme con tus palabras sino por lo que sigue: El que
persevere hasta el final se salvará? 134
Hay personas en todo el mundo en las que abunda la iniquidad, por la que se
resfriará la caridad de muchos, y, a su vez, hay personas por todo el mundo que
perseverarán hasta el fin y se salvarán, porque dice el Señor: Dejadlos
crecer juntos hasta la siega, y la cosecha es el fin del tiempo; el campo, el
mundo 135.
Es también la debilidad humana la que grita: Sálvame, Señor, que no hay ya
santos porque desaparece la sinceridad entre los hijos de los hombres 136.
Y entre todos éstos existe el único corazón y la única alma de los fieles que
clama hacia Dios: Sálvame, Señor. De tal manera es uno solo este hombre
que grita: Sálvame, Señor, que consta de muchos; por eso se dice poco
después en el mismo salmo: Por la miseria de los indigentes, por el gemido de
los pobres, ahora me levantaré, dice el Señor 137.
De nuevo, poco después, se dice en plural: Tú nos guardarás, Señor, y nos
protegerás para siempre de esa raza 138.
¿Qué raza es ésta sino aquella de que se dijo
arriba: ya no hay santos porque desaparece la sinceridad entre los hijos de
los hombres? 139
Pero estas dos razas se hallarán por todo el mundo hasta el fin, porque dijo el
Señor: Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y el campo es el mundo, la
cosecha, el fin del tiempo 140.
Y ese hombre único, que es el cuerpo de Cristo compuesto de muchos, será
trasladado como Enoch, que agradaba a Dios, y será liberado como Lot de Sodoma y
Noé del diluvio 141.
En el mismo está la miseria de los indigentes y el gemido de los pobres, porque
su alma está embotada por el tedio cuando necesita que la sostengan las palabras
del Señor. Y en el mismo salmo expresa de dónde procede este tedio: El tedio
se ha apoderado de mí ante los pecadores que abandonan tu ley 142.
También clama el mismo cuando su corazón se siente angustiado por el mismo
tedio; pero vean desde dónde clama: He clamado a ti desde el confín de la
tierra, en la angustia de mi corazón 143.
Él padece verdaderamente persecución por la justicia, no sólo si padece
tormentos corporales, lo cual no sucede siempre, sino porque padece siempre,
mientras dure la iniquidad, los tormentos del corazón, mientras le domina el
tedio producido por los pecadores que abandonan la ley de su Dios.
Así, Lot no sufría ninguna persecución en Sodoma,
donde en su estancia nadie le causó sufrimientos corporales, pero: Aquel
justo, con lo que veía y oía mientras convivía con ellos, sentía despedazarse su
espíritu recto 144.
De éste dice el Apóstol: Todo el que quiere vivir como buen cristiano será
perseguido 145.
En cambio, de los que dejan la ley de Dios -de los cuales dice el mismo cuerpo
de Cristo: He visto a los insensatos, y me consumía- dice él: Los
criminales irán a peor, extraviando a otros y extraviándose ellos 146.
Pero esas dos razas llenarán el mundo entero hasta el fin, porque dice el Señor:
Dejadlos crecer juntos hasta la siega; el campo es el mundo; la cosecha, el
fin del tiempo 147.
39. No obstante, me sorprende que éstos no
presten atención a lo que dicen cuando se aplican a sí lo que dice el Señor:
Cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿crees que va a encontrar fe en la tierra? 148
Como si África no fuera una parte de la tierra. Si dijo esto como si no hubiera
de encontrar fe en nadie, o lo dijo de una tierra determinada, y no se sabe de
cuál, o lo dijo de toda la tierra, y no hallan cómo exceptuar a África. Que
presten atención, no sea que en las palabras que se siguen se refiera a personas
como ellos. Al decir: Cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿crees que va a
encontrar fe en la tierra?, pienso que a ciertos herejes soberbios, que en
alguna parte de la tierra se habían separado de la unidad del orbe, les llegó a
su corazón la idea necia y soberbia de que ellos eran los justos, mientras
desfallecía y perecía la fe en todos los otros pueblos, entre los que se
extendía la comunión de la Iglesia; por eso continúa el Evangelista: A
algunos que se sentían seguros de sí y despreciaban a los demás, les dirigió
esta parábola 149.
Sigue con el relato de los dos que estaban orando en el templo, el fariseo y el
publicano, en los que quedan retratados el orgullo soberbio de las buenas obras
y la humilde confesión de los pecados.
Dejen ya, si quieren responder a esta carta, de
citar estos testimonios de que nos servimos nosotros como ellos y que se
refieren sea a la perdición de los judíos, sea a la cizaña o a la paja o a los
malos peces de todo el mundo; y como nosotros hemos demostrado con testimonios
evidentes que la Iglesia está difundida por el mundo entero, presenten ellos
algún testimonio claro, por el que demuestren que está anunciado que, entre
todos los pueblos que se apartan de la fe de Cristo, solo quedará el África y
los lugares adonde se envíen obispos desde África.
El texto del Cantar de
los Cantares
XVI. 40. Dicen los donatistas: "Está escrito
en el Cantar de los Cantares que la Esposa, esto es, la Iglesia, dice a su
Esposo: Indícame, amor de mi alma, dónde apacientas, dónde reposas en el
mediodía" 150.
Es el único testimonio que los donatistas piensan
resuena en su favor, porque África se encuentra en la parte media de la tierra.
A este propósito, yo les preguntaría cómo pregunta la Iglesia a Cristo que le
comunique dónde está la Iglesia, pues no hay dos, sino una sola. Bien, puesto
que no niegan que estas palabras las dice la Iglesia a Cristo, que demuestren
cuál es la Iglesia que pregunta y cuál la Iglesia sobre que pregunta. Solicita,
en efecto, adónde ha de ir para encontrarse con su Esposo, y le dice:
Indícame, amor de mi vida, dónde apacientas, dónde reposas en el mediodía.
Esta es la Iglesia que habla y la que busca dónde está en el mediodía. No
pregunta precisamente dónde apacientas, dónde reposas, y se le responde:
en el mediodía, como si el Esposo respondiera: "Yo apaciento en el
mediodía, reposo en el mediodía", sino que todas estas palabras pertenecen a
la interrogación: ¿dónde apacientas, dónde reposas en el mediodía? Y ella
insiste aún: Para no hacerme como una mujer velada en los rebaños de tus
compañeros 151.
A lo que él responde: Si no te conoces tú, la más bella de las mujeres 152,
etc.
Por consiguiente, esas palabras no demuestran que la
Iglesia se encuentre sólo en el mediodía, sino que está también en otras partes
del mundo. Ella pregunta quizá qué es lo que pertenece a su comunión en el
mediodía, esto es, dónde apacienta y reposa al mediodía su Esposo, porque
apacienta a los suyos y reposa en los suyos. En efecto, vienen algunos de sus
miembros, es decir, los fieles buenos, de ultramar a África, y, oyendo que aquí
está el partido de Donato, por temor de caer en manos de algún rebautizante,
invocan a Cristo suplicándole: Indícame, amor de mi alma, dónde apacientas,
dónde reposas en el mediodía, es decir, quiénes son el mediodía donde tú
apacientas y reposas, esto es, quiénes tienen la caridad y no rompen la unidad.
Y véase lo que añade: Para no hacerme como una mujer velada en los rebaños de
tus compañeros; esto es, no sea que, como escondida e incógnita y no
descubierta -que esto significa la palabra velada-, vaya a caer, no en tu
rebaño, sino en los rebaños de tus compañeros, quienes primero estuvieron
contigo y luego quisieron recoger fuera, no tu rebaño, sino los suyos propios, y
no escucharon tus palabras: El que no recoge conmigo, desparrama 153,
ni las que dijiste a Pedro: Apacienta mis ovejas 154,
no las tuyas. No está velada la Iglesia, puesto que no está bajo el celemín,
sino sobre el candelero, a fin de que alumbre a todos los que están en la casa 155.
De ella precisamente se dijo: No se puede ocultar una ciudad situada en lo
alto de un monte 156.
Pero para los donatistas está como velada; oyen testimonios tan claros y
manifiestos que la señalan por el orbe, y prefieren chocar con los ojos cerrados
contra el monte a subir a aquel que siendo la piedra desprendida del monte sin
intervención de manos humanas, creció y se hizo un monte inmenso y llenó toda la
tierra.
41. Puede también entenderse de otra manera
el pasaje: Dónde apacientas, dónde reposas en el mediodía. Es la misma
voz que en los Salmos se pone en boca de Moisés el servidor de Dios: Hazme
conocer tu derecha y los hombres instruidos de corazón en la sabiduría 157.
En las Escrituras se habla de mediodía por la gran luz de la sabiduría y el gran
ardor de la caridad. Y por ello, cuando el espíritu de Dios por el profeta
exhorta a alguien a las buenas obras, le hace también esta promesa: Tus
tinieblas brillarán como mediodía 158.
Pero si algún lugar del mundo pudiera tenerse por lo que se llamó mediodía,
las mismas palabras, como dije, que juntas constituyen una pregunta, no
permitirían a nadie desfigurar a su antojo esa frase. Aun suponiendo que, al
preguntar dónde apacienta y dónde reposa, se respondiera, como si se tratara de
un lugar terreno, en el mediodía, no deberíamos aceptar inmediatamente
que éste era África. Es cierto que África está en la parte meridional del mundo,
pero hacia el ábrego, no hacia el sur, que es el verdadero mediodía. Allí, en
verdad, el sol cumple el mediodía, y en esa región del cielo se encuentra más
bien Egipto. Por consiguiente, si la Esposa pregunta al Esposo por su lugar
predilecto y por cierta alcoba suya secreta, y el Esposo responde que está en
el mediodía, con mayor seguridad la Iglesia católica reconocería esa alcoba
en sus miembros que se encuentran en Egipto, en los miles de siervos de Dios que
viven por el desierto en santa sociedad, afanándose por llegar a la perfección
del precepto evangélico: ¿Quieres ser perfecto? Vete, vende lo que tienes y
dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y ven y sígueme 159.
Ahora bien, ¡cuánto mejor se puede afirmar que el
Hijo de Dios apacienta y reposa allí, esto es, descansa, mejor que entre las
agitadas turbas de los furibundos circunceliones que es el azote propio de
África! Pues sobre Egipto profetiza Isaías: Aquel día, en medio de Egipto,
habrá un altar del Señor, y un monumento al Señor junto a la frontera. Será un
memorial perpetuo del Señor en tierra egipcia. Pues gritarán al Señor contra los
opresores; él les enviará un hombre que los salve; juzgándolos los preservará.
