domingo, 4 de enero de 2015

HOMILIA 39

1. De nuevo mi Jesús, de nuevo el misterio, un misterio que no es
falaz ni indecente como lo son los del error y embriaguez de los
griegos —de tales motejo yo a sus sacrificios y pienso que lo mismo
harán todas las personas cuerdas—, sino que es un misterio sublime
y divino, adecuado al supremo resplandor. Pues el sagrado día de la
luz que hoy nos ha congregado y de cuya celebración hemos sido
considerados dignos tiene por objeto el Bautismo de mi Cristo, luz
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo1, lleva
a cabo mi purificación y presta ayuda a la luz que al principio
recibimos de lo alto y que por el pecado oscurecemos y ofuscamos.

2. Escucha, por tanto, la palabra divina que resuena vehemente
dentro de mí, iniciado e iniciador de estos misterios, aunque bien
pudiera ser que a vosotros os suceda otro tanto. «Yo soy la luz del
mundo»2 y, por este motivo, «acércate a El y sé iluminado y tu rostro
no se avergonzará»3, porque estará signado con la luz verdadera4.
Es tiempo de regeneración: ¡nazcamos de nuevo! Tiempo para
nuestra reforma: ¡retomemos el primer Adán!5. No sigamos siendo
como ahora somos, ¡seamos como fuimos! «La luz resplandece en las
tinieblas»6, es decir, en esta vida, en esta vida carnal. Es perseguida,
por las tinieblas, mas no apresada7. Me refiero al poder del enemigo
que si, imprudente como era, atacó a quien parecía Adán, enfrentado
con Dios fue vencido8 para que nosotros, apartados de las tinieblas,
nos acerquemos a la luz y luego lleguemos a ser luz perfecta, o sea,
engendrados por la luz perfecta. ¿Advertís la gracia en este día?
¿Veis la eficacia de este misterio? ¿Acaso no sois levantados de la
tierra? ¿No fuisteis, por ventura, puestos en el cielo, a la vista de
todos, merced a mi voz y a mis consideraciones?9 Y aún más altos
seréis colocados cuando el Logos dirija por buen camino mi discurso.


3. ¿Es ésta la purificación conforme a la ley, la que es sombra10,
que actúa mediante purificaciones pasajeras y en virtud de las
cenizas de una ternera11 purifica a los manchados? ¿O es, tal vez,
los misterios de este linaje que celebran los griegos? Celebraciones e
iniciaciones que a mí se me antojan simplezas, invenciones sombrías
de los demonios, ficción de mentes desgraciadas afianzada por el
paso del tiempo y cubiertas de mitos. Adoran todas estas cosas como
verdaderas, las encubren como míticas. Sin embargo, si realmente
son verdaderas no conviene que se les llame «mitos», ya que no son
vergonzosas12. En cambio, si son falsas no son dignas de respeto ni
cabe tener sobre una misma cuestión opiniones encontradas, como si
estuvieran entreteniéndose con una pandilla de muchachos o en un
corro de hombres privados por entero de juicio y no hablando con
personas sensatas, adoradores del Logos aunque desprecien el hábil
y sucio arte de la persuasión13.

4. Nosotros nada tenemos que ver ni con la estirpe ni con los
hurtos de Zeus, el tirano de los cretenses —aunque a los griegos les
moleste esta interpretación14. Ni con los estruendos, aplausos y
danzas armadas de los Curetes15, destinados a ocultar los sollozos
del dios para que pase inadvertido a su padre, odiador de sus hijos.
Pues indigno era que quien debía ser devorado como una piedra
llorase igual que un niño. No se trata aquí de las mutilaciones de los
frigios, de sus flautas16, de los Coribantes17, ni de todo aquello que,
estando fuera de sí, hacen los iniciados en los misterios de Rea en
honor de la madre de los dioses. A nosotros no nos es raptada
ninguna muchacha18, ni tenemos Deméter que ande errante, ni
sacamos a relucir Celeos, Tritolemos19, ni dragones, ni, en fin, tantas
otras cosas que aquella hace y padece. Me avergüenzo de poner a la
luz del día la nocturna celebración de los misterios y de hacer de la
vergüenza un misterio20. Eleusis conoce tales cosas y también los
iniciados en esos misterios, silenciosos y realmente dignos de
silencio. Nada tenemos que ver con Dioniso, ni con el muslo que sufre
dolores de parto al alumbrar a un feto no llegado a término21, ni, por
ende, con la cabeza que ya antes había parido otro feto22. Ni con un
dios afeminado y su coro de borrachos, ejército de disolutos, ni con la
necedad de los tebanos que lo veneran23, ni con el rayo adorado de
Semele24. Tampoco con los obscenos misterios de Afrodita,
engendrada de forma vergonzosa, y según la opinión de sus propios
adoradores, también vergonzosamente venerada25. Ni con ciertos
Falos e Itífalos, depravados de aspecto y hechos26. Tampoco con los
asesinos de extranjeros de Taúride27, ni con la sangre de los
adolescentes espartanos desgarrados con látigos, que se derrama
sobre los altares. Adolescentes adoradores de una diosa, virgen por
más señas28, que sólo se comportaban virilmente ante una cosa: el
mal. Pues en unas solas personas se juntaban el honor a la molicie y
la veneración del coraje.

5. ¿Dónde dejas el canibalismo de Pélope, gracias al cual se
sacian los hambrientos dioses, y su hospitalidad cruel e inhumana?29
¿Dónde las horribles y sombrias apariciones de Hécate?30 ¿Dónde
los oráculos y los vaticinios subterráneos de Trofonio31, las necias
parlerías del roble de Dodona32, las astutas mañas del trípode de
Delfos33, el agua de la fuente de Castalia, que presagiaba el
futuro?34 Ninguno de éstos fue capaz de adivinar su propio porvenir:
el silencio35. En nada tenemos los sacrificios de los magos, ni los
augurios fundados en el examen de visceras36. En nada la astrología
y la genealogia de los caldeos quienes, incapaces de conocerse a sí
mismos y de saber qué son y qué serán, vinculan nuestro futuro a los
movimientos celestes37. Nuestras fiestas no guardan relación alguna
con las orgías de los tracios de las que, según es fama, derivan las
prácticas religiosas de los cultos38. Ni con las celebraciones y
misterios de Orfeo39, a quien los griegos admiran por su sabiduría,
atribuyéndose la invención de la lira con cuyo tañido atraía a sí todas
las cosas. Ni con el justo castigo que Mitra impone a los iniciados en
sus misterios40. Ni con los descuartizamientos de Osiris o con
cualquier otro suplicio venerado por los egipcios41. Ni con los
infortunios de Isis42, ni con los machos cabríos adorados por los
mendesios43, ni con el pesebre de Apis, el buey cebado por la
necedad de los habitantes de Menfis44, ni con las injurias con que se
honra al Nilo, el dador de frutos, como le llaman, rico en espigas y
que mide la felicidad por cubos de agua45.

