domingo, 4 de enero de 2015

NOVENA CATEQUESIS

«Del mismo: exhortación a abstenerse de la molicie y de la
embriaguez, y a preferir a todo la moderación. También para los
nuevos iluminados».

1. Aunque el ayuno haya pasado, queridos, quede sin
embargo, la piedad. Aunque haya transcurrido ya el tiempo de
la santa Cuaresma, con todo, nos nos desprendamos de su
recuerdo al menos. Pero que nadie, os lo suplico, lleve a mal
esta exhortación.
AYUNO-CRISO: Porque no digo esto para obligaros a
ayunar de nuevo, sino porque quiero que aflojéis un poco y que
ahora particularmente deis pruebas más rigurosas del
verdadero ayuno.
Efectivamente, es posible ayunar incluso no ayunando. ¿Y
cómo? Os lo diré: cuando tomamos alimentos, pero nos
abstenemos de los pecados.
Éste es, en efecto, el ayuno provechoso, y él es la razón de
ser de la abstinencia de alimentos: para facilitarnos nuestra
carrera hacia la virtud.
Por consiguiente, si queremos tener el conveniente cuidado
del cuerpo y guardar el alma limpia de pecados,
convenzámonos y obremos así.

2. Efectivamente, este modo de ayunar nos será bastante
más fácil, porque, durante aquel ayuno -el de la abstención de
alimentos, quiero decir- oía yo a muchos afirmar que
soportaban penosamente el peso de no comer, disculparse con
la debilidad del cuerpo, lamentarse de muchas otras maneras y
aseverar que el no lavarse y el beber agua sola acababa con
ellos.
Pues bien, durante este otro ayuno es imposible pretextar
nada semejante. Efectivamente, no sólo es posible gozar de
todas esas cosas, sino también procurar al cuerpo el oportuno
cuidado y tener por el alma la conveniente solicitud. Por de
pronto, ahora no estoy exhortándote a que te abstengas un
tiempo de alguna cosa de éstas. Aléjate únicamente del pecado,
y da continuamente pruebas de esta abstinencia, y así podrás
cumplir el verdadero ayuno en todo el tiempo de tu vida.
Efectivamente, el goce moderado de las cosas antes
enumeradas no se impide; en cambio, se prohibe todo pecado.
Ahora bien, éste no nace de otra parte que de la molicie, de la
glotonería y de la mucha pereza.
Por esta razón, os lo suplico, ya que esto lo sabemos
cabalmente, no utilicemos injustas disculpas de nuestra desidia.


3. En efecto, lo que muchas veces dije, lo repetiré también
ahora: igual que el uso mesurado del comer proporciona gran
provecho, tanto a la salud del cuerpo como al estado del alma,
así también la desmesura destruye al hombre por ambas partes,
ya que la glotonería y la embriaguez debilitan el vigor corporal y
arruinan la salud del alma.
Así pues, evitemos la desmesura y no seamos negligentes en
lo que atañe a nuestra propia salvación, antes bien, sabedores
de que ella es raíz de todos los males, cortémosla sin
contemplaciones.
Efectivamente, como de una fuente, así todas las especies
de pecados nacen de la molicie y de la embriaguez, y lo que es
la materia combustible para el fuego, eso son la molicie y la
embriaguez para la caída en los pecados; y como allí, cuanto
más abunda la leña, mayor es la hoguera y más alta sube la
llama, así también aquí, al entregarse uno a la molicie y a la
embriaguez, hace que se acreciente la hoguera de los pecados.


4. Ciertamente sé que vosotros, inteligentes como sois,
después de nuestra exhortación no os vais a permitir el
sobrepasar los límites de lo necesario.
Pero yo os exhorto ahora, y con razón, a que no os alejéis
únicamente de esta embriaguez, sino también de la que se
produce sin vino, ya que ésta es aún más grave.
Y no os sorprendáis de lo que acabo de decir, porque es
posible embriagarse sin vino. Y que sea posible embriagarse sin
vino, escucha al profeta cuando dice: ¡Ay de los que os
embriagáis, y no de vino! /Is/29/09 2.
¿Qué clase, pues, de embriaguez es ésta, sin vino? Es
múltiple y variada. En efecto, producen embriaguez la ira, la
vanagloria y el orgullo insensato; y cada una de las fatales
pasiones nacidas en nosotros produce también en nosotros una
especie de embriaguez y de hartura, y oscurece nuestra razón.

