miércoles, 25 de marzo de 2015

Ferdinand-Victor-Eugène Delacroix



Pintor francés nacido en Charenton-St-Maurice, cerca de parís y muerto el 13 de agosto de 1863. Hijo de Charles Delacroix, Ministro se Asuntos Exteriores de la Convención de 1795 a 1797 y nieto, por su madre, de Aben, el famoso discípulo de Boulle. Desde su más tierna infancia su amor por la música fue intenso y ejerció a lo largo de su vida una intensa influencia en su obra. Siempre atribuyó el éxito de su representación de la Magdalena (Saint-Denis del Santísimo Sacramento), desfalleciendo de dolor por su Maestro crucificado, a la impresión que le hicieron los cánticos del mes de mayo. Cuando aun estaba bajo la impresión de la emoción que le produjo la música del Dies Irae, produjo el terrible ángel del fresco de Heliodorus (Saint Sulpice). Después de sus estudios en ele Liceo Luis el Grande, entró en la escuela de Bellas Artes de París donde estudió con Guerin.
La extrema pobreza en la que quedó Delacroix tras la muerte de sus padres en 1819 le llevaron a producir litografías, caricaturas etc. Mientras, sin embargo (1818) parecía ya la futura promesa de su futura eminencia en la primera de sus telas de la que se tiene conocimiento “Matronas romanas sacrificando sus joyas por su País”. Contra el consejo de su maestro Gerin, expuso en el Salón de 1822 “Dante y Virgilio”, que tuvo el efecto de atraer sobre él gran notoriedad, si no fama, porque levantó un torbellino de críticas y controversias.
No es de extrañar que en el estado de la opinión publique francesa en cuestiones de arte que Delacroix no consiguiera el deseado Prix de Rome, por el que competía; pero dos años después (1824) su “Masacre de Scio” renovó la polémica creada en su primer salón y le acercó un poco más al éxito. Los clasicistas conservadores condenaron la obra, así como condenaron las de los nuevos románticos, por su desprecio de les tradiciones establecidas. Pero el triunfo del romanticismo poco después trajo consigo también su triunfo personal, que se manifestó en la adquisición para el Louvre de sus dos primeras telas, tan criticadas, “Las matronas” y la “Masacres de Scio”.
Pero solo después de la revolución de 1839 le llegaron el reconocimiento y probación oficiales. El año siguiente viajó por España y Marruecos de donde trajo la inspiración de la luz del sur, del color y fuerza vitral que se dejaría sentir en toda su obra y posterior más conocida. El nuevo gobierno le nombró caballero de la Legión de Honor.
Había llegado a Francia el momento del romanticismo del siglo diecinueve y Delacroix, siempre líder de esta nueva escuela estaba bien colocado (arrivé). Con la muestra de “Asesinato del obispo de Lieja” en el Salón de 1831, su progreso ya no se interrumpió nunca, a pesar del insistente criticismo, hasta que en 1857 le llevó al Instituto de Francia. Durante estos veinticinco años de su carrera produjo las grandes composiciones sobre los temas medievales u árabes con los que comúnmente se asocia hoy en día su nombre.
La amarga oposición que tuvo que soportar durante toda su vida le llevó a discusiones en las que manifestó verdadero talento literario. Nadie que quiera tener una idea cabal de él puede omitir el estudio de sus ensayos sobre arte o su correspondencia.
Su obra pictórica es inmensa sobre más de 9140 temas, clasificados por Ernest Chesneau de la siguiente manera: 853 telas, 1525 pasteles, acuarelas etc., 6629 dibujos, 24 grabados, 109 litografías y 60 álbumes.
Se pueden señalar los siguiente momentos en el desarrollo de su genio: “ El 28 de julio de 1830” (1830); “”Carga de la Caballería árabe” (Museo Montpellierc1832); "Mujeres de Argel”(Louvre--1834); "Boda Judía en Marruecos" (Louvre-1841); "Toma de Constantinopla por los cruzados" (Museo de Versailles 1841); "Muley-abd-el-Rahman abandonando su palacio de Mequinez" (Toulouse Museo-1845); "Los dos Foscari" (Colección del duque d'Aumale en Chantilly-1855).
A su primer período pertenecen las famosas litografías de Fausto que el mismo Goethe alabó calurosamente. “Sardanápalo" (Salón, 1828), otra temprana chef-d'oeuvre, que hizo exclamar a Vitet que "Delacroix etait devenu la pierre de scandale des Expositions" (Dealcroix se ha convertido en la piedra de escándalo de las exposiciones), mientras que Delécluze lo llamó "une erreur de peintre"(un error de la pintura). "Richelieu diciendo misa", encargada por el duque Louis Philippe d'Orléans, mientras que "La Muerte de Carlos el Atrevido" fue encargada por el Ministerio del Interior. "La muerte del arzobispo de Lieja", la tela que en verdad de aseguró la fama fue probablemente la mejor de todas sus pinturas. En adelante las obras maestras se suceden unas a otras hasta que el criticismo adverso ya no pudo sostenerse ni afectar su posición en el mundo del arte.


