jueves, 27 de marzo de 2014

El ateo: un desafío para los cristianos


A T E Í S M O

SUMARIO: I. Diálogo y discernimiento: 1. El ateísmo sistemático: 2. El
agnosticismo ateo: 3. El antropocentrismo extremo: 4. Rechazo de una
falsa imagen de Dios: 5. El desinterés completo II. El ateo, un desafío
para los cristianos: 1. El ateo comprometido por la justicia: 2. El ateo
coherente: 5. El ateo que busca: 4. El ateo que quiere insertarse en la
historia: 5. Un desafío a nuestra imagen de Dios y del hombre lIl. ¿Es
posible una moral del ateo? IV. ¿Espiritualidad del ateo?

I. Diálogo y discernimiento
Creo que los no. 19-21 de la Const. pastoral sobre la Iglesia en
el mundo actual y la Declaración sobre la libertad religiosa se
cuentan entre los documentos y enseñanzas más importantes del
Vat II. Indican una voluntad humilde y resuelta de buscar el diálogo
con discernimiento. Sería una grave equivocación pensar que se
trata de una especie de indiferentismo. Al contrario: el concilio invita
a vivir la fe con coherencia y a dar testimonio convincente de ella
para poder entablar un diálogo con cuantos no tienen fe o no han
llegado aún a ella. Los no. 19 y 20 de la GS ofrecen como una
fenomenología de las diversas formas y causas del ateísmo, Esta
fenomenología es absolutamente indispensable para decir algo
razonable y existencial sobre el ateísmo. El Vat. II no podía
acometer una sistematización teórica completa, pero quiso al menos
situarse frente a las formas más típicas del ateísmo actual,
Me parece muy característico el hecho de que la GS 19 no se
abra con la enunciación de las pruebas de la existencia de Dios.
Para la Iglesia no se trata de encontrar a alguien que crea en la
existencia de un ser superior, sino más bien de indicar la esencia de
nuestra fe. una vocación a la comunión con Dios. En el centro de
nuestra fe está la convicción firme y existencial de que Dios es amor
y nos ha buscado por amor. Se trata de fiarse totalmente de Dios, el
cual quiere ser reconocido y amado libremente. En el mismo
párrafo, al hablar del ateísmo no se toca preferentemente la
cuestión de la existencia, afirmada o negada, de un ser supremo: el
ateísmo consiste en "desentenderse de este vinculo íntimo y vital
con Dios". 


1. EL ATEISMO-SISTEMATICO.
"Unos niegan a Dios expresamente". Estamos frente al ateísmo arrogante. El hombre osa afirmar que no existe un Dios, que no puede ni debe existir.
Theodor Heuss, en la biografía de Rotert Bosch, cuenta que éste,
después de haber abandonado su iglesia (era protestante), recibió
la visita de algunos representantes de una organización de ateísmo
militante, que le invitaron a adherirse a su sociedad. Después de un
momento de silencio. Bosch. con calma, preguntó: "¿Estáis tan
seguros de que no existe un Dios?". Se quedaron perplejos sin
responder nada. Tranquilamente, Bosch fue hacia la puerta y,
abriéndola, dijo: "Entonces...". En el inconsciente más profundo del
ateo militante existe a menudo esta perplejidad, que él intenta
ocultar recurriendo al fanatismo. La pregunta sobre la existencia de
Dios y sobre el significado que puede tener para el hombre no está
aún del todo eliminada, a pesar de que parezca lo contrario. Sin
embargo, a nivel consciente existe un grandísimo interés por la no
existencia de Dios, por la imposibilidad de su existencia y porque
nadie profese fe en él.
Entre los exponentes más declarados de este ateísmo arrogante
está Nicolai Hartmann, para el cual, si verdaderamente existiese un
Dios omnipotente y santo, el hombre no estaría en condiciones de
elegir libremente los sistemas de los valores y de los deberes. El
hombre no seria ya el demiurgo independiente que quiere realizar
sus valores. Para Hartmann, la idea de un Dios creador
omnipotente sería justamente la antítesis de la autonomía absoluta
del hombre.
GS afronta el argumento del ateísmo sistemático en el n. 20:
"Con frecuencia, el ateísmo moderno reviste también la forma
sistemática, la cual, dejando ahora otras causas, lleva el afán de
autonomía humana hasta negar toda dependencia del hombre
respecto de Dios. Los que profesan este ateísmo afirman que la
esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí
mismo, el único artífice y creador de su propia historia". El texto
conciliar sugiere que semejante doctrina puede verse favorecida, al
menos hasta cierto punto, por el sentido de protesta del hombre
técnico, que piensa particularmente en tal progreso. No fue éste el
caso de N. Hartmann; pero sí el de muchos otros, sobre todo del
ateísmo sistemático de Karl Marx y de sus seguidores. 
ETICA/COMUNISMO COMUNISMO/ETICA:
El punto de partida del ateísmo marxista no es la realización de valores éticos, porque el marxismo, como socialismo científico, está marcado desde su raíz por un cierto determinismo. Sin embargo, en la práctica el
comunismo tiene una teoría ética que no deja espacio para Dios.
Brezniev lo explicó en un congreso del PCUS (1976) ante los
representantes de casi todos los partidos comunistas del mundo, al
decir: "Nosotros mantenemos que todo lo que favorece el avance y
el triunfo del comunismo es bueno, y todo lo que lo obstaculiza es
malo".
En el párrafo segundo del n. 20, GS trata del ateísmo sistemático
y arrogante del marxismo. Dos sobre todo son las características
que pone de relieve el documento conciliar: a) la religión se
considera un obstáculo a la liberación económica y social, porque la
esperanza de la vida futura distraería las energías de la edificación
de la ciudad terrena. El marxismo dialéctico debe empeñar por
completo las fuerzas del hombre, de los grupos, de las sociedades y
de las naciones para llegar a constituir aquellas infraestructuras
económicas y sociales que, según este sistema, conducirían como
resultado a la liberación del hombre; b) el modelo marxista —tal
corno se ha experimentado en Rusia, en China y en otras partes—
abate la religión por la violencia; no se trata solamente de un
ateísmo militante, sino que en su agresión llega a usar todos los
"medios de presión que tiene a su alcance el poder público, sobre
todo en materia educativa". En gran parte, cuanto se afirma en este
segundo párrafo del n. 20 encuentra confirmación también en la
ideología del nacionalsocialismo hitleriano.

