jueves, 27 de marzo de 2014

ATEISMO - TEXTOS




1. RACIONALISMO SENTIMENTALISMO D/IMAGENES-FALSAS
J/ROSTRO-DE-D.
El Vat. II ha reconocido que el ateísmo, la negación de Dios, es
uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo. Hace mucho
ya que la creencia en Dios ha dejado de ser una tranquila
posesión, al menos para el hombre occidental. Se ha querido dar
por constatada la muerte de Dios y nuestros días han conocido un
ateísmo militante, político y de masas, nunca visto en la historia.
Otros usan expresiones menos fuerte que ésa de la muerte de Dios
y hablan de silencio o de ausencia de Dios.

D/AUSENCIA D/SILENCIO SILENCIO/D AUSENCIA/D: 
Alguien, acomodando la parábola del Hijo Pródigo, dice que el que se ha
marchado de casa no es el hijo, sino el padre, Dios. Que se marchó
un día y no sabemos a dónde. Tal vez pensó que estorbaba a los
hijos, se dio cuenta que querían hacer su vida por su cuenta, ser
adultos sin él. Se alejó sin dar explicaciones. Al principio los hijos se
extrañaron, notaban un vacío, y por las noches, al venir del trabajo
y comentar las incidencias del día, casi siempre terminaban
acordándose del padre y preguntándose cómo habría hecho
aquello. Ahora apenas hablan ya del padre, aunque algunas veces,
en los momentos de silencio, se preguntan si habrá muerto, era ya
anciano, o en el mejor de los casos, si volverá algún día. Pero en
estas cosas piensan muy raras veces. Viven en sus trabajos, en
sus preocupaciones, en sus cosas. Apenas notan ya la ausencia
del padre.
¿Puede esta parábola describir la situación del hombre de hoy
respecto a Dios? Para muchos, sí. Y entonces la cuestión es cómo
hacer actualmente la pregunta por Dios, dónde buscarlo, por qué
caminos. Y, sobre todo, dónde encontrarlo, cuál es hoy el lugar de
Dios y cuál su rostro.
¿Qué decir del Dios de la teodicea y de la filosofía? ¿No es
respuesta válida? Este Dios de la teodicea, infinito, eterno,
omnipotente, acto puro, ser subsistente y con otros atributos, dice
bien poco del hombre de nuestros días. Lo hicimos tan perfecto, tan
alto y lejano, tan definido y objetivo, que lo convertimos en un ídolo,
imagen y hechura del hombre. Eso ha sido un exceso de razón casi
irreverente. Este Dios, muy dIstinto al de Jesús, tal vez ha muerto o
se ha marchado de casa, y nuestro hombre de hoy ni se pregunta
ya por él.
Sin embargo, tan peligroso como un racionalismo excesivo puede
ser un fideísmo corto o puro sentimentalismo al plantearnos la
pregunta por Dios. Para el cristiano, el verdadero rostro de Dios es
la persona de Jesús, es el lugar de Dios. La revelación última de
Dios no hay que buscarla en la Ley, en el A.T., ni en la rectitud o en
una búsqueda meramente humana, ni tampoco en la filosofía, en la
razón o en el saber. Lo cual no quiere decir que en la Ley y en la
Razón no haya destellos de Dios. Hace falta una cierta racionalidad
en el planteamiento de Dios si no queremos perdernos en los
peligros que apuntábamos.
Hay que conectar a Dios con la experiencia humana, con la vida,
que no se nos quede en abstracción, en idea. Y esto hay que
hacerlo a nivel de fe y también a nivel de pregunta humana.
A este último nivel la pregunta por Dios conviene hacerla desde
una dimensión antropológica e histórica, y no tanto cosmológica u
ontológica. Desde la experiencia de amar, de sentirse libre, de vivir
las relaciones interpersonales (el tú humano) y la propia limitación,
se puede buscar y atisbar a Dios. Lo mismo que desde la pregunta
por el sentido de la vida o de la historia. Por aquí iría la respuesta a
la pregunta por Dios hoy a nivel humano.
(Tres libros que pueden ayudar: -Moncho Guerrero, ¿HA
MUERTO DIOS?, edit. Mañana. Breve y sencillo. -Heinz Zahrnt,
DIOS NO PUEDE MORIR, Desclee. Claro y sugestivo. -Rhaner,
CURSO FUNDAMENTAL DE LA FE, Herder. Más profundo. Hay
otros como Hans Küng o Rovira Belloso, también buenos).
(_DABAR/81/08)
2:
-Hay hombres que se burlan de Dios. /Sal/013/014/01: Dice el
necio en su corazón: no hay Dios.
/Sal/041/042/11: Mis opresores me insultan y me dicen
diariamente ¿Donde está tu Dios?
-Burlarse de Dios es una de las formas del ateísmo moderno y
una expresión de su rebelión o de su amargura.
Porque Dios es prudente y respeta la voluntad del hombre
algunos pueden burlarse de El: Dios omnipotente les parece
ausente: Dios que ha hablado y habla les parece mudo: Dios dueño
de nuestro destino y señor de la historia humana, les parece
impotente e indiferente, Dios quiere ser tal que sea fácil burlarse de
El.
Cuando los hombres en JC han tenido a Dios al alcance de sus
manos, se han burlado de El. Mc 5, 39-40:Jairo. -Mc 15, 29-31 ante
la cruz.
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3.
«Si te asalta el pensamiento de que todo cuanto has imaginado
sobre Dios es falso y equivocado y que Dios no existe, no te
sobresaltes por eso... Cuando un salvaje deja de creer en su dios
de madera, eso no significa que no hay Dios, sino que el verdadero
Dios no es de madera».
(·Tolstoi-L)
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4. ICD/CONSECUENCIAS:
La negación de Dios y de su soberanía, implica la destrucción del
hombre y del mundo, y trae consigo una vida indigna del hombre. El
hombre queda totalmente desorientado cuando Dios ha dejado de
tener importancia para él. Con emocionantes palabras de visionario
ha descrito ·Nietzsche-F, en el siglo pasado, la desorientación del
hombre que no cree en Dios:
«¿Adónde se ha ido Dios? Nosotros le hemos matado. Todos
nosotros somos sus asesinos... ¿Cómo hemos sido capaces de
beber el mar entero? ¿Quién nos ha dado la esponja con que
hemos podido borrar el horizonte entero? ¿Qué hemos hecho
cuando desprendimos la Tierra del Sol? ¿Hacia dónde se mueve
ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Nos estamos
alejando de todos los soles? ¿Es que nos estamos cayendo,
incesantemente? ¿Hacia detrás y hacia todos los lados? ¿Hay
