viernes, 23 de enero de 2015

Símbolos del pecado.

La desoladora realidad del pecado se expresa con símbolos diferentes. El primero es el camino errado. El pecado es una desviación, entrar por una senda que no lleva al objetivo, la desviación degenera en extravío, que no sabe encontrar el sendero recto; el extravío conduce a la perdición. Un acto o serie de actos llevan a un callejón sin salida que acaba en la ruina. Es el camino de lo negativo, de la desintegración. La acción de Dios es creadora, positiva, la del pecado, destructora.

Caminando hacia la muerte, el hombre descarriado se aleja de Dios que es la vida; no se entiende a sí mismo, pues obra contra su sed de vivir; no se siente solidario de los demás, rivales de su egoísmo. Va menguando, disminuyéndose, camino del no ser.

Otro símbolo del pecado es la esclavitud o cautividad bajo un poder exterior. San Pablo lo presenta como un tirano que somete al hombre a sus deseos, haciéndolo instrumento para el mal (Rom 6,12-13). Es una fuerza que aísla y acapara, bloqueando los puentes. Como la desviación inicial degeneraba en extavío ciego, también la esclavitud procede de un acto voluntario, que san Pablo define como “ponerse al servicio de un dueño” (Rom 6,16); su desenlace será la condena a muerte.

Puede representarse también el pecado como una enfermedad, un virus que mina las fuerzas del hombre, impidiéndole ser él mismo. La infección coincide con la abdicación de la libertad: la adhesión del libre arbitrio al mal lo enferma, y el hombre se encuentra afectado por un morbo que no puede eliminar por sí mismo.

Los tres símbolos: extravío, cautividad e infección, indican que el pecado es un principio de muerte, una situación o actitud que produce error, desequilibrio, aislamiento, decadencia: “El pecado paga con muerte” (Rom 6,23).

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