2. EL AGNOSTICISMO-ATEO.
 "Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios" (GS 19). El agnosticismo puede revestir diversas formas. Se da el arrogante: no se quiere saber nada, porque ello llevaría inevitablemente a sacar consecuencias. La investigación cerebral ha demostrado que en el hombre hay toda una serie de filtros que impiden que muchas de las informaciones disponibles se presenten a la atención explícita del individuo y en cierto modo las mantienen en circulación a nivel de la corteza cerebral. El hombre mismo es el que se crea estos filtros; pero
también grupos o subculturas construyen ideologías, como el
agnosticismo, para mantener alejada la idea de Dios, que podría
influir en las opciones funda mentales de la vida.
Sostener que el hombre es incapaz de decir nada sobre Dios
puede ser también una reacción contra ese tipo de enseñanza
religiosa que querría definir a Dios con categorías humanas, como
si Dios no fuese infinitamente más grande que cualquiera de
nuestros pensamientos o de nuestras palabras. Una cosa es el
agnosticismo declarado y otra el silencio respetuoso y abierto a la
posibilidad de la existencia de un Dios que trasciende cualquiera de
las imágenes que podamos hacernos de él.
"Los hay que someten la cuestión teológica a un análisis
metodológico tal, que reputan como inútil el propio plateamiento de
la cuestión" (GS 19). Uno de estos métodos inadecuados es el del
análisis lingüístico, el cual desde principio de su investigación parte
de supuestos —verbigracia, que solamente palabras de contenido
bien circunscrito y definido pueden tener sentido— que restringen
el horizonte ya antes de comenzar el análisis.
"Muchos, rebasando indebidamente los límites de las ciencias
positivas, pretenden explicarlo todo sobre esta base puramente
científica, o, por el contrario, rechazan sin excepción toda verdad
absoluta" (lb). La gran dificultad que observa en muchos
contemporáneos es la educación unidimensional. En los largos
años de la formación científica y profesional no se brinda centro
alguno de vida, como tampoco síntesis alguna, sino sólo lo que
puede contribuir al éxito ecuménico y profesional. Un sistema
educativo de este género, especialmente si en el ambiente de la
familia existen las mismas categorías de pensamiento, es uno de los
mayores filtros que cierran el horizonte. Semejante modo de razonar
no encuentra la longitud de onda del misterio de Dios. Cualquier
tipo de instrucción meramente cerebral, intelectualista y no
existencial, cierra fácilmente el acceso a la fe. Además de las
experiencias existenciales y de las reflexiones parciales, se requiere
un instrumento sistemático de estudio; y, en relación con la fe en
Dios, es necesario que se sensibilice todo el hombre:
entendimiento, voluntad afecto.
La investigación científica empírica observa los hechos, los
acontecimientos, los procesos, e intenta explicarlos con hipótesis de
trabajo. El hombre de ciencia está siempre dispuesto a rastrear una
hipótesis mejor, más adecuada para integrar los fenómenos
observados. La ciencia moderna progresa con una experimentación
continua, sin darse nunca por satisfecha. Esta postura, que
podríamos calificar de ascética, puede significar una apertura y
ofrecerle cierta ayuda al hombre religioso: ¿acaso se contenta él
con el conocimiento y las experiencias religiosas ya conseguidas?
Será un desafío a abrirse cada vez más al misterio de Dios,
infinitamente mayor que todas nuestras palabras y categorías. No
obstante, el empirismo puede resultar un poderoso filtro contra la fe
en Dios: así sucede cuando el hombre se coloca en el centro y lleva
a cabo su investigación principalmente con vistas a la utilidad que
podría obtener.

