domingo, 23 de marzo de 2014

EL PASTOR DE HERMAS (IV)


Novena Parábola
[78] I. Después de haber escrito los mandamientos y parábolas del pastor, el ángel del arrepentimiento vino a mí y me dijo: «Deseo mostrarte todas las cosas que el Espíritu Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te mostró. Porque este Espíritu es el Hijo de Dios. Porque cuando tú eras más débil en la carne, no te fue declarado a través de un ángel; pero cuando fuiste capacitado por el Espíritu, y te hiciste fuerte en tu fortaleza de modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue manifestada de modo claro, a través de la Iglesia, la edificación de la torre. En forma justa y apropiada has visto todas las cosas, (instruido) como si fuera por una virgen; pero ahora ves (siendo instruido) por un ángel, aunque es por el mismo Espíritu; pese a ello, has de aprenderlo todo con más exactitud de mí. Porque para esto también fui designado por el ángel glorioso para permanecer en tu casa, para que pudieras ver todas las cosas con poder, sin sentirte aterrado en nada, no como antes.» Y él me llevó a Arcadia, a cierta montaña redondeada, y me puso en la cumbre de la montaña, y me mostró una gran llanura, y alrededor de la llanura doce montañas, las cuales tenían cada una un aspecto diferente. La primera era negra como hollín; la segunda, desnuda, sin vegetación; la tercera, llena de espinos y zarzas; la cuarta tenía la vegetación medio mustia, la parte superior de la hierba era verde, pero la parte cercana a las raíces, seca, y parte de la hierba se había marchitado, siempre que el sol la había quemado; la quinta montaña tenía hierba verde y era áspera; la sexta montaña estaba llena de barrancos por todas partes, algunos pequeños y otros grandes, y en las hendiduras había vegetación, pero la hierba no era muy lozana, sino más bien marchita; la séptima montaña tenía vegetación sonriente, y toda la montaña estaba en condición próspera, y había ganado y aves de todas clases que se alimentaban en esta montaña; y cuanto más ganado y aves alimentaba, más florecía la hierba de esta montaña. La octava montaña estaba llena de fuentes, y toda clase de criaturas del Señor bebían en las fuentes de esta montaña. La novena montaña no tenía agua alguna y era por completo un desierto; y tenía fieras y reptiles mortíferos, que destruían a la humanidad. La décima montaña tenía árboles muy grandes y mucha umbría, y bajo la sombra había ovejas echadas y paciendo y reposando. La montaña undécima tenía una gran espesura de bosques por todas partes, y los árboles de la misma eran muy productivos, cubiertos de varias clases de frutos, de modo que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La duodécima montaña era del todo blanca y su aspecto era alegre; y la montaña era en extremo hermosa de por si.
[79] II. Y en la mitad de la llanura me mostró una gran roca blanca, que se levantaba sobre la llanura. La roca era más elevada que las montañas, y tenía cuatro lados, de modo que podía contener a todo el mundo. Ahora bien, esta roca era antigua y tenía una puerta excavada en ella; pero la puerta me pareció haber sido excavada muy recientemente. Y la puerta brillaba más que el resplandor del sol., de modo que me maravillé del brillo de la puerta. Y alrededor de la puerta había doce vírgenes. Las cuatro que estaban en los extremos me parecieron más gloriosas (que el resto); pero las otras también eran gloriosas; y (las cuatro) estaban de pie en las cuatro partes de la puerta, y había vírgenes, en parejas, entre ellas. E iban vestidas de túnicas de lino y ceñidas de manera apropiada, teniendo el hombro derecho libre, como si intentaran llevar alguna carga. Así estaban preparadas, porque eran muy animosas y alegres. Después que vi estas cosas, me maravillé de la grandeza y la gloria de lo que estaba viendo. Y de nuevo me quedé perplejo con respecto a las vfrgenes, que, aunque fueran delicadas, estaban de pie como hombres, como si intentaran llevar todo el cielo. Y el pastor me dijo: «¿Por qué te haces preguntas y estás perplejo, y te pones triste? Porque las cosas que no puedes comprender no te las propongas, si eres prudente; pero ruega al Señor, para que puedas recibir entendimiento para comprenderlas. Lo que hay detrás de ti tú no puedes verlo, pero lo que hay delante de ti lo contemplas. Las cosas que no puedes ver, por tanto, déjalas, y no te preocupes de ellas; pero las cosas que puedes ver, éstas domínalas, y no tengas curiosidad sobre el resto; pero voy a explicarte todas las cosas que te mostraré. Observa, pues, lo que queda.»
                                            
[80] III. Y vi seis hombres que venían, altos y gloriosos y de aspecto semejante, y éstos llamaron a una gran multitud de hombres. Y los otros que habían venido también eran altos y hermosos y poderosos. Y los seis hombres les ordenaron que edificaran una torre sobre la puerta. Y hacían un gran ruido estos hombres que habían venido para edificar la torre, cuando corrían de un lado a otro alrededor de la puerta. Porque las vírgenes que había junto a la puerta dijeron a los hombres que se apresuraran a edificar la torre. Y las vírgenes tendieron las manos como para recibir algo de los hombres. Y los seis hombres ordenaron que subieran piedras de cierto hoyo profundo, que habían de servir para la edificación de la torre. Y subieron diez piedras cuadradas y pulimentadas, [no] labradas de una cantera. Y los seis hombres llamaron a las vfrgenes, y les ordenaron que llevaran todas las piedras que habían de entrar en la edificación de la torre, y que las pasaran por la puerta y las entregaran a los hombres que estaban a punto de edificar la torre. Y las vírgenes se cargaron las primeras diez piedras que habían aparecido de lo profundo del hoyo, y las transportaron entre todas, piedra por piedra.
[81] IV. Y tal como estaban juntas alrededor de la puerta, en este orden las llevaron; las que parecían ser bastante fuertes se habían inclinado a los ángulos de la piedra, en tanto que las otras se inclinaban a los lados de la piedra. Y así acarrearon todas las piedras. Y las trasladaron a través de la puerta, tal como se les había ordenado, y las entregaron a los hombres para la torre; y éstos tomaron las piedras y edificaron. Y la edificación de la torre era sobre la gran roca y sobre la puerta. Estas diez piedras fueron entonces juntadas, y cubrían toda la roca. Y éstas formaron un fundamento para el edificio de la torre. Y [la roca y] la puerta sostenían toda la torre. Y después de las diez piedras subieron de la profundidad otras veinticinco piedras, y éstas fueron encajadas en el edificio de la torre, siendo acarreadas por las vírgenes, como las anteriores. Y después de éstas subieron treinta y cinco piedras. Y éstas, asimismo, fueron encajadas en la torre. Y después de éstas vinieron otras cuarenta piedras, y éstas fueron puestas todas en el edificio de la torre. Así que se pusieron cuatro hileras en los fundamentos de la torre. Y (las piedras) dejaron de subir de la profundidad, y los edificadores también cesaron un rato. Y entonces los seis hombres ordenaron a la multitud de gente que trajera piedras de las montañas para la edificación de la torre. Fueron traídas, pues, de todas las montañas, de varios colores, labradas por los hombres, y entregadas a las vírgenes; y las vírgenes las acarreaban a través de la puerta y las entregaban para la edificación de la torre. Y cuando las distintas piedras fueron colocadas en el edificio, se hicieron semejantes todas y blancas, y perdieron sus muchos colores. Pero algunas piedras fueron entregadas por los hombres para el edificio, y éstas no se volvieron brillantes; sino que tal como eran colocadas, así permanecían; porque no eran entregadas por las vírgenes ni habían sido acarreadas a través de la puerta. Estas piedras, pues, eran disformes y desagradables a la vista en el edificio de la torre. Entonces los seis hombres vieron que las piedras eran impropias en el edificio, y ordenaron que fueran quitadas y fueran llevadas (abajo) a su lugar propio, de donde habían sido traídas. Y dijeron a los hombres que estaban trayendo piedras: «Absteneos del todo de entregar piedras para la edificación; pero colocadlas junto a la torre, para que las vfrgenes las acarreen a través de la puerta y las entreguen a los que edifican. Porque», [dijeron ellos], «si no son acarreadas a través de la puerta por las manos de estas vírgenes no pueden cambiar su color. No trabajéis, pues», [dijeron], «en vano.»
