martes, 15 de octubre de 2013

Amarna.

(ár. Tell el-{Amârnah).
Sitio de la antigua capital de Egipto durante el reinado de Iknatón (Amenhotep IV, c 
1381-c 1361 a.C.), situada a unos 320 km al sur de El Cairo, sobre la margen 
derecha del Nilo.  Mapa III, D-3.  Cuando Iknatón inició la adoración monoteísta solar 
de Atén (Atón) encontró tanta oposición en Tebas, la residencia real y centro de la 
antigua religión, que transfirió la capital a un lugar nuevo, que él llamó Akhetatón, 
"Horizonte de Atón".  El movimiento se desintegró poco después de su muerte, y la 
capital volvió a ser Tebas.  Iknatón y su efímera capital quedó olvidada hasta que sus 
ruinas fueron descubiertas en tiempos modernos.  Para las tablillas encontradas en la 
ciudad, véase Amarna, Cartas de.
Amarna, Cartas de. 
En 1887 una mujer del lugar, mientras cavaba para obtener desperdicios que pudiera 
usar como fertilizante, descubrió el archivo oficial de los reyes Amenhotep III (c 
1419-c 1381 a.C.) e Iknatón: 377 tabillas de arcilla.  Contenían 348 cartas escritas 
sobre tabletas de arcilla, en escritura cuneiforme babilónico, que constituían la 
correspondencia entre la corte egipcia y los reyes de Babilonia, Asiria, Mitani, Arzawa, 
Chipre, los hititas y muchos príncipes vasallos de Siria y Palestina.  Después de 
muchas vicisitudes, las tabletas finalmente llegaron a manos de los eruditos.  Unas 
pocas tabletas adicionales fueron descubiertas en excavaciones regulares en Amarna.  
Casi 300 de ellas están ahora en el Museo de Berlín, y otras en los museos de 
Londres, El Cairo, Oxford, París y Bruselas.
Estos documentos, conocidos generalmente como las Cartas de Amarna, son fuentes 
de primera línea para la historia cultural y política del Asia Occidental y de Egipto 
durante el s XIV a.C., y su descubrimiento fue un acontecimiento importante en la 
historia del Cercano Oriente y de la arqueología bíblica.  Revelaron que la escritura y 
el lenguaje babilónicos eran usados universalmente en el Cercano Oriente en la 
correspondencia diplomática, aun entre el faraón y sus vasallos asiáticos, y mostraron 
la gran influencia de la cultura babilónica sobre Siria y Palestina.
Estas cartas muestran que los reyes de Babilonia, Asiria y los mitanios trataban con el 
faraón egipcio en pie de igualdad.  Revelan que Egipto, que una generación antes 
había sido el poder más grande del mundo, estaba ahora en un agudo estado de 
inactividad y debilidad política, sin poder hacer nada para retener su imperio asiático 
construido por Tutmosis III y sus sucesores.  Manifiestan que los hititas surgían como 
una amenaza en el norte al avanzar sobre las posesiones egipcias en Siria mediante 
agresión directa e intrigas.  Señalan que Siria y Palestina, nominalmente 
protectorados egipcios, se encontraban en un estado de anarquía y extrema 
debilidad, divididas en muchos pequeños reinos. Sus gobernantes 43 (que se 
llamaban reyes), pretendían lealtad a la corona egipcia, pero luchaban entre sí, a 
veces en guerra abierta y otras por denuncias e intrigas (varios de estos príncipes 
aprovecharon la inactividad política egipcia durante el período para independizarse y 
ensanchar su territorio a expensas de sus vecinos).  Otra causa de inquietud política 
era la aparición de los {apiru (habiru en forma silábica, o SA.GAZ en escritura 
ideográfica), en quienes se puede reconocer a los hebreos invasores.  {Abdu-Heba, 
rey de Jerusalén, se queja en tono especialmente amargo acerca de la intrusión de 
los {apiru, y alega que gran parte del país ya cayó en sus manos por conquista y 
traición (se conservaron cartas sobre otros gobernantes y otras ciudades sirias y 
palestinas bien conocidas: Ascalón, Sidón, Aco, Gezer, Meguido, Tiro, Laquis, Beirut y 
Biblos).  Véase Hebreos.
Bib.: S. A. B. Mercer, The Tell el-Amarna Tablets [Las tabletas de Tell el-Amarna], 2 
ts (Toronto, 1939); ANET 483-490 (contiene muchas cartas traducidas por W. F. 
Albright).
18. Dos de las Cartas de Amarna enviadas a Faraón.

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