Traductor: P. Herminio Rodríguez, OSA
En la vida social,
también se creen muchas cosas sin ser vistas. La buena voluntad del amigo no se
ve, pero se cree en ella. Sin alguna fe, ni siquiera podemos tener certeza del
afecto del amigo probado
I. 1. Piensan algunos que la religión
cristiana es más digna de burla que de adhesión, porque no presenta ante
nuestros ojos lo que podemos ver, sino que nos manda creer lo que no vemos. Para
refutar a los que presumen que se conducen sabiamente negándose a creer lo que
no ven, les demostramos que es preciso creer muchas cosas sin verlas, aunque no
podamos mostrar ante sus ojos corporales las verdades divinas que creemos.
En primer lugar, a esos Insensatos, tan esclavos de
los ojos del cuerpo que llegan a persuadirse que no deben creer lo que no ven,
hemos de advertirles que ellos mismos creen y conocen muchas cosas que no se
pueden percibir con aquellos sentidos. Son innumerables las que existen en
nuestra alma, que es por naturaleza invisible. Por ejemplo: ¿qué hay más
sencillo, más claro, más cierto que el acto de creer o de conocer que creemos o
que no creemos alguna cosa, aunque estos actos estén muy lejos del alcance de la
visión corporal? ¿Qué razón hay para negarse a creer lo que no vemos con los
ojos del cuerpo, cuando, sin duda alguna, vemos que creemos o que no creemos, y
estos actos no se pueden percibir con los sentidos corporales?
2. Pero dicen: lo que está en e1 alma,
podemos conocerlo con la facultad interior del alma, y. no necesitamos los ojos
del cuerpo; pero lo que nos mandáis creer, ni lo presentáis al exterior para que
lo veamos con los ojos corporales ni está dentro en nuestra alma para que
podamos verlo con el entendimiento. Dicen estas cosas como si a alguno se le
mandara creer lo que ya tiene ante los ojos. Es preciso creer algunas cosas
temporales que no vemos, para que seamos dignos de ver las eternas que creemos.
Y tú, que no quieres creer más que lo que ves, escucha un, momento: ves los
objetos presentes con los ojos del cuerpo; ves tus pensamientos y afectos con
los ojos del alma. Ahora dime, por favor: ¿cómo ves el afecto de tu amigo?
Porque el afecto no puede verse con los ojos corporales. ¿Ves, por ventura, con
los ojos del alma lo que pasa en el alma de otro? Y, si no lo ves, ¿cómo
corresponderás a los sentimientos amistosos, cuando no crees lo que no puedes
ver? ¿Replicarás, tal vez, que ves el afecto del amigo en sus obras? Verás, en
efecto, las obras de tu amigo, oirás sus palabras; pero habrás de creer en su
afecto, porque éste ni se puede ver ni oír, ya que no es un color o una figura
que entre por los ojos, ni un sonido o una canción que penetre por los oídos, ni
una afección interior que se manifieste a la conciencia. Sólo te resta creer lo
que no puedes ver, ni oír; ni conocer por el testimonio de la conciencia, para
que no quedes aislado en la vida sin el consuelo de la amistad, o el afecto de
tu amigo quede sin justa correspondencia. ¿Dónde está tu propósito de no creer
más que lo que vieres exteriormente con los ojos del cuerpo o interiormente con
los ojos del alma? Ya ves que tu afecto te mueve a creer en el afecto no tuyo; y
adonde no pueden llegar ni tu vista ni tu entendimiento, llega tu fe. Con los
ojos del cuerpo ves el rostro de tu amigo, y con los ojos del alma ves tu propia
fidelidad; pero la fidelidad del amigo no puedes amarla si no tienes también la
fe que te incline a creer lo que en él no ves; aunque el hombre puede engañar
mintiendo amor y ocultando su mala intención. Y, si no intenta hacer daño, finge
la caridad, que no tiene, para conseguir de ti algún beneficio.