[82] V. Y el edificio quedó terminado en aquel día; con todo, la torre no quedó terminada por completo, porque había de ser elevada [todavía] un poco más; y hubo una interrupción en la edificación. Y los seis hombres ordenaron a los edificadores que se retiraran un rato [todos ellos] y descansaran; pero a las vírgenes no les ordenaron que se retiraran de la torre. Y yo pensé que las vírgenes se habían quedado para guardar la torre. Y después que todos se hubieron retirado [y descansado], yo le dije al pastor: «Señor, ¿por qué no ha sido completada la edificación de la torre?» «La torre», me contestó, «no puede ser completamente terminada hasta que su Señor venga y ponga a prueba este edificio, con el fin de que, si hay algunas piedras que se desmenuzan, las pueda cambiar porque la torre es edificada según su voluntad.» «Quisiera saber, señor», le dije, «qué es el edificio de esta torre, y respecto a la roca y la puerta, y las montañas, y las vírgenes, y las piedras que vinieron de lo profundo y no fueron labradas, sino que fueron usadas tal como estaban en la edificación; y porqué fueron colocadas primero diez piedras en los fundamentos, luego veinticinco, luego treinta y cinco, luego cuarenta; y respecto a las piedras que han entrado en la edificación y fueron quitadas otra vez y devueltas a su lugar; con respecto a todas estas cosas da descanso a mi alma, señor, y explícamelas.» Y me dijo: «Si no eres dominado por una curiosidad yana, conocerás todas estas cosas. Porque después de unos pocos días vendremos aquí, y verás lo que a continuación ocurrirá a esta torre y entenderás todas las parábolas con exactitud.» Y después de unos días volvimos al lugar en que nos habíamos sentado, y él me dijo: «Vayamos a la torre, porque el propietario de la torre viene para inspeccionarla.» Y fuimos a la torre y no había nadie allí cerca, excepto las vírgenes. Y el pastor preguntó a las vírgenes si el amo de la torre había llegado. Y ellas le dijeron que llegaría pronto para inspeccionar el edificio.
[83] VI. Y he aquí, después de poco vi un despliegue de muchos hombres que venían, y en medio un hombre de una estatura tal que sobrepujaba la torre. Y los seis hombres que habían dirigido la edificación andaban con él a su derecha y a su izquierda, y todos los que habían trabajado en la edificación estaban con él, y muchos otros gloriosos ayudantes alrededor. Y las vírgenes que vigilaban la torre se adelantaron y le besaron, y empezaron a caminar a su lado alrededor de la torre. Y este hombre inspeccionó el edificio tan cuidadosamente, que palpó cada una de las piedras, y empuñaba una vara en la mano, con la cual golpeaba cada una de las piedras que estaba colocada en el edificio. Y cuando golpeaba, algunas de las piedras se volvían negras como hollín, otras mohosas, otras se resquebrajaban, otras se rompían, otras no se volvían ni blancas ni negras, otras deformes y no encajaban con las otras piedras, y otras mostraban muchas manchas; éstos eran los aspectos diversos de las piedras que se veía eran impropias para el edificio. Así que ordenó que todas ellas fueran quitadas de la torre, y fueran colocadas junto a la torre, y fueran traídas otras piedras y colocadas en lugar de aquéllas. Y los edificadores le preguntaron de qué montaña deseaba que fueran traídas las piedras y puestas en su lugar. Y él no quiso que fueran traídas de las montañas, sino que mandó que fueran traídas de cierta llanura que había muy cerca. Y cavaron en la llanura, y se hallaron piedras allí brillantes y cuadradas, pero algunas de ellas eran demasiado redondeadas. Y todas las piedras que había por todas panes en aquella llanura fueron traídas, y fueron acarreadas a través de la puerta por las vírgenes. Y las piedras cuadradas fueron labradas y puestas en el lugar de las que habían sido quitadas; pero las redondeadas no fueron colocadas en el edificio, porque era difícil darles forma, y el trabajo en ellas era lento. Así que fueron colocadas al lado de la torre, como si se intentara darles forma y colocarlas en el edificio; porque eran muy brillantes.
[84] VII. Así que, habiendo realizado estas cosas, el hombre glorioso que era el señor de toda la torre llamó al pastor hacia sí, y le entregó todas las piedras que había puestas al lado de la torre, y que fueron quitadas del edificio, y le dijo: «Limpia estas piedras cuidadosamente, y ponlas en el edificio de esta torre; se entiende las que puedan encajar con el resto; pero las que no puedan encajar, échalas lejos de la torre.» Habiendo dado estas órdenes al pastor, se marchó de la torre con todos los que habían venido con él. Y las vírgenes estaban alrededor de la torre observándole. Yo le dije al pastor: «¿Cómo pueden estas piedras entrar otra vez en el edificio de la torre, siendo así que han sido desaprobadas?» Él me contestó: «¿Ves estas piedras?» «Las veo, señor», le dije. «Yo mismo daré forma a la mayor parte de estas piedras y las pondré en el edificio, y encajarán con las piedras restantes.» «¿Cómo es posible», le dije, «cuando sean recortadas con el cincel, que encajen en el mismo espacio?» El me dijo como respuesta: «Todas las que sean halladas pequeñas, serán puestas en medio del edificio; pero las que sean mayores, serán colocadas cerca del exterior, y se enlazarán con las otras.» Con estas palabras me dijo: «Vayámonos, y después de dos días volvamos y limpiemos estas piedras y pongámoslas en el edificio; porque todas las cosas alrededor de la torre han de ser limpiadas, no sea que el señor venga súbitamente y halle los alrededores de la torre sucios y se enoje, y resulte que estas piedras no entren en la edificiación de la torre y yo sea tenido por descuidado a los ojos de mi señor.»
Y después de dos días fuimos a la torre, y él me dijo: «Inspeccionemos todas las piedras, y veamos cuáles pueden servir para la edificación.» Yo le dije: «Señor, inspeccionémoslas.»
[85] VIII. Y así, empezando, primero inspeccionamos las piedras negras; y tal como habían sido descartadas del edificio, así las hallamos. Y el pastor ordenó que fueran quitadas de la torre y fueran puestas a un lado. Luego inspeccionó las que eran mohosas, y las tomó y moldeó muchas de ellas, y ordenó a las vírgenes que las tomaran y las pusieran en el edificio. Y las vírgenes las tomaron y las colocaron en el edificio de la torre en una posición media. Pero para las restantes ordenó que fueran colocadas con las negras, porque éstas también eran negras. Luego empezó a inspeccionar las que tenían rajas; y de éstas moldeó algunas, y ordenó que fueran llevadas por las manos de las vírgenes para el edificio. Y fueron colocadas hacia fuera, porque se vio que eran sanas. Pero el resto no pudo ser moldeado debido al número de rajas. Por esta razón, pues, fueron echadas fuera del edificio de la torre. Luego siguió inspeccionando (las piedras) de tamaño reducido, y muchas de ellas estaban negras, y algunas tenían grandes rajas; y ordenó que éstas también fueran colocadas con las que habían sido descartadas. Pero las que quedaban, él las limpió y les dio forma, y ordenó que fueran colocadas en el edificio. Así que las vírgenes las tomaron y las encajaron en medio del edificio de la torre; porque eran algo débiles. Luego empezó a inspeccionar las que eran medio blancas y medio negras, y muchas de ellas (ahora) eran del todo negras; y ordenó que éstas fueran llevadas con las que habían sido descartadas antes. +Pero todas las restantes fueron [halladas blancas, y fueron] llevadas por las vírgenes; porque siendo blancas fueron encajadas por las mismas [vírgenes] en el edificio.+ Pero fueron colocadas hacia fuera, porque estaban sanas, de modo que podían unirse a las que habían sido colocadas en medio; porque ni una sola de ellas era demasiado pequeña. Entonces empezó a inspeccionar las duras y deformes; y unas pocas fueron descartadas, debido a que no se podían moldear, porque eran demasiado duras. Pero moldeó las restantes, les dio forma [y fueron llevadas por las vírgenes], y fueron encajadas en medio del edificio de la torre, porque eran algo débiles. Luego siguió inspeccionando las que tenían manchas, y algunas de éstas se habían vuelto negras y fueron echadas con el resto; pero las restantes eran brillantes y sanas, y fueron encajadas por las vírgenes en el edificio; pero fueron colocadas hacia fuera debido a su fuerza.


