lunes, 1 de junio de 2015

Las divinidades romanas

Una continuidad cultural en el Mediterráneo central

Sin duda existió una continuidad cultural entre Grecia y Roma, y cuando utilizamos el término "cultura grecorromana" nos referimos a esta similitud y afinidad. Aun así, hay notables diferencias, sobre todo en el ámbito de la religión, por lo que utilizar el nombre "Júpiter" para designar a Zeus es un anacronismo.
Las gentes que conformaron Roma ciudad, y con el tiempo todo el imperio romano, procedían de culturas diversas. En los primeros tiempos encontramos, en la península Itálica, principalmente a los latinos, pueblo indoeuropeo del que descendía en su mayor parte el pueblo romano; a los etruscos, establecidos en la actual Toscana; a los griegos, que habían fundado colonias en el sur de Italia; y a los fenicios, cuya presencia se limitaba a pequeños establecimientos comerciales en la costa. De la confluencia de estas culturas y sus creencias se fue formando, en un primer momento, la religión romana, que posteriormente adoptó cultos orientales.
La asimilación de los dioses de unos y otros se hizo de forma "sincrética", es decir, como una contaminación de las tradiciones autóctonas por elementos de otras religiones. El sincretismo empezó temprano y continuó a medida que Roma conquistaba nuevos territorios en zonas de África, la Galia, Egipto, Siria... En este proceso, los romanos asimilaron principalmente los dioses griegos, y de los etruscos adoptaron el conocido arte de los arúspices o capacidad de hacer presagios examinando las entrañas de las víctimas.
Por su parte, los griegos del sur de Italia habían asimilado algunos dioses etruscos a los propios como, por ejemplo, la diosa etrusca Uni a Hera. Y al contrario, en el panteón etrusco aparecieron divinidades griegas que conservaban su nombre: Aplu (Apolo) o Artumes (Artemis). Así mismo, el culto a Hércules que encontramos más tarde en Roma tiene reminiscencias fenicias, ya que los griegos asimilaron el dios fenicio Melkart a Herakles... y la diosa fenicia Astarté fue asimilada a la etrusca Uni. Pero las divinidades asimiladas conservaban la similitud sobre todo en el nombre, ya que su función solía ser distinta. La asimilación de conocimientos o creencias de otras culturas se produjo en mayor o menor medida en todas las civilizaciones, pero siempre se integran y reinterpretan en función de las necesidades de la cultura receptora.
La vida pública y política de Roma estaba estrechamente vinculada a la religión, y de los dioses se esperaba una eficacia concreta que se obtenía por medio del ritual. Los romanos adoptaron divinidades extranjeras para diferentes momentos -normalmente para acontecimientos muy puntuales, como fue la erección de un templo al dios Apolo al desencadenarse una peste en Roma en el siglo V antes de nuestra era, o la introducción de Esculapio (Asclepio griego), del que se esperaba protección durante las guerras púnicas. Los dioses extranjeros se asociaban al dios romano porque tenían ciertas similitudes. En cualquier caso, la inclusión de un dios extranjero se tenía que hacer teniendo en cuenta los antiguos dioses y ritos para no ofenderles, y la decisión debía partir de la autoridad: el senado durante la República o el emperador.

Los dioses de la ciudad

Los dioses romanos, al igual que los griegos, eran antropomorfos, pero no tenían una personalidad divina definida por unos mitos. De hecho, los romanos no tenían una mitología divina como los griegos, y en el siglo III antes de nuestra era, cuando surgió una literatura latina de inspiración griega, ésta se apropió del legado mitológico griego, creando así su propia mitología. Así fue como Eneas, el héroe de la guerra de Troya, se convirtió en el mítico fundador de Roma. También en el ámbito familiar se esperaba y buscaba la protección divina: existían a tal efecto los Lares y los Penates. Las primeras eran divinidades del hogar, que tenían un altar en la casa, y los Penates eran guardianes de la despensa doméstica.
Una peculiaridad de la religión romana era la organización sacerdotal, que incluía tres categorías: los sacerdotes consagrados a una sola divinidad, como los flamines, el rex sacrorum y las vestales (éstas eran seis mujeres dedicadas al culto de la diosa Vesta); los colegios sacerdotales (los pontífices, los augures, los decemviri sacris faciundis y los septem viri epulones), con el Gran Pontífice a la cabeza, y los Salios, cofradías que intervenían en ritos puntuales. A menudo se conoce el culto a una divinidad en Roma porque se ha conservado el nombre del flamen; por ejemplo, el flamen dialis era el sacerdote consagrado al culto de Júpiter. Pero esta organización no actuaba conjuntamente y, por lo tanto, no era como el actual orden clerical. Aun así, durante el Imperio, el emperador revestiría el cargo de Gran Pontífice y regularía la vida religiosa de Roma.

