Dedicado a Quodvultdeo
Traductor: P. Teodoro C.
Madrid, OAR
LIBRO ÚNICO
Prólogo
1. Atiendo a lo que me pides repetidamente y
con tanta insistencia, santo hijo Quodvultdeo, que escriba sobre las
Herejías algo digno de leer para quienes
desean evitar los dogmas contrarios a la fe cristiana y que engañan con el
señuelo del nombre cristiano.
Has de saber que, en otro tiempo, y mucho antes de
pedírmelo, ya había pensado hacerlo, y lo habría hecho de no haber caído en la
cuenta de que excedía mis propias fuerzas al considerar con cuidado la calidad y
la extensión de trabajo semejante. Pero, porque confieso que nadie como tú me ha
importunado pidiendo, y en tan molesta importunidad he tenido en cuenta también
tu nombre, me he dicho: voy a intentarlo, y haré lo que Dios quiere (Quodvultdeus).
Y yo confío en que Dios también lo quiere, si me
lleva a feliz término con su misericordia para que por el ministerio de mi
lengua logre esclarecer tamaña dificultad, o incluso mejor eliminarla con la
plenitud de su gracia.
La primera de las dos cuestiones hace tiempo que la
vengo pensando, estoy dándole vueltas y hasta lo medito. Lo que te he dicho a
continuación, confieso que yo no lo he aceptado, y aún no estoy seguro si lo
aceptaré en tanto que trabajo para llevarlo a cabo, mientras pido, mientras
busco, mientras llamo 1.
Sé también que ni voy a pedir ni a buscar ni a llamar cuanto es suficiente, si
no recibo a la vez este afecto por una gracia de la divina inspiración.
2. Así, pues, en esta empresa que he aceptado
por voluntad de Dios, apremiándome tú con pasión, ves que para llegar a buen fin
debo ser apremiado no tanto con tus repetidas súplicas cuanto ser ayudado con
piadosas oraciones a Dios, no sólo tuyas, sino también de cuantos hermanos
fieles compañeros tuyos para esta tarea pudieres encontrar. Para que esto
suceda, he procurado darme prisa en mandar a tu caridad, con la ayuda de Dios,
las primicias de mi trabajo donde va este prolegómeno. Así, por todo lo que aún
falta, podréis conocer cuánto tenéis que orar por mí quienes lleguéis a saber
que estoy embarcado en una tarea tan enorme que estáis deseando ver acabada.
3. Me pides, como indican las cartas que me
has enviado cuando comenzaste a pedirme todo esto, que exponga "breve, ceñida y
sumariamente qué herejías ha habido y hay desde que la religión cristiana
recibió el nombre de la herencia prometida; qué errores han inspirado e
inspiran; qué han sentido y sienten frente a la Iglesia acerca de la fe, de la
Trinidad, del bautismo, de la penitencia, de Cristo-hombre, de Cristo-Dios, de
la resurrección, del Nuevo y Antiguo Testamento" 2.
Pero, como ves que todas estas averiguaciones tuyas se pierden en la inmensidad,
pensaste que había que hacer un compendio de amplitud general, y has dicho:
"además, absolutamente todos los puntos que disienten de la verdad" 3,
para añadir a continuación: "cuáles mantienen aún el bautismo y cuáles no: y
después, a cuáles bautiza la Iglesia sin jamás rebautizar; de qué modo recibe a
los que llegan; y qué responde a cada uno con la ley, la autoridad y la razón" 4.
4. Cuando pides que exponga todo esto me
admiro de que tu luminoso ingenio sienta hambre de tantas y tan grandes cosas, y
que a la vez, temiendo el hastío, pida brevedad. Pero también te has dado cuenta
qué podría pensar de este pasaje de tu carta, y, como en guardia, te has
adelantado a mi pensamiento al decir: "Que tu beatitud no me crea tan inepto que
no vea cuántos y cuán gruesos volúmenes sean necesarios para ventilar todo eso.
Pero yo no reclamo tanto, puesto que sé que eso ya se ha hecho muchas veces" 5.
Y apuntándome el consejo de cómo puede conseguirse la brevedad y desplegar las
velas de la verdad, añades las palabras anteriores, diciendo: "Pero lo que te
ruego es que expongas breve, ceñida y sumariamente las opiniones de cada herejía
y, por el contrario, qué es lo que la Iglesia sostiene que hay que enseñar como
suficiente para la instrucción" 6.
Otra vez te pierdes en la inmensidad. No porque todo esto no pueda o no deba ser
expresado brevemente, sino porque son tantas las cuestiones, que exigen mucha
literatura para poder decir brevemente cuanto se quiera.
Ahora bien: tú dices "que formado, por así decirlo,
como un compendio de todo ello, si alguno quisiera conocer más y mejor las
objeciones y las críticas, pueda dirigirse a los opulentos y magníficos
volúmenes, según consta que otros, y sobre todo -añades- tu reverencia, han
escrito sobre esto". Al hablar así, das a entender que tú deseas algo así como
un compendio de todo. Ves, pues, cómo quedas ya advertido sobre qué es lo que
pides.
5. Un tal Celso recogió en seis volúmenes no
pequeños las opiniones de todos los filósofos que fundaron diversas sectas hasta
su época; mas tampoco podía. No hizo ninguna réplica a nadie, únicamente puso de
manifiesto lo que opinaban, con tal sobriedad que sólo emplea la palabra justa
cuando es necesario, no para alabar ni criticar, ni afirmar o defender, sino
para poner al descubierto y notificar. Llegó a nombrar a casi cien filósofos, de
los cuales no todos fundaron herejías propias, porque no le pareció que debía
callar aquellos que siguieron a sus maestros sin oposición alguna.
6. En cambio, nuestro Epifanio, obispo de
Chipre, no hace mucho tiempo difunto, escribió también seis libros hablando de
ochenta herejías, recordando todo su ambiente histórico y combatiendo sin
discusión alguna contra la falsedad en favor de la verdad. Realmente son breves
estos libritos, y si se juntan en uno solo, no se podría comparar por su
extensión con cualquiera de los libros míos o de otros. Si fuese a imitar tal
brevedad al recoger las herejías, no tendrás algo más resumido que pedir o
esperar de mí. No consiste en eso el resumen de este trabajo mío, como podría
llegar a parecerte también a ti, bien porque yo te lo demuestro, bien porque tú
mismo lo adivinas, cuando lo hiciese. Cierto que verás en la obra del mencionado
obispo cuán lejos está de lo que tú mismo quieres, ¿y cuánto más de lo que
quiero yo? Porque tú, aunque breve, ceñida y sumariamente, quieres, sin embargo,
que responda también a las herejías reseñadas. Que aquél no hizo.
7. Yo incluso quiero hacer bastante más, si
Dios también lo quiere: ¿cómo puede ser evitada toda herejía, cuál es conocida y
cuál desconocida, y cómo puede ser descubierta rectamente cualquiera que llegara
a aparecer? En efecto, no todo error es una herejía, aunque toda herejía, porque
se sitúa en el vicio, no puede dejar de ser una herejía por algún error. Qué es
lo que hace que uno sea hereje, según mi humilde opinión, o no se puede definir
con precisión del todo o muy difícilmente. Esto lo iré declarando a lo largo de
la obra, si Dios me guía y conduce mi discusión hasta donde yo pretendo. Para
qué sirve esta investigación, aun cuando no consigamos comprender cómo debe ser
definido un hereje, lo iremos viendo y diciendo en su lugar. Porque si esto
pudiera ser comprendido, ¿quién no iba a ver cuánta es su utilidad?
Según esto, la primera parte de la obra será Las
Herejías, que han existido desde la venida de Cristo y su Ascensión en
contra de su doctrina, y siempre que hayan podido llegar a nuestro conocimiento.
En la segunda parte, en cambio, disputaré sobre qué es lo que hace a uno ser
hereje.
Catálogo
Cuando el Señor subió al cielo, aparecieron los
siguientes herejes:
1. Simonianos
2. Menandrianos
3. Saturninianos
4. Basilidianos
5. Nicolaítas
6. Gnósticos
7. Carpocratianos
8. Cerintianos o Merintianos
9. Nazareos
10. Ebionitas o Ebioneos
11. Valentinianos
12. Secundianos
13. Ptolomeos
14. Marcitas o Marcianos
15. Colorbasos
16. Heracleonitas
17. Ofitas
18. Caianos o cainianos, cainitas
19. Setianos
20. Arcónticos
21. Cerdonianos
22. Marcionitas
23. Apelitas
24. Severianos
25. Tacianos o Encratitas
26. Catafrigas
27. Pepucianos o Pepudianos y
Quintilianos
28. Artotiritas
29. Tesarescedecatitas
30. Alogios o Alogos, Alogianos
31. Adamianos
32. Elceseos o Elceseítas y Sampseos
33. Teodotianos
34. Melquisedecianos
35. Bardesanistas
36. Noetianos
37. Valesios
38. Cátaros o Novacianos
39. Angélicos
40. Apostólicos
41. Sabelianos o Patripasianos
42. Origenianos
43. Otros Origenianos
44. Paulianos
45. Fotinianos
46. Maniqueos
47. Hieracitas
48. Melecianos
49. Arrianos
50. Vadianos o Antropomorfitas
51. Semiarrianos
52. Macedonianos
53. Aerianos
54. Aetianos y también Eunomianos
55. Apolinaristas
56. Antidicomaritas
57. Masalianos o Euquitas
58. Metangismonitas
59. Seleucianos
60. Ploclianitas
61. Patricianos
62. Ascitas
63. Pasalorinquitas
64. Acuarios
65. Colutianos
66. Florinianos
67. Los disconformes con el estado del mundo
68. Los que andan con los pies descalzos
69. Donatistas o Donatianos
70. Priscilianistas
71. Los que no comen con los hombres
72. Retorianos
73. Los que afirman la divinidad pasible de Cristo
74. Los que piensan a Dios triforme
75. Los que afirman que el agua es coeterna con Dios
76. Los que dicen que la imagen de Dios no es el
alma
77. Los que opinan que los mundos son innumerables
78. Los que creen que las almas se convierten en
demonios y en cualquier animal
79. Los que creen que el descenso de Cristo a los
infiernos liberó a todos
80. Los que dan comienzo al tiempo con el nacimiento
de Cristo del Padre
81. Luciferianos
82. Jovianistas
83. Arábicos
84. Elvidianos
85. Paternianos o Venustianos
86. Tertulianistas
87. Abeloítas
88. Pelagianos y Celestianos
Libro
1. Los Simonianos.
Vienen de Simón Mago, el cual, como se lee en los Hechos de los Apóstoles,
bautizado por el diácono Felipe, quiso comprar de los santos Apóstoles con
dinero que el Espíritu Santo fuese dado también por la imposición de sus manos.
Había engañado a muchos con sus magias 7.