6. Y paso por alto el culto tributado a los reptiles y a las bestias
salvajes, así como el precio pagado a la obscenidad. Cada uno de
éstos tenía ceremonias y fiestas propias, sólo les era común la
insensatez. Dado que deseaban ser impíos hasta el extremo y
apartarse por completo de Dios, entregándose a la adoración de
ídolos producto de su arte, creación de sus manos, nada mejor
podían apetecer las personas sensatas sino que aquellos honrasen y
venerasen sus cosas tal y como lo hacían, de suerte que, como dice
San Pablo46, recibieran por recompensa un premio adaptado al error
que adoraban: que a causa de sus divinidades se hicieran tanto más
despreciables cuanto más las honraban. Detestables eran por su
error. Más aún por la vileza de lo que adoraban y veneraban. De
manera que llegaban a ser más necios que los objetos de su
adoración, superándolos en necedad tanto cuanto ellos los
superaban en vileza.

7. Los hijos de los griegos y sus demonios diviértanse con estas
cosas que acarrean su desgracia y, divididos por la diversidad de
opiniones e imágenes vergonzosas, dirijan a ellas el honor digno de
Dios. Todo esto comenzó a suceder desde el punto en que fuimos
expulsados del árbol de la vida47 por haber comido su fruto en
momentos que no era oportuno ni conveniente48. Al instante los
demonios asaltaron a los hombres incitándoles para que, como
débiles que eran, se olvidaran de guiarse por la razón y abrieran las
puertas a las pasiones. Pues, envidiosos y enemigos del hombre o,
mejor dicho, hechos tales por su maldad, no querían permitir que los
hombres, una vez hechos terrenos por su caída desde el cielo a la
tierra, alcanzasen los bienes celestes. Ni llevaban tampoco a bien ser
desposeídos de su gloria y condición de primeros. Por ello
persiguieron a la naturaleza humana, para injuriar en ella a la imagen
de Dios. Y como no elegimos observar la ley, fuimos dejados al
albedrío de nuestro error; como nos equivocamos, obtuvimos la
deshonra conveniente al objeto de nuestra veneración49. No sólo es
indigno que habiendo sido creados para las buenas obras, para la
alabanza del Creador, para imitar a Dios en la medida en que nos es
posible, nos hayamos convertido en instigadores de toda suerte de
pasiones que devoran al hombre interior y lo consumen
miserablemente, sino que también es igualmente indigno que
inventemos dioses patronos de las pasiones, a fin de que la comisión
de los pecados no sea considerada una necedad, sino algo divino.
Pues algunos pretenden justificarse con el ejemplo de aquellos a
quienes adoran.

8. Mas como a nosotros, por beneficio divino, se nos ha concedido
huir del error supersticioso y permanecer en la verdad y servir a Dios
vivo y verdadero y estar por encima de la creación, sobrepasando a
cuanto está sometido al tiempo y al movimiento, conocemos a Dios y
meditamos sobre las cosas divinas. Y comenzamos nuestra
meditación por donde más conviene hacerlo. El punto de arranque
más adecuado nos fue indicado por Salomón al decir50: «principio de
la Sabiduría: adquiere la Sabiduría». ¿A qué se refiere con «principio
de la Sabiduría»? Al temor51. TEMOR/COMPLA:
En efecto, no es menester que quien se inicia en la contemplación
desemboque en el temor, aunque una contemplación sin mesura
podría empujar hasta el precipicio. Lo que resulta necesario es que
mediante el temor, quien contempla se instruya en los principios
básicos, se purifique y, por así decirlo, se disponga para elevarse a
las alturas. Allí donde existe temor, se da también la observancia de
los mandatos; cuando está presente la observancia de los mandatos,
se encuentra la purificación de la carne, esto es, de la nube que
obnubila al alma y no le permite ver la luz divina en toda su pureza
donde hay, en fin, purificación, hay iluminación. Esta constituye la
plenitud del deseo para quienes aspiran a las cosas o a la cosa más
grande, o a lo que está por encima de lo que es grande52.

9. Por este motivo, en primer lugar cada uno debe purificarse y
luego acostumbrarse a ser puro, si no queremos que nos suceda lo
mismo que a Israel, que no soportaba la gloria de Moisés53 y, por
ende, éste debía usar un velo. O si no queremos exponernos a sentir
y decir aquello que Manóaj cuando se le presentó Dios en una
visión54: «mujer, vamos a morir porque hemos visto a Dios». O, como
Pedro en la barca, tendremos que apartarnos del Señor porque no
somos dignos de su presencia55 (mas cuando hablo de Pedro ¿de
quién hablo? De aquel que anduvo sobre las aguas)56. O
quedaremos ciegos como le sucedió a Saulo, cuando antes de ser
purificado de las persecuciones, habló con el perseguido, o sea, con
un breve resplandor de la gran luz57. O si no estamos dispuestos a
hacer como el centurión que, aunque pretendía una curación, no se
abrevió a recibir en su casa al médico58 por un temor digno de
alabanza. Diga también alguno de nosotros, todavía no purificado,
que es centurión con mando sobre muchos vicios y soldados del
César, es decir, del dueño del mundo, de los que andan a ras de
tierra: «no soy digno de que entres bajo mi techo»59. Sólo cuando
vea a Jesús, cuando, aun siendo pequeño en edad espiritual, se suba
como Zaqueo a una higuera60 por la mortificación de estos miembros
de barro y la superación del cuerpo de humillación, sólo entonces
podrá recibir en su casa al Logos y escuchar de El: «hoy ha venido la
salvación a esta casa»61. Reciba entonces la salvación y produzca
frutos perfectos, distribuyendo y desprendiéndose por completo de
cuanto había adquirido deshonestamente.