El panteón romano

La asimilación a los dioses griegos a veces implicaba la pérdida de la función original de la divinidad romana.
Los nombres de dioses asimilados se conocen a través de una liturgia romana llamada lecisternio, en la que se ofrecía un banquete a las estatutas de las divinidades que estaban expuestas.
La antigua tríada romana integrada por Júpiter, Marte y Quirino fue desplazada por la tríada capitolina de Júpiter, Juno y Minerva, que compartían templo y culto:
Júpiter: Venerado como dios soberano, era el dios del rayo fulminante y de los auspicios, y fue asimilado al Zeus griego. En el Capitolio recibía el apelativo de Júpiter Óptimo Máximo como dios protector de Roma. Los generales victoriosos acudían a este templo para rendir tributo al dios soberano que les había ayudado a obtener la victoria. En Roma, cualquier plegaria debía ir precedida de una invocación a Júpiter y a Jano.
Juno: Diosa protectora de las madres y los niños, a veces se la invocaba como diosa de la guerra. Fue asimilada a la Hera griega.
Minerva: Antigua diosa romana de origen etrusco, completa la tríada sentada a la derecha de Júpiter. Era la diosa de los artesanos y artistas y, ocasionalmente, de la guerra. Fue asimilada a la diosa griega Palas Atenea.
Apolo: Fue introducido como dios griego y mantuvo su nombre. Se le asimiló en su cualidad de dios médico, y con Augusto se le reconoció también su naturaleza profética.
Ceres: Antigua diosa que, tempranamente, fue asimilada a Deméter. Era la diosa de la agricultura, la dispensadora del grano. En el culto público fue asociada a otras dos divinidades, formando la tríada Ceres-Liber-Libera.
Diana: Diosa latina, que fue asimilada a la griega Artemisa en las funciones de diosa cazadora, protectora de las mujeres gestantes y, como la antigua Gran Diosa Madre, diosa lunar.
Hércules: Para los romanos era una divinidad de origen griego. Se le veneraba como protector del comercio a larga distancia y como dios de la victoria.
Jano: Dios genuinamente romano que no tenía parangón con ningún dios griego. También se le conocía como Jano bifronte, ya que se le representa con dos caras, una mirando al pasado y la otra, al futuro. Era el dios de todos los comienzos. En tiempos de paz su pequeño santuario permanecía cerrado, y se abría en tiempos de guerra.
Lares: Protectores de los romanos, eran concebidos como ancestros divinos y se oponían a los Manes. Su zona de influencia solía ser rural y sus estatuillas eran colocadas tanto en las propiedades como en los cruces de caminos.
Manes (Manes di): Dioses infernales que más tarde aparecen como los dioses protectores de los difuntos.
Marte: Antigua e importante divinidad romana, no era el dios de la guerra (pues ése era el dominio de Júpiter), sino del combate. Fue asimilado al dios griego Ares.
Mercurio: Antiguo dios romano del comercio (merx, mercancía), por lo que se constituyó en patrón de los comerciantes. Fue asimilado al Hermes griego.
Neptuno: Dios latino, patrón de todas las aguas por su asimilación al dios griego.
Poseidón: también patrón de las corrientes marinas.
Saturno: fue tempranamente asimilado al dios griego del tiempo, Cronos. En su nombre se celebraban unas fiestas muy populares, llamadas Saturnalia.
Venus: Antigua diosa romana que desempeñaba un papel tutelar en la religión oficial. Fue asimilada a Afrodita, diosa griega del amor.
Vesta: Diosa romana antiquísima. Era la diosa del hogar de Roma. En su templo, unas sacerdotisas vírgenes consagradas (las conocidas vestales) se encargaban de mantener encendido el fuego de la ciudad.
Vulcano: tras ser asimilado al dios Hefesto, sólo mantuvo sus funciones como dios del fuego destructor y de los incendios.

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