martes, 11 de junio de 2013

LUZ.N.T

I. La metáfora de la luz se encuentra en Mt 4,16, citando a Is 9,1, y se aplica a Jesús. En 5,14-16 traslada a los discípulos lo que se decía de Jerusalén y del templo (Is 49,5); es la gloria de Dios, su amor de obra (5,16), la luz que debe brillar en ellos. En Lc, Jesús es la luz de las naciones (2,32).


II. En J n e! símbolo de la luz se encuentra en todo e! evangelio. Para Jn, la luz es e! resplandor de la vida (1,4); no existe, por tanto, una luz anterior a la vida, es la vida misma en cuanto se impone por su evidencia y puede ser conocida. La luz-vida precede la aparición de la tiniebla (1,5), agente hostil que pretende sofocarla (1,5). Si luz = vida, tiniebla = muerte.

a) La vida que brilla como luz es el contenido del proyecto de Dios (1,4). Su brillo ha sido constante, es decir, el hombre ha sentido siempre e! deseo de plenitud a que lo llama el proyecto divino, del que su mismo ser es ya una expresión, puesto que todo ha sido creado según ese proyecto/Palabra (1,3). Sin embargo, la humanidad en general lo ha rechazado (1,10): la mayoría de los hombres ha reprimido el deseo de plenitud, sometiéndose a la tiniebla (1,5). Este rechazo será llamado «el pecado del mundo» (1,29).

La luz de la vida, única luz verdadera, que guía los pasos del hombre, se opone a las falsas luces, en particular a la Ley, llamada luz en el AT (Sal 109,105; Sab 18,4; Eclo 45,17 LXX) y en el judaísmo.

La luz equivale metafóricamente a «la verdad». Se desprende, pues, de lo dicho, que para el hombre la única verdad es la plenitud de vida contenida en el proyecto divino, que le manifiesta al mismo tiempo la realidad del amor de Dios y la plena realidad del hombre. La tiniebla, por su parte, que se opone directamente a la luz/verdad y así impide la vida, es un agente de mentira (8,44): oculta al hombre el proyecto de Dios sobre él y, proponiéndole otros objetivos, le hace imposible alcanzar la plenitud.

b) La luz/vida, contenido del proyecto de Dios (1,4), se encarna en Jesús, proyecto divino realizado (1,14). Así él es la luz del mundo, es decir, la vida de la humanidad (8,12; cf. 9,5; 12,3Ss.46).

Existe una correlación entre los binomios «luz-vida» y «gloria-amor leal». En ambos casos, el término que lleva en sí el rasgo de «luminosidad» (luz, gloria) denota la manifestación y la evidencia del término sustantivo (vida, amor leal). La luz/verdad es así el brillo de la vida; la
gloria, el del amor leal. Vida y amor se identifican; lo mismo gloria y luz.

La ausencia de luz (noche) significa la ausencia de Jesús, que el hombre no se deja iluminar por Jesús (3,2; 9,4; 11,9s; 12,3Ss.46; 21,3).

c) Ante la alternativa luz/vida - tiniebla/muerte, la adhesión a Jesús se presenta como la opción por la luz/vida (3,19-21). El rechazo de la luz procede del perverso modo de obrar (3,19), opuesto a «practicar la lealtad» (= el amor leal). Aparece así la realidad del juicio: es el hombre
mismo el que con su opción por la tiniebla se da la sentencia.

La iluminación o conocimiento de la verdad se expone narrativamente en el episodio del ciego (9,1-37).

III. En las cartas se habla de «pertrecharse para actuar en la luz» (Rom 13,12, lit. «revestirse de las armas de la luz») , de «los hijos de la luz». Dios habita en una luz inaccesible (1 Tim 6,16). En 1 Jn 1,5 se afirma que Dios es luz, como después se afirma que es amor (4,8).

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