miércoles, 29 de abril de 2015

Díptico

(O diptychon; griego, diptychon, de dis, dos veces y ptyssein, doblar).
Un díptico es una especie de libreta, formada por la unión de dos tabletas, colocadas una sobre la otra y unidas por anillos o por una bisagra. Estas tabletas se hacían de madera, marfil, hueso o metal. Sus superficies interiores normalmente tenían un marco elevado y estaban cubiertas con cera, en la que se rasguñaban los caracteres por medio de un estilo. Entre los griegos, se conocían los dípticos desde el siglo VI a.C. Servían como cuadernos para el ejercicio de la caligrafía, para la correspondencia y varios otros usos. Los certificados militares de los romanos, privilegia militum, eran una especie de díptico. Entre las dos tabletas a veces se insertaba otra, y entonces el díptico se llamaría un tríptico, políptico, etc. El término díptico a menudo se limita a un tipo de libreta muy ornamentada. Por lo general se hacían de marfil con obra tallada, y en ocasiones medían de 12 a 16 pulgadas (30.48 a 40.64 cms.) de altura.
En los siglos IV y V surgió una distinción entre los dípticos profanos y los eclesiásticos (litúrgicos); los primeros a menudo eran dados como regalos por personas bien acomodadas. Era costumbre conmemorar de esta manera una elevación a un cargo público, o cualquier otro evento de importancia personal, por ejemplo, un matrimonio. Los cónsules, el día de la instalación, estaban acostumbrados a ofrecer dípticos a sus amigos e incluso al emperador. Los presentados a este último a menudo tenían un borde de oro y eran bastante grandes. Sus tabletas a menudo tenían en una placa central el retrato del soberano, rodeado por otras cuatro placas. El marfil (sin fecha) Barberini en el Louvre está construido de ese modo, y una vez sirvió como un díptico eclesiástico (véase más adelante). Algunos lo consideran como la encuadernación de libros ofrecidos al emperador. Strzygowski afirma que es de origen egipcio y piensa que el retrato es el de Constantino el Grande, defensor de la fe.
El díptico consular con fecha más antigua es el de Probo (406); se guarda en el tesoro de la catedral de Aosta, Piamonte. El más reciente es el del cónsul oriental, Basilio (541), una de cuyas placas está en el Museo Uffizi en Florencia y el otro en la Pinacoteca de Brera en Milán. El Código de Teodosio I (384) prohibía la ofrenda de dípticos de marfil a cualquier otro que no fuese el cónsul regular (es decir, no honorario). La tableta en el Museo Mayer en Liverpool, con la imagen de Marco Aurelio (m. 180), es anterior a esta ley. Los dípticos consulares son reconocibles por sus inscripciones, o por la figura del cónsul de que son portadores. En el díptico de Boecio en Brescia (487) y varios otros del mismo tipo, el cónsul está vestido con una trabea (una especie de toga); sostiene en su mano izquierda el Escipión (cetro consular) y en la derecha el mappa circensis, o paño blanco que usaba para ondearlo como señal para los juegos en el circo. Estos juegos (ludi) u otras liberalidades que el cónsul ofrecía al pueblo por el cónsul se representaban con frecuencia en las tabletas de los dípticos.
Hay menos certeza sobre los dípticos de otros funcionarios que no fuesen los cónsules, por ejemplo, pretores, cuestores, etc. El díptico de Rufio Probiano V.C. (es decir, vir clarissimus) Urbis Romae vicarius, en el Museo de Berlín, es la reliquia más valiosa de esta clase, y probablemente data de finales del siglo IV. Entre los dípticos de individuos privados, el de Galieno Conceso, descubierto en Roma sobre el Esquilino, sólo exhibe el nombre de su propietario. Otros estaban adornados ricamente y a menudo reproducían algunas de las obras maestras del arte antiguo. Así, en un díptico en el Museo Mayer, Liverpool, se ven Esculapio y Telesforo, Higía y Amor. El más bello de los dípticos profanos fue tallado con ocasión de un matrimonio entre el Symmachi y el Nicomachi (392 a 394 ó 401). Representa en cada hoja (una de ellas está en el Museo de South Kensington y el otro, en un estado muy dañado, en Cluny) una mujer realizando un sacrificio.
Muchos de los dípticos profanos se han conservado en los tesoros de las iglesias, en donde fueron eventualmente utilizados para fines litúrgicos o encerrados en encuadernaciones o en obras de orífice. El díptico de Boecio, entre otros, lleva en el interior algunos de los textos litúrgicos y pinturas religiosas, atribuida al siglo VII. El díptico de Lieja del cónsul Anastasio (517), una de cuyas hojas se encuentra en Berlín y otra en South Kensington, lleva una inscripción de cuarenta y dos líneas y la oración Communicantes del Canon de la Misa. Otro del mismo cónsul (en la Biblioteca Nacional, París) tiene una lista de los obispos de Bourges. En la catedral de Monza, Lombardía, un díptico representa en el vestido de los cónsules al rey David y al Papa San Gregorio I Magno. Tal vez sea un díptico consular antiguo, transformado en el siglo VIII o IX; de acuerdo a algunos parece ser de origen eclesiástico.