Efectivamente, la embriaguez no es otra cosa que extravío de
la inteligencia natural, alteración de los razonamientos y pérdida
de la conciencia.

5. Por tanto, dime, ¿en qué son menos que los borrachos de
vino los que se encolerizan y se emborrachan de furor y dan
muestra de tanta inmoderación que se comportan igualmente
contra todos, y ni miden las palabras ni saben distinguir las
personas?
Efectivamente, como los locos y frenéticos se arrojan ellos
mismos a los precipicios sin darse cuenta de ello, así también
los que se encolerizan y son asaltados por el furor.
Y por esta razón un sabio, queriendo mostrar la perdición
que es semejante embriaguez, dice: Porque el ímpetu de su
pasión lo hará caer 3. ¿Ves cómo en breve sentencia nos hace
comprender la demencia de esta pasión fatal?

6. Pero, a su vez, también la vanagloria y la necia soberbia
son otras formas de embriaguez, y más graves aún que la
misma embriaguez. Efectivamente, quien es presa de estas
pasiones pierde, por así decirlo, el criterio incluso de los mismos
órganos de los sentidos, y tampoco él está en mejor condición
que los locos.
Y efectivamente, destrozado cada día por estas pasiones, no
se da cuenta de nada hasta que, hundido en el abismo mismo
de la maldad, se ve envuelto en males incurables.
Rehuyamos, pues, os lo suplico, tanto la embriaguez de vino
como el oscurecimiento que nos viene de absurdas pasiones, y
escuchemos al común maestro del universo, que nos dice: No
os embriaguéis con vino, en el cual está la perdición 4.

7. ¿Ves cómo por medio de esta palabra nos ha puesto en
claro que también es posible embriagarse de otras maneras?
Porque, si no hubiera otras formas de embriaguez, ¿por qué
razón cuando dijo: No os embriaguéis, añadió: con vino?
Y mira, a través de lo que añade, su excelsa sabiduría y la
exactitud de su enseñanza, pues, cuando hubo dicho: No os
embriaguéis con vino, añadió: en el cual está la perdición, poco
más o menos como mostrándonos que la inmoderación en él se
nos convierte en causa de todos los males.
En el cual -dice- está la perdición, esto es, por medio del cual
perdemos la riqueza de la virtud.

8. Y para que sepas que esto es lo que nos da a entender,
intentaremos esclarecéroslo partiendo de los términos mismos
que emplea.
Efectivamente, solemos llamar perdidos a aquellos jóvenes
que vemos derrochar a lo loco y sin necesidad alguna la
hacienda paterna, y que habiendo consumido en breve tiempo
toda la riqueza paterna, quedan reducidos a miseria extrema.
Así son también los que caen presa de la embriaguez del
vino: no saben ya administrar como se debe la riqueza de la
mente, sino que, como los jóvenes perdidos, así también ellos,
anegados por la embriaguez, tanto si se trata de derrochar
palabras como de hablar algo inconveniente y muy pernicioso,
todo lo dicen y lo hacen sin escrúpulo, y peor que aquellos
perdidos que dilapidaban la fortuna paterna, éstos se precipitan
solos en la más extrema pobreza de la virtud, y muchas veces,
sin darse de ello cuenta, revelan los secretos de su
pensamiento y, después de haber dilapidado las riquezas de su
pensamiento, se ven repentinamente desnudos y privados de
todo escrúpulo y de toda conciencia.

El peligro de la embriaguez

9. EMBRIAGUEZ/CRISO: En efecto, el que se embriaga no
sabe administrar con discernimiento sus palabras, sino que,
como casa abierta por todas partes y fácilmente atacable por
cualquier insidioso, así está la mente del tal: abierta de par en
par y destrozada por las funestas pasiones.
Porque, al fin y al cabo, la embriaguez no es más que traición
de los pensamientos, calamidad que hace reír y enfermedad de
que se hace burla. La embriaguez es un demonio
voluntariamente elegido; la embriaguez es oscurecimiento de los
razonamientos; la embriaguez es atizador de las pasiones de la
carne.
Efectivamente, al que está atormentado por el demonio,
muchas veces hasta lo compadecemos; en cambio, con el
borracho nos indignamos y airamos, ¿por qué razon? Porque
aquello es vejación del demonio, y esto, en cambio, es prueba
de mucha despreocupación; aquello es insidia del demonio,
mientras esto es insidia de los propios pensamientos