10. Ciertamente, el Logos es por su naturaleza terrible para
quienes no son dignos de El y por su amor a los hombres,
comprensible para cuantos estuvieran bien dispuestos, es decir, los
que han arrojado de sus almas al espíritu impuro y material y las han
barrido y adornado con el conocimiento62. No han dejado al alma
ociosa e inactiva, dando lugar a que con mayor aparato se
apoderaran de ella los siete espíritus malignos, iguales en número a
los espíritus de la verdad63. Tanto más se desea algo, cuanto más
difícil es su consecución. Sino que, para apartar el mal y que obrase
el bien, han acogido a Cristo tanto como les ha sido posible, a fin de
que las fuerzas del mal no pudiesen dominarlos de nuevo al
encontrarlos vacíos, llegando a ser la situación segunda peor que la
primera64, porque el asalto ha sido más impetuoso y la vigilancia
mayor y más difícil de sorprender. Mas si hemos custodiado nuestra
alma con todo esmero65 y hemos dispuesto nuestro corazón para el
ascenso66 y limpiado nuestro barbecho para sembrar en el la
justicia67y si, según comenta Salomón, David y Jeremías, nos hemos
iluminado con la luz del conocimiento, podremos hablar de la
Sabiduría de Dios escondida en el misterio68 e iluminar también a los
demás. Entre tanto, habremos de purificarnos e iniciarnos en el Logos
para procurarnos todo el bien posible, haciéndonos semejantes a
Dios y recibiendo al Logos cuando venga a nosotros, a fin de que no
sólo lo admitamos en nosotros sino que teniéndolo en abundancia,
podamos también mostrarlo a otros.

11. Purificado ya con la palabra nuestro auditorio, ¡ea! meditemos
acerca de la fiesta de hoy y celebrémosla con el ánimo de quien ama
la fiesta y a Dios. Dado que el punto capital de la fiesta es la
conmemoración de Dios, evoquémosle. Pues entiendo que el clamor
de quienes celebran la fiesta allá arriba, es decir, en el lugar donde
está la morada de los que saltan de júbilo69, ese clamor, digo, no es
otra cosa que un himno de gloria a Dios entonado por quienes han
sido considerados dignos de habitar tal lugar. Que nadie se
sorprenda si mi discurso repite cosas ya dichas: no sólo hablaré
sobre las mismas cosas, sino que emplearé idénticas palabras70,
mientras mi lengua y mi corazón y mi pensamiento tiemblan al
referirme a Dios. Os ruego además, que vosotros por vuestra parte
adoptéis una actitud santa y digna de alabanza. TRI/NACIANCENO:
Mientras yo esté hablando de Dios, vosotros debéis dejaros iluminar
por la luz que es una y tres. Tres, de acuerdo con la diversidad de
condiciones, esto es, de personas, o de hipóstasis, si alguno prefiere
este término, que no discutiremos sobre palabras cuando todas ellas
expresan una misma idea71. Una, conforme a la unidad de sustancia
o naturaleza divina. Esta única, se divide de forma indivisa, se une,
por así decirlo, separadamente. Porque la naturaleza divina es una
en tres y la trinidad constituye una unidad. En las tres se halla la
naturaleza divina o, por ser más exacto, las tres constituyen la
naturaleza divina. Olvidémonos de cualquier superioridad o
insuficiencia72: no hagamos de la unidad una confusión y de la
diversidad una división73. Queden lejos de nosotros tanto la
confusión de Sabelio, cuanto la división de Arrio, errores ambos
opuestos diametralmente entre sí pero merecedores de una
condenación semejante. ¿A qué viene reunir equivocadamente a Dios
o separarlo mediante una desigualdad?

12. «Para nosotros no hay más que un Dios Padre, de quien todo
procede, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las
cosas»74 y un solo Espiritu Santo en el que todas las cosas están.
Los términos «de quien», «por quien», «en el que» no afirman
distinción de naturaleza, pues de ser así no podría alterarse el orden
ni la disposición de tales partículas. Sino que mediante la definición
de la naturaleza de una persona, se obtiene la caracterización del
conjunto de la naturaleza, sin que ello implique confusión75. Que las
tres personas se unen en una sola naturaleza resulta obvio a quien
lea con detenimiento lo escrito por el Apóstol: «De El, por El y para El
son todas las cosas, a El la gloria por los siglos. Amén»76. El Padre
es padre y no tiene principio, porque no proviene de nadie. El Hijo es
hijo y tiene principio, porque proviene del Padre. Mas si por
«principio» entiendes algo inserto en el tiempo entonces habrás de
negar que El tenga principio, ya que es El quien ha creado el tiempo
y, por tanto, no puede someterse a lo temporal. El Espiritu Santo es
realmente espíritu y proviene del Padre77, pero no por generación
como el Hijo, sino por procesión, si se nos concede inventar esa
palabra para expresarnos con alguna claridad75. Ni el haber
engendrado supone algo contrario a la condición de no engendrado
del Padre, ni contra la condición de engendrado del Hijo supone algo
su procedencia de quien no ha sido engendrado. ¡No podria ser de
otra manera! Ni el Espiritu Santo se transforma en Padre o Hijo
porque proceda de ambos y sea Dios. Aunque los impíos se resistan
a creerlo, la peculiaridad de la persona es inmutable. Pues, en efecto,
¿cómo seria peculiaridad si se moviera y transformara? Quienes
consideran la peculiaridad de no ser engendrado o la de serlo como
reductibles a la naturaleza de dioses que tienen el mismo nombre se
verán forzados a reconocer que Adán y Set pertenecen a naturalezas
distintas, ya que el primero no nació de carne, sino que fue creado
por Dios, y el segundo nació de Adán y Eva79. En resumen, un solo
Dios en tres Personas y tres Personas en un solo Dios, tal y como ya
hemos dicho.

