lunes, 12 de agosto de 2013

LA CREACIÓN. SAN AGUSTÍN.


 El Pecado Original. Expulsión del Paraíso, de MiguelÁngel.
El Pecado Original. Expulsión del Paraíso, de Miguel Ángel. 
 
Para san Agustín, la libre creación divina es instantánea y total. El relato bíblico de los seis días es una alegoría y todo es creado por Dios, de modo directo. Está ausente la idea que hallaremos en el aristotelismo árabe y latino de una creación mediada, esto es, de componentes de la creación debidos a causas intermedias o segundas: inteligencias, cielos. La creación, no obstante, se despliega en el tiempo, conservada por Dios, y los seres individuales aparecen sucesivamente cuando sus razones seminales o gérmenes (copias de las ideas) insertos por Dios en la materia alcanzan en el curso del tiempo su momento de maduración y nacimiento, de acuerdo con el orden dispuesto por la providencia divina.
Por tanto, para san Agustín, Dios ha creado el mundo en una creación total, ex nihilo o de la nada. Si el modelo (las ideas del Verbo) es inmanente a Dios, la materia con la que se ha creado el mundo no preexiste a la generación de este, a diferencia del Timeo, donde el demiurgo se limita a «ordenar» la materia y el movimiento caótico. También la materia es creación de Dios. Además, en contraste con la tradición platónica, la producción del mundo no es un proceso necesario e inevitable, sino una decisión voluntaria y libre, un acto espontáneo de la voluntad libre y del amor divinos.
San Agustín sigue aquí la reflexión del neoplatonismo (siglo II d.C.), con el cual coincide también en la visión de Dios como Inteligencia que contiene en sí las ideas ejemplares o arquetipos del mundo visible. Dicho de otro modo: el modelo del demiurgo en la generación del mundo narrada en el Timeo platónico -que el santo considera coincidente con el relato bíblico de la creación y un préstamo por parte del filósofo- ya no es exterior al demiurgo, sino interior a él, las ideas o verdades del Intelecto o Verbo divino que «estaba al principio en Dios y por el cual fueron hechas todas las cosas» (Juan 1, 2-3).
Estas ideas o verdades en el Verbo son las esencias de las cosas, las verdades necesarias, coeternas a Dios, inmutables. No existen al margen de Dios, sino en Dios, con quien son consustanciales. Sin embargo, su lugar de existencia no impide que sean por sí mismas verdades necesarias e inmutables, lo cual comporta, por su carácter de modelo o arquetipo de la creación del mundo, que este no ha podido ser esencialmente distinto de como es. Esta concepción perduró hasta el siglo XVII para enfrentarse con Descartes.

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