10. Y para que aprendas que así es realmente, míramelo
victima de los mismos males que el endemoniado, y aun peores.

Efectivamente, como el endemoniado arroja espuma por la
boca, se cae y muchas veces permanece inmóvil sobre el suelo,
sin reconocer a los presentes, pero haciendo visajes con los
ojos, así también el que se embriaga, después que el exceso de
vino ingerido ha devastado su capacidad crítica de los
pensamientos, lo mismo que aquél, no sólo arroja espuma por
su boca y yace abandonado en peores condiciones que un
cadáver, sino que también, muchas veces, arroja por su boca
liquido podrido. Y desde ese momento se hace repulsivo para
los amigos, insoportable para la mujer, ridículo para los hijos y
despreciable para los esclavos, y en una palabra, a los ojos de
todos cuantos le ven aparece como tema de indecencias y de
risa.

11. ¿Ves cómo estos tales son más miserables que los
endemoniados? ¿Y quieres aprender, además de todo eso, cuál
es el principal de los males? Porque, después de tener dichas
tantas cosas, todavía no he puesto el remate: el que se
embriaga se hace extraño al reino de los cielos.
Escucha lo que dice el bienaventurado Pablo: No os
engañéis, que ni los fornicarlos, ni los idólatras, ni los adúlteros,
ni los invertidos, ni los borrachos, heredarán el reino de los
cielos 5.
Pero quizá alguien diga: «Entonces, ¿qué? ¿Los idólatras,
los adúlteros y los borrachos quedan por igual fuera del
Reino?» Querido, esto no quieras saberlo de mí, porque yo he
leído la ley tal como es; por tanto, no andes dándole vueltas a
eso, esto es, si el borracho paga la misma pena que los otros,
sino mira bien esto otro: que también sufre la privación del
Reino; ahora bien, una vez puesto fuera de él, ¿qué consuelo
podrá ya tener?

12. Y digo esto ahora, no como acusación de los presentes,
¡Dios me libre! Estoy convencido, en efecto de que vosotros
estáis limpios de esta pasión, por la gracia de Dios, y la mejor
prueba de ello la encuentro en vuestra concurrencia aquí con
tanto ardor, y en vuestra diligencia en escuchar esta instrucción
espiritual, porque no es posible que esté deseoso de palabras
divinas el que no es sobrio ni está vigilante.
Os digo esto, sin embargo, porque a través de vosotros
quiero también instruir a los demás, y porque quiero que
vosotros os hagáis más firmes, de modo que nunca vengáis a
ser presos de esta pasión.

13. Y es que los tales podría decirse que son más
irracionales que los mismos irracionales. ¿Cómo? Yo os digo:
los irracionales, cuando tienen sed, contienen el deseo en los
límites de la necesidad, y nunca se permiten sobrepasar la
necesidad; los hombres, en cambio, los racionales, no se
aplican a calmar la sed, sino a ver de anegarse en vino y
agravar así su propio naufragio.
Efectivamente, lo mismo que un barco sobrecargado zozobra
enseguida, así también el hombre que sobrepasa los límites de
la necesidad e impone a su estómago una sobrecarga:
rápidamente hunde su mente y envilece la nobleza de su alma.


14. Por eso, queridos, os conviene preocuparos seriamente
de corregir al prójimo y arrebatarle a ese oleaje, para que
obtengáis un salario mayor, no sólo por lo que toca a vosotros
mismos, sino también por la salvación de los demás.
Así decía también Pablo: Ninguno busque su propio bien,
sino el del otro 6, y de nuevo: Edificnos mutuamente 7.
Por consiguiente, no mires sólo que tú estás sano y libre de
enfermedad, sino cuida también y preocúpate mucho de que
también el que es miembro tuyo se vea libre del daño
consiguiente y evite la enfermedad, porque miembros somos los
unos de los otros, y si un miembro padece, menester es que
todos los miembros a una se conduelan; y si un miembro es
glorifcado, todos los miembros a una deben congratularse 8.

