domingo, 1 de marzo de 2015

IDAS Y VENIDAS DEL CALENDARIO AZTECA.



Quién no conoce el famoso calendario azteca, la Piedra del Sol, que llaman en México. Pues el 27 de junio de 1964 esa gigantesca piedra redonda esculpida en lava basáltica y que pesa veinticinco toneladas iniciaba el último de sus traslados. Un milagro, que todavía ese magnífico y enigmático calendario azteca pueda ser admirado en el Museo de Antropología e Historia de Ciudad de México, porque a este disco de casi cuatro metros de diámetro le han hecho mil perrerías desde que lo desenterraron. 

La Piedra del Sol estaba instalada en Tenochtitlán cuando por allí se dejó caer Hernán Cortés. Como luego el extremeño destruyó la ciudad, el calendario quedó enterrado. Hasta que a finales del siglo XVIII, haciendo unos desagües en la plaza del Zócalo, la que siempre vemos por la tele con una enorme bandera mexicana en el centro, reapareció la piedra. Se conocía su existencia, pero todos se quedaron pasmados. Allí estaban las cuatro edades en las que los aztecas dividían la vida del mundo; los 360 días del año solar, los 20 días de cada uno de los 18 meses, las semanas, la noche, el día, la predicción del futuro ... Yeso que aún no se ha descubierto la mitad de los enigmas que encierra. 

Al principio, la Piedra del Sol quedó expuesta sin vigilancia alguna, pero luego fue colocada en un muro de la catedral para asegurar su conservación. Mala idea. Mientras que muchos indígenas se concentraban allí para adorar su piedra sagrada, los criollos, los descendientes de europeos, se dedicaban a tirarle piedras y porquería porque la consideraban un símbolo azteca y pagano. Si se fijan, la cara del dios que aparece en el centro del calendario está molida a disparos. 

La volvieron a cambiar de sitio, y esta vez la metieron dentro del antiguo Museo de Historia. Pero cuando se inauguró el nuevo, el Antropológico, se decidió que era necesario otro traslado. Un mes se tardó en desprender la piedra. Se utilizaron seis grúas para moverla y un enorme vehículo que la arrastró por la ciudad a 10 kilómetros por hora. Los aztecas serían muy brutos, pero desde luego eran mucho más mañosos moviendo piedras. 

NIEVES CONCOSTRINA.

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