domingo, 4 de enero de 2015

CATEQUESIS BAUTISMALES. INTRODUCCIÓN.

INTRODUCCIÓN
1. Las Catequesis bautismales de Juan Crisóstomo
Las Catequesis bautismales, dentro de la amplia
producción de san Juan Crisóstomo, ocupan un puesto
importante no solamente por el gran número de las que han
llegado hasta nosotros (doce, en conjunto), sino, sobre todo,
porque ellas vienen a representar una fuente preciosa para
la historia de la concepción y de la liturgia bautismal en
Antioquía, una de las sedes más ilustres de la Iglesia
oriental, al final del siglo IV.
Juan Crisóstomo, ordenado de sacerdote el 16 de febrero
del año 386, al comienzo de la Cuaresma, empezó
enseguida su actividad de predicador, cuyos primeros
testimonios son las Ocho homilías sobre el Génesis,
desarrolladas durante el mismo año.
Pertenecen a la Cuaresma del año 387 las veintiún
Homilías sobre las estatuas, con las cuales Juan Crisóstomo,
junto con la participación del obispo Flaviano, logró
interrumpir y evitar represiones sangrientas ulteriores, por
parte del poder imperial, como consecuencia de la sedición
popular que llegó a mutilar las estatuas de Teodosio y de su
familia.