13. Siendo así las cosas, según las hemos expuesto, era necesario
que no fueran los únicos adoradores los seres superiores80, sino que
convenia que hubiera también adoradores terrenales, para que todo
se llenase de la gloria de Dios, pues suyo era todo. Por tal motivo fue
creado el hombre honrado con la mano y la imagen divinas. Ahora
bien, cuando el hombre se apartó miserablemente del Dios que lo
había creado, no hubiera sido digno de Dios desinteresarse de su
criatura. ¿Qué sucedió entonces? ¿Cuál es el gran misterio que nos
atañe? Las naturalezas se renuevan y Dios se hace hombre. El que
cabalga sobre el cielo más alto hacia el oriente de su propia gloria y
esplendor81, es glorificado en el occidente de nuestra simpleza y
humildad y el Hijo de Dios acepta ser Hijo del Hombre y ser así
llamado. No porque cambiase lo que era, que es inmutable, sino
porque adquiría lo que no era, por amor al hombre, a fin de que lo
incompresible fuera comprendido. Se nos unió mediante la carne, que
actuaba de velo, pues no es propio de la naturaleza creada y
corruptible llevar la pureza de la naturaleza divina. Por tanto, se
mezcló lo que no podia mezclarse. No sólo Dios con lo que tiene
origen, la mente con la carne, lo que está por encima del tiempo con
el tiempo, lo que no admite limite con lo mensurable, sino también el
nacimiento con la virginidad, la deshonra con lo que excede a todo
honor, lo impasible con lo sometido a toda suerte de sentimientos, lo
inmortal con lo corruptible. Y el autor del mal que, tras engañarnos
con el espejuelo de una naturaleza divina, se creía invencible, es
engañado por la apariencia de carne, de manera que, creyendo
atacar a Adán, tropezó con quien era Dios al mismo tiempo. Asi el
nuevo Adán salvaba al antiguo82, así se rompía la atadura de la
carne83, así, la carne era condenada a muerte por la carne.

14. Yo, que presido esta celebración, y vosotros y cuanto está en
el mundo y por encima del mundo hemos celebrado, según convenía,
la Natividad de Cristo. Corrimos con la estrella, adoramos con los
Magos84, con los pastores fuimos iluminados, lo glorificamos junto
con los ángeles85, como Simeón lo tomamos en brazos, con Ana,
aquella anciana y casta mujer86, lo alabamos. Gracias fueron dadas
a quien vino a su patria como extranjero87, pues así glorificó a
quienes realmente éramos extranjeros. Mas ahora nos hallamos ante
una nueva acción de Cristo y ante un nuevo misterio. No puedo
sofocar mi entusiasmo. Me siento lleno de Dios. Poco falta para que
anuncie el Evangelio como Juan88, que si bien no soy yo el
Precursor, vengo también del desierto89. Cristo es iluminado:
comportémonos así nosotros. Cristo es bautizado: sumerjámonos
también nosotros para que juntamente con El salgamos del agua90.
Es bautizado Jesús. ¿Esto sólo? ¿O también es necesario considerar
el resto de sus acciones? ¿Quién es el bautizado? ¿Por quién?
¿Cuándo? ¿Siendo puro es bautizado por Juan cuando da inicio a las
señales divinas? ¿Qué hemos de aprender? ¿Cómo debemos
instruirnos con este acontecimiento? Debemos purificarnos, ser
humildes y anunciar su palabra en la madurez de la edad física y
espiritual91. Aludo a quienes improvisan la administración del
Bautismo, no la preparan, no procuran que, mediante la disposición
para recibir la gracia, se logre la seguridad que otorga el Bautismo.
Pues si la Gracia, que de Gracia se trata, confiere el perdón de los
pecados, urge prevenirse para no recaer en el antiguo vómito. En
segundo lugar, me refiero a quienes se alzan contra quienes
administran los misterios, en el caso de que se distingan por una
especial dignidad. Por fin, aludo en tercer lugar a quienes presumen
de su juventud y piensan que toda edad es buena para enseñar o
para asumir un cargo presbiteral. Se purifica Jesús: ¿despreciarás tú
la purificación? Es purificado por Juan: ¿te rebelarás tú contra quien
te enseña el Evangelio? Tenía treinta años, ¿enseñarás a los
ancianos tú, que aún eres imberbe? ¿Crees que para enseñar no se
requiere el respeto que dispensan la edad y la forma de ser?
Entonces acuden al caso de Daniel o al de cualquier otro juez joven, y
tales ejemplos corren de boca en boca. En efecto, nunca falta
justificación a quien quiere obrar injustamente. Mas la excepción no
ha de ser hecha ley en la Iglesia. Una golondrina no hace primavera,
ni un solo trazo hace al geómetra, ni una sola travesía al buen
marino.

15. Juan bautiza y se le acerca Jesús, quizá para santificar al que
bautiza, en cualquier caso, es evidente que para santificar a todo el
antiguo Adán92, sumergiéndolo consigo en el agua del Bautismo.
Pero antes que a éstos y por su causa, santifica al río Jordán. Como
era espíritu y carne, comienza por el espíritu y el agua. Juan se
resiste y Jesús le convence. «Soy yo quien tiene necesidad de ser
bautizado por ti»93, dice la luz al sol, la voz al Logos94, el amigo al
esposo95, el que está por encima de todos los nacidos de mujer96, al
Primogénito de toda criatura97, el que saltó de alegría en el vientre
de su madre al adorado cuando estaba aún en el seno materno98, el
Precursor que precedería99 a quien se muestra y habrá de
mostrarse. «Soy yo quien tiene necesidad de ser bautizado por
ti»100°. Y añade también: «en favor tuyo». Pues sabía que sería
bautizado con el martirio o que, como Pedro, no lavaría sólo sus
pies101. Y sigue: «¿y vienes tú a mí?» También esto es profético:
sabía que, tras Herodes, enloquecería Pilatos102 y de ese modo
Cristo seguiría a aquel que ya antes había sido muerto. ¿Qué
contesta Jesús? «Déjame ahora»103, esto se ajusta a lo convenido.
Conocía bien que, poco después, El bautizaría al Bautista104. ¿Qué
significa el bieldo?105 La purificación. ¿Y el fuego?106 La
destrucción de lo mudable y el fervor del Espíritu. ¿Y el hacha?107
Que será arrancada el alma que permanezca estéril tras recibir el
estiércol. ¿Qué significa la espada?108 El corte hecho por el Logos,
la división establecida entre lo peor y lo mejor, la que separa al
creyente del incrédulo, la que enfrenta al hijo, a la hija, a la esposa,
con el padre, la madre, la suegra109, la que distingue las cosas
nuevas y recientes de las viejas y sombrías. ¿Qué significa la correa
de la sandalia, esa que no osas desatar tú110 que bautizas a Jesús,
que vienes del desierto y no te alimentas, que eres el nuevo Elías111,
incluso superior al profeta112, pues has visto al profetizado, tú,
mediador del Antiguo y el Nuevo Testamento?113 ¿Qué significan
todas estas cosas? Se trata, tal vez, de explicaciones sobre la venida
de Cristo y su Encarnación, explicaciones cuya interpretación no es
fácil, ni siquiera en lo fundamental y ello no sólo para cuantos son
aún carnales e infantiles en Cristo, sino también para los que, como
Juan, están ya en el Espíritu.