                                             
[86] IX. Entonces fue a inspeccionar las piedras blancas y redondas, y me dijo: «¿Qué haremos con estas piedras?» «¿Cómo puedo saberlo yo, señor?», le respondí. [Y él me dijo]: «j,No te das cuenta de nada con respecto a las mismas?» Y le dije: «Señor, no entiendo en este arte, ni soy cantero, ni puedo decir nada.» «¿No ves», me dijo, «que son muy redondas, y si quiero hacerlas cuadradas es necesario quitar de ellas mucho con el cincel? Con todo, algunas tienen que ser colocadas por necesidad en el edificio.» «Señor», dije, «si ha de ser así, ¿por qué te desazonas, y por qué no escoges para el edificio las que quieras y las encajas en él?» El escogió de entre las grandes y brillantes algunas y las picó; y las vírgenes las tomaron y las encajaron en las panes exteriores del edificio. Pero las restantes que habían quedado se las llevaron y las pusieron en la llanura de donde habían sido traídas; éstas no fueron echadas, sin embargo, porque», dijo él, «queda todavía parte de la torre para ser construida. Y el señor de la torre desea muchísimo que estas piedras sean encajadas en el edificio, porque son muy brillantes.» Así que fueron llamadas doce mujeres, de muy hermosa figura, vestidas de negro, [ceñidas y con los hombros desnudos], con el pelo colgando. Y estas mujeres, pensé yo, tenían un aspecto arisco. Y el pastor ordenó que tomaran las piedras que habían sido desechadas del edificio, y las llevaran a las mismas montañas de las cuales habían sido traídas; y ellas las tomaron con alegría, y se llevaron todas las piedras y las pusieron en el lugar de donde habían sido sacadas. Y después que habían sido quitadas todas las piedras, y no quedaba una sola alrededor de la torre, el pastor me dijo: «Demos la vuelta a la torre y veamos que no haya defecto en ella.» Y yo di la vuelta con él. Y cuando el pastor vio que la torre era muy hermosa en la edificación, se puso en extremo contento; porque la torre estaba tan bien edificada que, cuando yo la vi, deseé con ansia la edificación de la misma; porque estaba edificada como si fuera de una sola piedra, encajada toda junta. Y la obra de piedra parecía como si hubiera sido excavada de la roca; porque me parecía como si fuera todo una sola piedra.
[87] X. Y cuando andaba con él yo estaba contento al ver una vista tan airosa. Y el pastor me dijo: «Ve y trae yeso y arcilla fina, para que pueda rellenar las formas de las piedras que han sido tomadas y puestas en el edificio; porque toda la torre alrededor ha de ser lisa.» E hice lo que me mandó, y se lo traje. «Ayúdame», me dijo, «y la obra será realizada rápidamente.» Así que él llenó las formas de las piedras que habían entrado en el edificio, y ordenó que los alrededores de la torre fueran barridos y limpiados. Y las vírgenes tomaron escobas y barrieron, y quitaron todos los escombros alrededor de la torre, y rociaron con agua, y el terreno alrededor de la torre quedó alegre y muy hermoso. El pastor me dijo: «Todo ha quedado limpio ahora. Si el señor viene a inspeccionar la torre, no tiene nada de qué acusarnos.» Diciendo esto, quería marcharse. Pero yo eché mano de su zurrón y le conjuré por el Señor que me explicara [todo] lo qüe me había mostrado. El me dijo: «Estoy ocupado durante un rato; luego te lo explicaré todo. Espérame aquí hasta que vuelva.» Yo le dije: «Señor, cuando esté solo aquí, ¿qué es lo que tengo que hacer?» «Tú no estás solo», me contestó, «porque estas vírgenes están aquí contigo.» «Encomiéndame, pues, a ellas», le dije. El pastor las llamó y les dijo: «Os encomiendo a este hombre hasta que vuelva», y se marchó. Así que yo quedé solo con las vírgenes; y ellas estaban muy alegres, y amablemente dispuestas hacia mí, especialmente las cuatro que eran más gloriosas en apariencia.
[88] XI. Las vírgenes me dijeron: «Hoy el pastor no viene aquí.» «¿Qué haré yo, pues?», dije. «Espérale», dijeron, «hasta el anochecer; y si viene, él hablará contigo; pero si no viene, te quedarás aquí con nosotras hasta que venga.» Yo les dije: «Le esperaré hasta el anochecer, y si no viene, me marcharé a casa y regresaré temprano por la mañana.» Pero ellas contestaron y me dijeron: «Él te encomendó a nosotras, y no puedes marcharte de nosotras.» «¿Dónde me quedaré, pues?» «Tú pasarás la noche con nosotras», dijeron, «como un hermano, no como un marido; porque tú eres nuestro hermano, y a partir de ahora nosotras moraremos contigo; porque te amamos entrañablemente.» Pero yo tenía vergüenza de quedarme con ellas. Y la que parecía ser la principal empezó a besarme y abrazarme; y las otras, viendo que ella me abrazaba, empezaron también a besarme, y me llevaban alrededor de la torre y jugaban conmigo. Y yo me había vuelto como si fuera un joven, y comencé yo mismo a jugar con ellas. Porque algunas de ellas empezaron a danzar, [otras a dar saltos], otras a cantar. Pero yo me quedé en silencio y andaba con ellas alrededor de la torre, y estaba contento con ellas. No obstante, cuando llegó la noche, deseaba irme a casa; pero ellas no me dejaron, sino que me detuvieron. Y yo pasé la noche con ellas, y dormí al lado de la torre. Porque las vírgenes esparcieron sus túnicas de lino sobre el suelo, y me hicieron echar en medio de ellas, y ellas no hacían otra cosa que orar; y yo oraba con ellas sin cesar, y no menos que ellas. Y las vírgenes se regocijaban de que yo orara. Y yo estuve con las vírgenes allí hasta la mañana a la segunda hora. Entonces vino el pastor y dijo a las vírgenes: «¿Le habéis hecho algún daño?» «Pregúntaselo», dijeron. Y yo le dije: «Señor, estuve contento de estar con ellas.» «¿Qué comiste para cenar?», me preguntó. «Cené, señor, las palabras del Señor durante toda la noche», le dije. «¿Te trataron bien?», preguntó él. «Sí, señor», contesté. «Ahora», dijo él, «¿qué es lo que quieres oír primero?» «En el orden en que me lo has mostrado, señor, desde el principio», le dije; «te ruego, señor, que me lo expliques exactamente en el orden en que te lo preguntaré.» «Según tu deseo, así te lo interpretaré», me dijo, «y no te esconderé nada a ti.»
