domingo, 4 de enero de 2015

HOMILÍA 40

Ayer celebramos el espléndido día de la luz. Era conveniente poner
de manifiesto que la alegría que nos da nuestra salvación es mucho
mayor que la que proporcionan a los que aman la carne las fiestas
por un matrimonio, un nacimiento, una onomástica, una mayoría de
edad, la inauguración de una casa nueva. Hoy, a su vez, nos
entretendremos hablando sobre el Bautismo y sobre el beneficio que
nos procura. Nuestro discurso de ayer sobre este punto fue breve,
porque apremiaba el tiempo y, además, porque no deseábamos
extendernos, ya que la excesiva duración de un discurso es tan
dañina para los oyentes como un exceso de comida para el cuerpo.
Importa prestar atención a lo que se dice y escuchar la predicación de
cosas tan importantes no de pasada, sino con gran empeño, ya que
la iluminación consiste también en esto, en advertir la fuerza del
misterio.

2. La Escritura conoce tres tipos de nacimientos: el que proviene
del cuerpo, el del Bautismo y el de la resurrección. De éstos, el
primero está en relación con la noche, con la esclavitud y la pasión; el
segundo, propio del día, de la libertad y de la destrucción de las
pasiones, aparta, como si de un velo se tratara, todo lo adquirido
desde el nacimiento y conduce a la vida suprema. El tercero es
mucho más temible y breve. Reúne a todo el género humano en poco
tiempo para que se coloque al lado del Creador y rinda cuentas de su
servidumbre, de su comportamiento en la tierra, de si se ha dejado
llevar sólo por la carne o si se ha alzado junto con el Espíritu y ha
agradecido el don de la Creación. Yo creo que Jesucristo enalteció
cada uno de estos nacimientos. El primero por aquel soplo primero y
vivificante1. El segundo por la Encarnación2 y por el Bautismo3 con el
que El mismo fue bautizado. El tercero por la Resurrección4, a la cual
El mismo dio comienzo: de la misma forma que fue el primogénito
entre muchos hermanos5, así también fue considerado digno de serlo
entre los muertos6.

3. No es éste, sin embargo, el momento adecuado para hablar
sobre dos de estos tres tipos de nacimiento, el primero y el último. Es
menester que meditemos acerca del que está en medio, el que recibe
el nombre de Día de la Luz7.
El Bautismo es esplendor de las almas, transformación de la vida,
pregunta hecha a Dios por nuestra conciencia. El Bautismo es ayuda
a nuestra fragilidad. El Bautismo es abandono de la carne, compañía
del Espíritu, unión al Logos, restauración de la naturaleza humana,
cataclismo del pecado, participación de la luz y destrucción de la
tiniebla. El Bautismo es vehículo que conduce a Dios, peregrinación
junto a Cristo8, apoyo de la Fe, perfección de la mente, llave del
Reino de los cielos, cambio de vida, destrucción de la esclavitud,
liberación de las ataduras, mudanza en nuestra composición. En fin,
¿a qué hacer más enumeraciones? El Bautismo9 es el más bello y el
mayor de los dones de Dios. A la manera como determinadas cosas,
en atención a la amplitud de su significado y a su importancia, pueden
ser llamadas «santo entre los santos» o «cantar de los cantares», así
también el Bautismo es la más santa entre todas las iluminaciones
que existen entre nosotros.

4. BAU/NOMBRES: Como Cristo, dador de este don, es nombrado
con muchos y diferentes apelativos, así también el don por El
concedido recibe multitud de denominaciones diversas, ya sea por la
alegría que experimentamos cuando se nos concede, pues los que
aman algo apasionadamente se recrean en nombrar el objeto de su
amor, ya sea porque la variedad de sus beneficios nos mueve a
emplear muchos nombres distintos para designarlo. Lo llamamos don,
gracia, bautismo, unción, iluminación, vestidura de incorrupción, baño
de regeneración, sello, cuanto de precioso hay. Don, porque se
otorga a quienes nada habían; gracia, porque se da a los deudores;
bautismo, porque el pecado es sumergido en el agua a la par que
nosotros; unción, porque es sagrado y real, que tales eran las
dignidades que requerían la unción; iluminación, porque es
esplendor; vestidura, porque vela nuestra vergüenza; baño, porque
purifica; sello porque significa y conserva el poder. Por él los ciegos
se alegran junto a nosotros, los ángeles lo glorifican porque su
esplendor es semejante al de ellos e imagen de la felicidad de lo alto.
Deseamos exaltarlo con himnos, mas no podemos hacerlo con la
dignidad requerida.

5. D/LUZ-SUPREMA: Dios es la luz suprema, inalcanzable e
inefable. No se puede comprender con la mente ni expresarse con
palabras. Es la luz que ilumina toda naturaleza racional10. Dios es
entre las naturalezas inteligentes lo que el sol entre las sensibles. Se
nos muestra en proporción a nuestra purificación; lo amamos en
proporción a nuestra contemplación; lo comprende nuestra mente en
la medida en que lo hayamos amado; El mismo se contempla y se
comprende, difundiéndose muy escasamente entre lo que queda
fuera de El. Mas cuando hablo de la luz, hablo de la que se contempla
en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, cuya riqueza consiste en
su única naturaleza y en el estallido único de su resplandor. La
segunda luz es el ángel, que es emanación o participación de la luz
primera. Posee su propia luz, por su sumisión y servicio a Dios. No sé
si se difunde la luz según el orden de su colocación o si, por el
contrario, cada ángel es colocado en un lugar conforme a su
luminosidad. Por fin, la tercera luz es el hombre, como resulta
evidente también a quienes no son cristianos. Estos llaman luz al
hombre11 con arreglo a la fuerza de su razón. Para nosotros, reciben
el nombre de luz sobre todo aquellos hombres que más se parecen a
Dios y se le acercan más. Y aún cabe hablar de otra luz: la que
dispersó las tinieblas primitivas, la luz anterior a la creación visible, el
movimiento rotatorio de las estrellas y aquel supremo esplendor que
ilumina todo el mundo12.

6. Luz era también la orden primera dada al primer hombre13, ya
que «lámpara y luz es la ley»14 y «luz son tus mandatos sobre la
tierra»15. Mas después, las tinieblas envidiosas la convirtieron en
mal. Para quienes la seguían, luz ejemplar y oportuna era la ley
escrita, que esbozaba la verdad y el misterio de la gran luz, si es
verdad que el rostro de Moisés fue glorificado por ella16. Por ilustrar
más nuestras palabras diremos que luz era lo que apareció a Moisés
en llama de fuego, cuando ardía la zarza sin consumirse17 revelando
así su naturaleza y su fuerza. Luz lo que guió a Israel en la columna
de fuego y mitigó el rigor del desierto18. Luz lo que arrebató a Elías
en un carro de fuego, que no abrasaba al raptado19. Luz lo que
alumbró a los pastores20 cuando la luz que está fuera del tiempo se
mezcló con la que es temporal. Luz la hermosura de la estrella que
precedía el camino de Belén20, para conducir a los Magos y
revelarles a la luz que estaba sobre nosotros y habitó a nuestro lado.
Luz la naturaleza divina mostrada en el monte a los discípulos, que no
pudieron resistir su esplendor22. Luz la visión que rodeó a Pablo que
por aquel resplandor en sus ojos quedó curado de las tinieblas del
alma23. Luz es también el esplendor que, cuando los justos
resplandezcan como el sol24 y Dios se siente en medio de dioses25 y
reyes para determinar y juzgar quiénes y qué cosas son dignos de la
felicidad de lo alto, sobrevendrá desde el cielo a quienes se hayan
purificado aquí en la tierra. Además de todo esto y de manera muy
particular, luz es la iluminación del Bautismo de que ahora tratamos,
que comprende el grande y admirable misterio de nuestra salvación.

7. No cometer pecado es exclusivo de Dios, de la naturaleza
primera y sin composición26, pues la simplicidad es pacífica y no
conoce sediciones ni revueltas. Me atrevería a decir que es conforme
también a la naturaleza angélica, o al menos que le conviene, dada su
proximidad a Dios. Por el contrario, propio es el pecar de la humana
condición y de su composición terrena, pues la composición es el
principio de separación. No estimó conveniente el Señor abandonar
sin ayuda a lo que El había creado, ni mirar con desdén cómo corría
peligro de apartarse de El27. Así, igual que nos creó antes de que
existiéramos, cuando ya nos había dado la existencia nos creó con
una forma más divina y sublime que la primera. Ella es, por una parte,
señal para quienes comienzan y por otra, para los avanzados en edad
y gracia, es enmienda de la imagen que ha cometido un error a causa
del mal28. Y ello al objeto de que no llegáramos a ser peores por la
desesperación dejándonos caer de nuevo hacia el mal, hasta
precipitarnos finalmente por completo fuera del bien arrastrados por
la desesperación, despeñándonos en un abismo de males, tal y como
se dice en la Escritura. Mas a la manera como quienes recorren un
largo camino reposan de la fatiga en alguna posada, así nosotros
debemos continuar nuestro peregrinaje frescos y de buena gana.
Esto es la fuerza y la gracia que el Bautismo trae consigo, no un
diluvio como antaño, sino la purificación de nuestro pecado y la
completa purgación de las ataduras y mancillas que, a causa del mal,
se nos adhieren.

8. Como quiera que estamos constituidos de dos partes, de alma y
cuerpo, de una naturaleza visible y de otra invisible, doble ha de ser
también nuestra purificación, esto es, con agua y con Espíritu29. La
primera debe recibirse de modo visible y corpóreo, la segunda de
modo incorpóreo e invisible. La primera es tipo30 de la segunda, real
y purificadora de las entrañas. El Espíritu actúa como remedio del
primer nacimiento, sustituye lo antiguo por lo nuevo, lo que ahora
somos por semejanza con Dios. Revivifica sin necesidad de fuego y
reconstruye sin previa destrucción. Por resumirlo en pocas palabras,
diremos que la eficacia del Bautismo consiste en pactar con Dios una
segunda vida, una conducta más recta. Ha de temerse mucho y
guardar su alma cada uno con sumo cuidado para evitar que nos
comportemos como farsantes en este convenio. Pues si Dios confirma
su pacto con los hombres ofreciéndose El mismo como prenda ¿cuán
grande no sería el delito de ser hallado transgresor del acuerdo que
hemos firmado con Dios y responsable de esta falacia, además de
culpable del resto de los pecados? Y ello sin una segunda
regeneración, reconstrucción o restablecimiento en el antiguo estado,
aunque la busquemos con muchos suspiros y lágrimas que sólo con
gran dificultad nos lograrán una completa cicatrización. Es verdad que
yo creo que la cicatrización tiene lugar y me alegraría muchísimo que
consiguiéramos incluso borrar las cicatrices, pues también yo estoy
necesitado de misericordia31. Mas lo mejor es no tener que recurrir a
una segunda purificación y mantenerse en la primera32. Esta es igual
para todos y no resulta penosa. Es igual para esclavos y señores,
para pobres y para ricos, para los humildes y para los grandes, para
los del noble linaje y para los del común, para los deudores y para los
que no lo son33. En esto se asemeja al soplo del aire, a la luz, a las
transformaciones de la edad y a la contemplación de la creación, o
sea, a todos los grandes deleites que nos son comunes a todos, y,
proporcionalmente, también a la Fe