3 EL ANTROPOCENTRISMO EXTREMO.
 El cristianismo revela un Dios para los hombres. "Por nosotros y por nuestra salvación boté del cielo". Dios se acerca a sus criaturas, y en modo particular a la humanidad. Pero Dios no sería ya Dios si pudiera admitir que el hombre se coloque en el centro. Dios es nuestra salvación a condición de que le adoremos y le demos gracias toda nuestra vida.
Esta es la paradoja de la fe, que nos pone en comunicación con él.
Ciertas formas de religiosidad, de misticismo y de sacramentalismo
han cedido a una visión tan individualista como verticalista. Ali
degenerar en tal dirección, la religión ve desaparecer el
compromiso por el prójimo y por la sociedad terrena. La reacción al
verticalismo es un horizontalismo exasperado, que hace de la
palabra "Dios" un símbolo vacío e instrumental. Sólo falta un paso
para la negación o la afirmación de la inutilidad de la oración y de la
adoración, e incluso de la fe en un Dios transcendente.
También aquí hemos de darnos cuenta de que la fenomenología
jamás será completa e indiscutible. Para algunos, por ejemplo, el
compromiso en favor del hombre, la afirmación de su dignidad y la
promoción de la solidaridad con los demás es un camino que puede
conducir a la fe, mientras que para otros lleva al egocentrismo y a la
clausura de la búsqueda. 


4. RECHAZO DE UNA FALSA IMAGEN DE DIOS.
 "Hay quienes imaginan un Dios por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del evangelio" (CS 19). El n. 21 especifica de algún modo este fenómeno. Puede ser que quien se declara ateo se haya
creado él mismo una imagen equivocada de Dios para refutarla luego. Pero también puede ser que la haya encontrado en una educación o en un ambiente, acogiéndola de modo inmaduro. Como también puede tratarse simplemente de una reacción, de un aferrarse obstinadamente a la oposición. Sin embargo, la negación de esa representación equivocada también puede ser un momento fecundo y señalar el principio de una búsqueda más profunda y madura de la verdad. Aunque tal búsqueda puede considerarse atea, de hecho contiene ya el deseo de un Dios infinitamente más grande que el representado.
Deseo sacar aquí una consecuencia: la excelente fenomenología
ofrecida por el Vat. II no debe considerarse completa o estática.
Debemos ver claramente si el ateo es un hombre cerrado,
negativo y destructor, o bien un hombre que, rechazando algo no
asimilable, anda ya en busca de la verdad y del bien: alguien que
con recta conciencia se une a los otros hombres compartiendo las
experiencias y las reflexiones, a fin de llegar a un conocimiento más
profundo de la verdad y a un compromiso más resuelto por el bien.


5. EL DESINTERÉS COMPLETO.
 INDIFERENCIA-RLSAOtros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso" (GS 19). En una cultura técnico-científica enteramente orientada al bienestar material, el hombre está a veces tan inmerso en el trabajo y el consumo, que no se plantea ya la cuestión de los valores últimos y del significado de la vida. Si el hombre no siente ya inquietud religiosa, nos encontramos ante un fenómeno que ha de contarse entre los más preocupantes.
Victor Frankl afirma que la neurosis noógena es la enfermedad
del futuro ya iniciado, y que la causa de esta neurosis es el vacío
existencial, la falta de voluntad para plantearse la cuestión del
significado supremo de la vida. Pero, según este autor, el mismo
hecho neurótico indica que en el inconsciente del hombre perdura
la aspiración e inquietud por la razón última de la existencia.
Según el concilio, el desinterés por la cuestión religiosa puede
provenir también del hecho de que el hombre "ha adjudicado
indebidamente el carácter absoluto a ciertos bienes humanos que
son considerados prácticamente como sucedáneos de Dios" (GS
19). Para estudiar la espiritualidad del ateo, el problema más
importante está en lograr identificar los valores que, por haberse
puesto tan en primer lugar, han impedido toda preocupación
religiosa. Parece que en grandes sectores de la cultura materialista
es el desinterés por la problemática religiosa lo que determina el
clima espiritual. Es raro ya sentir la pasión de un Albert Camus por
la búsqueda del "santo sin Dios".
Los valores que ocupan el primer puesto determinan la cualidad
del ateísmo. Si existe este deseo de tener "santos Dios", entonces
subsiste la búsqueda de la bondad, de la justicia y de la paz. De un
género muy distinto es en cambio el desinterés suscitado por la
sociedad de consumo. En otras palabras, hay ideales que se
oponen diametralmente a la búsqueda de Dios mientras que otros
valores, considera dos como supremos, pueden indicar todavía una
búsqueda, al menos oculta.
La gama del ateísmo va desde la clausura total del egoísmo a
todo valor más alto hasta una búsqueda constructiva que hace del
rechazo de una cierta concepción religiosa el comienzo de una
disponibilidad más profunda y más sincera frente a la dimensión
sobrenatural.