[89] XII. «Primero, señor», le dije, «explícame esto. La roca y la puerta, ¿qué son?» «Esta roca», me contestó, «y la puerta, son el Hijo de Dios.» «Señor», le dije, «¿cómo es que la roca es antigua pero la puerta reciente?» «Escucha», me dijo, «y entiende, hombre insensato. El Hijo de Dios es más antiguo que toda su creación, de modo que fue el consejero del Padre en la obra de su creación. Por tanto, también El es antiguo.» «Pero la puerta, ¿por qué es reciente, señor?», le pregunté. «Porque», dijo él, «El fue manifestado en los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es hecha recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella en el reino de Dios. ¿Viste», me dijo, «que las piedras que pasaron por la puerta han entrado en la edificación de la torre, pero las que no pasaron por ella fueron echadas otra vez a su lugar?» «Lo vi, señor», dije yo. «Así, pues», dijo él, «nadie entrará en el reino de Dios a menos que haya recibido el nombre de su Hijo. Porque si tú quieres entrar en una ciudad, y esta ciudad está amurallada por completo y sólo tiene una puerta, ¿puedes entrar en esta ciudad como no sea por medio de la puerta que tiene?» «Señor, ¿cómo sería posible hacerlo de otra manera», le pregunté yo. «Así pues, si no puedes entrar en la ciudad excepto a través de la puerta que tiene, lo mismo», dijo él, «ninguno puede entrar en el reino de Dios excepto en el nombre de su Hijo que es amado por Él. ¿Viste», me dijo, «la multitud que está edificando la torre?» «La vi, señor», le contesté. «Estos», dijo él, «son todos ángeles gloriosos. De éstos, pues, está rodeado por todas panes el Señor. Pero la puerta es el Hijo de Dios; sólo hay esta entrada al Señor. Nadie puede entrar hasta Él de otra manera que por medio de su Hijo. ¿Viste», me dijo, «los seis hombres, y el hombre glorioso y poderoso en medio de ellos, que andaba alrededor de la torre y rechazaba las piedras del edificio?» «Le vi, señor», le dije. «El hombre glorioso», dijo él, «es el hijo de Dios, y los seis son los gloriosos ángeles que le guardan a su derecha y a su izquierda. De estos gloriosos ángeles ni uno entrará ante Dios aparte de Él; todo el que no recibe su nombre, no entrará en el reino de Dios.»
[90] XIII. «Pero la torre», dije yo, «¿qué es?» «La torre», contestó él, «¡cómo!, es la Iglesia.» «Y estas vírgenes, ¿quiénes son?» Y me dijo: «Son los espíritus santos; y ningún hombre puede hallarse en el reino de Dios a menos que éstos le revistan con su vestido; porque si tú recibes sólo el nombre, pero no recibes el vestido de ellos, no te sirve de nada. Porque estas vírgenes son poderes del Hijo de Dios. [Por lo tanto] si tú llevas el Nombre, y no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. Y las piedras», dijo él, «que viste que eran echadas, éstas llevaban el Nombre, pero no estaban vestidas con el vestido de las vírgenes.» «¿De qué clase, señor», pregunté yo, «es su vestido?» «Los mismos nombres», dijo él, «son su vestido. Todo el que lleva el nombre del Hijo de Dios, debería llevar los nombres de éstos también; porque incluso el Hijo mismo lleva los nombres de estas vírgenes. Todas las piedras que viste que entraban en el edificio de la torre», me dijo, «siendo dadas por sus manos y esperando para la edificación, han sido revestidas del poder de estas vírgenes. Por esta causa tú ves la torre hecha de una sola piedra con la roca. Así también los que han creído en el Señor por medio de su Hijo y están revestidos de estos espíritus, pasarán a ser un espíritu y un cuerpo, y sus vestidos son todos de un color. Pero estas personas que llevan los nombres de las vírgenes tienen su morada en la torre.» «Las piedras que son echadas, pues», dije yo, «¿por qué fueron echadas? Porque pasaron por la puerta y fueron colocadas en el edificio de la torre por manos de las vírgenes.» «Como todas estas cosas te interesan», dijo él, «e inquieres con diligencia, escucha lo que se refiere a las piedras que han sido echadas. Todas éstas», [dijo él], «recibieron el nombre del Hijo de Dios, y recibieron también el poder de estas vírgenes. Cuando recibieron, pues, estos espíritus, fueron fortalecidas, y estaban con los siervos de Dios, y tenían un espíritu y un cuerpo [y un vestido]; porque eran de un mismo pensar, y obraban justicia. Después de cierto tiempo, pues, fueron persuadidas por las mujeres que viste vestidas en ropa negra, y tenían los hombros desnudos y el pelo suelto, y eran de hermosa figura. Cuando las vieron las desearon, y se revistieron de su poder, pero se despojaron del poder de las vírgenes. Estos, por tanto, fueron echados de la casa de Dios y entregados a estas (mujeres). Pero los que no fueron engañados por la hermosura de estas mujeres permanecieron en la casa de Dios. Aquí tienes la interpretación de las que fueron descartadas», dijo él.
[91] XIV. «¿Qué pasa, pues, señor», dije yo, «si estos hombres, siendo lo que son, se arrepienten y se desprenden de su deseo hacia estas mujeres, y regresan a las vírgenes, y andan en su poder y en sus obras? ¿No entrarán en la casa de Dios?» «Entrarán», dijo él, «si se desprenden de las obras de estas mujeres y vuelven a tomar el poder de las vírgenes y andar en sus obras. Porque ésta es la razón por la que hubo una interrupción en la edificación, para que si éstos se arrepienten, puedan entrar en el edificio de la torre; pero si no se arrepienten, entonces otros ocuparán su lugar, y ellos serán expulsados finalmente.» Por todas estas cosas yo di gracias al Señor, porque Él tuvo compasión de todos los que invocan su nombre, y nos envió al ángel del arrepentimiento a los que habíamos pecado contra Él, y reavivó nuestro espiritu, y cuando ya estábamos echados a perder y no teníamos esperanza de vida, restauró nuestra vida.» «Ahora, señor», dije yo, «muéstrame por qué la torre no está edificada sobre el suelo, sino sobre la roca y sobre la puerta.» «Porque careces de sentido», dijo él, «y eres sin entendimiento [haces esta pregunta].» «Me veo obligado, señor», dije yo, «a preguntarte todas las cosas a ti porque yo soy totalmente incapaz de comprender nada en absoluto; porque todas estas cosas son grandes y gloriosas y difíciles de entender para los hombres.» «Escucha», continúo él. «El nombre del Hijo de Dios es grande e incomprensible, y sostiene a todo el mundo. Así pues, si toda la creación es sostenida por el Hijo [de Dios], ¿qué piensas tú de los que son llamados por Él, y llevan el nombre del Hijo de Dios y andan conforme a sus mandamientos? ¿Ves tú en qué manera Él sostiene a los hombres? Los que llevan su nombre de todo corazón. Él mismo, pues, es su fundamento, y Él los sustenta alegremente, porque ellos no están avergonzados de llevar su nombre.»
[92] XV. «Declárame, señor», le dije, «los nombres de las vírgenes y de las mujeres vestidas de ropas negras.» «Escucha», respondió él, «los nombres de las vírgenes más poderosas, las que se hallaban situadas en los extremos. La primera es Fe; la segunda, Continencia; la tercera, Poder; y la cuarta, Paciencia. Pero las otras estacionadas entre ellas tienen por nombres: Simplicidad, Inocencia, Pureza, Alegría, Verdad, Entendimiento, Concordia, Amor. El que lleva estos nombres y el nombre del Hijo de Dios podrá entrar en el reino de Dios. Escucha», me dijo, «también los nombres de las mujeres que llevan las ropas negras. De ellas hay también cuatro que son más poderosas que el resto: la primera es Incredulidad; la segunda, Intemperancia; la tercera, Desobediencia; la cuarta, Mentira; y las que siguen son llamadas Tristeza, Maldad, Lascivia, Irascibilidad, Falsedad, Locura, Calumnia, Rencor. El siervo de Dios que lleva estos nombres verá el reino de Dios, pero no entrará en él.» «Pero las piedras, señor», dije yo, «que vinieron de lo profundo y fueron encajadas en el edificio, ¿quiénes son?» «Las primeras», dijo él, «a saber, las diez, que fueron colocadas en los fundamentos, son la primera generación; las veinticinco son la segunda generación de los justos; las treinta y cinco son los profetas de Dios y sus ministros; las cuarenta son los apóstoles y maestros de la predicación del Hijo de Dios.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «entregaron las vírgenes también estas piedras para la edificación de la torre y las llevaron a través de la puerta?» «Porque estas primeras», contestó él, «llevaban estos espíritus, y nunca se separaron los unos de los otros, ni los espíritus de los hombres ni los hombres de los espíritus, sino que los espíritus permanecieron con ellos hasta que durmieron; y si ellos no hubieran tenido estos espíritus con ellos, no habrían sido hallados útiles para la edificación de esta torre.»