El Señor se manifestará a Egipto, y los egipcios en aquel día temerán al Señor y
le ofrecerán sacrificios; harán votos al Señor y los cumplirán. El Señor herirá
a Egipto con una plaga y los curará por su misericordia; ellos volverán al
Señor, él los escuchará y los curará 160.
¿Qué tienen que decir a esto? ¿Por qué no mantienen
la comunión con la Iglesia de los egipcios? Y si, en la prefiguración profética,
Egipto significa el mundo, ¿por qué no están en comunión con el orbe terráqueo?
42. Por tanto, que escudriñen las Escrituras,
y contra tantos testimonios que nos muestran a la Iglesia de Cristo extendida
por todo el orbe, preséntennos siquiera uno tan cierto y tan manifiesto como
aquéllos, con que demuestren que la Iglesia de Cristo pereció en todos los
pueblos y ha permanecido sólo en África, como si partiera de un nuevo principio,
no de Jerusalén, sino de Cartago, donde por primera vez elevaron un obispo
contra otro obispo.
Si quisiéramos entender a Donato como "el príncipe
de Tiro", porque Cartago se llamó Tiria, ¿qué profecías no lanzó Ezequiel contra
ella? A él señalan sobre todo estas palabras: Te mostraré que eres hombre y
no dios 161.
Estos se glorían más del nombre de aquél que del nombre de Dios; y como sólo
está sin pecado Dios y el sacerdote que intercede por nosotros, porque de él se
dijo: Que está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos 162,
estos imitadores de Donato de tal modo quieren aparecer sin pecado, que llegan
hasta a asegurar que son los que justifican a los hombres, y que su óleo no es
el óleo del pecador. Con razón se dice al príncipe de Tiro: Tú dijiste: "soy
Dios"; tú eres hombre y no dios 163.
Y se le dice también: ¿Eres tú acaso mejor que Daniel? 164
Daniel confiesa sus pecados y los de su pueblo; en cambio, éstos, que pertenecen
al espíritu de Tiro, dicen que sus oraciones por los pecados del pueblo son
escuchadas porque ellos están sin pecado. Justamente se le dice al príncipe de
Tiro: ¿Eres tú acaso mejor que Daniel? 165
He aquí que nosotros podemos encontrar algo propio,
este mal supremo, surgido en la capital de África, es decir, Cartago; y saben
todos cuán lógicamente se acepta que Tiro simboliza a Cartago. Sin embargo, no
adoptamos este procedimiento. Quizá Tiro tiene otro significado; ¡cuánto más el
mediodía, si las mismas palabras nos fuerzan a darle otro sentido!
43. Para ver que no se les permite ni
siquiera buscar algún testimonio con que probar que se había anunciado que,
decayendo la fe en los restantes pueblos, sólo en África había de quedar la
Iglesia, consideren lo que he recordado tantas veces, es decir, que el trigo y
la cizaña crecen hasta la cosecha, que el campo es el mundo, que la cosecha
significa el fin del mundo 166,
según la interpretación que el Señor, no nosotros, da a su parábola. Hay otro
testimonio bien claro que les ahorra cualquier esfuerzo por buscar la
demostración de que la Iglesia, perdido el mundo, ha quedado reducida a sólo los
africanos. Una cosa puede existir sin ser descubierta, pero no puede ser
descubierta sin existir. Dejen, pues, de buscar lo que no pudieron encontrar, no
porque esté oculto, sino porque no existe. Existen todavía algunos pueblos a los
que aún no se ha predicado el Evangelio; y es preciso que se cumplan todas las
profecías sobre Cristo y la Iglesia. Es, pues, preciso que se predique en ellos,
y cuando esto se realice, entonces vendrá el fin.
Interpretación
donatista del anuncio de la universalidad
XVII. ¿Cómo afirman éstos que ya se ha
cumplido lo que dijo el Señor: Y que en su nombre se predique la penitencia y
el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén 167,
pero que luego, al apostatar todos, sólo quedó el África para Cristo, si todavía
tiene que realizarse esa predicación, que no ha tenido lugar aún? Cuando se
lleve a cabo, entonces vendrá el fin, según dijo el Señor: Y se predicará
este evangelio del reino en todo el orbe para que llegue a oídos de todos los
pueblos. Entonces llegará el fin 168.
¿Cómo, pues, una vez hecha realidad la conversión de todos los pueblos, le
siguió la pérdida de ellos, excepto África, si aún no se ha completado la
conversión de todos los pueblos?
44. Quizá lleguen a la locura de afirmar que
no es en las iglesias fundadas por los trabajos apostólicos donde se completa la
predicación del Evangelio a todos los pueblos, sino que, al perecer ellas, su
restauración tendrá lugar a través del partido de Donato, a partir del África,
lo mismo que la conquista de otros pueblos.
Pienso que ellos mismos se reirán de oír esto, y,
sin embargo, si no acuden a este recurso, que ellos mismos se avergüenzan de
emplear, nada en absoluto tienen que decir. Pero ¿qué nos importa esto a
nosotros? No tenemos nada contra nadie. Léannos esto en las santas Escrituras, y
creemos; léannos, digo, en el canon de los Libros divinos que tantas ciudades,
que hasta el día de hoy conservaron el bautismo transmitido por los apóstoles,
se han alejado de la fe de Cristo por los crímenes de los africanos desconocidos
para ellos, y que han de ser bautizadas de nuevo por el partido de Donato y que
a partir de ahí se predicará al resto de los gentiles el Evangelio que aún no
han oído. Léannos eso. ¿Por qué esos retrasos, esas tergiversaciones, esos
impedimentos a la salvación de los gentiles? Léannos eso, y junto con la misma
lectura envíen nuevos apóstoles a rebautizar a tantos pueblos y bautizar a los
restantes.
45. Pero vean, cuando lleguen a los
colosenses, cómo han de leer o escuchar allí la carta que les envió el Apóstol,
en la cual les dice: Damos constantemente gracias por vosotros a Dios, Padre
de nuestro Señor Jesucristo, orando continuamente por vosotros desde que nos
enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los
santos, por la esperanza que os está reservada en el cielo y que conocisteis con
anterioridad en la palabra verdadera del Evangelio. Os ha llegado a vosotros
como a todo el mundo en el que da frutos y crece, como en vosotros, desde el día
en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en la verdad 169.
Estas palabras están de acuerdo con el Evangelio cuando dice: El reino de
Dios se parece a un hombre que sembró semilla buena en su campo 170,
y luego explica que el campo es este mundo. Como se dice que este grano crece
desde que fue sembrado hasta la cosecha, así dice el Apóstol: En todo el
mundo en el que da frutos y crece, como en vosotros, desde el día en que
oísteis 171.
Crece hasta el fin, porque lo hace hasta la cosecha, y La cosecha es el fin
del tiempo 172.
Por tanto, dirán no sólo los colosenses a quienes
fue dirigida, sino también todos los demás que lean esta carta, donde por las
palabras del Apóstol consta que se ha sembrado buena semilla y que ya entonces
comenzó a crecer y fructificar: "¿Qué novedad nos ofrecéis? ¿Acaso hay que
sembrar de nuevo la buena semilla, siendo así que desde que se sembró va
creciendo hasta la cosecha?" Si decís que lo que sembraron los Apóstoles pereció
en aquellos lugares y que por eso hay que sembrarlo de nuevo desde África, se os
responde: "Leednos esto en los oráculos divinos". Ciertamente no podéis leerlo
si no demostráis que es falso lo que está escrito: que la semilla sembrada antes
allí va creciendo hasta la cosecha. Y como las palabras divinas en modo alguno
pueden contradecirse, no encontraréis en ellas texto alguno que poder aducir
contra éste tan manifiesto. Por consiguiente, sólo queda que digáis que esto no
es de los Libros divinos, sino vuestro. De suerte que con toda razón se os
responderá: "Sed anatemas". Conservan bien las iglesias fundadas por el trabajo
apostólico con qué solicitud se les anunció: Si alguien os anuncia un
evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema 173.
Datos tomados de la
historia
XVIII. 46. Así pues, las santas Escrituras
nos muestran claramente a la Iglesia que comienza en Jerusalén y se extiende por
todos los pueblos, hasta que los ocupe todos al final de los tiempos; y no sólo
mencionan el buen grano, sino también sus impurezas. Corregíos primero y entrad
en comunión con los granos buenos, y veréis entonces a qué debéis llamar allí
paja o cizaña. De otra manera os veis forzados, por un error detestable, a
honrar a los malos con las alabanzas debidas a los buenos y a acusar a los
buenos de los crímenes de los malos.
En verdad, tenemos en nuestras manos documentos en
que se demuestra que vuestros antepasados, cuyo cisma seguís, entregaron, según
las actas municipales, los Libros santos al fuego, y no han podido negarlo,
conforme a las actas eclesiásticas; y que ellos mismos se encontraron entre los
jueces que en Cartago dictaron sentencia contra Ceciliano y sus colegas
ausentes. Es decir, según las actas municipales y eclesiásticas, consta que
fueron traditores los mismos que después presentáis como autores de la
condenación de los traditores ausentes.
Ahí tenéis a Nundinario, diácono vuestro entonces,
que ante el consular Zenófio descubrió todas las intrigas de Lucila, quien
compró a los obispos la condena de Ceciliano, con el que se había enemistado por
predicar éste la verdad. Aún más, ellos mismos enviaron después una carta al
emperador Constantino; él les dio, como habían pedido, unos obispos por jueces,
pero no los aceptaron y más tarde los acusaron ante él de prevaricación;
apelaron ante el mismo emperador contra otros que les había dado en Arlés, y,
siendo él mismo juez entre las partes, quedaron convictos de haber calumniado y,
habiendo sido condenados, permanecieron en furiosa pertinacia.