9. Necio es procurarse una curación penosa cuando se dispone de
otra fácil y desechando la gracia de la piedad, hacerse deudor de un
castigo y buscar una reparación proporcionada al pecado. ¿Cuantas
lágrimas será preciso derramar para que igualen a la fuente que es el
Bautismo? ¿Quién nos garantiza que el fin de nuestra vida esperará a
que estemos curados y que no nos llegará el Juicio cuando seamos
aún deudores necesitados del fuego de allá? Tú que eres un buen
agricultor, suplicarás al Señor que tenga compasión de la higuera y
que no la arranque todavía aunque se le reproche ser estéril, sino
que permita abonarla otra vez34, esto es, que acepte las lágrimas, los
suspiros, las invocaciones, el dormir sobre el suelo, las vigilias, la
consumición del alma y del cuerpo, la enmienda de la confesión y de
una vida más honesta. Y aún así seguiremos sin saber si el Señor
tendrá compasión del árbol que ociosamente ocupa su lugar y ello
cuando otro, necesitado de misericordia, empeora por culpa de la
paciencia derrochada con aquél. Seamos sepultados juntamente con
Cristo por medio del Bautismo para que también resucitemos con
El35. Descendamos con El para que junto a El ascendamos. Subamos
con El para que con El seamos glorificados.
10. Si te atacare después del Bautismo aquel que persiguió y tentó
a la misma luz36, y sin duda te acosará pues asedió incluso al Logos,
a mi Dios, a lo que de la Luz oculta se mostraban, tú cuentas con el
remedio para vencerlo. No temas la contienda. Opónle el agua, el
Espiritu38que apagará los dardos encendidos del maligno39. Es
Espíritu, pero funde los montes. Es agua que apaga el fuego. Si te
presenta la pobreza, que hasta eso osó, y pide que las piedras se
conviertan en pan poniendo ante tus ojos el hambre40, no ignores lo
que se propone. Argúyele con lo que no ha podido aprender. Pon
ante él la palabra que da vida, que es el pan bajado del cielo que da
la vida al mundo41. Si te tienta con la vanagloria, pues también
recurrió a ella conduciéndolo sobre el pináculo del templo y diciéndole
«arrójate» para que revelara así su naturaleza divina42, no permitas
que el orgullo te haga caer. Si lo consiguiera, no se detendría ahí. Es
insaciable, todo lo ambiciona. Halaga con suavidad, mas luego
emplea malevolencia. Esa es su forma de combatir. Y el ladrón es
también conocedor de la Escritura. De allí saca el «escrito está»
acerca del pan. De allí el «escrito está» sobre los ángeles. «Escrito
está», dicen, «que encargará a sus ángeles que te alcen sobre sus
manos». ¡Oh hábil maestro del mal! ¿Por qué te callaste lo que
sigue? Aunque lo silencias me lo sé muy bien: «yo haré que pises
sobre el áspid y el basilisco, que pisotees serpientes y
escorpiones»44, porque estás defendido por la Trinidad. Si te tentare
con la avaricia, ofreciéndote en un momento y de una sola mirada
todos los reinos, como si fueran tuyos, pidiéndote que a cambio le
adores, despréciale por indigente. Di, confiado en el sello45: «yo soy
imagen de Dios, no se me ha dejado al margen de la gloria divina
como por tu orgullo sucedió contigo. Yo me he revestido de Cristo46,
me he transformado en Cristo por el Bautismo: «adórame». Se
alejará, bien lo sé, vencido y avergonzado a causa de estas palabras,
propias de Cristo, Luz primera, y de quienes por El están iluminados.
Tales cosas concede el Bautismo a quienes lo han comprendido. Este
es el banquete oportunamente ofrecido a los hambrientos.

11. Seamos, por tanto, bautizados para obtener la victoria.
Tomemos parte en las aguas purificadas, más aptas para limpiar que
el hisopo, más puras que la sangre legal, más sagradas que las
cenizas de ternera47, purificadoras de lo corrompido con una
purgación sólo momentánea y corporal, pero incapaces de la
completa aniquilación del pecado. De lo contrario ¿qué razón habría
para que fuesen de nuevo purificados quienes habían recibido ya una
purificación? Aceptemos hoy ser bautizados para evitar que mañana
nos veamos obligados a hacerlo. No aplacemos el beneficio, como si
de una injuria se tratara. No aguardemos a ser peores para conseguir
mayor perdón48. No hagamos de Cristo objeto de negocios y
ganancias. No carguemos más de lo que podemos soportar, no sea
que se nos hunda nuestra nave y perdamos toda la gracia, quedando
privados de todo por haber deseado más de lo que era decoroso.
Corre hacia el don mientras aún seas señor de tus pensamientos,
cuando aún no estés enfermo de cuerpo y de mente, mientras no te
consideren tal quienes te rodean49. En efecto, mientras tu bien no
dependa de otros, tú eres su dueño. Mientras tu lengua no vacile o
esté seca o, por no decir más, cuando aún no esté impedida para
pronunciar las palabras de este misterio. En tanto que puedas ser fiel,
no cuando se sospeche que no lo eres, sino cuando seas conocido
como tal. No cuando suscites compasión, sino mientras eres tenido
por feliz. Cuando para ti sea evidente el don y no ambiguo. Cuando la
gracia llegue hasta tus entrañas, no cuando estén a punto de lavar tu
cuerpo con el agua fúnebre. Cuando todavía te rodeen las lágrimas,
indicio de tu partida, reprimidas quizá por deferencia hacia ti, mientras
tu esposa e hijos tratan de apartar la muerte y buscan tus últimas
palabras. Cuando no haya a tu lado un médico inexperto tratando de
alargar tus horas sin ser dueño de ellas y con un movimiento de
cabeza sopese tu salvación y medite sobre tu enfermedad después
de tu muerte o aumente su salario por las salidas o insinúe la
ausencia de esperanza. Mientras no disputen a tu cabecera el que
bautiza y el que pretende un lucro, intentando el primero darte el
viático y el segundo ser designado heredero. Ninguna de tales
situaciones es adecuada al momento.

12. ¿Por qué confías como bienhechor en la fiebre y no en Dios?
¿Por qué te guías por la ocasión y no por lo que es razonable? ¿Por
qué atiendes al amigo insidioso y no al deseo que salva? ¿Por qué no
aprovechas la ocasión propicia en vez de hacer las cosas a la fuerza?
¿Por qué no actúas sin embarazo y dejas este asunto para cuando te
resulte arduo? ¿Por qué te es necesario pensar en tu muerte con
ocasión de la de otro y no reflexionas sobre ella como si estuviera ya
presente? ¿Por qué buscar remedios que no servirán para nada?
¿Por qué esperas al sudor del momento crucial, cuando la muerte es
ya inminente? Cúrate antes de que sea necesario, apiádate de ti,
único médico de tu enfermedad. Procúrate la medicina que da
realmente la salvación. Teme al naufragio mientras navegas con
vientos favorables y estarás menos expuesto a naufragar porque el
viento te prestará ayuda. Sea el don celebrado, no llorado. Sea
cultivado el talento, que no escondido en tierra50. Medie cierto tiempo
entre la gracia y la muerte para que no sólo sean borradas las malas
palabras, sino que dé tiempo a escribir encima las buenas. Para que
no sólo tengas la gracia, sino también la gratificación. Para que no
sólo huyas del fuego, sino que te hagas también heredero de la
gloria. Al don se debe el cultivarla. Huir del sufrimiento parece grande
a los de alma mezquina. Para los de nobles sentimientos, sólo es
grande lograr el premio.

13. Conozco tres clases de personas que se salvan: los esclavos,
los mercenarios y los hijos. Si eres esclavo teme los golpes. Si
mercenario, mira sólo por tu interés. Si, en cambio, eres hijo y
superior a otros, respeta a quien es padre. Cultiva el bien porque es
bueno obedecer al padre. Aunque nada obtuvieres, ésta será
precisamente la recompensa: complacer a tu padre. ¡Ojalá no
despreciemos estas cosas! Así como es absurdo preocuparse de la
riqueza antes que de la salud, purificar el cuerpo y descuidar la
purificación del alma, buscar la libertad de la esclavitud terrenal y no
aspirar a la del mundo superior, así también lo es poner empeño por
tener una casa suntuosa o por vestirse con lujo y no preocuparse de
ser uno mismo. Si el bien fuera venal, no escatimarías riqueza alguna
para comprarlo. Mas cuando la misericordia está a tu disposición,
desprecias la caridad que tan a mano te queda. Todo momento es
apto para tu baño, como también lo es para la muerte. Te grito con
Pablo51, es decir, con voz poderosa: «Aquí está, ahora, el momento
propicio. Este es el día de la salvación». El no define «ahora» como
un momento concreto, sino que lo aplica a todos los momentos. Y
luego: «despierta tú que duermes52 y levántate de entre los muertos
y te iluminará Cristo», disolviendo la noche del pecado. Porque en la
noche mala es la esperanza, como afirma Isalas53 y al rayar el alba
es más útil ser apresado.

14. Siembra cuando sea el momento oportuno y cosecha y llena
tus graneros cuando llegue el tiempo propicio para ello. Planta en la
estación adecuada y vendimia el racimo de uvas cuando esté maduro.
Hazte a la mar confiado en la primavera y una vez llegado el invierno y
embravecido el mar saca tu nave a tierra. Ten momento para la
guerra, para la paz, para el matrimonio, para las cosas fuera del
matrimonio, para la amistad, para la discordia si es que te ves movido
a ella, y para cualquier otra circunstancia, según recomienda
Salomón54. Ha de acatarse su consejo, ya que es útil. Procúrate la
salvación y considera cualquier oportunidad como apta para el
Bautismo. Si nunca prestas atención al hoy y acechas el mañana, te
pasará inadvertido que el maligno, según es en él costumbre, te
engaña cada poco tiempo. «Dame a mi el presente y el futuro a Dios.
A mí la juventud, a Dios la vejez. A mi los placeres, a él la inutilidad».
¡Cuán grande es el peligro que te rodea! ¡Cuán grandes las
desgracias! ¡Mayores de lo que piensas! Fuiste victima de la guerra,
te sepultó un terremoto, te tragó el mar, te devoró una fiera, te
consume una enfermedad o, tal vez algo diminuto: se te ha
atragantado una migaja de pan. ¡Qué hay más fácil que hacer morir a
un hombre, por muy orgulloso que esté de ser imagen de Dios! Tal
vez acabó contigo una fiesta inmoderada, o te derribó del viento, o
quizás una medicina que en vez de saludable resultó dañina, o un
juicio inhumano, o un verdugo inexorable, o, en fin, cualquiera de las
cosas que produce una muerte súbita y más poderosa que el socorro
con que se acude a remediarla.