además un arriba y un abajo? ¿No vagamos perdidos en la infinitud
de la nada? ¿No sentimos en nuestro rostro el vaho del espacio
vacío? ¿No sentimos que va aumentando el frío? ; ¿No se va
acercando la noche, continuamente, una noche cada vez más
densa?... ¡Dios ha muerto! ¡Y somos nosotros los que le hemos
matado!... ¿No son demasiado grandes para nosotros las
proporciones de esta acción? ¿No deberemos convertirnos en
dioses para hacernos dignos de ella? Nunca hubo acción alguna
más grande y todos los que nazcan después de nosotros
pertenecerán a una época histórica superior a todas las que ha
habido hasta ahora, gracias a esta acción... Este terrible
acontecimiento está todavía en camino y marcha hacia adelante
(Dif Fröhliche Wissenschaft, número 125).
De manera semejante, Dostojewski ha descrito los abismos que
se abren ante el hombre como consecuencia de la negación de
Dios (Th. Steinbüchel, F. M. Dostojewski, 1947).
La desorientación del hombre se refiere tanto a la vida del
espíritu como a la de la voluntad (moralidad) o a la del sentimiento.
El que niega a Dios pasa a ser víctima del egoísmo, de la mentira y
del odio. Al hacerse independiente de Dios incurre en un estado de
desesperada soledad, queda desamparado, pierde el sentido último
de la existencia. El que niega a Dios tiene que vivir frente al
absurdo, frente a la nada. El ateo se convierte en nihilista, pierde
su verdadera mismidad. La pérdida de Dios equivale a la pérdida
de sí mismo.
Dos posibilidades quedan al hombre en medio de esta situación
de absoluta desesperación y absurdo. Puede tratar de dominar el
absurdo con ánimo decidido y reconcentrando todas sus fuerzas. Al
proceder así, experimentará que esa tentativa tiene como resultado
un estado de enervante excitación vital y la parálisis de todas las
fuerzas libertadoras y vitalmente fructíferas, y experimentará
también que el miedo destruye su vida. Aun cuando trata de
olvidarlo, entregándose al ajetreo y bullicio mundano, continuará
actuando en la profundidad inconsciente del yo (neurosis). También
puede, en cierto sentido, fijar su atención en una parte del mundo
absurdo, tratando de crearse un sentido provisional. En el lugar de
los valores del espíritu, de la voluntad y del corazón, garantizados
por Dios, colocará nuevos valores, una nueva verdad y un deber
nuevo. El superhombre nietzschiano es una de esas tentativas. Al
plasmarlo usurpa algo que sólo pertenece a Dios; en actitud de
orgullo satánico acomete una empresa superior a sus fuerzas, la
cual finalmente llega a ser la causa de su ruina total. Como enseña
la Historia, el superhombre se convierte en un ser inhumano e
infrahumano.
La negación de Dios destruye no sólo al individuo, sino también
toda forma de comunidad humana, despojando al hombre de la
garantía de su dignidad. El hombre despojado de su dignidad divina
desciende a la categoría de cosa, de «material humano», y como a
tal se le trata, se le usa y se abusa de él. Este peligro es tanto
mayor cuanto que en la vida de sociedad no avalada por Dios, el
hombre está a merced de las fuerzas del odio y del egoísmo. De
esta manera se convierte en animal de rapiña. La Humanidad
infrahumanizada busca su refugio en la dictadura, cuya misión
consiste en domar los "animales de rapiña humanos", a fin de
terminar con su lucha y destrucción mutua. Y la dictadura, por su
parte, hace necesaria la aparición del revolucionario, el cual se
esfuerza por acabar con la esclavitud. Esto tiene validez aun
suponiendo que el hombre medio se haya acostumbrado a la
dictadura. Así la fatalidad sigue avanzando hacia un futuro del todo
imprevisible.
La negación impía de Dios es también causa de la destrucción de
la tierra, destinada a proporcionar al hombre habitación, alimento y
vestido. La impiedad desencadena en el hombre instintos de
destrucción. La destrucción de la tierra que el hombre va llevando a
cabo es un proceso irreversible. Es posible que llegue por fin el día
en que la Humanidad impía ya no encuentre en la tierra Io que
necesita para habitar, vestirse y alimentarse.
Estas afirmaciones no son el resultado de reflexiones
especulativas; antes al contrario, la Historia demuestra su exactitud.
Esta experiencia de la Historia constituye una prueba indirecta de la
existencia de Dios.
El hombre iluminado por Cristo sabe que el carácter destructivo
de la impiedad proviene de que es ella la causa de que el diablo
entre en este mundo. La Sagrada Escritura nos enseña que el
diablo impera donde Dios ha dejado de dominar. En el tratado
sobre la Creación hablaremos con más detalle sobre las relaciones
que median entre el abandono a Dios y la verdadera Humanidad,
entre impiedad e inhumanidad.
(·SCHMAUS-1.Pág. 212-214)
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5.
a) En lo que concierne al ateísmo negativo, la mayor parte de los
teólogos convienen en afirmar que la ignorancia completa de Dios
no puede darse en un ser humano que tenga plena conciencia de
sí mismo. Según esta opinión, una idea cualquiera acerca de un
"Tú" sobrehumano se impone con tal espontaneidad y viveza al
pensamiento sano y recto, que no habrá jamás un hombre
plenamente consciente de sí mismo e ignorante a la vez de que
Dios exista, por muy imperfectas que sean las representaciones en
las que Dios aparezca.
La razón de ello radica en que el hombre en lo más íntimo de su
ser tiene afinidad con Dios, de suerte que esta estructura íntima de
su propia esencia ha de serle conocida de algún modo, por lo
menos a manera de presentimiento.
Efectivamente, según los testimonios que aporta la historia de las
religiones, hasta ahora no pudo encontrarse un pueblo que no
creyera en Dios o en dioses. Este hecho prueba con cierta
seguridad que, de no impedirlo a la fuerza el conocimiento de Dios
es inseparable de la conciencia que el hombre tiene de sí mismo. A
la vista, sin embargo, de la incredulidad de los tiempos presentes,
cabe preguntarse si el órgano capaz de conocer a Dios no habrá