En cambio, enseñaba que había que detestar la torpeza de usar indiferentemente
de las mujeres. Decía que Dios no había creado el mundo. Negaba también la
resurrección de la carne. Y afirmaba que él era Cristo. Y hasta quería creerse
el mismo Júpiter, que Minerva era realmente una meretriz llamada Elena, a la que
había hecho cómplice de sus crímenes, y las imágenes, tanto suyas como de la
meretriz, las daba a sus discípulos para adorarlas, y hasta las había levantado
en Roma con autorización pública como simulacros de los dioses. En Roma, el
apóstol Pedro lo aniquiló con el poder verdadero de Dios omnipotente.
2. Menandrianos,
de Menandro, mago también y discípulo suyo, que afirmaba que el mundo no había
sido hecho por Dios, sino por los ángeles.
3. Saturninianos,
de un cierto Saturnino, de quien se dice que confirmó en Siria la torpeza
simoniana. Además decía que el mundo lo habían hecho, solos, siete ángeles,
fuera de la conciencia de Dios Padre.
4. Basilidianos,
de Basílides, el cual se apartaba de los simonianos en que decía que existían
trescientos sesenta y cinco cielos, con cuyo número de días se completa un año.
También recomendaba como nombre santo la palabra - $ D " > " H , cuyas letras,
según el cómputo griego, hace el mismo número. En efecto, son siete letras: " ,
$ , D , " , > , " y H , que suman: uno más sesenta. La suma total son
trescientos sesenta y cinco.
5. Nicolaítas,
llamados así por Nicolás; se dice que era uno de los siete varones a quienes los
apóstoles ordenaron diáconos 8.
Como fuese acusado de los celos de su hermosísima mujer, se dice que para
expiarlo permitió que usara de ella quien quisiera. Este hecho se convirtió en
una secta torpísima donde se aprueba el uso indiscriminado de las mujeres.
Tampoco separan sus alimentos de aquellos inmolados a los ídolos ni se niegan a
los ritos de las supersticiones gentiles. Además, cuentan fábulas sobre el
mundo, mezclando en sus disputas no sé qué nombres de príncipes bárbaros para
aterrar a los oyentes, causando risa a los prudentes más que temor. Son
conocidos también porque no atribuyen la criatura a Dios, sino a algunas
potestades en las que creen o al menos fingen creer con increíble vanidad.
6. Gnósticos,
son los que se glorían de ser llamados así o de que debieran ser llamados así
por la superioridad de su ciencia, siendo más vanidosos e infames que todos los
anteriores. Y aunque son llamados por unos y otros de distintos puntos de la
tierra y de diversos modos, no pocos los llaman también
Borboritas, que significa como inmundos, por
la desbordante infamia que dicen realizar en sus misterios. Algunos opinan que
proceden de los Nicolaítas. Otros que de
Carpócrates, de quien hablaremos luego. Enseñan dogmas plagados de fábulas:
atrapan también a las almas inferiores con nombres terribles de príncipes o de
ángeles y urden sobre Dios y la naturaleza de las cosas muchas ficciones lejos
de la verdad saludable. Afirman que la sustancia de las almas es la naturaleza
de Dios, y su venida a los cuerpos presentes y su regreso a Dios los mezclan
según sus errores con sus mismas fábulas inacabables y estúpidas. A los que
creen en ellos los hacen, por así decirlo, no sobresalir por su mucha ciencia,
sino envanecerse por su charlatanería. Sostienen también en sus dogmas que
existe un dios bueno y un dios malo.
7. Carpocratianos.
Vienen de Carpócrates, que enseñaba toda clase de torpezas y toda inventiva de
pecado, y que no pueden escapar de otro modo ni marcharse los principados y las
potestades, a quienes gusta todo esto, para poder llegar al cielo más empíreo.
Se dice que creyó también que Jesús era solamente hombre, nacido de los dos
sexos, pero que recibió un alma tal con la que llegaría a saber todas las cosas
superiores y las anunciaría. Rechazaba la resurrección del cuerpo juntamente con
la ley. No aceptaba que el mundo fue hecho por Dios, sino por no sé qué
virtudes. Se cuenta que fue de esta secta una tal Marcelina, que daba culto a
las imágenes de Jesús, de Pablo, de Homero y de Pitágoras, adorando y poniendo
incienso.
8. Cerintianos,
de Cerinto, y los mismos llamados también Merintianos,
de Merinto, que afirman que el mundo fue hecho por los ángeles, y que conviene
circuncidar la carne y observar los otros preceptos de la ley. Que Jesús fue
solamente hombre, que no resucitó, pero aseguran que resucitará. Inventan
también que va a haber mil años, después de la resurrección, en un reino terreno
de Cristo según los placeres carnales del vientre y la libido. Por esto se les
llama también Quiliastas.
9. Nazareos,
que confiesan que Cristo es hijo de Dios; sin embargo, observan todo lo de la
Antigua Ley, que los cristianos han aprendido por tradición apostólica, no a
observarlo carnalmente, sino a entenderlo espiritualmente.
10. Ebioneos
(Ebionitas); afirman igualmente que Cristo es
sólo hombre. Observan los mandatos carnales de la ley, como la circuncisión de
la carne y las demás cargas de las que nos ha librado el Nuevo Testamento.
Epifanio vincula esta herejía a los Sampseos y
Elceseos, de modo que los pone con la misma
numeración como una misma herejía, dando a entender, sin embargo, que algo los
diferencia. Aunque también habla de ellos en los números que siguen con
numeración propia. Eusebio, en cambio, aludiendo a la secta de los
Elcesaítas, afirma que enseñaron que en la
persecución hay que negar la fe y guardarla en el corazón.
11. Valentinianos,
de Valentín, que imaginó muchas cosas fabulosas, afirmando que han existido
hasta treinta eones o siglos, cuyo principio es el abismo y el silencio; al
abismo también lo llaman padre. Afirman que de estos dos, como de un matrimonio,
han procedido el entendimiento y la verdad, y que han producido en honor del
padre ocho eones. Del entendimiento y la verdad han procedido la palabra y la
vida, y han producido diez eones. Finalmente de la palabra y de la vida han
procedido el hombre y la Iglesia, han producido doce eones. Así, dieciocho y
doce hacen treinta eones, y como hemos dicho, su primer principio es el abismo y
el silencio. Que Cristo, enviado por el padre, esto es por el abismo, tomó
consigo un cuerpo espiritual o celeste, sin que haya tomado nada de la Virgen
María, sino que pasó por ella como por un río o canal, sin tomar nada de su
carne. También niegan la resurrección de la carne, afirmando que el espíritu y
el alma reciben la salvación únicamente por Cristo.
12. Secundianos;
se diferencian de los valentinianos, según dicen, en que añaden las obras
deshonestas.
13. Ptolomeo;
discípulo también de Valentín, que, deseando fundar una nueva herejía, prefirió
afirmar cuatro eones con otros cuatro productos.
14. Marcos,
o no sé quién, fundó la herejía que niega la resurrección de la carne y afirma
que Cristo no sufrió verdaderamente, sino supuestamente. También opinó que para
él había, por el contrario, dos principios, afirmando de los eones algo parecido
a lo de Valentín.
15. Colorbaso,
siguió a los anteriores, pensando no muy distinto que ellos y afirmando que la
vida de todos los hombres y la generación consistía en siete astros.
16. Heracleonitas,
de Heracleón, un discípulo de los anteriores. Afirman que hay dos principios,
uno del otro, y de estos dos otras muchas cosas. Se dice que casi redimía a sus
moribundos con un modo nuevo: por medio del aceite, el bálsamo y el agua, más
las invocaciones que dicen en hebreo sobre sus cabezas.
17. Ofitas;
se llaman así por la culebra, que en griego se dice Ð n 4 H . Piensan que así es
Cristo. Pero tienen también una culebra verdadera encantada para lamer sus
panes, y que de este modo, con ellos, los santifica como una eucaristía. Algunos
dicen que estos ofitas proceden de los nicolaítas o de los gnósticos, y por
medio de sus invenciones fabulosas llegaron a dar culto a una culebra.
18. Caianos
(o cainianos y cainitas); así llamados porque honran a Caín, diciendo que era de
poderosísima fortaleza. Consideran también en el traidor Judas algo divino y su
crimen un beneficio, asegurando que él supo de antemano cuánto aprovecharía al
género humano la pasión de Cristo, y por eso lo entregó a los judíos para
matarlo. Se dice que también veneran a aquellos que perecieron al abrirse la
tierra cuando promovían un cisma en el primitivo pueblo de Dios, así como a los
sodomitas. Blasfeman de la ley y de Dios, autor de la ley, y niegan la
resurrección de la carne.
19. Setianos;
toman el nombre del hijo de Adán llamado Set. Le honran, pero con una vanidad
fabulosa y herética. En efecto, afirman que nació de una madre de lo alto, que
dicen se juntó con un padre de lo alto, de quien nacería otro germen divino
distinto, el de los hijos de Dios. Estos novelan también muchas cosas vanísimas
sobre los principados y las potestades. Algunos afirman que creían que Sem, el
hijo de Noé, era Cristo.
20. Arcónticos;
llamados así por los príncipes (arcontes); dicen que la universalidad que Dios
creó son las obras de los príncipes. Hacen también una especie de torpeza.
Niegan la resurrección de la carne.
21. Cerdonianos,
de Cerdón, que dogmatizó que existían dos principios que se oponen entre sí. Que
el Dios de la Ley y los Profetas no es el Padre de Cristo, ni que Dios es bueno,
sino justo; que el Padre de Cristo sí es bueno; que el mismo Cristo ni nació de
una mujer ni tuvo carne; ni murió verdaderamente o padeció cosa alguna, sino que
simuló la pasión. Algunos cuentan que en sus dos principios dijo que había dos
dioses, de manera que uno de ellos era bueno y el otro malo. Niega la
resurrección de los muertos, despreciando además el Antiguo Testamento.
22. Marción
también, de quien se llaman Marcionitas,
siguió los dogmas de Cerdón sobre los dos principios. Aunque Epifanio diga que
sostuvo tres principios: lo bueno, lo justo y lo perverso. Pero Eusebio escribe
que el autor de los tres principios y naturalezas es un tal Sinero y no Marción.
23. Apelitas,
porque el principal es Apeles, que introduce también dos dioses: uno bueno y
otro malo. Sin embargo, no existen como dos principios diversos y opuestos entre
sí, sino que el uno es el principio, es decir, el dios bueno, que hizo también
al otro, el cual, como fuese un maligno, fue descubierto que en su malignidad
hizo el mundo. Algunos dicen que este Apeles también pensó cosas tan falsas de
Cristo que él no se quitó de encima desde el cielo la carne que dio al mundo,
cuando resucitando sin carne subió al cielo, sino que la tomó de los elementos
del mundo.
24. Severianos,
de Severo; no beben vino porque afirman con vanidad fabulosa que la vid germinó
de Satanás y la tierra. También éstos hinchan, con los nombres de príncipes que
les agradan, su doctrina no sana, despreciando la resurrección de la carne con
el Antiguo Testamento.
25. Tacianos,
fundados por cierto Taciano; también se les llama
Encratitas. Condenan el matrimonio, y lo equiparan por completo a las
fornicaciones y otras corrupciones; no reciben en su grupo a ninguno, varón o
mujer, que haga uso del matrimonio. Tampoco comen carne, y la abominan todos.