15. No teníais tanta necesidad de exhortación y de consejo
durante el tiempo de la santa Cuaresma como ahora. Entonces,
efectivamente, la resolución de ayunar os volvía mesurados,
aun sin quererlo. Ahora, en cambio, estoy asustado por el temor
a vuestra seguridad y a la despreocupación que de ella se
deriva, porque realmente ante nada se siente tan inútil la
humana naturaleza como ante la dejadez. Por esta razón el
Señor en su bondad, ya desde los mismos comienzos impuso al
género humano como una especie de freno, al condenar al
hombre al trabajo y al sufrimiento, prueba de su gran
preocupación por nuestra salvación.

Los judíos y la dejadez

16. PEREZA/PERVERSIÓN: Continuamente, en efecto,
necesitamos del freno para caminar en buen orden. De hecho,
por ahí les vino a los judíos mismos el atraerse la ira de lo alto.

Cuando efectivamente gozaron de gran relajación y
estuvieron seguros, después de verse libres de la dura
esclavitud de Egipto, lo propio era que intensificaran la acción
de gracias, que se dieran con mayor celo a glorificar al Señor, y
que fueran muy generosos con quien tan grandes beneficios les
había conferido.
Pero ellos hicieron lo contrario: su mucha dejadez los
pervirtió. Y por esta razón la divina Escritura los acusa cuando
dice: Comió Jacob y se hinchó; engordó y engrosó el amado, y
coceó 9.

17. Efectivamente, después de tantas maravillas y de
aquellos inimaginables milagros -la travesía del mar, el desastre
de los egipcios y el nuevo y extraño alimento del maná- y
aunque todavía les habitaba la memoria de los beneficios, tan
pronto como se encontraron en medio de fuerte relajación,
echaron en completo olvido aquello, se fabricaron un becerro y
lo adoraron diciendo: Israel, estos son tus dioses, los que te
sacaron de la tierra de Egipto 10.
¡Qué ingratitud! ¡Qué tremenda falta de sensibilidad! Porque
tal fue siempre su costumbre: en cuanto se toman algún
relajamiento, se dejan llevar al precipicio y se olvidan de su
bienhechor, pero, en cuanto se sienten un poco apretados,
entonces pliegan velas y se humillan. Por esto también el
bienaventurado David, para ilustrar esto, decía: Si los mataba,
entonces le buscaban 11.

18. Sólo que ésta es la costumbre de los servidores ingratos
y de los insensibles judíos.
Nosotros, en cambio, os lo suplico, revolviendo
continuamente en nuestras mentes los dones de Dios y
recordando la magnitud y el número de sus beneficios, seamos
generosamente agradecidos, reconozcamos en todo instante en
Él la causa de nuestro bien, demostremos una conducta digna
de sus beneficios y, en fin, cada día empeñemos nuestro
esfuerzo en la salud de nuestra propia alma.
Y muy particularmente vosotros, los que recientemente
fuisteis considerados dignos de la iniciación en los misterios; los
que os habéis quitado de encima la carga de los pecados; los
que os habéis revestido la túnica esplendente. ¡Y qué digo la
túnica esplendente! ¡Los que os habéis revestido de Cristo
mismo y habéis recibido como morador en vosotros al Señor de
todas las cosas!
Vosotros, pues, dad pruebas de una conducta digna de ese
huésped, para que os atraigáis mayor gracia de lo alto y os
apliquéis ardientemente a ser imitadores del que primero fue
perseguidor, pero después apóstol.

Pablo y Simón Mago

19. Éste, cuando fue bautizado e iluminado con la luz de la
verdad, inmediatamente se hizo así de grande, pero aun se hizo
mucho más grande según fue pasando el tiempo.
Efectivamente, después que él hubo contribuido con cuanto
de él dependía: el celo, el ardor, la decisión generosa, el
fervoroso deseo y el desprecio de los presentes, en adelante
iban fluyendo sobre él con gran abundancia los dones de la
gracia de Dios.
Y el que antes de esto había dado pruebas de un furor
incontenible, que había corrido por todas partes, y por todos los
medios había guerreado contra la causa de la piedad, en
cuanto conoció el camino de la verdad, se puso a confundir a
los ingratos judíos, y fue descolgado en un serón por una
ventana 12 para que pudiera escapar a la crueldad de los
furiosos judíos.
¿Viste el repentino cambio? ¿Ves cómo la gracia del
Espíritu Santo transformó su alma, cómo cambió su voluntad y
cómo, al igual que un fuego que se abate sobre los espinos, así
también entró en él la gracia del Espíritu, consumió las espinas
de sus pecados y le tornó más resistente que el diamante?

