domingo, 19 de enero de 2014

Basílica.


Basílica del Sacré Cœur (París, Francia)


El término basílica proviene del latín basilica que a su vez deriva del griego βασιλική (fonéticamente, basiliké) que significa 'regia o real' (fem.), y viene a ser una elipsis de la expresión completa βασιλική οἰκία (basiliké oikía) que quiere decir «casa real». Una basílica era un suntuoso edificio público que en Grecia y Roma solía destinarse al tribunal, y que en las ciudades romanas ocupaba un lugar preferente en el foro.
Más adelante, los cristianos aprovecharon la forma basilical y, en muchos casos, los propios edificios romanos para utilizarlos como recinto religioso oficial para la celebración de la liturgia. Después de que el Imperio romano se volviese oficialmente cristiano, el término se usó también para referirse a iglesias, generalmente grandes o importantes, a las que se habían otorgado ritos especiales y privilegios en materia de culto. En este sentido se utiliza hoy la denominación, tanto desde el punto de vista arquitectónico, como religioso.

La basílica romana

La basílica romana tuvo múltiples usos, dedicándose a mercado, lugar de transacciones financieras, culto o, más ordinariamente, a la administración de justicia; también se utilizaba como lugar de reunión de los ciudadanos para tratar asuntos comunes.
En cuanto a su concepción arquitectónica, se trataba de una gran sala rectangular compuesta por una o más naves (siempre en número impar), en este segundo caso, la central era más ancha y alta y estaba soportada por columnas. La diferencia de alturas se aprovechaba para abrir huecos de iluminación en la parte alta de los muros. En uno de los extremos de la nave principal existía una exedra o ábside, donde se instalaba la presidencia, mientras que la entrada se efectuaba por el extremo opuesto a través de un pórtico.

Las basílicas del Foro Romano

El Foro Romano incluye las siguientes basílicas:

