sábado, 10 de enero de 2015

PEDRADA AL PAPA LUCIO II.



¿Conocen a algún papa que haya muerto de una pedrada en la cabeza? Pues hubo uno, Lucio II, y ocurrió el 15 de febrero del año 1145. El papa Lucio intentaba hacerse con el poder civil en Roma, por aquel entonces constituida en comuna y libre del poder papal. Los romanos, atrincherados en el Capitolio, vieron acercarse a Lucio II al frente de un pequeño ejército y, en plan Intifada, se liaron a pedradas. Ahí se le acabó el papado. 
Lucio II sufrió las consecuencias de una época muy convulsa. La Iglesia acababa de salir de uno de sus numerosos cismas, una época en la que los papas no duraban ni un año en la silla de Pedro y en la que a veces reinaban dos o tres a la vez. El papa Lucio estaba ya instalado en el solio pontificio, cuando un cura reformista y respondón, Arnaldo de Brescia, se erigió como guía espiritual de los romanos. 
Lucio II ya llevaba mal que Roma fuera una república comunal regida por un Senado y que nadie le hiciera caso, pero que le saliera competencia de un sacerdote rebelde lo llevó aún peor. Arnaldo de Brescia propugnaba una Iglesia austera, la lucha contra los clérigos caraduras y, sobre todo, que el pontífice dejara de involucrarse en asuntos políticos. 
El papa decidió entonces disolver el Senado por la fuerza, a lo que el poder civil respondió con una revuelta y con la constitución de otro Senado. Los romanos se hicieron fuertes en el Capitolio, instalado por aquel entonces en una de las siete colinas, justo en la misma en la que ahora está la Alcaldía de Roma.
Lucio II sabía que iba a tener difícil el asalto al Capitolio, así que pidió ayuda a Conrado III, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero Conrado estaba en sus cosas y no envió el socorro requerido por el papa. Al final, Lucio II se arriesgó solo en el asalto al frente de un pequeño ejército, pero calculó mal el poder laico. Lo recibieron a pedradas y una lo dejó en el sitio. 
Aquella victoria republicana fue tan contundente que el papa siguiente, Eugenio III, se pasó casi todo su pontificado de ocho años exiliado de Roma. Por si acaso no se les había pasado el enfado y aún les quedaban piedras. 

NIEVES CONCOSTRINA.

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