De
cómo la Sagrada Familia fue a Arimatea, donde Jesús hizo milagros y
resucitó muertos
XXII
1. Y José se levantó, tomó a María y saliendo de la villa, ambos
marcharon camino adelante. Y buscaban con la mirada a Jesús. Y éste se
les apareció de súbito, y los siguió hasta el país de Galilea, a una
villa llamada Arimatea, donde tomaron albergue en una casa. Y Jesús tenía
diez años entonces, y circulaba por la villa, para ir al sitio en que los
niños se congregaban. Y, cuando divisaron a Jesús, lo interrogaron,
diciendo: ¿De dónde has venido? Y Jesús contestó: De un país
desconocido. Los niños inquirieron: ¿Dónde está situada la casa de tu
padre? Y Jesús repuso: No podrías comprenderlo. Los niños agregaron:
Dinos algo, para que lo sepamos de ti. Y Jesús replicó: ¿Para qué me
lo preguntáis, si lo que yo os dijera, no lo entenderíais? Los niños
insistieron: Háblanos, porque nosotros somos ignorantes, y tú pareces
instruido en todas las cosas. Jesús dijo: Todas las cosas conozco, en
efecto, pero soy extranjero, y no aceptaríais ninguna de mis palabras. Y
los niños dijeron: Te acogemos con amistad, como a un hermano, y nos
someteremos a tus órdenes, conforme a tu albedrío.
2.
Y Jesús dijo: Levantaos, vamos. Y los niños obedecieron, y llegaron
todos juntos a cierto sitio, en el que había una roca muy alta. Y, colocándose
enfrente, ordenó a la roca que inclinase su cima y se sentó en ella, y
la roca recobró su posición. Y los niños lanzaron gritos de sorpresa y,
formando círculo alrededor de la roca, miraban a Jesús. Y, después de
haber ordenado a la roca que inclinase otra vez su cima, Jesús descendió
de ella.
3.
Y los niños fueron a la villa, para contar el prodigio hecho por Jesús,
el cual huyó. Y uno de los niños, que lo divisó, le detuvo por sorpresa
y se apoderó de él. Y Jesús, volviéndose, le sopló en el rostro y, en
el mismo instante, el niño perdió la vista. Y clamó a gran voz: Jesús,
ten piedad de mí. Y Jesús le puso la mano sobre los ojos, y éstos se
abrieron de nuevo a la luz.
4.
Y, un día, los niños se habían congregado cerca de un pozo, y Jesús
fue a reunírseles. Y ellos, al verlo, se regocijaron. Y Jesús les
preguntó: ¿Qué hacéis al borde de este pozo? Y los niños
respondieron: Ven a juntarte con nosotros. Y Jesús dijo: Heme aquí. ¿Qué
deseáis? Y, en el mismo momento en que hablaba así, dos niños jugaban
al borde del pozo. Y sucedió que, disputando, uno de ellos pegó al otro,
y lo lanzó al pozo. Y los demás huyeron de allí, y Jesús, levantándose,
marchó a su casa.
5.
Y, como algunas personas llegasen pasa sacar agua, al meter sus cántaros,
vieron en medio del pozo a un niño muerto, y fueron a anunciarlo a la
villa. Y los padres llegaron, y vieron a su hijo ahogado encima del agua.
Y lloraban amargamente, y se golpeaban el pecho. Y era un niño muy
hermoso, y de cinco años de edad. Y los padres, deshechos en llanto,
preguntaban: ¿Quién ha causado esta desgracia terrible? Mas, no
encontrando al matador, se dirigieron al juez, para darle cuenta del
suceso nefasto.
6.
Y el juez ordenó que le trajesen a los niños, a quienes preguntó: Hijos
míos, ¿quién de vosotros mató a ese niño, arrojándolo al agua? Los
niños respondieron: Lo ignoramos. Y el juez dijo: Si lo sabéis, no contéis
engañarme con pretextos y con subterfugios. No hagáis tal, porque moriréis,
y pagaréis inocentes por culpables. Los príncipes y los grandes les
dijeron: No mintáis, y hablad sinceramente. Y los niños clamaron a una:
Si creéis en nuestras palabras, tened entendido que no nos cabe parte
alguna en su muerte. Cayó al agua por accidente, y no pudimos sacarlo del
pozo. Y el juez opuso: Cuando cayó al agua, ¿por qué no gritasteis
inmediatamente, elevando la voz, para que los habitantes de la villa
fuesen a salvar al niño, que respiraba aún? Los niños dijeron: Porque
ninguno de nosotros había quedado allí. Todos lo habían abandonado, y
habían huido. Y el juez acrecentó: Si cayó inadvertidamente y por
descuido, habríais gritado y avisado a todos. Pero, siendo los autores
del hecho, habéis huido de allí por temor, y pensáis escapar a la
muerte por vanas excusas. Los niños dijeron: Si quieres condenarnos
injustamente, hágase tu voluntad. Porque cada cual se halla convencido de
su propia inocencia y el que merece la muerte, es el que la realidad del
hecho conoce. Y el juez repuso: Si conociese al culpable, no condenaría
al inocente.