II. El ateo: un desafío para los cristianos 
ATEO/DESAFIO-CRS
La Iglesia no puede dejar de "reprobar con dolor, pero con
firmeza, como hasta ahora lo ha hecho", el ateísmo, que contrasta
con la razón y con la experiencia más auténtica de los hombres (cf
GS 21). Sin embargo, el enfoque pastoral del Vat. II lleva a
reconocer que el ateísmo del hombre moderno merece un examen
serio y profundo. En esta fase de examen la Iglesia nos invita a
aceptar diversas formas de ateísmo como un desafío lanzado a los
cristianos.

1. El ATEO COMPROMETIDO POR LA JUSTICIA.-
 No se puede ignorar la existencia de un tipo de personas que se definen ateas y que están verdaderamente comprometidas en favor de la justicia social, nacional e internacional. Creen en cierto modo en la unidad y la solidaridad de las clases sociales y de los pueblos, manifestando así una característica que podría indicar una fe
implícita en un Dios único. Estos hombres actúan como deberían actuar, con todo el corazón y con todas las energías, cuantos creen en un Dios único, creador y padre omnipotente de todos. Un episodio: me contó un hombre rico que su hijo no quiso aceptar nada para sí de cuanto le ofrecía y que cuanto aceptó lo había destinado a los menesterosos. Ese hijo se profesaba ateo, argumentando que la fe del padre no servía de ayuda a nadie, pues no le impedía ser paternalista y autoritario con sus subordinados, a los que miraba casi como si fueran habitantes de otro planeta. El hombre aceptó el desafío, concluyendo que le era ya imposible rezar sinceramente por la conversión de su hijo, o lograr que sus palabras tuvieran un contenido, si antes no vivía radicalmente la
propia fe, comprometiéndose hasta el fondo por aquella justicia que honra a Dios Padre y a su Cristo con una imitación verdaderamente generosa.

2. EL ATEO COHERENTE.-
También el ateo que sigue un ideal o una ideología con firme compromiso y evidente coherencia es un desafío para nosotros los creyentes, a menudo tan inseguros. Si es un gran pecado no creer en Cristo, no lo es menos no creer posible amarnos los unos a los otros según la medida de Cristo. La dicotomía entre fe dogmática y moral resulta para muchos un escándalo; para los creyentes mismos es un desastre. El que lucha en favor de esta o aquella fórmula dogmática sin preguntarse nunca cuál podría ser el significado y la dinámica de la vida, o el que actúa en el campo de la moral familiar, cultural, política o social como si no tuviese fe en un solo Dios Padre y en un único liberador, debería sentirse humillado frente al ateo coherente.
Un ateísmo organizado que espera en la unidad del género
humano, en un mundo libre por fin de explotaciones y opresiones,
incluso si opera con medios equivocados, puede convertirse en un
desafío punzante para todos los creyentes (o supuestos tales) que
profesan su fe en un Dios único y salvador con las palabras, pero la
contradicen con la rivalidad y el egoísmo tanto individual como
colectivo, hasta convertirse en obstáculo de aquella unidad que, sin
embargo, deberían construir para responder a la llamada de Dios.
El testimonio deseado por Cristo es que sus discípulos vivan tan
explícitamente la unidad en la justicia y en la paz, que el mundo
pueda creer en la misión que el Padre le confió (cf Jn 17,20-23).
Aun dentro de la obligada autocrítica, no olvidemos, sin
embargo, que los santos constituyen para los cristianos
incoherentes un desafío mayor que el de los ateos. Según el
Mahatma Gandhi, todo verdadero creyente sabe con infalibilidad
absoluta que ningún hombre puede explotar a otro, que el varón no
puede oprimir y abusar de la mujer, que ningún grupo social puede
permitirse emplear como instrumento a otro y que ninguna nación
puede colonizar a las demás. Cuando esta infalibilidad se oscurece,
no se puede hablar ya de verdadera fe o de auténtico creyente.