16. Sale Jesús del aguar114. J/BAU: Consigo lleva levantado el
mundo y ve cómo se abren los cielos que Adán se había cerrado a sí
mismo y a cuantos de él descendieran, como había cerrado también
el Paraíso con flameante espada115. El Espíritu da testimonio de la
naturaleza divina de Jesús: acude a encontrarse con su igual. Y otro
tanto la voz del cielo116, pues de allí procedía Aquél de quien se da
testimonio. El Espíritu se manifiesta corporalmente en forma de
paloma117, honrando así al cuerpo, honrado ya antes por Dios
mediante la deificación. Por otra parte, ya desde antiguo la paloma
estaba acostumbrada a anunciar el final del diluvio118. Claro que si
tú estimas la naturaleza divina atendiendo al peso y al volumen, te ha
de parecer insignificante el Espíritu, pues se presenta en forma de
paloma. ¡Ah, mezquino para contemplar tales grandezas! Incluso
cuentas con la posibilidad de despreciar el reino de los cielos, que es
comparado con un grano de mostaza119. Y, por supuesto, advertirás
que el enemigo aventaja en grandeza120 a Jesús, porque aquel
recibe los nombres de «monte alto»121, «Leviatán»122 y rey de lo
que se halla en las aguas123, mientras que Jesús es el cordero124,
la perla125, la gota126 y otros nombres semejantes.
17. Es decoroso que en la fiesta del Bautismo del Señor nos
aprestemos para sufrir un poco por Aquél que por nosotros asumió
una cierta forma127, fue bautizado y crucificado. ¡Ea! Consideremos
las diversas maneras en que puede recibirse el Bautismo, para que
así nos vayamos de aquí purificados. Bautizó Moisés, pero en el
agua128. Y antes aún, en la nube y en el mar129. Como nota San
Pablo130, esto era una figura: el mar era figura del agua del
Bautismo; la nube, del Espiritu; el maná, del pan de vida; la bebida,
de la bebida divina. También Juan bautizó. Mas ya no lo hizo a la
manera de los judíos, puesto que no bautizaba sólo con agua, sino
además en función del arrepentimiento131. No obstante, no era
todavía enteramente espiritual, pues no bautizaba en nombre del
Espiritu Santo. Por último, bautiza Jesús y lo hace en el nombre del
Espiritu132. Este es el bautismo perfecto. Detengámonos un poco en
este punto: ¿cómo es posible que no sea Dios Aquél gracias al cual
llegas tú a ser dios?133. Aún conozco un cuarto tipo de bautismo:
aquel que se obtiene por el testimonio y la sangre. Cristo también fue
bautizado según este cuarto modo, que es mucho más venerable que
los anteriores, porque no admite ser mancillado después con mancha
alguna134. Por fin diré que hay todavía un quinto bautismo.
LAGRIMAS/BAU Es el de las lágrimas135. Este resulta en extremo
penoso, pues riega cada noche con lágrimas el propio lecho y el
estrado136. Este es propio de aquel cuyas llagas son fétidas137, que
camina llorando y entristecido138 y reproduce el arrepentimiento de
Manasés139 y la humillación con que Ninive140 alcanzó el perdón. Es
el bautismo perteneciente a quien pronuncia en el templo las palabras
del publicaNo, que es juzgado por contraposición con la arrogancia
del fariseo141. El bautismo propio de quien, como la cananea, se
ampara en la misericordia y suplica migajas, esto es, el alimento de
un perro hambriento142.

18. Por mi parte, yo reconozco que, como hombre que soy, soy un
animal voluble y de frágil naturaleza. Acepto el bautismo de buen
grado, venero a quien me lo ha concedido y procuro que los demás
participen de él, mostrándome misericordioso para poder alcanzar
misericordia. Pues me sé rodeado de debilidad y recuerdo que seré
medido según midiere143. Mas ¿qué dices, qué dispones tú, nuevo
fariseo, puro de nombre, que no de comportamiento, que nos echas a
la cara las doctrinas de Novato mas te dejas llevar también por sus
debilidades?144 ¿No aceptas el arrepentimiento? ¿No das lugar a los
lamentos? ¿No te mueven a llanto las lágrimas ajenas? ¡Que no topes
con un juez como tú! ¿No respetas la misericordia de Jesús, que
soportó nuestras enfermedades145, cargó con nuestros dolores y
vino no por los justos, sino por los pecadores146, para conducirlos a
penitencia, que prefirió la misericordia al sacrificio147 y manda
perdonar los pecados hasta setenta veces siete148? ¡Bendita
arrogancia la tuya si es pureza y no vanidad, que pone preceptos que
superan la capacidad humana y aniquila con la desesperación el
deseo de enmienda! Son malas por igual una absolución imprudente
y una condenación que no admita el arrepentimiento. La primera
suelta las riendas por completo. La segunda ahoga con su violencia.
Muéstrame tu pureza y aceptaré tu severidad. Mas mucho me temo
que, estando tú lleno de heridas, no admitas la posibilidad de
curación. ¿No aceptas el arrepentimiento de David, gracias al cual
conservó la gracia que le había sido profetizada?149 ¿Rechazas al
gran Pedro, que durante la Pasión del Salvador se dejó arrastrar por
un sentimiento meramente humano?150 Le perdonó Jesús, sin
embargo, y mediante tres preguntas y tres respuestas sanó su triple
negación151. ¿No es acaso prueba de que le aceptó el que llegara a
la perfección merced a su muerte en el martirio? También esto es
propio de tu presunción. ¿Tampoco aceptarás a aquél que en Corinto
transgredió la Ley?152 Mas Pablo con la enmienda de su vida ratificó
su caridad. Y éste fue el motivo: «para que no se viera consumido por
excesiva tristeza»153 si era castigado con excesivo rigor. ¿No toleras
el matrimonio de las viudas jóvenes argüyendo que, por su edad, son
fáciles de conquistar? Pablo sí osó hacerlo154. Claro que tú, sin
duda, eres su maestro, pues has alcanzado el cuarto cielo, has visto
otro paraíso y escuchado palabras secretas155 y has rodeado tu
evangelio con un gran círculo156.

