jueves, 25 de diciembre de 2014

NOS HAN METIDO MUCHA TINIEBLA.

LA TINIEBLA ES "AUSENCIA DE VIDA".
Esa luz brilla en la tiniebla
Y la tiniebla no la ha apagado
La luz brilla, la vida se hace luz, es decir se hace evidente y nos guía en nuestro camino. El bien, la experiencia, que es la vida, se hace palpable, brilla en la tiniebla. Pero junto al brillo de la vida hay un ambiente desfavorable, pues existe una entidad, que Juan personifica y llama "la tiniebla" (ausencia de luz). La tiniebla pues, "no existe", es "ausencia" de vida, de luz. Juan la nombra como si fuera un ser, la hace activa, maléfica y hostil. La "tiniebla" quiere "apagar" la luz, se opone a la vida en cuanto la vida es luz ¿qué nos quiere decir Juan con esto? Pues que la "tiniebla" es la antiverdad, la "Mentira". Es una ideología que quiere apagar la luz, que quiere impedir que los hombres conozcan el proyecto divino sobre ellos, para que renuncien a realizarlo; su misión es conseguir que el hombre deje de mirar a la luz y se deje guiar por ella. Esta evidencia de la vida, que es la verdad, ilumina al hombre y lo atrae, pues en el fondo, todo hombre tiene una profunda aspiración a la plenitud humana, a su plena realización, forma parte de su naturaleza.
La plenitud humana, el cumplimiento del proyecto divino, lo llama Juan, en su Evangelio, "el Hijo del Hombre", que significa: el hombre en su total plenitud; (con la condición divina), pues el "Hijo del Hombre" es al mismo tiempo el "Hijo de Dios". Nos muestra Juan como, desde su nacimiento, el hombre puede llegar a tener la condición divina. Pero para conseguirlo son necesarios: la libertad y el amor. Un amor sin límites, que no reconoce obstáculos, esa es la libertad del amor.
 
LA TINIEBLA SON LAS IDEOLOGÍAS QUE NOS ESCLAVIZAN.
Con la tiniebla, Juan nos representa las distintas ideologías que quieren convencerte que lo bueno no es eso, que lo bueno es someterte, renunciar a tu libertad; que lo bueno no es ser autónomo, sino súbdito; que lo bueno no es ser creativo, sino sumiso; estas son las "ideologías" que Juan denomina como "la tiniebla". Ideologías que impiden el desarrollo del hombre y ocultan lo que la luz quiere lograr: la plenitud de vida, el proyecto de Dios para el hombre. En este Evangelio, "la tiniebla" se refiere expresamente a la institución político-religiosa judía, y las que como ella intentan convencer a los hombres de que lo que tienen que hacer es "observar" la Ley, "someterse" a la Ley, renunciar a su libertad, dejarse guiar, hacer siempre solo lo que te digan y por tanto renunciar a la creatividad, a la independencia, a la autonomía; acciones u omisiones que infantilizan al hombre y le impiden su desarrollo para llegar a su "plenitud de vida". En este caso histórico particular, la tiniebla es la Institución judía, pero el Evangelio nos transmite un mensaje que es válido para todos los tiempos, toda institución paralela que intente convencerte de que tú no seas tú, sino que seas una marioneta en manos de alguien, esa es "la tiniebla", impide que brille tu "luz", impide tu posibilidad de desarrollo y plenitud e impide o limita tu libertad y tu capacidad de amar.
 
EL PECADO ES TODO AQUELLO QUE IMPIDE QUE EL HOMBRE LLEGUE A SU PLENITUD HUMANA.
Es esa "tiniebla" (el pecado del mundo, de la humanidad). ¿Qué es lo que Dios quiere? Que el hombre llegue a su plenitud. ¿Qué es entonces el pecado? Lo que impide que el hombre llegue a su plenitud, lo que impide que el proyecto de Dios para el hombre llegue a realizarse. El pecado no es solo de los dirigentes, es también de los hombres, de la humanidad, porque los hombres han aceptado estas ideologías de dominio, se han sometido, han renunciado a su libertad, han renunciado a la plenitud, ese es el "pecado del mundo", el hacer fracasar el proyecto de Dios. Pero la tiniebla no ha podido apagar la luz, pues siempre, en todo individuo, aunque estemos "adoctrinados" y aunque nos hayan metido en el fondo tal cantidad de "miedos" y puesto tantos "obstáculos" a nuestra libertad interior, a pesar de eso, de cuando en cuando, resurge en nosotros de nuevo esa "luz", ese deseo de plenitud que llevamos siempre dentro. Lo que importa es que cuando salga de nuevo esa "luz", tanto a nivel individual como colectivo, no volvamos a apagarla otra vez con "la tiniebla".
 