La basílica cristiana

Plano de la Iglesia de San Martín de Tours (Frómista), con una típica planta basilical.
Tras el edicto de Milán de 313 promulgado por Constantino el Grande (313–337) el Imperio romano acepta oficialmente la religión cristiana. A partir de entonces los cristianos utilizan la tipología arquitectónica basilical para la construcción de los nuevos templos.
Se entiende por basílica cristiana propiamente dicha en sentido arquitectónico toda planta rectangular con uno o más ábsides en el testero y con naves a lo largo separadas por columnas (o pilastras), sobre las cuales se apoyan sus correspondientes arcos o arquitrabes de tipo romano. Las referidas naves (tres por lo común) terminan en el ábside. En el ábside se coloca el altar y en torno a él se disponen los oficiantes. Delante, en el presbiterio, se sitúan los presbíteros, mientras que los fieles ocupan el resto de la nave o naves.
En las iglesias de planta basilical no existe transepto y, por tanto, tampoco crucero. Aunque inicialmente los templos cristianos seguían las pautas constructivas de las basílicas, pronto dieron paso a otras formas, como la planta de cruz latina o la de cruz griega, que se generalizaron sin que por ello desapareciera la forma basilical.
La cubierta de las naves suele consistir en una armadura de madera artísticamente decorada y visible desde el interior o bien oculta por un artesonado: a veces, tienen bóveda en naves laterales y siempre el ábside remata en bóveda de cuarto de esfera.
La iluminación de las basílicas se obtiene por ventanas abiertas en la parte superior de la nave central más elevada que las laterales y por otras ventanas que se sitúan en el ábside y en el frontis del edificio. Todas ellas solían cerrarse con láminas de mármol perforado o calado para dar entrada a la luz e impedir la acción de elementos destructores. Pero también se usaban láminas transparentes de alabastro sin perforar e incluso vitrales de color en basílicas suntuosas según se infiere de algunos textos de San Juan Crisóstomo y de Prudencio.
La decoración interior se logra por las mismas líneas arquitectónicas del edificio con sus clásicas molduras y por diferentes adornos de pinturas y mosaicos, sobre todo, en el muro superior del arco triunfal y en los ábsides siempre magníficamente decorados.
Con frecuencia, se disponían orientadas las basílicas según el eje principal de la nave de modo que el ábside diera hacia Occidente. Pero desde el siglo VI dando ejemplo las iglesias bizantinas, se orientaron en sentido opuesto ya que el sacerdote (que al ofrecer el sacrificio miraba a Oriente) no celebraba ya de cara al pueblo como antes.
Además de las iglesias de tipo basilical, había en esta primera época de la paz constantiniana otras menores, de planta simplemente rectangular o cuadrada e incluso redonda, que servían de oratorios o capillas sepulcrales o memoriales de los mártires (cellae memoriae) y no faltaban otras de forma poligonal o circular destinadas a baptisterios. Todas ellas e incluso casi todas las grandes basílicas se construyeron desde sus fundamentos y sólo algunas en escaso número habían sido antes edificios públicos o templos de que se habilitaron para el culto católico.
La distribución interior de las basílicas en los primeros siglos de la paz, siguiendo el modelo de las constantinianas, es como sigue:
  1. el atrio, con su entrada, su peristilo y su fuente o cántharus en medio, precedido a veces de un pórtico o vestíbulo exterior
  2. el nárthex o vestíbulo interior
  3. justo después, las tres puertas correspondientes a las tres naves
  4. las tres naves, separadas por columnas y, a veces, por verjas y cortinajes
  5. el coro de los cantores
  6. el bema o ábside o presbiterio elevado con dos o tres gradas con su arco de triunfo sobre la entrada y su único altar en medio cubierto con un templete o baldaquino y situado sobre la cripta o sepultura de un mártir (confessio o ciborio. Además, tiene el ábside su cátedra episcopal
  7. los ábsides laterales o nichos para servir de sacristías o secretarium, donde se colocaban las vestiduras y diferentes objetos sagradas en el de la derecha, llamada diaconium y las ofrendas de los fieles en el de la izquierda que por esto se denominaba zophylacium. No siempre existían los ábsides secundarios ni se destinaban en todo caso a servir de sacristía. Pero en algunas iglesias se colocaban a los lados del presbiterio dos altares menores para la preparación y terminación del sacrificio (próthesis y apódosis, respectivamente)
En la entrada del presbiterio, como para aislarlo del resto de la iglesia, se elevaban unas columnas que sostenían un arquitrabe de mármol o de madera para fijar sobre él exvotos y lámparas. A este conjunto arquitectónico se le llama pérgula y corresponde al iconostasio de las iglesias orientales el cual es un cuerpo más cerrado y completo y se halla decorado con multitud de imágenes devotas.
E algunas basílicas, sobre una parte de las naves laterales, había un piso con tribunas que daban vista a la central y que se reservaban, generalmente, a las vírgenes y viudas. Este sitio se llamaba gynnaeceum. La planta baja de la nave izquierda (o sea, del Evangelio) se destinaba a las mujeres y se denominaba matronikion. A la derecha, para los hombres, se llamaba andron y cada grupo entraba en la basílica por su puerta correspondiente. La de en medio, que se llamaba argéntea y speciosa, servía de entrada a los clérigos. En la parte derecha y con separación de verja o pretil, se situaban los hombres de distinción y a la izquierda las matronas. De aquí los nombres de senatorium y matronaeum que, respectivamente, se les daba.
A los lados del coro se situaban anchos púlpitos o ambones para la lectura del Evangelio y la Epístola.
Basilica de Székesfehérvár, Hungría ardiendo en la Edad Media. Esta basílica era de proporciones tan colosales que albergaba a más de 9.000 personas al mismo tiempo en su interior.
La colocación de los fieles era la siguiente:
  • en el atrium o, en su defecto, en el nárthex pero a distancia de la puerta interior de entrada se colocaban los penitentes del primer grado (flentes)
  • en el nárthex o pronaos, junto a la puerta interior, los penitentes del segundo grado (audientes) y los catecúmenos del primero (que también se llamaban audientes)
  • dentro ya de las naves y cerca de las puertas, los penitentes del tercero y cuarto grados (prostrati y consistentes) con los catecúmenos prostrati y competentes
  • más adelante estaban los fieles comunicantes o que participaban de los divinos misterios.
Este género de arquitectura basilical siguió imperando en Roma y sus cercanías con bastante firmeza y exclusivismo hasta la época moderna (salvo raras excepciones) pero en las demás regiones del mundo católico evolucionó mucho después transformándose en diferentes géneros y estilos.
Una de las construcciones más interesantes fue la basílica de Székesfehérvár, en Hungría, la cual fue construida por el rey San Esteban I de Hungría, el fundador del Estado medieval húngaro y cristianizador de su gente. Esta basílica era de proporciones tan colosales que podía contener a más de 9.000 personas en su interior al mismo tiempo. Tras la muerte del rey, fue utilizada como lugar de coronación de los monarcas húngaros a lo largo de la Edad Media, y también sirvió como recinto para sepultar a los monarcas tras su muerte. Igualmente era ahí donde se mantenía la Santa Corona Húngara, y donde se reunía la dieta real. El primer personaje real en ser sepultado fue el príncipe San Emerico de Hungría, quien murió en un accidente de cacería en el año 1031. La basílica de Székesfehérvár fue destruida y reconstruida en varias oportunidades, hasta su desaparición en el Siglo XVI, tras las invasiones turcas. Actualmente pueden visitarse sus ruinas.