7.
Los niños dijeron: A nosotros no nos toca culpa alguna. Nos hallábamos
distraídos en el juego, y de nada nos enteramos hasta que algunos niños
huyeron, dando gritos. Nada más sabemos. Y el juez repuso: Si queréis,
yo os diré la verdad. Miraos bien, poned atención, y compadeceos de
vosotros mismos. Y los niños replicaron: Lo hemos revelado todo, y no nos
has oído. Y el juez exclamó: ¡Desconfío del artificio de vuestras
palabras! Los niños repitieron: Si nos condenas injustamente, eso será a
cargo tuyo. Y el juez contestó, furioso: Si no me decís la verdad, os
conduciré al pozo, y os haré perecer ahogados en el agua. Y el niño que
era el matador, repuso: Por mucho que nos atormentes, no podremos confesar
una falsedad.
8.
Entonces el juez marchó con ellos al borde del pozo. Y ordenó que
desnudasen a los niños, y que los encadenasen en presencia suya. Y el
matador dijo: ¡Oh juez, presenta un testigo, y, entonces solamente, condénanos.
¿Por qué se nos condenaría a muerte, sin estar convencido por un
testigo? Y el juez dijo: ¿Qué testigo voy a presentar, si todos los
testigos estáis aquí? No saldréis de mis manos, ni a fuerza de
lamentaciones, ni a fuerza de presentes. Y los padres de los niños viéndolos
desnudos ante el juez, en medio de aquel lugar, se quejaban con amargura.
Y el juez dijo: No me conmueven vuestras lágrimas. Y mandó que arrojasen
a los niños al pozo. Mas el que era el matador, se expresó en estos términos:
No me arrojes al pozo, y te indicará quién es el culpable. ¿Dónde está
Jesús, el hijo del viejo? Él es el autor del hecho. Y el juez exclamó:
Siendo así, ¿por qué os dejabais matar, a pesar de vuestra inocencia? Y
los niños replicaron: A ti te toca saberlo, puesto que lo has querido.
9.
Entonces el juez hizo citar a Jesús ante él. Pero, como los que mandó
en busca del niño no lo encontraran, apoderaronse de José, y llevaron a
presencia del magistrado, el cual lo interrogó, diciéndole: Viejo, ¿de
dónde has venido a esta villa? Y José contestó: Soy de un país lejano.
El juez inquirió: ¿Dónde está tu hijo, que ha cometido este delito de
homicidio? José repuso: Lo ignoro. El juez dijo: ¿Y no sabes que ha
cometido ese crimen? José dijo: ¡Por la vida del Señor, no lo sé! El
juez aseveró: Si, lo sabes. ¿Y crees que vas a escapar a la muerte? José
exclamó: ¡Oh juez, no condenes injustamente a una inocente criatura! El
juez rearguyó: Si es inocente, ¿por qué ha huido? José replicó: No
puedo explicártelo. Y el juez dijo: No saldrán de la prisión, si no te
apresuras a procurar que comparezca aquí tu hijo.
10.
Y, cuando el juez acabó de pronunciar estas palabras, Jesus se presentó
al tribunal de improviso, y preguntó: ¿A quién buscáis? Respondieron:
A Jesús, el hijo de José. Jesús dijo: Yo soy. Interrogó el juez: ¿Cuándo
llegaste a esta villa? Jesús contestó: Hace largos años que resido en
ella. El juez ordenó: Manifiéstame, pues, cuál ha sido la causa de la
muerte violenta de ese niño. Y Jesus afirmó: No lo sé. Mas los padres
del niño clamaron: ¿Pretendes no saberlo, habiendo ahogado a nuestro
hijo en el pozo? Y Jesús repuso: Si es a otro a quien hay que pedir
cuenta de su vida, ¿por qué me calumniáis tan pérfidamente? El juez
replicó: No digas falsedad, porque reo eres de muerte. Mas Jesús aseguró:
El testimonio de ellos es falso y verdadero el mío. Y el juez le dijo: Júralo
por la ley del Señor. Jesús repuso: ¿Por qué mientes ante Dios, y no
lo temes? Mas el juez, respondiendo, dijo: ¿Y qué mal hay en prestar
juramento, cuando se es inocente, y no queda otro recurso para escapar a
la muerte? Jesús le contestó: ¿De modo que crees legítimo pronunciar
un juicio injusto? El juez le respondió: Dime lo que debo hacer. Y Jesús
repuso: Demasiado lo sabes, puesto que en juez estás constituido. Mas el
juez repitió: ¿Qué debo hacer? Respóndeme. Y Jesús le advirtió: Si
obrases de buena fe, observarías la justicia. Pero no hay que esperar de
ti eso. Y el juez insistió: Obro conforme a lo que se alcanza. Jesús
dijo: En esto, hablas verdad, mas no aceptas el testimonio que doy de mí
mismo. El juez dijo: Yo no te condeno injustamente. Y Jesús remachó: Si
escuchases la voz de tu conciencia, no condenarías con ligereza a nadie.