3. Pero dices que, si crees al amigo, aunque
no puedes ver su corazón, es porque lo probaste en tu desgracia y conociste su
fidelidad cuando no te abandonó en los momentos de peligro. ¿Te imaginas, por
ventura, que hemos de anhelar nuestra desgracia para probar el amor de los
amigos? Ninguno podría gustar la dulzura de la amistad si no gustara antes la
amargura de la adversidad; ni gozaría el placer del verdadero amor quien no
sufriera el tormento de la angustia y del dolor. La felicidad de tener buenos
amigos, ¿por qué no ha de ser más bien temida que deseada, si no se puede
conseguir sin la propia desgracia? Y, sin embargo, es muy cierto que también en
la prosperidad se puede tener un buen amigo, aunque su amor se prueba más
fácilmente en la adversidad.
Si de la sociedad
humana desaparece la fe, vendrá una confusión espantosa
II. En efecto, si no creyeras, no te
expondrías al peligro para probar la amistad. Y, por tanto, cuando así lo haces,
ya crees antes de la prueba. En verdad, si no debemos creer lo que vemos, ¿cómo
creemos en la fidelidad de los amigos sin tenerla comprobada? Y cuando llegamos
a probarla en la adversidad, aun entonces es más bien creída que vista. Si no es
tanta la fe que, no sin razón, nos imaginamos ver con sus ojos lo que creemos.
Debemos creer, porque no podemos ver.
4. ¿Quién no ve la gran perturbación, la
confusión espantosa que vendrá si de la sociedad humana desaparece la fe? Siendo
invisible el amor, ¿cómo se amarán mutuamente los hombres, si nadie cree lo que
no ve? Desaparecerá la amistad, porque se funda en el amor recíproco. ¿Qué
testimonio de amor recibirá un hombre de otro si no creer que se lo puede dar?
Destruida la amistad, no podrán conservarse en el alma los lazos del matrimonio,
del parentesco y de la afinidad, porque también en estos hay relación amistosa.
Y así, ni el esposo amará a la esposa, ni ésta al esposo, si no creen en el amor
recíproco porque no se puede ver. Ni desearán tener hijos, cuando no creen que
mutuamente se los han de dar. Si estos nacen y se desarrollan, tampoco amarán a
sus padres; pues, siendo invisible el amor, no verán el que para ellos abrasa
los paternos corazones, si creer los que no se ve es temeridad reprensible y no
fe digna de alabanza. ¿Qué diré de las otras relaciones de hermanos, hermanas,
yernos y suegros, y demás consanguíneos y afines, si el amor de los padres a sus
hijos y de los hijos a sus padres es incierto y la intención sospechosa, cuando
no se quieren mutuamente? Y no lo hacen estimando que no tienen obligación, pues
no creen en el amor del otro porque no lo ven. No creer que somos amados, porque
no vemos el amor, ni corresponder al afecto con el afecto, porque no pensamos
que nos lo debemos recíprocamente, es una precaución mas molesta que ingeniosa.
Si no creemos lo que no vemos, si no admitimos la buena voluntad de los otros
porque no puede llegar hasta ella nuestra mirada, de tal manera se perturban las
relaciones entre los hombres, que es imposible la vida social. No quiero hablar
del gran número de hechos que nuestros adversarios, los que nos reprenden porque
creemos lo que no vemos, creen ellos también por el rumor público y por la
historia, o referentes a los lugares donde nunca estuvieron. Y no digan: No
creemos porque no vimos. Pues si lo dicen, se ven obligados a confesa que no
saben con certeza quiénes son sus padres. Ya que, no conservando recuerdo alguno
de aquel tiempo, creyeron sin vacilación a los que se lo afirmaron, aunque no se
lo pudieran demostrar por tratarse de un hecho ya pasado. De otra manera, al
querer evitar la temeridad de creer lo que no vemos, incurriríamos
necesariamente en el pecado de infidelidad a los propios padres.
Motivos para creer.
Cumplimiento de las profecías relativas a la Iglesia
III. Si no es posible que subsista, por
falta de concordia, la sociedad humana, cuando rehusamos creer lo que no
vemos, ¿con cuánta mayor razón hemos de dar fe a las verdades divinas que no
vemos; pues, si se niega, no se profana la amistad de los hombres, sino la
religión sublime, para caer en la eterna desventura?