20. Imitadle a él vosotros también, os lo suplico, y no
solamente podréis ser llamados «nuevos iluminados» para dos,
tres, diez e incluso veinte días, sino que también mereceréis
este apelativo después de transcurridos diez, veinte o treinta
años y, por así decirlo, durante toda vuestra vida.
Efectivamente, si por medio de la práctica de las buenas
obras nos esforzamos por hacer más resplandeciente la luz que
hay en nosotros, quiero decir, la gracia del Espíritu, de modo
que nunca la dejemos extinguirse, gozaremos de ese nombre a
lo largo de todo el tiempo.
Porque, lo mismo que es posible que el que ayuna, vela y
demuestra una conducta digna sea perpetuamente un «nuevo
iluminado», así también, a su vez, es posible volverse indigno
de este nombre con un solo día de negligencia.

21. Así el bienaventurado Pablo, puesto que por la gracia
subsiguiente se atrajo un mayor apoyo de lo alto, permanecía
constantemente en este resplandor y volvía más refulgente en
él la luz de la virtud.
En cambio, el Simón Mago aquel, después que, arrepentido,
corrrió hacia el don del bautismo y gozó de la gracia y de la
generosidad del Señor, pero no contribuyó con una disposición
digna, sino que demostró una gran negligencia, de repente se
quedó privado de gracia tan grande, hasta el punto de recibir
del primero de los apóstoles un consejo: curar por el
arrepentimiento la enormidad de la falta; le dice, efectivamente:
Arrepiéntete, pues, de esta maldad tuya, por si te es perdonado
este pensamiento de tu corazón 13.

22. Pero no quiera Dios que alguien de los aquí reunidos se
exponga alguna vez a algo parecido, al contrario, ojalá, a
ejemplo del bienaventurado Pablo todos vosotros acrecentéis
tanto vuestra virtud que merezcáis más abundante generosidad
por parte del Señor.
Efectivamente, querido, no son cosas de poca monta
aquellas de las que se nos ha considerado dignos: la grandeza
de lo que se nos ha dado sobrepasa toda humana inteligencia y
vence a nuestro razonamiento.
Considera, por favor, qué cargo tan importante se te ha
confiado, efectivamente, y cuál es la dignidad que has recibido
del rey del universo.
Porque tú, el que antes eras esclavo, el cautivo, el
fracasado, súbitamente has sido elevado a la categoría de hijo.

Por consiguiente, no te descuides ni dejes que te arrebaten
esta tu dignidad, ni que te priven de esta tu riqueza espiritual,
porque, si tú no quieres, nadie podrá nunca arrebatarte los
dones que Dios te ha dado.

23. Esto no es posible, sin embargo, en las cosas humanas.
Efectivamente, cuando uno obtiene de un rey de la tierra una
dignidad, el que le sea arrebatada no está en su propia
decisión, sino que el mismo que proporciona el cargo es
también dueño de retirarlo, y así, cuando él quiere, despoja de
la dignidad al que la recibió, le reduce repentinamente a simple
particular y le separa del mando.
Totalmente contrario es lo que ocurre con nuestro Rey: la
dignidad que por su bondad nos fue dada una vez por todas
-quiero decir la adopción filial, la santificación y la gracia del
Espíritu-, si nosotros no somos unos descuidados, a nadie de
nosotros podrá nunca serle arrebatada. ¡Y qué digo arrebatar!
¡Cuando Él nos vea responder generosamente de lo que ya nos
ha dado, añadirá todavía más y así con su generosidad
aumentará una vez más los dones que de Él vienen!

Necesidad y posibilidad de continua conversión de los
bautizados

24. Conscientes, pues, de que, después de la gracia de Dios,
todo depende de nosotros y de nuestra diligencia, respondamos
generosamente de lo que ya se nos ha dado, para hacernos
dignos de dones aún mayores.
Por eso os exhorto: vosotros, los que habéis sido
recientemente considerados dignos del don divino, demostrad
una gran circunspección, y conservad puro y sin mancha el
vestido espiritual que se os ha entregado; nosotros, los que
recibimos hace tiempo este don, demostremos un buen cambio
de vida.
Porque hay, sí, hay un regreso, si queremos, y es posible
volver de nuevo a la antigua belleza y al prístino esplendor, con
tal, únicamente, que nosotros contribuyamos con nuestra parte.


