jueves, 14 de enero de 2016

PROCLÁMESE ESE NOMBRE TUYO.

  PADRE NUESTRO DEL CIELO.

PROCLÁMESE ESE NOMBRE TUYO.

LLEGUE TU REINADO.
REALÍCESE EN LA TIERRA TU DESIGNIO DEL CIELO.
NUESTRO PAN DEL MAÑANA DÁNOSLO HOY.
Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS,
QUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES.
Y NO NOS DEJES CEDER EN LA TENTACIÓN,
SINO LÍBRANOS DEL MALO. AMÉN.

¿Cuál es tu nombre? El nombre está por la persona, es una manera de designar la persona. Pero, en este contexto, el nombre se refiere al que acabamos de pronunciar: Padre. Reconózcase o proclámese ese nombre tuyo. Esto es lo que se pide. ¿Quién lo tiene que proclamar?


El Padre nuestro tiene una invocación: Padre nuestro del cielo. Después, tiene tres peticiones para la humanidad entera, en las cuales no aparece ningún nombre personal referido a nosotros. Se dice: tu nombre, tu reino, tu voluntad. Y tiene una segunda parte, la cual se refiere a la comunidad cristiana. Nuestro pan, nuestras deudas, no nos dejes ceder a la tentación. De modo que, en la primera parte, los nombres posesivos se refieren a nosotros: nuestro pan, nuestras deudas, nuestros deudores, no nos dejes ceder a la tentación y líbranos. De modo que tiene dos partes clarísimas.


En esta primera parte, que estamos comentando, la primera petición es esa: proclámese ese nombre tuyo. ¿Quién lo tiene que proclamar? La humanidad. No nosotros. Nosotros ya lo reconocemos. Precisamente lo hemos llamado así: Padre. De modo que nosotros reconocemos que Dios es Padre. Pero la humanidad, no. Por lo tanto lo que se pide es que la humanidad reconozca que Dios es Padre. ¿Qué significa esto?


Las tres primeras peticiones del Padre nuestro nacen de una experiencia. Nosotros ya conocemos que tú eres Padre, nosotros hemos experimentado tu amor, nosotros vivimos de esa vida que nos has comunicado. Nacen de esa experiencia. Entonces esa experiencia se traduce en deseo. El deseo de que la humanidad conozca esto. Y desemboca en el compromiso. Y tenemos que hacer lo que podamos para que esto se verifique. De manera que nace de la experiencia, que hace surgir el deseo y desemboca en el compromiso.


La comunidad tiene experiencia de que Dios es Padre y quiere que la humanidad entera la tenga. Porque aquí hay la utopía pequeña, la utopía realizada, que es la comunidad cristiana. Ese es el reino de Dios realizado, donde existen unas nuevas relaciones humanas, donde hay la experiencia del amor del Padre, donde hay experiencia del amor de los hermanos, el amor fraterno y la solidaridad, donde los seres humanos son libres, no están sometidos ya a leyes, ni a imposiciones, donde toda esa comunidad está volcada para el bien del resto de la humanidad. De modo que hay una pequeña, minúscula, digamos, utopía realizada, el grupo cristiano.


Pero queda la gran utopía, que es la realización en la humanidad entera. Y entonces, los que viven en la utopía realizada, piden que se realice, que se verifique la gran utopía, que la humanidad llegue a entrar en esta realidad.

Proclámese o reconózcase ese nombre tuyo. Que la humanidad sepa que tú eres Padre.


Esto es la gran liberación de la humanidad. Porque todos los regímenes tiránicos, los cuales eran los únicos regímenes que había en aquel tiempo, no había más que tiranos, todos se han basado o han pretendido siempre estar consagrados por los dioses. La misma organización judía, tremendamente opresora, que era religioso-política, porque el sumo sacerdote era jefe religioso, pero además jefe político desde que había cesado la monarquía, era jefe de estado al mismo tiempo. Y esa organización se basaba en la pretensión de que eso era instituido por Dios. Y no digamos los regímenes paganos. Todos estaban amparados por sus correspondientes dioses.


Ya sabemos que en casi todos los países había dos religiones paralelas. Una era la religión del estado y otra era la religión popular. La religión popular empieza con lo doméstico: los difuntos, los dioses de la casa, en fin, todo lo inmediato. Pero el estado crea sus propias divinidades, que no hacen más que consagrar los valores del poder. Y así, por ejemplo, en Roma, ¿quién es el valor supremo? Júpiter. Júpiter es rey, sacerdote. Por eso el jefe del estado romano es rey y sacerdote, supremo poder civil y religioso. Se crea una divinidad a imitación dela cual se ejerce el poder civil y religioso. En Babilonia, era Marduc. El rey era la encarnación de Marduc. Y en Egipto ya el rey, el faraón, era hijo del sol, que era su divinidad. De manera que tenía categoría divina. Todas las tiranías se amparan en eso. Otras, naturalmente, no llegan a proclamarse divinas, pero, incluso en el imperio cristiano, el rey, el emperador era consagrado por la Iglesia y era coronado por ella. De modo que tenía ese respaldo religioso.


Todo esto es lo que se cae. Porque Dios no es el Señor que domina, sino el Padre que da vida. Ninguna autoridad humana puede poner su base en Dios, en el dios que también es un déspota celeste. Así era incluso el dios del AT en muchos pasajes, no en otros, claro, porque está muy mezclado. Pero, en muchos pasajes, aparecía como ese dios absoluto, ese dios con poder ilimitado. Fijaos que en el AT los reyes se llaman dioses y también los jueces. “Dioses sois e hijos del Altísimo todos”, dice un salmo. Eran los personajes de la autoridad. ¿Por qué? Porque como Dios es la autoridad suprema, el que participa de la autoridad es como Dios. Pues esto se cae por su base.


Cuando la humanidad se dé cuenta de que Dios no puede dar pie a ninguna autoridad absoluta, a ninguna tiranía, porque Dios no ejerce así, sino que Dios en realidad es el Padre que comunica vida, la humanidad se liberará de todo miedo. 

Es la primera petición. Que la humanidad comprenda que tú eres Padre. Por lo tanto que no respete ya ninguna tiranía, ninguna opresión, lo cual significa la liberación de la sumisión, que es lo que la humanidad ha vivido siempre. Es el horizonte de la libertad. Veis qué fuerte es el Padre nuestro, lo que se pide en él. Los que viven en una comunidad tienen ya esa experiencia, ellos ya saben que Dios es Padre, no pueden someterse a ningún tirano. 

Tendrán que vivir en una sociedad, donde tendrán que convivir con otros. Pero reconocer como divinos esos poderes, como se hacía en el culto al emperador romano, no, eso no. El estado será necesario, pero nosotros no aceptamos la veneración del poder. Puede ser un mal necesario, pero nunca el poder tiránico, nunca. El poder opresor, jamás. 

Primera petición. Que la humanidad, sabiendo que tú eres Padre, sea libre, se libere.


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