Aun vosotros mismos, que sostenéis que la santidad
cristiana desapareció de tantos pueblos en los que los apóstoles la dejaron tan
asentada, precisamente porque habían mantenido la comunión con aquellos a
quienes vuestros antepasados habían condenado en su concilio, reunido en Cartago
con sesenta obispos; vosotros mismos, ¿no estáis ahora en comunión con aquellos
a quienes vosotros, en número de trescientos diez, condenasteis con Maximiano en
el concilio de Bagái? ¿Acaso no se lee que Pretextato de Asuras fue condenado en
el mismo concilio, acusado y atacado por vosotros, según las actas consulares,
y, sin embargo, lo recibisteis luego en el mismo honor en que lo habíais
condenado, muriendo después en vuestra comunión? Igualmente Feliciano de Musti,
condenado por los obispos por la misma causa en el mismo concilio, acusado ante
los jueces, a quien recibisteis después, ¿no vive ahora como obispo entre
vosotros? Y los que fueron bautizados por estos condenados, ¿no están en
comunión con vosotros ahora en el mismo bautismo?
Sin duda, tantas iglesias transmarinas fundadas por
la fatiga de los apóstoles, si han estado en comunión de sacramentos con
aquellos a quienes, aun siendo acusados ante ellos, no condenaron, y supieron
que después los otros los habían declarado inocentes y absueltos, esas iglesias
pierden la salvación y la religión cristiana. En cambio, la parte de Donato
condena a los que quiere y en la misma condenación exagera de tal modo los
sacrilegios del cisma de ellos, que no duda en compararlos con los que ha
tragado la tierra vivos 174;
pero luego, cuando le place, los acepta en el mismo honor y mantiene la comunión
con ellos, y queda tan santa y tan pura. ¡Oh regla del derecho númida ¡Oh
privilegios de Bagai! Se rechaza el bautismo de Cristo en aquellos que lo
recibieron en las iglesias apostólicas, y en cambio en los que bautizaron los
"condenados sacrílegos", como está escrito en el concilio de Baga¡, Pretextato y
Feliciano, se perdona el bautismo de Cristo, no porque es bautismo de Cristo,
sino porque ha sido dado por aquellos que merecieron seguir siendo obispos aun
apartándose de quienes los condenaron y continuar siéndolo al retornar a ellos.
47. Ciertamente, todo esto que estoy
recordando tan largo rato lo leemos en los rescriptos imperiales y en las actas
eclesiásticas, municipales y proconsulares. Sin embargo, oh donatistas, si
vosotros os mantuvierais en la Iglesia extendida por todo el mundo y señalada y
designada por los testimonios clarísimos de las Escrituras canónicas, no debían
tener valor ninguno contra vosotros todas aquellas recriminaciones; en verdad,
no os prejuzgarían los crímenes de la paja si vosotros fueseis trigo en medio de
ella, ni tampoco, si vosotros fueseis la paja y fueran vuestros los crímenes,
podríais prejuzgar en nada al trigo de la mies del Señor, que está de tal modo
sembrado en el campo del Señor, que ha de crecer hasta la cosecha, es decir, que
está sembrado de tal modo en el mundo, que ha de crecer hasta el fin mismo. De
la misma manera, si, lo que nunca nos habéis probado, adujerais tales documentos
contra nuestra paja, y nosotros no tuviéramos contra vosotros tantos como he
recordado, aun así no prejuzgarían en nada a nuestro trigo esparcido por todo el
orbe cuantos ataques pudierais dirigir contra nuestra paja por muy veraces,
manifiestos y probados que fueran.
Por consiguiente, dejemos a un lado todas las
tergiversaciones dilatorias. Cuantas acusaciones falsas se reprochan sobre los
pecados de los hombres, arréglense en la conciencia y no se reprochen; ni se
reprochen las acusaciones aun verdaderas sobre pecados de los hombres que no
pueden demostrarse o que no se demostraron cuando debieron demostrarse; ni se
reproducen cuantas acusaciones, incluso verdaderas y demostradas, se presentan
sobre pecados de los hombres y que no dicen relación con el buen grano que está
oculto entre la paja, sino con la misma paja que será separada al final.
También nosotros podemos lanzar estas acusaciones y
con mucha mayor abundancia y fundamento, no con la vana pretensión de ellos de
apoyar ahí nuestra causa, sino para demostrarles que, si no queremos confiar en
dichas acusaciones, no es porque no podamos aducirlas, sino para no perder en
cosas innecesarias un tiempo tan útil para las necesarias. Esto es lo que hacen
ellos, porque no pueden encontrar documentos basados en una verdad robusta y
sólida con que defender su causa, y quieren aparentar que dicen algo,
avergonzándose de callar y no avergonzándose de decir vaciedades.
Dejadas de lado, pues, tales evasivas,
demuéstrennos, si pueden, su iglesia no en habladurías o rumores de los
africanos, no en concilios de sus obispos, no en cartas de cualesquiera
polemistas, no en falaces milagros y prodigios, porque contra todo esto nos ha
preparado y prevenido la palabra del Señor, sino en los preceptos de la Ley, en
los anuncios de los profetas, en los cánticos de los salmos, en las palabras del
mismo y único Pastor, en las predicaciones y trabajos de los evangelistas, es
decir, en todas las autoridades canónicas de los Libros santos. Y dejen ya de
recoger y recordar textos oscuros, ambiguos o figurados, que cada uno puede
interpretar a su arbitrio. Aparte de que tales textos no pueden entenderse y
explicarse rectamente, si antes no se poseen con una fe sólida las verdades
expresadas con toda claridad.
48. Por consiguiente, quien se prepare a
responder a esta carta, le sugiero de antemano que no me diga: "Aquéllos
entregaron al fuego los Libros del Señor, aquéllos sacrificaron a los ídolos de
los paganos, aquéllos nos hicieron objeto de la más injusta de las
persecuciones, y vosotros habéis estado de acuerdo con ellos en todo".
A esto os respondo brevemente lo que siempre he
respondido: "O decís cosas falsas, o, si son verdaderas, estas acusaciones no
conciernen al trigo de Cristo, sino a la paja de ese grano". No pereció por eso
la Iglesia, que en la bielda del último juicio será purificada con la separación
de toda esta paja. Lo que yo busco es la Iglesia, dónde está la que oyendo las
palabras de Cristo y practicándolas edifica sobre piedra 175,
y haciendo y oyendo tolera a los que oyendo y no haciendo edifican sobre arena;
busco también dónde está el trigo que crece entre cizaña hasta la cosecha 176,
no lo que ha hecho o hace la misma cizaña; busco dónde está la íntima de Cristo
en medio de las hijas malas, como el lirio en medio de las espinas 177,
no qué es lo que han hecho o hacen las mismas espinas; busco dónde están los
peces buenos que hasta llegar a la orilla toleran a los peces malos metidos en
la misma red 178,
no qué es lo que hacen o han hecho los mismos peces malos.
En qué se apoyan las
tesis donatistas
XIX. 49. Abandonadas, pues, estas maniobras
dilatorias, demuestre que la Iglesia, tras la pérdida de tantos pueblos, debe
conservarse sólo en África, o que debe rehacerse y completarse, partiendo de
África, en todas las naciones; pero demuéstrelo de suerte que no diga: "Es
verdad porque yo lo digo, o porque lo dijo tal colega o tales colegas míos, o
aquellos obispos o clérigos o laicos nuestros; o es verdad porque Donato o
Poncio o cualquier otro ha realizado aquellos prodigios, o porque los hombres
oran ante las tumbas de nuestros muertos y son escuchados, o porque aquel
hermano nuestro o aquella hermana nuestra ha visto despierta tal visión o
durmiendo soñó tal otra".
Dejemos estos recursos, ficciones de hombres
mentirosos o prodigios de espíritus falaces. En realidad, o no son verdad estas
afirmaciones, o, si los herejes han realizado algunas maravillas, debemos andar
más precavidos, porque, habiendo dicho el Señor que habría personas falaces que
realizando algunos prodigios engañarían, si fuese posible, aun a los justos,
añadió esta seria recomendación: Ved que os lo dije antes 179.
Por eso amonesta el Apóstol: El Espíritu dice expresamente que en los últimos
tiempos algunos abandonarán la fe por dar oídos a espíritus seductores y a
enseñanzas de demonios 180.
Por lo demás, si alguno, orando ante los sepulcros
de los herejes, es escuchado, recibe el bien o el mal no en atención al lugar,
sino en atención a su deseo. Como está escrito: El Espíritu del Señor llenó
la tierra 181,
y también: El oído celo solo escucha todo 182.
Hay también muchos a quienes escucha Dios porque está airado, y de ellos dice el
Apóstol: Los entregó Dios a los deseos de su corazón 183.
E, igualmente, Dios, estando propicio, no concede a muchos lo que piden, para
darles lo que es útil. Por eso el mismo Apóstol habla del aguijón de su carne,
el ángel de Satanás, que dice le dio Dios para que le azotara, para que no se
enorgulleciera por la grandeza de sus revelaciones: Tres veces le he pedido
al Señor que me lo quitara, pero me contestó: Te basta con mi gracia, la fuerza
alcanza su plenitud en la debilidad 184.
¿No leemos que el mismo Señor escuchó a algunos en las alturas de los montes de
Judea, y, sin embargo, esas alturas le desagradaban de tal manera que se
declaraba culpables a los reyes por no abatirlas y se alababa a los que las
derribaban? De donde se sigue que es más importante el afecto del que suplica
que el lugar de la súplica.
Sobre las visiones engañosas, lean lo que está
escrito; cómo el mismo Satanás se disfraza de mensajero de la luz 185,
y cómo a muchos los extraviaron sus sueños 186;
escuchen también lo que cuentan los paganos sobre los prodigios y visiones de
sus templos y sus dioses, y, sin embargo, los dioses de los paganos son
demonios, mientras que el Señor ha hecho el cielo 187.
Son escuchados favorablemente muchos y de muchos modos, no sólo cristianos
católicos, sino también paganos y judíos y herejes, entregados a toda suerte de
errores y supersticiones. Y son escuchados favorablemente o bien por espíritus
seductores, los cuales, sin embargo, nada pueden hacer sin permiso, siendo Dios
el que sublime e inefablemente juzga qué es lo que se ha de dar a cada uno, o
bien por el mismo Dios, ya para castigo de la malicia, ya para consuelo de la
miseria, ya para invitar a que se busque la salvación eterna. Claro que a la
salvación y a la vida eterna no puede llegar nadie si no tiene a Cristo por
Cabeza; pero nadie podrá tener a Cristo por Cabeza sino quien está en su Cuerpo,
que es la Iglesia; Iglesia que, como a la misma Cabeza, debemos reconocer en las
santas Escrituras canónicas, en vez de buscarla en la variedad de rumores,
opiniones, hechos, dichos y visiones de los hombres.
