lunes, 9 de diciembre de 2013

Astrología en el Próximo Oriente Antiguo.

Los antiguos pensaban que las estrellas estaban fijas a la esfera más exterior, la situada más allá de la esfera de Saturno (la Tierra estaría rodeada de esferas transparentes centradas en ella, que mantendrían a los planetas en su sitio). Por este motivo se llamaban a las estrellas "estrellas fijas", diferenciándolas de las (estrellas errantes o planetas, que se movían independientemente de esta esfera.)

La esfera más exterior de las estrellas no era transparente sino negra, y las estrellas brillaban sobre este fondo como cuentas luminosas muy pequeñas. Todo el cielo negro giraba con completa regularidad una vez por día, transportando consigo las estrellas. Cuando salía el Sol, el cielo se volvía azul y las estrellas desaparecían, pero esto se debía únicamente a que el resplandor del Sol las ahogaba.

Sin embargo, este tema nos lleva a Hiparco (161-127 antes de C.), el mayor de todos los astrónomos griegos. Si tenemos en cuenta que prácticamente no disponía de instrumentos y que los astrónomos anteriores habían dejado pocos escritos, los descubrimientos de Hiparco bastaba para situarlo en­tre los mayores astrónomos de todos los tiempos.
El sistema de Hiparco sobrevivió con pequeñas mejoras durante mil setecientos años. 
Hiparco trabajó en la isla de Rodas, cerca de la Costa sud­occidental de lo que hoy es Turquía, y para explicar el movimiento aparente de los planetas inventó un sistema de combinaciones circulares superior a los concebidos en los dos siglos transcurridos desde la muerte de Platón.

Un astrónomo posterior, Claudio Tolomeo (100-170 después de C.), que vivió unos tres siglos después de Hiparco, resumió hacia el año 150 después de C. el sistema de Hiparco con algunas mejoras en un libro que sobrevivió hasta la edad moderna, lo cual no sucedió con ninguna de las obras de Hiparco. Llamamos así sistema tolemaico al sistema astronómico que sitúa la Tierra en el centro del universo, con los demás cuer­pos girando a su alrededor.

La mayoría de la gente creía que los planetas en sus movimientos ejercían una influencia sobre la Tierra y sobre los huma­nos, y que si se conseguía elaborar un sistema que predijera exactamente sus movimientos quizás podrían deducirse sus influencias sobre el destino futuro de cada individuo. El desarrollo de un tal sistema de astrología (La lectura de los planetas) tenía un interés extraordinario para todas las personas del mundo antiguo.

El Sol, La Luna y los cinco planetas de aspecto estelar se mueven por una franja estrecha del cielo que se dividió en doce regiones, ocupada cada cual por un conjunto concreto de estrellas, donde los antiguos, llenos de imaginación, vieran el perfil de algún objeto, normalmente un animal. Cada agru­pación de estrellas se llama constelación y las doce constela­ciones a través de las cuales se mueven los planetas se llama zodiaco, de una palabra griega que significa círculo de ani­males.

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