miércoles, 8 de noviembre de 2017

Origen de la Guardia Suiza


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Es curioso: la reciente polémica sobre el saqueo a Constantinopla nos ha traído sobre el tapete otro saqueo acaso más sangriento y despiadado que aconteció en el corazón mismo del mundo civilizado.

Se trata del ataque a Roma por parte del emperador Carlos V en medio de la segunda guerra contra el rey Francisco I.

El ejército imperial se componía de unos 18.000 landsknecht (*), entre los cuales la mayoría eran luteranos, con el consabido odio irrefrenable hacia la Santa Iglesia.

El 6 de mayo de 1527 toman por asalto a la Ciudad Eterna. Las escenas de violencia y crueldad nos inexpresables. El saqueo es cometido por tropas enardecidas y caotizadas por la falta de jefes. La ambición de lucro y el odio contra la religión se convertía en una orgía de pillaje, violaciones y torturas contra la población civil. Un manuscrito veneciano contemporáneo relata: "El Infierno no es nada si se lo compara con la visión que ofrece la Roma actual"

Erasmo de Rotterdam, un humanista poco sospechoso de fanatismo religioso pro-católico escribe: "Roma no era sólo la fortaleza de la religión cristiana, la sustentadora de los espíritus nobles y el más sereno refugio de las musas; era también la madre de todos los pueblos. Porque para muchos Roma era más querida, más dulce, más bienhechora que sus propios países. En verdad, este episodio no constituyó sólo el ocaso de esta ciudad, sino el del mundo"

A cinco siglos del triste suceso, nadie exige al Rey de España que pida perdón a la Iglesia o al Papa por este atropello. Ni los católicos guardamos resentimiento hacia el pueblo español o alemán. En los ataques a la Santa Iglesia por parte de cismáticos, herejes o pecadores brilla esa veracidad y autenticidad exclusivamente católica: la Iglesia es Una en el tiempo y el espacio. Mientras que el resto de las instituciones humanas se renuevan, nacen o mueren, la Iglesia es eterna e inmutable.


El origen de la Guardia Suiza Pontificia

Pocos años antes, en 1506, se formaba la Guardia Suiza Pontificia. Tres años antes, S.S. Julio II había solicitado la protección de los nobles suizos.

150 de los mejores y más gallardos nobles de ese país, procedentes de los cantones de Zurich y Lucema, llegan a la Ciudad Eterna bajo el comando del capitán Kaspar von Silenem.

Ese 6 de mayo de 1507, cuando las tropas invasoras asaltaban Roma, quedó marcado como el más épico y glorioso de entre las numerosas gestas de la Guardia Suiza. Frente a la basílica de San Pedro, los ciento cincuenta soldados de la misma se enfrentan a más de un millar de soldados alemanes y españoles. Combaten con fiereza protegiendo la augusta persona del Soberano Pontífice. La contienda se desarrolla en los escalones del altar mayor.

La bravura de esta guardia quedó marcada a fuego en la memoria de la humanidad: sólo sobrevivieron 42 de los 150 guardias papales. Formados en círculo en torno a S.S. Clemente VII, logrando crear una vía de escape a fin de ponerle a salvo en el castillo de Sant Ángelo. La fiereza del combate y el celo por el Santo Padre quedó manifiesto en lo caro que costaron sus vidas al enemigo. Por cada uno de ellos, murieron 5 oponentes. 800 enemigos cayeron muertos ante las armas suizas.

Rememorando esta heroica gesta, cada 6 de mayo, juran sus cargos ante el Papa los nuevos alabarderos y toman posesión los ascendidos. Con la mano derecha alzada, los 3 dedos abiertos, recuerdan los 3 primeros cantones helvéticos que se reunieron en confederación: Zürich, Uri Unterwalden y Lucema.

La bandera de la escolta pontificia porta desde entonces en el cuartel inferior las armas de Julio II y en el superior las del Papa reinante.


 

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