50. Nadie, por consiguiente, me oponga nada
de lo dicho, si está dispuesto a contestarme, como tampoco yo digo que se me
debe creer cuando digo que la comunión de Donato no es la Iglesia de Cristo,
porque algunos, que fueron obispos entre ellos, quedan convictos por las actas
eclesiásticas, municipales y judiciales de haber entregado los Libros sagrados
al fuego; o bien porque en el juicio ante los obispos que habían solicitado del
emperador no lograron el triunfo de su causa; o porque, apelando al mismo
emperador, merecieron una sentencia contraria del mismo; o porque tal categoría
alcanzan entre ellos los jefes de los circunceliones; o porque los mismos
circunceliones cometen tales fechorías; o porque hay entre ellos quienes se
lanzan por abruptos precipicios o se arrojan para ser abrasados al fuego que
ellos mismos se prepararon; o porque mediante el terror obtienen que otros,
contra su voluntad, les den muerte, y deseen espontáneamente tantas muertes,
resultado del furor, para ser honrados por los hombres; o porque, en torno a sus
sepulcros, manadas de vagabundos y vagabundas en indolente mezcolanza se
sepulten día y noche en la bebida y se manchen con torpezas. Podemos conceder
que toda esta turba no es sino la paja de ellos y que no prejuzgue al buen
grano, si ellos son los que detentan la Iglesia.
Pero si son o no ellos los que detentan la Iglesia,
tienen que demostrarlo sólo por los Libros canónicos de las divinas Escrituras;
así como nosotros tampoco decimos que debe creérsenos que estamos en la Iglesia
de Cristo porque la que tenemos está avalada por Optato de Milevi o el obispo de
Milán Ambrosio u otros innumerables obispos de nuestra comunión, o porque está
acreditada por los concilios de nuestros colegas, o porque en todo el orbe de la
tierra tienen lugar tales maravillas de curaciones y oraciones favorablemente
despachadas en los lugares santos que frecuenta nuestra comunión, de tal modo
que los cuerpos de los mártires, ocultos durante tantos años, como puede
escucharse de boca de muchos testigos, fueron revelados a Ambrosio, y en esos
mismos sepulcros un ciego de muchos años, famosísimo en Milán, recobró los ojos
y la luz; o porque aquél tuvo un sueño y el otro tuvo un éxtasis y oyó o que no
se adscribiera al partido de Donato o que se alejara del mismo. Toda esta serie
de acontecimientos que tienen lugar en la Iglesia católica deben ser aprobados
porque han sucedido en la Iglesia católica, pero no se manifiesta como católica
porque se hayan realizado en ella. El mismo Señor Jesús, cuando resucitó de
entre los muertos y presentó su cuerpo a los discípulos para que lo vieran con
sus ojos y lo tocaran con sus manos, para que no pensaran que se engañaban,
juzgó más conveniente confirmarlos por los testimonios de la Ley, los Profetas y
los Salmos, y les demostró que se habían cumplido en él las predicciones hechas
tanto tiempo atrás. Se lo recomendó también a la Iglesia con estas palabras:
Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos
los pueblos, comenzando por Jerusalén 188.
Que esto estaba escrito en la Ley, los Profetas y
los Salmos, es testimonio que tenemos de su propia boca 189.
Estos son los documentos de nuestra causa, éstos los fundamentos, éstas las
pruebas.
51. Leemos en los Hechos de los Apóstoles que
ciertos fieles escrutaban todos los días las Escrituras para ver si las cosas
eran así 190.
¿A qué Escrituras se refiere sino a las canónicas de la Ley y los Profetas? A
éstas se añadieron los Evangelios, las cartas apostólicas, los Hechos de los
Apóstoles, el Apocalipsis de Juan. Examinad todos estos Libros y sacad una
prueba clara para demostrar que la Iglesia ha permanecido sólo en África y que
desde África ha de tener cumplimiento lo que dijo el Señor: Este Evangelio se
proclamará en el mundo entero para testimonio de todos los pueblos. Entonces
llegará el fin 191.
Pero presentad algo que no necesite intérprete y por lo cual no se os pueda
redargüir que se dijo de otra cosa y vosotros intentáis apartarlo hacia vuestro
sentido. Tenéis presente sólo aquel que soléis aducir: Dónde apacientas,
dónde reposas en el mediodía 192.
Analizadas todas las palabras de ese texto, se refiere a cosa muy diferente de
la que pensáis, y si apoyara lo que decís, os vencerían con él los maximianistas.
El mediodía es más bien la proconsular, la Bisacena y Trípoli, donde ellos, más
o menos numerosos, se hallan, que Numidia, donde vosotros prevalecéis. Así pues,
ellos pueden gloriarse más genuina y netamente de estar en el mediodía, de modo
que no podéis excluirlos de esa afirmación si no mantenéis en aquellas palabras
el sentido verdadero y católico, demostrándoles que, según los cuatro puntos
cardinales, el mediodía cae más bien hacia el austro que hacia el ábrego, y,
según las metáforas de las Escrituras, se denomina con el nombre del mediodía a
la perfecta iluminación de la mente y al máximo fervor de la caridad, y por ello
se dice: Tus tinieblas se volverán mediodía 193.
Así pues, presentad algún texto que no se interprete
con más verdad contra vosotros, sino que no necesite en absoluto de intérprete,
como no lo necesita éste: Todos los pueblos serán bendecidos en tu
descendencia 194,
porque no soy yo, sino el Apóstol quien interpreta a Cristo como descendencia de
Abrahán. Como no necesita de intérprete: A ti te llamarán mi favorita, y tu
territorio será el orbe de la tierra 195,
porque se aplica a la que todo cristiano entiende como Iglesia de Cristo. Como
tampoco necesita de intérprete: Se recordarán y volverán al Señor todos los
confines del orbe, y en su presencia se postrarán todas las razas de los
pueblos. Porque el Señor es rey, él gobierna a los pueblos 196;
esto se dice en el salmo en que se proclama la Pasión del Señor, según lo
testifica el Evangelio 197.
Como tampoco necesita de intérprete: Convenía que Cristo padeciera y
resucitase al tercer día, y que en su nombre se predique la penitencia y el
perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén 198;
como tampoco necesita de intérprete: Y seréis mis testigos en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera 199;
que la Iglesia ha comenzado en Jerusalén y desde allí se ha extendido a Judea,
Samaría y todas las demás naciones, nos lo atestiguan los hechos que siguen,
confirmados por los documentos canónicos. Como tampoco necesita de intérprete:
Este Evangelio se proclamará como testimonio para todos los pueblos. Entonces
llegara el fin 200,
pues, preguntado el Señor sobre el fin de este mundo por haber hablado de
ciertos comienzos de dolor, dice: Pero no es todavía el final 201;
el fin predijo que había de tener lugar después de la predicación del Evangelio
en todo el orbe a todas las naciones. Como tampoco necesita de intérprete:
Dejadlos crecer juntos hasta la siega 202;
porque, como necesitaba intérprete, el mismo Señor, a quien nadie puede
contradecir, lo interpretó y lo explicó, sobre todo en la parábola que él
propuso; dice que la buena semilla son los hijos del reino, el campo es el
mundo, la cosecha el fin del tiempo 203.
Presentad vosotros un texto siquiera de esta clase
que manifieste con toda claridad que África ha quedado sola entre todos o ha
sido ella sola salvada como principio para renovar y llenar el orbe. En verdad
que no se recomendaría con tantos testimonios lo que había de perecer pronto, ni
se pasaría en silencio lo único que había de quedar o de lo cual había de venir
la recuperación y el cumplimiento de todo. Y si no podéis demostrar lo que tan
justamente os pedimos, callad de una vez, dormid profundamente, despertaos de
vuestro furor para vuestra salud.
52. ¿Podéis decir aún: "Si la Iglesia está
entre vosotros, por qué nos forzáis con la persecución a entrar en su paz? Y si
somos malos, ¿por qué nos buscáis? Y si somos cizaña, dejadnos crecer hasta la
cosecha". Como si nosotros no hiciéramos cuanto está a nuestro alcance para que
no se arranque el trigo al querer separar la cizaña antes de tiempo 204.
Todos los que han de ser buenos en la eternidad, aunque algún tiempo sean malos,
en la presencia de Dios son trigo y no cizaña. Y así nos preguntáis, en tono de
acusación, por qué os buscamos si sois malos; como si vuestra malicia no os
hubiera causado la muerte y debáis ser buscados porque habéis perecido, a fin de
que habiendo perecido seáis buscados y siendo buscados seáis encontrados, y
después de encontrados seáis llamados de nuevo como aquella oveja por el pastor,
aquella dracma por la mujer, como aquel hijo que había muerto y revivido, había
perecido y fue encontrado. Pues el que os busca es el que habita entre los
santos y manda que se os busque.
Justificación del
empleo de la fuerza pública
XX. 53. Vuestra queja sobre la persecución se
calmará si pensáis y comprendéis a tiempo que no toda persecución es culpable;
de otra manera, no se hubiera dicho en tono de alabanza: Al que en secreto
difama a su prójimo, yo lo perseguiré 205.
Vemos, en efecto, todos los días que el hijo se queja de su padre como si le
persiguiese, la esposa del marido, el colono del propietario, el reo del juez,
el soldado o el sometido de su jefe o de su rey, cuando ellos con actividad
ordenada apartan y contienen, generalmente por el miedo de penas leves, de males
más graves a los que les están sujetos, y otras veces también apartan de una
vida buena con amenazas y violencias. Ahora bien, cuando apartan del mal y de lo
ilícito son correctores o consejeros; cuando del bien y de lo lícito, no son
sino perseguidores y opresores. Se culpa también a los que apartan del mal si la
manera de corregir sobrepasa la moderación de la corrección. Y lo mismo han de
ser culpados quienes desordenada y anárquicamente se lanzan a corregir a
aquellos que no les están subordinados por ley alguna.