podido atrofiarse de tal forma que, efectivamente puedan hoy darse
muchos hombres que sean ignorantes totalmente en lo relativo a la
existencia de Dios.
b) ¿Se puede eliminar a la fuerza el conocimiento de manera que
alguien pueda estar convencido con conciencia recta de que Dios
no existe? Expresándonos con otras palabras: ¿se da el ateísmo
positivo? Está fuera de toda duda que existen sistemas filosóficos
en los cuales no hay lugar reservado para Dios. Puede concebirse
que alguien sea absorbido por los métodos de su ciencia -por
ejemplo, las ciencias naturales- completamente y se forme un
sistema científico puramente mundano y en sí cerrado de manera
que otro método filosófico que no sea el apropiado para su ciencia-
que no basta para el conocimiento de Dios- le parezca erróneo y
considere la idea de Dios como un trastorno de su sistema
filosófico. Por consiguiente, es cierto que hay teorías ateas, mas
con ello no queda resuelto si también hay hombres ateos. Puede,
en verdad, haber contradicción entre la afirmación teórico-abstracta
y la convicción vital-concreta, o, lo que es lo mismo, entre un
sistema mental y la persona de su elaborador. Esto aparece con
toda claridad, como ya dijimos en otro lugar, al comparar la
ideología de un filósofo idealista con su comportamiento práctico al
ver que se acerca un automóvil a toda velocidad.
Cuando se trata de resolver el problema que nos interesa aquí,
hemos de tener presente no confundir estas dos cosas: negar un
ídolo no es lo mismo que negar a Dios. La negación de una falsa e
indigna idea de Dios no supone necesariamente la negación
absoluta de Dios, aunque el que la ejecute pueda estar
erróneamente convencido de que al negar al ídolo niega la idea de
Dios, cualquiera que ella sea. Así, por ejemplo, si alguien debida a
una falsa educación religiosa creyese que la idea de Dios, mejor la
imagen, considerada como un viejo señor de barba blanca, no sólo
es algo que sirve exclusivamente para ayuda de la imaginación,
sino que es también la reproducción exacta de la misma realidad
divina y si andando el tiempo llegara un día a negar al Dios
concebido de esta manera, su actitud no implicaría necesariamente
la negación absoluta de la existencia de Dios. Puede suceder que
su "no" lanzado contra Dios implique un reconocimiento tácito del
verdadero Dios; más aún: cuando se crece en el conocimiento de
Dios siempre y continuamente se están demoliendo ideas falsas e
imperfectas de Dios.
Aunque el hombre plenamente consciente de sí mismo no puede
eliminar de una manera definitiva el conocimiento de Dios -tarde o
temprano volverá a renacer en él la convicci6n de que Dios existe-,
es cierto que en la literatura de los últimos siglos encontramos
hombres que, al parecer, niegan con plena convicción la
existencia de Dios (piénsese, por ejemplo, en las novelas de
Dostojewski). A base de los documentos históricos de que
disponemos no se puede decidir la cuestión de si hay que dar
crédito a los defensores y partidarios de la filosofía existencial o de
la filosofía de la vida, que afirman estar convencidos de que Dios
no existe; tampoco se puede dar asentimiento pleno a los maestros
y discípulos del bolchevismo ateo, que dicen mantener las mismas
convicciones así como a los que pretenden ser ateos sin depender
de un sistema determinado. Hay que contar con que tales
afirmaciones presuponen una autocomprensión defectuosa.
Sumamente instructiva es la actitud de Ivan Karamasov, tal y como
la describe, Dostojewski: no niega formalmente que Dios exista, sólo
se subleva contra El. (Consúltese Th. Steinbuchel, F. M.
Dostojewski, 1947, 81.)
Si alguien está plenamente convencido de que Dios no existe y
su actitud, de acuerdo con las declaraciones de la Sagrada
Escritura arriba mencionadas, implica culpa personal, ora sea que
la negación de Dios en sí misma considerada es ya un pecado, ora
que esa negación es la consecuencia necesaria de los pecados.
Los motivos de la negación de Dios hay que buscarlos mejor,
unas veces en el hombre, otras veces en el mundo. En lo que se
refiere a los motivos cuyo fundamento se halla en el hombre mismo,
hay unos que se derivan de la esfera de la razón mientras que
otros provienen de la esfera de la voluntad o bien del sentimiento.
a) En lo que atañe a la razón, puede concebirse la posibilidad de
una negación transitoria de la existencia de Dios si tenemos en
cuenta que la realidad de Dios no se impone como evidente a los
ojos espirituales del hombre, además de que la fuerza cognoscitiva
de éste ya se encuentra debilitada. Dios está más bien oculto en el
mundo. Más aún: las imperfecciones y los dolores del mundo le
ocultan de tal manera que puede hasta pasar desapercibida su
existencia (aunque esto no ocurre sin culpa del hombre). El dolor
que vemos en el mundo vela la faz de Dios; el hombre a su vez ve a
Dios presente en la oscuridad y le ve con una capacidad de visión
espiritual enturbiada por el pecado. En esto precisamente consiste
la posibilidad y el peligro de pasar por alto a Dios cuando o no se
presta atención o se pretende voluntariamente pasarle por alto.
En la esfera de la voluntad y del sentimiento vital hallamos una
serie de aberraciones capaces de conducir a la negación de Dios: 
I. El predominio de los instintos bajos.
 Quien sin reservas se entrega a las exigencias del materialismo y del sensualismo, ya aparezcan bajo formas refinadas o bajo formas groseras, termina por no ver ninguna clase de valores espirituales, por no hablar de
lo que está allende el hombre. Una forma de este materialismo demoledor de la creencia en Dios es la actitud de la burguesía fatua, que sólo se interesa por la utilidad de las acciones y no por el valor interno de esas acciones, negando toda clase de derechos o de realidad a cuanto no suministra una utilidad inmediata. Esta es precisamente la actitud contra la cual luchó Nietzsche con tanta energía y mordaz sarcasmo. 