5. Pero dirás: aunque no veo el afecto del
amigo, puedo tener pruebas de su existencia. Vosotros, en cambio, sin prueba
alguna nos mandáis creer lo que no vemos. Ya es algo que me concedas que hay
motivos para creer algunas verdades aunque no se vean. Porque así queda bien
sentada esta afirmación: No todo lo que no se ve debe no ser creído. Y rechazada
en absoluto esta otra: No debemos creer lo que no vemos. Mucho se equivocan los
que piensan que sin pruebas suficientes creemos en Cristo ¿Qué prueba más
evidente que el cumplimiento de las profecías? Por tanto, los que pensáis que no
hay motivo alguno para creer de Cristo lo que no visteis, considerad lo que
estáis viendo.
La misma Iglesia con voz maternal os habla: Yo, a
quien admiráis extendida por todo el mundo y dando frutos copiosos de santidad,
no siempre existí como ahora me estáis viendo. Pero escrito está: En tu
descendencia serán bendecidas todas las naciones 1.
Cuando Dios bendecía a Abraham, era yo la prometida, pues con la bendición
de Cristo me propago entre todas las gentes. La serie de generaciones de
testimonio de Cristo, descendiente de Abraham. Lo probaré en pocas palabras:
Abraham engendró a Isaac, Isaac engendr6 a Jacob, Jacob engendró doce hijos, y
de éstos procede el pueblo de Israel. Pues Jacob fue llamado Israel. Entre los
doce hijos se cuenta Judá, del que tomaron su nombre los judíos; y de éstos
nació la Virgen María, que dio a luz a Cristo. Veis con asombro cómo en Cristo,
esto es, en la descendencia de Abraham, son bendecidas todas las naciones. ¡Y
aun teméis creer en Él, cuando lo que debisteis temer, en realidad, es vuestra
falta de fe! ¿Ponéis en duda o negáis el parto de la Virgen, cuando más bien
debéis creer que así convenía que naciera el Hombre Dios? Sabed que fue
anunciado por el profeta: He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo,
y llamarán su nombre Emmanuel, que, traducido, quiere decir Dios con nosotros 2.
No podéis dudar que da a luz la Virgen, si queréis creer que nace Dios; que,
sin dejar el gobierno del mundo, viene a nosotros en carne humana; que hace a su
madre fecunda sin quitarle la integridad virginal. Así debía nacer el que,
siendo eternamente Dios, se hizo hombre para ser nuestro Dios. Por eso, hablando
de Él, dice el profeta: Tu trono, ¡oh Dios!, es por los siglos eternos, y
cetro de equidad es el cetro de tu reino. Amaras la justicia y aborreces la
iniquidad; por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con el óleo de la alegría
más que a tus compañeros. Con esta unción espiritual, Dios ungió a Dios, o
sea, el Padre al Hijo. De aquí sabemos que el nombre de Cristo viene de crisma,
que significa unción.
Yo soy la Iglesia, de la que se le habla en el mismo
salmo y se anuncia como un hecho que había de venir: Estará la reina a tu
derecha, vestida de oro, rodeada de variedad, es decir, en el templo de la
sabiduría, adornada con variedad de lenguas. Allí se me dice: Oye, hija,
mira, aplica tu oído, olvida tu pueblo Y la casa de tu padre; porque el rey se
prendó de tu hermosura, pues él es el Señor Dios tuyo, y las hijas de Tiro
vendrán con dones para adorarle, los ricos del pueblo solicitarán tu favor. Toda
la gloria de la hija del rey viene de dentro; sus vestidos son brocado de oro y
variedad de colores. Detrás de ella, las vírgenes son introducidas al rey; sus
amigas os son presentadas: vendrán con júbilo y con alegría, serán
introducidas en el real palacio. A tus padres sucederán tus hijos; los
constituirás príncipes por toda la tierra. Recordarán tu nombre de una en otra
generación. Por esto los pueblos te alabarán eternamente 3.