[93] XVI. «Muéstrame algo más aún, señor», le dije. «¿Qué deseas saber además», me dijo. «¿Por qué, señor», le pregunté «salieron las piedras de lo profundo, y por qué fueron colocadas en el edificio aunque traían estos espíritus?» «Les era necesario que se levantaran a través del agua, para que pudieran recibir vida; porque de otro modo no habrían podido entrar en el reino de Dios, a menos que hubieran puesto a un lado lo mortal de su vida [previa]. Lo mismo, pues, los que durmieron recibieron el sello del Hijo de Dios y entraron en el reino de Dios. Porque antes que un hombre lleve el nombre [del Hijo de] Dios, es muerto; pero cuando ha recibido el sello, deja a un lado la mortalidad y asume otra vez la vida. El sello, pues, es el agua; así que descienden en el agua muertos y salen vivos. Así que, también a ellos fue predicado este sello, y ellos se beneficiaron de él para poder entrar en el reino de Dios.» «¿Por qué, señor», le pregunté, «salieron las cuarenta piedras también de lo profundo, aunque ya habían recibido el sello?» «Porque éstas», dijo él, «los apóstoles y los maestros que predicaron el nombre del Hijo de Dios, después que hubieron dormido en el poder y la fe del Hijo de Dios, predicaron también a los que habían quedado dormidos antes que ellos, y ellos mismos les dieron el sello de la predicación. Por tanto, descendieron con ellos en el agua y salieron de nuevo. Pero éstos descendieron vivos [y de nuevo salieron vivos]; en tanto que los otros que habían dormido antes que ellos descendieron muertos y salieron vivos. Así que por medio de ellos fueron vivificados y llegaron al pleno conocimiento del nombre del Hijo de Dios. Por esta causa también subieron con ellos, y fueron encajados con ellos en el edificio de la torre y fueron edificados con ellos, sin que se les diera nueva forma; porque ellos durmieron en justicia y gran pureza. Sólo que no tenían este sello. Tú tienes, pues, la interpretación de estas cosas también.» «Las tengo, señor», le dije.
                                          
[94] XVII. «Ahora pues, señor, explícame respecto a las montañas. ¿Por qué son sus formas distintas la una de la otra, y son varias?» «Escucha», me dijo. «Estas doce montañas son [doce] tribus que habitan todo el mundo. A estas (tribus), pues, fue predicado el Hijo de Dios por los apóstoles.» «Pero explícame, señor, por qué son varias —estas montañas— y cada una tiene un aspecto diferente.» «Escucha», me respondió. «Estas doce tribus que habitan todo el mundo son doce naciones; y son diversas en entendimiento y en mente. Siendo diversas, pues, según viste, estas montañas, también lo son las variedades de la mente de estas naciones, y su entendimiento. Y yo te mostraré la conducta de cada una.» «Primero, señor», le dije, «muéstrame esto: por qué las montañas, siendo tan distintas, pese a todo, cuando sus piedras fueron puestas en el edificio, se volvieron brillantes y de un color como el de las piedras que habían ascendido de lo profundo.» «Porque», me dijo, «todas las naciones que habitan bajo el cielo, cuando oyeron y creyeron, fueron llamadas por el nombre único de [el Hijo de] Dios. Así que, habiendo recibido el sello, tenían un entendimiento y una mente, y pasó a ser suya una fe y [un] amor, y llevaron los espíritus de las vírgenes junto con el Nombre; por lo tanto, el edificio de la torre pasó a ser de un color brillante como el sol. Pero después que estuvieron juntas y se hicieron un cuerpo, algunas de ellas se contaminaron, y fueron echadas de la sociedad de los justos, y pasaron de nuevo a ser igual que eran antes, o aún peor.»
[95] XVIII. «Señor», le pregunté, «¿cómo se hicieron peor después de haber conocido plenamente a Dios?» «El que no conoce a Dios», respondió él, «y comete maldad, tiene cierto castigo por su maldad; pero el que conoce a Dios plenamente ya no debería cometer más maldad, sino hacer lo bueno. Así pues, si el que debería obrar bien comete maldad, ¿no parece cometer una maldad mayor que el que no conoce a Dios? Por tanto, los que no habían conocido a Dios y cometen maldad son condenados a muerte, pero los que han conocido a Dios y visto sus obras poderosas, y, con todo, cometen maldad, recibirán un castigo doble y morirán eternamente. De esta forma, pues, será purificada la Iglesia de Dios. Y así como tú viste las piedras quitadas de la torre y entregadas a los espíritus malos, ellos también serán echados fuera; y habrá un cuerpo de ellos que son purificados, tal como la torre, después de haber sido purificada, pasó a ser como si fuera una sola piedra. Así será la Iglesia de Dios también después de haber sido purificada, y los malvados e hipócritas y blasfemos e indecisos y los que cometen varias clases de maldad hayan sido echados fuera. Cuando éstos hayan sido echados fuera, la Iglesia de Dios será un cuerpo, un entendimiento, una mente, una fe, un amor. Y entonces el Hijo de Dios se regocijará y se gozará en ellos, porque Él ha vuelto a recibir a su pueblo puro.» «Grandes y gloriosas son, señor, todas estas cosas. Una vez más, señor», [le dije], «muéstrame la fuerza y las acciones de cada una de las montañas, para que cada alma que confía en el Señor, cuando lo oiga, pueda glorificar su nombre grande, maravilloso y glorioso.» «Escucha», me dijo, «la variedad de las montañas y de las doce naciones.
[96] XIX. »De la primera montaña, que era negra, los que han creído son como sigue: rebeldes y blasfemos contra el Señor, y traidores de los siervos de Dios. Para éstos no hay arrepentimiento, sino que hay muerte. Por esta causa son también negros; porque su raza es rebelde. Y de la segunda montaña, la desolada, los que han creído son así: hipócritas y maestros de maldad. Y éstos, pues, son como los primeros en no tener el fruto de la justicia. Porque, tal como su montaña es sin fruto, del mismo modo estos hombres tienen un nombre, verdaderamente, pero están vacíos de fe, y no hay fruto de verdad en ellos. A éstos, por tanto, se les ofrece arrepentimiento si se arrepienten presto; pero si lo demoran, morirán con los anteriores.» «¿Por qué, señor», pregunté yo, «es posible el arrepentimiento para ellos, pero no lo es para los anteriores? Porque sus actos son casi los mismos.» «Por esto», me dijo, «les es ofrecido arrepentimiento a éstos, porque no han blasfemado de su Señor ni han traicionado a los siervos de Dios; pese a todo, por afán de lucro actúan de modo hipócrita, y se enseñan el uno al otro [según] los deseos de los pecadores. No obstante, éstos recibirán cierto castigo; con todo, hay arrepentimiento ordenado para ellos, porque no han sido blasfemos o traidores.