II. La indolencia del corazón.
 Es un enemigo de la fe en Dios, el más imperceptible, pero también el más peligroso. Consiste en una falta de entusiasmo animoso; a los que adolecen de esta indolencia no les causan alegría alguna las cosas divinas. El indolente no desea aventurarse a emprender cosas grandes; la indolencia es una especie de miedo y vértigo que se apodera del espíritu cuando éste se ve colocado ante la majestad de Dios, con el cual ha de entrar en relaciones. EI indolente quiere desentenderse delas obligaciones de magnanimidad que puede imponer al hombre la existencia de Dios. Al sentirse incapaz de subir hasta la altura de la majestad y la grandeza, huye de Dios. En el terreno del espíritu se comporta totalmente de acuerdo con el siguiente refrán: prefiero lo pequeño con tal que sea mío. Desea que se le deje en paz, que no se le inquiete. Kierkegaard llama a esta actitud "desesperación de los débiles".
Una derivación de esta fuga es la inquietud errabunda del espíritu manifestada muchas veces bajo la forma de charlatanería, curiosidad insaciable, desenfreno impío, tendencia a "abandonar el castillo del espíritu para perderse en el ajetreo del mundo», desasosiego interno, vagabundeo y falta de decisión. (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, 2ª IIa, que. 35, a. 4 ad 3. Véase Pieper, Sobre la Esperanza. 2,a ed., Rialp, 1953.)
Es necesario resaltar un tipo de fuga ante la faz de Dios; la provocada por la mala conciencia. El hombre malo considera a Dios como peligro y amenaza; por eso se esfuerza por quitárselo de encima, sirviéndose para ello de la charlatanería. Pretende engañarse a sí mismo en lo referente a la existencia de Dios. Respecto a esto es sumamente instructivo lo que Nietzsche escribía en cierta ocasión: "Tuvo que morir, miraba con ojos que veían el fondo y lo recóndito del hombre, toda su oculta vergüenza y fealdad. El Dios que lo veía todo, que veía también al hombre; ese Dios tenía que morir. El hombre no puede tolerar que exista un tal testigo» (Also sprach Zarathustra, Obras completas, volumen II,,382 y sigs.).
En nuestro tiempo la indolencia del corazón, que encierra un peligro vital para la convicción de Dios, se presenta bajo formas que apenas si se habían dado hasta ahora: completa indiferencia y abulia. Son el resultado del desinterés del corazón humano, cuyas fuerzas se encargan de agotar la dureza y el ajetreo de la vida diaria. Este corazón atrofiado por el desasosiego y la inquietud, por el bamboleo y penuria de la vida cotidiana, ha ido borrando los problemas concernientes a los valores espirituales y más aún los que se refieren de una manera directa a la existencia de Dios. El hombre, esclavizado por la técnica, ha perdido su verdadero semblante espiritual y corporal, se ha sometido completamente a la opinión pública, dejándose conducir por ella. Exagerando se puede decir: un hombre así es incapaz de entrar en relación inmediata con Dios. 