15. Mas si te previenes con el sello y aseguras tu futuro con la más
sólida y bella de las ayudas, marcado en alma y cuerpo con Espíritu y
ungüento al igual que antaño hiciera Israel durante la noche con la
sangre que protegía a los primogénitos55, ¿qué podrá sucederte?
¿Qué es lo dispuesto para ti? Escucha los Proverbios56: «si te
acostares», dice, «no sentirás temor. Te acostarás y dormirás un
dulce sueño». Recibe de David la buena nueva57: «no temerás al
terror de la noche, ni a la desgracia y el demonio del mediodía». Para
ti que aún estás en la vida, es esto importantísimo a fin de obtener
seguridad. Pues difícilmente puede alguien adueñarse de un ganado
marcado, en tanto que el que no lo está resulta asequible a los
ladrones. Y una vez muerto, tu entierro te será favorable, más
brillante que el vestido, más precioso que el oro, mayor que la
sepultura, más piadoso que estériles libaciones, más adecuado que
las primicias de frutos en sazón que los muertos ofrecen a sus
muertos58 haciendo la costumbre ley. Piérdase todo para ti, todo se
te arrebate: riquezas, propiedades, tronos, honores, todo cuanto
pertenece al tumulto de este mundo. Atiende tú, sin embargo, a que
tu vida termine con seguridad sin quedar privado de ninguna de las
ayudas dispuestas para nuestra salvación.

16. ¿Temes acaso la gracia y demoras la purificación por no
corromperla59, con temor de no disponer de otra? ¿Qué pues? ¿No
te inspira mayor temor correr peligro en la persecución y verte privado
de lo más importante que posees, que es Cristo? ¿Por tal motivo
huyes de ser cristiano? ¡Recházalo! Tal miedo no es propio de una
persona sana, es razonamiento de demente. ¡Oh imprudente
precaución, si es menester decirlo! ¡Ah, mañas del maligno! ¡Es
oscuridad y cómo finge! Si no puede vencer en enfrentamientos
abiertos conspira en la oscuridad. Se presenta como consejero, como
si fuera bueno, procurando que de ningún modo podamos escapar a
su acoso. Esto es, sin duda alguna, lo que trama también en este
caso. Pues no pudiendo persuadir manifiestamente a despreciar el
Bautismo, desea causar daño mediante una falsa seguridad para que
tu propio temor te haga olvidar lo que temes: temeroso de destruir el
don, por tal motivo precisamente, te privas de disfrutarlo. Falso es el
maligno y jamás dejará de serlo hasta que no compruebe que nos
apresuramos hacia el cielo del que él fue arrojado60. Mas tú, varón
de Dios, descubre la estrategia del enemigo y entabla combate contra
él por defender lo que verdaderamente importa61. Mientras seas
catecúmeno, estarás a la puerta de la religión cristiana62. Es preciso
que estés dentro, que traspases el umbral, que examines las cosas
santas de los santos y que habites con la Trinidad. Grandes son las
cosas por las que luchas. Has menester de una gran seguridad.
Defiéndete con el escudo de la Fe. Se atemorizará en tu presencia
cuando emplees tales armas. Por eso quiere despojarte de la gracia,
para una vez desarmado y sin amparo, dominarte con facilidad. Busca
adueñarse de cada edad, de cada forma de vida por un medio
distinto. Recházalo recurriendo a todos los procedimientos.

17. ¿Eres joven? levántate contra las pasiones con la ayuda de
Dios, sé contado entre los de su ejército, compórtate ante Goliat como
el más valiente, vence a mil o a diez mil. Disfruta así de la flor de la
vida sin permitir que tu juventud se marchite, muerta por tener una fe
imperfecta. ¿Eres anciano y estás próximo al fatal desenlace?
Respeta tus canas. Muestra la sensatez que se te pide en lugar de la
debilidad que ahora exhíbes. Ayuda a la escasez de tus días, cree en
la purificación de la ancianidad. ¿Por qué estando en lo profundo de
la vejez y en los últimos alientos temes las cosas de la juventud?
¿Esperas acaso que tú, más odiado que compadecido, serás bañado
una vez muerto? ¿O es que, siendo tú mismo un residuo de vida,
amas aún los residuos de los placeres? Es vergonzoso que se haya
marchitado tu juventud y, en cambio, demores tu purificación, o lo
aparentes al menos, porque no se ha marchitado igualmente el
libertinaje. ¿Eres niño? Que no se aproveche el mal de esa
circunstancia. Sé consagrado siendo aún feto, dedicado al Espíritu
mientras eres diminuto. Tú, temeroso del selIo por la debilidad de la
naturaleza humana, eres una madre mezquina y con poca fe. Ana, al
contrario, antes de que Samuel naciera prometió a Dios que, una vez
nacido, lo consagraría al instante y lo criaría con las vestiduras
sacerdotales63. Ella no temía la naturaleza humana porque tenía fe
en Dios. No necesitas amuletos ni encantamientos. Por ellos entra el
maligno en los hombres imprudentes y toma para si la veneración a
Dios debida. Entrégate tú en persona a la Trinidad, amuleto poderoso
y lleno de hermosura.

18. ¿Qué pues? ¿Eres virgen consagrada? Sella tu virginidad con
la purificación. Haz de ella la compañera de tu vida, tu amiga. Que ella
te dirija, que disponga ordenadamente tus actos, tus palabras, tu
cuerpo entero, cada uno de sus movimientos y sentidos. Hónrala para
que te adorne, para que corone tu cabeza con una diadema de
gracias64 y te custodie con una corona de alegría. ¿Estás sujeto por
el vinculo del matrimonio? Unete al sello: haz que conviva contigo
como guardián prudente. ¿Cuántos eunucos y vigilantes calculas que
serian necesarios para ofrecerte una protección segura como la que
éste te brinda? ¿Estás muy íntimamente unido a la carne? No temas
la perfección. Tú eres puro también después del matrimonio. Mío es el
riesgo, yo soy el testigo. Si bien la virginidad es un tesoro precioso,
no por ello el matrimonio ha de contarse entre las cosas
deshonrosas65. Imito a Cristo, esposo purísimo y comensal en unas
bodas, que hace milagros en unos esponsales y dignifica a los
esposos con su presencia66. Sea el matrimonio puro y sin mezcla de
malos deseos. Sólo te pido una cosa: ampárate en la seguridad del
don y ofrécele la castidad que es decorosa. De común acuerdo67
fijad un plazo para la oración que es la más valiosa de todas la
ocupaciones. No estoy ahora promulgando leyes, sino aconsejando y
si deseo ligar algunos de tus derechos, es por tu bien y por vuestra
seguridad68. Diré, en fin, que no existe vida ni tarea, para las cuales
el Bautismo no sea provechoso en extremo. Si eres libre, recibe un
freno. Si esclavo, la equiparación en la estima. Si estás abatido,
recibe ánimos. Si despreocupado, la disciplina. Si eres pobre, recibe
una riqueza que no se te arrebatará. Si rico, la buena administración
de tus posesiones. No conspires hábilmente contra tu propia
salvación, no emplees astucias contra ella. Aunque engañáramos a
los demás, no podríamos engañarnos a nosotros mismos. Arriesgado
es e insensato jugar con la propia salvación.

19. ¿Vives, acaso, de una actividad pública? ¿Te manchas con el
cuidado de la cosa pública y corres el riesgo de malbaratar la
benevolencia divina? Simple es mi consejo. Si te es posible, evita el
foro y toda su bella cohorte, ceñido con alas de águila, o de paloma,
por mejor decir. Pues ¿qué tienes que ver tú con el César ni con lo
que es el César?69 Huye y no descanses hasta que encuentres un
lugar donde no haya pecado, ni exista la culebra que muerde en el
camino para impedirte enderezar tus paso hacia Dios. Aparta tu alma
del mundo. Abandona Sodoma, huye del incendio. Camina sin volver
atrás la vista, no sea que quedes convertido en estatua de sal.
Escapa al monte, para no ser arrebatado ni quedar atrás70. Mas si ya
estabas entregado a los deberes públicos y estás ligado por ellos,
habla de eso contigo mismo. O mejor, seré yo quien hable contigo. Lo
óptimo es conservar los bienes propios y la purificación. No obstante,
si ello no es posible, vale más contaminarse un poco con los afanes
públicos, que verse por completo privado de la gracia. Al igual que,
según yo, es mejor recibir reproches del padre o del señor, que ser
rechazado por él, y es mejor recibir una iluminación pequeña que
permanecer en la más completa oscuridad71. Mas con todo propio es
de los prudentes elegir lo mejor y más perfecto del bien y lo más
insignificante y llevadero del mal. Por tanto, no te atemorices en
exceso ante la purificación. Siempre aquellas ocupaciones nuestras
que están rectamente dirigidas son juzgadas por quien es juez y
benevolente de todas nuestras cosas. Y a menudo, quien en el
desempeño de las tareas públicas se comportó con rectitud, obtuvo
más que quien, libre de afanes, no dispuso todo con prudencia. Pues,
a mi entender, tiene más valor el que avanza un poco cuando tiene
los pies atados, que el que corre sin que nada le agobie, más puro es
quien está cubierto de fango que aquél que está limpio porque ha
recorrido un camino limpio. Y como prueba de lo dicho aportaré que la
prostituta Raab quedó justificada por una sola acción: por su
hospitalidad72, aunque el resto de sus cosas no mereciera alabanza.
Y aunque el publicano no mereciera ser enaltecido por su
comportamiento, fue ensalzado por una sola cosa: su humildad73. Y
ello para que tú aprendas que no debes desesperar fácilmente de ti
mismo.

20. Mas quizás alguien diga: «¿qué gano yo con recibir el Bautismo
con prontitud y con apartarme pronto de los placeres de la vida,
cuando aún me sería posible disfrutarlos y postergar la recepción de
la gracia? No se beneficiaron más los trabajadores tempranos de la
viña, pues les fue dado el mismo salario que los últimos»74. Quien
quiera que seas tú que te expresas así, has resuelto todas las
dificultades al descubrir cuál era el motivo oculto por el que
retrasabas tu purificación. No apruebo yo tu conducta, que es
perversa, pero sí la sinceridad de tus palabras. Mas ¡ea!
interpretemos esa parábola para que tu ignorancia no te cause daño
al leer lo que está escrito. Considera en primer lugar que este pasaje
no trata del Bautismo, sino de los que reciben la Fe en diferentes
momentos y, por consiguiente, también en momentos diferentes
entran en la viña bellísima que es la Iglesia. Pero el trabajo le reclama
a cada uno a partir del día y de la hora en que se convierte.
Ciertamente, los primeros aportaron un mayor esfuerzo, pero en
cuanto a la disposición no superan a los últimos. Es más: quizás a
éstos, aunque parezca paradójico, se les deba mayor paga. El único
motivo de haber llegado el último al trabajo de la viña es haber sido
llamado también el último. Examinemos con detenimiento lo que a
unos y a otros distingue. Los que creyeron en primer lugar, no
entraron a la viña hasta que no se ajustó el salario. En cambio los
otros, sin convenir nada, fueron a trabajar, dando así prueba de una
mayor fe. Unos mostraron un talante envidioso y murmurador. Nada
de eso puede reprocharse a los otros. Aquellos tuvieron como salario
lo entregado, aunque eran perversos y por culpa de la necedad
quedaron privados de un mayor premio, como era lógico. Estos, por el
contrario, recibieron la gracia como jornal. Observemos qué aconteció
a quienes llegaron tarde: es claro, recibieron igual salario. ¿Por qué
entonces los tempranos acusan de inicuo a quienes les contrató,
reprochándole esa igualdad? Todo ello deja a los primeros
desprovistos de la gracia ganada con su sudor, a pesar de que
fueron antes a trabajar. Se desprende de todo ello que fue justa la
distribución de un paga igual, pues se atenta el salario al esfuerzo de
la voluntad.