3. EL ATEO QUE BUSCA.-
Al exponer la fenomenología del ateísmo, o mejor del ateo, vimos cómo uno puede declararse tal y, al mismo tiempo, andar buscando la verdad con conciencia sincera y comprometida.
El ateo arrogante, satisfecho con sus negaciones, puede suscitar
sentimientos parecidos a los del cristiano autosuficiente, contento
con las fórmulas aprendidas de memoria y con la rutina de las
"buenas obras". En cambio, un ateo en situación de búsqueda
sincera y que actúa según las luces que le vienen del momento
presente, es una provocación para el que vive una religión
tradicional sin preguntarse por el significado de su credo y sin
buscar con los demás hombres una luz más viva y soluciones más
justas para los nuevos problemas que surgen, tanto en la vida
individual como en la social (cf GS 16).

4. EL ATEO QUE QUIERE INSERTARSE EN LA HISTORIA.- El marxismo ateo se basa en aquella "filosofía de la historia" que, en
Francia, se opone al Ordre Social concebido de manera estática y
restauradora. Esta filosofía fomentó el desprecio a los cristianos
nostálgicos de la vieja situación anterior a la revolución (ancien
régime).
La teología blandida por una iglesia en estado de autodefensa,
en busca de seguridad en el orden estático, lo mismo en el ámbito
religioso que en el económico, político o cultural, y una "filosofía
perenne", que se desentendían de las nuevas experiencias y de la
nueva cultura, provocaron el rechazo de los jóvenes. Por su parte,
el ateísmo marxista y otras formas de ateísmo predicaron una visión
sumamente dinámica de la historia, en la cual querían insertarse
como actores. Si los filósofos y los teólogos cristianos hubieran
presentado la fe como historia de Dios con el hombre en la alianza,
en la que éste actúa como co-artista, co-revelador y co-creador,
hubieran podido entusiasmar a tantos jóvenes que, en cambio, se
dejaron seducir por aquellas formas de ateísmo que supieron
presentar una visión dinámica de la vida y de la historia.
El individualismo predominante en ciertas corrientes filosóficas y
teológicas presentó el futuro de manera casi exclusiva en la
perspectiva de la salvación del alma individual, a la vez que
consideraba fácilmente el mundo cultural, social y político sobre
todo como ocasión próxima de pecado, de la que el cristiano,
consiguientemente, debía guardarse (si no huir) para no
comprometer su propia salvación. Este individualismo, más que a
una visión bíblica, respondía a un platonismo de las ideas y de las
almas liberadas del cuerpo y de la tierra, mientras que ciertas
formas de ateísmo -en primer término la filosofía dialéctica de la
historia- parecían proseguir y heredar la gran visión de la
solidaridad del pueblo judío y de la justa dimensión eclesial.
Es indiscutible que alguna corriente marxista pudo intuir la
verdadera solidaridad que rebasa los límites de la lucha de clases
para abrirse a la expectativa de una sociedad sin clases.
Numerosos han sido los pensadores cristianos que se han
esforzado por responder al problema del sufrimiento del mundo.
Con frecuencia no supieron distinguir entre los sufrimientos
inherentes a una situación siempre imperfecta y los causados por el
pecado, la injusticia y las mentiras del hombre. Mas lo peor es que
no hicieron todo lo posible para eliminar el sufrimiento, al menos el
que el hombre puede y debe suprimir.
El ateo que se enfrenta con la injusticia y el sufrimiento para
eliminarlos, aun cuando no dé con los medios justos, es un desafío
al hombre religioso, que habla de ellos, pero que no se preocupa
de comprometerse concretamente.


