sábado, 30 de mayo de 2015

Permanencia de la religiosidad en el mundo contemporáneo

Además de las tres grandes religiones monoteístas y de sus variantes, sobreviven infinidad de cultos que siguen practicándose en la actualidad en todos los países del mundo. Muchos han desaparecido a lo largo de la historia o han sido desplazados o asimilados sincréticamente por otros. Sin embargo, sabemos que desde los albores de la civilización la religión ha desempeñado un papel importante tanto en la trayectoria individual de cada persona como en su vida social. Esto ha sido y es así, pero la constante evolución ideológica y filosófica de los últimos siglos ha visto declinar diversas religiones o por lo menos ha demostrado que los mensajes homogeneizadores y las doctrinas rígidas pueden funcionar en determinados sectores de población pero no en todos. En Occidente es donde antes se ha notado este cierto declinar de la infalibilidad y poderío de los grandes credos. Hay sectores que los han abandonado por completo (ateísmo, agnosticismo) o parcialmente: muchos esconden su incapacidad para dejar de creer radicalmente; muchos otros se escudan en un vago deísmo no dogmático al estilo de la Ilustración. Y otros muchos enarbolan el tópico cuando afirman que "algo debe de haber".

En cualquier caso, desde que Friedrich Nietzsche escribe su famosa frase "Dios ha muerto" hay un punto de inflexión. Durante todo el siglo XX ello condiciona modos de pensar y actitudes ante la vida. Otros, como el sociólogo Émile Durkheim, demuestran que la noción de Dios no es tan fácil de superar por la misma sociedad que la ha creado.

Por ello han surgido durante todo el siglo XX todo tipo de opciones que conviven -a menudo pacíficamente- con el pragmatismo o el agnosticismo: nuevas religiones, reelaboraciones de antiguos ritos o dogmas, acercamiento a culturas exóticas...

El siglo XX registró en uno de los mosaicos religiosos más complejos de la historia de las civilizaciones. No sólo hay que tener en cuenta la pervivencia de muchas de las religiones mayoritarias y minoritarias, sino que se ha de añadir un sinfín de nuevas creencias, apoyadas en movimientos reformistas o, en ocasiones, sectarios. Entre esta inmensa variedad de cultos resulta complicado hacer una clasificación sistemática. Algunos miran claramente al pasado (gnósticos) o reinterpretan los libros sagrados -el Corán, la Biblia- a su manera (pseudosufismo, milenaristas). Otros son una búsqueda de soluciones prácticas adaptadas al presente: por ejemplo, la teología de la liberación o las comunidades cristianas de base, que ponen en contacto la religión y el marxismo.

Por último, hay algunas religiones -generalmente sectarias- que buscan la religiosidad en lo futurista o incluso se inspiran en la ciencia ficción. Muchos cultos, siguiendo ciertas modas creadas a menudo por grandes intereses comerciales, buscan el sentimiento religioso de antiguas culturas no europeas: el orientalismo, las culturas precolombinas, las religiones de Oceanía. Todo es válido para escapar por la vía mística de una sociedad occidental cada vez más vacía de espiritualidad.

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