54. Por consiguiente, reprendemos con
justicia a vuestros circunceliones por sus desenfrenos y soberbias locuras, aun
cuando las ejerzan contra algunos malvados, ya que no está permitido castigar
ilícitamente lo ilícito o apartar ilícitamente de lo ilícito. Cuando se persigue
a los inocentes sin instruir el proceso o por enemistades sumamente injustas,
¿quién no se estremece de tan criminales atracos? Más aún, nosotros no
reprendemos el que hayáis pensado reprimir el furor de los maximianistas con las
leyes públicas, a fin de urgirlos a la consideración de su crimen tras
arrojarlos de las basílicas que tenían, mediante mandato judicial, intervención
de los poderes públicos y la policía de las ciudades; lo que sí os reprochamos
es el haber perseguido en ellos lo mismo que hicisteis vosotros, y aun mucho más
leve de lo que vosotros hicisteis. En efecto, ellos obraron contra la parte de
Donato, pero vosotros elevasteis el altar de la sacrílega disensión contra el
orbe de la tierra y contra las palabras del que encareció que su Iglesia
comenzaría por Jerusalén y se dilataría por todos los pueblos. Aún más, si los
maximianistas osaran resistir ilícita y frenéticamente a los mandatos judiciales
que conseguisteis contra ellos, ¿no conseguirían su propia condenación al decir
el Apóstol: El insumiso a la autoridad se opone a la disposición de Dios y
los que se le oponen se ganarán su sentencia. De hecho, los que mandan no son
una amenaza para la buena acción, sino para la mala? 206
Al incurrir ellos en esa mala acción, que intentabais corregir vosotros mediante
los poderes establecidos, si quisieran enfrentarse a las leyes por su mala
acción con otra peor aún, ¿no sería de ellos mismos y no de vosotros de quien
les vendría el mal que les sucediera? Al igual que quien hubiera pretendido
lanzar una blasfemia contra el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, y fuera
aniquilado con toda su casa 207,
¿sería por parte de esos tres varones por cuya liberación del fuego se había
conmovido el rey y había dado el edicto, o por parte del mismo rey, y no más
bien por culpa de sí mismos por quien sufrirían justamente esos males? Si aun
aquellos cuarenta judíos, que se habían conjurado para asesinar a Pablo, se
hubieran lanzado contra los soldados que lo conducían con orden de protegerlo,
¿sería acaso Pablo quien los habría hecho perecer y no su propia resistencia a
la autoridad?
55. Por consiguiente, también vosotros, sin
animosidad tumultuosa, sin turbulenta contienda, sin la amargura del odio,
considerad con diligencia las medidas que han tomado contra vosotros los
emperadores de nuestra comunión, considerad cuál es la causa por la que sufrís;
y si descubrís que estáis en la Iglesia de Cristo, alegraos y regocijaos,
porque es grande vuestra recompensa en los cielos 208.
Pues vosotros sois coronados como mártires; ellos, en cambio, son juzgados como
perseguidores de los mártires. Pero si la Sagrada Escritura os deja convictos de
que habéis levantado un altar contra la Iglesia de Cristo, y de que os habéis
separado con un sacrílego cisma de la unidad cristiana, que se extiende por el
orbe, y que combatís rebautizando, blasfemando y, en cuanto está a vuestro
alcance, atacando el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia difundida por todo el
mundo; si todo ello es así, vosotros sois los impíos y sacrílegos; en cambio,
los que determinan seáis apartados y refrenados tan suavemente por un crimen tan
grande con amonestaciones de perjuicios o privación de lugares u honores o
dinero, a fin de que, reflexionando por qué padecéis todo esto, evitéis vuestro
tan conocido sacrilegio y os libréis de la condenación eterna, ellos, digo, son
considerados como dirigentes solícitos y piadosísimos consejeros. Este es el
amor que os deben los emperadores cristianos y católicos: castigar vuestros
sacrilegios, no según lo merecen, atendiendo a la mansedumbre cristiana, y no
dejarlos sin castigo alguno teniendo en cuenta la solicitud cristiana. Esto obra
en ellos Dios, cuya misericordia, aun en estas incomodidades de que os quejáis,
no queréis reconocer. Nosotros, en cambio, en cuanto está en nuestro poder, en
cuanto el Señor nos concede y permite, no movemos contra vosotros ni siquiera la
aplicación de las más suaves leyes de represión, si no es para que la Iglesia
católica se vea libre de vuestros errores en favor de la fragilidad de los
débiles, para que puedan elegir sin temor lo que han de creer y seguir; de
suerte que si vuestros partidarios cometen alguna violencia contra los nuestros,
vosotros, a quienes tenemos como rehenes en nuestras propiedades y ciudades, no
vayáis a soportar lo que merecen los vuestros, sino que mediante los poderes
públicos seáis castigados pecuniariamente según las exigencias de las leyes. Si
esto os parece grave, que os lo ahorren los vuestros y se mantengan en paz. Pero
si quienes están a vuestras órdenes, o simplemente con vosotros, no reposan en
su ensañamiento contra vosotros, no tenéis motivo para quejaros de nosotros, que
hemos puesto en vuestro poder o en el de los vuestros la facultad de no padecer
mal alguno por seguir vuestra herejía, si la Católica no tiene que aguantar
molestia alguna ni de vosotros ni de los vuestros. Y si se le causaren algunas
sin vuestra cooperación y sin que podáis reprimirlas, con toda misericordia y
justicia os recuerdan esos daños qué sujetos tenéis con vosotros, que pensáis no
os contaminan; ello os fuerza a comprender qué vacías de sentido son las
calumnias que lanzáis contra la Iglesia de Cristo extendida por todo el orbe.
Dejad, pues, ya de reprocharnos que os perseguimos;
antes bien, achacádselo a los vuestros, si prefieren molestarnos a nosotros con
su violencia y trituraros a vosotros con las leyes públicas antes que calmar su
acostumbrado furor. Si en verdad sufrís alguna odiosa calamidad por parte de los
nuestros que no observan la moderación y exigencias de la caridad cristiana,
diría sin vacilar que ésos no son los nuestros, sino que lo serán si se
enmiendan, o serán separados al final si perseveran en su malicia. Mientras
nosotros ni rasgamos las redes a causa de los malos peces 209,
ni abandonamos la casa grande a causa de los vasos convertidos en afrenta 210.
Vosotros, en cambio, si por la misma regla decís que no son vuestros los que así
perjudican a la Católica, demostrad vuestra buena disposición, corregid el
error, abrazad la unidad del espíritu en el vínculo de la paz 211.
Porque si ni aquéllos os contaminan a vosotros ni a nosotros éstos, no nos
reprochemos mutuamente los crímenes ajenos: como buen grano crezcamos en la
caridad, soportemos juntos la paja hasta la bielda.
56. Si no necesitan de intérprete los
testimonios de las Escrituras canónicas, que nos enseñan que la Iglesia se
encuentra en la comunión del orbe entero, y si vosotros no podéis aducir ningún
testimonio semejante de los mismos Libros en favor de vuestra separación en
África, no es justa vuestra queja sobre las persecuciones; mucho más graves son
las que soporta la Católica cuanto más extendida se encuentra y soporta con fe,
esperanza y caridad 212
todas las calamidades; no sólo las que vuestros circunceliones y sus semejantes
causan a sus miembros donde pueden, sino todos los escándalos de las distintas
iniquidades que abundan por el universo mundo, refiriéndose a las cuales exclama
el Señor: ¡Ay del mundo por los escándalos! 213
Más duramente persigue el hijo a su padre con su mala vida que el padre al hijo
con el castigo, y más dura fue la persecución de la esclava contra Sara con su
inicua soberbia que la de Sara contra ella con la debida disciplina 214
y más duramente persiguieron al Señor aquellos pensando en los cuales se dijo:
El celo por tu casa me consume 215
que él a aquellos cuyas mesas echó por el suelo arrojándolos con el látigo del
templo 216.
Cómo recibe la
Católica a los herejes
XXI. 57. ¿Tenéis algo más que decir? ¿Queréis
acaso que pongamos delante aquella vuestra última objeción: "He aquí que
vosotros tenéis la Iglesia. Cómo nos recibís si quisiéramos pasarnos a ella?"
Os respondo brevemente: "Os recibimos como recibe la
Iglesia que hemos encontrado en los Libros canónicos". Dejad a un lado el
espíritu de contradicción, de que están hinchados todos los que no quieren ser
abatidos por la verdad de Dios y se dejan vencer por su perversidad. Así podéis
comprender fácilmente que buenos y malos tienen los sacramentos divinos; pero en
los primeros para la salvación y en los segundos para su condenación. Y aunque
haya tal distancia entre ellos, según se acerquen digna o indignamente, los
mismos sacramentos les sirven a aquéllos para el premio y a los otros para el
juicio.
58. Por lo cual en el tiempo en que el Señor
bautizaba a más personas que Juan, según está escrito en el Evangelio, cuando
añadió el Evangelista: Aunque en realidad no bautizaba él personalmente, sino
sus discípulos 217,
aunque era tan grande la distancia entre Pedro y Judas, ninguna diferencia había
en el bautismo dado por Pedro y el dado por Judas. Uno sólo era el que daban los
dos, aunque ellos no formaban unidad; el bautismo era de Cristo, pero uno de
ellos pertenecía a los miembros de Cristo y el otro al partido del diablo. En
cambio, cuando Juan el Bautista y el Apóstol formaban unidad, porque ambos eran
amigos del Esposo 218,
como era diferente el bautismo dado por Juan del que daba Pablo, Pablo ordenó
que fueran bautizados con el bautismo de Cristo los que lo habían sido con el de
Juan. Así pues, el primer bautismo fue llamado bautismo de Juan; en cambio, el
dado por Pablo no se llamó bautismo de Pablo, sino que mandó que fueran
bautizados en Cristo 219.
Ved cómo Juan y Pablo forman unidad, pero no dan lo
mismo; Pedro y Judas no forman unidad, pero dan el mismo bautismo; y Pedro y
Pablo forman unidad y dan un solo bautismo. Abrahán y Cornelio justificados por
la fe 220
forman unidad, pero no recibieron un mismo sacramento; lo mismo Cornelio y Simón
el Mago no forman unidad, pero recibieron el mismo sacramento; en cambio,
Cornelio y aquel eunuco que Felipe bautizó en el camino forman unidad y
recibieron el mismo sacramento: ni la diversidad de ministros ni la de
receptores hacen que no sea uno lo que es uno.