6. Si no veis a esta reina acompañada de su
real descendencia; si ella no ve cumplida la promesa que le fue hecha cuando se
le dijo: Oye, hija, mira; si no ha dejado ya los antiguos ritos del
mundo, obedeciendo la orden: Olvida tu pueblo Y la casa de tu padre; si
no glorifica en todas partes a nuestro Señor Jesucristo, según la profecía:
El rey se prendó de tu hermosura, pues Él es el Señor Dios tuyo; si no ve
cómo las ciudades de los gentiles elevan súplicas a Cristo y le ofrecen dones,
como fue anunciado: Las hijas de Tiro vendrán con dones para adorarle; si
no se humilla la soberbia de los poderosos, y piden auxilio a la Iglesia, a
quien fue dicho: Los ricos del pueblo solicitarán tu favor; si no
reconoce a la hija del rey, a quien se ordenó decir: Padre nuestro, que estás
en los cielos 4;
y si en sus santos no se renueva interiormente de día en día 5,
aquella de quien fue dicho: Toda la gloria de la hija del rey viene de
dentro; aunque impresione a los extraños con la gloria de sus predicadores
en diversidad de lenguas, como vestidos resplandecientes de oro y variedad de
colores; si, después de difundir por todas partes el buen olor de sus obras, no
lleva las santas vírgenes a Cristo, de quien y a quien se dice: Detrás de
ella, las vírgenes son introducidas al rey; sus amigas os son presentadas,
y, para que no se imagine alguno que son conducidas a una prisión, vendrán,
dice, con júbilo y con alegría, serán introducidas en el real palacio;
si no da a luz hijos, y de entre ellos venera algunos como padres y los
nombra prelados en diversos lugares, según el texto: A tus padres sucederán
tus hijos, los constituirás príncipes por toda la tierra; a sus oraciones se
encomienda la madre que es, al mismo tiempo, señora y súbdita; y por esto se
añade: Recordarán tu nombre de una en otra generación; si, por la
predicación de esos padres que recordaron siempre la gloria de la santa madre
Iglesia, no se congregan en su seno tantas multitudes de creyentes que en sus
propias lenguas la alaban sin cesar, conforme a la profecía: Por esto los
pueblos te alabarán eternamente.
Lo que ahora vemos
cumplido, debe movernos a creer lo que no vimos
IV. Si todo esto
no se demuestra con tanta evidencia que los adversarios, adonde quiera que
vuelvan la vista, encuentren el fulgor de la luz que les obligue a confesar la
verdad, decís, y tal vez con razón, que no hay motivos para creer lo que no
veis. Si, por el contrario, lo que estáis viendo fue anunciado mucho antes y se
ha cumplido con toda exactitud; si la verdad se os manifiesta a sí misma en los
hechos, pasados y presentes, entonces, ¡oh restos de la infidelidad!, para creer
lo que no veis, sonrojaos ante lo que veis.
7. Prestadme atención, os dice la Iglesia;
prestadme atención, pues me veis, aun sin quererlo. Todos los fieles que había
en aquel tiempo en la Judea conocieron estos hechos cuando se realizaron: que
Cristo nació milagrosamente de la Virgen; que padeció, resucitó y subió a los
cielos, y, además, todas sus palabras y obras divinas. Estas cosas no las
visteis vosotros, y por eso os negáis a creerlas. Pero mirad, ved y considerad
atentamente las que estáis viendo. No se os habla de las pasadas ni se os
anuncian las futuras: se os muestran las presentes. ¿Os parece de poca monta, o
imagináis que no es un milagro, y un milagro estupendo, que todo el mundo siga a
un hombre crucificado? No visteis lo que fue vaticinado y cumplido sobre el
nacimiento de Cristo según la carne: He aquí que una virgen concebirá y
parirá un hijo; pero veis cumplida la promesa que hizo Dios a Abraham: En
tu descendencia serán bendecidas todas las naciones. No visteis los milagros
de Cristo que la profecía anuncia con estas palabras: Venid y ved las obras
del Señor, los prodigios que ha dejado sobre la tierra 6;
pero veis lo que fue vaticinado: Díjome el Señor: tú eres mi Hijo; hoy te
engendré yo. Pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los
confines de la tierra 7.
