Del
griego
anámnesis, que significa «memoria”, «recuerdo”. Este término se
encuentra en Lc 22,19 (cf. también 1 Cor 1 1,24-25), en el mandato que
dio Jesús:
«Haced esto en memoria mía”, durante la última cena. Obedeciendo esta
orden, la Iglesia celebra en la eucaristía la memoria de Cristo,
recordando su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y su ascensión a los
cielos.
A
partir sobre todo del siglo pasado, el término anámnesis fue utilizado por los
teólogos y los liturgistas para indicar la parte del canonlplegaria eucarística,
que sigue al relato de la institución y manifiesta precisamente la intención
de celebrar la eucaristía según la orden del Señor, en memoria suya.
No
se trata de un simple recuerdo subjetivo, intelectual/espiritual, sino de un
acto litúrgico celebrado como memorial, delante del Padre, del sacrificio único
del Hijo, haciéndolo presente en el signo sacramental en virtud del Espíritu
Santo. Se da por tanto una presencia objetiva sacramental de la acción salvífica
de Cristo.
El
contexto para comprender adecuadamente el sentido de la anámnesis es el del
culto y la plegaria de los hebreos. En la berakah (bendición hebrea) se alaba y
se da gracias a Dios por los hechos salvíficos (mirabilia Dei) que ha realizado
en la historia. La alabanza y la acción de gracias se convierten en memoria: se
recuerda lo que Dios ha hecho. Tanto si es Dios como el hombre el sujeto de este
recuerdo, se trata siempre de una memoria llena de realidad. Dios, al acordarse,
entra en acción y concede la salvación y la gracia. Para el hombre, acordarse
significa dirigirse a Dios y ver cumplidas sus promesas: el hombre que recuerda
puede tener confianza, porque -al recordar- se abre a la actualidad de la acción
histórica de Dios. Esta acción se hace sentir particularmente en el recuerdo
actualizante del culto: en la fiesta de los Tabernáculos o de las chozas (Lv
23,33ss), en la fiesta de los Purim (Est 9,28). y sobre todo en la de Pascua (Éx
12). En la noche de Pascua Dios se acuerda de Israel y esto significa que Dios
se hace de algún modo presente, actualizando su salvación.
E
Israel se acuerda de Dios y de sus acciones salvíficas: «Este día será
memorable para vosotros y lo celebraréis como fiesta del Señor, institución
perpetua para todas las generaciones” (Éx 12,14).
En
el
«hoy” de la celebración se hace por tanto memoria del pasado, y el
signo
celebrativo indica el futuro, anticipando la salvación final. Este
concepto y
esta experiencia bíblica permiten comprender adecuadamente la orden dada
por
Jesús de realizar el gesto sobre el pan y el vino «en memoria” suya. Y
así
lo entendió siempre la Iglesia: al celebrar la eucaristía, el ministro
pronuncia sobre el pan y sobre el vino la plegaria que santifica, para
distribuir luego entre los fieles como alimento los dones transformados
en el
cuerpo y la sangre del Señor. No se trata de una «nuda commemoratio",
como especificó el concilio de Trento contra Lutero (DS 1753). El
contenido del
memorial es la acción salvífica de Cristo. La celebración litúrgica es
anámnesis
de la Pascua de Cristo, realizada históricamente una vez para siempre.
No se
repite, sino que se reactualiza en el signo litúrgico-sacramental.
Escribe N. Fuglister. «El culto eucarístico es esencialmente una
anámnesis. Se refiere
ante todo al pasado... El
cumplimiento objetivo-cultual del rito, instituido en otro tiempo, hace presente
la salvación. Esta representación se convierte a su vez en una mirada hacia el
futuro de la salvación, de la que es prenda la acción salvífica conmemorativa
y que se anticipa también de alguna forma en esta representación” (Il valore
salvifico della Pasqua, Brescia 1976, 339).
En
el prefacio introductorio de la plegaria eucarística hay ya varios elementos de
acción de gracias con carácter anamnético: se alaba a Dios por su grandeza,
por la creación, por la redención. En la anámnesis propiamente dicha se pone
el acento ante todo en los hechos salvíficos de Cristo: tras el relato de la
institución se explicita el sentido de lo que se cumple en la celebración, es
decir, la memoria de la muerte y resurrección del Señor. La anámnesis indica
que el sacrificio es el misterio pascual de Cristo. Pero el contenido de la anámnesis
no es solamente la memoria de la Pascua; esta memoria se amplía a todos los
misterios de Cristo, al misterio que es Cristo. Por consiguiente, la anámnesis
es substancialmente cristocéntrica y tiene como consecuencia una clara
connotación escatológica. Jesús no exhortó simplemente a los discípulos
para que repitieran el gesto de la fracción del pan, para mantener vivo el
recuerdo de su persona y no olvidarse de ella. Se les proclama un nuevo pacto:
el pacto nuevo y eterno, sellado por la sangre derramada por el Señor Jesús.
R.
Gerardi
Bibl.:
J Behm. Anámnesis, en TWNT 1.
35155; B. Neunheu5er, Menzori"l, en NDL, 1253-1273.
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