                                          

[97] XX. »Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y zarzas, los que han creído son así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en muchos asuntos de negocios. Las zarzas son los ricos, y los espinos son los que están mezclados en varios asuntos de negocios. Estos [pues, que están mezclados en muchos y varios asuntos de negocios] no se juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo ahogados por sus asuntos; por su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los siervos de Dios, no sea que se les pueda pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente entrarán en el reino de Dios. Porque tal como es difícil andar entre espinos con los pies descalzos, también es difícil que estos hombres entren en el reino de Dios. Pero para todos éstos es posible el arrepentimiento, aunque ha de ser rápido, para que lo que omitieron hacer en días pasados, puedan ahora compensarlo y hacer algo bueno. Si se arrepienten, pues, y hacen algo bueno, vivirán para Dios; pero si continúan en sus actos, serán entregados a aquellas mujeres, las cuales les darán muerte.
[98] XXI. »Y con respecto a la cuarta montaña, la que tenía mucha vegetación, la parte superior de la hierba era verde y la parte hacia las raíces seca, y alguna había sido secada por el sol, los que han creído son así: los indecisos y los que tienen al Señor en sus labios pero no lo tienen en su corazón. Por tanto, sus fundamentos son secos y sin poder, y sólo viven sus palabras, pero sus obras son muertas. Estos hombres no son ni vivos ni muertos. Son, por consiguiente, como los indecisos; porque el indeciso no es ni verde ni seco; porque ellos no están vivos ni muertos. Porque como su hierba se secó cuando vio el sol, así también el hombre indeciso, cuando oye que se acerca tribulación, por su cobardía adora a los ídolos y se avergüenza del nombre de su Señor. Éstos no están ni vivos ni muertos. Pese a todo, éstos también, si se arrepienten presto, podrán vivir; pero si no se arrepienten, han sido entregados ya a las mujeres que les quitan la vida.
[99] XXII. »Y de la quinta montaña, la que tenía la hierba verde y era abrupta, los que han creído son así: son fieles, pero lentos para aprender y obstinados, y procuran agradarse a sí mismos, deseando saber todas las cosas y, con todo, no saben nada en absoluto. A causa de su obstinación, el entendimiento se mantuvo alejado de ellos, y entró en ellos una insensatez sin sentido; y se alaban a sí mismos como si tuvieran entendimiento, y desean ser maestros que se han nombrado a sí mismos, aunque carezcan de sentido. Debido, pues, a este orgullo del corazón de muchos, aunque se exaltan a sí mismos, han sido vaciados; porque la obstinación y la yana confianza son un demonio poderoso. De éstos, pues, muchos fueron echados, pero algunos se arrepintieron y creyeron y se sometieron a los que tenían entendimiento, habiéndose dado cuenta de su propia insensatez. Con todo, y para el resto que pertenece a esta clase, se les ofrçce arrepentimiento; porque ellos no se hicieron malos, sino más bien insensatos y sin entendimiento. Si éstos, por tanto, se arrepienten, vivirán para Dios; pero si no se arrepienten, tendrán su morada con las mujeres que obran mal contra ellos.
[100] XXIII. »Pero los que han creído de la sexta montaña, que tiene barrancos grandes y pequeños, y en las hendiduras la hierba se ha secado, son así: los que se hallan en las hendiduras pequeñas, éstos son los que tienen algo el uno contra el otro, y por sus murmuraciones se han secado en la fe; pero muchos de éstos se arrepienten. Sí, y el resto de ellos se arrepentirá cuando oigan mis mandamientos; porque sus murmuraciones son pequeñas y se arrepentirán pronto. Pero los que se hallan en las grandes hendiduras, éstos persisten en sus murmuraciones y guardan rencores, manteniendo la ira el uno contra el otro. Estos, pues, fueron quitados inmediatamente de la torre y rechazados de su edificación. Estas personas, pues, con dificultad vivirán. Si Dios y nuestro Señor, que gobierna sobre todas las cosas y tiene autoridad sobre toda su creación, no guarda rencor contra los que confiesan sus pecados, sino que es misericordioso, ¿debe el hombre, que es mortal y lleno de pecado, guardar rencor contra otro hombre, como si pudiera destruirle o salvarle? Os digo yo el —ángel del arrepentimiento— a cuantos sostenéis esta herejía, apartadla de vosotros y arrepentíos, y el Señor curará vuestros pecados anteriores si os purificáis de este demonio; pero si no, seréis entregados a él para que os dé muerte.
 
[101] XXIV. »Y de la séptima montaña, en la cual había hierba verde y sonriente, y toda la montaña prosperaba, y había ganado de todas clases y las aves del cielo se alimentaban de la hierba de esta montaña, y la hierba verde de la cual se alimentaban crecía aún más lozana, los que creyeron son así: son simples e inocentes y benditos, no teniendo nada los unos contra los otros, sino regocijándose siempre en los siervos de Dios, y revestidos del santo Espíritu de estas vfrgenes, y teniendo compasión siempre de todo hombre, y de sus propias labores suplen la necesidad de todos sin reproches y sin recelos. El Señor, pues, viendo su simplicidad y su humildad, hizo que abundaran en las labores de sus manos, y les ha concedido favor sobre ellos en todas sus acciones. Pero os digo a los que sois como los tales —yo, el ángel del arrepentimiento—, permaneced hasta el fin como sois, y vuestra simiente nunca será borrada. Porque el Señor os ha puesto a prueba, y os ha contado entre su número, y toda vuestra simiente morará con el Hijo de Dios; porque recibisteis de su Espíritu.
[102] XXV. »Y de la octava montaña, la que tenía muchas fuentes, y todas las criaturas del Señor bebían de las fuentes, los que creyeron son así: apóstoles y maestros, que predican a todo el mundo, y que enseñan la palabra del Señor en sobriedad y pureza, y no retienen parte alguna por mal deseo, sino que anduvieron siempre en rectitud y verdad, y también recibieron el Espíritu Santo. Estos, por tanto, tendrán entrada con los ángeles.
[103] XXVI. »Y de la novena montaña, que estaba desierta, que tenía [los] reptiles y las fieras que destruyen a los hombres, los que creyeron son así: los que tienen las manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon la sustancia de viudas y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las ministraciones que habían recibido para ejecutar. Estos, pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no hay esperanza de vida para ellos; pero si se vuelven y cumplen sus ministraciones con pureza les será posible vivir. Pero los que están mohosos, éstos son los que han negado al Señor y no se han vuelto a Él, sino que se han vuelto estériles y desérticos, porque no se juntan con los siervos de Dios, sino que viven en soledad, éstos destruyen sus propias almas. Porque como la vid dejada a solas en un seto, si se la descuida es destruida y echada a perder por las malas hierbas, y con el tiempo se vuelve silvestre y ya no es útil para su dueño, así también los hombres de esta clase se han entregado al abatimiento y se vuelven inútiles para su Señor, haciéndose silvestres. A éstos, pues, les llega el arrepentimiento, a menos que hayan negado en su corazón; y yo no sé si uno que ha negado en su corazón es posible que viva. Y esto no lo digo con referencia a estos días, que un hombre después de haber negado haya de recibir arrepentimiento; porque es imposible que sea salvo el que ahora intente negar a su Señor; pero para los que le han negado hace mucho tiempo, el arrepentimiento parece posible. Si un hombre se arrepiente, por tanto, que lo haga rápidamente antes que la torre sea completada; pues si no, será destruido por las mujeres y le darán muerte. Y las piedras de tamaño reducido, éstos son los traidores y los murmuradores; y las fieras que viste en la montaña son éstos. Porque como las fieras con su veneno envenenan y matan a un hombre, así también las palabras de estos hombres envenenan y matan a un hombre. Estos, pues, están mutilados en su fe, a causa de lo que se han hecho a sí mismos; pero algunos de ellos se arrepintieron y fueron salvos; y el resto que son de esta clase pueden ser salvos si se arrepienten; pero si no se arrepienten, hallarán la muerte en las manos de aquellas mujeres, por cuyo poder son poseídos.
