domingo, 28 de diciembre de 2014

LA ASCESIS CRISTIANA.

¿Qué sentido tiene la ascesis en el cristianismo? Averigüemos, para empezar, el significado de la palabra ascesis: en griego significa ejercicio o entrenamiento y se aplica a cualquier profesión, especialmente a los atletas y artesanos. Viene aquí a propósito citar un texto de san Pablo en que describe la vida cristiana y apostólica en términos deportivos: «Ya sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así, para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire: mis directos van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea que después de predicar a otros me descalifiquen a mí» (1 Cor 9,24-27).
El cristiano tiene un objetivo claro: dar testimonio con su modo de vivir; esto exige disciplina y a veces es duro. Aquí tenemos el sentido de la ascesis cristiana; consiste en mantenerse en forma para vivir según el evangelio, ágil para responder al Espíritu que guía.
Debe quedar claro al mismo tiempo que la ascesis no supone ni fomenta el dolorismo. El cristiano no busca el dolor, sería un absurdo. Cristo mismo no lo buscó, como resalta en la oración de Getsemaní. Pero el cristiano, como Cristo, tiene una misión que cumplir, y la fidelidad a ella puede acarrear dolor y sacrificio, como toda misión humana importante. Basta pensar en el cúmulo de dolores y sacrificios que, sin buscarlos, impone la crianza y educación de los hijos. En la vida real no hay empresa seria que no imponga su tasa de aflicción. Pero en ellas y en la vocación cristiana se tiende a lo positivo, a cumplir la misión de que uno es responsable, a través de las dificultades y obstáculos que salgan al paso.
Además, el cristiano no está solo en su tarea. San Pablo, ducho en trabajos, tenía esa experiencia: «El nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo» (2 Cor 1,4-5).

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