domingo, 29 de mayo de 2016

El contexto político de la vida de Jesús

políticosTras renunciar teatralmente a los poderes extraordinarios que le había concedido el Senado para enfrentarse a Marco Antonio, el vencedor de Accio fue nombrado imperator –jefe militar absoluto– y proclamado emperador en el año 27 a.C., momento en que cambió su nombre por el de Augusto. Tras asumir todo el poder y los dominios del Imperio, que se extendían de océano a océano, el nuevo hombre fuerte gobernó con inteligencia, propiciando un largo período de paz que contribuyó al crecimiento territorial y económico de Roma.  
Augusto puso al frente del ejército a Tiberio, hijo de su tercera mujer, Livia. También eligió a otros hombres de confianza para que ocuparan los puestos más relevantes del Estado. En Roma creó una guardia pretoriana que llegó a contar con cerca de diez mil hombres y un cuerpo de seguridad formado por tres cohortes de soldados. El Senado continuó controlando las provincias romanas ya pacificadas: Asia Menor, Numidia, Cirenaica, Libia, Bitinia y el Ponto, Macedonia, la Bética, Cerdeña, Sicilia, Dalmacia...   
Las provincias que presentaban especial importancia estratégica y militar quedaron bajo el mando directo de Augusto. Además del valiosísimo valle del Nilo, este gran trozo del pastel imperial incluía los territorios de la Galia, Hispania (salvo la Bética) y Siria, entre otros. Junto a este vasto territorio había reinos vasallos, como Judea –que en el año 6 pasaría a ser una provincia imperial más– y otras regiones gobernadas por jefes locales que rendían pleitesía a Roma. El control de aquel conglomerado de reinos satélites facilitaba la paz en las fronteras del Imperio y proporcionaba tributos a las arcas romanas.
Para recaudar los impuestos, el emperador introdujo el censo regular de sus súbditos y el listado de sus bienes. Los cuestores y procuradores eran los responsables de la recaudación anual de esos tributos, fundamentales para financiar el enorme ejército romano. La presión de los recaudadores, que podían llegar a la fuerza para obtener los impuestos que exigía Roma, provocó sublevaciones en la Galia, Britania y Judea.

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