(Fragmento griego de
Akhmin)
Endurecimiento
de los judíos contra Jesús, después de haber protestado Pilatos de su
inocencia ante ellos
I
1.Mas
ninguno de los judíos se lavó las manos, ni Herodes, ni ninguno de los
jueces de Jesús.
2.
Y, como no querían lavárselas, Pilatos se
levantó del tribunal.
3.
Y entonces el rey Herodes ordenó a los judíos
que aprehendieran al Señor, diciéndoles: Haced todo lo que os he mandado
que hagáis.
Herodes
entrega a Jesús al pueblo
II
1.Empero
José, el amigo de Pilatos y del Señor, permaneció allí. Y, sabiendo
que se le iba a crucificar, fue a Pilatos, y le pidió el cuerpo del Señor,
para sepultarlo.
2.
Y Pilatos envió a pedir a Herodes el cuerpo del
Señor.
3.
Mas Herodes dijo: Hermano Pilatos, aun
cuando nadie lo pidiese, nosotros lo sepultaríamos, sin esperar a que
despuntase el día del sábado, porque escrito está en la ley que no se
ocultará el sol sobre un hombre puesto en suplicio mortal.
4.
Y lo entregó al pueblo, la víspera de los
Ázimos, su fiesta.
Pasión
de Jesús
III
1.
Y ellos,
habiendo agarrado al Señor, lo empujaban a toda prisa, y decían:
Arrastremos al Hijo de Dios, ahora que somos dueños de él.
2.
Y lo revistieron con un manto de púrpura, y
lo hicieron sentarse en el Tribunal, diciendo: Juzga equitativamente, rey
de Israel.
3.
Y uno de ellos, habiendo traído una corona
de espinas, la colocó sobre la cabeza del Señor.
4.
Y otros, puestos delante de él, le escupían
en el rostro, y otros le pegaban en las mejillas, y otros lo golpeaban con
una caña, y algunos lo azotaban con un látigo, diciendo: Tributemos
estos honores al Hijo de Dios.
Crucifixión
de Jesús
IV
1.Y
tomaron dos malhechores, y crucificaron al Señor entre ellos. Mas él se
callaba, como aquel que no siente sufrimiento alguno.
2.
Y, cuando hubieron levantado la cruz,
inscribieron en ella: Éste es el rey de Israel.
3.
Y, habiendo depositado ante él sus vestidos,
echaron suertes sobre ellos, y se los repartieron.
4.
Empero uno de los malhechores les dirigió
reproches, diciendo: Nosotros, por el mal que hemos hecho, sufrimos así.
Mas éste, que se ha convertido en el Salvador de los hombres, ¿qué mal
os ha hecho?
5.
Y, habiéndose irritado contra él, ordenaron
que se le rompiesen las piernas, a fin de que muriese entre tormentos
espantosos.
Últimos
momentos de Jesús
V
1.Y
era mediodía, y las tinieblas se apoderaron de toda la Judea, y ellos
estaban turbados, y se preguntaban con inquietud si el sol se habría
ocultado ya, considerando que él vivía aún, y que está escrito para
ellos que el sol no debe ocultarse sobre un hombre puesto en suplicio
mortal.
2.
Y uno de ellos dijo: Dadle a beber hiel con
vinagre. Y, habiendo hecho la mezcla, se la dieron a beber.
3.
Y consumaron todas las cosas, y acumularon
sobre sus cabezas sus pecados.
4.
Muchos circulaban con lámparas encendidas, pensando que era ya de noche,
y se ponían a la mesa.
5.
Y el Señor clamó, diciendo: Mi potencia,
mi potencia, me has abandonado. Y pronunciadas estas palabras perdió la
vida.
6.
Y, en aquella misma hora, el velo del templo
de Jerusalén se rompió en dos.
Sepultura
de Jesús
VI
1.Entonces
los judíos arrancaron los clavos de las manos del Señor y lo pusieron en
tierra. Y la tierra entera tembló y un gran temor se esparció entre el
pueblo.
2.
Mas el sol volvió a brillar, y se encontró
que era la hora de nona.
3.
Los judíos se regocijaron de ello, y dieron
a José el cuerpo del Señor, para que lo sepultase. Porque José había
sido testigo de todo el bien que el Señor había hecho.
4.
Habiendo, pues, tomado al Señor, lo lavó,
y lo envolvió en un lienzo, y lo transportó a su propia tumba, llamada
el huerto de José.
5.
Y los judíos y los ancianos y los
sacerdotes comprendieron el mal que se habían hecho a sí mismos, y
comenzaron a lamentarse y a exclamar: ¡Malhayan nuestros pecados! El
juicio y el fin de Jerusalén se aproximan.
Duelo de
los discípulos
VII
1.Cuanto
a mí, me afligía con mis compañeros y, con el espíritu herido, nos
ocultábamos, porque sabíamos que los judíos nos buscaban, como
malhechores y como acusados de querer incendiar el templo.