5. UN DESAFÍO A NUESTRA IMAGEN DE DIOS Y DEL HOMBRE.-
Hemos visto cómo, junto al ateo arrogante y al desinteresado, está
el ateo que busca sinceramente hacerse una idea justa del hombre
y de su destino y, conscientemente o no, se esfuerza en encontrar
a aquel Dios verdadero, infinitamente más grande que la imagen o
la idea que los cristianos de su ambiente le han ofrecido. La
búsqueda de una imagen auténtica del hombre y el compromiso
coherente a su favor son un desafío para aquella teología y aquel
creyente en los que la imagen de Dios y del hombre no guardan
relación vital alguna entre sí. Pensemos, por ejemplo, en los
educadores, los moralistas y las autoridades que hablaban
fácilmente de pecado mortal de los niños sin preguntarse qué idea
de Dios reflejaban con tales exageraciones.
Un moralista serio, que no se siente atraído por el ateísmo,
afirma que las temáticas religiosas, anquilosadas en las fórmulas
tradicionales y en las soluciones estereotipadas de los problemas
morales, tienen necesidad del desafío del ateísmo para liberarse de
sus juicios rutinarios. Esta utilidad del ateísmo no proviene
obviamente de su error de fondo, sino de la debilidad de los
sistemas convencionales y de los creyentes que han perdido el
contacto con el Dios vivo. Por lo demás, no hay que olvidar que
también los ateos pueden ser poco sinceros y libres en la búsqueda
de la verdad.
De lo dicho hasta ahora, se sigue claramente que nosotros los
cristianos, y particularmente los teólogos, no podemos vivir sin
enfrentarnos continuamente con el ateísmo y sin interrogarnos
seriamente sobre nuestra vida y sobre nuestro sistema de
pensamiento para comprobar si ofrecen el testimonio de una fe
viva. Ante el ateísmo, que se difunde con rapidez, hemos de
considerar como uno de los pecados mayores aquellas formas de
religiosidad y aquellas soluciones estereotipadas que, además de
falta de vitalidad y de fantasía, indican un ateísmo oculto muy en lo
profundo y que hasta puede anidar en quien declara ser creyente
Ante esta situación, es urgente que indaguemos dentro de nosotros
mismos para desenmascarar el ateísmo recóndito en nuestros
pensamientos, en nuestros deseos y en nuestra vida. Sin una lucha
leal y comprometida contra este ateísmo oculto, no podemos
pretender dialogar con los demás, especialmente con quienes
estarían dispuestos a buscar y a dialogar con nosotros si
pudiéramos ofrecerles un testimonio verdaderamente coherente y
convincente del Dios de la historia y del hombre co-revelador y
co-creador; en una palabra, una visión existencial y una síntesis
profunda entre conocimiento de Dios y del hombre, entre amor de
Dios y compromiso por el hombre.

III. ¿Es posible una moral del ateo? ATEO/MORAL:
 Las reflexiones desarrolladas hasta aquí nos han conducido a una
pregunta que ha suscitado ya muchos debates:
¿Cabe una moral en el ateo? Debemos distinguir, desde el
principio, claramente los componentes: 1) ¿Existe una moral de las
personas ateas?, ¿cuál puede ser su carácter? 2) Puede el ateo en
cuanto tal darle una justificación válida?

a) No se puede negar que ciertas personas, aun declarándose
ateas, demuestran poseer principios morales y desarrollan una
actividad moral no raras veces admirable. El ateo no podría ser un
desafío para el cristiano si no realizase algunos valores morales
muy excelentes; por ejemplo, compromiso firme y hasta el sacrificio
de la vida, coherencia entre teoría y praxis, búsqueda sincera de la
verdad y su concretización existencial, superación del complejo de
seguridad existente a menudo en los creyentes, etc. A veces hay
ateos que miran con gran entusiasmo y optimismo el futuro. Sería
contrario a nuestra moral negar estos valores.
Podemos, además, preguntarnos si en el ateo puede existir una
opción fundamental que pueda calificarse de buena y comparable a
la opción fundamental del creyente. El ateo arrogante, que por
orgullo no quiere reconocer una instancia más alta, ha realizado su
opción fundamental contra Dios. Tratándose de una persona
psíquicamente responsable, ha hecho una opción fundamental
errada. Lo mismo vale del ateo indiferente, que no quiere
preguntarse sobre el significado último de la vida. Semejante ateo
no ha llegado aún a su identidad o madurez, o, si la indiferencia de
fondo es resultado de opciones parciales, ha cortado el árbol que
podría dar eI fruto de una moral válida. Con esto no se excluye que
esté en condiciones de realizar valores morales parciales; pero, en
conjunto, manifiesta una perspectiva caótica respecto a una escala
de valores.

MORAL/FUNDAMENTO INMORALIDAD/FUENTE:
 No considerar a Dios digno de ser conocido y aceptado es la verdadera fuente de las perversiones morales. Recordemos al apóstol san Pablo: "Y como no procuraron tener conocimiento cabal de Dios, Dios los entregó a una mente depravada para hacer cosas indebidas, llenos de toda injusticia, malicia, perversidad, codicia, maldad" (/Rm/01/28-29).
Con estas expresiones no nos arrogamos el derecho de juzgar a
un individuo del que no conocemos ni la medida de su libertad y
responsabilidad, ni tampoco las causas psíquicas o sociales que le
impulsan en esta dirección.
Mucho más positiva puede ser la moralidad del que busca a Dios
o del que rechaza un concepto erróneo de Dios, pero sin renunciar
a la propia dignidad de persona y respetando la de los demás en la
disponibilidad al servicio. Semejante ateo, aunque aún no posea el
don de una fe explícita, expresa a veces la analogía fidei y, con ella,
una opción fundamental en algún modo positiva. Al vivir con
conciencia sincera y buscar honestamente la verdad y el bien,
aceptará gustoso a Dios cuando suene para él la hora de la
gracia.
Un humanismo antropocéntrico constituye de suyo una elección
fundamentalmente equivocada. Mas si tal opción se expresa sólo
como oposición a un verticalismo vacío y descarnado y la persona
que la realiza se transciende en el servicio del prójimo puede
decirse que su situación existencial es del todo positiva. Esto no
impide que el humanismo antropocéntrico forme parte del pecado
del mundo. De todas formas, no olvidemos que en este terreno los
mismos cristianos desempeñan a veces un papel poco noble,
oscureciendo más que revelando la verdadera imagen de Dios.
Sólo un humanismo cristiano muy comprometido puede abrir los
ojos de quien ha realizado una opción de antropocentrismo con
intenciones fundamentalmente rectas.