25. Efectivamente, en lo que atañe a la belleza corporal, es
imposible que vuelva de nuevo a su mejor momento el
semblante que, una vez por todas, se ha afeado, y que, por
vejez, por enfermedad o por cualquier otra cinconstancia
corporal, ha perdido su antigua belleza.
Es, en efecto, un accidente de la naturaleza, y por esta razón
es imposible regresar al esplendor de la belleza primera.
En cambio, respecto del alma, si nosotros queremos, sí que
es posible, gracias a la inefable bondad de Dios, y así el alma
que una vez se manchó y por la muchedumbre de los pecados
se afeó y envileció, puede rápidamente regresar a su primera
belleza, con tal que nosotros demostremos una intensa y
rigurosa conversión.

26. Ahora bien, esto lo digo para mí mismo y para los que
fueron dignos del bautismo ya antes. Vosotros, sin embargo, los
nuevos soldados de Cristo, hacedme caso y empeñaos por
todos los medios en conservar puro vuestro vestido.
En efecto, mucho mejor es tener ahora el cuidado y la
preocupación de su brillo, de modo que podáis permanecer
continuamente en la pureza y no cojáis mancha alguna, que,
por haberos descuidado, llorar después y golpearos el pecho
para poder limpiaros la mancha sobrevenida.
No paséis lo que pasamos nosotros 14, os lo suplico, antes
bien, que la negligencia de los que os precedimos os sirva de
escarmiento a vosotros.

27. Y como soldados espirituales, nobles y vigilantes,
limpiaos cada día vuestras armas espirituales, para que el
enemigo, al ver el fulgor de las armas, se aleje y no piense que
puede acercarse.
Efectivamente, cuando vea, no sólo que brillan las armas,
sino también que vosotros estáis bien protegidos por todas
partes y que el tesoro de vuestra mente está bien asegurado
con todo rigor, como una casa, él se ocultará y se marchará,
sabedor de que nada más logrará, aunque intente el asalto
miles de veces.
Porque puede ser desvergonzado y atrevido en alto grado y
más cruel que una fiera, pero, cuando ve al completo vuestra
armadura espiritual y la fuerza que el Espíritu os ha dado,
percibe con mayor exactitud su propia debilidad, y se retira con
gran vergüenza y con gran desprecio de sí mismo, porque sabe
que intenta lo imposible.

28. Por consiguiente, os lo suplico, vivamos todos
sobriamente: los que fuimos antes considerados dignos de este
don, para que podamos regresar a la primera belleza y
purificarnos de la mancha sobrevenida, y los que acabáis de
gustar la generosidad del rey demostrad vigilancia y gran
firmeza, de modo que podáis permanecer en continua pureza y
no recibáis la más leve mancha o arruga 15 por insidia del
diablo; al contrario, como si éste se presentase, se colocara
cerca y disparase los dardos de la maldad, nosotros
fortifiquémonos bien por todos los flancos y resistámosle con
mucha diligencia y con gran preocupación por nuestra propia
salvación, para que podamos evitar las insidias de aquél, y por
nuestra fidelidad nos atraigamos el auxilio de lo alto, por la
gracia y la bondad de nuestro Señor Jesucristo, con el cual se
dé al Padre, junto con el Espíritu Santo, la gloria, la fuerza, el
honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
.................................................
1. Esta Catequesis probablemente se pronunció el martas de Pascua
del año 390, al día siguiente de la anterior (cf. nota I de la Catequesis
octava).
2. Cf. Is 29, 9.
3. Si 1, 22 (Vulg. 28).
4. Ef 5, 18.
5. 1 Co 6, 9-10.
6. 1 Co 10, 24.
7. 1 Ts 5, 1 1.
8. 1 Co 12, 25-26.
9. Dt 32, 15.
10. Cf. Ex 32, 4.
11. Sal 78, 34.
12. Cf. 2 Co 11, 33; Hch 9, 22-25.
13. Cf. Hch 8, 22.
14. Utiliza el plural de inclusión: él es uno más de los que recibieron el
bautismo pero descuidaron la gracia.
15. Cf. Ef 5, 27.

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