2.
A causa de todo esto, ayunábamos, y permanecimos en triste duelo, y
llorando, noche y día, hasta el sábado.
Pánico
de los judíos
VIII
1.Pero
los ancianos y los escribas y los fariseos se habían reunido en concilio,
y, al saber que todo el pueblo murmuraba, y se golpeaba el pecho,
diciendo: Si a su muerte se han producido tamaños signos, ello demuestra
que era justo, cobraron gran pavor.
2.
Y fueron a Pilatos, rogándole, y diciendo:
3.
Procúranos soldados, a fin de que guardemos
su tumba durante tres días. Así evitaremos que sus discípulos vayan a
robar su cuerpo y que el pueblo, creyendo que ha resucitado de entre los
muertos, nos cause algún mal.
El
sepulcro de Jesús guardado y sellado
IX
1.
Pilatos, pues, les dio al centurión Petronio con soldados, para guardar
el sepulcro. Y a éste fueron con ellos los ancianos y los escribas y los
fariseos.
2.
Y habiendo arrastrado hasta aquel lugar una
enorme piedra, en un esfuerzo común y con ayuda del centurión y de los
soldados, todos los que estaban allí la colocaron a la puerta del
sepulcro, de modo que obstruyese su entrada.
3.
Y fijaron, para
asegurarla, siete sellos y, plantando una tienda, montaron la guardia.
4.
Y por la mañana, cuando el sábado
comenzaba a despuntar, llegó una gran multitud de gentes de Jerusalén y
de sus cercanías, para ver el sepulcro sellado.
Prodigios
que en el sepulcro ocurrieron
X
1.Empero,
en la noche tras la cual se abría el domingo, mientras los soldados en
facción montaban dos a dos la guardia, una gran voz se hizo oír en las
alturas.
2.
Y vieron los
cielos abiertos, y que dos hombres resplandecientes de luz se aproximaban
al sepulcro.
3.
Y la enorme piedra que se había colocado a
su puerta se movió por sí misma, poniéndose a un lado, y el sepulcro se
abrió. Y los dos hombres penetraron en él.
4.
Y, no bien hubieron visto esto, los soldados
despertaron al centurión y a los ancianos, porque ellos también hacían
la guardia.
5.
Y, apenas los soldados refirieron lo que habían
presenciado, de nuevo vieron salir de la tumba a tres hombres, y a dos de
ellos sostener a uno, y a una cruz seguirlos.
6.
Y la cabeza de los sostenedores llegaba
hasta el cielo, mas la cabeza de aquel que conducían pasaba más allá de
todos los cielos.
7.
Y oyeron una voz, que preguntaba en las
alturas: ¿Has predicado a los que están dormidos?
8.
Y se escuchó venir de la cruz esta
respuesta: Sí.
9.
Los circunstantes, pues, se preguntaban unos
a otros si no sería necesario marchar de allí, y relatar a Pilatos
aquellas cosas.
10.
Y, en tanto que deliberaban todavía, otra
vez aparecieron los cielos abiertos, y un hombre que de ellos descendió y
que entró en el sepulcro.
Temor de
los que hicieran la guardia en el sepulcro
XI
1.Visto
lo cual, el centurión y sus compañeros de guardia se apresuraron a ir a
visitar a Pilatos por la noche, abandonando el sepulcro que vigilaran. Y
contaron todo lo que habían presenciado, vivamente inquietos y diciendo:
Verdaderamente era Hijo de Dios.
2.
Mas Pilatos, respondiendo, dijo: Yo estoy puro de la sangre del Hijo de
Dios, y sois vosotros los que lo habéis decidido así.
3.
Entonces todos le rogaron, sumisos, que ordenase al centurión y a los
soldados no decir nada de lo que habían visto.
4.
Porque (arguyeron), siendo culpable del mayor pecado ante Dios, nos
importa no caer en manos del pueblo judío, y no ser lapidados.
5.
Y Pilatos ordenó al centurión y a los
soldados que nada dijesen.
Visita
de varias mujeres al sepulcro
XII
1.Al
rayar el alba, María Magdalena, discípula del Señor, tomando consigo a
varias de sus amigas, fue con ellas al sepulcro en que aquél había sido
depositado.
2.
Y eligió esa hora, por temor a los judíos,
los cuales estaban inflamados de cólera, y ella no había hecho, sobre el
sepulcro del Señor, lo que las mujeres acostumbran a hacer con los
muertos y con los seres queridos.
3.
Y las visitantes temían que los judíos las
viesen, y decían: Aunque el día en que se lo crucificó no hayamos
podido llorar y lamentarnos, hagámoslo ahora, al menos sobre su sepulcro.
¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro, a fin de que
entremos, nos sentemos junto a él, y lo unjamos?
4.