NOS HAN METIDO MUCHA TINIEBLA.
Tenemos mucha "tiniebla", mucha ideología que nos han metido dentro, ideología de miedo, de temor, de sumisión, de desconfianza en nosotros mismos, eso lo llevamos dentro porque así nos han educado, eso es lo que se opone a nuestra plenitud humana. Cuando brille en nosotros esa "lucecita" de deseo de plenitud, sabemos que eso es de Dios. Cuando queramos sentirnos libres, cuando queramos abrazar al mundo en nuestro corazón, eso es de Dios. No apaguemos esa luz aunque nos cueste trabajo. Dios tenía desde siempre un proyecto que le urgía, el hacer que el hombre tuviera la condición divina. Con esto se desbarata una de las constantes de las antiguas religiones, la rivalidad de los dioses con los hombres. La única realidad, es que Dios ama tanto al hombre que quiere hacerlo como El. Dios no quiere someter el mundo, quiere que nuestra relación con El sea de igualdad, porque el hijo adulto es igual al padre y aunque la distancia entre nosotros y El es infinita, El quiere "echar un puente" para reducir esa distancia. Por eso, la actitud ante nuestro Padre, no es "de rodillas", en actitud suplicante, como un mendigo; nuestra actitud es la de un hijo: respeto, confianza, amistad, amor. Pertenecemos a su casa, a su familia, nos trata como a hijos y no como a siervos o como a súbditos. Ha finalizado toda la rivalidad Dios-hombre, todas las concepciones de las religiones paganas, judías ...etc., todo ese abismo entre Dios y el hombre (como en el Islam o la religión judía), ese "totalmente otro" queda olvidado. El hombre se parece a Dios porque lo ha hecho a su propia imagen y semejanza, por eso Dios es de alguna manera "el Hombre" por antonomasia. Por eso nos dicen muy poco "las religiones", con su serie de ritos y ceremonias, pues no llegan a conocer plenamente al Dios "Padre".
 
OJO CON LA ORTODOXIA DE ALGUNOS GRUPOS...
Hay que tener mucho cuidado con esa "ortodoxia" que sirve como base a una posición social y que asegura la explotación del pueblo, tanto económica como espiritual, moral y psicológica. La ortodoxia puede ser un instrumento de opresión, pues no consiste en "bizantinas" disputas sobre asuntos teológicos, sino que fundamenta una doctrina que proporciona muchas ventajas a los dirigentes. No son condiciones meramente intelectuales, no es eso, no es la fidelidad a una fe que llega al corazón, es la fidelidad a una doctrina que Jesús define como "la tiniebla", la mentira, que con sus argumentos oculta el amor de Dios al hombre, este no puede saber que Dios lo ama y por tanto se le impide conocer su verdadero destino. Cuando se conoce el amor que Dios nos tiene es entonces cuando conocemos nuestras posibilidades y podemos conocernos a nosotros mismos. Tenemos que tener por tanto mucho cuidado con esas doctrinas que nos ocultan de una manera o de otra el amor de Dios y nos lo presenta como el "aliado" de la institución y como la institución oprime, Dios quiere la opresión, entonces como Dios lo quiere, el pueblo se somete. Se impide por tanto el desarrollo humano y se frustra el proyecto de Dios para el hombre. Nos podemos dar cuenta que con todo esto lo que se pretende no es el tratar de resolver cuestiones intelectuales ni de fidelidades religiosas, no, es bastante más complicado que todo eso, hay muchos "intereses" de grupo, del grupo dirigente. Esto es lo que nos dice Jesús, cuidado con el "príncipe de este mundo", que no es precisamente un satán personificado, sino la representación del "círculo de poder", cuyo padre es el diablo, es decir el poder del dinero.
 
BUSCANDO UN HOMBRE NUEVO...
Desde siempre el hombre ha soñado en su futuro y sabe de la necesidad de que el hombre actual tiene que ser superado. Siempre estamos buscando a ese "hombre nuevo" que nunca encontramos. En todos los tiempos y culturas el sueño del hombre es alcanzar la inmortalidad, es como una necesidad inherente a todas las civilizaciones humanas.
En la epopeya de Gilgamés, los mesopotámicos relatan a semejanza de los relatos bíblicos, la creación del mundo y su destrucción por medio de un diluvio universal. Gilgamés angustiado por la proximidad de la muerte busca un árbol de la vida, árbol que consigue que el hombre posea la inmortalidad. Pero nuestro héroe no lo encuentra y, al igual que el resto, muere y todo no pasará de ser un maravilloso sueño.
Los egipcios prometen al hombre bueno una vida mejor en un nuevo mundo, con los dioses Osiris, Re, Atum y Horus. Los cadáveres son embalsamados para su paso hacia el hipotético mundo del más allá.
En el Antiguo Testamento, el judaísmo, creó el relato del paraíso, en el que el hombre se relaciona a la perfección con Dios, con su compañera y con el mundo y los animales. Hay una situación de armonía y paz perfecta entre el hombre y la naturaleza, es un jardín maravilloso y único. Son estos ejemplos de como el hombre manifiesta esa esperanza que le desgarra desde siempre el corazón, al igual que a nosotros hoy.
 