21. Y aunque la parábola, con arreglo a tu interpretación,
ensombreciera la eficacia del Bautismo ¿qué habría de malo en que
quienes se entregaron antes a la tarea y sufrieron el calor de la
jornada no envidiaran a los últimos, logrando precisamente por esto
tener más que ellos, a saber, un mayor amor a los hombres,
consiguiendo así que el pago fuera verdaderamente salario y no
gracia? Por otro lado, para cobrar el jornal, la parábola exige que los
trabajadores entren a la viña y excluye a quienes se dispersan por los
caminos, error éste que es, precisamente, el que tú corres el riesgo
de cometer. De suerte que, si fuese seguro que tú habrías de obtener
el don pensado de ese modo y procurando sustraerte a parte de la
labor que se te ha asignado, tal vez seria comprensible que te
refugiaras en tales razonamientos y pretendieras sacar alguna
ganancia a espaldas de tu Señor. Y ello por no hablar de que una
mayor fatiga será considerada siempre una gran merced por todo
aquél que no tenga mentalidad de mercader. Mas puesto que estás
expuesto a ser definitivamente expulsado de la viña por ese
mercantilismo tuyo y a que, mientras corres en búsqueda de lo menor,
seas castigado con la privación de lo que es más importante, escucha
mis amonestaciones. Deja estar tantas explicaciones equivocadas y
tantas objeciones. Acércate al don sin hacer silogismos, no sea que
con tantos sofismas acabes por elegir en perjuicio tuyo antes de
haber obtenido el cumplimiento de tu esperanza.

22. «¿Qué, pues? ¿No es acaso Dios amador de los hombres? El
conoce los pensamientos, sopesa los deseos y toma el deseo del
Bautismo mismo». Tus palabras son como un enigma. ¿Crees que
Dios, por su bondad, estima igual a quien está iluminado y a quien no
lo está? ¿O que piensa que alguien que no cumple aquellas cosas
que abren el camino del cielo se afana realmente por alcanzarlo? Me
atreveré a decir cuanto pienso al respecto y entiendo que las
personas sensatas serán de mi misma opinión. De cuantos obtienen
el Bautismo, unos estaban completamente ajenos a Dios y a la
salvación y se entregaban a todo linaje de maldades, afanándose en
ellas. Otros sólo a medias eran malos y estaban entre la virtud y el
pecado. Algunos obraban mal, más no se conformaban con sus
obras, sino que las soportaban como soporta la enfermedad quien
tiene fiebre. Algunos ya antes de su purificación eran dignos de
alabanza. Había quienes, por naturaleza o imponiéndose violencia, se
purificaban antes del Bautismo con vistas a recibirlo y, después de
lograda la perfección, se mostraban mejores y más seguros, fuera
para alcanzar el bien, fuera para conservarlo.
De todos éstos, los mejores son los que siendo realmente malos
abandonan su pecado, al menos en parte. Quienes se comportan así
y se purifican antes del Bautismo, son los más dignos de honra y
quienes reciben una mayor recompensa. Pues aunque el Bautismo
aniquile los pecados, no destruye las buenas acciones. Así pues, los
mejores de todos son los que cultivan la gracia y se pulen lo más
posible a sí mismos para alcanzar de este modo la belleza mayor.

23. Por consiguiente, de entre quienes no llegan al Bautismo,
algunos son completamente bestiales o animales, según su necedad
y su maldad. Estos y el resto de los malvados no tienen el menor
respeto por la gracia que han recibido, que es, a mi parecer, una
verdadera gracia, en cuanto que si se concede es querida y si no se
concede, despreciada. Otros, conocen y honran la gracia que
reciben, pero la retrasan, unos por pereza y otros porque son
insaciables para los placeres. Algunos hay que ni siquiera están en
situación de recibirla, sea porque son aún de tierna edad, sea porque
alguna grave e inesperada desgracia les pone en el trance.de no
poder recibir la gracia ni aunque la desearan. Al igual que hemos
encontrado grandes diferencias entre los diversos tipos de hombre
que antes hemos examinado, las encontraremos también entre éstos.
Los peores de todos son quienes desprecian totalmente el Bautismo.
Son peores que los perezosos y los insaciables. Y éstos, a su vez,
son peores que quienes no llegan al Bautismo por ignorancia o
porque están impedidos, pues el impedimento no es sino un pecado
involuntario. Entiendo yo que los primeros deberán rendir cuenta no
sólo del resto de sus malas acciones, sino también de su desprecio
por el Bautismo, mientras que los segundos, ciertamente habrán de
rendir cuenta, pero menos que aquellos, pues su necedad y no su
malevolencia es lo que les ha privado de la salvación. Los últimos, por
fin, no obtendrán la gloria del cielo, pero tampoco serán castigados
por el Juez justo, porque aunque estén sin el sello del Bautismo, ello
no les es reprochable, porque más que procurarla, han padecido esta
privación. En efecto, no por no ser digno de castigo se merece ya el
premio porque, al contrario, el hecho de no merecer premio no
significa que se merezca castigo.
Considera, además, este otro punto: si tú juzgaras reo de la pena
capital a quien ha sido asesino sólo con la intención, pero sin cometer
el asesinato, entonces también podría considerarse bautizado a quien
ha querido recibir el Bautismo sin llegar a recibirlo. Si no vale el primer
caso, tampoco el segundo. O míralo de este otro modo: si para
obtener la eficacia del Bautismo basta sólo con desear recibirlo y por
tal título pretendes obtener la gloria del cielo, entonces para disfrutar
la gloria te será suficiente el desearla. ¿Qué te importa si no la
obtienes dado que, en cualquier caso, la has deseado ya?

24. Por consiguiente, después de haber oído esas palabras de
«volveos a El y sed iluminados y vuestros rostros no se
avergonzarán75» por haberse apartado de la gracia, recibid la
iluminación mientras aún sea tiempo a fin de que las tinieblas no os
persigan y se apoderen de vosotros76 apartándoos de la iluminación.
Después de abandonar la vida viene la noche77, en que nadie puede
trabajar. Aquellas palabras de David, éstas de la luz verdadera que
ilumina a todo hombre que viene a este mundo78. Tomad en cuenta
los reproches que Salomón dirige con dureza a quienes son
perezosos o excesivamente lentos79. «¿Hasta cuándo, perezoso,
seguirás acostado?» ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Alegas esto
y aquello y pones como excusa tus pecados80. Dices: voy a esperar a
la fiesta de la luz; me resulta especialmente querida la Pascua;
aguardo el día de Pentecostés; es mejor, puesto que se es bautizado
con Cristo, resucitar con Cristo el día de la Resurrección o venerar la
venida del Espíritu Santo. ¿Y qué? Vendrá de pronto el final, en el día
que no supones y a la hora que desconoces. Te sobrevendrá, como
un mal compañero de viaje, la escasez de gracia y pasarás hambre
entre tanta abundancia de bienes. Te hubiera sido preciso prepararte
con la actitud opuesta a gozar de los opuestos beneficios. Procurarte
con empeño una cosecha abundante y remediar tu sed en la fuente,
como hace la cierva sedienta81 corre con diligencia hacia los
manantiales y apacigua con el agua la fatiga de su carrera. Más te
vale eso que padecer lo mismo que Ismael, secarse por falta de
agua82 o, según el mito, sufrir el castigo de la sed en medio de
fontanas83. Es terrible dejar a un lado el comercio y afanarse sólo en
el trabajo. Es terrible desdeñar el maná y desear alimentos. Es terrible
cambiar de opinión y darse cuenta del daño cuando ya no hay
remedio, es decir, después de salir de este mundo, al tiempo del
amargo final de todo lo vivido por cada uno, al momento del castigo
para los pecadores y del esplendor para quienes se han purificado.
Por tanto, no dudéis en acercaros a la gracia, apresuraos para que
no se os adelante el ladrón, ni os aventaje el adúltero, ni el insaciable
os sobrepase en estima, ni el asesino se apodere del bien por delante
de vosotros, ni el publicano, ni el libertino, ni ninguno de los que
arrebatan con violencia el reino de los cielos84 y lo saquean. Que el
reino de los cielos requiere una violencia voluntaria, aunque sea
gobernado con bondad.

25. Si quieres hacerme caso, seas quien fueres, sé lento para el
mal y veloz para ganar la salvación, que igualmente perversas son la
presteza para obrar el mal y la demora en hacer el bien. Si fueres
convocado a un banquete, no te apresures. Si a negar tu fe, apártate.
Si por caso algún horrible compañero te dijere85: «ven con nosotros,
participa en un derramamiento de sangre, sepultemos injustamente a
un hombre inocente», tú no prestes atención. Ganarás dos cosas muy
importantes: conocer su pecado y apartarte de su compañía. Pero, en
cambio, si fuere el gran David quien te dice86: «vamos,
regocijémonos con el Señor»; o si otro profeta87: «venid, subamos al
monte del Señor»; o si el mismo Salvador te invitara diciendo88:
«venid a mí cuantos estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré» o
«levantaos, vayámonos de aquí89», esplendorosamente radiantes,
brillantes más que la nieve, más blancos que la leche,
resplandecientes más que el zafiro90, entonces no te resistas, no te
retrases. Seamos como Pedro y Juan que corren al sepulcro y a la
resurrección91. A ejemplo suyo, corramos nosotros al Bautismo,
corramos juntos, rivalicemos, disputemos por alcanzar el bien los
primeros. No digas: «Me voy y volveré. Mañana recibiré el Bautismo»,
si puedes recibir hoy el beneficio. «Estén presentes mi madre, mi
padre, mis hermanos, mi mujer, mis hijos, mis amigos, todo cuanto me
es querido. Sólo entonces me salvaré. Ahora no tengo tiempo para
ser iluminado92». Teme, no sea que te resulten compañeros de
desgracia aquellos a quienes quisiste tener como camaradas de tu
alegría. Si están presentes, acógelos con cariño. Si faltan, no los
esperes. Debe darte vergüenza decir: «¿qué ventajas obtendré con el
Bautismo? ¿Dónde está la vestidura bautismal con que
resplandeceré? ¿Dónde está lo que protege a quienes me bautizan y
qué me garantiza que seré bien considerado por ellos?». Sin duda, en
tu opinión éstas son cosas indispensables. Por eso mismo será menor
la gracia que recibas. No repares en minucias cuando de grandezas
se trata, no te permitas nada mezquino. Lo mayor de cuanto se ve es
el misterio. Ocúpate de producir fruto para ti mismo. Revístete de
Cristo93, aliméntate con una vida honesta. A la manera como yo me
complazco en ser tratado con deferencia, Dios, que concede las
cosas más grandes, se goza también de eso. Para Dios nada es tan
grande que no pueda ser dado a quien es pobre. No menosprecien
los pobres tales cosas, pues en ellas no encontrarán qué disputar a
los ricos. En todo lo demás hay diferencia entre pobres y ricos, mas
en ésta sólo es rico el que está decidido a serlo.