2. Teoría y praxis bautismal en Juan Crisóstomo
San Juan Crisóstomo, desde el comienzo de su actividad
pastoral, reveló una clara y penetrante concepción del
bautismo debida, ya sea a su experiencia personal, que con
frecuencia subraya en las Catequesis 15, ya sea también a
la tradición presente en la Iglesia de Antioquía.
Su estilo sencillo y vivo, que, aun en la inmediata y
constante relación con el auditorio, conserva siempre la
impronta de la pura elocuencia ática, nos permite
comprender sin dificultad su pensamiento.
El primer aspecto fundamental que san Juan Crisóstomo
capta en el bautismo es el sentido del misterio que lo rodea y
que la misma expresión «sacramento», si se entiende en su
acepción original, siempre refleja.
La terminología que indica la distinción entre fieles y
catecúmenos, en la comunidad cristiana de la época, es
reveladora al respecto: únicamente los fieles (pistoi) son los
«iniciados» (memuemenoi), mientras los catecúmenos
(katéchoumenoi) son los «no iniciados» (amuetoi).
Y la separación entre los dos grupos que se realizaba al
comienzo de la liturgia eucarística, en la cual sólo los fieles
podían participar mientras que los catecúmenos eran
invitados a salir, se justifica por aquella «disciplina del
arcano», profundamente enraizada en la Iglesia de
Antioquía y que san Juan Crisóstomo refleja con frecuencia
con la utilización de términos como «terrible», «tremendo»,
«inefable» 18, de los cuales desgraciadamente en los
momentos actuales, se ha perdido su significado genuino.
El sentido del misterio, viene sugerido a san Juan
Crisóstomo por la viva fe que tenía en la nueva realidad a la
cual el catecúmeno es llamado a participar: la adhesión
plena y definitiva a Cristo; y para expresarla se sirve con
mucha frecuencia de la imagen humana y sugestiva del
matrimonio 19.
La conocida cita de Efesios (5, 31-32), que constituye la
base de la interpretación patrística del matrimonio, es
reiterada y reelaborada originalmente por san Juan
Crisóstomo con un realismo muy suyo, que es otra de las
características típicas de su pensamiento.
Y este realismo es lo que le impide caer en lo genérico y
abstracto, incluso en los momentos de más alta tensión y
precisamente cuando uno se sentiría inducido a pensar que
la teoría sobrepasa y anula la praxis en su apasionada
elocuencia.
Pero a pesar de la exaltación del bautismo y de sus dones
20, y a pesar de sus cálidas y repetidas exhortaciones, él
sabe muy bien que numerosos catecúmenos están
esperando para solicitar el bautismo hasta el momento de la
muerte 21 y otro hecho, aún más descorazonador, es ¡que
muchos cristianos apenas bautizados e introducidos en las
reuniones litúrgicas, no dejan de asistir a las carreras de
caballos y a los espectáculos del teatro! 22,
Él, sin embargo, no deja de exigir continuamente de los
catecúmenos una seria preparación moral y doctrinal para
merecer la recepción del bautismo y llegar a ser como
«nuevos iluminados» (neophotistoi) 23 que pueden
comprender con fe la luz resplandeciente de las nuevas
verdades cristianas.
En esta visión se encuadran las diversas etapas que van
marcando progresivamente la preparación de los
catecúmenos: la elección de los fieles que les acogen como
a hijos y que vienen a ser como «padres espirituales» para
ellos (los futuros «padrinos»), garantes de la seriedad de su
compromiso 24; los exorcistas a quienes son confiados,
cubiertos únicamente con la túnica de penitentes, con los
pies desnudos y las manos levantadas al cielo como los
suplicantes o los prisioneros 25.
La hora nona del Viernes Santo, que recuerda el trágico
momento de la muerte de Cristo en la Cruz 26 es el momento
culminante de la liturgia bautismal.
San Juan Crisóstomo que, con frecuencia y durante largo
tiempo, ha insistido sobre la plena libertad del hombre en
contraste con la inmutabilidad de la naturaleza 27, reclama
toda la atención de los catecúmenos sobre la importancia de
la elección que ellos debían realizar 28.
La fórmula litúrgica de la renuncia al demonio: «Renuncio
a ti, Satanás, a tus seducciones, a tu servicio y a tus obras»
29, es un compromiso solemne que san Juan Crisóstomo
asimila a la elección total y definitiva que se realiza en el
matrimonio.
La liturgia bautismal, testimoniada por san Juan
Crisóstomo, después de la renuncia a Satanás, hacía seguir
la unción con el signo de la cruz sobre la frente del
catecúmeno; después durante la celebración nocturna,
seguían la unción de todo el cuerpo, la profesión de fe y la
bajada a la piscina sagrada, para recibir el bautismo de las
manos del obispo o del sacerdote, que extendía la mano
sobre la cabeza del bautizado y la sumergía tres veces en el
agua, pronunciando la fórmula sacramental:
«Fulano es bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo» 30.
San Juan Crisóstomo, después del bautismo, hace
mención únicamente del beso de la paz 31, al cual seguía la
participación de los nuevos bautizados en la liturgia
eucarística 32.
En Antioquía se prolongaban durante siete días los
festejos en honor de los nuevos bautizados, período de
tiempo análogo a las fiestas en honor de los nuevos esposos
33, y cada día debían asistir a la reunión litúrgica destinada
a ellos, como lo testimonian las cinco últimas Catequesis
prebautismales editadas por Wenger.
Así se nos presenta la concepción que san Juan
Crisóstomo tiene del bautismo y, después de tantos siglos,
su voz parece conservar todavía inalterada toda su frescura,
inspirando un sentido profundo de serenidad y de confianza,
de la cual también el hombre de hoy tiene necesidad para
renovar con plena libertad, como los catecúmenos de otro
tiempo, su adhesión a Cristo.
.................................................
15. Cf., por ejemplo la IV Cat., c. 5; la VI, c. 19; la IX, c. 26.
18. Cf. por ejemplo, VI Cat., c. 27; X, cc. 1 y 15.
19. Cf. por ejemplo, IV Cat., cc. 1 y 2; V, cc. 1-18.
20. Cf. VII Cat., c. 5ss.
21. Cf. II Cat., c. 1.
22. Cf. X Cat. c. 1ss.
23. WENGER señala también a este propósito cómo no es exacto
traducir este término por el de «neófitos», aunque tenga un sentido
análogo.
24. Cf. VI Cat., cc. 15-16.
25. Cf. II Cat., c. 2; III, cc. 6-7.
26. Cf. IV Cat., c. 4.
27. Cf. por ejemplo V Cat., c. 10; IX, c. 24.
28. Cf. VI Cat., c. 20; para la historia de esta fórmula cf. WENGER,
Introd. cit., pp. 79-90.
29. Cf. en especial la IV Cat., cc. 1-18.
30. Cf. IV Cat., c. 3; VI, c. 26.
31. Cf. IV Cat., c. 10.
32. Cf. VI Cat., c. 27.
33. Cf. X Cat.. c. 24.

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