III. El orgullo y el odio.
 Estas dos actitudes son las que más
directamente se oponen a abandonarse en las manos de Dios. El
orgulloso se encierra en sí mismo, y fuera de sí mismo no reconoce
ninguna clase de valor. Es más, como él afirma, al bastarse a sí
mismo no necesita de esos valores. Cree que Dios, cuyos
mandatos debe reconocer el hombre, es un peligro que amenaza la
libertad y grandeza humanas. Recaba para sí una especie de
grandeza divina. En este sentido afirma Bakunin que Dios, aun en
el caso de que existiese, debería ser destruido. ·Nietzsche-F, en
idéntico sentido, decía: "¿Cómo podría yo tolerar no ser Dios en
caso de que hubiese dioses? Por, consiguiente, los dioses no
existen». La misma vida de Nietzsche pone de manifiesto cómo la
actitud orgullosa puede llegar a adquirir una influencia fatal sobre el
hombre. Nietzsche continúa: "Yo saqué la conclusión, y ahora es
ella la que me arrastra». La autodivinización del hombre incapaz de
tolerar la existencia de Dios se encarna en el superhombre creado
por Nietzsche, ser a quien se le atribuyen todas las opiniones que
según la fe del creyente corresponderían sólo a Dios. Muchas
formas de la Filosofía existencial, no obstante hablar de
trascendencia, niegan la existencia del Dios vivo porque Dios limita
la libertad e independencia del hombre. (Así Jaspers. Véase
también H. Kunz, Die anthropologische Bedeutung der Phantasie,
dos volúmenes, 1946; A. González Alvarez, La idea de Dios en la
Filosofía existencial, 1945.). El odio, la otra actitud hostil a Dios, es
la respuesta que el corazón humano, egoísta y enfrascado en el
mal, da a la santidad y superioridad de Dios. Como Dios es en todo
radicalmente distinto al hombre, se presenta ante éste imponiendo
exigencias y obligaciones y constituye un motivo de profundo
desasosiego para el hombre que vive en un estado de autonomía
exagerado, que cree bastarse a sí mismo, que se aísla
herméticamente y niega cuanto no sea él mismo. Así surge un
sentimiento de malestar que puede llegar a convertirse en
repugnancia y aun hasta en odio absoluto. El odio es una reacción
original contra la santidad personal de Dios, un acto de rebeldía
contra El, algo egocéntrico y placentero. El grado supremo de su
desarrollo lo constituye esa forma de vida a la que llamamos
infierno. El odio consumado por el hombre en su peregrinación es
precursor de esa rebelión consumada y satánica, propia del
infierno. E1 hombre, obcecado por el odio, queda incapacitado para
percibir dentro de la Historia los valores divinos. El odio a Dios es
más intenso que cualquier otra forma que pueda darse al odio, ya
que va dirigido contra un valor que es infinitamente superior a todo
otro valor. Dios es para el hombre el más importante valor personal,
a la par que es el valor más próximo; por ello para rechazar a Dios,
el hombre ha de hacer esfuerzos mucho mayores que los que haría
para rechazar cualquier otro tipo de valor. Cuanto acabamos de
decir conserva su validez en lo que concierne a la época histórica
nacida en Cristo. Porque Dios, por decirlo así, hostiga al hombre en
Cristo y el hombre, que ahora quiere desentenderse de este Dios
que se revela y aproxima a nosotros en Cristo, tiene que esforzarse
mucho más que el incrédulo de los tiempos anteriores al
Cristianismo. De ahí resulta que el odio a Dios en la era cristiana
presenta un grado de especial intensidad, ni conocido ni aun
siquiera posible en los tiempos precristianos.
(·SCHMAUS-1.Pág. 218-223)
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6. RAZON/VERDAD VERDAD/RAZON D/RAZON TEOLOGIA-RACIONAL:
En una reunión de intelectuales europeos en Mallorca se dijo que
la razón es tan incapaz de conectarse con la verdad, como un cesto
de mimbres para coger agua. Esto lo saben muy bien los auténticos
científicos, que no hacen caso de teorías y sólo se atienen a los
hechos. (...)
ATEISMO/CAUSAS La culpa del ateísmo de los científicos
modernos la tienen las numerosas caricaturas de Dios, hechas por
la teología escolástica y las teologías protestantes, que se hicieron
racionales, sobre todo, desde la ilustración y el enciclopedismo,
traicionando a la mente de Lutero, que llamó puta a la razón y viejo
despreciable a Aristóteles, es decir, a la filosofía, hija primogénita
de la razón. Al Dios vivo de la Biblia no se le puede representar con
rasgos doctrinales, sino con rasgos de amor humano mutuo, pues
únicamente el hombre, que ama hasta el sacrificio por sus
hermanos, demuestra mejor con sus hechos la existencia de Dios
que todas las teologías que se fundan en alguna filosofía. (...)
La teología racional escolástica, la permitió Dios en su Iglesia, la
Iglesia de Pedro, para que ésta fuera la que pusiera la piedra
fundamental de la ciencia y técnica moderna. Dios dirige la historia
con los trazos torcidos de los hombres. Para que Galileo y sus
sucesores alcanzasen la visión racional del universo, se necesitó
una teología racional, que diera un viraje de 180 grados a la
teología más auténtica de la iglesia de Pedro, que fue la de los SS.
PP. Esta teología iba hacia la perfección del amor. La teología
escolástica fue hacia la perfección de la razón. Con esta teología
ardieron con la pasión de lo abstracto y racional las universidades
medioevales, que enseñaron al occidente a filosofar en todas sus
disciplinas. Por eso sólo en occidente brotó la ciencia moderna y no
en el oriente cristiano, donde se quedó por razón del cisma la
auténtica teología cristiana de los SS. PP.
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7.
Para Newton, su física era la prueba más segura de la existencia
de Dios. Para los partidarios de la "filosofía científica", la ciencia es
la prueba más segura de la inexistencia de Dios. El primero no tenía
razón. Los segundos tampoco tienen razón.
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8. ATEOS/DESEO-DE-D

