miércoles, 4 de junio de 2014

HERMANAS DE LA CARIDAD CRISTIANA.

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Las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción cumplen el  21 de Agosto de este año, 162 años en Chile,  haciendo un relevante aporte al proceso de evangelización y acompañamiento a la familia chilena, especialmente a través de la educación escolar.
Hoy, con 12 establecimientos escolares de Santiago a Puerto Montt, un centro de misión y 10 comunidades religiosas, continúan con la obra de la Madre Paulina Von Mallinckrodt.
Para conocer esta maravillosa obra, les invitamos a leer una breve reseña de la Congregación en Chile y la síntesis de la vida de la Madre Paulina.

BREVE  RESEÑA DE LA PROVINCIA CHILENA.
El año 1852, Chile recibió un fuerte impulso extranjero, acogiendo colonos alemanes,  desde Valdivia hasta el canal de Chacao. Los esforzados alemanes, se abrieron paso a través de bosques y otros obstáculos conquistando la naturaleza y fundando ciudades y pueblos. Pero estas familias alemanas carecían de medios para la educación de sus hijos y su formación religiosa, para lo cual recurrieron a la  Iglesia.  Los Obispos de Alemania acogieron sus peticiones de sus pares y observando los acontecimientos  políticos que se desarrollaban en el país, buscaron los medios para ayudar a  sus compatriotas de acá.
Se dirigieron  a la Congregación de la Madre Paulina  von Mallinckrodt, cuya misión era la educación de la niñez y juventud, que se  encontraba en dificultades por la  persecución del sistema de gobierno, llegando a cerrar sus escuelas y confiscar los bienes de  floreciente Congregación. Viendo en eso la Providencia de Dios, la Madre aceptó enviar Hermanas para hacerse cargo de escuelas para los hijos de los colonos alemanes y su formación religiosa.
El Obispo de Ancud, Monseñor Francisco de Paula Solar fue el solicitante que se preocuparía de las Hermanas.
El 8 de Septiembre de 1874, partieron desde Paderborn las 12 primeras Hermanas. La Madre Paulina las acompañó hasta Burdeos donde se embarcaron .
Las doce Hermanas eran:

