domingo, 28 de diciembre de 2014

LA ENFERMEDAD Y LA MUERTE SON CONSECUENCIAS DEL PECADO

Estamos enfermos tanto en cuerpo como en alma porque por libre decisión nos hacemos culpables de actos y situaciones que llevan consigo, tanto por exceso como por defecto, una perturbación de nuestra naturaleza. Las tristezas del alma solo hallan refugio en la psicosis. El lujurioso, nunca satisfecho de su erotismo sin amor, le afectan a la larga perturbaciones nerviosas. Al avaro, su crueldad mental y al perezoso, su desesperación les puede conducir a situaciones extremas. El mismo cuerpo se resiente de las situaciones extremas. La gula, el alcoholismo, la droga o la lujuria acarrean la degeneración de la raza. Los hijos de padres con sida, sifilíticos, drogadictos y alcoholizados, son, en el sentido propio de la palabra, "hijos del pecado". Perturbaciones fisiológicas de vesícula, hígado, jaquecas, bilis, etc. pueden ser resultado de pasiones viciosas: ira, orgullo, envidia. En su origen, el mal es un pecado contra natura.


La más grave de las secuelas del pecado es la muerte.

La muerte es intrínseca a la vida, porque la vida por sí misma, sin la gracia divina, está condenada a este fin. El hombre, por el pecado original, libremente, se separó de la "vida eterna". Pues vemos lo que dice el libro de la Sabiduría: "Que no fue Dios quien hizo la muerte; ni se goza en la pérdida de los vivientes. Pues todo lo creó para que perdurase y saludables son las criaturas del mundo; y no hay en ellas principio de muerte... más la injusticia atrae la muerte" (Mt 4,3). La muerte sólo puede llegar a continuación de una acción que ha transgredido el orden genético, por lo tanto, divino de la creación, osea, por el pecado. La muerte es el castigo al pecado y nos amenaza en cada momento. Nuestra experiencia diaria de pecado nos encamina hacia la muerte, cuando pecamos, muere en nosotros nuestra relación con la vida, nuestra naturaleza se aleja de su finalidad, se dirige hacia la renuncia y el olvido de sí misma. El pecado afecta a nuestro organismo, se manifiesta en el sometimiento del hombre a sus deseos y nos mantiene separados del Bien y en la experiencia del pecado y nos dirige hacia la "muerte definitiva", al no cumplirse en nosotros el "Proyecto" de Dios, lo que el Apocalipsis llama la "segunda muerte".

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