Estos también conocen algunos aplazamientos fabulosos de los siglos. Están en
contra de la salvación del primer hombre. Epifanio distingue entre tacianos y
encratitas, de modo que a los encratitas los llama cismáticos de Taciano.
26. Catafrigas,
son los que tienen por fundadores a Montano como paráclito y a dos profetisas
suyas, Prisca y Maximila. Les dio el nombre la provincia de Frigia, porque allí
han existido y allí han vivido, y hasta hoy tienen en aquellos lugares algunos
pueblos. Afirman que la venida del Espíritu Santo prometida por el Señor se
cumplió en ellos y no en los apóstoles. Tienen como fornicación a las segundas
nupcias; y por eso dicen que el apóstol Pablo las permitió, porque en parte lo
sabía y en parte profetizaba: ya que aún no había llegado lo que es perfecto 9.
Ahora bien: ellos deliran que esto perfecto vino sobre Montano y sus profetisas.
Dicen que los sacramentos los tienen por funestos. Realmente cuentan que de la
sangre de un niño de un año, que extraen con pequeñas punciones de todo su
cuerpo, realizan en cierto modo su eucaristía, mezclándola con harina y haciendo
un pan. Si el niño llegase a morir, lo tienen por mártir; pero si viviera, por
gran sacerdote.
27. Pepucianos o
Quintilianos, así llamados por cierto lugar que Epifanio llama ciudad
desierta. Ellos, convencidos de que es algo divino, la llaman Jerusalén. De tal
manera dan solamente a las mujeres el primer puesto, que hasta ejercen el
sacerdocio entre ellos. Realmente dicen que Cristo se apareció en figura de
mujer en la misma ciudad de Pepuza a Quintila y Priscila, por lo cual se llaman
también quintilianos. Hacen también éstos con la sangre de un niño lo que hemos
dicho antes que hacían los catafrigas. En efecto, se dice que nacieron de ellos.
Finalmente, otros dicen que la tal Pepuza no es una ciudad, sino que fue la
villa de Montano y sus profetisas, Prisca y Maximila. Y porque vivieron allí, el
lugar mereció llamarse Jerusalén.
28. Artotiritas,
son los llamados así por sus ofrendas. En efecto, ofrecen pan y queso diciendo
que ya los primeros hombres celebraron las oblaciones de los frutos de la tierra
y de las ovejas; Epifanio los une a los pepucianos.
29.
Tesarescedecatitas; se llaman así porque no celebran la Pascua, sino la
luna decimocuarta, cualquiera que sea el día ocurrente de la semana; y si fuera
domingo, ayunan y guardan vigilia ese día.
30. Alogos,
Alogios, Alogianos, los sin palabra; se llaman así como negadores del
Verbo (la Palabra) -8 ` ( @ H , en griego, significa palabra-, porque no quieren
admitir al Verbo-Dios (la Palabra-Dios), despreciando el Evangelio de San Juan y
su Apocalipsis, negando, por supuesto, que estos escritos sean suyos.
31. Adamianos,
de Adam, cuya desnudez en el Paraíso antes del pecado imitan. De donde también
se oponen al matrimonio, porque Adam, ni antes de pecar, ni después de haber
sido expulsado del Paraíso, conoció a su mujer. Creen, por tanto, que el
matrimonio no habría existido si nadie hubiera pecado. Conviven, pues, desnudos
hombres y mujeres, escuchan sus lecciones desnudos, oran desnudos, desnudos
celebran los sacramentos y por eso piensan ellos que su iglesia es el paraíso.
32. Elceseos o
Sampseos; Epifanio, según su orden, los nombra aquí, y dice que fueron
engañados por cierto pseudo-profeta llamado Elci, de cuyo linaje presenta a dos
mujeres adoradas por ellos como diosas. Lo demás es semejante a los ebioneos.
33. Teodotianos;
formados por un tal Teodoto, afirman que Cristo es solamente hombre. Y dicen que
lo enseñó el mismo Teodoto porque, lapso en la persecución, creía que de este
modo evitaba el oprobio de su caída si aparecía que él no había negado a Dios,
sino a un hombre.
34.
Melquisedecianos; creen que Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo 10,
no fue un hombre, sino la virtud de Dios.
35. Bardesanistas;
de un cierto Bardesano; se dice que al principio sobresalió insigne en la
doctrina de Cristo; pero después, aunque no en todo, cayó en la herejía de
Valentín.
36. Noetianos;
de un tal Noeto, que decía que Cristo era él mismo el Padre y el Espíritu Santo.
37. Valesios;
se castran a sí mismos y a sus huéspedes, pensando de este modo que deben servir
a Dios. Se dice también que enseñan otras cosas heréticas y torpes; pero cuáles
son, ni siquiera Epifanio las recordó, y yo tampoco he podido encontrarlas en
parte alguna.
38. Cátaros;
porque se llaman a sí mismos con este nombre soberbia y odiosísimamente, no
admiten las segundas nupcias como por amor a la pureza y se oponen a la
penitencia, siguiendo al hereje Novato. Por esto se llaman también
Novacianos.
39. Angélicos,
propensos al culto de los ángeles. Epifanio atestigua que ya habían desaparecido
por completo.
40. Apostólicos;
los que se llaman por vana presunción con este nombre, dado que no recibían en
su comunión a los que usaban de su cónyuge y poseían bienes propios, como tiene
la Católica muchos monjes y clérigos. Pero por eso son herejes, porque,
separándose de la Iglesia, juzgan que no tienen esperanza alguna los que usan de
esas cosas de las que ellos carecen. Son semejantes a los encratitas. También se
les llama Apotactitas. Y no sé qué más cosas
heréticas enseñan como propias.
41. Sabelianos;
se dice que salieron de aquel Noeto que hemos recordado antes. Algunos dicen
también que Sabelio fue discípulo suyo. Por qué causa Epifanio las enumera como
dos herejías, no lo sé. Veamos cómo pudo suceder que este Sabelio fuese más
famoso y que por eso esta herejía tomara de él mayor renombre. En efecto, los
noetianos difícilmente son conocidos por alguien; en cambio, los sabelianos
están en la boca de muchos. Algunos los llaman también
Praxeanos, de Práxeas, y tal vez
Hermogenianos, de Hermógenes; de los cuales,
Práxeas y Hermógenes, que pensaban lo mismo, se dice que estuvieron en África.
Pero no son varias sectas, sino que tienen diversos nombres de una sola secta,
según los hombres que han destacado más en ella. Lo mismo que son donatistas los
parmenianistas, como son pelagianos los mismos celestianos. Es decir, que el
citado Epifanio pone a los noetianos y sabelianos no como dos nombres de una
sola herejía, sino como dos herejías distintas. Yo no lo he podido encontrar
claramente, porque si existe alguna diferencia entre ellos, lo dijo tan
oscuramente, por la brevedad tal vez, que no lo entiendo. Mencionando a los
sabelianos, tan distantes de los noetianos, en este mismo pasaje, sin duda, como
nosotros, dice: "Los sabelianos, que dogmatizan igual que Noeto, menos esto que
dicen que el Padre no padeció". ¿Cómo puede entenderse esto de los sabelianos,
cuando se distinguen porque dicen que el Padre padeció de tal modo que se les
llama con más frecuencia patripasianos que sabelianos? Y si tal vez en la frase
"menos esto que dicen que el Padre no padeció" quiso que se entendiese que eso
lo decían los novacianos, ¿quién puede distinguirlos con esta ambigüedad? O
¿cómo podemos entenderlos, a cualquiera de ellos que no afirman que el Padre
sufrió, cuando dicen que es la mismísima cosa el Padre y el Hijo y el Espíritu
Santo? Filastrio, obispo de Brescia, en un libro muy prolijo que escribió sobre
las herejías, también estimó que debía enumerar ciento veintiocho herejías.
Poniendo a los sabelianos a continuación de los noetianos, dice: "Sabelio, su
discípulo, que siguió paso a paso a su maestro, por lo que también han sido
llamados sabelianos y patripasianos, praxeanos, de Práxeas, y hermogenianos, de
Hermógenes, que estuvieron en África; y por pensar de este modo fueron separados
de la Iglesia católica". Muy bien dice que después fueron llamados sabelianos,
porque defendían lo mismo que Noeto; y recordó los otros nombres de la misma
secta. No obstante, puso a los noetianos y sabelianos con dos numeraciones
distintas, como a dos herejías. ¿Por qué? Él lo sabrá.
42. Origenianos,
por un cierto Orígenes, no el famoso conocido de casi todos, sino de otro no sé
quién. Epifanio, hablando de él y de sus seguidores, dice: "Origenianos, de un
tal Orígenes, de acciones torpes, que realizan cosas nefandas, entregando sus
cuerpos al desenfreno". Sin embargo, a continuación, al añadir
Otros Origenianos, dice:
43. Origenianos,
"son otros, los del tratadista Adamancio, que rechazan la resurrección de los
muertos: introduciendo a Cristo como criatura y al Espíritu Santo, alegorizando
además el paraíso, los cielos y todas las otras cosas". Esto dice Epifanio de
este Orígenes. Pero quienes lo defienden afirman que enseñó que el Padre y el
Hijo y el Espíritu Santo son de una y de la misma sustancia, que no rechazó la
resurrección de los muertos, aunque quienes han leído sus muchas obras se
esfuerzan por refutarle también en todo esto. Este Orígenes tiene otros dogmas
que no acepta la Iglesia católica, en los cuales le arguye con verdad y sus
defensores no pueden desmentir. Sobre todo en cuanto a la purgación y
liberación, y a que después de un largo tiempo se vuelve de nuevo a los mismos
males por la revolución de toda la criatura racional. Realmente, qué cristiano
católico, docto o indocto, no se horroriza con vehemencia de esa que llama
purificación de los males; esto es, que aun aquellos que acabaron esta vida con
pecados, abominaciones, sacrilegios e impiedades las más atroces, incluso al
final al mismísimo diablo y a sus ángeles, si bien, después de tiempos
incontables, son restituidos al Reino de Dios y a la luz una vez purgados y
librados; pero de nuevo, también después de larguísimos tiempos, todos los que
han sido liberados, volverán a caer en los mismos males y a levantarse, y que
estos períodos de felicidad y de miseria de la criatura racional siempre han
existido y siempre existirán? De semejante vanidosísima impiedad he disputado
con el máximo cuidado en los libros de La Ciudad de Dios contra los
filósofos de quienes Orígenes aprendió tales cosas.
44. Paulianos,
de Paulo de Samosata; dicen que Cristo no existió siempre, sino que sostienen su
comienzo desde que nació de María, y no lo creen algo más que hombre. Esta
herejía fue algún tiempo de un cierto Artemón, pero cuando falleció la restauró
Paulo y después la confirmó Fotino, de modo que los
Fotinianos son nombrados con más celebridad que los
Paulianos. Por cierto que el Concilio de Nicea
estableció que estos paulianos debían ser bautizados en la Iglesia católica. De
donde hay que creer que no mantenían la regla del bautismo que muchos herejes se
llevaron consigo al separarse de la Católica y la conservan.