1.Sor Gonzaga Kreimborg
2.Sor Inocencia Saenger         
3.Sor Lorenza Kochler
4.Sor Domínica Niesmann
5.Sor Federica Fleitman
6.Sor Digna Lackamp
7.Sor Hilaria Kerler
8.Sor Christina Altegoer
9.Sor Adolfina Hufnagel
10.Sor Egidia Hufnagel
11.Sor Honorata Hengstebeck
12.Sor Eudoxia Bracht
Todas venían  con gran confianza en Dios y animadas con la mejor voluntad.
Su lema era:”Vamos por Dios y con Dios”.
Llegaron a Valparaíso el 21 de Octubre, donde fueron recibidas por  Monseñor Francisco de Paula Solar, quien las embarcó para Ancud, su lugar de destino, donde llegaron el 3 de Noviembre de 1874, siendo recibidas con mucha alegría por  los habitantes y pronto comenzaron su trabajo en el Hospital de Ancud, primeramente y luego en una escuela.
El 3 de Enero de 1875,  cuatro Hermanas: Sor Inocencia, Sor Federica, Sor Egidia y Sor Honorata, viajaron a Puerto Montt, para trabajar con los enfermos y los niños. En Abril se abrió una Escuela que recibió el nombre de “Colegio Inmaculada Concepción”, que fue aumentando su alumnado de manera asombrosa, con hijos de colonos alemanes y de la región.
Como las Hermanas eran insuficientes para el trabajo, se solicitó ayuda a la Madre Paulina  y ella envió  al año de permanencia otras seis Hermanas.
En estos primeros tiempos ya comenzaron a pedir la admisión a la Congregación jóvenes de Chile que tenían inclinación por la vida religiosa. Por este motivo se estableció la Casa de Ancud, como Casa Madre de la Provincia y Noviciado.
En 1876, se vio la necesidad de fundar un establecimiento que acogiera niñas pobres de Puerto Montt y alrededores, dándoles hogar y bajo la protección de San José se abrió un hogar con internado donde se proyectó la caridad de la Madre Paulina.
Luego en la Diócesis de Concepción ofrecieron dos Casas, una en la ciudad y otra en Lebu. Pronto en Valdivia se solicitaron Hermanas alemanas para atender el Hospital y en al año 1878 se hicieron cargo de su  dirección.  Así fue creciendo la Provincia chilena.
De Santiago  se las  llamó para hacerse cargo de un asilo para huérfanos de la guerra del Pacífico que más tarde se llamó Casa Purísima. La autorización para este Establecimiento fue dada por la misma Madre Paulina que se encontraba en Chile. Ella, preocupada por la situación de guerra en el país, viajó a Chile. Aquí comprobó el buen espíritu reinante en las comunidades y pudo conocer todos los campos de apostolado de las Hermanas y también a la Hermanas chilenas que ya eran bastantes.
El 22 de Febrero de 1880, la Madre se despidió de las tierra chilena diciendo “Dios las bendiga, Hermanas, Dios bendiga a Chile”.
Su obra continuó extendiéndose en diferentes ciudades, en Colegios y Hospitales y  la Provincia creció, siendo necesario trasladar la Casa Provincial de Ancud a Concepción  por la cercanía del centro del país.
Las Hermanas ejercieron su labor  con abnegación y alegría y cada año ingresaban jóvenes  al Noviciado, y llegaban  nuevos grupos de Hermanas de Alemania.  La labor de las Hermanas era apreciada por su espíritu de entrega a los respectivos apostolados, educacional y hospitalario. Sin embargo  algunas  fundaciones debieron suprimirse más tarde por variadas circunstancias: escasez de Hermanas falta de preparación para determinados  apostolados y también situaciones  accidentales como el Colegio de Copiapó  abierto en 1883, que  fue destruido por un terremoto en 1922,  por lo que se  retiraron las Hermanas.
Pasando la frontera, en 1884, se fundó una casa con escuela para niñas en Melo, Uruguay, pero por la soledad en que estaban, la Madre Gonzaga vio la conveniencia de fundar otra escuela en Montevideo. Las nuevas vocaciones se formaban en el Noviciado en Chile, pero a partir de 1927, constituyeron la Nueva Provincia Uruguayo-Argentina.
Entre los años 1890 y 1910, surgieron  nuevas Fundaciones, especialmente de Colegios que hicieron un gran aporte a la educación chilena. Desde los comienzos los Colegios llevaron el nombre de “Inmaculada Concepción”, porque  en ellos se cultivó una gran devoción a la Virgen María, tan propia del pueblo chileno. En Talcahuano, San Fernando, Cauquenes, Concepción,  Santiago, Valdivia, los  Colegios florecieron conservando siempre el espíritu caritativo de nuestra Madre Fundadora, conscientes de su misión de formar jóvenes cristianos, abiertos a los valores del Evangelio y capaces de construir un mundo de paz y amor.
No faltaron   las dificultades en la Provincia. En 1905 un brote de viruela en Ancud, arrasó con la mitad de la población y las Hermanas se dedicaron noblemente a la atención de los enfermos. También incendios y  terremotos, han destruido varios Colegios, pero siempre el Señor ha suscitado  el apoyo generoso de otras Provincias,  que han hecho posible reunir  los recursos  para levantar los nuevos edificios, muchas veces con mejores medios.
En 1907, el 28 de Septiembre la Casa Provincial se trasladó a San Bernardo constituyéndose  en el corazón de la Provincia, y al año siguiente, en  Marzo, se fundó junto a esta Casa el actual Colegio.
En 1932, se fundó en  Santiago,  la Casa San José, destinada a al cuidado de las Hermanas ancianas y enfermas, donde permanecieron hasta 1993, año en que se trasladó la Casa a San Bernardo, en una moderna, sólida y cómoda construcción, con mejores medios para la atención de las enfermas, que ofrecen con amor sus sacrificios y oraciones por la Provincia.
De 1940 a 1966, las Hermanas desempeñaron una eficiente y abnegada labor en la Clínica de la Universidad Católica, de donde se retiraron por falta de personal  necesario.
El año 1938, arribó el último grupo de Hermanas alemanas.
En la actualidad la Provincia cuenta con 94 Hermanas, en 10 Comunidades, que atienden: 12  Colegios y 1 Casa Misionera  en Ancud.
Aunque el apostolado principal de la Provincia ha sido el de la educación de la niñez y juventud junto al hospitalario, a partir de 1973, se agregó el apostolado misional, en casas situadas en poblaciones de escasos recursos: Villa Mora, Esmeralda Pudahuel , San Bernardo, y Ancud, de las cuales, sólo esta última subsiste.