b) De un tipo absolutamente diverso es la otra pregunta: si el
ateo en cuanto tal puede justificar de modo convincente su moral.
En el diálogo con un ateo en actitud de búsqueda sincera, no me
colocaría nunca de inmediato en un plano abstracto; comenzaría
más bien por un nivel existencial En la conciencia moral parece que
hay siempre implicado, de alguna manera, un absoluto. La verdad y
el bien manifiestan una majestad propias y airean por ello derechos
sobre nuestra conciencia, aun cuando una existencia egoísta se
subleve.
El ateo en busca del bien puede comunicarnos su experiencia, a
saber, que el bien no se experimenta sólo como elemento útil para
la propia realización o felicidad. El bien y la verdad transcienden
también el individualismo y el egoísmo colectivos. En el análisis de
la conciencia moral realizado por pensadores para los cuales el
trono de Dios está provisionalmente vacío, aparece en algún lugar
o en algún momento un absoluto. Ejemplo típico: Erich Fromm-Erich.
Este autor evita cuidadosamente dar a su ética un fundamento
religioso en sentido propio. No recurre en ningún caso a la fe en
Dios, pero cree en valores objetivos que obligan a todo hombre.
Condena severamente un ateísmo que destruye la moral: "Con su
pretensión de que no hay valores objetivos válidos para todos los
hombres, y con su concepto de la libertad, que equivale a
arbitrariedad egoísta, Sartre y sus seguidores pierden el logro más
importante de la religión teísta y no teísta, así como de la tradición
humanista" 1. En su análisis, Fromm discierne un elemento esencial
que, según él, posee carácter de fe ética. "El niño empieza la vida
con fe en la bondad, en el amor, en la justicia" 2. Coherentemente
saca la consecuencia de que la pérdida de tal fe significa en la
práctica la destrucción del fundamento ético. "Da lo mismo que la fe
que se quebrante sea fe en una persona o fe en Dios. Es siempre
la fe en la vida, en la posibilidad de confiar en ella, de tener
confianza en ella, la que se quebranta" 3.
Similarmente, Julián Huxley, uno de los representantes más
conocidos de la ética evolucionista, está convencido de la validez
intrínseca y perenne del amor, de la justicia, del compromiso por la
solidaridad y el conocimiento del bien y de la verdad. Esta
convicción moral se apoya en su fe firme en el no absurdo de la
evolución entera del cosmos y de la historia humana. No puede
imaginarse una evolución tan estupenda sin un significado y
carente de una tensión dinámica para la realización del bien y de la
verdad. "La ética está en relación con la evolución, que es sensata
y de duración ilimitada... Una ética evolucionista es ante todo y
necesariamente una ética rebosante de esperanza, por cuanto tal
esperanza justificada puede ser moderada por la conciencia de la
larga duración y de las dificultades de la misión ética del hombre".
Otros, al adherirse firmemente a valores morales y a una escala
de valores vinculantes, aun sin profesar la fe en un Dios personal,
realizan, por así decir, un acto de fe o cumplen un gesto de
esperanza y de valerosa confianza. Erich Fromm, el cual cree en
una ética personalista sin ligarla al reconocimiento del teísmo, dice
de Karl Marx, Sigmund Freud y Spinoza: "Los tres fueron escépticos
y, simultáneamente, hombres de fe profunda" 3.
Jean-Paul Sartre, si bien se mira, no parece ser una excepción a
este respecto Al considerar la existencia como absurda, también la
voluntad ética debe ser absurda para él. Al creer que vale la pena
poner constantemente a prueba la propia libertad, de algún modo
realiza un acto de confianza en el significado del compromiso libre,
que parece ser el único que da sentido a la existencia personal. De
esta manera, también la filosofía del absurdo o, mejor, la filosofía
absurda, refuerza a su modo la tesis de que es imposible realizar y
justificar racionalmente el dato moral sin manifestar en el fondo
confianza y fe en la existencia misma.
Con estas reflexiones no intentamos probar que toda moral
auténtica encuentre su propia justificación sólo en la fe en un Dios
personal. Es algo muy distinto creer en un Dios al cual nos dirigimos
en la oración, al que se confió la propia existencia y se responde
con humildad y fidelidad mediante una vida ética, y conservar sólo
una cierta especie de fe y de confianza en el sentido de la
existencia humana. En efecto, queda el problema de fondo: si tal
acto de fe y de esperanza puede justificarse, mientras se rechaza la
fe en un Dios, amor supremo y origen de nuestra vida.
La realización libre de valores morales contiene indudablemente
la afirmación de que el mundo y la vida humana tienen un
significado. En una moral altruista vivida, la persona sale de sí,
supera su propio aislamiento y se sitúa realmente en una apertura
al otro.
Podemos, pues, afirmar que una vida ética auténtica es una
búsqueda "creyente" de aquella realidad más grande que nuestro
"yo", que tiene derecho a exigir nuestra adhesión existencial. Una
vida moral auténtica es siempre, en definitiva, un esfuerzo por llegar
al fundamento mismo del significado, un esfuerzo coherente para
encontrarse a sí mismo encontrando lo que nos llama al bien y a la
verdad. De esta manará nuestra existencia se experimenta como
don y como invitación dirigida a nosotros mismos.
Para concluir, la realización de una ética personalista supone, en
última instancia, que el fundamento del significado sobre cuya base
acepta la persona la propia existencia y la coexistencia con el
prójimo como don y como llamada obligatoria, no puede ser un
principio abstracto o una idea impersonal. Solamente puede
tratarse del valor absoluto personal que llamamos Dios.
·HÄRING-B