Porque la piedra es enorme, y tememos que
alguien nos vea. Y, si no podemos revolverla, al menos depositaremos a la
entrada lo que traemos en memoria suya. Y lloraremos, y nos lamentaremos,
hasta que volvamos a nuestras casas.
Las
mujeres encuentran el sepulcro abierto y un ángel les anuncia la
resurrección de Jesús
XIII
1.Y,
habiendo llegado al sepulcro, lo encontraron abierto. Y aproximándose, y
bajándose a mirar, vieron, sentado en medio del sepulcro, un mancebo
hermoso y vestido con una ropa muy brillante, que les dijo:
2.
¿Por qué habéis venido? ¿A quién buscáis?
¿Al crucificado? Resucitó, y se fue. Y, si no lo creéis, mirad, y ved
que no está ya en el lugar en que se lo puso. Porque se ha levantado de
entre los muertos, y se ha ido a la mansión de donde se lo había
enviado.
3.
Entonces las mujeres, espantadas, huyeron.
Los discípulos
continúan afligidos
XIV
1.Y
era el último día de los Ázimos, y muchos salían de la ciudad, y
regresaban a sus hogares, por haber terminado la fiesta.
2.
Nosotros, los doce discípulos del Señor,
llorábamos y nos afligíamos. Y cada cual, apesadumbrado por lo que
sucediera, se retiró a su casa.
3.
Cuanto a mí, Simón Pedro, y a Andrés, mi
hermano, tomamos nuestras redes y nos fuimos al mar. Y estaba con nosotros
Levi, hijo de Alfeo, cuando el Señor...
Fuente:
Los Evangelios Apócrifos, por Edmundo González Blanco
(Citas
en la literatura cristiana primitiva)
Serapión
(Ob. de Antioquía 190-211)
1.
Nosotros, en efecto, hermanos, recibimos tanto a Pedro como a los demás
apóstoles cual si se tratara de Cristo mismo, pero rechazamos con
conocimiento de causa las obras falsificadas con sus nombres, sabiendo que
semejantes escritos no los hemos recibido por tradición. Yo, cuando me
encontraba en medio de vosotros, suponía que todos estabais adheridos a
la verdadera fe, y por no hojear el evangelio atribuido a Pedro,
que ellos mismos me presentaban, dije que, si era aquello lo único que
les acongojaba, podían leerlo. Mas ahora, al enterarme de que su
verdadero sentir estaba enmarañado en cierta herejía, a juzgar por lo
que se me ha dicho, me apresuré a personarme de nuevo entre vosotros. Así,
pues, hermanos, esperadme en breve. Por nuestra parte, hermanos, después
de darnos perfecta cuenta de la herejía a que estaba adherido Marciano,
quien llegaba a contradecirse a sí mismo, no entendiendo lo que decía
(cosa que podréis saber por mi carta), nos ha sido, pues, posible por
medio de los que manejaron este mismo evangelio; es decir, por los
sucesores de los que le entronizaron (a los que llamaremos docetas, pues
la mayor parte de sus doctrinas están impregnadas en las enseñanzas de
estos herejes), hemos podido, digo, por medio de éstos manejar el libro
en cuestión, hojearlo y comprobar que la mayor parte del contenido está
conforme con la recta doctrina del Salvador, si bien se encuentran algunas
recomendaciones nuevas que hemos sometido a vuestra consideración. Y esto
es lo que escribía Serapión. (citado por Eusebio, Hist. Eccl. VI
12,2-6)
Orígenes
(+ 253-254)
2.
Algunos, haciendo caso a la tradición contenida en el evangelio titulado según
Pedro o en el libro de Santiago, dicen que los hermanos de Jesús son
hijos de José, habidos de una primera mujer que convivió con éste antes
que María. (Comm. in Mt. 10,17)
Eusebio de
Cesarea (+ 339)
3.
Y por lo que se refiere a los llamados Hechos suyos [de Pedro], al
Evangelio que lleva su nombre y a lo que llaman su Predicación y su
Apocalipsis, sabemos que no han sido en manera alguna incluidos por la
tradición entre los católicos [libros canónicos], pues ningún escritor
eclesiástico antiguo o contemporáneo se sirvió de testimonios
procedentes de tales obras. (Hist. Eccl. III 3,2)
4.
Por otra parte, el estilo desdice de las maneras apostólicas; además,
las sentencias y principios del contenido, en total desacuerdo con la
verdadera ortodoxia, demuestran claramente que se trata, en efecto,
de teorías inventadas por herejes. Por que tales obras no deben ser
catalogadas siquiera entre las apócrifas, sino rechazadas por absurdas e
irreverentes. (Hist. Eccl. III 25,6-7)
Teodoreto
Cirense (+ h.460)
5.
Los nazarenos son judíos que veneran a Cristo como hombre justo y que se
sirven del evangelio llamado según Pedro. (Haeret.
fabularum. comp. II 2)
Fuente:
Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC
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