En la casa de Ancud se celebró en 1999 los 150 años de la Congregación y los 125 de la Provincia Chilena.
Conscientes de las nuevas líneas apostólicas de la Iglesia con la participación de los laicos, en 1996 se creó la Comunidad Eucarístico Mariana, que cuenta actualmente con un centenar de miembros que cultivan la espiritualidad de la Madre Paulina.
En 1985, se  comenzó la construcción de la nueva casa Madre, en el mismo lugar de la anterior, destruida por sucesivos terremotos. El actual edificio se inauguró en 1988.
En el año  2007 se celebró solemnemente el Centenario de esta Casa Provincial, donde se alternan oración, estudio y trabajo, como entrega al Señor que ha llamado para  continuar la obra de la Madre Paulina en esta tierra chilena, para su mayor gloria y bien del prójimo,  al amparo de María Inmaculada. Por eso hoy podemos decir con nuestra Beata Madre:
“Pongo toda mi confianza en el Señor y espero de su misericordia todo bien”.
BEATA PAULINA VON MALLINCKRODT
Paulina von Mallinckrodt nació el 3 de Junio de 1817 en Minden, Alemania. Sus padres, miembros de nobles familias alemanas, fueron el consejero de Estado Detmar von Mallinckrodt y la Baronesa Bernardina von Hartmann. Desde pequeña, Paulina dio muestras de relevantes cualidades que se  acrecentaron por la influencia ejemplar de la vida hogareña y de su Maestra, Luisa Hensel. Cuando aún era muy joven sintió el llamado de la vocación religiosa, sin embargo debió superar enormes dificultades antes de ver realizado su anhelo.
El 21 de Agosto de 1849, día de su toma de Hábito, en la Iglesia de Busdorf, en Paderborn, Alemania, fundó la Congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción; cumpliendo así la voluntad de Dios que le inspiraba fundar un nuevo Instituto para la Iglesia. El 4 de noviembre de 1850 se consagró al Señor por medio de los Votos Religiosos.
Paulina von Mallinckrodt, mujer de una vida interior profunda, supo ser instrumento disponible al soplo del Espíritu Divino. Su alma abierta y generosa captó la caridad en forma tan eficaz que apareció visiblemente en todo momento y circunstancia de su vida. Pero como toda expresión procede de una fuente determinada, así la Caridad de Paulina se alimentó de Aquél que es Amor y que en su Sacramento Eucarístico dejó una fuente de vida nueva. Paulina, sin embargo, no recibió los dones de Dios para ella sola, sino que todo tuvo en ella una tendencia a proyectarse en  los otros. Su obra en la Iglesia, la Congregación por ella fundada, lleva el sello de su ESPIRITUALIDAD.  Espiritualidad que se apoya en el Misterio Eucarístico. Allí fue donde Paulina vivió su “Encuentro Personal” con Cristo, y luego lo dejó como herencia a su Instituto. Ella dijo:
“Toda Congregación tiene su carácter propio; sea el nuestro el  de una actividad   alegre y vigorosa, fruto del trato íntimo  con Jesús en el Santísimo Sacramento”.
En cada casa de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Virgen Inmaculada, el lugar central será siempre el tabernáculo en que Cristo perpetúa su Presencia, y el Altar en que perpetúa su Sacrificio para darse a los suyos. Las Hermanas han seguido y seguirán tributando siempre el homenaje de alabanza y adoración a Cristo, de Quién reciben la fuerza para la actividad y el estímulo para la caridad fraterna.
Siendo CRISTO el TODO de Paulina, no podría separar al Hijo de Aquélla cuyo ser purísimo le dio su naturaleza de hombre. Para Paulina el amor a Jesús la llevó al amor a su Madre. Su unión con el hijo en la Eucaristía, la hizo amar intensamente a la Madre Inmaculada. Ella ha sido también Madre, Maestra y Modelo de la Congregación. Esta espiritualidad ha sido el rico tesoro que trajeron las primeras Hermanas llegadas a esta tierra chilena. Tanto aquí, como en la patria de origen, se ha cultivado incansablemente el amor a María. La voz de la Madre Paulina resuena siempre:
“ Que la Virgen Santísima sea mi guía, que yo sea siempre una hija  verdadera de María Inmaculada”.
Incontable muchedumbre de hermanos indefensos constituyó la herencia espiritual que Paulina acogía como un regalo de Jesús. Los ciegos, los pobres, los más desposeídos fueron sus hijos predilectos; pero no los exclusivos, pues mantuvo su corazón siempre  abierto y vigilante para acoger a todos sus hermanos. Mientras duró su vida, los sirvió a todos con amor, ya fueran pobres o ricos. Nunca nadie se alejó desilusionado de su lado, sin recibir lo que esperaba de su mano o de la oportunidad de sus consejos.
Su espíritu perspicaz dirigía todo, vencía todas las dificultades, y acertaba siempre con lo justo. Como toda su vida era caridad, sabía inspirarla también a sus hijas, y alimentarla en sí misma y en las Hermanas por medio de la oración, meditación y sagrada comunión, que es la fuente de todo amor. A todas daba ejemplo de virtud y piedad. Encendía a todas con su fervor, las inflamaba con su generosidad. Todas buscaban en ella consejo en sus dudas, valor en la pusilanimidad, fuerza en la debilidad, de manera que no sólo ella era la Fundadora, la Superiora General, sino de verdad la Madre y el alma de la Congregación. Y porque el reluciente e irresistible ejemplo de la Madre penetró en todas las hijas, por esto fue tan grande la actividad de la Congregación. Todos los frutos de sus trabajos vivirán en muchas generaciones y llegarán hasta la eternidad.
La Madre Paulina fue una mujer que dio respuesta a su tiempo. Por su vida de fe y de amor, sigue contribuyendo a la salvación de tantos hombres de ayer y de hoy. El Papa Juan Pablo II que la beatificó el 14 de Abril de 1985 dijo: “La Madre Paulina es un ejemplo de vida. Muestra al hombre moderno, angustiado de nuestro tiempo, un camino para lograr la paz interior - Buscar con valentía y confianza a Dios en el hermano que sufre. Su mensaje es de actualidad como es actual la búsqueda de Dios”.

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