19. Mas tú podrías decir: «tales cosas no proceden después del
Bautismo». ¿En qué te basas? Pruébalo o no lo condenes. Si la
cuestión es ambigua sea nuestra guía la misericordia. Según tú dices,
Novato «no recibió a quienes habían cometido apostasía en el
momento de la persecución»157. ¿Y qué? Actuó ciertamente con
rectitud si los tales no se habían arrepentido. Tampoco yo acepto a
quienes no se someten o no lo hacen dignamente o no compensan el
mal con su enmienda. Cuando los acepto asigno a cada uno de ellos
el puesto que le convienen. Mas si Novato no admitió a quienes se
consumían en llanto por su pecado, no seré yo quien le imite. ¿Por
qué he de tomar como norma la crueldad de quien no condenaba la
avaricia, que es una forma de idolatría, y sin embargo castigaba
cruelmente la fornicación, como si él no fuera de carne y hueso?
¿Qué decís? ¿Os han convencido nuestras palabras? Poneos
entonces junto a nosotros que somos hombres. Exaltemos todos
juntos al Señor. Que ninguno de nosotros, por mucha confianza que
tenga en sí mismo, ose decir: «nadie me toque, yo soy puro»159, ni
«¿quién como yo?». Hacednos partícipes de vuestro esplendor. ¿No
os hemos persuadido? Lloraremos, entonces, por vosotros. Quienes
lo deseen vengan por nuestro camino, que es el de Cristo. Quienes
no, vayan por el suyo. Tal vez en el otro mundo sean bautizados con
fuego, padeciendo el último Bautismo, el más penoso y largo, el que
devora la materia como pasto y consume la ligereza de todos los
males.