45. Fotinianos;
Epifanio no los coloca inmediatamente después de Paulo o con Paulo, sino después
de interponer a otros. Pero no calla que creyó cosas parecidas. Sin embargo,
afirma que en algo se le opuso; qué sea ese algo lo calla por completo.
Filastrio, en cambio, pone a continuación a los dos con numeración particular y
propia, como dos herejías distintas, mientras afirma que Fotino siguió en todo
la doctrina de Paulo.
46. 1. Maniqueos;
existieron por cierto persa que llamaban Manés, aunque sus discípulos preferían
llamarle el Maniqueo, cuando comenzó a predicar en Grecia su loca
doctrina insana para evitar el nombre de locura. Por lo cual, algunos, como más
espabilados y por lo mismo más mentirosos, por la letra n geminada, le
llaman el Manniqueo, como el que derrama manná.
46. 2. Este inventó dos principios diversos y
contrarios entre sí, los dos eternos y coeternos, esto es, que existieron
siempre. Siguiendo a otros herejes antiguos, opinó que existen dos naturalezas y
sustancias, a saber: una del bien y otra del mal. Novelan muchas fábulas que
sería muy largo de relatar aquí, afirmando según sus doctrinas la lucha y la
mezcolanza de las dos naturalezas entre sí, la purgación del bien por parte del
mal y del bien que no puede ser purgado, mientras para el mal la condenación
eternamente; novelan muchas fábulas que sería muy largo de relatar aquí.
46. 3. Por estas fábulas suyas vanas e impías
se ven obligados a decir que las almas buenas, a las que creen que deben liberar
de la mezcolanza de las almas malas, a saber: de la naturaleza contraria, son de
esa naturaleza de la que es Dios.
46. 4. En consecuencia, confiesan que el
mundo fue hecho por la naturaleza del bien, esto es, por la naturaleza de Dios;
pero de aquella mezcolanza del bien y del mal que salió cuando lucharon entre sí
las dos naturalezas.
46. 5. De hecho, afirman que esta purgación y
liberación del bien por parte del mal la hacen las fuerzas de Dios, no sólo por
todo el mundo y de todos sus elementos, sino también sus Elegidos por medio de
los alimentos que consumen. Dicen que la sustancia de Dios, ciertamente, está
mezclada también en esos alimentos, como en el mundo entero, y creen que es
purgada en sus Elegidos por el género de vida con que viven los Elegidos
maniqueos como más santa y excelentemente que sus Oyentes. De estas dos
profesiones, Elegidos y Oyentes, quisieron que constase su iglesia.
46. 6. En el resto de los hombres, e incluso
en sus mismos Oyentes, creen que esta parte de la sustancia buena y divina está
retenida, mezclada y atrapada en los alimentos y bebidas, y sobre todo en los
que engendran hijos está atrapada más estrecha y corrompidamente. La parte de la
luz, que es purgada por doquier, a través de ciertas naves, que quieren que sean
el sol y la luna, vuelve al reino de Dios como a sus sitiales propios. Por lo
mismo, dicen que estas naves están fabricadas de la sustancia pura de Dios.
46. 7. Y afirman que es también naturaleza de
Dios esta luz corpórea que agrada a los ojos de los animales mortales, no sólo
en esas naves, donde creen que la luz es purísima, sino también en otras
cualesquiera cosas lúcidas, en las cuales según ellos es retenida con la
mezcolanza, y creen que para ser purgada. En efecto, para la gente de las
tinieblas dan cinco elementos que han engendrado sus propios príncipes, y a esos
elementos los llaman con los nombres siguientes: humo, tinieblas, fuego, agua y
aire. En el humo han nacido los animales bípedos, de quienes piensan que
proceden los hombres; en las tinieblas, los reptiles; en el fuego, los
cuadrúpedos; en las aguas, los natátiles; en el aire, los volátiles. Para vencer
a estos cinco elementos malos han sido enviados del reino y de la sustancia de
dios otros cinco elementos, y en esa lucha quedaron mezclados: la atmósfera con
el humo, la luz con las tinieblas, el fuego bueno con el fuego malo, el agua
buena con el agua mala, el aire bueno con el aire malo. Pero distinguen aquellas
naves, es decir, los dos luminares del cielo, de tal modo que sostienen que la
luna fue hecha del agua buena y el sol del fuego bueno.
46. 8. Que en esas naves existen las virtudes
santas, que se transfiguran en hombres para atraer a las mujeres de la gente
mala, y a su vez en mujeres para atraer a los hombres de la misma gente mala, y
al ser conmovida mediante esta tiniebla la concupiscencia que hay en ellos, huya
la luz que retenían mezclada entre sus miembros, y sea tomada para su purgación
por los ángeles de la luz, y como purgatorio se les imponga que tienen que
transportarla en esas naves hasta sus propios reinos.
46. 9. Con esta ocasión, o más bien por
exigencias de una superstición execrable, los Elegidos están obligados a tomar
como una eucaristía rociada con semen humano, para que de ella, como de los
demás alimentos que toman, sea purgada igualmente aquella sustancia divina.
Ellos niegan que hacen tal cosa, y afirman que son otros, no lo sé, los que
hacen eso con el nombre de Maniqueos. Sin embargo, tú mismo lo sabes, en Cartago
fueron cogidos in fraganti en la iglesia, siendo tú allí ya diácono,
cuando a instancias del tribuno Urso, que entonces estaba al frente de la casa
real, fueron llevados a su presencia algunos donde una muchacha, por nombre
Margarita, denunció semejante torpeza nefanda, porque, cuando aún no tenía doce
años, según ella afirmaba, fue maliciada mediante ese misterio sacrílego.
Entonces con dificultad se vio obligada a confesar que una medio beata maniquea,
llamada Eusebia, sufrió lo mismo por la misma causa. Como al principio aseguró
que ella se mantenía virgen y pidió ser reconocida por una comadrona, fue
reconocida, y ¿qué descubrieron? Contó de forma parecida todo aquel sacrilegio
torpísimo, en el cual ella se tendía debajo con harina para recoger y mezclar el
semen de los que se acostaban con ella. Esto no lo había oído por estar ausente
cuando lo indicó Margarita. Y más recientemente fueron sorprendidos algunos
maniqueos, y llevados al tribunal eclesiástico, como lo demuestran las Actas
Episcopales que me enviaste, confesaron mediante un diligente interrogatorio que
eso no era sacramento, sino un execramento, una execración.
46. 10. Uno de ellos, llamado Viator, no pudo
negar que todos son maniqueos en general, tanto los que decían que quienes
hacían eso se llamaban propiamente Cataristas,
como los que se dividían en otros grupos de la misma secta maniquea como los
Matarios, y específicamente los maniqueos,
puesto que todas estas tres formas tienen como propagandista a un mismo agente.
Y ciertamente que los libros maniqueos son comunes a todos sin duda alguna, y en
ellos están escritas las fábulas monstruosas sobre la transfiguración de hombres
en mujeres y de mujeres en hombres, para atraer y disolver por medio de la
concupiscencia de los dos sexos a los príncipes de las tinieblas, de manera que
la sustancia divina que está atrapada cautiva en ellas, liberada, huya de ellos;
de donde procede tamaña torpeza que todos niegan pertenecer a ella. En efecto,
ellos piensan que imitan a las virtudes divinas, hasta donde pueden, para purgar
la parte de su dios, que sin la menor duda está mancillada también en el semen
del hombre, como en todos los cuerpos celestes y terrestres y en las semillas de
todas las cosas. De donde se sigue que ellos, comiendo, tienen que purgar
también la del semen humano del mismo modo que las demás semillas que toman en
los alimentos. Por esto se les llama también
Cataristas, como los purgadores, que la purgan con tanta diligencia que
no se abstienen siquiera de esa comida tan horrenda y torpe.
46. 11. Pero no comen carnes, como si la
sustancia hubiese huido de los muertos y matados, y así permaneciese tan grande
y pura que ya no es digno el purgarla en el vientre de los Elegidos. Ni siquiera
comen huevos, porque cuando se rompen es como si expiraran, y no se debe comer
cuerpo alguno muerto; únicamente queda vivo de la carne lo que se toma con
harina para que no muera. Tampoco toman la leche aunque se ordeñe y mame de un
cuerpo animal vivo, no porque crean que allí no hay nada mezclado con la divina
sustancia, sino porque no están seguros de ello. Ni beben vino, porque dicen que
es la hiel de los príncipes de las tinieblas; cuando se comen las uvas no sorben
nada del mosto, aunque sea recentísimo.
46. 12. Creen que las almas de sus Oyentes se
convierten en Elegidos, o, con ventaja más feliz, en alimentos de sus Elegidos,
para que purgadas de ese modo ya no se vuelvan a convertir en ningún cuerpo. En
cambio, piensan que las demás almas vuelven o bien a los animales, o bien a todo
lo que está enraizado y que se alimenta en la tierra. Realmente opinan que las
hierbas y los árboles viven de tal modo que creen que la vida que hay en ellos
es sensible, y que se duelen cuando son dañados; así que nadie puede arrancar o
desgajar algo de ellos sin sufrimiento. Por eso limpiar el campo de espinos lo
tienen por ilícito; y en su demencia llegan a acusar a la agricultura, que es la
más inocente de todas las artes, como culpable de muchos homicidios. Sostienen
que todo eso se les perdona a sus oyentes, porque ofrecen de su parte los
alimentos a sus Elegidos, para que la divina sustancia purgada en sus vientres
les alcance el perdón a aquellos que los dan en oblación purgatoria. De este
modo, los mismos Elegidos, sin trabajar nada en los campos, ni coger frutos, ni
arrancar siquiera hoja alguna, están esperando que todas esas cosas se las
acarreen sus Oyentes con sus costumbres, viviendo de tan numerosos y tan enormes
homicidios ajenos según su vanidad. Aconsejan también a los mismos Oyentes que,
si comen carne, no maten a los animales, para no ofender a los príncipes de las
tinieblas atrapados en los seres celestiales, de los cuales tiene origen la
carne.
46. 13. Y si usan de sus mujeres, que eviten
la concepción y la generación, para que la sustancia divina, que entra en ellos
por los alimentos, no sea atrapada en la prole con los vehículos de la carne.
Así, creen con certeza que las almas vienen a toda carne, a saber: por medio de
los alimentos y de las bebidas. En consecuencia, condenan el matrimonio sin duda
alguna, y en cuanto está en su mano, lo prohíben.
46. 14. Cuando prohíben engendrar, porque los
matrimonios deben unirse, es porque afirman que Adán y Eva nacieron de los
padres príncipes del humo: como su padre, de nombre Saclas, hubiese devorado a
los fetos de todos sus compañeros, también todo lo que de allí había tomado
mezclado con la sustancia divina al cohabitar con su mujer había quedado
igualmente atrapado en la carne de la prole como un vínculo firmísimo.
