jueves, 1 de mayo de 2014

PRISCILIANO Y COMPOSTELA.



Cuando nace una nueva religión de inmediato nacen también las herejías. De las distintas visiones de los dogmas, de la diferencia de opinión sobre determinados postulados religiosos que se apartan de la ortodoxia, surgen los herejes, cuyo destino suele ser muy diverso. Algunos crean una nueva variante, con sus adeptos y otros caen bajo la furia de los que se consideran en posesión de la verdad ... ique suelen ser todos, los ortodoxos y los herejes! 

El cristianismo no fue una excepción. Allá por el siglo IV surgió en Hispania un hereje, Prisciliano, que sería el primer ejecutado por sus doctrinas consideradas heréticas. Luego, en el transcurso de los siglos, muchos pagarían con su vida el contemplar la religión bajo un punto de vista diferente. Pero centrémonos en la triste historia de Prisciliano, del que no se conserva ninguna imagen física y cuyo origen está envuelto en brumas de misterio como si se hubiera querido borrar cualquier huella de su presencia terrenal. Pero, a pesar de todo ello, sus doctrinas se mantuvieron por espacio de 300 años, hasta la invasión musulmana de la monarquía visigoda. 

Parece que nació en la Lusitania o en Galaecia, de una familia noble y rica. Sus mentores fueron una mujer, Ágape y el retórico Elpidio, con el que estudió en Burdeos y donde conoció el agnosticismo, que hizo gran mella en su espíritu. Elpidio y el agnosticismo estarían siempre con Prisciliano, hasta su muerte. 

La doctrina que predicaba Prisciliano, en torno al 370 d.C., se basaba en llegar a la perfección a través del ascetismo y el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Despreciaba el matrimonio y rechazaba las relaciones sexuales, al tiempo que proclama la igualdad de la mujer. No aceptaba la jerarquía eclesial y aborrecía las riquezas. Este mensaje prendió con fuerza entre el pueblo llano y las mujeres, aunque también hubo obispos y estudiosos que le apoyaron. 

Los ritos a los que se entregan los adeptos de Prisciliano chocaban con la liturgia romana, pues muchos de ellos consistían en cantar y bailar himnos, e incluso en rezar desnudos, cosa que solía hacer el propio Prisciliano, posiblemente más como un gesto de humildad que como provocación. En el año 380, después de varias denuncias de algunos obispos, se convocó un concilio en Zaragoza en el que se absolvió a las doctrinas priscilianas, pero se condenó su liturgia. Incluso Prisciliano fue nombrado obispo de Ávila. 

Pero, poco le iba a durar esta tranquilidad. Los obispos Idacio e Itacio volvieron a la carga convenciendo al emperador Graciano y, aprovechando la condena aplicada a los maniqueos, hicieron que se incluyera a Prisciliano en dicha condena. Éste marchó a Roma y Milán para que el papa revocara la orden y le permitiera regresar. Durante unos dos años, en Hispania, se mantuvo la interpretación de las dos versiones del cristianismo, pero en el 383, con el nuevo
emperador Magno Máximo, Itacio redobló sus peticiones. Magno Máximo, que había usurpado el trono, pensó que era mejor tener a la Iglesia de su lado y convocó otro concilio, esta vez en Burdeos. Concluyó en el año 384 con penas de muerte: una para Prisciliano y otras para varios de sus adeptos. 

Ejecutadas las condenas, el cuerpo de Prisciliano fue recogido por sus discípulos y llevado a Galaecia, de donde sería originario y donde tenía más implantación su doctrina que después de su muerte se hizo aún más fuerte. 

Y aquí es donde entra en la historia Compostela. La hermosa catedral de Santiago guarda y venera un cuerpo, que desde el 820, cuando un ermitaño lo descubrió, ha sido objeto de constante adoración, y uno de los lugares más importantes de la cristiandad como centro de peregrinación. Siempre se ha dicho que es el cuerpo del apóstol Santiago, que habría llegado a Hispania en sus viajes de predicación. Pero hoy existen serias dudas sobre si el cuerpo venerado no será el de Prisciliano y sus discípulos. Desde luego la historia del descubrimiento del sepulcro tiene tanto de sobrenatural como se merece un santo, i pero desde nuestra óptica mortal, ¿qué puede ser la santidad?! La leyenda popular es como sigue: 

Pelayo vivía orando y ayunando en soledad, en el bosque de Libradón, donde hoy se encuentra la Iglesia de San Fiz de Solovio. Durante varias noches este ermitaño observó unas luces misteriosas, una especie de lluvia de estrellas que parecían posarse sobre un montículo. Pelayo avisó al obispo de Iria Flavia sobre los fenómenos que veía por la noche y éste, con un pequeño séquito, se dirigió al lugar indicado donde pudo comprobar por sí mismo las apariciones nocturnas. Entre la maleza y la vegetación del bosque, excavaron allí donde señalaban las estrellas y hallaron un sepulcro de piedra con tres cuerpos que todos coincidieron en asignar a Santiago y sus discípulos Teodoro y Atanasio. ¿Lo eran en verdad?  ¡Quién sabe! Pero desde entonces al paraje se le llamó Campus Stellae, Campo de la Estrella. Inmediatamente se comunicó el descubrimiento al rey Alfonso II el Casto. La noticia no pudo ser más providencial porque el rey comprendió de inmediato que constituía un magnífico instrumento político-religioso, catalizador del cristianismo peninsular en cruzada abierta contra el Islam. 

El culto a Santiago se extendió con rapidez. Desde los lugares más remotos de la Península y de Europa comenzaron a fluir peregrinos y durante toda la Edad Media el Camino de Santiago se convirtió en una vía constante de comunicación y entrada de nuevas corrientes, tanto artísticas como filosóficas. A su vez, la España cristiana había encontrado un patrón al que, poco después, no dudarían en convertir en Santiago Matamoros y en atribuir su presencia
al frente de las mesnadas combatientes contra los "moros".

Almanzor, en el año 997, devastó la ciudad de Santiago, pero respetó las supuestas reliquias del apóstol. Sin embargo, en 1589, el pirata inglés Drake atacó La Coruña y ante el temor de que pudiera profanarlas, el obispo mando esconderlas y hasta finales del XIX se perdió su ubicación exacta. Después de años de búsqueda se encontraron y el obispado las dio por buenas trasladándolas de nuevo a la catedral en 1884. 

Hace mucho tiempo que existen dudas sobre de quiénes son los huesos venerados desde hace siglos en Santiago. Historiadores, filósofos, investigadores, incluso el mismo Unamuno sostenía que los restos eran los de Prisciliano y sus discípulos. Desde luego las coincidencias son muchas y no se ha podido documentar históricamente que Santiago apóstol estuviera alguna vez en España. Pero la tradición y la leyenda se han hecho aquí realidad y Santiago es el patrón del solar hispano desde que el papa Urbano VII lo consagrara con esta advocación en 1630. 

Por cierto, los franceses de la época se encontraron con que el polo de atracción de Santiago les dejaba a ellos en tanto postergados de peregrinaciones y "afluencias turísticas" y también decidieron encontrar alguna reliquia a la altura de las circunstancias. Misteriosamente apareció una cabeza del Bautista, pero la autoridad eclesiástica no tenía mucha seguridad en que la testa hallada fuera la de San Juan y, aunque hubo sus intentos de culto a la manera compostelana, la historia no llegó a cuajar.

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