viernes, 3 de octubre de 2014

Origen de los Concilios

El origen de los concilios se remonta al sínodo de los Apóstoles en Jerusalén en el año 52(1); pero los teólogos no se ponen de acuerdo para decidir si son de institución divina o una institución humana. La verdadera solución es que: los concilios son una institución apostólica establecida bajo la inspiración de Cristo(2) sin la cual los apóstoles no hubieran podido escribir estas palabras al final de sus sínodos: “Visum est Spiritu Sancto et nobis”. Debían estar persuadidos de que el Señor había prometido y concedido su Espíritu a esas asambleas de la Iglesia. Los concilios posteriores siguieron convencidos de que sus deliberaciones estaban guiadas por el Espíritu Santo. Ya en 252 San Cipriano escribe al Papa San Cornelio en nombre de los miembros del concilio que lo rodean: “placuit nobis Sancto Spiritu suggerente, etc”(3). De igual forma se lee en el concilio de Arles de 314: “placuit ergo, praesente Spiritu Sancto et Angelis ejus”(4); y esta convicción estaba tan difundida que el emperador Constantino el Grande califica el decreto sinodal de Arles como “caeleste judicium” y agrega: “Sacerdotum judicum ita debet haberi, ac si ipse Dominus residens judicet”(5).
Diez años más tarde, el concilio ecuménico de Nicea (325) conservaba la misma convicción y lo declaraba explícitamente en estos términos: “quod trecentis sanctis episcopis (es decir los miembros del concilio de Nivea) visum est non est aliud putandum, Quam solius Filii Dei sentencia”(6). Todos los Padres de la Iglesia griega como los de la Iglesia latina, San Atanasio como San Agustín y San Gregorio I Magno están completamente de acuerdo a este respecto. Éste último asimila la autoridad de los cuatro primeros concilios ecuménicos al crédito del que gozaban los cuatro Evangelios(7). Los concilios más antiguos que se conocen datan de mediados del siglo II. Se reunieron en Asia Menor, con el fin de frenar el progreso del montanismo(8). No es inverosímil creer que ya había habido en la Iglesia Griega asambleas de este género (tal vez contra los gnósticos)(9), porque los griegos estuvieron siempre más inclinados que los occidentales a reunirse en sínodos y porque los necesitaban más.

Notas:
1. Act. Apost., CXV. Esta fecha no es sino una aproximación. Puede decirse también que fue el 51 o inclusive el 50.
2. La promesa hecha por Jesús (Mateo 18,20) de presidir invisible las reuniones de los suyos parece haber inclinado a los Apóstoles a la vía de las convocatorias frecuentes de la asamblea de los fieles, por ejemplo: Acta apost., I, 15; VI, 2; XV, 6. En todos esos pasajes se aprecia la tendencia a la deliberación: I, 23; VI, 3; XV, 7. Es de manera un tanto gratuita que Edwin Hatch, “The organization of the early christian Churches”, in -8, Londres, 1880, proponga hacer derivar de aquí la concepción, si no la institución de los concilia civilia de los romanos. J. Réville, “Les origines de l’episcopat”, in-8, París, 1894, t. I, p. 74, ve en el consejo de los presbíteros asentado permanentemente en Jerusalén el prototipo de los concilios. Este consejo habría aspirado a ser el tribunal supremo del cristianismo naciente, por analogía con el gran Sanedrín. Toda la página, que está consagrada a desarrollar esta vista, nos parece digna de atención. (H.L).
3. San Cipriano, Epist., LIV, P. L., T. III, col. 887. El concilio se reunió el 15 de mayo de 252, contó con 42 obispos. Cf. P. Monceaux, Hist. Litt. De l’Afriq. Chrét., 1902, t. II, p. 44, 49-52. (H.L.).
4. Mansi, Concil. Ampliss. coll., t. II, col 469; Hardouin, Collect. Concil., t. I, col 262. [Para la fecha de este concilio, cf. Dictionn. D’arch. Chrét., t. I, col. 2914. (H.L.)].
5. Mansi, op. cit., t. II, col. 478; Hardouin, op. cit., t.I, col. 268 sq.
6. Mansi, op.cit, col 922, Hardouin, op cit., t. I, col. 447. Es al menos lo que se lee en la “Epistola imperatoris Constantini ad Alexandrinos adversus Arium et ad omnes ortodoxo”, citada por [Gelasio de Cízico], Histor. Conc. Nic., 1. II, c. XXXVI. (H.L.)
7. S. Grégoire le Grand, Epist., lib. I, epist. XXV, P.L., t. LXVII, col. 478: Sicut sancti Evangelii quatuor libros, sic quator Concilia sucipere et venerari me fateor, Nicaenum scilicet, etc. Cf. Epist., III, epist. X, P.L., t. LXXVII, col 613; I. IV, epist XXXVIII, P.L, col. 712. Cf. Corp. jur. can., 2, dist. XV.
8. Muchos de estos concilios fueron provocados por la controversia pascual. Cf. Monum. Eccles. Liturg., 1902, t. I, p. 193*-193*; L. Duchesne, Hist. Anc. De l’Eglise in – 8, Paros, 1906, t. I, p. Él mismo, “La question de la Pâque au concile de Nicée, en la Rev. des quest. hist., julio 1880. (H.L.).
9. No sólo no subsiste ningún documento, sino que tampoco se puede citar ninguna alusión en autores tales como Ireneo y Orígenes, a pesar de estar tan preocupados por la polémica contra el gnosticismo y que no estuviesen prohibidos – si este medio estuviese a su disposición – de argüir algún anatema antiguo y lejano. Lo que se sabe de Valentino y de Marción fue que fueron excluidos de la comunidad cristiana en la misma Roma.

Carlos José Hefele, Histoire des Conciles Traducido del francés por José Gálvez Krüger

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