domingo, 12 de enero de 2014

CUERPO COMO SÍMBOLO RELIGIOSO.



Una de estas palabras aparentemente fáciles de traducir, pero, en realidad, traicioneras, es “cuerpo” (sóma). Para empezar, y aunque parezca sorprendente, puede decirse que, tanto en hebreo como en griego, el sentido primario de las palabras que se traducen por “cuerpo” es el de “persona humana”.

De hecho, el sentido de “cuerpo” como “persona” aparece en Grecia ya en el siglo V a.C. Fue más tarde cuando surgió la idea del cuerpo como distinto del alma, como lo mortal en cuanto distinto del alma inmortal, idea desarrollada por Platón. Los estoicos siguieron manteniendo la dicotomía del alma y cuerpo o de alma y carne. El desarrollo ulterior de estas ideas, junto con las del neoplatonismo en general, llevó a una devaluación del cuerpo por oposición del alma.

En cambio, si se examina el AT, no se encuentra un equivalente hebreo de la idea griega del cuerpo como contradistinto del alma. En la traducción griega de los LXX, la palabra sóma, como la hebrea basar, denotan al hombre, y esta última incluso a la humanidad; ambas pueden significar cadáver, pero su sentido básico es el de “individuo humano” o “persona”.

Según el AT, también los ángeles tienen “cuerpo” (Ez 1,11: “otro par de alas les cubría el cuerpo”; Dn 10,6: “su cuerpo era como crisólito, sus ojos como un relámpago”); “el cuerpo”, por tanto no sugiere la idea de una esfera terrena en contraste con una celeste. Y no existe en el AT ningún dualismo que oponga el alma o la mente al cuerpo como algo de más alto valor.

Con el tiempo, sin embargo, también en el AT fueron cambiando las ideas sobre el cuerpo, como aparece en los libros de los Macabeos y en el de la Sabiduría, que reflejan la concepción helenística dela distinción entre alma y cuerpo y la depreciación de éste (Sab 9,15: “porque el cuerpo mortal es lastre del alma”).

En la literatura judía intertestamentaria se constata, por una parte, el influjo helenístico (Test XII Patr.; 2 Esdras); pero, por otra, se conserva la concepción unitaria del AT (Qumrán), donde el cuerpo representa a la persona entera; por eso “el cuerpo/persona” es juzgado y es resucitado de la muerte. Las dos concepciones, la dualista y la unitaria, están vigentes en la época del NT.
El NT continúa las concepciones de épocas anteriores, pero aparece en él particularmente el significado de “cuerpo” propio del AT. Por eso “el cuerpo” (en griego, sóma) denota ordinariamente al hombre entero, a la persona. Puede decirse, de hecho, que en el NT el hombre no “tiene” cuerpo, “es” cuerpo. En efecto, “el cuerpo” denota al hombre como individuo designable e identificable, como sujeto y objeto de actividad y de comunicación. En breve: “el cuerpo” es el hombre en cuanto capaz de acción y de relación.

“El cuerpo” de Jesús es, por tanto, Jesús mismo. En Jesús reside la gloria de Dios (=el Espíritu); por eso “su cuerpo”, es decir, su persona, es el nuevo santuario que sustituye al antiguo (Jn 2,21: “él se refería al santuario de su cuerpo”). Jesús “levantará” ese santuario, el de “su cuerpo”, al que sus enemigos habrán dado muerte (Jn 2,19); es decir, después de su muerte seguirá manifestando su presencia y actividad. “Levantarse de la muerte” significa en el Evangelio de Juan entrar en el estado humano final, el de “cuerpo”, que, libre de la limitación de la “carne”, conserva su individualidad y permite la acción y la presencia. En la eucaristía, el pan/cuerpo denota la persona de Jesús.

No hay existencia humana sin “cuerpo”, ni aun después de la muerte (1 Cor 15,35-44), aunque el cuerpo futuro no será animal, es decir, no de carne y hueso (lit. “carne y sangre”, 1 Cor 15,50), sino espiritual (15,44.46). Con esto se significa que el hombre conservará su identidad después de la muerte y que será capaz de actuar y comunicar.

De los datos expuestos se deduce que la traducción constante de sóma por “cuerpo” da origen a frases que pueden ser mal interpretadas. Así, en Mt 6,22s, (lit.) “el ojo es la lámpara del cuerpo”, se trata evidentemente de la persona; es ésta, no el cuerpo, la que goza de la luz o está sumida en la oscuridad (Lc 11,34-36). En Mt 26,12: “Cuando ella derramaba el perfume sobre mi cuerpo (el de Jesús)”, se rendía homenaje a la persona; Mt 27,52: “Muchos cuerpos de santos que habían muerto, resucitaron”, se trata de personas muertas que vuelven a la vida.

A veces predomina el sentido físico, como en Mt 10.28.; “matan el cuerpo” en el sentido de “suprimen la vida física de la persona”.

El significado de “cuerpo” como “persona/individuo” es muy frecuente en los escritos paulinos. Así, en Rom 6,6: “el cuerpo del pecado” significa “el individuo pecador”; 6,12: “No reine más el pecado en vuestro cuerpo mortal”, es decir, “en vuestro ser mortal”; 7,24: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte”; 8,23: “El rescate de nuestro cuerpo”, “de nuestro ser”; 12,1: “Ofreced vuestros cuerpos como sacrificio vivo”, “ofreced vuestra existencia”.

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