46. 15. En cambio afirman la existencia de
Cristo, a quien nuestra Escritura llama serpiente, que ellos aseguran que los ha
iluminado para abrir los ojos del conocimiento y conocer el bien y el mal. Que
ese Cristo, en los últimos tiempos, vino a librar las almas, pero no los
cuerpos. Que no existió en carne verdadera, sino que presentó una especie de
carne simulada para engañar a los sentidos humanos, desde el momento en que
anunciaba falsamente no sólo la muerte, sino también y de igual modo la
resurrección. Que el Dios que dio la ley por Moisés y que habló por los Profetas
hebreos no es el verdadero dios, sino uno de lo príncipes de las tinieblas. Leen
las Escrituras del mismo Nuevo Testamento falseadas, de tal modo que toman de
ellas lo que les pete y rechazan lo que no, y anteponen a ellas algunas
escrituras apócrifas que tienen como un todo verdadero.
46. 16. Dicen que la promesa del Señor
Jesucristo sobre el Espíritu Santo Paráclito quedó cumplida en su heresiarca
Manés. Por eso se llama a sí mismo en sus cartas apóstol de Jesucristo, porque
Jesucristo había prometido que él sería enviado y en él habría enviado al
Espíritu Santo. Por todo esto Manés tuvo también doce apóstoles, a la manera del
número apostólico, que guardan hasta hoy los maniqueos. En efecto, de los
Elegidos tienen a doce a los que llaman maestros, y a un decimotercero como el
principal de ellos; en cuanto a los obispos, tienen setenta y dos ordenados por
los maestros; además, los presbíteros que ordenan los obispos. Los obispos
tienen también diáconos; los restantes se llaman solamente Elegidos. Pero
también son enviados aquellos que parecen idóneos para defender y aumentar este
error, donde ya está implantado, o para sembrarlo también donde no lo está.
46. 17. Manifiestan que el bautismo de agua
no trae a nadie ninguna salvación, y así creen que ninguno de los que engañan
debe ser bautizado.
46. 18. Hacen oraciones: durante el día,
hacia el sol por la parte que va girando; por la noche, hacia la luna cuando
sale; si no sale, hacia la parte del aquilón, por donde al ponerse el sol vuelve
al oriente. Cuando oran están de pie.
46. 19. Atribuyen el origen de los pecados no
al libre albedrío de la voluntad, sino a la sustancia de la gente enemiga.
Dogmatizando que está mezclada entre los hombres, afirman que toda carne no es
obra de Dios, sino de un espíritu malo que es coeterno del principio contrario a
Dios. Que la concupiscencia carnal, por la cual la carne codicia contra el
espíritu, es una enfermedad innata en nosotros desde la naturaleza viciada con
el primer hombre; pero quieren que exista una sustancia contraria que está tan
adherida a nosotros que, cuando somos liberados y purgados, se separa de
nosotros, y ella misma vive también inmortal en su propia naturaleza. Que estas
dos almas o dos mentes, una buena y otra mala, luchan entre sí en cada hombre,
cuando la carne codicia contra el espíritu y el espíritu contra la carne 11.
Que este vicio no llegará a ser sanado en nosotros en parte alguna, como
nosotros afirmamos, sino que esta sustancia del mal separada de nosotros y
encerrada en alguna esfera, como en una cárcel sempiterna, ha de vencer, una vez
acabado este siglo, después de la consumación del mundo por el fuego. Afirman
también que a esa esfera se acercará siempre y se adherirá como un cobertor y
baldaquino de las almas naturalmente buenas, pero que, sin embargo, no han
podido llegar a ser purificadas del contagio de la naturaleza mala.
47. Hieracitas,
porque su autor se llama Hiéracas; niegan la resurrección de la carne.
Únicamente reciben en su comunión a monjes y a monjas y a los que no tienen
matrimonio. Dicen que los niños no pertenecen al reino de los cielos, porque no
hay en ellos ningún mérito de lucha con que superen los vicios.
48. Melecianos,
llamados así por Melecio, porque al no querer rezar con los conversos, es decir,
con aquellos que claudicaron en la persecución, hicieron un cisma. Dicen que
ahora están unidos a los arrianos.
49. Arrianos,
de Arrio, son conocidísimos por aquel error con que niegan que el Padre y el
Hijo y el Espíritu Santo son de una y la misma naturaleza y sustancia o, para
decirlo más claramente, esencia, que en griego se llama @ Û F \ " , sino que el
Hijo es criatura, pero además que el Espíritu es criatura de la criatura, es
decir, quieren que sea creado por el mismo Hijo. En cambio, son mucho menos
conocidos en aquello que opinan sobre que Cristo recibió la carne sola sin el
alma. Y no hallo a nadie que les haya rebatido nunca en este punto. Y esto es
verdad. Epifanio tampoco lo calló, y yo lo he comprobado con absoluta certeza
por algunos escritos suyos y conversaciones. Sabemos que rebautizan también a
los católicos; si hacen lo mismo a los no católicos, lo ignoro.
50. Vadianos,
a quienes llama así Epifanio, y los quiere presentar claramente como cismáticos
y no como herejes. Otros los llaman Antropomorfitas,
porque se representan a Dios con un conocimiento carnal a semejanza del hombre
corruptible. Lo cual Epifanio lo atribuye a su rusticidad, disculpándolos de
llamarlos herejes. Sin embargo, dice que se separaron de nuestra comunión,
echando la culpa a que los obispos son ricos, celebrando la Pascua con los
judíos. Aunque también hay quienes aseguran que en Egipto comulgan con la
Iglesia católica. Sobre los Fotinianos, que
Epifanio recuerda en este pasaje, ya he hablado bastante más arriba.
51. Semiarrianos
llama Epifanio a los que afirman que el Hijo es de esencia semejante (Ò : @ 4 @
b F 4 @ < ), como no plenamente arrianos; de igual modo que los arrianos no
quieren la esencia semejante, porque los Eunomianos
propagan que esto lo dicen ellos.
52. Macedonianos,
son los de Macedonio, a quienes los griegos llaman A < g L : " J @ : V P @ L H ,
porque disputan acerca del Espíritu Santo. Realmente, piensan bien del Padre y
del Hijo, que son de una y de la misma sustancia o esencia; pero no quieren
creer esto del Espíritu Santo, diciendo que es una criatura. A éstos, con más
propiedad, algunos los llaman Semiarrianos
porque, en esta cuestión, por una parte están con ellos y por otra con nosotros.
Aunque algunos manifiesten que al Espíritu Santo no le dicen Dios, sino la
deidad del Padre y del Hijo, y que no tiene una sustancia propia.
53. Aerianos,
de un tal Aerio, el cual, siendo presbítero, se dice que estaba muy dolido de
que no pudo ser obispo, y cayendo en la herejía de los arrianos, añadió de su
cosecha algunos dogmas, afirmando que no era conveniente hacer ofrendas por los
difuntos, ni había por qué celebrar los ayunos establecidos solemnemente, sino
que se debía ayunar cuando cada uno quisiera, para que pareciese que estaba bajo
la ley. También afirmaba que un presbítero no debía distinguirse de un obispo en
nada. Algunos señalan que éstos, como los Encratitas
o Apotactitas, no admiten a su comunión sino a los continentes y a
aquellos que de tal manera han renunciado al siglo que no poseen nada propio.
Epifanio dice que, en cambio, no se abstienen de comer carne. Filastrio sí les
atribuye esa abstinencia.
54. Aetianos,
así llamados por Aetio, y los mismos llamados también
Eunomianos, de Eunomio, un discípulo de Aetio, por cuyo nombre son más
conocidos. En efecto, Eunomio, mejor dialéctico, defiende esta herejía con más
agudeza y vehemencia, afirmando que el Hijo es en todo desemejante al Padre, y
el Espíritu Santo al Hijo. Se dice también que hasta tal punto fue enemigo de
las buenas costumbres, que llegaba a asegurar que en nada le perjudicaría la
realización y la perseverancia de cualesquiera pecados a quien fuese partícipe
de esa fe que él enseñaba.
55. Apolinaristas;
los fundó Apolinar; han disentido de la Católica sobre el alma de Cristo,
diciendo, como los arrianos, que Cristo-Dios tomó carne sin alma. Vencidos en
esta cuestión por los testimonios evangélicos, dijeron que la mente por la cual
el alma del hombre es racional, faltó en el alma de Cristo, pero en vez de ella
existió en Él el mismo Verbo. Por cierto, es bien notorio que se apartaron de la
recta fe sobre su misma carne, hasta llegar a decir que aquella carne y el Verbo
son de una sola y de la misma sustancia, asegurando obstinadamente que el Verbo
se hizo carne, esto es, que algo del Verbo se convirtió y cambió en carne, pero
no que la carne fue tomada de la carne de María.
56.
Antidicomaritas; se llama así a los herejes que se oponen a la virginidad
de María, de tal modo que afirman que, después de nacido Cristo, ella estuvo
unida con su marido.
57. Masalianos;
Epifanio pone como última la herejía de los
Masalianos, nombre de la lengua siria. En griego se llaman
Euquitas, de orar. Realmente, oran tanto que
hasta a los que lo saben por ellos mismos les parece imposible. Porque cuando
dijo el Señor: Conviene orar siempre y no desfallecer 12;
y el Apóstol: Orad sin descanso 13,
lo cual se entiende rectísimamente que ningún día deben faltar algunos tiempos
de oración, ellos lo cumplen tan exageradamente que por eso se han adjudicado el
mérito de ser contados entre los herejes. Aunque algunos dicen que ellos cuentan
no sé qué fábula fantástica y ridícula sobre la purgación de las almas, a saber:
que se ve salir de la boca del hombre que es purgado una cerda con sus cerditos,
y que entra en él de forma visible como un fuego que no le quema. Epifanio los
une a lo Eufemitas,
Martirianos y Satanianos, y a todos
éstos los pone con ellos como una sola herejía. Se dice que los
Euquitas opinan que a los monjes no les es
lícito trabajar en cosa alguna para sustentar su vida, y que ellos mismos se
profesan monjes, de modo que estén ociosos completamente de trabajo.
El tantas veces citado obispo de Chipre, tenido
entre los grandes por los griegos y alabado por muchos en la pureza de la fe
católica, llegó en su obra De las herejías hasta éstos. Yo, al recordar a
los herejes, he seguido no sólo su exposición, sino también su orden. Si bien he
tomado de otros algunas cosas que él no tomó, así como no he puesto otras que él
puso. Por lo mismo, he explicado algunas cosas con mayor amplitud que él, y
otras, en cambio, más brevemente, procurando en la mayoría una brevedad
semejante, moderándolo todo como lo exigía mi plan propuesto. Así, pues, él
contó ochenta herejías, y, según le pareció, separó veinte que existieron antes
de la venida del Señor; las sesenta restantes, nacidas después de la ascensión
del Señor, las recoge en cinco brevísimos libros, y así completa todos los seis
libros de su misma obra entera. Pero yo, como me he comprometido, según tu
petición, a recordar aquellas herejías que después de la glorificación de Cristo
se levantaron, hasta con la fachada del nombre cristiano, contra la doctrina de
Cristo, he trasladado a mi obra cincuenta y siete de la obra del mismo Epifanio,
agrupando dos en una cuando no he podido encontrar ninguna diferencia; y cuando
él ha querido hacer de dos una, las he puesto a cada una con su numeración
propia. Todavía debo recordar las herejías que yo he encontrado en otros, y
también las que yo mismo recuerdo. Ahora añado las que ha puesto Filastrio y que
no ha puesto Epifanio.