26. Que nadie detenga tu marcha hacia delante, que nadie reprima
tu buena voluntad. Mientras el deseo sea vehemente, arrebata lo
deseado. Sea endurecido con el frío el hierro aún caliente, no sea
que de repente ocurra algo que rompa el deseo. Yo soy Felipe, sé tú
Candace. Di: «ahí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?»94.
Aprovecha el momento oportuno, alégrate por el bien y, dicho esto, sé
bautizado y tras bautizado, salvado. Aunque seas etíope de cuerpo,
sé de alma blanco. Alcanza la salvación, que para las personas
sensatas nada hay más alto ni venerable. No digas: «que me bautice
un obispo, que sea metropolitano95, peregrino a Jerusalén96». La
gracia no obedece al lugar sino al Espíritu. Ni digas: «que sea de
noble cuna, pues seria terrible que mi noble linaje fuera injuriado por
quien me bautiza. Que sea presbítero, pero no casado y que su
comportamiento sea moderado97 y su vida angélica. Seria espantoso
que en el mismo momento de mi purificación recibiera yo una
mancha». No atiendas a la probidad del que evangeliza ni a la de
quien te bautiza. Otro es el juez de éstos, otro quien examina lo
oculto, que si el hombre ve las apariencias, Dios distingue en el
corazón98. En lo que atañe a tu purificación, tú fíate de cualquiera,
reparando solamente en que quien te bautice sea persona autorizada
por la Iglesia99 y no uno de los que públicamente se han apartado de
ella y, por ende, han sido por ella condenados. Estando necesitado
de curación, no te ocupes en juzgar a los jueces, no te pongas a
distinguir sobre los méritos de quienes te purifican, ni a discernir entre
tus progenitores. Tal vez haya uno que sea mejor o mas miserable
que otro.
En cualquier caso, son superiores a ti. Reflexiona como sigue: si un
anillo de hierro y otro de oro tienen grabada la misma imagen, una
vez que hayan imprimido su efigie en la cara ¿quién distinguirá qué
imagen pertenece a cada uno de ellos? Por muy sabio que seas
¿reconoces en la cera la materia de la imagen acuñada? Dime cuál
es la marca producida por el anillo de hierro y cual por el de oro. Una
sola es la efigie, pues la diferencia estribaba en la materia, no en la
imagen impresa. Esto ha de servirte de ejemplo por lo que respecta a
cada uno de los que bautizan. Aunque uno sea superior por su modo
de vida, la eficacia del Bautismo es siempre la misma. Cualquiera que
esté constituido en la misma Fe, ha de ser considerado por ti como
poseedor de la misma perfección.

27. Aunque seas rico, no desprecies recibir el Bautismo junto con
alguien que sea pobre, ni porque tengas linaje noble desdeñes ser
bautizado junto a uno de humilde cuna, no porque seas señor creas
que es indigno acercarse a la fuente bautismal con quien ha sido
esclavo hasta hace poco. No superarás en humildad a Cristo, por
quien eres tú bautizado hoy y que por ti tomó apariencia de
esclavo100. A partir de este día tú te has transformado, se han
transformado todas las antiguas características de tu temperamento y
Cristo se ha sobrepuesto a todos, imponiendo una sola forma.
Sabedor de cómo bautizaba Juan, no te niegues a revelar tus
pecados, para que con la vergüenza de esta vida, evites la de la
venidera, que esto forma parte del castigo en la vida futura. Mostrarás
que realmente odias al pecado cuando lo reveles y aparecerá claro
que has triunfado sobre él, pues lo consideras digno de violencia. No
desprecies someterte al exorcismo, ni renuncies a él por su larga
duración. El es prueba de legitimidad en la gracia. ¿Te fatigarás tanto
como la reina de los etíopes que vino desde los confines de la tierra
para oir la sabiduría de Salomón? Y para quienes rectamente lo
entienden «aquí hay algo mayor que Salomón101». No retrocedas
ante la longitud del camino, ni ante la anchura del mar, ni ante el
fuego si es que llegara a darse, ni ante ninguna otra cosa, ante
ningún impedimento pequeño o grande, hasta que alcances la gracia.
Mas siéndote posible alcanzar lo deseado sin necesidad de fatigas ni
trabajos, ¿no sería gran necedad aplazar la posesión del don? «Los
sedientos», dice la Escritura, «acudid al agua», es Isaías quien te
exhorta102 «y los que no tenéis dinero, venid, venid, comprad y
bebed vino» de balde. ¡Oh, premura de la bondad! ¡Oh, magnifica
disposición de quien contrata! Este bien sólo te cuesta el quererlo. El
acepta este deseo en lugar de una gran fortuna. Está sediento de ser
deseado con ansia, da de beber a quienes lo quieren. Dispensa
favores reclamando favor para sí mismo. Es un bienhechor servicial.
Da más de lo que cualquiera seria capaz de coger. Sólo se nos
reprocha la mezquindad de pedir cosas pequeñas e indignas de quien
nos las da. Bienaventurado aquél a quien Cristo pide de beber, como
hizo con aquella samaritana, a la que dio «una fuente de agua que
salta hasta la vida eterna103». «Bienaventurado el que siembra al
lado de las aguas104», al lado de todas las almas, que mañana serán
labradas y regadas, pero que hoy son pisadas por el asno y el buey,
improductivas, secas y atormentadas por el desprecio.
Bienaventurado quien, aunque sea torrente de juncos, bebe en la
casa del Señor105. Así pasa de ser portador de juncos a portador de
trigo, cultiva alimentos aptos para el hombre, en vez de frutos
amargos e inútiles. A procurar esto ha de enderezarse toda nuestra
diligencia, impidiendo que nos apartemos de esta gracia común.

28. «De acuerdo», dirá alguno, «con que todas estas cosas se
apliquen a quienes desean el Bautismo. Mas ¿qué pensar de quienes
son aún niños e incapaces para apreciar el castigo y la gracia?
¿habremos de bautizarlos también?» Sin lugar a dudas, si es que nos
apremia algún peligro. Mejor es ser santificado sin percibirlo, que
morir sin el sello de la perfección. Hallamos un claro modelo en la
circuncisión, practicada a los ocho dias106. Era un símbolo del sello,
que se practicaba a quienes no tenían aún uso de razón. Otro tanto
sucedía con las señales puestas en los dinteles107, que protegieron
a los primogénitos mediante cosas carentes de conocimiento. Por lo
demás, entiendo que cumplida la edad de tres años poco más o
menos, tan pronto como sea capaz de escuchar algún contenido del
misterio y de dar alguna respuesta y cuando pueda uno figurarse
algo, aunque no lo entienda perfectamente, ha de procederse a
santificar los cuerpos y almas con el gran misterio de la perfección. En
efecto, aunque comienzan a rendir cuentas de su vida sólo cuando su
razón esté completa y hayan entendido el misterio, pues la ignorancia
propia de la edad les disculpa de pecado, no obstante, bajo todos los
puntos de vista, es más ventajoso protegerse con el Bautismo. Y ello
a causa de los repentinos ataques de los peligros, que caen sobre
nosotros con mayor ímpetu que cualquier socorro108.

29. Mas arguyes: «Cristo, siendo Dios, fue bautizado a los treinta
años109. ¿Exigirás tú que el Bautismo se reciba antes de esa
edad?». Al decir que era Dios, tú mismo has resuelto la cuestión. El
era la pureza misma, y no necesitaba de purificación, pero se purificó
por ti, al igual que se encarnó por ti aunque era incorpóreo. No corrió
ningún peligro que hiciera imprudente retrasar su bautismo, pues
como sucedió con su nacimiento, él era el administrador de su propia
pasión. En cambio tú estuviste sometido a un peligro no pequeño por
el mero hecho de nacer de la sola corrupción, sin estar recubierto de
incorruptibilidad. Repara en esto: a El le convenía aquel momento
para su bautismo, cosa que no puede decirse de ti. El se manifestó a
la edad de treinta años y no antes, para no parecer ostentoso,
sentimiento éste propio de las personas ineptas, y porque a esa edad
estaba en posesión de una perfecta prueba de virtud y convenía que
lo manifestara. Era necesario que se sometiera a la pasión salvadora
del mundo y que a tal pasión concurriesen cuantas cosas son propias
de ella: la manifestación que se dio en su bautismo, el testimonio del
cielo, el anuncio, la reunión de multitudes, los milagros. Era preciso
que todas estas cosas formaran un todo, sin división ni separación de
intervalos. A partir del bautismo y de la manifestación se desató el
terremoto de cuantas cosas ocurrieron, que terremoto es llamado por
la Escritura ese momento110. A partir de la multitud se desencadenó
la ostentación de signos y prodigios que conducían al Evangelio. Mas
de los milagros se siguió la envidia, de la envidia el odio, del odio la
maquinación y la traición, de esto, por fin, la cruz y cuanto nos ha
salvado. En la medida en que nos resultan comprensibles, así fueron
las cosas referentes a Cristo. No excluyo, con todo, que pueda
encontrarse alguna otra explicación, más secreta que ésta.

30. ¿Qué necesidad tienes tú de decidir mal por seguir ejemplos
que te exceden, cuando conocemos muchas otras cosas de aquel
tiempo, cuya narración nos las presenta como realizadas en el tiempo
y de manera diferente a como ahora las hacemos? Te pondré
algunos ejemplos. El ayunó inmediatamente antes de la tentación111,
nosotros antes de la Pascua. El ayuno, ciertamente, es idéntico, pero
no es pequeña la diferencia entre ambos momentos. El opone a las
tentaciones los ayunos, mientras que para nosotros ayunar equivale a
morir juntamente con Cristo y nos sirve como purificación que precede
a la fiesta. El, como era Dios, ayunó cuarenta días, mientras nosotros
ayunamos con arreglo a nuestra limitación, bien que el celo estimule a
algunos a lanzarse por encima de sus propias fuerzas112. Junto a
eso, El enseñó a sus discípulos el misterio de la Pascua en el
cenáculo, después de la cena, el día inmediatamente anterior a la
Pasión113. A nosotros, en cambio, nos enseña eso mismo en las
casas de oración, antes de la cena y cuando ya ha resucitado. El
resucitó a los tres días, nosotros al cabo de mucho tiempo. No es que
nuestras cosas sean distintas de las que El hizo, ni que estemos
sometidos al tiempo, sino que lo que se nos ha transmitido es como
una reproducción que dista mucho de ser igual al original. ¿Qué tiene
de extraño que recibiendo el Bautismo por nosotros, respecto al
momento en que lo hizo difiera del modo en que lo recibimos
nosotros? Lo que propones me parece grande y admirable, pero va
en detrimento de tu propia salvación.

