miércoles, 7 de agosto de 2013

CATÓLICOS Y JUDÍOS.

En países cristianos en general, y en territorios católicos en particular, se ha perseguido a los judíos en épocas diferentes. Un ejemplo fue la expulsión, por parte de los Reyes Católicos, en 1492, de los judíos de la península Ibérica.
En 1965, en el concilio Vaticano II, que reunió a los obispos de todo el mundo, se declaró que los católicos no debían tolerar que se persiguiese a los judíos. Se redactó un documento llamado Nostra aetate. Son las palabras latinas con las que empieza la declaración y que significan «en nuestra época»:

 

Nostra aetate

En 1965, en el concilio Vaticano II, que reunió a los obispos de todo el mundo, se declaró que los católicos no debían tolerar que se persiguiese a los judíos. 

«Dado el tan gran patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este Concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio, que se consigue [...] con el diálogo fraterno.

Aunque las autoridades de los judíos y sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su pasión ocurrió no puede ser achacado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy [...].

No se ha de señalar a los judíos como rechazados por Dios ni como malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la palabra de Dios. Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos [...] deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.»

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