No visteis lo que fue anunciado y cumplido referente a la pasión de Cristo:
Han taladrado mis manos y mis pies, puedo contar todos mis huesos; y ellos me
miran, me contemplan; se han repartido mis vestiduras y echan suerte acerca de
mi túnica; pero veis lo que en el mismo salmo fue anunciado y ahora aparece
cumplido: Se acordarán del. Señor y se convertirán a El todos los confines de
la tierra, y le adorarán todas las familias de las gentes; porque del Señor es
el reino, y Él dominará a las naciones 8.
No visteis la profecía, que se cumplió, acerca de la resurrección de Cristo;
pero hablando en nombre de Él, el Salmista dice primeramente del traidor y de
los perseguidores: Salían fuera y hablaban reunidos, murmuraban contra mí
todos mis contrarios; contra mí pensaban mal; en mi daño dijeron palabras
injustas. Y para demostrarles que nada conseguirían dando muerte al que
había de resucitar, añadió estas palabras: ¿Por ventura el que duerme no
volverá a levantarse? Y un poco después, en el mismo salmo, anunció del
traidor lo que también está escrito en el Evangelio: El que comía mi pan,
alzó contra mí su calcañal; es decir, me pisoteó. E inmediatamente añadió:
Pero tú, ¡oh Señor!, ten piedad de mí, haz que me levante, y les daré
su merecido 9.
Esto se ha cumplido: durmió Cristo y despertó, es decir, resucitó, El es
quien en otro salmo, por boca del mismo profeta, dijo: Acostéme y me dormí, y
me levanté porque el Señor me sustentaba 10.
No visteis esto, ciertamente; pero veis su Iglesia,
de la que también se ha cumplido lo anunciado: Señor Dios mío, a ti vendrán
los pueblos desde los últimos confines de la tierra y dirán: Verdaderamente
nuestros padres adoraron dioses falsos, vanidad sin provecho alguno. Esto,
ciertamente lo veis, queráis o no. Y aunque os imaginéis que hay o que hubo
algún provecho en el culto de los dioses falsos, sin embargo, a innumerables
pueblos gentiles que habían abandonado, derribado o destruido esas estatuas
inútiles, les oísteis decir: Verdaderamente nuestros padres adoraron dioses
falsos, vanidad sin provecho alguno; si es el hombre el que se hace los dioses,
entonces no son dioses 11.
Y no se os ocurra pensar que estos pueblos han de venir a Dios en un lugar
divino determinado, porque se ha dicho: A ti vendrán los pueblos desde los
últimos confines de la tierra. Entended, si podéis, que al Dios de los
cristianos, que es el Dios altísimo y verdadero, no vienen los pueblos gentiles
caminando, sino creyendo. Esto mismo anunció otro profeta: El Señor será
terrible contra ellos y destruirá a todos los dioses de la tierra, y todos, cada
uno desde su lugar, y todas las islas de las gentes le adorarán 12.
Lo que uno dice: A ti vendrán todos los pueblos, el otro lo expresa
de esta manera: Cada uno desde su lugar le adorarán. Vendrán, por
consiguiente, a Él sin salir de su lugar, porque, creyendo en Él, lo hallarán en
su propio corazón.
No visteis lo que fue anunciado y cumplido acerca de
la ascensión de Cristo: Alzate, ¡oh Dios!, sobre los cielos; pero veis lo
que añade el profeta: Y brille tu gloria por toda la tierra 13.
No visteis todos aquellos hechos ya pasados referentes a Cristo, pero estos
que están presentes en su Iglesia no podéis negarlos. Os demostramos la
predicción de aquellos y de éstos, pero no podemos demostraras el cump1imiento
de todos, porque es imposible presentar de nuevo ante la vista el pasado.