"Mis amigos ateos..."

El filósofo cristiano Jean Guitton escribe sobre Heidegger,
Rostand, Althusser...

Su apariencia es la de la fragilidad de un anciano de noventa y
seis años, pero su espíritu mantiene la juventud de quien ha vivido
en la lucha por la armonía entre la fe y la razón. Así es Jean
Guitton: un testigo de la fe en el siglo veinte que está a punto de
acabarse, casi como su vida. Amigo personal del Papa Pablo VI y
de grandes pensadores creyentes y no tanto, nos habla en esta
entrevista de estos últimos...

Martin Heidegger
- Usted conoció a Heidegger, para quien no era suficiente negar
a Dios , sino que hay que eliminar cualquier riesgo de retorno
afirmativo, rechazando incluso tocar el tema de Dios.
-Martin Heidegger era favorable a Hitler. Pasé con él un día
entero. Me hizo caminar seis kilómetros en la nieve. Después nos
pusimos a excavar. Me dijo entonces que el trabajo de excavar era
el trabajo del filósofo. Vi su estudio: sobre el escritorio tenía una
rosa en un jarrón y el retrato de su madre. Estaba enamorado de
su madre. Sólo encontré allí libros de mística. No tenía libros de
filosofía. En realidad Heidegger era el tipo místico puro. Creo que
era más místico que el propio Husserl, el creador de la
fenomenología.

Jean Rostand
- Otra persona a la que usted conoció, Jean Rostand, escribía:
La Humanidad camina hacia su fin. Ya no hay nada: ni poesía, ni
música, ni arquitectura, ni pintura -ni siquiera política-; no hay,
sobre todo, religión. Las fuerzas que nos mueven son la sexualidad
y la ciencia.
-Yo estaba muy ligado a Jean Rostand. Como Heidegger, era en
el fondo un ateo excepcionalmente religioso. No pensaba en otra
cosa que en la religión.
- ¿Cuando ustedes se encontraban, ¿él sólo hablaba de Dios?
-Sí, sólo hablaba de religión.
- ¿Cómo logró conciliar, en el curso de su vida, la búsqueda
científica y la de Dios?
-Lo divertido es que Jean Rostand me contaba a menudo que a
los diez años rehusó hacer la Primera Comunión.
- Es sorprendente: la madre era sensible a estos problemas.
-Sí. Se llamaba Rosonde Gérard, y él la quería mucho... Él era
exactamente el tipo de místico ateo...
- ¿Cómo puede un hombre que no cree en Dios estar siempre
buscándolo?
- Él me dijo una vez: usted es realmente afortunado, Guitton, al
creer en Dios, porque así puede no pensar en ello. Yo, que no
creo, estoy siempre obligado a pensar en ello siempre.

- Teilhard de Chardin ataca frontalmente la cuestión del
humanismo ateo. Sobre el problema del Cristo histórico, ¿cuál era
la posición de Teilhard?
- Es demasiado complicada. Las discusiones que yo tenía con el
padre Teilhard, y teníamos muchas, eran sobre el Cristo histórico.
Pensaba que dentro de mil años, Cristo no tendrá nada de
histórico. En otras palabras, que Cristo es un personaje del futuro y
no del pasado. Para él, la actualidad era lo más importante. La
mujer, la sexualidad, los árboles, la tierra, la luna, eran cosas
reales, mientras que el pecado original, Jesucristo, eran sólo cosas
abstractas.
- ¿De verdad lo cree? - Lo creía él, no yo. Aceptaba
positivamente todo lo abstracto, porque era profundamente católico
y no quería separarse de la Iglesia. pero le atribuía significados
personales; por ejemplo, no creía en absoluto en el pecado
original.
- ¿Lo dijo él?
- Resulta evidente en todos sus libros.
- Usted, que era veinte años más joven que él, ¿cómo
reaccionaba?
-Siempre pensé que si el padre Teilhard hubiera convertido a
alguien, habría que intervenir para reconvertirlo. Es posible que en
el camino de la conversión él hiciese dar a un ateo el primer paso,
pero, al sofocar la sustancia, la esencia, la realidad de todo aquello
que la Iglesia católica considera fundamental, su acción no
bastaría.
- ¿Qué tipo de hombre era?
- Era cortés, muy cuidadoso y siempre bien vestido. Era elegante,
distinguido. Me contaba, entonces, que había intentado unir la
piedra al Sagrado Corazón, y en esto estaba toda su filosofía.

