sábado, 10 de enero de 2015

EPPUR SI MUOVE.



«Maldigo y reniego de mis errores y herejías, y juro que en el futuro no diré jamás ni afirmaré, de palabra ni por escrito, que la Tierra se mueve alrededor del Sol». Más o menos con estas palabras y puesto de rodillas ante los inquisidores de Roma, el anciano y achacoso Galileo Galilei tuvo que abjurar el 22 de julio de 1633 de la teoría heliocéntrica. Después de mucho pensado, casi cuatro siglos después, la Iglesia por fin reconoció que metió la pata hasta el corvejón y que Galileo tenía razón. Que por mucho que diga la Biblia, la Tierra no es el centro del universo. 
El origen de todo el proceso a Galileo fue la publicación de su obra Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, tolemaico y copernicano, donde defendía con nuevos datos la teoría heliocéntrica de Copérnico sobre los movimientos de los cuerpos celestes. La obra tenía el permiso para imprenta, pero dio igual, los envidiosos denunciaron a Galileo ante la Inquisición por contradecir a las Sagradas Escrituras. 
El hombre, que ya no estaba para muchos trotes, tuvo que hincar la rodilla como pudo para decir que, de lo dicho, nada de nada. Que la Tierra era el centro de todo, que no se movía de donde la había puesto Dios y que el resto del universo giraba a nuestro alrededor. 
Fue entonces, después de su famosa abjuración, cuando dijo aquello de «eppur si mueves, que traducido viene a ser «sin embargo, se mueve». O dicho de forma más coloquial, vale, para ti la perra gorda, pero la Tierra, moverse, se mueve. Era la pataleta de Galileo ante los inquisidores que le obligaron a renegar de la verdad. Unos cuentan que lo dijo por lo bajini y otros aseguran que lo soltó a voz en grito, pero Galileo, casi con total seguridad a decir de los expertos, no dijo nada de esto, porque en aquella época de clérigos con cerebro de mosquito le hubieran quemado allí mismo. 
Galileo vio prohibidos sus escritos, fue recluido para los restos y humillado por saber ver más allá de sus narices. La Iglesia rehabilitó a Galileo a finales del siglo XX, quizás porque tardó casi cuatro siglos en entender eso de la teoría heliocéntrica. 

NIEVES CONCOSTRINA.

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