Apreciación de su obra

Delacroix permanente en solitario y sin ser superado por nadie como el verdadero fundador de la escuela francesa de arte del siglo diecinueve. Las dificultades con las que tuvo que luchar se debe a que tuvo que impone a un público ignorante una nueva escuela completamente opuesta a la de David, que era insincera en su frialdad y artificiosidad, convencionalidad y absolutamente poco simpática.
Aunque se puede encontrar en Delacroix casi los mismos excelentes puntos de hombres como Rembrandt, Rubens o Correggio, desde el momento en que se desprendió de la influencia de Géricault — tan manifiesta en “Dante y Virgilio” – se arrojó completamente sólo en brazos de los recursos de su genio. La víspera del día en que terminó “Masacre de Scio” tuvo ocasión de ver algunas obras de Constable en las que descubrió e hizo suyo el principio del arte que muchos maestros no han logrado apreciar, es decir, que en la naturaleza, lo que parece ser de un color está en realidad hecho de muchos matices, descubiertos solo por el ojo del que sabe cómo mirar.
En adelante el color ya no tuvo secretos para él. Delacroix fue un artista en un grado supremo. Poseía un profundo conocimiento de la historia, estudiaba cada grupo y cada individuo en usa serie de esbozos, que retocaba una y otra vez y solo entonces pasaban a formar parte del conjunto. Con el instinto de un poeta veía vívidamente la escena que estaba pintando. Su sentido artístico le impidió caer en lo melodramático, pero se mantiene trágico y esa nota trágica, que se expresa en tantos temas sangrientos, es por la que se critica, en general. Delacroix trabajaba con un sentido de la composición sin errores, evitando la monotonía de las líneas regulares con las variadas actitudes de sus figuras. Sobresalió en varias ramas de su arte y sus pinturas decorativas de la Galería Apolo en el Louvre, el salón real, la cámara de los diputados y S. Sulpice son tan excelentes como sus telas. Apenas hay tragedia del alma humana que no esté reproducida en sus pinturas. No es popular porque la multitud quiere placer y Delacroix, como Pascal, no hace reír, sino que aterroriza. En “El asesinato del obispo de Lieja”, antes de la admiración ha llegado el temor ante la vívida representación de la ferocidad humana; en el “Cristo en el Jardín de Getsemaní” no hay tristeza humana igual a esa.
Delacroix es la más alta manifestación del genio francés en el arte; no solo honra a Francia sino a la humanidad y es uno de los que Emerson dijo que eran “representativos de la Humanidad”.


Bibliografía

GOETHE, "Conversations", tr. DELEROT; "Les Beaux-Arts en Europe" (Paris, 1856); "Eugène Delacroix" en "Fine Arts Quarterly Review", III; ATHERTON, "Some Masters of Lithograpy" (1897); "New York Catalogue of Celebrated Paintings"; "L'Oeuvre Complet d'Eugène Delacroix", ed. ROBERT (1885); TOURNEUX, "Delacroix devant ses contemporains" (Paris, 1886); VACHON, "Etude sur Delacroix" (Paris, 1885); VÉRON, "E. Delacroix" in "Les Artistes célèbres" (Paris).

Henry Anger.

Transcrito por John Looby.

Traducido por Pedro Royo

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