59. Estos, al querer que sea de los hombres
lo que es de Cristo, intentan convencernos de las cosas más falsas y absurdas,
de suerte que hay casi tantos bautismos como son los hombres que los dan. Así,
lo que dice el Señor sobre el hombre y la obra del hombre: Los árboles sanos
dan frutos buenos, los árboles dañados dan frutos malos 221,
intentan éstos deformarlo en el sentido de que el bautizado por un ministro
bueno es bueno, y malo el bautizado por uno malo. De donde se seguiría, aunque
ellos no lo admitan, que el bautizado por uno mejor es mejor, y el bautizado por
uno menos bueno es menos bueno. De donde se sigue que los que antes de la Pasión
del Señor no bautizó el mismo Señor, sino sus discípulos, serían más santos si
hubieran sido bautizados por él mismo. En efecto, ¿quién puede ni siquiera
pensar la diferencia que hay entre él mismo y sus discípulos, por quienes eran
bautizados? ¿Luego privó él de una regeneración más santa a los que, estando él
presente, quiso que fueran bautizados por sus discípulos? Sería una locura creer
esto.
¿Qué se dignó, pues, demostrar con eso sino que era
suyo lo que se daba, fuera quien fuera el ministro, y que quien bautizaba era
él, de quien había dicho el amigo del Esposo: Este es el que bautiza 222,
cualquiera que fuera el ministro que bautizaba a quien había creído en él? Dice
también Pablo: Gracias a Dios, no os bauticé a ninguno más que a Crispo y
Gayo, para que nadie diga que lo bauticé en mi nombre 223.
¿Se va a creer que regateó a los hombres una santificación mejor, si cuanto más
santo era habían de recibir un bautismo más santo quienes fueran bautizados por
él? Precisamente a esto mismo prestó una atención especial el dispensador tan
prudente y tan fiel: a que nadie fuera a pensar que había recibido un bautismo
más santo por haberlo recibido de un ministro más santo, atribuyendo al siervo
lo que era del Señor.
60. Así pues, como buenos y malos dan y
reciben el sacramento del bautismo, pero sólo los buenos regenerados son
agregados espiritualmente al cuerpo y hechos miembros de Cristo, sin duda en los
buenos está aquella Iglesia a la que se dice: Lirio entre espinas es mi amada
entre las hijas 224.
Ella está en los que edifican sobre piedra, esto es, los que oyen la palabra de
Cristo y la practican, ya que así lo dijo a Pedro cuando confesó a Cristo como
Hijo de Dios: Sobre esta roca edificaré mi Iglesia 225.
No está la Iglesia en los que edifican sobre arena, esto es, en los que oyen la
palabra de Cristo y no la practican. Ya lo dijo él: Todo aquel que escucha
estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edifica
su casa sobre roca 226;
y un poco más adelante: Todo aquel que escucha estas palabras mías y no las
pone por obra se parece al necio que edifica su casa sobre arena 227.
Por consiguiente, quienes mediante la unión de la caridad han sido incorporados
al edificio construido sobre piedra y al lirio brillante en medio de las
espinas, poseerán ciertamente el reino de Dios; y, en cambio, los que edifican
sobre arena o han sido contados entre las espinas, ¿quién puede dudar que no
poseerán el reino de Dios? De nada les sirve a los tales el sacramento del
bautismo; y, sin embargo, no se ha de hacer injuria alguna al sacramento que
tienen por causa del inestable fundamento y la estéril malicia de éstos.
No basta con tener los
sacramentos
XXII. 61. Igualmente, advertid sin
prejuicios, en aquel pasaje de la carta del apóstol Pablo a los Gálatas, cuán
justo es que, corrigiendo el error herético, si tienen este sacramento que
debieron tener, y reciben lo que les faltaba, no se desapruebe ni se insulte a
lo que existía: Las obras de la carne son conocidas: lujuria, inmoralidad,
libertinaje, idolatría, magia, enemistades, discordia, rivalidad, arrebatos de
ira, egoísmos, partidismos, envidias, borracheras, orgías y cosas por el estilo.
Y os prevengo, como ya os previne, que los que se dan a eso no heredarán el
reino de Dios 228.
Por consiguiente, todos éstos ni se relacionan con
el lirio ni están edificados sobre piedra; entre ellos se hallan también los
herejes. ¿Por qué vosotros, para pasar por alto otras cosas, no bautizáis
después de hacerlo los borrachos, los lujuriosos, los envidiosos, que no
poseerán el reino de Dios y, por tanto, no están en la piedra, y como no están
en la piedra, no son contados en la Iglesia, porque dice Jesús: Sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia? 229
¿Por qué queréis, en cambio, que nosotros bauticemos después de hacerlo los
herejes, que están contados entre las mismas espinas que no poseerán el reino de
Dios y en quienes están los sacramentos, cuando los tienen, pero no les son de
provecho, porque siendo éstos rectos están ellos torcidos?
Considerando y pensando estas cosas sin pertinacia,
podéis entender fácilmente que se ha de corregir en cada uno lo que está torcido
y aprobar lo que está recto, y que se ha de dar lo que falta y reconocer lo que
existe. Si viene un hereje a hacerse católico, que primero corrija su propio
error, no profane el sacramento de Cristo, reciba el vínculo de la paz que no
tenía, sin el cual no podrá serle de provecho el bautismo que tenía: una y otra
cosa son necesarias para alcanzar el reino de Dios, el bautismo y la justicia.
En el que menosprecia el bautismo de Cristo no puede existir la justicia, y en
cambio puede existir el bautismo aun en el que no tiene la justicia, pero no
puede serle de provecho. Igual que dijo la Verdad: A menos que uno nazca del
agua y el Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios 230,
ella misma dijo: Si vuestra justicia no sobrepasa la de los letrados y
fariseos, no entraréis en el reino de Dios 231.
De modo que no basta el bautismo solo para llevar al reino; se precisa también
la justicia. Al que le falten los dos elementos o uno solo, no puede llegar.
Por lo cual, al decirles a los herejes: "Os falta la
justicia, que no puede tener nadie sin el vínculo de la paz", y al confesar
ellos que muchos tienen el bautismo y no tienen la justicia -y si no lo
confiesan, que se dejen convencer por la Escritura divina-, me maravillo de que
-al no querer nosotros bautizarlos de nuevo porque tienen el bautismo de Cristo,
no el suyo propio- piensen que nosotros obramos así como si juzgáramos que no
les falta ya nada; y que como en la Católica no se les da el bautismo que ya
tienen, crean que no reciben nada allí donde reciben precisamente aquello sin lo
cual el bautismo que ellos tienen sólo les sirve para su ruina, no para su
salvación. Si no quieren entender esto, a nosotros nos basta con tener la
Iglesia que señalan los testimonios más evidentes de las Escrituras santas y
canónicas.
63. Puede ahora decirme un hereje: "¿Cómo me
recibes?" Yo le respondo inmediatamente: "Como recibe la Iglesia, a la que
Cristo da testimonio. ¿Acaso puedes conocer cómo has de ser recibido tú mejor
que Cristo, nuestro Salvador, médico de tu herida?" Quizá ante esto digas tú:
"Léeme cómo mandó Cristo que se recibiese a los que quieren pasar de la herejía
a la Iglesia". Al respecto, no te puedo leer textos claros y evidentes, como
tampoco tú. Si Juan hubiera sido hereje, y bautizara en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo, después de cuyo bautismo ordenó Pablo que se
bautizara a los hombres, te saldrías con la tuya y yo nada tendría que decir en
contra. Igualmente, si los herejes hubieran bautizado en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo a Pedro, a quien dijo el Señor: Uno que se ha
bañado no necesita lavarse de nuevo 232,
yo conseguiría mi intento, y no tendrías nada que decir. Ahora bien, como en las
Escrituras no encontramos a nadie que haya pasado de la herejía a la Iglesia, y
que haya sido recibido como yo digo o como dices tú, pienso que si hubiera
habido algún sabio, al cual el Señor hubiera dado testimonio, y le consultáramos
sobre esta cuestión, a buen seguro que no dudaríamos lo más mínimo en hacer lo
que él hubiera dicho; de lo contrario, se consideraría que nos oponíamos, más
que a él, al mismo Cristo, cuyo testimonio le avala. Ahora bien, Cristo da
testimonio en favor de su Iglesia. Lee lo que dice el Evangelio: Convenía que
Cristo padeciera y resucitara al tercer día, y que en su nombre se predique la
penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén 233.
Como recibe esta Iglesia extendida por todos los pueblos, a partir de Jerusalén,
dejando de lado toda ambigüedad o tergiversación, así has de ser recibido tú. Y
si no quieres, no es a mí o a cualquier otro hombre, que así quiere recibirte, a
quien resistes tan funestamente para tu salvación, sino al mismo Salvador; eres
tú el que te empeñas en no creer que te han de recibir como recibe aquella
Iglesia, a la que con su testimonio recomienda aquel a quien confiesas que es
impío no creer.
Citas bíblicas
aducidas por los donatistas
XXIII. 64. "Pero dijo Jeremías: Se ha
vuelto para mí como agua engañosa que no es de fiar" 234.
No habló de esta agua que piensas; lee con atención. Es a la muchedumbre de
hombres mendaces a los que llamó agua engañosa, según la costumbre de los
profetas, que suelen hablar figuradamente, igual que en el Apocalipsis sabemos
que aplica el nombre de aguas a los pueblos 235.
Así dice Jeremías: ¿Por qué prevalecen los que me llenan de tristeza? Mi
herida es seria, ¿cómo la curaré? Se ha vuelto para mí como agua engañosa que no
es de fiar 236.
Ahora bien, Cristo da testimonio a su Iglesia. Dijo que su herida se le había
convertido en agua engañosa, y llamó herida suya a los que le llenaban de
tristeza; pues a las palabras los que me llenan de tristeza corresponde
luego mi herida, y a la palabra de antes prevalecen denomina
"seria".
65. Lo mismo hacéis con el otro texto:
Abstente del agua ajena, y no bebas de la fuente de otro 237.
Pensáis que esto se dijo referido al bautismo que se da entre los herejes, y que
por eso es agua ajena, porque los herejes no poseerán el reino de Dios. Como si
no ocurriera también así entre los ebrios, los envidiosos y otra gente viciosa
semejante de los cuales se dijo también: No heredarán el reino de Dios 238.