EL SUPERHOMBRE...
Sin embargo, actualmente, no esperamos que ese nuevo hombre deseado surja del cielo, intentamos crearlo por medio de manipulaciones biológicas, intentamos crear un hombre "a la carta". Nuestro proyecto más importante es el "experimento- humano": manipulaciones de embriones humanos, transplantes de órganos, cambios genéticos, controles de natalidad, inseminaciones artificiales, mutaciones de cromosomas... Hay quien prepara selectos bancos de semen humano con sus correspondientes catálogos y que proporcionan a futuras mamás, para que sus nuevos hijos posean las mejores cualidades tanto físicas como intelectuales. Se intentan "fabricar" nuevos seres, especialmente preparados para viajes espaciales o para cualquier otro destino: vivir en el mar, comer otra clase de comida, adaptarse a una nueva situación o bien poseer una nueva estructura mitad máquina, mitad hombres. También nos gustaría que algunos hombres desarrollaran un gran cerebro para poder especializarse en cuestiones científicas o filosóficas. ¿No sería también aconsejable dotarnos de alguna enzima especial para que, ayudados por algunos microorganismos, podamos digerir celulosa como hacen las hormigas?. Este superhombre es el ideal de muchos hombres de "ciencia", un hombre exento de taras y defectos físicos incluso dotado de gran equilibrio, rectitud, sensibilidad y valores éticos. Este "éxito" de nuestra actual civilización, tanto a nivel biológico como cultural, de estos experimentos que se están llevando a cabo de un modo irreversible, quizá pueda poner los cimientos de nuestra propia aniquilación. Hay una medida y un criterio ético para estas manipulaciones humanas, que algunos científicos ignoran, pues aunque la automanipulación para un progreso psíquico-físico de la especie humana es totalmente legítimo, muchas veces quedan vacíos los clásicos conceptos de la moral y urge orientar los mismos, con una visión ética y religiosa, hacía una mayor humanización.
 
EL HOMBRE NUEVO YA EXISTE...
El hombre nuevo, el hombre definitivo ya existe, pasó por la historia del hombre y la llevó a su meta definitiva: se llama Jesús de Nazaret, nació hace 2.000 años y es el Cristo resucitado. Nuestros anhelos de plenitud, de potencia del ser, de armonía con Dios, con los demás hombres, con los demás seres vivos y con la naturaleza se han cumplido. Este hombre, tantas veces anhelado, existe y se nos ha revelado plenamente. Por eso para nosotros, los cristianos, nuestra religión no es una religión del "Super-hombre", sino del "Hombre-Dios". Nuestro futuro está claro, no es el de un hombre que manipulado perfectamente se pueda transformar en ese hombre ideal tantas veces soñado y deseado, sino que nuestro futuro es el mismo que el de Jesucristo. El es el primero que alcanzó esa meta tan anhelada por la humanidad, su humanidad se ha transfigurado, su cuerpo es "glorioso", está liberado de las limitaciones de nuestro cuerpo, de sus grandes estrecheces, de los sufrimientos y de la muerte. La inmortalidad ha dejado de ser una utopía y nosotros los cristianos, al mismo tiempo que nos alegramos profundamente de los progresos de las conquistas biológicas, sabemos que eso no es ni la sombra de lo que Jesús nos prometió con su Resurrección y que el es verdaderamente el nuevo Adán.
- Nuestro destino está claro...
Nuestro destino está claro, nuestro futuro es el mismo que el del nuevo Adán, a semejanza de él, nuestro destino es la resurrección.
"¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de mi condición presente que no es más que de muerte?" (176)
Para nosotros, los hombres de hoy, lo que más nos interesa, no es la cuestión de ¿quién somos? sino la de ¡cuál es nuestro futuro! Todas nuestras ansias de realización personal, social y cósmica se acaban con la muerte.
"Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá la muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque lo anterior ha pasado" (177).