Althusser
- En todo caso es más fácil unir la piedra al Sagrado Corazón,
que Lenin a Santa Teresa.
-Y sin embargo esa era la pretensión de Althusser.
-Althusser era discípulo suyo.
- Sí. Y mis relaciones con él estuvieron marcadas por el
acontecimiento más dramático que pueda haber en la vida de un
maestro. Durante diez años fue mi discípulo predilecto, a quien
confié mi heredad filosófica, literaria y religiosa. Después, tras la
prisión, me dijo que se había hecho ateo y marxista; que renegaba
de todo lo que había adorado hasta entonces; pero conservaba
hacia mí la fidelidad del afecto. Cada vez que estaba mal -sufría
dolores vertebrales-, me pedía que fuera. Yo sufría al ver que él, en
quien había puesto toda mi esperanza, se me había puesto en
contra... incluso su respeto estaba lleno de ironía. pensaba que yo
estaba radicalmente equivocado. Escribía lo contrario de lo que yo
había enseñado y cuando estaba mal, me llamaba, por así decirlo,
a la cabecera de su cama. Después murió, entre grandes
sufrimientos. La concepción de Althusser era clara y yo quería
explicarsela a Juan Pablo II. El Papa me dijo que le hubiese gustado
recibir a ese hombre, capaz de ir al fondo de sus propias ideas.
pero Althusser murió antes de poder explicar la idea de que el
mundo está a punto de atravesar una crisis suprema, la del ateísmo
universal. Sólo veía una forma de conjurar aquella crisis: unir a los
opuestos, por un lado el ateo absoluto, o sea Lenin, y por otro la
mística sublime, o sea Teresa de Ávila. pensaba que la unión de
estos extremos permitiría resolver el problema esencial de nuestra
generación.
Avvenire-Alfa y Omega
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9. AGNOSTICISMO/ORTEGA ORTEGA/AGNOSTICISMO
Carta del Arzobispo
Nuestro Dios
La Iglesia lleva dos años y le faltan otros dos buceando en el misterio del Dios uno y trino, empeñada en purificarse y renovarse, ante El y ante los hombres, a las puertas del año dos mil del nacimiento de Cristo. Con veinte siglos de cristianismo a sus espaldas, la comunidad católica mundial se dispone a cruzar el umbral del nuevo siglo y milenio sin arrogancia ni complejos, pronta de ánimo y ligera de equipaje, abierta con esperanza al futuro de Dios y de la humanidad.

Juan Pablo II (a quien su gran mentor y amigo, el Cardenal Wyszynski, le dijera en el cónclave "tú serás el Papa que conduzca a la Iglesia hasta el año dos mil") la ha venido empujando con fuerza desde entonces hacia ese norte, y con el pie en el acelerador a partir de la encíclica "Tertio millennio adveniente" (1994). De entonces acá, el recorrido ascendente hacia el
grandioso jubileo del dos mil, arrancó en el 97 con el Año de Cristo salvador, siguió en el 98 con el del Espíritu santificador, y avanza ahora en el 99 con el del Padre misericordioso. El proceso culminará los Tres mediantes en el cénit jubilar y redondo del Año
de la Santísima Trinidad.

Durante todo el cuatrienio finisecular, los cristianos de antenas sensibles y corazón alerta nos sentimos como inmersos en lo que llamaba Teillard de Chardin el "medio divino", empapados de Dios por todos los poros de nuestro ser. O intentamos, al menos, vivirlo así en estos doce meses del noventa y nueve, tan henchido de presagios y de inminencias, abriéndonos al abrazo del Padre misericordioso, contemplando, escrutando, acogiendo su amor insondable.
Claroscuros religiosos

No nos sentimos, ni por asomo, depositarios de la exclusiva de Dios. Lo que más nos inquieta e importa es que descubran su rostro, experimenten su presencia y su amor los hombres todos de nuestro tiempo. Siguen siendo mayoría en el Planeta los seres humanos abiertos a una realidad superior y transcendente al mundo visible, a la que, con diferentes expresiones religiosas, le rinden tributo de adoración. En nuestro propio mundo occidental, tan hijo pródigo, tan excristiano en muchos sitios, pierde terreno el ateísmo, según los últimos datos.

La saturación de materialismo, agnosticismo, nihilismo, vacío espiritual en definitiva, parece dejar paso, en no pocos espíritus, a la búsqueda de un sentido para la vida personal y para el rumbo del mundo, abriendo así una ventana al misterio y a la esperanza. No es sólo la profecía de Malraux de que el siglo XXI "será religioso o no será nada", sino que, aún siendo mayoría, según parece, los científicos y los intelectuales sin credo religioso, sube, no obstante el indicador de los que se muestran respetuosos con la fe de los demás, la consideran una opción razonable y, en más de un caso, la envidian.

