La unción de Saúl en un manuscrito iluminado del siglo XV, de ANdré d´Ypres.
Este
deseo de cambio lo compartían muchos judíos, exceptuando a los saduceos.
Se simbolizaba en una figura que habían anunciado algunos profetas: el
mesías que liberaría del sufrimiento al pueblo de Israel. Este anhelo
tomó fuerza en el siglo I, debido a la situación de opresión política
que se estaba viviendo bajo la dominación romana en Palestina. Esperaban
a un descendiente del rey David, que recuperase la libertad anhelada de
aquel momento de esplendor judío.
Mesías viene de la palabra hebrea mashia,
que quiere decir «ungido», y hace referencia a los rituales judíos para
destacar la importancia de ciertas personas, como reyes, profetas y
sacerdotes. El ritual consistía en ungirlas o marcarlas con aceite. La
traducción griega de este término es christós, que se aplicó a
Jesús y de la que derivan los nombres Cristo, Jesucristo, que quiere
decir «Jesús mesías», y por tanto el término cristiano, que
quiere decir «seguidor de Cristo». Para los cristianos, Jesús era el
mesías con el que se cumplían las profecías y que instauraría el
anhelado reino de Dios. Pero hubo otros mesías, tanto en esta época
turbulenta del judaísmo como en otras posteriores, y de hecho muchos
judíos, aún en la actualidad, siguen esperando que llegue el mesías.
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