Y, sin embargo, en todos éstos, si han sido bautizados según el Evangelio, el
bautismo es de Cristo, no de ellos. Y así esa agua no es ajena, aunque sean
ajenos aquellos a quienes ha de decir: No os conozco 239.
Así pues, ¿por qué no he de entender más bien que el agua ajena y la fuente
ajena es la doctrina del espíritu maligno, por la cual son engañados y seducidos
los alejados de Dios por la ignorancia que existe en ellos a causa de la
ceguedad de su corazón? Nos lo encarece más claramente el Apóstol: El
Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos abandonarán la fe
por dar oídos a espíritus seductores, a enseñanzas de demonios 240.
Esta es el agua y la fuente ajena. Si el agua se toma en el buen sentido como el
Espíritu Santo, ¿cómo no se ha de entender en el malo como el espíritu maligno?
Porque no siempre que la Escritura menciona el agua quiere significar este
sacramento visible del bautismo, sino unas veces el bautismo y otras veces otra
cosa. Ya habían bautizado los discípulos del Señor a otros con este bautismo
visible antes que viniera a ellos el Espíritu Santo conforme lo había prometido,
sobre el cual dice el mismo Jesús: Quien tenga sed, que venga a mí y beba. El
que cree en mí, según dice la Escritura, de su seno manarán ríos de agua viva 241.
Y sigue el Evangelista y explica por qué se dijo: Decía esto refiriéndose al
Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Aún no se había dado el
Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado 242.
Ved cómo aquí llama agua al Espíritu, que aún no había sido dado, cuando el agua
del bautismo se había dado ya a muchos.
66. Así se explica también aquello de tus
pozos, que tampoco entendéis: Bebe agua de tus depósitos y de los arroyos que
fluyen de tus pozos; que el manantial de tu agua te sea propio y que ningún
extraño la comparta contigo; que tus aguas no se desborden y que fluyan por tus
plazas 243.
No se refiere al bautismo visible que pueden tener aun los extraños, es decir,
los que no poseerán el reino de Dios, sino que encarece el don del Espíritu
Santo, que es propio sólo de aquellos que reinarán con Cristo para siempre, ya
que la caridad de Dios, como dice el Apóstol, se ha derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado 244.
La misma dilatación del corazón que produce la caridad, en atención a la cual
dice que ha sido derramada y por la que habla así a los corintios: Mi boca
está abierta para vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha dilatado 245,
está significada en las plazas.
67. Lo que escuchamos en sentido propio:
No deis fe a cualquier espíritu, antes bien, examinad qué espíritu viene de
Dios 246,
lo escuchamos en sentido figurado: Bebe agua de tus depósitos y de los
arroyos que fluyen de tus pozos 247.
Y lo que oímos en su sentido obvio: La caridad de Dios se ha derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado 248,
lo oímos en sentido figurado: Que el manantial de tu agua te sea propio y que
ningún extraño la comparta contigo 249.
Muchos son los dones que pueden tener aun los extraños, no sólo los comunes con
las piedras y los árboles, como son el existir y el vivir, sino también otros
más excelentes y propios de los hombres, como son la razón, el uso de la
palabra, las innumerables artes útiles y otros muchos. También pueden tener
algunos más que se han dado a la casa de Dios los extraños, esto es, los que no
han de poseer el reino de Dios, a los cuales se dirá al final: No os conozco 250,
aunque ellos digan: Hemos profetizado en tu nombre y hecho muchos milagros 251,
puesto que aunque tenga el don de profecía y conozca todos los misterios y
posea toda la ciencia; aunque tenga tanta fe que traslade las montañas, si no
tengo caridad, nada soy 252.
Este es el don del Espíritu Santo propio de los justos, del que ningún extraño
participa. Este es el que falta a todos los malignos e hijos de la gehena,
aunque sean bautizados con el bautismo de Cristo, como lo había sido Simón el
Mago. Este les falta también a los herejes; ellos lo reciben cuando, una vez
corregidos, vienen y abrazan sinceramente el vínculo de la unidad. Y si no lo
reciben, incluso teniendo el bautismo de Cristo no han de poseer el reino de
Cristo, ya que no se han acercado a la fuente propia de las aguas que corren en
las plazas de los santos sin desbordarse afuera, fuente de la que la caridad
de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos
ha dado 253.
Dejad ya de citar esos testimonios que no entendéis
o que entendéis que se tornan contra vosotros en favor nuestro. Y si son
ambiguos y se pueden interpretar en nuestro favor o el vuestro, en nada
ciertamente favorecerían vuestra causa, porque si nosotros quisiéramos usar de
semejantes testimonios, los tendríamos incontables, pero que, de idéntica
manera, en nada favorecerían la nuestra. Semejantes testimonios no consiguen
otra cosa que sostener una causa mala, aunque sea sólo por la pérdida de tiempo.
Argumentos donatistas
que se vuelven contra ellos
XXIV. 68. "He aquí -dicen ellos- que del
Cuerpo del Señor fluyó agua". Y ¿qué te favorece esto, oh hereje? "Mucho, dice.
Quiere decir que no hay bautismo sino en el Cuerpo del Señor, esto es, en la
Iglesia".
Sería mejor que dijeras: "Del Cuerpo del Señor, esto
es, de la Iglesia", aunque ya conste -lo que quizá haya que investigar aún con
más diligencia- que aquella agua significaba el bautismo. También nosotros
decimos que el bautismo que tenéis procede del Cuerpo del Señor, esto es, de la
Iglesia, aunque vosotros no estéis en ella como todos los que no edifican sobre
piedra, sino sobre arena. Sin embargo, ¿por qué no prestas atención a que
aquella agua, que dices significa el bautismo, no sólo estuvo en el Cuerpo del
Señor, sino que salió fuera y precisamente por la herida del perseguidor?
Ciertamente, ni los herejes ni todos los malos hubieran llevado los sacramentos
fuera consigo si hubieran conservado la integridad de la unidad en el Cuerpo del
Señor.
Pero vosotros veis también qué profundo es esto y en
qué profundidad misteriosa se oculta.
69. Baste ya; dejad de recurrir a tales
argumentos. Cuantos testimonios de ese estilo presentéis, o redundan en favor
nuestro, o, para quitar no poco a nuestra causa, queda incierto a quién
favorece. Pero vosotros os apoyáis con agrado en los textos oscuros para no
veros forzados a reconocer los claros. He aquí la Iglesia. ¿Por qué sufrís, os
ruego? He aquí la Iglesia recomendada y designada, anunciada y confirmada por
tantos y tan claros testimonios de las santas Escrituras: Como la oímos, la
hemos visto 254.
¿Por qué tantas vueltas sobre cómo te recibirá? ¿Por qué rehúsas ser recibido
como recibe ella, de quien da testimonio quien no pudo mentir 255?
Demuestra que las Escrituras canónicas han dicho claramente que ha de ser
bautizado en la Iglesia quien fue bautizado por herejes en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo. Si no puedes demostrar esto, muéstranos que tu
comunión, el partido de Donato donde tú has aprendido eso, tiene algún
testimonio claro y manifiesto en las Escrituras canónicas, y yo confesaré que
hay que pasar a tu partido y que no hay que recibir a los heréticos más que como
los recibe la Iglesia en que estás tú, ya que ha sido proclamada por testimonio
de tal valor. ¿Por qué sudas, por qué te turbas? No encuentras en las Escrituras
canónicas lo que con toda justicia te pedimos. Lo que soléis aducir: Dónde
apacientas, dónde reposas en el mediodía 256,
ves qué valor tiene y qué lejos está de favorecerte. No busques, pues, tales
textos, porque aunque el partido de Donato estuviera en el aquilón, que es la
parte opuesta al mediodía, trataría de aplicarse a sí aquel pasaje: Montes de
Sión, frontera del norte, ciudad del gran Rey 257.
Bien claro es que la ciudad del gran Rey no es otra que la Iglesia, y este texto
pone más de manifiesto a la Iglesia que aquel de dónde apacientas, dónde
reposas en el mediodía 258.
Pero quizá se apropiaría este testimonio el hereje Marción, de quien se dice
procede del Ponto, región que está hacia el norte. A su vez, si el partido de
Donato estuviera en el occidente, se aplicaría aquel texto: Abridle el camino
a quien asciende a occidente, su nombre es "el Señor" 259.
Quizá diría era más sublime el ascender a occidente que reposar en el mediodía.
Todos estos pasajes son misteriosos, encubiertos, figurados; lo que os pedimos
es algo claro, que no necesite de intérprete.
70. Por tanto, yo te recibo como recibe el
linaje de Abrahán, en el que serán bendecidos todos los pueblos 260.
Esto sería oscuro si Pablo no hubiera explicado que el linaje de Abrahán es
Cristo 261.
Te recibo como recibe aquella estéril, cuyos hijos son más que los de la
casada 262;
lo cual sería oscuro si Pablo no hubiera dicho que ella era nuestra Madre la
Iglesia 263,
a la que se dijo: El Señor que te libró se llamará "Dios de toda la tierra" 264
al que se dijo: tu territorio es el orbe de la tierra 265.
Te recibo como recibe aquella reina de la que se dice en los Salmos: A tu
diestra está la reina, y a la que se dice: En lugar de tus padres, te han
nacido hijos, los harás príncipes por toda la tierra 266.
Finalmente, para no citar otros muchos textos, te recibo como recibe la Iglesia
extendida en todos los pueblos, comenzando por Jerusalén 267;
como recibe la Iglesia, que es testigo de Cristo en Jerusalén, en toda la Judea
y Samaría y hasta el fin de la tierra 268.
El que te recibe es quien dijo todo esto de aquélla, el que nos la mostró con
tales palabras, a fin de que nadie dudara de ella. Te recibo como recibe el
trigo sembrado en el campo, que crece con la cizaña hasta la cosecha. Este grano
son los hijos del reino, el campo es el mundo, la siega es el fin del tiempo 269.
El Señor lo expuso; es el Evangelio; son palabras de Dios, son bien claras.