[104] XXVII. »Y de la décima montaña, en que había árboles que cobijaban a ciertas ovejas, los que creyeron son así: obispos, personas hospitalarias, que reciben alegremente en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios sin hipocresía. [Estos obispos] en todo tiempo sin cesar dieron albergue a los necesitados y a las viudas en sus ministraciones, y se condujeron con pureza en todo momento. A [todos] éstos, pues, les dará asilo el Señor para siempre. Los que han hecho estas cosas, por consiguiente, son gloriosos a la vista de Dios, y su lugar es ahora con los ángeles si siguen hasta el fin sirviendo al Señor.
[105] XXVIII. »Y de la undécima montaña, en que había árboles llenos de fruto, adornados con varias clases de frutos, los que creyeron son así: sufrieron por el Nombre [del Hijo de Dios], y también sufrieron dispuestos de todo corazón, y entregaron sus vidas.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «tienen todos los árboles frutos, pero algunos de estos frutos son más hermosos que otros?» «Escucha», me dijo: «todos cuantos han sufrido por amor al Nombre son gloriosos a la vista de Dios, y los pecados de ellos fueron quitados porque sufrieron por el nombre del Hijo de Dios. Ahora escucha por qué sus frutos son diversos y algunos sobrepujan a otros. Todos cuantos fueron torturados y no negaron», dijo él, «cuando fueron puestos delante del magistrado, sino que sufrieron dispuestos, éstos son los más gloriosos a la vista del Señor; su fruto es el que sobrepasa. Pero todos los que se acobardaron, y se perdieron en la incertidumbre, y consideraron en sus corazones si debían negar o confesar, y pese a todo sufrieron, sus frutos son menores, porque este designio entró en su corazón; porque este designio es malo, que un siervo niegue a su propio señor. Procurad, pues, los que albergáis esta idea, que este designio no permanezca en vuestros corazones y, con todo, muráis para el Señor. Pero, el que sufre por amor al Nombre debería glorificar a Dios, porque Dios te considera digno de que lleves este nombre, y que todos tus pecados sean sanados. Consideraos, pues, bienaventurados; sí, pensad, más bien, que habéis hecho una gran obra si alguno de vosotros sufre por amor a Dios. El Señor os concede vida, y no la echáis de ver; porque vuestros pecados os hunden, y si no hubierais sufrido por el Nombre [del Señor] habríais muerto para Dios por razón de vuestros pecados. Estas cosas os digo a los que vaciláis con respecto a la negación o la confesión. Confiesa que tienes al Señor, para que Él no te niegue, no sea que, denegándole, seas entregado a la cárcel. Si los gentiles castigan a sus esclavos, si uno de ellos niega a su señor, ¿qué pensáis que os hará el Señor que tiene autoridad sobre todas las cosas? ¡Fuera estos designios de vuestros corazones, para que podáis vivir para siempre en Dios!
[106] XXIX. »Y de la montaña duodécima, que era blanca, los que creyeron eran así: eran como verdaderos recién nacidos, en cuyo corazón no hay astucia alguna, ni han aprendido lo que es maldad, sino que permanecen siendo niños para siempre. Estos, pues, moran, sin duda, en el reino de Dios, porque no contaminaron los mandamientos de Dios en nada, sino que siguen siendo niños todos los días de su vida en su mentalidad. Cuantos de vosotros, por tanto, continuéis así», dijo él, «siendo como niños que no tienen malicia, seréis más gloriosos [aún] que los que han sido mencionados antes; porque los niños son gloriosos a la vista de Dios, y se hallan primero ante su vista. Bienaventurados sois, pues, cuantos habéis ahuyentado la maldad de vosotros yos habéis revestido de inocencia; viviréis para Dios más que todos los demás.»
Y después que hubo terminado las parábolas de las montañas, le dije: «Señor, explícame ahora respecto a las piedras que fueron sacadas de la llanura y colocadas en el edificio en lugar de las piedras que habían sido quitadas de la torre, y respecto a las (piedras) redondas que fueron colocadas en el edificio, y respecto a las que son todavía redondas.»
[107] XXX. «Oye también», me dijo, «con respecto a todas estas cosas. Las piedras que fueron traídas de la llanura y colocadas en el edificio de la torre en lugar de las que fueron rechazadas, son las raíces de esta montaña blanca. Cuando los que creyeron de esta montaña fueron hallados todos sinceros, el señor de la torre ordenó que estos de la raíz de esta montaña fueran puestos en el edificio de la torre. Porque sabía que si estas piedras entraran en el edificio [de la torre] permanecerían brillantes y ni una de ellas se volvería negra. Pero si hubiera añadido (piedras) de otras montañas, se habría visto obligado a visitar la torre de nuevo y purificarla. Así pues, todos éstos han sido hallados blancos, que han creído y que creerán; porque son de la misma clase. ¡Bienaventurada es esta clase, porque es inocente! Oye ahora, asimismo, respecto a las piedras redondas y brillantes. Todas éstas son de esta montaña blanca. Ahora oye por qué fueron halladas redondas. Sus riquezas las han oscurecido y ofuscado un poco de la verdad; pese a todo, nunca se han apartado de Dios ni ha salido ningún mal de su boca, sino toda equidad y virtud que viene de la verdad. Por lo tanto, cuando el Señor percibió su mente, +que ellos podían favorecer la verdad+ y al mismo tiempo permanecer buenos, Él mandó que les fuera quitada parte de sus posesiones, aunque no que se las quitaran del todo, de modo que pudieran hacer algún bien con lo que les había quedado, y pudieran vivir para Dios, porque vienen de una clase buena. Así pues, han sido recortadas un poco y colocadas en el edificio de esta torre.
                                          
[108] XXXI. »Pero las otras (piedras), que han permanecido redondas y no han sido encajadas en el edificio porque no han recibido todavía el sello, han sido vueltas a su propio lugar, porque fueron halladas muy redondas. Porque hay que separarlas de este mundo y de las vanidades de sus posesiones, y entonces van a encajar en el reino de Dios. Porque es necesario que entren en el reino de Dios; porque el Señor ha bendecido a esta clase inocente. De esta clase, pues, ninguno perecerá. Sí, incluso si alguno de ellos, habiendo sido tentado por el demonio más malvado, haya cometido alguna falta, retornará rápidamente a su Señor. A todos os digo que sois bienaventurados —yo, el ángel del arrepentimiento—, que sois sinceros e inocentes como niños, porque vuestra parte es buena y honrosa a la vista de Dios. Además, os mando a todos, cualesquiera que recibáis este sello, manteneos sin doblez, no guardéis rencor, y no sigáis en vuestra maldad ni en el recuerdo de las ofensas de amargura; sino tened un solo espíritu, y sanad estas malas divisiones y quitadlas de entre vosotros, para que el dueño de los rebaños pueda regocijarse respecto a vosotros. Porque él se gozará si halla todas las cosas bien. Pero si halla alguna parte del rebaño desparramada, ¡ay de los pastores! Porque si resulta que los mismos pastores están esparcidos, ¿cómo van a responder de los rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por el rebaño? Nadie los creería. Porque es algo increíble que un pastor sea herido por su rebaño, y aún será castigado más a causa de su falsedad. Y yo soy el pastor, y me corresponde estrictamente rendir cuentas de vosotros.