58.
Metangismonitas; pueden llamarse así los que afirman el Metangismon,
diciendo que el Hijo está en el Padre como un vaso en otro vaso, uniéndolos a
semejanza de dos cuerpos carnalmente, de tal modo que el Hijo entre en el Padre
como el vaso menor en el vaso mayor. De donde tamaño error recibe tal nombre,
que en griego se dice : g J " ( ( 4 F : ` H : porque • ( ( g à @ < , en esa
lengua, significa vaso, pero la penetración de un vaso en otro, en latín no
puede decirse con una sola palabra, como en griego ha podido : g J " ( ( 4 F : `
H .
59. Seleucianos
y también Hermianos; lo son por sus autores,
Seleuco y Hermias, que dicen que la materia de los elementos, de la que fue
hecho el mundo, no fue creada por Dios, sino que es coeterna a Dios. Tampoco
atribuyen el alma a un Dios creador, sino que opinan que los creadores de las
almas son los ángeles del fuego y del aire (espíritu). Pero aseguran que el mal,
algunas veces, es de Dios, y otras, de la materia. Niegan que el Salvador en
carne esté sentado a la derecha del Padre, porque dicen que se despojó de ella y
la puso en el sol, tomando el pretexto del Salmo, donde se lee: En el sol
puso su tabernáculo 14;
también niegan el paraíso visible. No reciben bautismo de agua. Creen que no
habrá resurrección, sino que se está realizando día a día en la generación de
los hijos.
60. Proclianitas;
han seguido a los anteriores, añadiendo que Cristo no vino en la carne.
61. Patricianos,
así llamados de su autor, Patricio; dicen que la sustancia de la carne humana no
es creada por Dios, sino por el diablo; y creen que hay que evitarla y
detestarla de tal modo, que algunos de ellos han preferido librarse de la carne
dándose muerte.
62. Ascitas,
así llamados por el odre. En efecto, el griego • F 6 ` H se dice uter en
latín (odre o pellejo en español), al que refieren que, una vez
lleno y cerrado, dan vueltas a su alrededor los bacantes, como si ellos mismos
fuesen los nuevos odres evangélicos llenos del vino nuevo.
63.
Pasalorinquitas; estiman tanto el silencio que se ponen el dedo en sus
narices y labios para no romper el silencio ni con el hálito de la boca; en
efecto, B V F F " 8 @ H , en griego, significa palo, y Ö b ( P @ H , nariz. Por
qué han preferido significar el dedo por medio del palo los que han formado ese
nombre, no lo sé, porque en griego dedo se dice * V 6 J L 8 @ H , y podían
llamarse con mucha más claridad Dactilorinquitas.
64. Acuarios,
así llamados porque ofrecen agua en el cáliz del Sacramento y no lo que ofrece
toda la iglesia.
65. Colutianos,
de un tal Coluto, que decía que Dios no hace los males, contra aquello que está
escrito: Yo el Dios que crea los males 15.
66. Florinianos,
de Florino, que, por el contrario, decía que Dios creó los males contra lo
escrito: Dios hizo todas las cosas, y he ahí que son muy buenas 16,
y por eso, aunque diciendo lo contrario entre sí, sin embargo los dos se oponían
a las palabras divinas. En efecto, por un lado Dios crea males, infligiendo
castigos justísimos. Lo cual Coluto no veía. En cambio, por otro lado, nunca lo
hace creando naturalezas y sustancias malas (seres malos), en cuanto son
naturalezas y sustancias, en lo cual erraba Florino.
67. Filastrio
recuerda una herejía, sin autor y sin nombre 17,
que sostiene que este mundo, aun después de la resurrección de los muertos, ha
de permanecer en el mismo estado en que está ahora, y que no ha de ser cambiado
de modo que sea un nuevo cielo y una tierra nueva, como promete la Escritura
Santa.
68. Hay una herejía de los que andan
siempre con los pies desnudos, porque el Señor dijo a Moisés y a Josué:
Deja el calzado de tus pies 18,
y porque al profesa Isaías se le mandó andar con los pies desnudos 19.
Precisamente por eso es herejía, porque andan así no por la mortificación del
cuerpo, sino porque entienden de ese modo los testimonios divinos 20.
69. Donatistas o
Donatianos. 1. Son los que primeramente hicieron el cisma por
haber sido ordenado contra su voluntad Ceciliano, obispo de la iglesia de
Cartago, echándole en cara unos crímenes no probados y, sobre todo, porque fue
ordenado por los traditores de las Divinas Escrituras. Pero después de declarada
la causa y fallada la sentencia, fueron descubiertos como reos de una falsedad,
y hecha firme su pertinaz disensión, añadieron el cisma a su herejía: como si la
Iglesia de Cristo, por los crímenes de Ceciliano, verdaderos o falsos, como
apareció más claramente ante los jueces, hubiese perecido en todo el orbe de la
tierra, donde había sido prometido que existiría; y, por tanto, ha permanecido
sólo en la parte africana de Donato, puesto que en las otras partes de la tierra
quedó extinguida como por el contagio de la comunión. También se atreven a
rebautizar a los católicos, en lo cual se confirma que ellos son más herejes,
cuando a toda la Iglesia católica no le agrada anular el bautismo común ni en
los mismo herejes.
69. 2. Damos por hecho que el primero de esta
herejía fue Donato, el cual, viniendo de la Numidia y dividiendo al pueblo
cristiano contra Ceciliano, juntándosele otros obispos de su partido, ordenó en
Cartago a Mayorino como obispo. A este Mayorino le sucedió en la misma división
otro Donato, quien con su elocuencia confirmó esta herejía, de tal modo que
muchos llegan a creer que más bien se llaman donatistas por él. Se conservan sus
escritos, donde se ve claramente que él sostuvo igualmente la opinión no
católica sobre la Trinidad, sino que, aunque de la misma sustancia, creyó que el
Hijo es, sin embargo, menor que el Padre, y el Espíritu Santo menor que el Hijo.
Pero la mayoría de los donatistas no se han inclinado hacia ese error suyo sobre
la Trinidad, ni es fácil hallar entre ellos alguno que conozca haberlo seguido.
69. 3. Estos herejes, en la ciudad de Roma,
son llamados los Montenses, a quienes, por su
parte, desde África suelen enviar un obispo, o, si les pareciere mejor ordenar a
uno allí, suelen venir hasta él obispos africanos suyos.
69. 4. En África pertenecen también a esta
herejía los que se llaman Circunceliones, un
género agreste de hombres y de una audacia increíble, no sólo para cometer
contra los demás los mayores crímenes, sino hasta para no perdonárselos a sí
mismos con una fiereza demencial. Así, acostumbran matarse con diversos géneros
de muerte, y sobre todo de precipicios, de agua y de fuego; así como a seducir
hacia esta locura a los que pudieren de ambos sexos, amenazándoles de muerte si
no lo hacen, y a veces hasta matarlos ellos. Sin embargo, a la mayoría de los
Donatistas les desagradan esas gentes, y creen
que no se contaminan con su comunión quienes en todo el orbe cristiano se oponen
al crimen demencial de unos fanáticos africanos.
69. 5. También hay entre ellos muchos cismas.
Y unos y otros se han ido dividiendo en grupúsculos diversos, de cuya separación
la gran masa restante ni se entera. Sin embargo, en Cartago, Maximiano, ordenado
contra Primiano por casi cien obispos de su mismo error, pero condenado de un
crimen atrocísimo por otros trescientos diez, y con ellos doce que habían
intervenido también en su ordenación con su presencia corporal, los empujó a
reconocer que aun fuera de la Iglesia puede darse el bautismo de Cristo. Así han
recibido entre ellos y con todos los honores a algunos que se habían bautizado
fuera de su Iglesia, sin repetir en ninguno el bautismo, ni a denunciarlos para
que los castigue el poder público, ni temieron que su comunión se contaminase
con los pecados exagerados vehementemente por la sentencia condenatoria de un
concilio suyo.
70. 1.
Priscilianistas; son los que en España fundó Prisciliano y siguen los
dogmas entremezclados de los Gnósticos y los
Maniqueos. Aunque también han confluido en
ellos con horrible confusión, como en una cloaca, las inmundicias de otras
herejías. Para ocultar sus contaminaciones y torpezas tienen entre sus dogmas la
siguiente consigna: Jura, perjura, pero no descubras el secreto. Aseguran
que las almas de la misma naturaleza y sustancia de Dios han descendido
gradualmente a través de siete cielos y de algunos principados para llevar a
cabo una lucha espontánea en la tierra e irrumpir en el príncipe maligno que ha
hecho este mundo, y ser diseminados por este príncipe a través de los diversos
cuerpos de carne. Garantizan también que los hombres están atrapados por la
fatalidad de las estrellas, y que nuestro mismo cuerpo está compuesto según los
doce signos del cielo, como esos que el pueblo llama matemáticos (horóscopos):
poniendo en la cabeza a Aries, en el cuello a Tauro, Géminis en los hombros,
Cáncer en el pecho, y recorriendo los demás signos por sus nombres, llegan a las
plantas de los pies, que atribuyen a Piscis, que es el último signo de los
astrólogos. Esta herejía ha novelado estas y otras cosas fabulosas, vanas y
sacrílegas, que es largo de contar.
70. 2. Reprueban también las carnes como
alimentos inmundos, desuniendo a los cónyuges a quienes este mal ha podido
convencer, tanto a los maridos contra la voluntad de sus mujeres como a las
mujeres contra la voluntad de sus maridos. La hechura de toda carne la atribuyen
no a un Dios bueno y verdadero, sino a los ángeles malignos. En esto son aún
mucho peores que los maniqueos, porque no rechazan nada de las Escrituras
canónicas, que leen todos juntamente con los apócrifos, y los citan como
autoridad; pero luego, alegorizando a su capricho, van expurgando todo cuanto en
los libros santos destruye su error. Sobre Cristo aceptan la secta de Sabelio,
diciendo que Él mismo es a la vez no sólo el Hijo, sino también el Padre y el
Espíritu Santo.
71. Filastrio
dice que hay unos herejes que no comen alimentos con los hombres; pero no dice
si lo hacen con otros que no son de su misma secta o entre ellos mismos. Afirma
también que piensan rectamente del Padre y del Hijo, pero no en católico sobre
el Espíritu Santo, porque opinan que es una criatura 21.
72. Dice también que un tal
Retorio fundó una herejía de inaudita vanidad,
porque afirma que todos los herejes caminan rectamente y dicen la verdad. Lo
cual es tan absurdo que me resisto a creerlo 22.
73. Hay otra herejía que afirma que la
divinidad sufrió en Cristo cuando su carne era clavada en la cruz 23.
