El hombre tiene la
obligación de conservar su vida. Para eso ha de alimentarse. Dios crea al
hombre, lo constituye señor de la creación y le impone el deber de cultivar la
tierra y arrancar de ella su sustento (Gen 1,299ss). Los animales y las plantas
serán su alimento cotidiano. El hombre debe evitar en la comida el exceso y la
glotonería, pues eso es un peligro para su vida (Prov 23,20ss; Eclo 31,12-31;
37,27-31). Y debe recordar en todo instante que cualquier alimento es un don de
Dios (Ecl 2,24). Pero por encima del alimento material, los israelitas debían
comprender que hay otro alimento superior, que Dios mismo les alimenta con su
palabra. El maná, caído del cielo, era un alimento directamente proporcionado
por Dios (Ex 16,4-15); alimentaba el cuerpo, pero sobre todo sostenía la fe,
para que el pueblo aprendiera a esperar su subsistencia y su persistencia de la
palabra "que sale de la boca de Dios" (Dt 8,3). Y aunque en el A. T. había
alimentos impuros, que no podían comerse, pues "a un pueblo santo, alimento
santo" (Dt 14,21), en el N. T. esas prohibiciones, ordenadas incluso por motivos
de salud, ya no existen. Los hijos de Dios pueden comer de todo, con la
condición de que siempre se acuerden de que todo pertenece a Jesucristo, como
Jesús pertenece a Dios. Jesús tenía por alimento hacer siempre la voluntad de su
Padre (Jn 4,34); se privó de alimento durante cuarenta días y cuarenta noches (Mt
4,1-4), pero eso no significaba desprecio a la comida, pues él come como sus
discípulos (Jn 4,31), asiste a los banquetes cuando le invitan (Mt 11,19),
aunque esto le ocasionará las críticas de los fariseos, que le echaban en cara
que comía con los pecadores públicos (Mc 2,16), que comía y bebía con los
borrachos (Mt 24,49), incluso que él mismo era un borracho (Lc 7,34); multiplica
los panes para que nadie pase hambre (Mt 15,32), dice a sus discípulos que coman
lo que les den (Lc 18,10). Pero dice también que el hombre no debe estar
excesivamente preocupado por lo que va a comer (Mt 6,25); que debe tener
confianza en Dios, pues si Dios alimenta a las aves del cielo, mucho más lo hará
con él (Mt 6,26). El hombre debe preocuparse ante todo de buscar el reino de
Dios (Mt 6,35), no el alimento perecedero (Jn 6,27). Más importante es "el pan
del cielo que baja del cielo y da la vida al mundo" (Jn 6,32), que es El mismo,
que se ofrece como alimento en la Eucaristía y en sus palabras, que dan la vida
eterna. -> cena.
NUEVO TESTAMENTO COMENTADO POR JUAN MATEOS.
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