La basílica litúrgica

Procesión de la Preciosísima Sangre de Jesucristo en Brujas, en el centro el conopeo (del latín, conopeum) y a la izquierda de la imagen el tintinábulo.
Con independencia de su trazado arquitectónico, una iglesia puede titularse «Basílica» por prerrogativa del Romano Pontífice. Así, en sentido litúrgico, son basílicas todas aquellas iglesias que, por su importancia, por sus circunstancias históricas, o por aspectos de cierto relieve, obtengan ese privilegio papal. Se distinguen las basílicas mayores y las basílicas menores.
Cuando el papa eleva a una iglesia a la condición de Basílica Menor le otorga el derecho a lucir en el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con la Santa Sede: el conopeo o umbraculum y el tintinábulo (ambos visibles en la imagen). A pesar de esto, hoy en día, la normativa vigente sobre las basílicas no se pronuncia en ningún momento sobre el derecho a utilizar el canopeo y el tintinábulo, ya que actualmente no existen litúrgicamente.1
Además, el Santo Padre concede a la comunidad que rinde culto en la Basílica la gracia de ganar la indulgencia plenaria si visita el templo en cuatro ocasiones especiales: el día de San Pedro y San Pablo, el día de la Cátedra de San Pedro, el aniversario de la entronización del pontífice reinante, y otra fecha del año elegida libremente.
También existen basílicas que se consideran tales por «concesión inmemorial», es decir, que no necesariamente han sido declaradas con esta dignidad por el Papa, pero que sin embargo, el Vaticano las reconoce como basílicas, generalmente por ser templos relacionados con lugares en donde tuvieron lugar los hechos de la Pasión de Cristo, y por ser o estar construidas sobre basílicas paleocristianas en donde han sido enterrados mártires. Todas las basílicas de «concesión inmemorial» son consideradas basílicas menores, menos las cuatro basílicas mayores de Roma, que también son de «concesión inmemorial». En esta categoría estarían las basílicas de la Natividad, del Santo Sepulcro o la de las Naciones, también la Catedral-Basílica de Florencia, la Basílica de San Francisco de Asís y la de San Antonio de Padua, o la Catedral-Basílica de Santiago de Compostela, entre otras.2
Para que un templo pueda alcanzar el título basilical, debe reunir tres requisitos:
  • Debe ser un templo de excepcional esplendor, levantado con un perfil destacado.
  • Dicho templo debe ser foco espiritual de una comunidad que es santuario para la multitud de devotos que acuden a él.
  • Que dicho templo, bajo sus bóvedas, posea un tesoro espiritual y sagrado, dando culto ininterrumpido al Señor, a la Virgen y al Santo venerado en él.
También se asocian al templo ciertos deberes, entre ellos:
  • Que el oficio celebrado en ella sea un ejemplo para los demás templos de la Diócesis a la que pertenece,
  • Promover la formación bíblica y religiosa de los fieles, como el estudio y divulgación de los documentos con los que se propone el magisterio del Sumo Pontífice.
  • Obligación de celebrar las fiestas de la Cátedra de San Pedro (22 de febrero), de San Pedro y San Pablo (29 de junio), y el aniversario de la exaltación del Sumo Pontífice. Ver: Anexo:Basílicas católicas