11.
Empero los niños interrumpieron, clamando a coro: ¡Oh juez, tú no sabes
qué contestarle! Préstanos oído, y te informaremos de lo que le
concierne. ¿O es que no podemos nosotros responderle una palabra? Jesús
les respondió: ¿Qué es lo que vosotros tenéis que decir de mí? Los niños
replicaron: Desde que llegaste a esta ciudad, nos has causado muchas
contrariedades y muchas vejaciones, que hemos perdonado, porque eres pobre
y extranjero. Pero ahora que has ocasionado tal catástrofe, y que nos has
expuesto a la muerte, es justo que te hagamos perecer. Entonces el juez
preguntó: ¿Es éste el niño de quien afirmáis que engaña a los ojos
por prestigios? Los niños respondieron a una: Sí. Mas Jesús observó: Sé
que os habéis ligado todos contra mí, y que queréis condenarme a muerte
injustamente. Y el juez dijo: ¿Cómo puedes pretender que no tienes
testigos contrarios, y que te estimas inocente? Jesús dijo: Si me doy a mí
mismo un testimonio verdadero, ¿me creerás? El juez dijo: Sí, te creeré.
Y Jesús añadió: Espera un instante, que voy a darte la prueba.
12.
Y, esto dicho, Jesús, profundamente indignado, se aproximé al muerto, y
clamé a voz: Jonathan, hijo de Beria, yérguete sobre tus pies, abre los
ojos, y descubre a quien te precipitó al pozo. Y, en el mismo instante,
el muerto se levantó, abrió los ojos, miró a todos los allí presentes,
y los reconoció, llamándolos por sus nombres. Sus padres lanzaron un
grito y, muy gozosos, lo estrecharon entre sus brazos, y lo cubrieron de
besos. Y lo interrogaron, diciéndole: Hijo mío, ¿qué te devolvió a la
vida? Y él mostró con el dedo a Jesús, el cual le preguntó: ¿Quién
fue el causante de tu pérdida? Y Jonathan repuso: No fuiste tú, señor,
sino mi primo Saraka. El fue quien, después de golpearme, me hizo caer al
pozo. Entonces Jesús dijo: Oíd todos vosotros cómo el muerto acaba de
dar testimonio de mí. Cuando tal vieron, los asistentes al prodigio
exclamaron, acometidos de espanto: En verdad este niño es Dios e hijo del
Padre, venido a la tierra. Y Jesús dijo: Juez inicuo, ¿crees ahora en mi
testimonio y en mi inocencia? ¿Has visto cómo mis actos engañan las
miradas, y cuál ha sido mi conducta junto al pozo? Mas el juez, en su
confusión, no le respondió palabra.
13.
Y el niño continué con vida hasta el atardecer, tiempo bastante para que
multitud de personas fuesen a comprobar el milagro hecho por Jesús, a
cuyos pies se arrojaban todos, confesando sus pecados. Luego Jesús dijo
al muchachito: Ea, duerme ya, y descansa, en espera de que el juez de
todos los hombres venga a pautar las recompensas, y a imponer sus justos
decretos. Y, cuando Jesús hubo pronunciado estas palabras, el niño
recliné su cabeza sobre el leché, y quedó dormido. Ante cuyo espectáculo,
todos fueron poseídos de pánico, y temieron a Jesús. Y, cuando éste
quiso salir, se pusieron de hinojos ante él, y le suplicaron: ¡Devuelve
la vida al muerto! Mas Jesús no consintió en ello, y les dijo:
Injustamente, y a pesar de mi inocencia, quisisteis condenarme, mas mi
justicia me ha librado de la muerte. Y, después de responderles así,
desapareció de sus ojos. Y José, sacado de la prisión, volvió en
silencio a su casa, y contó a María los prodigios realiza. dos por su
hijo. Y los padres del niño muerto fueron, deshechos en lágrimas, a
buscar a Jesús, y, no encontrándolo, rogaron a José: ¿Dónde está tu
hijo, para que venga a resucitar a nuestro difunto? Mas José dijo: Lo
ignoro.
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