31. Si en algo tenéis mi doctrina, permitid que os exhorte a esto, a
que os superéis a vosotros mismos por buscar el bien. Comenzad un
doble certamen, uno que os purifique antes del Bautismo y otro que
conserve el Bautismo. En efecto, os halláis ante una doble dificultad:
adquirir un bien que no poseéis y conservarlo una vez que lo hayáis
adquirido. Pues a menudo la negligencia destruye lo adquirido con
esfuerzo o al contrario, la diligencia logra recuperar lo que había
destruido la pereza. Buenos son para alcanzar lo que deseas las
vigilias, los ayunos, dormir en el suelo, las oraciones, las lágrimas, la
lamentación por los necesitados y compartir algo con ellos. Que todo
ello sirva como expresión de agradecimiento por lo que has recibido y
también para su salvaguardia. Cuentas con un beneficio que te
permitirá recordar muchos mandatos. No lo descuides ¿Se te acerca
un menesteroso? Recuerda cuánto has mendigado tú y cuánto te has
enriquecido. ¿Se te acerca tal vez alguno necesitado de pan o de
bebida, un Lázaro114, quizás, o cualquier otro que esté echado ante
tu puerta? Respeta la mística mesa a la que te has acercado, el pan
en que tomaste parte, la bebida de que has participado una vez
llegado a perfección con los sufrimientos de Cristo. ¿Te ha llegado de
improviso un extraño, un extranjero sin casa? Acoge en él a quien por
ti peregrinó en su propia heredad115, a quien, merced a la gracia, se
ha establecido en ti y te transporta a la morada celestial. Sé Zaqueo,
aquél que hasta ayer era publicano y hoy se ha hecho generoso116.
Cosecha todos los frutos que vienen con el advenimiento de Cristo a
fin de que, después de verle, parezcas grande, aunque seas pequeño
en lo referente a la edad corporal117. ¿Yace ante tu casa un
enfermo, un herido, quizás? Honra la salud que Cristo te ha
concedido, las heridas de que El te restableció. «Si vieres a alguien
desnudo, vístele»118, dando así honor a tu vestido de inmortalidad,
que es Cristo, pues «cuantos en Cristo habéis sido bautizados, os
habéis revestido de Cristo119». Si encuentras a un deudor postrado
ante ti, rompe todo contrato, justo o injusto120. Ten memoria de los
diez mil talentos que Cristo te condonó121. No quieras ser
recaudador cruel de una deuda insignificante. ¿Con quién todas
estas cosas? Con quienes contigo son siervos, pues si del Señor has
recibido más que ellos, ten presente que habrás de rendir cuentas de
la benevolencia de Aquél cuya misericordia no imitaste aunque te dio
ejemplo de ella.

32. Baña tu imagen122 y no sólo tu cuerpo. Que junto a la
absolución de los pecados quieras también adoptar la reforma de tu
vida. Que no sólo se limpie el fango que te cubre, sino que además
quede purificada la fuente de que brota. No se grabe en tu alma
solamente el deseo de cobrar algo de honra, sino también el de
perder con honra algo o, lo que es más fácil, el de desprenderte de lo
injustamente adquirido. ¿Qué provecho lograrías si se te perdonase
el pecado, mas no quedara reparado el daño que causaste a quien
padeció tu injusticia? ¿No son acaso dos tus faltas, adquirir
injustamente y conservar lo adquirido? Has sido absuelto de lo
primero, pero sigues siendo injusto por lo que hace a lo segundo.
Dado que aún sigues en posesión de lo ajeno, tu pecado no ha sido
destruido, sino sólo temporalmente suspendido. Osaste cometer uno
antes del Bautismo. Permanece el otro tras haber sido bautizado, que
el baño perdona lo cometido antes de su recepción, no lo que al
presente se comete. Se requiere que la purificación no sea una
argucia tramada astutamente, sino un sello. Debes brillar de verdad,
no sólo en apariencia. No te ha de servir la gracia como velo de tus
pecados, sino para liberarte de ellos. «Bienaventurados aquellos
cuyas injusticias han sido perdonadas», o sea, quienes han obtenido
una completa purificación, «y aquellos cuyos pecados han quedado
ocultos123», que son quienes aún no están purificados
anteriormente. «Bienaventurado el hombre al que el Señor no le
imputa su pecador124». Esta es la tercera clase de pecadores:
aquellos cuyas acciones no son loables, pero tienen una forma de
pensar irreprensible.

33. ¿Qué digo? ¿Cuál es mi discurso? Ayer eras la cananea125
cuya alma estaba encorvada a causa del pecado126. Hoy has sido
erigido por el Logos. No vuelvas a encorvarte hasta caer por tierra,
oprimido por el maligno con un collar de madera, no sea que resulte
imposible levantarte de tu postración. Ayer desfallecías a causa de un
flujo de sangre127, pues de ti manaba el rojo pecado. Hoy, secado ya
el flujo, floreces. Tocaste la orla del manto de Cristo y detuviste el
flujo. Conserva tu pureza, no sea que recaigas en la hemorragia al
querer apoderarte de Cristo por la fuerza para robar tu salvación. Por
mucha que sea su benevolencia, Cristo no quiere ser robado en
exceso. Ayer yacías acostado en un lecho, abandonado y
quebrantado, sin que nadie te echase a la piscina cuando se agitaban
las aguas128. Hoy te has encontrado con el hombre que es Dios o,
mejor dicho, con quien es Dios y hombre. Te levantó del camastro,
incluso has cargado al hombro tu yacija y has esculpido en una
columna el beneficio recibido. No te acuestes de nuevo en tu
camastro volviendo a pecar, no regreses al miserable descanso del
cuerpo entregado a los placeres. Tal como estás, camina recordando
el precepto de «estás curado. Anda y no peques más para que no te
suceda algo peor129», es decir, para que no seas peor después de
haber recibido el beneficio. «Lázaro, sal fuera130». Estando en el
sepulcro escuchaste esa potente voz, ¿qué voz más poderosa que la
del Logos?, y saliste. Aunque no eras un cadáver de cuatro días131
sino de muchos, resucitaste con quien lo hizo al tercer día y te viste
libre de las ataduras fúnebres. No quieras morir de nuevo y
permanecer junto a quienes habitan los sepulcros132. No te ates con
las vendas de tus pecados, pues no tienes garantizado que vayas a
resucitar otra vez de entre los muertos antes de que llegue el
momento de la última y común resurrección, cuando El reclame a
todas las criaturas no para curarlas, sino para juzgarlas y para que
rindan cuentas de si han administrado bien o mal sus tesoros133.

34. Si antes estabas cubierto de lepra, o sea, de un mal que te
deformaba, y te has apartado de esa materia miserable y has
recuperado una imagen sana, muéstrame la purificación a mí, que soy
tu sacerdote, a fin de que advierta cuánto más honrosa es ésta que la
prescrita en la ley134. No seas uno de los nueve ingratos. Imita al
décimo que, aun siendo samaritano, era el más noble de todos.
Robustécete para que no se renueve tu enfermedad y se haga difícil
curar la deformidad de tu cuerpo. Aún hace poco que la mezquindad y
la tacañería secaban tu mano (/Lc/06/06) 135. Extiéndala hoy la
generosidad y la misericordia. Buena medicina es para una mano
enferma distribuir lo que se posee, repartir a los menesterosos,
prodigar el agua de que tenemos abundancia, sin miedo a llegar
hasta el fondo. Quizás éste te proporcionaría alimento, como le
ocurrió a la de Sarepta, sobre todo si por casualidad aconteciere el
caso de tener que alimentar a Elías136. Buena medicina es estimar
como un bello estado la pobreza padecida por Dios, que por nosotros
se hizo pobre. Si fueres sordo o mudo137, que sople en tus oídos el
Logos, y, todavía mejor, si puedes quedarte con El después de que te
haya soplado. No cierres tus oídos a las enseñanzas y
amonestaciones del Señor, como una serpiente a los encantamientos.
Si eres ciego138 y estás falto de luz, esclarece tus ojos para no
dormirte en la muerte139. Contempla la luz en la luz del Señor140, ve
al Hijo en el Espíritu de Dios, contempla la triple e indivisible Luz. Si
por entero acoges al Logos, reunirás en tu alma todos los cuidados
de Cristo, los mismos con los que El fue curando una a una todas las
enfermedades. Mira que no ignores la medida de la gracia. Mira que
el adversario no siembre en torno tuyo la cizaña mientras duermes
descuidado141. Mira que no te conviertas en digno de lástima por el
pecado, al haber sentido el maligno envidia de tu pureza. Mira de no
alegrarte excesivamente por el bien para que no te ensalces sin
modestia y caigas en la presunción. Mira por trabajar siempre con
todo empeño por tu purificación, colocando en tu corazón las
gradas142, y por conservar con sumo cuidado la remisión que
conforme al don obtuviste. Así, tu perdón será obra de Dios y
conservarte en ese estado, obra tuya.

35. ¿Cómo será esto? Recuerda la parábola143 y te ayudarás de
la forma mejor y más perfecta. Expulsado por el Bautismo, salió de ti
el espíritu impuro y material. No soporta la persecución, no se aviene
a permanecer sin hogar y sin techo. Camina por lugares áridos,
carentes de la divina irrigación, y no quiere continuar en ellos. Vaga
en busca de descanso sin encontrarlo. En su camino da con almas
bautizadas cuya maldad fue sepultada por el baño. Se atemoriza ante
el agua, se ahoga en la purificación como legión en el mar144. Vuelve
otra vez a la casa de la que salió. Es un espíritu desvergonzado y
pendenciero. Ataca de nuevo, lo intenta una vez más. Si ve que Cristo
vive allí, que el espacio que él abandonó lo habita Cristo, se retira
fracasado y su perpetuo vagar suscita lástima. Mas si halla en ti un
lugar barrido y aderezado, mas vacío y estéril, dispuesto para recoger
a uno u a otro inquilino, se arroja sobre él, se establece en su interior
con mayor aparato y llega a ser esta situación peor que la primera. Y
aún más grave, porque al principio habrá esperanza de corrección y
seguridad y, sin embargo, ahora la maldad es evidente y en ausencia
del bien se presenta la perversión de suerte que posee aquel lugar
con toda seguridad.

36. Volveré a recordarte las iluminaciones valiéndome de lo que
recogen los oráculos divinos. A mi también me agrada recordar tales
cosas, pues ¿qué más dulce que la luz, para quienes la han gustado?
Te iluminaré con las divinas palabras. «Ha amanecido la luz para el
justo» y «la alegria145» es su compañera. «La luz permanecerá para
siempre con los justos146». Se le dice a Dios: «desde los montes
eternos iluminarás de forma admirable147». Se trata, a mi entender,
de las potencias angélicas que con nosotros colaboran para nuestra
mejora. «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré148?».
Has oído a David suplicar que le fueran enviadas la luz y la
verdad149. Se alegra porque las ha obtenido ya. Cuando dice que le
ha sellado la luz de Dios150 se ha de interpretar que la luz se ha
revelado y que ha conocido signos que se le ha concedido la
iluminación. De una sola luz debemos huir: de aquélla que es
producto del fuego cruel. No caminemos en la luz de nuestro fuego y
con la llama que nos consume. Conozco un fuego purificador. Es
aquél que Cristo, llamado también místicamente fuego, vino a traer a
la tierra. Es un fuego destructor de lo material, de la naturaleza
perversa. El quiere que se extienda con la máxima rapidez posible,
desea la veloz difusión del beneficio, porque las brasas de este fuego
son nuestro socorro. Conozco, en cambio un fuego que no purifica,
que reprende. Es ya el de Sodoma151 que llovió sobre los pecadores
mezclados con azufre y pez152, ya el fuego preparado para el diablo
y sus ángeles153, ya el que rodea el rostro del Señor y abrasa en
torno suyo a todos sus adversarios154. Este es el más terrible de
todos y unido al gusano infatigable155, jamás se apaga, es eterno
para los perversos. Todo ello es propio del poder destructor divino, a
no ser que se entienda que Dios prefiere una actitud más
benevolente y conforme con su dignidad156.

