martes, 24 de marzo de 2015

Decio.

(Caius messius quintus tajanis Decius)
Emperador romano 249-251. Nació en una fecha desconocida, cerca de Sirmium en Panonia en una familia romana o romanizada. Su carrera es prácticamente desconocida, pero parece haber pasado la mayor parte de su vida en el ejército. Fue el primero de los grandes soldados-emperadores de las provincias del Danubio, bajo su poder el régimen senatorial cayó y el gobierno se convirtió en una monarquía absoluta. Tomó poco tiempo para consolidar su posición como emperador tras derrotar a Philip en Verona, luego Decio comenzó a poner en práctica extensos planes para la reorganización del imperio. Problemas de administración, tanto interna como externa, pronto lograron su atención. A esto último dedicó principalmente sus energías y consecuentemente la mayor parte de su reinado fue pasado encabezando las legiones tratando de expulsar a los invasores góticos de las tierras de los Balcanes. Después de numerosas campañas durante las cuales no dio señal alguna de genialidad militar, encontró un signo de derrota en las marchas de Dobrudscha en las cuales perdió la vida. Este derrocamiento, atribuido por algunos autores a la traición de algunos generales, fue tan completo que el cuerpo del emperador nunca fue recuperado.
En la administración de los asuntos internos del imperio, Decio demostró ser un teórico sin las cualidades de un estadista. Concebía la política poco práctica de reformar la moral de su tiempo por una forzosa restauración de la antigua religión. Revivió el obsoleto oficio de censor para congraciarse con el partido senatorial, permitiéndoles nombrar al primer titular del cargo, a quien invistió con los poderes más autocráticos en materias del servicio civil y sobre la vida privada de los ciudadanos. Olvidando los cambios labrados por el tiempo y la marcha de ideas, puso toda su fe en el casi abandonado paganismo de la antigua Roma como la solución de los problemas de su tiempo.
Reformas tan abusivas necesariamente trajo en prominencia al creciente poder de la Iglesia Católica, e hizo claro que cualquier intento de realizar o forzar cumplir el absolutismo de la política romana anterior debe necesariamente ser vano mientras un considerable cuerpo de ciudadanos profesando la religión cristiana tuviera la libertad de ejercer su religión. La creencia en la libertad de conciencia y la alto estima por la religión encontrada entre los cristianos no podía encontrar parte en esquemas como los de Decio y necesariamente serían un insuperable obstáculo para la realización de sus planes. Varias razones fueron asignadas para el odio del emperador al cristianismo, algunos lo ven como evidencia de una crueldad innata, otros como un deseo de tomar venganza sobre los amigos de su predecesor, pero puede haber poca duda que la principal razón de su hostilidad fue política, concebida no en la forma de fanatismo sino de conveniencia política. El alcance de la legislación anti-cristiana de Decio era más amplio que el de sus predecesores y mucho más grave en sus efectos. El texto de sus edictos no sobrevivieron, pero su tenor general puede ser juzgado por la manera en la que fueron ejecutados.
El objetivo del emperador no era le exterminación de los cristianos sino la extinción del cristianismo mismo. Obispos y sacerdotes eran incondicionalmente castigados con la muerte. A todos los otros se les daba la oportunidad de abjurar, para asegurar el abandono del cristianismo, todos eran obligados a someterse a algún un examen sobre su lealtad al paganismo, tales como una ofrenda de sacrificio, derramar libaciones o la quema de incienso a los ídolos. Lo inesperado del ataque, junto con el hecho de que una espantosa cantidad de laxitud y corrupción se había manifestado durante la larga paz que la Iglesia acababa de gozar, produjo el más deplorable efecto en la grey cristiana. Multitudes se presentaban a los magistrados para expresar su complacencia con el edicto imperial, y a estos apóstatas se le daban boletos certificando que habían ofrecido sacrificio (sacrificati) o quemado incienso (thurificati), mientras otros, sin haber efectuado dichos ritos, se aprovechaban de la venalidad de los magistrados y compraban sus certificados que atestiguaban su renuncia (libellatici). Estas defecciones, aunque numerosas, eran más que contrapesadas por las multitudes que sufrieron la muerte, el exilio, confiscación, o tortura en todas partes del imperio. La persecución de Decio fue el juicio más severo a la Iglesia hasta ese tiempo, y la pérdida sufrida por la Iglesia a consecuencia de la apostasía fue tan dañina como las pérdidas debido al martirio. El problema de decidir bajo que condiciones el lapsi debía ser admitido a la Iglesia y qué peso se le debía de adjuntar al perdón de los confesores, produjo las disensiones mas amargas y llevó directamente a dos peligrosos cismas.

Bibliografía: DUCHESNE, Histoire ancienne de l'église (Paris, 1906), I, 367-368; ALLARD, Histoire des persécutions pendant la premiére moitié du IIIe siècle (Paris, 1885-090; 2nd ed. 1892); GREGG, The Decian Persecution (Edinburgh, 1897).
Fuente: Healy, Patrick. "Decius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04666a.htm>.
Traducido por Fernando Arriola. L H M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.