La visión del presente
es motivo de la fe en el pasado y en el porvenir
V. 8. Pero así como por las pruebas que se
ven creemos en los sentimientos amistosos sin ser vistos, de la misma manera, la
Iglesia, que ahora vemos, es índice del pasado y anticipo y anuncio del
porvenir, que no se ve, pero se muestra en las mismas Escrituras, en que ella es
anunciada. En el instante de la predicción, nada era visible: ni el pasado, que
ya no se puede ver, ni el presente, que no todo es visible. Cuando comenzaron a
realizarse estas cosas, desde las ya pasadas hasta las presentes, todas las
profecías relativas a Cristo y a su Iglesia se han ido cumpliendo en serie
ordenada. A esta serie pertenecen: el juicio final, la resurrección de los
muertos, la eterna condenación de los malos con el diablo y la eterna gloria de
los buenos con Cristo. Todas estas cosas fueron igualmente anunciadas y han de
realizarse. ¿Por qué no hemos de creer las cosas pasadas Y futuras que no vemos,
teniendo la 'prueba de unas Y otras en las presentes que vemos, Y leyendo u
oyendo leer en los libros proféticos que las pasadas, las presentes y las
futuras fueron todas anunciadas antes que sucedieran? A no ser que los infieles
sospechen que las escribieron los cristianos para dar mayor autoridad a las que
ya creían, suponiéndolas prometidas antes de realizarse.
Los libros de los
judíos prueban nuestra fe. Por qué no ha sido exterminada la secta de los judíos
VI. 9. Si tienen esta sospecha, examinen
detenidamente los libros de los judíos, nuestros enemigos. Lean allí todas estas
cosas de que hemos hablado, anunciadas de Cristo, en quien creemos, y de su
Iglesia, que vemos desde los primeros trabajos en la propagación de la fe, hasta
la eterna bienaventuranza del reino de los cielos. Cuando leen, no les sorprenda
que los poseedores de esos libros, cegados por el odio, no entiendan estas
cosas. Pues esta falta de inteligencia ya fue anunciada por los profetas, y
debía cumplirse, como todas las demás profecías, para que los judíos, por
secretos motivos de la divina justicia, reciban el castigo merecido por sus
culpas. Aquel que crucificaron, y a quien dieron hiel y vinagre, aunque estando
pendiente del madero, por amor de los que había de sacar de las tinieblas a la
luz, dijo al Padre: Perdónales, porque no saben lo que hacen 14,
sin embargo, a causa de los otros que, por secretos juicios divinos, había
de abandonar, anunció mucho antes por boca del profeta: Echaron hiel en mi
alimento, y cuando tuve sed, me dieron a beber vinagre; séales su mesa un lazo y
su prosperidad un tropiezo; apáguese la luz de sus ojos para que no vean, y sus
lomos estén siempre vacilantes 15.
Con los ojos sin luz van por todas partes, nevando consigo las pruebas
luminosas de nuestra causa, para que con ellas ésta sea probada y ellos,
reprobados. Este pueblo judío no fue exterminado, sino dispersado por todo el
mundo, para que, llevando consigo las profecías de la gracia que hemos recibido,
nos sirva en todas partes para convencer más fácilmente a los infieles. Esto
mismo que voy diciendo ha sido anunciado por el profeta: No los mates, por
que no se olviden de tu ley; dispérsales con tu fortaleza 16.
No fueron muertos porque no olvidaron lo que habían leído o habían oído leer
en las sagradas Escrituras. Si, aunque no entienden esos libros santos, los
hubieran olvidado completamente, habrían perecido con los ritos judaicos. Porque
si los judíos no conocieran la Ley y los Profetas, para nada nos servirían. Por
eso no fueron muertos, sino dispersados: para que sus recuerdos nos sean útiles,
aunque ellos no tengan la fe que salva. En sus corazones son nuestros
adversarios, y en sus Escrituras nuestros servidores y testigos.