37. Además de dos clases de fuego, conozco también dos géneros
de luz. Es la primera la que procede del principio conductor que
endereza nuestros pasos hacia Dios. La otra es engañosa,
imprudente y enemiga de la luz verdadera. Finge ser ésta para
apropiarse de su resplandor, pero aunque aparente ser luz de
mediodía y más brillante que la luz, es tenebrosa hasta el extremo. A
mi entender, por esto se dice que algunos huirán en la oscuridad del
mediodia157. Ciertamente es noche, mas quienes están corrompidos
por el lujo la consideran como luz. ¿Qué dice David? «La noche me
rodeaba y, mísero de mi, no lo sabía, pensaba que el lujo era
luz158». Lo mismo les sucede a quienes se entregan a la molicie. En
cambio nosotros estamos iluminados por la luz del conocimiento. Esto
es «sembrar la justicia159» y recolectar el fruto de la vida, pues la
acción nos procura la contemplación. Así aprenderemos todas las
cosas y también a distinguir cuál es la verdadera luz y cuál la falsa y
cuando tropecemos con ésta no creeremos que se trate de aquélla.
Seamos luz, que los discípulos oyeron cómo les decía la gran luz:
«vosotros sois la gran luz del mundo160». Seamos luminarias del
mundo llevando en nosotros al Logos de vida, la fuerza que a todos
vivifica. Apoderémonos de la naturaleza divina, de la más primitiva y
pura luz. Vayamos a su esplendor sin que nuestros pies tropiecen en
los montes oscuros y enemigos. Mientras luzca el día «caminemos
con decoro propio del día, no en festines y borracheras, no en
amancebamientos y libertinajes161», pues los robos pertenecen a la
noche.

38. Hermanos, purifiquemos todo nuestro cuerpo, santifiquemos
nuestros sentidos todos. Nada haya en nosotros de imperfecto, nada
de nuestro primer nacimiento. Que nada quede privado de la luz.
Iluminemos nuestros ojos para ver rectamente, sin admitir en nuestro
interior ninguna imagen disoluta procedente de una contemplación
curiosa e indiscreta. Bien que no rindiéramos culto al placer,
mancillaríamos nuestro alma. Haya en nosotros viga o paja162,
hemos de purificarnos para poder ver también las cosas de los
demás. Iluminemos nuestro oído y nuestra lengua para que
escuchemos lo que dice el Señor Dios163 y se nos haga audible su
misericordia matutina164 y captemos el júbilo y la alegría que invaden
los oídos divinos. No seamos espada punzante165 ni afilada
daga166, no acojamos bajo nuestra lengua a la fatiga y al trabajo167.
Respetando las lenguas de fuego168, hablemos de la sabiduría de
Dios oculta en el misterio169. Guardemos nuestro olfato para no
acabar afeminados y cubiertos de polvo en vez de sumergidos en
aromas agradables. Aspiremos el ungüento que se ha derramado en
nosotros170 para apropiarnos espiritualmente de él y transformarnos
en él hasta el punto que de nosotros exhale el mismo perfumado olor.
Purifiquemos el tacto, el gusto, el paladar. Nada suave toquemos,
nada nos alegre por su tersura. Acariciemos al único digno de ser
acariciado, al Logos que por nosotros se encarnó, haciéndonos en
esto imitadores de Tomás171. Evitemos ser tentados por infusiones y
golosinas que son hermanas de las tentaciones más cruentas.
Gustemos sólo y probemos al buen Señor172, cuyo gusto es el más
dulce y perdurable. No atendamos a refrescar por breve plazo el cruel
conducto que nos da placer, pero descuida lo que se le da y no lo
retiene. Alegrémonos, en cambio, con estos discursos, más dulces
que la miel173.

39. Además de cuanto queda dicho, bueno es que purificando
nuestra cabeza en la medida en que puede ser purificada la que es
taller de las sensaciones, alcancemos a Cristo cabeza, a partir del
cual se entrama y ordena todo el cuerpo174, y que disminuyamos el
pecado que pretende alzarse sobre nosotros y hacerse con lo mejor
de nosotros mismos. Es menester santificar y purificar al hombre que
somos para que sea capaz de levantar la Cruz de Cristo, cosa que no
resulta fácil para todos. Bueno es que pies y manos lleguen a la
perfección. Las manos para que se alcen santas en todos los lugares
y se aferren a las enseñanzas de Cristo, para que no se irrite el
Señor175 y para que merced a nuestras obras se haga creíble la
palabra de Dios, como aquélla que fue puesta en manos del
profeta176. Los pies, para que no se apresuren a verter sangre177 y
a hacer el mal, sino que estén prontos para el Evangelio y para el
galardón de la vocación suprema178, para que reciban a Cristo, que
lava y purifica los pies179. Si existe una purificación del vientre, capaz
de contener y digerir los alimentos que provienen del Logos, bueno
es también que no llegue el vientre a hacerse dios por el lujo y los
alimentos que lo dejan inactivo, sino que se purifique cuanto pueda,
que se haga pequeño para acoger en su interior al Logos y padecer
con justicia por el error de Israel. Imagino también que el corazón y
cuanto está en el interior del hombre es digno de honra. A ello me
persuade David, que quería crear dentro de sí un corazón puro y que
un espíritu recto renovara sus entrañas180. Con ello, según mi
parecer, se refería a lo intelectual, a los movimientos del alma o
pensamientos.

40. ¿Qué decir de los lomos y de los riñones181? No olvidemos
tales partes. También ellas han de someterse a la purificación.
Tengamos los lomos ceñidos y sujetos por la continencia, con arreglo
a lo que la Ley prescribía a Israel para celebrar la Pascua182. Sin
educarse en tales cosas, nadie puede huir limpiamente de Egipto ni
escapar al exterminio. Sométanse los riñones a una hermosa
transformación, trasladando a Dios todo su deseo, para poder decir:
«Señor, en ti todo mi deseo183» y «no ambicioné el día del
hombre184». Es preciso ser hombre de deseos del Espiritu185. Si
consiguiéramos esto, parecería la serpiente, cuya fuerza, en gran
parte reside en los ojos y en los lomos, puesto que ella morirá junto a
su poderío sobre tales lugares. No te asombres si rindo veneración
extraordinaria a nuestras partes indignas186, matando y
reprendiendo con mi palabra levantada contra la materia.
Entreguemos a Dios todos nuestros miembros sobre la tierra,
consagrémosle todos, no sólo un lóbulo del hígado, o los riñones, o la
grasa de una u otra parte de nuestro cuerpo. ¿Por qué despreciar el
resto de nuestro cuerpo? Ofrezcámonos enteros como oblaciones
racionales y victimas perfectas. No hagamos una ofrenda sacerdotal
reducida a nuestro brazo o a nuestro pecho. Sería poco. Si nos
damos enteros, enteros nos recibiremos, que recibir es entregarse a
Dios y celebrar la ceremonia de nuestra salvación.

41. Sobre todo esto, antes de ello, conserva el depósito187 por el
que vivo y soy ciudadano, aquél que deseo tomar como compañero,
por el que soporto toda clase de sufrimientos y desprecio todo placer.
Consiste en la confesión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto
es lo que hoy te confío, con esto te bautizo y te ensalzo. Te lo entrego
como compañero para toda la vida y como patrono. Que hay una sola
naturaleza divina y una única potencia, que se halla unitariamente en
las tres personas y las abarca de forma separada. No hay
desigualdad en cuanto a sus esencias o naturalezas, no hay aumento
ni disminución por sobreabundancia o ausencia. Por todas las partes
es igual y lo mismo188, como una es la hermosura y grandeza de los
cielos. Es una naturaleza unida e infinita para tres seres infinitos.
Considerados separadamente, como Padre e Hijo, como Hijo y
Espíritu Santo, en cuanto que cada uno mantiene su peculiaridad189,
cada uno de ellos es Dios. Los tres, considerados cada uno con el
otro, son Dios. Son tres por su igualdad en la sustancia, son Dios por
su única soberanía. No alcanzo a concebir la unidad y estoy iluminado
por la Trinidad. No alcanzo a distinguir la Trinidad y me veo
transportado a la unidad. Cuando contemplo a uno de los tres, pienso
que se trata de la totalidad y colmo mi vista, pero se me escapa lo que
es más importante. No puedo abarcar la grandeza de uno, ¿por qué
debo dar más al resto? Cuando reúno a los tres en mi mente veo un
solo esplendor y no puedo calcular ni distinguir a la luz que se hace
única.

42. ¿No quieres hablar de sufrimiento por que no sufra Dios, ajeno
a todo sufrimiento? Pues yo me niego a hablar de creación190 para
no destruir a Dios con esa violenta e injusta división que separa al
Hijo del Padre o al Hijo de la naturaleza del Espíritu Santo191. No sólo
es absurdo que quienes son calculadores192 de la naturaleza divina
unan a Dios una criatura, sino también que dividan a esa misma
criatura. Y así como el Hijo es separado del Padre por los abyectos y
terrenos, así, a su vez, algunos separan del Hijo la naturaleza del
Espíritu Santo, de suerte que Dios mismo y la creación entera
padecen violencia a manos de esta nueva teología193. Nada, oh,
hombres, hay en la Trinidad que sea servil, creado o accidental194.
Eso es lo que aprendí de un sabio195. «Y si agradare aún a los
hombres no sería siervo de Cristo» dice el apóstol divino196. Si
adorase a una criatura o en su nombre fuere bautizado, no llegaría a
ser divino ni a transformar mi primera generación. ¿Qué podría
reprochar entonces a los adoradores de Astarté o de Camos, ídolo de
los sidonios?197 ¿Qué a quienes veneran la imagen de una estrella,
ser ciertamente superior a las imágenes fabricadas por quienes
adoran ídolos198, mas con todo algo creado y hecho? ¿Qué puedo
reprocharles si yo o no adoro a dos de los seres en cuyo nombre he
sido bautizado, o adoro a quienes son siervos como yo soy?199
Ciertamente son siervos, aunque superiores a mí en honor. Pero ello
nada obsta, porque también entre los esclavos existe diversidad de
categorías.

43. Quiero decir que el Padre es mayor en cuanto de El procede el
ser igual y el existir de los seres iguales a El. Todos me concederán
esto. Temo la palabra «principio», no sea que haga al Padre principio
de lo que le es inferiore200. En tal caso, queriendo honrarlo, le
ofendería, pues no hay gloria para aquél de quien deriva la
humillación de quienes proceden de él. Miro además con
desconfianza tu deseo insaciable no sea que, amparado en la palabra
«mayor», dividas en dos la naturaleza y emplees esa palabra para
todo. El término «mayor» no hace referencia a la naturaleza, sino a la
causalidad. Entre seres de igual naturaleza nada significa «mayor» o
«menor». Aunque quisiera honrar al Hijo, en cuanto Hijo, más que al
Espíritu Santo, no me lo permitiría el Bautismo, que me hace perfecto
merced al Espíritu. ¿Temes, acaso, ser tachado de triteísta? Mantén
lo bueno, o sea, la unidad entre los tres. Pásame a mi la lucha.
Permíteme ser constructor de la nave de que haces uso. Y si ya
tienes un constructor para tu nave, permíteme que construya tu casa,
aunque tú luego la habites con tranquilidad y sin haber experimentado
fatiga alguna. Navegarás bien o bien habitarás la casa si yo te la
preparo, aunque no hayas trabajado en ello con empeño. ¿Ves
cuánta es mi benevolencia? ¿Ves cuánta la bondad del Espíritu? Sea
mía la batalla y la victoria tuya. Saldré yo a la palestra, mientras tú
vives en paz encomendando al que combate por ti, echándome una
mano con tu fe. Tres piedras tengo para lanzarlas con honda contra
el invasor201. Tres veces soplaré en el hijo de la viuda de Sarepta
para devolver la vida a los muertos202. Tres veces lloverá sobre los
leños203 con que consagré el sacrificio. Con agua encenderé
fuego204, cosa realmente sorprendente. Haciendo uso de la fuerza
del misterio, derribaré a los profetas de la vergüenza.