Basílicas mayores

En principio se llamaron así a siete de las basílicas con que contaba Roma. Eran estas:
Actualmente sólo las cuatro primeras siguen siendo hoy llamadas basílicas mayores. Se caracterizan, entre otras cosas, porque en su altar («altar papal») sólo puede oficiar el papa. Estas cuatro basílicas mayores y la basílica menor de San Lorenzo Extramuros (que carece de una puerta santa) son denominadas en conjunto basílicas patriarcales (Pentarquía).

Basílicas menores

Se les llama basílicas menores al resto de las iglesias romanas que tienen funciones parroquiales o bien son títulos cardenalicios o diaconías.
Los papas, además, han concedido el título de «basílica menor», con los mismos privilegios que las iglesias romanas, a otros templos del mundo católico, mediante breve pontificio o rescripto. A partir de la constitución apostólica Pastor Bonus del 28 de junio de 1988 referida a la nueva ordenación de la Curia romana, es competencia de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos la concesión del título de «basílica menor».3 4
En 2006 había oficialmente 1506 basílicas en todo el mundo. La lista completa se puede encontrar en el anexo basílicas católicas. Todas las catedrales poseen el título de Basílica menor, aunque hay algunas catedrales que han solicitado el título de «basílica menor» por separado: a éstas se las conoce comúnmente como «catedral-basílica».
Imágenes

Escudo

Forma del escudo de una basílica.
Todas las basílicas, por su peculiar relación con la Cátedra de Roma y con el Sumo Pontífice, tienen la concesión de poseer su propio escudo y de exhibir las insignias pontificias. Los ornamentos exteriores del escudo, son:
  • El emblema basilical está timbrado con la insignia tradicional de los papas: las llaves en oro y plata, entrecruzadas, que simbolizan las llaves del Reino.
  • El pabellón: la umbella o conopeo es el símbolo que identifica a las basílicas y además a la sede apostólica vacante; sus colores son los tradicionales colores papales: rojo intenso (gules) y oro, que dan cuenta de la vinculación de la basílica con la Santa Sede. En épocas recientes el pabellón ha sido sustitudo en algunos escudos basílicales por la tiara papal.
  • Al pie del conjunto del escudo, se despliega la divisa con el lema del templo.

Referencias

  1. Ir a Las obligaciones del título
  2. Ir a GCatholic.org (ed.): «Basilicas in the World» (en inglés) (2013). Consultado el 15 de junio de 2013. Véase que algunas basílicas son de "concesión inmemorial". Por ejemplo, en Italia y el Estado del Vaticano hay 115 con este carácter.
  3. Ir a Corral Salvador, Carlos; Urteaga Embil, José M. (2000). Diccionario de derecho canónico. Madrid: Tecnos. p. 172. ISBN 84-309-3530-4. Consultado el 28 de febrero de 2013.
  4. Ir a CELAM (2006). Código de derecho canónico. Legislación complementaria de los países hispanoamericanos. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra. p. 1244. ISBN 84-313-1908-9. Consultado el 28 de febrero de 2013.

Bibliografía

Bibliografía general

  • Leyla Ciagà, Graziella (2006). Catedrales y basílicas. 216 páginas. Barcelona: Libreria Universitaria de Barcelona Ediciones. ISBN 978-84-96445-66-6.
  • Mancinelli, Fabrizio (1981) (en inglés). Catacombs and basilicas: The early Christians in Rome. 63 páginas. Nueva York: Scala Books. ISBN 0-9357-4813-X.

Documentos eclesiales

  • Congregazione dei riti. (6 de junio de 1968). Decreto Domus Dei decorem.
  • Congregación para los sacramentos y para el culto divino. (15 de octubre de 1975). Decreto Ecclesia congruenti.
  • Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos. (9 de Diciembre de 1989). Decreto Domus Ecclesiae.

Véase también

Enlaces externos

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