74. Hay otra que afirma que Dioses de tal
modo triforme, que una parte de Él es el Padre, otra el Hijo, otra el Espíritu
Santo; o sea, que las partes de un solo Dios son las que hacen esta Trinidad,
como si Dios se compusiese de esas tres partes, y no es perfecto en sí mismo ni
el Padre, ni el Hijo, ni el Espíritu Santo 24.
75. Otra dice que el agua no ha sido creada
por Dios, sino que siempre ha sido coeterna con Él 25.
76. Otra, que el cuerpo del hombre, y no el
alma, es la imagen de Dios 26.
77. Otra, que los mundos son innumerables,
como han opinado algunos filósofos paganos 27.
78. Otra, que las almas de los perversos se
convierten en demonios y en algunos animales, proporcionados a sus méritos 28.
79. Otra, que creyó que al descender Cristo a
los infiernos los incrédulos y todos fueron liberados de allí 29.
80. Otra, que al no entender al Hijo nacido
sempiternamente, cree que ese nacimiento tomó el principio del tiempo; y, sin
embargo, al querer confesar al Hijo coeterno al Padre estima que existió en Él
antes de que naciese de Él, o sea: Él existió siempre, pero no fue siempre Hijo,
sino que comenzó a ser Hijo por aquel de quien nació 30.
He creído que estas herejías debía trasladarlas a esta obra mía de la obra de
Filastrio. Todavía trae él algunas otras que a mí no me parece que deban
llamarse herejías. Las que he citado sin nombrar tampoco él ha recordado sus
nombres.
81. Luciferianos,
salidos de Lucifer, obispo de Cagliari, y muy renombrados, tanto que ni Epifanio
ni Filastrio los ha puesto entre los herejes, creyendo, según pienso, que
solamente habían fundado un cisma y no una herejía. En alguno, cuyo nombre no he
podido encontrar ni en su mismo opúsculo, sí he leído que ha puesto a los
luciferianos entre los herejes por estas palabras: "Los luciferianos, aunque
aceptan en todo la verdad católica, caen en este error estultísimo de que el
alma es engendrada por transfusión, y además dicen que es de carne y de la
sustancia de la carne". Si, en efecto, creyó, y creyó rectamente, que debía
ponerlos entre los herejes por lo que piensan sobre el alma (si verdaderamente
lo piensan así); o también, si no lo han pensado o no lo piensan ya, son
herejes, sin embargo, porque se obstinan con terca animosidad en su disensión,
es una cuestión distinta en la que me parece que no debo entrar aquí.
82. Jovinianistas,
a los que yo he llegado a conocer, los he hallado ciertamente en ese opúsculo
sin nombrar. Esta herejía nació, en nuestra época, de un cierto monje llamado
Joviniano, cuando todavía éramos jóvenes.
Decía, como los filósofos estoicos, que todos los pecados son iguales; que el
hombre, después de recibido el bautismo, no puede pecar, y que no sirven de nada
ni los ayunos ni la abstinencia de algunos alimentos. Negaba la virginidad de
María, diciendo que al dar a luz no quedó intacta. También equiparaba la
virginidad de las consagradas y la continencia del sexo viril en los religiosos
que eligen la vida célibe a los méritos de los matrimonios castos y fieles, de
tal modo que, según dicen, algunas vírgenes consagradas y de edad ya provecta,
en la misma ciudad de Roma donde lo enseñaba, se casaron al oírlo. Es verdad que
él mismo ni tenía ni quiso tener mujer. Sostenía que todo eso no serviría para
mérito alguno mayor ante Dios en el reino de la vida eterna, sino para
aprovechar la necesidad presente, o sea, para que el hombre no tuviese que
soportar las molestias conyugales. Sin embargo, esta herejía fue oprimida y
extinguida tan pronto que no pudo conseguir engañar a sacerdote alguno.
83. Cuando investigué la Historia de
Eusebio, a la cual Rufino, después de trasladarla al latín, añadió dos libros de
las épocas siguientes, no encontré herejía alguna que no haya leído en éstos
(Epifanio y Filastrio), a excepción de la que Eusebio pone en el libro sexto,
cuando cuenta que existió en Arabia. Y como a esos herejes no los señala ningún
autor, podemos llamarlos Arábicos. Estos
dijeron que las almas mueren y se corrompen con los cuerpos, y que al final de
los siglos resucitan ambos. También dicen que fueron corregidos rapidísimamente
en una disputa con Orígenes, que estaba presente y los instruyó.
Ahora ya debo recordar aquellas herejías que yo no
he encontrado en ninguno, pero que de alguna manera me han venido a la memoria.
84. Elvidianos,
de Elvidio; de tal modo contradicen la virginidad de María, que defienden que
después de Cristo tuvo también otros hijos de su esposo, José. Pero me causa
extrañeza que a éstos Epifanio no los ha llamado
Antidicomaritas, omitido el nombre de Elvidio.
85. Paternianos;
opinan que las partes inferiores del cuerpo humano no fueron hechas por Dios,
sino por el diablo, y viven impurísimamente dando rienda suelta a todos los
pecados con esas partes. Algunos los llaman también
Venustianos.
86. Tertulianistas,
de Tertuliano, de quien muchos libros escritos elocuentísimamente son leídos,
decayendo poco a poco hasta nuestros días, han podido durar en sus últimas
reliquias en la ciudad de Cartago. Pero estando yo allí hace algunos años, como
creo que tú también te acordarás, se acabaron del todo. En efecto, los
poquísimos que habían quedado se pasaron a la Católica, y su iglesia, que ahora
es también famosísima, la entregaron a la Católica. Tertuliano, pues, como está
en sus escritos, dice que el alma ciertamente es inmortal, pero que ella lucha
por ser cuerpo, y no sólo ella, sino hasta el mismo Dios. Sin embargo, no se le
llama hereje por esto. Ya que de algún modo se podría pensar que a la misma
naturaleza y sustancia divina la llama cuerpo, no este cuerpo cuyas partes
puedan y deban pensarse unas mayores y otras menores, como son los que
propiamente llamamos cuerpos, aun cuando sobre el alma opine alguna otra cosa;
pero, como he dicho, se pudo por eso pensar que llama a Dios cuerpo porque no es
nada, no es vaciedad, no es cualidad del cuerpo o del alma, sino todo en todas
partes, y no repartido por espacio alguno local, permanece inmutablemente en su
naturaleza y sustancia. Por eso Tertuliano no es hereje, sino porque, pasándose
a los catafrigas, a quienes antes había destruido, comenzó también a condenar
las segundas nupcias como estupros contra la doctrina apostólica 31.
Después, separado de ellos, propagó sus grupúsculos. Además, también dice que
las almas de los hombres pésimos, después de la muerte, se convierten en
demonios.
87. Existe una herejía rusticana en la zona
rural nuestra, esto es, de Hipona, o más bien existió, porque poco a poco se ha
reducido hasta encerrarse en una villa exigua, donde, aunque eran poquísimos,
todos fueron de la secta; los cuales se han corregido ahora y se han hecho
católicos, de modo que no queda ni rastro de aquel error. Se llamaban
Abelonios, por la declinación púnica del
nombre. Algunos dicen que se llamaron así por el hijo de Adam, que fue Abel; por
eso nosotros podemos llamarlos Abelianos o
Abeloítas. No se mezclaban con mujeres y, sin
embargo, no les era lícito vivir sin ellas, según dogma de su secta. El varón y
la mujer habitaban juntos, profesando continencia, y adoptaban para ellos, como
pacto de su convivencia, que un niño y una niña serían sus sucesores. Si la
muerte sorprendía a cualquiera de ellos, otros les sustituían, siempre que los
dos sucediesen a los otros dos de distinto sexo en la sociedad de aquella casa.
Si moría no importa qué padre de los dos, los hijos atendían al superviviente
hasta su muerte. Después de su muerte, adoptaban también ellos un niño y una
niña del mismo modo. Nunca les faltó a quienes adoptar, porque los vecinos de
los alrededores, al engendrar, daban gustosos sus hijos pobres con la esperanza
de la herencia ajena.
88. 1. Pelagianos.
La herejía de éstos es la más reciente de todas, nacidas en nuestro tiempo del
monje Pelagio. Celestio lo siguió como a un maestro, de tal modo que sus
discípulos se llaman también Celestianos.
88. 2. Son tan enemigos de la gracia de Dios,
por la que somos predestinados a la adopción de hijos por Jesucristo para Él 32,
que nos libera de la potestad de las tinieblas para que creamos en Él y seamos
llevados a su reino 33,
por lo que dice: Nadie viene a mí si mi Padre no se lo ha dado 34,
y que derrama la caridad en nuestros corazones 35
para que la fe obre por amor 36,
que llegan a creer que sin la gracia el hombre puede cumplir todos los
mandamientos divinos. Y si esto fuese verdadero, parece inútil que haya dicho el
Señor: Sin mí no podéis hacer nada 37.
Además, Pelagio, increpado por los hermanos de que no atribuía nada a la ayuda
de la gracia de Dios para cumplir sus mandamientos, cedió a su corrección hasta
el punto de no anteponerla al libre albedrío, sino subordinarla con astucia
desleal, diciendo que para eso fue dada a los hombres, para que lo que está
mandado cumplir por medio del libre albedrío lo puedan cumplir más fácilmente
por medio de la gracia. Exacto, al decir "para que lo puedan cumplir más
fácilmente" quiso hacer creer que aun en lo más difícil los hombres podrían
cumplir los mandamientos divinos sin la gracia de Dios. Eso sí, esa gracia de
Dios, sin la cual no podemos hacer nada bueno, dicen que no está sino en el
libre albedrío, porque lo ha recibido de Él nuestra naturaleza sin que preceda
mérito alguno suyo, ayudando Él únicamente por medio de su ley y su doctrina
para que aprendamos lo que debemos hacer y lo que debemos esperar; en modo
alguno para que obremos por el don de su Espíritu cuanto hayamos aprendido que
debemos obrar.
88. 3. Por esta razón confiesan que Dios nos
da la ciencia para eliminar la ignorancia; en cambio, niegan que nos dé la
caridad para vivir piadosamente. O sea, que sí es don de Dios la ciencia que
infla sin la caridad, pero no es don de Dios la misma caridad que edifica para
que la ciencia no infle 38.
88. 4. Destruyen también las oraciones que
hace la iglesia, tanto por los infieles y los que se oponen a la doctrina de
Dios, para que se conviertan a Dios, como por los fieles, para que aumente en
ellos la fe y perseveren en ella. En efecto, porfían que la fe los hombres no la
reciben de Dios, sino que la tienen por sí mismos, diciendo que la gracia de
Dios, por la que somos librados de la impiedad, se nos da por nuestros propios
méritos. Que es lo que Pelagio se vio obligado a condenar en el juicio episcopal
de Palestina; sin embargo, en sus escritos posteriores se ve que es eso lo que
él enseña.
88. 5. Llegan incluso a decir que la vida de
los justos en este siglo no tiene en absoluto pecado alguno, y de ellos está
constituida la Iglesia de Cristo en esta mortalidad, para ser completamente sin
mancha ni arruga 39.
Como si no fuese Iglesia de Cristo la que por toda la tierra clama a Dios:
Perdónanos nuestra deudas 40.