IV. ¿Espiritualidad del ateo? 
El ateo, cuanto más convencido está de que Dios es una
creación quimérica de los hombres, tanto más se resiste a ser
interpretado dentro de una espiritualidad cristiana. Aunque
intentemos introducirlo en una espiritualidad cristiana acogedora, se
siente miserablemente ahogado. Su perspectiva espiritual completa
se circunscribe enteramente a una promoción humana temporal. Es
necesario respetar la conciencia del ateo, incluso en lo referente al
modo de juzgarse. Aquí se intenta bosquejar una hipótesis
interpretativa de la posible espiritualidad del ateo a la luz de la
historia salvífica, no por creer que hacemos con ello algo de su
agrado, sino solamente para comprobar cómo la misericordia de
Dios puede concebirse de manera ampliamente salvífica. Además,
es evidente que aquí tenemos presente, ante todo, aquel tipo de
ateo "bonae fidei", del que se habla reiteradamente en las páginas
precedentes.
El Vat. II ha dicho: "Cristo murió por todos, y la vocación suprema
del hombre en realidad es una sola, es decir, divina. En
consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos
la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se
asocien a este misterio pascual" (GS 22). La teología espiritual
puede legítimamente intentar, a titulo de hipótesis, explicar la
existencia atea misma como un modo parcial y deficiente de
realizarse en Cristo Jesús. El ateo desea encarnarse en la historia
humana, como gota de agua que se suma a las inmensas aguas del
mar; acepta ser absorbido y sacrificado en el flujo incesante del
devenir humano histórico; aspira a no subsistir más en si mismo,
con tal que esto lleve consigo la aparición de un bien más grande
por encima de la propia personalidad. En él aflora y repercute el
misterio de la encarnación, en el cual el Verbo, por la salvación de
los hombres, se anuló bajo la forma de carne.
El ateo testimonia evangélicamente la experiencia de ser
`'pobre". Se presenta ante los otros como ciego que no sabe
orientarse en el camino hacia el infinito. Si el creyente posee la
certeza tranquilizadora de que Dios le ama, el ateo es el que ignora
al creador porque Dios es completamente distinto, no cae bajo su
experiencia, lo encuentra en sí mismo incognoscible y como ser
deformado en la imaginación de los creyentes. El ateo es el pobre
que no posee la gozosa certeza de tener a Dios por padre. Con su
incredulidad testimonia cómo sólo en virtud del misterio pascual de
Cristo es posible convertirse en espíritu conocedor de Dios. El ateo
es el pobre que infatigablemente busca ver a Dios, pero no lo
consigue. "A Dios nadie le ha visto jamás" (Jn 1,18).
Así, el ateo experimenta y testimonia a Cristo, en sus misterios
de encarnación y de pascua, con modos propios y complementarios
de los del creyente. Entre las dos formas de espiritualidad
-creyente y atea- se puede crear una integración dialéctica, la cual
sirve para concebir, desvelar y amar más adecuadamente la
grandeza del Señor.
T. GOFFI DICC-ESPIRITUALIDAD. Págs. 106-115
1 Erich Fromm, El corazón del hombre. Su potencia para eI bien y para el
mal, Fondo de Cultura Económica, Madrid 1982, 10.
2 lb. 25.
3 Ib. 26.

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