20. Honremos hoy nosotros el Bautismo de Cristo y celebrémoslo
bien, no deleitándonos con el vientre sino alegrándonos
espiritualmente. Mas ¿cómo podremos deleitarnos? «Lavaos, sed
puros»160. Si sois de color púrpura por el pecado o de un tono
menos sanguinolento, volveos blancos como la nieve161. Mas si sois
del color escarlata y casi perfectos en la sangre, alcanzad la blancura
de la lana. En cualquier caso, purificaos y aumentad vuestra pureza,
porque nada alegra a Dios tanto como la corrección y la salvación del
hombre. En favor de él fue dada toda palabra y todo misterio, para
que actuara como luz del mundo, como fuerza vivificadora para el
resto de los hombres162, para que colocados como luces perfectas
junto a la gran luz, seáis iniciados en la luz que proviene del cielo,
iluminados de una forma más pura y clara por la Trinidad, de quien
recibís ahora el único resplandor de la única naturaleza divina en
Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien la gloria y el poder por los siglos
de los siglos. Amén.
.................................................
1 Cf. Jn. 1,9.
2 Jn. 8, 12.
3 Sal. 33, 6.
4 Cf. Jn. 1, 9.
5 Cf. 1 Cor. 15, 45.
6 Jn. 1, 5.
7 Cf. Jn. 1, 5.
8 Aquí se alude a lo que San Gregorio explicará más detenidamente
después (cf. cp. 13), esto es, al encuentro victorioso de Cristo con el demonio.
Este último, engañado por el aspecto humano (de Adán, como se dice aquí y en
el capitulo 13) del Hijo de Dios, cayó sobre El a fin de apoderarse de aquella
presa que, como hombre, consideraba le pertenecía. Mas quedó burlado porque
bajo la envoltura de la carne humana, se escondía la naturaleza divina.
9 Hemos traducido así el término griego (anagoghé), aunque la versión no
sea del todo precisa: en griego indica una interpretación espiritual del hecho
bíblico y San Gregorio añade también al término el significado de «conducir a lo
alto», implícito en el verbo anághein.
10 Alusión a la Ley, considerada comúnmente como «sombra del futuro», de
la nueva ley, desde los tiempos de la apologética.
11 Cf. Heb. 9, 13.
12 Alusión a los cultos mistéricos paganos que contaban con una amplia
difusión en la época imperial y constituían para el cristianismo un peligro mayor
aún que el de la religión tradicional.
13 Referencia polémica al arte retórica, tenida en gran consideración en la
época en que escribía San Gre- gorio.
14 Una tentativa de interpretación racionalizante de la adolescencia de Zeus,
alimentado y educado en Creta a espaldas de su padre Crono, que quería
devorarlo como al resto de sus hijos por temor a que, como luego sucedió, lo
destituyese. Según San Gregorio, Zeus no habría sido sino un rey de Creta,
divinizado después.
15 Según la tradición, los Curetes eran guerreros que danzaban con sus
armas, a fin de que el fragor de su baile ocultase a los oídos de Crono los
vagidos de Zeus niño.
16 Alusión a los ritos de los sacerdotes frigios que al son de flautas se
mutilaban en honor de Rea (o Cibeles). Este culto orgiástico había tenido origen
en Asia Menor y difundido por el mundo grecoromano, gozaba de muy poca
estima.
17 Los Coribantes eran los sacerdotes de Rea que danzaban y batían palmas
durante las procesiones.
18 Alusión al rapto de Proserpina efectuado por Plutón y a la búsqueda que de
aquélla hizo por todo el mundo su madre Deméter.
19 El rey Celeo, padre de Tritolemo, había acogido y hospedado a Deméter
durante su peregrinaje.
20 Oscuras alusiones a los ritos mistéricos de Eleusis, que representaban el
mito de la peregrinación de Deméter y del descubrimiento de Proserpina. Era
fama que este rito se celebrara en los misterios eleusinos con prácticas
obscenas.
21 Dioniso, concebido por Zeus y Semele, fue extraído del cuerpo de su
madre antes de que se cumpliera el tiempo de su nacimiento y fue escondido
por Zeus en uno de sus muslos, cuando Semele fue asesinada por Era, airada
contra ella por el adulterio de Zeus.
22 Referencia al nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus, para significar
su origen virginal e intelectual.
23 Alusión polémica a Baco y a sus desenfrenados coros. En Tebas se
celebraban fiestas sagradas en honor de Baco, conocidas de todos por la
posesión dionisíaca y la ebriedad de sus participantes.
24 Cf. supra, nota 21.
25 No se sabe exactamente a qué se refiere aquí San Gregorio. Tal vez se
trata sólo de que el hecho de ser Afrodita la diosa del amor le hiciera suponer la
existencia de misterios obscenos.
26 Personajes míticos del séquito de Afrodita y cuyo nombre es de por sí
suficientemente expresivo.
27 Según la leyenda, existía en Taúride, entre los escitas, en la región
correspondiente más o menos a la actual Rusia, un altar consagrado a Artemis,
sobre el cual eran inmolados todos los extranjeros.
28 Alusión al culto a «Artemis Orthia», la «diosa virgen» de que se habla, en
Esparta. En su honor los jóvenes espartanos se flagelaban a veces ante los
ojos de los espectadores que los animaban.
29 La expresión griega que acabamos de traducir es ambigua. El acto de
canibalismo fue preparado para los dioses por Tántalo, quien les ofreció como
comida la carne de su hijo Pélope, iniciando con este atroz delito la serie de
maldiciones que arruinaron a todos sus descendientes.
30 Los misterios de Hécate no son bien conocidos. En cualquier caso, Hécate
era considerada la diosa de la noche y del infierno.
31 El beocio Trofonio, deseoso de gloria, se habría escondido hasta el fin de
sus dias en una gruta subterránea en Lebadea, en Beocia. En aquel mismo
lugar, habría establecido su morada un demonio quien, fingiéndose Trofonio,
ofrecía a quienes lo solicitaban los vaticinios requeridos.
32 En Dodona, célebre ciudad del Epiro, se encontraba un bosque de robles
consagrados a Zeus, de cuya fronda se extraían los vaticinios.
33 El famoso oráculo del Apolo de Delfos, donde había un trípode a cuyo lado
la Pizia, sacerdotisa del Apolo pítico, poseída por el dios, vaticinaba.
34 Una fuente del monte Parnaso consagrada a Apolo y a las musas. Era
designada con frecuencia como la fuente de la poesía y de la inspiración
poética.
35 Alusión al hecho de que en los tiempos de San Gregorio muchos de los
oráculos más famosos se habían reducido al silencio, esto es, no vaticinaban ya
y estaban abandonados, testimonio de la difusión del cristianismo y del
abandono de la religión tradicional.
36 Con el nombre genérico de magos se designaba a los sacerdotes persas
u orientales en general, expertos en la práctica de las predicciones basadas en
el examen de vísceras de victimas sacrificadas al efecto. Esta práctica, con todo,
era típica también de otros sacerdotes paganos.
37 También los caldeos eran sacerdotes orientales, expertos en astrologia.
Recuérdese que el estudio de la astronomía era particularmente cultivado desde
la antigüedad sobre todo por los babilonios, a quienes se consideraba
antepasados de los caldeos.
33 Según la tradición, los tracios habían sido los primeros en enseñar las
prácticas del culto divino.
39 Alusión a los misterios y a las iniciaciones a los ritos de Orfeo, cubiertos
de secreto al igual que los misterios eleusinos.
40 Los iniciados en el culto al dios persa Mitra, equivalente al sol, debían