Maravillosa conversión
del mundo a la fe de Cristo
VII. 10. Aunque no existieran profecías
acerca de Cristo y de su Iglesia, ¿quién dejaría de creer que brilló de
improviso para el género humano una divina claridad, cuando vemos los falsos
dioses abandonados, sus imágenes destrozadas, sus templos destruidos o
destinados a fines diversos, tantos ritos supersticiosos, profundamente
arraigados en las costumbres populares, abolidos, y que todos invocan a un solo
Dios verdadero? Y esto lo realizó un hombre por los hombres insultado, detenido,
maniatado, azotado, despojado, cubierto de oprobios, crucificado, muerto.
Eligió, para continuar su obra, unos discípulos humildes e ignorantes,
pescadores y publicanos, que predicaron la resurrección del Maestro y su
gloriosa ascensión, de la que ellos, según propia declaración, fueron testigos
oculares; y, llenos del Espíritu Santo, anunciaron este Evangelio en lenguas que
no habían aprendido. Algunos de los que oyeron la buena nueva, creyeron; otros
se negaron a creer y se opusieron ferozmente a los predicadores y a los fieles,
que lucharon por la verdad hasta la muerte, no haciendo mal, sino padeciéndolo
con resignación; y vencieron, no matando, sino muriendo. Así se convirtió el
mundo; así entró el Evangelio en el corazón de los mortales, hombres y mujeres,
jóvenes y ancianos, sabios e ignorantes, prudentes y necios, fuertes y débiles,
nobles y plebeyos, grandes y pequeños; y de tal manera se propagó la Iglesia por
todas las naciones, que no hay secta perversa contraria a la fe católica, ni
error tan enemigo de la verdad cristiana, que no usurpe y quiera gloriarse del
nombre de Cristo. Por cierto que no le sería permitido manifestarse en el mundo
si la contradicción no sirviera también para probar la verdadera doctrina.
Aunque nada de esto hubiera sido anunciado por los
profetas, ¿cómo hubiera podido un hombre crucificado realizar tan grandes cosas
si no fuera un Dios encarnado? Mas habiendo tenido este gran misterio de amor
sus vates y predicadores, que por inspiración divina lo anunciaron, y habiéndose
cumplido con absoluta fidelidad, ¿quién estará tan privado de la razón que diga
que los apóstoles mintieron, predicando que Cristo ha venido como lo anunciaron
los profetas, que no callaron la verdad de los hechos futuros referentes a los
mismos apóstoles? De éstos habían dicho: No hay idioma ni lenguaje en el que
no se oiga su voz; su pregón resonó en toda la tierra, y sus palabras llegaron
hasta los confines del universo 17.
Esto, ciertamente, lo vemos cumplido en el mundo, aunque no conocimos en
carne a Cristo. ¿Quién, pues, que no padezca increíble ceguera intelectual o que
no esté endurecido con increíble obstinación, rehusará dar fe a las sagradas
Escrituras, que anunciaron la conversión de todo el mundo a la fe de Cristo?
Exhortación a
permanecer constantes en la fe
VIII. 11. Fortalézcase y aumente en vosotros,
queridos míos, esta fe que ya tenéis o que acabáis de recibir. Como se
cumplieron las cosas temporales mucho antes anunciadas, se cumplirán también las
eternas prometidas. No os dejéis seducir ni por los supersticiosos paganos, ni
por los pérfidos judíos, ni por los falaces herejes, ni tampoco, dentro de la
Iglesia, por los malos cristianos, enemigos tanto más peligrosos cuanto más
interiores. Y, para que no vacilasen los débiles, no guardó silencio el profeta
divino. Y así, en el Cantar de los Cantares, hablando el Esposo a la Esposa, o
sea, Cristo a la Iglesia, le dice: Como el lirio entre espinas, así mi amada
entre las hijas 18.
No dijo entre las extrañas, sino entre las hijas. Quien tenga oídos para
oír, oiga; y mientras la red que fue echada al mar y recoge toda clase de
peces, como dice el santo Evangelio, es sacada a la orilla, esto es, al fin del
mundo, apártese de los peces malos, no con el cuerpo, sino con el corazón; no
rompiendo las redes santas, sino mudando las malas costumbres. No sea que los
justos, que ahora aparecen mezclados con los malos, encuentren no la vida
eterna, sino el eterno castigo cuando sean separados en la orilla 19.
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