Muchos dípticos tallados reproducen temas puramente [religión | religiosos]]. En un díptico en el tesoro de la catedral de Ruán la figura de San Pablo es exactamente la misma que la que hay en un sarcófago en la Galia. Una hoja de díptico en el tesoro de Tongres fue evidentemente influenciada por los tallados en la cathedra de San Maximino en Rávena, y parece haber pertenecido a una antigua sede episcopal. Algunos dípticos con temas religiosos, como el Santo Sepulcro y las santas mujeres en la Tumba de Cristo (Milán), un ángel (Museo Británico), probablemente datan del siglo IV o V. Hojas de dípticos divididas en cinco compartimentos generalmente han servido como una cubierta para las copias de los Evangelios. Los dípticos, aunque a menudo torpemente ejecutados, son importantes para la historia de la escultura, ya que existe un buen número de ellos, y varios están fechados con precisión. En diferentes períodos de la Edad Media se hicieron muchos dípticos o trípticos de marfil, para servir como pequeños paneles devocionales.
El uso litúrgico de los dípticos ofrece interés considerable. En la época cristiana primitiva se acostumbraba a escribir en los dípticos los nombres de aquellos, vivos o muertos, que eran considerados como miembros de la Iglesia, lo cual es una señal de prueba de la doctrina de la Comunión de los Santos. De ahí los términos "dípticos de vivos" y "dípticos de los muertos". Estos dípticos litúrgicos variaban en forma y dimensiones. Su uso (sacrae tabulae, matriculae, vivorum libri et mortuorum) está atestiguada en los escritos de San Cipriano (siglo III) y por la historia de San Juan Crisóstomo (siglo IV), ni tampoco desaparecieron de las iglesias hasta el siglo XII en Occidente y el siglo XIV en Oriente.
En la vida eclesiástica de la antigüedad estos dípticos servían a varios propósitos. Es probable que los nombres de los bautizados fuesen escritos en dípticos, que eran así una especie de registro bautismal. Los “dípticos de los vivos" incluirían los nombres del Papa, los obispos y personas ilustres, clérigos y laicos, de los benefactores de la iglesia, y de los que ofrecían el Santo Sacrificio. A estos nombres se les añadían los de la Santísima Virgen, de los mártires y de otros santos. De estos dípticos surgieron los primeros calendarios eclesiásticos y los martirologios. Los “dípticos de los muertos" incluirían los nombres de personas que no cualificaban de otro modo para la inscripción en los dípticos de los vivos, por ejemplo, los obispos de la comunidad (también otros obispos), además sacerdotes y laicos, que habían muerto en olor de santidad. Es a este tipo de dípticos que las necrologías posteriores deben su origen.
En ocasiones se hacían dípticos especiales para registrar sólo los nombres de una serie de obispos; de esta manera surgieron en una fecha muy temprana próxima las listas episcopales o catálogos de los ocupantes de las sedes. Cualquiera que fuese su propósito inmediato, los dípticos litúrgicos admitían únicamente los nombres de personas en comunión con la Iglesia; nunca se insertaban nombres de herejes ni de miembros excomulgados. La exclusión de estas listas fue una pena eclesiástica muy severa; la más alta dignidad, episcopal o imperial, no puede era útil para salvar al ofensor de su imposición.
El contenido de los dípticos se leía, ya sea desde el ambón o desde el altar por un sacerdote o un diácono. En este sentido, prevalecía una variedad de costumbres en diferentes iglesias y en diferentes períodos; a veces los dípticos simplemente se colocaban sobre el altar durante la Misa, y cuando se leían en público, tal lectura no siempre se producía durante el tiempo de la Misa. El orden del cual se ven vestigios ahora en el Canon de la Misa Romana fue el uso fijo de la Iglesia Romana tan temprano como en el siglo V. En ese documento venerable un largo pasaje después del Sanctus corresponde a la antigua recitación de los dípticos de los vivos; contiene, como es bien sabido, la mención de aquellos por quienes se ofrece la Misa, del Papa, del obispo de la diócesis , de la Santísima Virgen y de varios santos. En Pascua y en Pentecostés la Hanc igitur proveía una ocasión propicia para mencionar los nombres de los nuevos bautizados, ahora mencionados sólo como un cuerpo. Por último, la recitación de los “dípticos de los muertos" todavía es recordada por el memento que sigue a la consagración.

Fuente: Maere, René. "Diptych." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05022a.htm>.
Traducido por L H M.

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