[109] XXXII. »Enmendaos, pues, en tanto que la torre está en curso de edificación. El Señor mora con los hombres que aman la paz; porque El ama la paz; pero de los contenciosos y de los que son dados a la maldad, manteneos lejos. Restaurad, pues, a El íntegro vuestro espíritu tal como lo recibisteis. Porque supongamos que has dado a un lavandero un vestido entero, y deseas recibirlo de nuevo entero, pero el lavandero te lo devuelve rasgado, ¿vas a aceptarlo? ¿No vas al punto a indignarte, y le llenarás de reproches, diciendo: "El vestido que te di estaba entero; por qué lo has rasgado y lo has hecho inútil? Como ves, a causa del desgarro que has hecho en él ya no puede ser usado." ¿No dirás, pues, todo esto a un lavandero a causa del desgarro que ha hecho en tu vestido? Por tanto, si tú te enojas tanto a causa de tu vestido, y te quejas porque no lo recibiste entero, ¿qué crees que te hará el Señor a ti, El, que te dio el espíritu entero, y tú lo has dejado absolutamente inútil, de modo que no puede servir para nada a su Señor? Porque su utilidad se volvió inutilidad cuando tú lo echaste a perder. ¿No va, pues, el Señor de este espíritu a castigarte [a ti con la muerte] por este hecho?» «Ciertamente», le dije, «a todos aquellos a quienes Él halla persistiendo en la malicia, Él los castigará.» «No pisotees su misericordia», dijo él, «sino glorifícale, porque Él es tan paciente con tus pecados, y no es como tú. Practica, pues, el arrepentimiento que es apropiado para ti.
[110] XXXIII. »Todas estas cosas que he escrito antes yo, el pastor, el ángel del arrepentimiento, las he declarado y dicho a los siervos de Dios. Así pues, creeréis y escucharéis mis palabras, y andaréis en ellas, y enmendaréis vuestros caminos y podréis vivir. Pero si seguís en la maldad y en albergar malicia, ninguno de esta clase vivirá para Dios. Todas las cosas que yo había de decir (ahora) te las he dicho a ti.» El pastor me dijo: «¿Me has hecho todas tus preguntas?» Y yo le contesté: «Sí, señor.» «¿Por qué, pues, no me has preguntado respecto a la forma de las piedras colocadas en el edificio cuando llenamos sus formas?» Y le dije: «Señor, me olvidé.» «Oye ahora», me dijo, «respecto a ellas. Estas son los que han oído mis mandamientos, y han practicado arrepentimiento con todo su corazón. Por ello, cuando el Señor vio que su arrepentimiento era bueno y puro, y que podían continuar en él, ordenó que sus pecados anteriores fueran borrados. Sus formas, pues, eran sus pecados anteriores, y han sido borrados con cincel para que no puedan aparecer más.»
Décima Parábola
[111] I. Después de haber escrito este libro por completo, el ángel que me había puesto en manos del pastor vino a la casa en que yo estaba, y se sentó en un sofá, y el pastor estaba de pie a su mano derecha. Entonces me llamó y me habló de esta manera: «Te he puesto en las manos de este pastor», me dijo, «a ti y a tu casa, para que puedas ser protegido por él.» «Cierto, señor», le contesté. Y él me dijo: «Así pues, si deseas ser protegido de toda molestia y toda crueldad, tener éxito también en toda buena obra y palabra, y todo el poder de la justicia, anda en sus mandamientos, que te he dado, y podrás dominar toda maldad. Porque si guardas sus mandamientos, se te someterá todo mal deseo y dulzura de este mundo; además, te acompañará el éxito en toda buena empresa. Abraza su seriedad y moderación, y proclama a todos los hombres que él es tenido en gran honor y dignidad por el Señor, y es un gobernante de gran autoridad y poderoso en su cargo. A él solo, en todo el mundo, se le ha asignado autoridad sobre el arrepentimiento. ¿Te parece, pues, que es poderoso? Con todo, tú desprecias la seriedad y moderación que él usa hacia ti.»
[112] II. Yo le dije: «Pregúntale, señor, a él mismo, si desde el momento en que él llegó a mi casa he hecho algo impropio con lo cual le haya ofendido.» «Yo ya sé», me contestó él, «que no has hecho nada impropio ni estás a punto de hacerlo. Y por ello te digo estas cosas, para que perseveres. Porque él me ha presentado un buen informe acerca de ti. Tú, pues, dirás estas palabras a otros, para que aquellos que también practican o practicarán el arrepentimiento puedan ser del mismo sentir que tú; y él pueda darme un buen informe de ellos a mí y al Señor.» «Yo también, señor», le dije, «declaro a todo hombre las poderosas obras del Señor; porque espero que todos los que han pecado en el pasado, si oyen estas cosas, se arrepentirán con gozo y recobrarán la vida.» «Sigue, pues», me dijo él, «en tu ministerio, y complétalo hasta el fin. Porque todo el que cumple sus mandamientos tendrá vida; sí, este hombre (tendrá) gran honor ante el Señor. Pero todos los que no guardan sus mandamientos huyen de su propia vida, y se oponen a Él, y no siguen sus mandamientos, sino que se entregan ellos mismos a la muerte; y cada uno de ellos pasa a ser culpable de su propia sangre. Pero a ti te digo que obedezcas estos mandamientos, y tendrás remedio para tus pecados.
[113] III. »Además, te he enviado a estas vfrgenes para que puedan morar contigo; porque he visto que son propicias hacia ti. Tenlas, pues, como ayudadoras, para que seas más capaz de guardar sus mandamientos; porque es imposible guardar estos mandamientos sin la ayuda de estas vfrgenes. Veo también que están contentas de estar contigo. Pero te encargo que no se aparten en absoluto de tu casa. Sólo que purifiques tu casa; porque en una casa limpia ellas residen contentas. Porque son limpias y castas y diligentes, y todas son favorecidas por el Señor. Por tanto, si hallan tu casa pura, permanecerán contigo; pero si ocurre la más leve contaminación, abandonarán tu casa al instante. Porque estas vírgenes no toleran la contaminación en forma alguna.» Y yo le dije: «Señor, espero que les seré agradable, de modo que puedan residir contentas en mi casa para siempre; y tal como aquel a quien tú me encomendaste reside en mi casa para siempre, del mismo modo ellas no se quejarán.» Y él dijo al pastor: «Veo que desea vivir como siervo de Dios, y que guardará estos mandamientos y dará a estas vfrgenes una habitación limpia.» Con estas palabras, una vez más me encomendó al pastor, y llamó a las vírgenes, y les dijo: «Por cuanto veo que estáis contentas de residir en la casa de este hombre, os lo encomiendo, a él y a su casa, para que no os apartéis en absoluto de su casa.» Y ellas escucharon estas palabras con alegría.
[114] IV. Entonces el ángel me dijo a mí: «Pórtate como un hombre en este servicio; declara a todos las poderosas obras del Señor, y tendrás favor en este ministerio. Todo el que anda en sus mandamientos, pues, vivirá y será feliz en su vida; pero todo el que los descuida, no vivirá y será desgraciado en su vida. Encarga a todos los hombres que pueden obrar rectamente que no cesen en la práctica de las buenas obras; porque es útil para ellos. Digo, además, que todo hombre debe ser rescatado de la desgracia; porque el que tiene necesidad, y sufre desgracias en su vida diaria, está en gran tormento y necesidad. Así pues, todo el que rescata de la penuria una vida de esta clase, obtiene un gran gozo para sí mismo. Porque el que es hostigado por la desgracia de esta clase es afligido y torturado con igual tormento que el que está en cadenas. Porque muchos hombres, a causa de calamidades de esta clase, como ya no lo pueden resistir más, recurren a la violencia contra ellos mismos. Por tanto, el que conoce la calamidad de un hombre de esta clase y no lo rescata, comete un gran pecado, y se hace culpable de la sangre del mismo. Haced, pues, buenas obras todos los que hayáis recibido (beneficios) del Señor, no sea que, demorándoos en hacerlas, sea completada entretanto la edificación de la torre. Porque es a causa de vosotros que ha sido interrumpida la obra de edificación. A menos que os apresuréis a obrar bien, la torre será completada entretanto, y vosotros os quedaréis fuera.»
Cuando hubo terminado de hablar conmigo, se levantó del sofá y se marchó, llevándose consigo al pastor y a las vírgenes. Me dijo, sin embargo, que enviaría al pastor y a las vírgenes de nuevo a mi casa.

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