superar una serie de pruebas y experiencias particularmente arduas. No parece,
sin embargo, que San Gregorio esté bien informado sobre el particular.
41 Osiris, dios de Egipto, había sido despedazado por su enemigo Tifón, dios
de la violencia y de la fuerza irracional.
42 Isis, mujer de Osiris, recorrió todo el mundo buscando los miembros
despedazados de su marido, para recomponerlos y devolverlo a la vida.
43 Los habitantes de la ciudad de Mendes, en el bajo Egipto, veneraban como
dios a un macho cabrio.
44 En Menfis, por el contrario, era objeto de particular devoción el buey Apis.
45 Referencia a los beneficios reportados a Egipto por el Nilo, que con sus
crecidas fertiliza su vega.
46 Cf. Rom. 1, 23 ss.
47 Cf Gén 3 22
48 Reaparece la interpretación del árbol de la vida que se encontraba en el
paraíso y de su significado que ya se ha visto en la Homilía 38, cp. 12.
49 Cf. Rom. 1, 24-25.
50 Prov. 4, 7.
51 Cf. Ecl. 1, 16.
52 Sobre el significado y el valor de la purificación, previa a todo conocimiento
de Dios, cf. cuanto se ha dicho en la introducción.
53 Cf. Ex. 34, 30 ss.
54 Jue. 13, 22.
55 Cf. Lc. 5, 8.
56 Cf. Mt. 14, 29
57 Cf. Act. 9, 4 ss.
58 Cf. Mt. 8, 5 ss.
59 Mt. 8, 8.
60 Cf. Lc. 19, 2 ss.
61 Lc. 19, 9.
62 Cf. Mt. 12, 44-45.
63 Cf. Is. 11, 2-3.
64 Cf. Mt. 12, 45
65 Cf Prov. 4, 23.
66 Cf. Sal. 80, 6.
67 Cf. Jer. 4, 3.
68 Cf. 1 Cor. 2, 7.
69 Cf. Sal. 86, 7.
70 Referencia a cuanto el mismo San Gregorio había dicho ya antes en la
Homilía 38, donde se había apuntado la historia de la Creación del universo, del
hombre, de su caída y de su salvación gracias a la Encarnación del Hijo de
Dios.
71 Sobre estas líneas de teología trinitaria, cf. cuanto se ha dicho en la
introducción.
72 Alusiones a la diversidad de naturalezas entre el Padre y el Hijo sostenida
por la herejía arriana, que consideraba mayor al primero, en cuanto Dios, e
infinitamente inferior al segundo en cuanto criatura.
73 El contexto es, simultáneamente, de polémica contra los arrianos y contra
los modelistas. La confusión de que aquí se habla y la reducción a la que
enseguida se hará referencia, describe el modalismo, que hace del Hijo un
modo de ser del Padre y, por ende, lo reduce, lo resuelve en el Padre; la
diversidad, la división, el truncamiento indican la separación de sustancia o
naturaleza entre el Hijo y el Padre, según la herejía arriana, que considera al Hijo
una criatura y a Dios solamente el Padre.
74 1 Cor. 8, 6.
75 Sobre este pasaje, cf. cuanto se ha observado en la introducción.
76 Rom. 11, 36.
77 Cf. Jn. 15, 26.
78 San Gregorio había sido, en efecto, el primero en formular con esta
terminología la Pneumatología ortodoxa. Frente a San Basilio que se limitaba a
considerar al Espíritu Santo como «par en honor» al Padre y al Hijo, y por
consiguiente Dios, el Nacianceno sostiene que el Espíritu Santo proviene del
Padre, pero no como el Hijo, sino por «procesión». Aunque derivado de Jn. 15,
26, el término es un neologismo de San Gregorio, en la medida en que pretende
indicar «el modo de ser» del Espíritu Santo.
79 El mismo ejemplo es empleado en la Homilía 31, 11, para ilustrar los
diversos orígenes del Hijo y del Espíritu Santo, que, aunque proceden ambos del
Padre, no son los dos Hijos. Los pneumatómacos argüían que si el Espíritu
tenía su origen en el Padre, debía ser Hijo y, por consiguiente, había dos Hijos.
80 Esto es, los ángeles; cf. lo dicho por San Gregorio en la Homilía 38, 9.
81 Cf. Sal. 67, 34.
82 Cf. 1 Cor. 15, 45.
83 Cf. Rom. 5, 16.18.
84 Cf. Mt. 2, 11.
85 Cf. Lc. 2, 9 ss.
86 Cf. Lc. 2, 28-38.
87 Cf. Jn. 1, 11.
88 Cf. Mt. 3, I ss.
89 También San Gregorio, en efecto, antes de ser llamado a guiar la
comunidad nicena de Constantinopla había pasado casi cinco años en la
meditación y en el silencio del desierto, junto a Seleucia, en Siria.
90 Cf. Mt. 3, 16.
91 La contraposición de la «edad física» y la «edad espiritual» representa un
argumento muy difundido en el cristianismo antiguo, según el cual la madurez
espiritual, del hombre interior, no se corresponde necesariamente con la
madurez física, la del hombre exterior. Se solía interpretar con arreglo a esto a
algunos personajes del Antiguo Testamento, como Daniel, citado aquí un poco
más adelante, Jacob u otros que, a pesar de su juventud. mostraban una
madurez intelectual y, sobre todo, espiritual, desproporcionada con su aspecto
físico externo.
92 Cf. 1 Cor. 15, 45.
93 Mt. 3, 14.
94 Cf. Mt. 3, 3.
95 Cf. Mt. 9, 15.
96 Cf. Mt. 11, 11.
97 Cf. Col. I, 15.
98 Cf. Lc, 1, 41.
99 Cf. Lc. 1, 17.
100 Mt. 3, 14.
101 Cf. Jn. 13, 6 ss.
102 Cf. Mt. 27, 11.
103 Mt. 3, 15.
104 Lo que equivale a decir que también Juan Bautista seria bautizado con el
Bautismo de Cristo, o sea, con el bautismo de sangre del martirio, porque fue
asesinado por Herodes.
105 Cf. Mt. 3, 12.
106 Cf. Mt. 3, 10.
107 Cf. ibid.
108 Cf. Mt. 10, 34.
109 Cf Mt. 10, 35.
110 Cf. Mt. 3, 11.
111 Cf. Mt. 11, 14.
112 Cf. Mt. 11, 9.
113 Cf. Lc. 16, 16.
114 Cf. Mt. 3, 16.
115 Cf. Gén. 3, 24.
116 Cf. Mt. 3, 17.
117 Cf. Mt. 3, 16.
118 Cf. Gén. 8, 10.
119 Cf. Mt. 13, 31.
120 Cf. Zac. 4, 7.
121 Cf. Dan. 2, 45.
122 Cf. Job 3,8.
123 Referencia insegura.
124 Cf. Jn. 1, 29.
125 Cf Mt. 13, 46.
126 Lo que San Gregorio presenta como una cita bíblica no ha sido
identificado hasta ahora. Ni siquiera los editores Maurinos han podido indicar el
pasaje a que hace referencia San Gregorio.
127 O lo que es lo mismo, asumió una forma humana, mientras una forma,
en cuanto limitación, no puede adaptarse a la naturaleza divina del Hijo.
128 Cf. Ex. 17, 6.
129 Cf. Ex. 13, 21; 14, 22.
130 Cf. 1 Cor. 10, 1 ss.
131 Cf. Mt. 3, 2.
132 Cf. Mt. 28, 19.
133 Es la función que tiene el Espíritu Santo en la celebración del Bautismo:
vuelve al hombre perfecto como Dios, según la pneumatologia enseñada sobre
todo por San Basilio (cf. De Spiritu Sancto, 16, 38; 26, 61), que retama el
Nacianceno también en la Homilía 33, 17 y 34, 12. Y otro tanto San Gregorio de
Nisa en su trabajo Sobre el Espiritu Santo contra los Macedonianos.
134 Se trata del martirio, considerado desde los tiempos más antiguos como
el «bautismo de sangre».
135 Esto es, la penitencia.
136 Cf. Sal. 6, 7.
137 Cf. Sal. 37,6.
138 Cf. Sal. 37, 7.
139 Cf 2 Cron. 33, 13.
140 Cf. Jon. 3, 5.
141 Cf. Lc. 18, 13.
142 Cf. Mt. 15, 22 ss.
143 Cf. Mt. 7, 2.
144 Novato, hereje que vivió en Roma durante la segunda mitad del siglo III,
fue condenado por su excesivo rigorismo y se convirtió enseguida en el símbolo
de toda actitud excesivamente severa en la administración de la penitencia.
145 Cf. Is. 53, 4.
146 Cf. Lc. 5, 32.
147 Cf. Os. 6, 6.
148 Cf. Mt. 18, 22.
149 Cf. 2 Sam. 12, 13.
150 Cf Mt. 26, 70
151 Cf. Jn. 21, 15.
152 Cf 1 Cor. 5, 1 ss.
153 2 Cor. 2, 7.
154 Cf 1 Tim. 5, 14.
155 Cf. 1 Cor. 7, 8.
156 Cf. 2 Cor. 12, 1 ss.
157 Durante la persecución de Decio (249-250 d. C.).
158 Parece poder deducirse de este ligero apunte que los penitentes tenían
en la comunidad cristiana gobernada por San Gregorio de Nacianzo un lugar
reservado a ellos. Para más detalles sobre este punto cf. H. Althaus, Die
Hellslebre des Gregors von Nazianz, Münster 1972, p. 196.
159 1s. 65, 5.
160 1s. 1, 16.
161 Cf. Is. 1, 18.
162 Cf. Flp. 2, 15.

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