Tras
el asentamiento de los pueblos germánicos dentro del imperio de
Occidente y debido a la crisis que se arrastraba ya desde el siglo III,
la autoridad imperial fue reduciéndose. En el año 476 el germano Odoacro
depuso a su último emperador, Rómulo Augústulo, de tan solo diez años
de edad. Con esto llegaba a su fin el imperio romano de Occidente, que
se fragmentó en una multitud de pequeños reinos gobernados por reyes
germánicos.
La
parte oriental, sin embargo, mejor gobernada y mejor defendida
militarmente, consiguió resistir la oleada germánica y desplazarla hacia
Occidente.
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