lunes, 8 de diciembre de 2014

EL SACO DE ROMA.



Carlos V.
Lo que sucedió en Roma el 6 de mayo de 1527 no entraba en cabeza humana. Cómo podía imaginar nadie que el beato emperador Carlos V, el mayor defensor de la fe católica, el que se pasaba media vida rezando y la otra media batallando, reuniera sus tropas y se fuera directamente a por el papa. Quién podía sospechar que el emperador del Sacro Imperio Romano fuera a saquear y destruir la capital de la cristiandad. Pues lo hizo. Puso Roma patas arriba con la ayuda de Dios. 

Clemente VII.
Hay que contar a vuela pluma los antecedentes para entender, por qué Carlos V atacó Roma y apresó al papa, ese señor que, según la propia fe del emperador, era intocable. Carlos V mandaba mucho, y esto no hacía pizca de gracia ni al rey francés Francisco I ni al papa Clemente VII. Estos dos se aliaron y organizaron la Liga de Cognac o Liga Clementina para quitarle los territorios italianos al emperador. Carlos V dijo: «¿Cómo?»; aparcó la fe y añadió: «Os vais a enterar». Movilizó un ejército de treinta y cinco mil hombres y lo envió a Roma a las órdenes del condestable Carlos de Borbón. 

Francisco I.
Cuando Clemente VII vio la que se le venía encima intentó negociar, pero ya era tarde, porque la soldadesca imperial andaba escasa de víveres y encima llevaba meses sin cobrar; así que estaba deseando llegar a Roma, con riquezas más que apetecibles, para rapiñar lo que encontrara a su paso. No quieran imaginar la que se montó. Se saquearon las casas, se robó en todas las iglesias, se prendió fuego a media ciudad, todos los palacios fueron desvalijados y el papa salió por pies con toda la curia y se refugió en el castillo de Sant'Angelo. Fue una orgía de sangre y, como los males nunca vienen solos, al saqueo o saco de Roma le siguió el hambre y una epidemia de peste. 

¿Consecuencias? Pues nada, que al final el papa y el emperador quedaron como amigos cuando se firmó la paz. Clemente VII pasó por ser un bobo al haber provocado al emperador. 

Carlos V consolidó su poder en toda Italia. Dios volvió a ser el objetivo común de los dos, y aquí paz y después gloria. 

 
Nieves concostrina.

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