 
CREED EN LA BUENA NOTICIA...
Nuestro nuevo Adán, Jesús de Nazaret, hablaba de esta forma:
"El plazo está vencido, ha llegado el Reino de Dios. Tomad otro camino y creed en la buena noticia"(178).
"Cambiad de vida y de corazón, porque está cerca el Reino de Dios"(179). Y el Reino de Dios no es algo utópico, interior y espiritual, que tengamos que esperar más allá de este mundo, es, precisamente, la liquidación del mal que nos limita y nos corroe, con sus funestas consecuencias, es, la transformación de este mundo según la idea que Dios tiene para él.
Los milagros de Jesús son signos de su acción salvadora, no son sucesos espectaculares:
"... y con esto sabed que el Reino de Dios ha llegado a vosotros "(180).
Con el nuevo Adán se curan las enfermedades:
"... con una sola palabra sanó a los enfermos" (181).
"... y todos los que le tocaban quedaban sanos" (182).
Se tranquilizan las fuerzas de la naturaleza:
"... dio una orden a los vientos y al mar, y todo se calmó" (183).
Se acaba el hambre:
"Y cuando todos estuvieron satisfechos, se recogieron doce canastos llenos de sobras del pan y de los peces" (184).
Se perdonan los pecados:
"... Hijo, tus pecados te son perdonados" (185).
"... Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar más"(186).
El luto se convierte en alegría:
"Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: "No llores.". Después se acercó hasta tocar el ataúd... "Joven, yo te lo mando: levántate." El muerto se sentó y se puso a hablar..."(187).
"... Niña, a tí te lo digo, levántate". Y ella se levantó al instante y empezó a corretear" (188).

 
LA ULTIMA PALABRA NO ES LA MUERTE SINO LA VIDA...
Jesús es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, es la buena noticia para el hombre, todas las ataduras que nos limitan y oprimen se han suprimido, podemos pues lograr realizar las eternas aspiraciones humanas, el proyecto humano ya tiene una meta a la que llegar. Jesús es la respuesta:
"Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los sordos oyen, los muertos resucitan y se predica la buena nueva a los pobres. "Feliz aquel que al encontrarme no se aleja desilusionado" (189).
Esta es la señal que esperábamos, todo puede cambiar, la alienación del hombre puede acabar, las nuevas estructuras no coinciden con las actuales de pecado y muerte. En Jesucristo hemos recibido la respuesta definitiva y el mensaje de Dios: la última palabra no es la muerte, sino la vida. Ese es nuestro destino, el mismo que el de Jesús. Lo que para él es presente, será para nosotros próximo futuro:
"Porque Cristo resucitó de entre los muertos, y resucitó como primicia de los que mueren" (190).
"A los que de antemano conoció, quiso que llegaran a ser como su Hijo y semejantes a él, a fin de que él sea primogénito en medio de muchos hermanos. Por eso, a los que eligió de antemano, también los llama, y cuando los llama los hace justos, y después de hacerlos justos, les dará la gloria "(191).
 
PARA PEDRO, NUESTROS PRIMEROS PADRES TIENEN MUCHA CULPA.
Pedro Evaristo es un joven universitario, con inquietudes e interrogantes: ... A muchos de nosotros nos han enseñado que los verdaderos culpables de todo lo que nos pasa son nuestros primeros padres, Adán y Eva. Aunque la culpa de este "superpecado" original se borra con el bautismo, alguna de sus consecuencias las tenemos que padecer siempre y están incrustadas en nuestra propia naturaleza; entre otras se encuentran: la concupiscencia desordenada, la enfermedad y la muerte. Lo llaman pecado original, pecado hereditario y, aunque nosotros nada tenemos que ver con él, se transmite siempre de generación en generación. Creo que la justicia divina queda aquí un poco mal parada, pues nosotros no podemos ser responsables de una acción que ni hemos cometido ni hemos podido evitar. Además también he leído que también se encuentra en franca decadencia la teoría "monogenista", que nos habla de "una sola pareja" y está ganando terreno la hipótesis "poligenista" y entonces la pregunta es más amplia: ¿Cuál fue de entre las primeras parejas creadas, la que pecó?. ¿Por qué tenemos nosotros que "pagar el pato"? Muchas veces me dan ganas de gritar lo mismo que la mujer de Job (192): "¿Todavía crees en Dios? Maldice a Dios y muérete". No puedo comprender el porqué existen sufrimientos sin que, muchas veces, haya culpables. Me es difícil amar una creación donde los niños sufren y son torturados. Son para mí, las consecuencias del pecado original, como el descrédito de la idea de Dios. Recuerdo los versos que hace poco he leído de Manuel Alcántara: "No digo que sí ni que no; digo que, si Dios existe, me debe una explicación".

NOTAS
(176) Rom 7,24.
(177) Ap 21,4.
(178) Mc 1,15.
(179) Mt 4,17.
(180) Lc 11,20.
(181) Mt 8,16.
(182) Mc 6,56.
(183) Mt 8,26.
(184) Mc 6,42-43.
(185) Mc 2,5.
(186) Jn 8,11.
(187) Lc 7,11-17.
(188) Mc 5, 41-43.
(189) Mt 11,5-6.
(190) 1 Cor 15,20.
(191) Rom 8,29-30.
(192) Job 2,9.

 

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