88. 6. Niegan también que los niños nacidos
de Adam según la carne contraen el contagio del pecado desde la concepción.
Ellos afirman que nacen sin vinculación alguna de pecado original, de tal modo
que no hay en suma por qué convenga perdonarlos con el bautismo, sino que son
bautizados para que, adoptados por la regeneración, sean admitidos al reino de
Dios, trasladados de lo bueno a lo mejor, pero no absueltos por la renovación de
algún mal de la vieja deuda. En realidad, aunque no sean bautizados, les
prometen, por supuesto fuera del reino de Dios, una cierta vida propia, pero en
todo caso eterna y bienaventurada.
88. 7. También dicen que el mismo Adam,
aunque no hubiese pecado, habría muerto en el cuerpo; de este modo no ha muerto
por mérito de la culpa, sino por condición de la naturaleza. Se les atribuyen
otras muchas cosas, pero eso es lo principal, de donde entendemos que depende
todo o casi todo lo demás.
Epílogo
1. Ya ves cuántas herejías he recordado y,
sin embargo, no he colmado la medida de tu petición. Porque, empleando tus
mismas palabras, ¿cómo voy a poder recordar todas las herejías desde que "la
religión cristiana recibió el nombre de la herencia prometida", yo que no he
podido conocerlas todas? Por lo mismo pienso que ninguno de cuantos he leído que
han escrito sobre este asunto las han recogido todas. Puesto que he encontrado
en uno las que el otro no puso. Además, he puesto más que ellos, porque he
recogido de todos todas aquellas que no he encontrado en cada uno, añadiendo
todavía las que, recogiéndolas yo mismo, no he podido encontrar en ninguno de
ellos. Por eso creo con razón que yo mismo tampoco he puesto todas, porque ni yo
he podido leer a todos los que han escrito de esto, ni veo que lo haya hecho
nadie de cuantos he leído. Finalmente, en el supuesto de que haya puesto todas,
que no lo creo, ciertamente no sé si todas lo son. Y, en consecuencia, lo que tú
quieres que acabe con mi escrito, ni siquiera puede abarcarlo mi conocimiento,
porque yo no puedo saberlo todo.
2. He sabido que el santo Jerónimo escribió
sobre las herejías, pero ni he podido encontrar su obrita en la biblioteca ni sé
dónde pueda adquirirla. Si tú lo supieras, acércate a ella y a lo mejor
consigues algo más completo que esto mío; aunque me parece a mí que tampoco él,
siendo hombre doctísimo, ha podido indagar todas las herejías. Por ejemplo,
seguro que él ignoró a los herejes Abeloítas
de nuestra región, y lo mismo a otros desconocidos por otras partes en lugares
ocultísimos, que tratan de evitar su descubrimiento con la misma oscuridad de
sus lugares.
3. En cuanto a lo que insinúan tus cartas:
que exponga completamente todo aquello en que los herejes se apartan de la
verdad, aun cuando lo supiese todo, no podría hacerlo. ¡Cuánto menos al no poder
saberlo todo! En efecto, hay herejes, y lo confieso, que atacan, cada uno en un
dogma o poco más, la regla de la verdad, por ejemplo, los
Macedonianos o
Fotinianos, y cualesquiera otros que tienen la misma situación. En cuanto
a aquellos, por así llamarlos, fabulistas, es decir, los que tejen fábulas
vanas, y ésas interminables y complejas, están tan repletos de falsos dogmas,
que ni ellos mismos son capaces de enumerarlos o dificilísimamente pueden
hacerlo. Por otra parte, a ningún extraño se le deja conocer una herejía tan
fácilmente como a los suyos. En consecuencia, tengo que confesar que yo no he
podido decir ni aprender todos los dogmas, ni siquiera de las herejías que he
recordado. Porque ¿quién no comprende el enorme trabajo y la cantidad de cartas
que esto exige? Sin embargo, no es de poco provecho el evitar esos errores que
he recogido en esa obra, una vez leídos y conocidos. De lo que tú has pensado,
que yo debía decirte: sobre qué es lo que la Iglesia católica piensa de las
herejías, es una cuestión superflua, ya que es suficiente saber que siente en
contra, y que nadie debe creer nada de eso.
En cambio, ¿cómo hay que acoger y defender lo que
con respecto a ellas hay de verdadero?, excede el plan de este trabajo; lo que
sí vale mucho es un corazón fiel para discernir qué es lo que no se debe creer,
aun cuando no pueda refutarlo con la facultad de disputar. Por tanto, el
cristiano católico no debe creer nada de eso, pero no todo el que no lo cree
debe en consecuencia creerse o llamarse ya cristiano católico. Porque bien
pueden existir o llegar a nacer otras herejías que no están mencionadas en esta
obra mía, y quien aceptase alguna de ellas no sería cristiano católico.
Finalmente, hay que investigar qué es lo que a uno hace ser hereje, para que, a
la vez que lo evitamos con la gracia de Dios, evitemos los miasmas heréticos, no
sólo los que conocemos, sino también los que ignoramos, bien los que ya han
nacido, bien los que todavía no han podido nacer.
Y pongo ya fin a este volumen que, antes de
terminarlo del todo, he creído que te lo debía enviar, para que quienes de entre
vosotros lo leyereis, veáis que aún lo que queda por hacer es tan enorme que me
tenéis que ayudar con vuestras oraciones.
Apéndice
1. Timoteanos;
dicen que el Hijo de Dios es ciertamente verdadero hombre nacido de la Virgen
María, pero que no ha resultado una sola persona, de tal modo que no se ha
formado una sola naturaleza. Queriendo que las entrañas de la Virgen fuesen un
crisol por medio del cual las dos naturalezas, o sea, Dios y hombre, disueltas y
compactas en una sola masa, han mostrado la forma única de Dios y hombre, o sea,
la fusión de las naturalezas eficientes, quedando inmutable su propiedad. Y para
confirmar esta impiedad de que Dios ha cambiado su naturaleza, toman el
testimonio del evangelista, que dice: Y el Verbo se hizo carne, que lo
interpretan así: la naturaleza divina se ha cambiado en naturaleza humana.
¡Abolición que mancilla la sustancia inviolable! El principio de esta impiedad
fue Timoteo, que, estando desterrado primeramente en Biza, ciudad de Bitinia,
engañó a muchos con la apariencia de una vida continente y religiosa.
2. Nestorianos,
del obispo Nestorio, quien se atrevió a dogmatizar contra la fe católica: que
nuestro Señor Jesucristo era únicamente hombre (algunos manuscritos traen "que
se atrevió a dogmatizar que Cristo nuestro Señor era Dios-hombre únicamente");
ni que quien fue hecho Mediador de Dios y de los hombres fue concebido en el
vientre de la Virgen del Espíritu Santo, sino que después Dios fue unido al
hombre. Decía que Dios-hombre no padeció ni fue sepultado; esforzándose por
vaciar todo nuestro remedio por el cual el Verbo de Dios de tal modo se dignó
asumir al hombre en el seno de la Virgen que se hiciese una sola persona del
Dios-hombre; y por ello nació tan singular y maravillosamente, murió, también
por nuestros pecados, y después de cancelar aquello que Él no había robado, el
Dios-hombre, después de resucitar de los muertos, subió al cielo.
2A. Nestorianos;
se llama así a la herejía por su autor, Nestorio, obispo de la iglesia de
Constantinopla. Su perversión consistió en que predicaba que solamente fue
engendrado el hombre de Santa María Virgen, a quien el Verbo de Dios no asumió
en la unidad de persona y en sociedad inseparable. Por eso, la Virgen-Madre debe
entenderse no como Madre de Dios, sino como madre del hombre, lo cual en modo
alguno han podido aceptar los oídos católicos, porque esa versión afirmaba no al
único Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios, sino a un doble Cristo, lo cual
es impiedad.
3. Eutiquianos;
nacieron de un tal Eutiques, presbítero de la iglesia de Constantinopla (algún
códice añade "monje"), el cual, pretendiendo refutar a Nestorio, cayó en
Apolinar y en Manés, y negando la verdadera humanidad en Cristo, todo cuanto
asumió el Verbo de nuestra propiedad lo imputa únicamente a la esencia divina,
de modo que al negar nuestra naturaleza en Cristo llega a anular el sacramento
de la salvación humana, que no existe sino en las dos sustancias, sin entender
con necia impiedad que se arrebataba a todo el cuerpo lo que hubiese faltado a
la cabeza.
3A. Eutiquianos,
del presbítero Eutiques, el cual, como ambicionase para sí amparo y patrocinio
regio, se atrevió a dogmatizar que antes de la encarnación hubo en Cristo dos
naturalezas. Pero que después, cuando el Verbo se hizo carne, hay una sola
naturaleza, la divina, ya que todo el hombre se convirtió en Dios, sin que fuese
concebido un verdadero hombre en el seno de la Virgen ni fuese tomada la carne
del cuerpo de María. Ignoro cómo construía el cuerpo formado tan sutilmente que
pudiese alumbrarlo por medio de las inmaculadas entrañas virginales de la Madre,
confirmando así que todo él es Dios en una sola naturaleza, y no Dios-hombre,
sino que sólo la divinidad sufrió la pasión y subió al cielo, a la vez que lo
nacido de María Virgen y engendrado de la semilla de David según la carne fue
crucificado, muerto y sepultado, que resucitó de los muertos y subió al cielo
hombre perfecto, a quien esperamos que ha de venir a juzgar a los vivos y a los
muertos. La fe católica nos confirma y toda la autoridad de las Divinas
Escrituras lo proclama. Revolviéndose contra esta fe el mencionado Eutiques,
cuando el Concilio de Éfeso fue perseguido por el poder regio y sobre todo
cuando Dióscoro, obispo de Alejandría, seguía sus errores, privó al obispo de
Constantinopla no sólo de su honor, sino que hizo que fuera hasta desterrado de
su patria por Flaviano, siendo testigo y oponiéndose Hílaro, diácono de la
venerada Sede Apostólica. En cambio, a los demás sacerdotes ausentes los
deshonraron en la segunda sesión, pero a éste la divina majestad providente lo
consumió en juicio repentino y justo. En efecto, desaparecido y muerto el
emperador Teodosio, así como también Crisafio, con cuyo patrocinio el tantas
veces citado Eutiques atacando a la fe católica había difundido su error,
yéndose antes a Dios el santo obispo y confesor Flaviano, de modo que fuesen
enterrados a la vez, como se ha referido el examen de Dios juez justo. Así,
pues, con la autoridad de la predicha Sede Apostólica fue restablecido el vigor
de la fe y extinguido el error de tan nefando dogma. Asimismo, recuperado el
cuerpo del confesor con honores, la dignidad de la santa Iglesia alegó que se
les restituyese en el sacerdocio a los relajados evidentemente en él si se
reconciliaban con Dios por medio de una digna confesión y eran bien vistos de
los hombres. El autor de tan nefando error, Eutiques, fue expulsado de la
provincia, y el Sínodo predicho, apartando con su firma los errores mal
concebidos, como doctrina contraria y no razonable, como paz de la santa madre
Iglesia, repone a sus sacerdotes.
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