Frente
al resto de religiones del momento, el cristianismo ofrecía un mensaje
universal, que hacía iguales a todas las personas ante los ojos de Dios.
Además, daba esperanzas de una vida mejor, en el más allá, y también en
la tierra, por los lazos de solidaridad que existían en las comunidades
cristianas.
Los
cristianos fueron, desde muy pronto, grandes misioneros y se expandieron
por todo el Mediterráneo, por Asia y más allá de los límites del
imperio de Roma, llegando hasta la India y al África subsahariana.
De
todos modos, el imperio romano fue el principal ámbito de desarrollo del
cristianismo. Esta expansión por las ciudades del imperio no cambió
profundamente la organización social que tenían los romanos.
Los
cristianos adoptaron el sistema político romano, situando las sedes
episcopales en los centros administrativos del imperio. Todavía en la
actualidad, Roma conserva prestigio entre los católicos, a pesar de que
el imperio romano desapareció hace más de mil quinientos años.
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