Podría decirte: "Te recibo como vosotros recibisteis
a los que bautizaron Pretextato y Feliciano fuera de vuestra comunión, a lo cual
no tienes nada que oponer". Pero diré más bien lo que puede tener una fuerza
invencible contra los mismos maximianistas, que os han derrotado absolutamente
sobre todo con dos argumentos de que soléis usar con tanta ineptitud como
frecuencia, el del pequeño número y el del mediodía. Diré esto que os abata a
todos vosotros, como si de común acuerdo os levantarais contra nosotros: Os
recibimos, si queréis corregiros, como recibe la Iglesia de la que dijo el Señor
que comenzaría en Jerusalén -y leemos en los Hechos de los Apóstoles que allí
empezó-; que pasaría a todos los pueblos -y leemos en los Hechos de los
Apóstoles que pasó a muchos antes de llegar a África- y que llegaría a todos
antes de que llegue el fin, puesto que el mismo Señor dijo: Este Evangelio se
predicará a todos los pueblos, y entonces vendrá el fin 270.
He aquí sus impurezas: Como abundará la maldad se enfriará la caridad de
muchos 271.
He aquí su grano: El que persevere hasta el fin, ése se salvará 272.
¿Dónde se cita aquí el África en el partido de Donato? He aquí de nuevo su
grano: Quiero que sepas -dice el Apóstol- cómo conviene que te portes
en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la
verdad. Es grande sin duda el misterio de la piedad que se ha manifestado en la
carne, justificado en el espíritu, mostrado a los ángeles, predicado a los
gentiles, creído en el mundo, ensalzado en la gloria 273.
He aquí sus impurezas: El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos
algunos se alejarán de la fe y escucharán a espíritus seductores y doctrinas
diabólicas 274,
etc. ¿Dónde se ha citado aquí el África en el partido de Donato, cual si en ella
hubiera de permanecer como columna y fundamento de la verdad o como el
sacramento de la piedad, desde el cual corrió hasta el fin, hasta el punto de
decir: Ha sido predicado a los gentiles, creído en el mundo, ensalzado en la
gloria? 275
71. ¿Para qué detenerme en más cosas? El que
piense responder a esta carta, o que examine las Escrituras y presente algún
testimonio claro sobre el África, lugar único donde o de donde se extiende el
partido de Donato, texto que no podrá presentar, porque la Escritura no puede
oponerse a los otros textos tan evidentes presentados por nosotros; o si busca
seguidores crédulos de sus sospechas o acusaciones o calumnias, y llevarlos a
otro evangelio, que no es otro, y anunciaros otra cosa diferente de lo que hemos
recibido, aunque fuera un ángel del cielo, sea anatema 276,
porque el mismo diablo, que cayó del cielo precisamente porque no permaneció en
la verdad, si hubiera sido anatema para el hombre, cuando le anunció algo
diferente de lo que el hombre había recibido del Señor Dios, nuestros primeros
padres no hubieran caído en la pena de muerte ni hubieran salido de aquel lugar
de felicidad.
Exhortaciones finales
XXV. 72. Por todo lo cual, vosotros,
amadísimos, a quienes escribo esta carta, conservad con fidelidad y firmeza
absoluta el mandato del Pastor, que entregó su vida por sus ovejas 277
y, ya exaltado y glorificado, está sentado a la derecha del Padre y nos dice:
Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen 278.
Habéis escuchado con toda claridad su voz no sólo a través de la Ley, los
Profetas y los Salmos, sino también por su propia boca, que recomienda a su
Iglesia futura, y percibís claramente por la lectura cómo se han cumplido en su
orden los acontecimientos que anunció en los Hechos y Cartas de los apóstoles,
que forman el complemento del canon de las Escrituras. No es esto una cuestión
oscura, en la que puedan engañarnos los que el mismo Señor dijo que habían de
venir diciendo: Cristo está aquí o allí, o en el desierto 279,
como en un lugar donde no se agolpa la multitud, o en lugar secreto, como
si se tratara de tradiciones y doctrinas secretas.
Sabéis que la Iglesia se esparcirá por todas partes
y crecerá hasta la cosecha. Tenéis una ciudad de la cual dice el mismo que la
fundó: No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte 280.
Ella es conocidísima no en alguna parte del orbe, sino por todo él. Ella sufre
alguna vez tempestades pasajeras aun en sus granos, de tal suerte que en algunos
lugares no se los reconoce, aunque allí estén ocultos. Y no puede fallar la
palabra divina, según la cual crecen hasta la cosecha.
73. Así sucede que, en otros pueblos, con
frecuencia algunos miembros de la Iglesia se ven oprimidos y oscurecidos por las
sediciones prepotentes de las herejías y de los cismas y, sin embargo, como
estaban allí, poco después brillaron sin dejar lugar a duda; y en la misma
África, después de aquel concilio sedicioso y turbulento de Segundo de Tigisi en
Cartago, en el cual una mujer noble, Lucila, llevó a cabo una corrupción luego
mencionada en las actas judiciales, que envió una carta a casi toda el África en
que ya habían surgido las Iglesias de Cristo, y se dio fe a la carta del
concilio -y no era posible otra cosa- y pareció que por alguna parte había
desaparecido el trigo del Señor; pero en ningún modo había desaparecido el que
era verdadero trigo, predestinado y sembrado, y que había germinado ferazmente
con profundas raíces. Con conciencia limpia habían creído a la carta del
concilio; en efecto, nada increíble decían unos hombres contra otros hombres, ni
creían algo contra el Evangelio. Pero después que aquéllos con furiosa
pertinacia llevaron su obstinadísima lucha hasta una disensión sacrílega contra
todo el orbe cristiano y llegó a conocimiento de los fieles buenos, a quienes
una falsa acusación había apartado de Ceciliano, vieron éstos que, si persistían
en aquella comunión, emitían un juicio malvado, no ya de un cierto hombre o de
algunos hombres, sino de la Iglesia extendida por todo el orbe de la tierra, y
prefirieron creer al Evangelio de Cristo antes que al concilio de los colegas.
Así, separándose de aquéllos, tornaron luego a la Iglesia católica muchos:
obispos, clérigos y pueblos; los cuales, ya antes de regresar, estaban deputados
como trigo. No habían regresado antes porque aquella su oposición dirigíase
contra hombres calumniados ante ellos por sus colegas, no contra la Iglesia de
Dios, que crece en todos los pueblos. Así, también en África el trigo que había
sembrado el Hijo del hombre permaneció trigo, y desde entonces crece y crece
hasta ahora y después fructificará y crecerá hasta la cosecha en todo el mundo.
74. También algunos hombres aun de los de
buena voluntad envueltos en las tinieblas de la carne anduvieron errantes por
mucho tiempo en aquella disensión, aun después de confirmado el furor de los
malignos contra la Iglesia de Dios; como si el trigo delicado fuera pisoteado y
el vigor de la hierba fuera aplastado permaneciendo viva la raíz. Sin embargo,
Dios conocía su trigo, aunque para revivir tenía que experimentar el reproche y
la increpación. No se dijo a Pedro: Quítate de mi vista, Satanás 281,
con el mismo tono con que se dijo a Judas: Uno de vosotros es un demonio 282.
Algunos combatieron también la verdad más clara con
funesto celo. Habían sido desarraigados o cortados, pero al no permanecer en la
infidelidad, como dice el Apóstol de algunos ramos cortados 283,
fueron replantados por la mano divina e injertados de nuevo. Efectivamente, un
ramo es infructuoso, pero aún no separado de la raíz, cuando practica con
perverso deseo aquellas obras de las cuales se dijo: Los que hacen tales
cosas no poseerán el reino de Dios 284;
en cambio, se lo corta cuando por amor a las mismas obras empieza a resistir
incluso a la verdad más clara que le reprende. De éstos hay muchos en comunión
de sacramentos con la Iglesia y, sin embargo, ya no están en la Iglesia. De lo
contrario, si cada uno fuera cortado cuando se le excomulga visiblemente, sería
consecuente que quedara injertado de nuevo cuando se le restituye visiblemente a
la comunión. Pues qué: si uno se acerca con fingimiento y tiene un corazón
totalmente enemistado con la verdad y la Iglesia, aunque se celebre con él aquel
rito solemne, ¿quedará reconciliado, quedará injertado? Dios nos libre. Así como
el que torna de nuevo a la comunión aún no está injertado, de la misma manera
quien antes de ser visiblemente excomulgado tiene sentimientos hostiles contra
la verdad, que le recrimina y reprocha, ya está cortado. Sucede que la buena y
la mala semilla crecen una y otra por el campo hasta la cosecha; es decir, los
hijos del reino y los hijos del maligno crecen unos y otros hasta el fin del
mundo, dando los unos fruto con su perseverancia, convirtiéndose en amargos los
otros con su esterilidad.
75. Vosotros, en cambio, apoyándoos en tantos
testimonios clarísimos de la Ley, los Profetas y los Salmos, del mismo Señor y
de los Apóstoles, acerca de la Iglesia extendida por todo el orbe, exigid de
éstos que os muestren algunos documentos manifiestos de los Libros canónicos
sobre el África en lo que toca al partido de Donato. Es de todo punto imposible,
como ya dije, que, si la Iglesia, como dicen y Dios no quiera, había de
desaparecer tan pronto de tantos pueblos, fuera anunciada por tan numerosa
cantidad de textos sublimes que no dejan duda, y que, en cambio, no se hablara
nada sobre ésa, que dicen suya, y que sostienen había de permanecer hasta el
fin. Recordad lo que se dijo a aquel rico atormentado en los infiernos cuando
pedía que se enviara a sus hermanos alguno de los muertos: Tienen allí a
Moisés y a los profetas 285;
al replicar él que no creerían si no iba allá alguno de los muertos, se le dijo:
Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no creerán ni aunque uno resucite
de entre los muertos 286.
Moisés dijo que en la descendencia de Abrahán serán benditos todos los
pueblos 287;
los profetas dijeron: A ti te llamarán "mi favorita" y tu territorio será "el
orbe de la tierra" 288
y: Se recordarán y volverán al Señor todos los confines de la tierra 289.
Tales y tan manifiestos son los anuncios que
testimonian a la Iglesia, y ellos no han querido darles fe. Resucitó Cristo de
entre los muertos, dijo que en su nombre se predicara la penitencia y el
perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén 290.
Los que no creyeron a Moisés ni a los profetas, ni creyeron tampoco a Cristo
resucitado de entre los muertos, ¿qué pueden esperar sino la participación en
los tormentos de aquel rico?
Escapad vosotros de ellos, mientras hay tiempo,
antes de salir de esta vida; adheríos continuamente a las palabras divinas, a
fin de que no os turbéis en esta vida y merezcáis recibir después de ella la
promesa que se hizo a la descendencia de Abrahán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.