Quiero pensar que, en los albores del tercer milenio, puede producirse el fenómeno que detectó con finísima pupila Ortega y Gasset, por los años 20, en su breve ensayo "Dios a la vista". Después de comparar a Dios con el sol y a la mente humana con la tierra, que en su rotación perenne se acerca y se aleja del astro rey, hasta quedar distante o en sombras, "hay épocas, dice, de odium Dei, de gran fuga lejos de lo divino, en que esta enorme montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte, pero, al cabo, vienen sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una costa virgen, emerge a sotavento el acantilado de la divinidad. La hora de ahora es de este linaje y procede gritar desde la cofa: "Dios a la vista" (El Espectador, VI,1) 
A espaldas de Dios

Quién se aleja de quién? Evidentemente no es Dios quien se distancia de nosotros sino a la inversa, siguiendo con el símil de la tierra y del sol. El mismo Ortega, que en el ensayo aludido no hace profesión de ninguna religión determinada, elabora allí, de paso, un agudo análisis del agnosticismo, haciendo notar que "la mente humana es angosta y caben en ella sólo algunos objetos. No podemos ver sin mirar... Agnóstico significa el que no quiere saber ciertas cosas... porque antepone a todo la cautela y la prudencia: al emprender, evitar; al acertar, no errar; y el caso es que las cosas cuya ignorancia complace al agnóstico no son cualesquiera, sino
las cosas últimas y primeras, es decir, las decisivas". Perdonen la reiteración de citas, pero antes de dejar en paz a don José, transcribo otras palabras suyas referidas a la actitud irreligiosa: "es falta de respeto hacia lo que hay encima de nosotros, y a nuestro lado y más abajo" (Obras, I, Madrid, 1969, 31).

No se trata aquí, de echar los caballos contra nadie. El agnosticismo, la misma irreligiosidad y sobre todo la arreligiosidad, se asientan sobre múltiples causas y raíces, no siempre sobre culpas personales , al menos en exclusiva, de los que viven esas situaciones. Bueno es recordar lo de San Pablo en Atenas" "Dios que hizo el mundo y todas las cosas... da a todos la vida, el aliento... para que busquen a Dios y, siquiera a tientas, lo hallen; que no está lejos de nosotros, porque en El vivimos, nos movemos
y existimos, como han dicho algunos de vuestros poetas: porque somos linaje suyo" (Hch 17, 2428).

Inmersos en Dios, linaje suyo. Por qué, entonces, Señor, se desentienden de tí, se las arreglan sin tí, tantas gentes valiosas, interesantes, satisfechas, de nuestro mundo? Esa es, bien lo sabes, la tortura pastoral de la Iglesia en nuestro tiempo. Un mundo, me atrevo a asegurarlo, que no es feliz en tu ausencia, que acepta, en el pensamiento, en el arte y en las costumbres, la
filosofía del absurdo y la vida sin sentido; que se queda tan campante embotando sus sentidos y corriendo, a grandes cilindradas, hacia ninguna parte.
Los porqués del ateísmo

El Vaticano II estudia con gran rigor y con espíritu penitente las causas del ateísmo contemporáneo y no tuvo empacho en atribuir al pobre o negativo testimonio de muchos cristianos, una de las causas determinantes de tan doloroso fenómeno. Los hombres de hoy por su parte, o divinizan al hombre hasta la idolatría, como norma y razón de todo lo real, aunque no alcance a descifrar su propio origen y destino, ni el sentido global de la naturaleza y de la historia; o están tan saturados de bienes materiales, que se les estraga el sabor y se les nubla la visión de otros dones superiores; o, en el polo opuesto, están bloqueados por el sufrimiento, el mal o la injusticia, tras los cuales, o no encuentran a Dios, o lo desfiguran, cuando no lo culpabilizan.

Difícil lo tenemos, Señor. Cómo hablarles de tí , nos decimos, a seres humanos con tales condicionamientos? Apuntar una respuesta exigiría más líneas que las que llevo escritas. Para el diálogo evangelizador entre creyentes, menos creyentes, agnósticos y ateos, encontrará el lector interesado un instrumento muy valioso, para uno mismo y para otros, en la Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal "Dios es amor" que acaba de llegar a las librerías religiosas. En este fascículo los obispos españoles hemos puesto el empeño y el acento, pienso también que el acierto (no soy autor principal) de descubrir las vías de acceso al Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo a los hombres del siglo XXI, con sus grandezas y sus miserias.

Ellos han de rebelarse por sí mismos contra el absurdo, el vacío y el sin sentido, como claves de lectura de la existencia humana. Tendrán que ser ayudados por el testimonio y la palabra de los creyentes a descubrir en el Dios bíblico, en el Padre de Jesús y nuestro, el fundamento y el eje de su y ser y actuar, el apoyo más entrañable, el rostro más acogedor. Por ser el Dios único y verdadero, es fuente de vida, de amor y de felicidad. Pruébenlo ustedes.

+ Antonio Montero Moreno
Arzobispo de Mérida-Badajoz

·MONTERO-ANTONIO
_IGLESIA-EN-CAMINO
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Año VII. Número 283.17 de enero de 1999

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