44. ¿A qué prolongar más mi homilía? Es éste momento de
enseñar, no de rebatir. En presencia de Dios y de los ángeles
elegidos doy testimonio de que serás bautizado en esta Fe205. Si
crees algo distinto de lo que enseña mi predicación206, ven y
corrígete. No en vano escribo lo ya escrito, enseño lo que he
aprendido, lo que me fue entregado en mi juventud y he mantenido
hasta las canas. Míos son el peligro y el honor. Yo soy el
administrador de tu alma, quien te ha hecho perfecto mediante el
Bautismo. Si realmente eres así y has sido sellado con tan hermosas
palabras, custodia lo que está escrito y, en medio de lo mudable,
permanece inmutable para aquello que requiere inmutabilidad.
Aprende lo bueno de Pilato. El había escrito injustamente, tú con
justicia. Di a quienes pretenden disuadirte: «lo escrito, escrito
está»207. Digno es de reproche que cuando lo decoroso es pasar
fácilmente del mal al bien y con dificultad del bien al mal, nos
prestemos a abandonar el bien y opongamos resistencia a dejar el
mal. Si eres bautizado con arreglo a mi enseñanza, «no cerraré mis
labios»208, prestaré mis manos al Espíritu. Apresurémonos hacia la
salvación, levantémonos en busca del Bautismo. Palpita en él el
Espíritu de perfección. Ya está el don preparado y dispuesto. Si aún
renqueas y te niegas a acoger perfectamente a Dios, busca tu
bautismo y a quien te quiera bautizar. Yo no tengo tiempo para dividir
la divinidad, ni para hacer de ti un muerto en el mismo instante de tu
generación. Tal serás si haces naufragar al momento tu salvación,
privándote de gracia y de la esperanza de gracia. Pues si suprimes de
la Trinidad algo de naturaleza divina, habrás destruido todo y, en lo
que a ti se refiere, tu propia perfección.

45. Mas aún no posee tu alma señal alguna de palabra, buena ni
mala. ¿Será acaso necesario que, al objeto de que alcances la
salvación, grabe yo y modele hoy en ti la doctrina? Entremos al
interior de la nube209. Dame las tablas de tu corazón210. Soy para ti
Moisés, aunque parezca osado decirlo. Con el dedo de Dios escribiré
un nuevo decálogo211 Escribiré para ti un compendio de la doctrina
salvadora. Si eres una fiera herética o salvaje, quédate abajo o te
expondrás a ser lapidado por la palabra de la verdad212.
Te bautizaré enseñándote en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Uno es el nombre común a los tres: Dios. Aprenderás
a repudiar con palabras y gestos toda falta de fe en Dios, para que de
ese modo puedas unirte a la naturaleza divina. Cree que todo el
mundo, lo visible y lo invisible213, ha sido creado por Dios de la nada
y que es gobernado por la Providencia del Creador y que será
transformado en una más favorable condición. Cree que no existe una
sustancia del mal, ni un reino del mal, que el mal no tiene principio, ni
existe por si mismo o por Dios, sino que es obra nuestra y del
maligno, que entra en nosotros por descuido nuestro, pero no por
obra del Creador214. Cree que el Hijo de Dios, el Logos anterior al
tiempo, que procede del Padre fuera del tiempo y del cuerpo, al final
de los tiempos nació por ti como hijo del hombre. Que proviene de la
Virgen María de forma misteriosa y sin mancilla, pues no es posible
que haya mancha alguna en donde habita Dios y en el cauce a través
del cual actúa la salvación. Es hombre perfecto y perfecto Dios aquél
que sufrió por ti para ganarte una perfecta salvación, para disolver
toda condena de pecado. Impasible en su naturaleza divina, padeció
en la humanidad adquirida. Por ti se hizo hombre tanto cuanto tú por
El llegarás a ser Dios. Por las injusticias es conducido a la muerte,
crucificado y sepultado, tanto cuanto es capaz de gustar la muerte.
Resucitó al tercer día, subió a los cielos para llevarte con El a ti que
permaneces en la tierra. Retornará con una venida gloriosa para
juzgar a vivos y muertos. Entonces no será carne ni incorpóreo, sino,
según dijo con palabras cuyo sentido El conoce, tendrá un cuerpo
divinizado, para que puedan mirarle quienes le traspasaron y
permanezca Dios sin el espesor de la carne. Admite, además de lo
anterior, la resurrección, el juicio y la retribución, acorde con las
justas balanzas de Dios. Esta recompensa es luz para quienes han
purificado su mente, es decir, Dios verá y conocerá la medida de su
pureza y les retribuirá con lo que llamamos Reino de los cielos. Habrá
oscuridad, en cambio, para aquellos cuyo principio conductor esté
ciego, para quienes sean extraños a Dios, y ello estará en proporción
con su ceguera en la tierra. El décimo punto es: sobre la base de
estas doctrinas, haz el bien, porque «la fe sin obras está muerta»215,
al igual que los hechos sin fe. He ahí lo que del misterio puede darse
a conocer, lo que no es misterio para los oídos de muchos216. El
resto lo aprenderás cuando estés dentro, pues te lo concederá la
Trinidad y tú lo ocultarás dentro de ti, velado por el sello.

46. Pero he de anunciarte algo. El estado al que llegarás después
del Bautismo y antes del gran estrado, es una prefiguración de la
gloria futura217. La salmodia que te recibirá es preludio del himno del
cielo. Las lámparas que encenderás simbolizan el misterio de la
iluminación celeste con que iremos al encuentro del Esposo, como
almas luminosas y vírgenes, con las radiantes lámparas de la Fe.
Almas que no se queden dormidas por pereza218, haciendo que les
pase inadvertida la inesperada presencia de aquél al que
aguardaban. Almas que no estén carentes de alimento o aceite,
desprovistas de obras buenas, para que no se vean expulsadas de la
cámara nupcial219. Veo su sufrimiento digno de lástima. Llegó aquél
cuya venida era a voces reclamada. A su encuentro saldrán unas,
prudentes, con lámparas encendidas y con suficiente provisión de
aceite para ellas. Otras, en cambio, se agitarán pidiendo aceite en
momento inoportuno a aquellas que lo tienen. Llegará rápido el
Esposo. Unas entrarán con El y las otras encontrarán las puertas
cerradas porque mientras se preparaban, habrán desperdiciado el
tiempo conveniente. Muchos llorarán, porque comprenderán
demasiado tarde el daño que les ha causado su negligencia. No
podrán entrar en la cámara nupcial por mucho que supliquen, pues se
la cerraron con su necedad. Habrán imitado en cierto modo a quienes
despreciaron el banquete que el buen padre preparaba para el buen
hijo que iba a casarse220. Uno, porque había tomado mujer. Otro,
porque había comprado un campo. Otro, porque había adquirido una
yunta de bueyes. Poco provecho les hicieron sus compras, que por
cosa de poca importancia se vieron privados de lo que mucho valía.
Ninguno haya tan orgulloso y descuidado que lleve un vestido sucio,
impropio de un convite nupcial. Aunque en la tierra se considere a si
mismo digno del esplendor del cielo y entre, inconsciente, en el
banquete, engañándose con vanas esperanzas, ninguno de éstos
tiene un lugar en el cielo. ¿Y después? Cuando estemos dentro sólo
el Esposo sabe qué enseñará y qué será de las almas que con El
entraron. Yo pienso que estará con ellas, enseñándoles lo más
perfecto y puro. De eso también podremos tener parte nosotros,
maestros y discípulos de cosas tales, en Cristo mismo Señor nuestro,
a quien la gloria y el poder por los siglos. Amén.
.................................................
1 Esto es, cuando Dios sopló en el compuesto terreno que constituía el
cuerpo humano su propio hálito, para hacer del hombre un ser viviente. Cf.
Gén. 2, 7.
2 Cf. Lc. 2, 7.
3 Cf. Lc. 3,21.
4 Cf. Lc. 24, 1 ss.
5 Cf. Rom. 8, 29
6 Cf. Col. 1, 18
7 En la fiesta de las Luces, como ya se ha dicho en la introducción, se
celebraban simultáneamente la Epifanía (cf. Homilía 39) y el Bautismo de
Cristo, al cual está dedicada esta Homilía.
8 En cuanto el Bautismo nos arranca al dominio del adversario y nos
introduce en el Reino de Dios.
9 En todo este pasaje San Gregorio ha empleado el término «iluminación»
que designaba normalmente al bautismo, según una sinología difundida
entre el cristianismo antiguo.
10 La terminología de la luz tiene aquí una eficacísima aplicación.
11 En la lengua homérica, que San Gregorio había estudiado como todos
los griegos cultos de su tiempo, y en la lengua poética de carácter más
elevado, el término phós, photós (gen.) designaba al hombre. Era habitual
relacionarlo con el término phôs, phôtós que significaba luz. Esta derivación
seudoetimológica se lee también en Clemente de Alejandría, Paedag., 1, 6,
28, 2.
12 Cf. Gén. 1, 17.
13 Cf Gén 2 16 17.
14 Cf. Sal. 118, 105.
15 Cf. Prov. 6, 23.
16 Cf. Ex. 34, 29.
17 Cf. Ex. 3, 2.
18 Cf. Ex. 13, 21.
19 Cf. 2 Re. 2, 11.
20 Cf. Lc. 2, 9.
21 Cf. Mt. 2, 9.
22 Cf. Mt. 17, 1 ss.
23 Cf. Act. 9, 3.
24 Cf. Sab. 3, 7.
25 Cf. Sal 82, 1 y 6
26 Según la enseñanza del neoplatonismo, (asumida aquí por San
Gregorio y que puede encontrarse igualmente en San Gregorio de Nisa, cf.
El alma y la resurrección, la naturaleza divina es simple, o sea, no
compuesta de partes, que implicarían la necesidad de postular en Dios la
existencia de algo distinto a Dios mismo.
27 Se hace referencia de nuevo a la interpretación de la historia de la
humanidad y de su calda, dominadas por la visión providencial de Dios.
28 El Bautismo, en efecto, es purificación de los pecados cometidos.
Recuérdese que todavía en tiempos de San Gregorio era costumbre,
costumbre que el propio San Gregorio intenta limitar, bautizarse sólo a edad
adulta e incluso avanzada. En cambio, para quienes están al comienzo de
su vida, y, por consiguiente, probablemente no han cometido pecado, el
Bautismo es un «sellos», signo de pertenencia a Cristo.
29 Cf. Jn. 3, 5.
30 TIPO/QUE-ES: Término técnico de la exégesis cristiana antigua. El
Typos era un acontecimiento, un hecho, una cosa concreta que
«prefiguraba» otro acontecimiento, otro hecho, otra cosa, igualmente
concretos, pero dotados de un significado más profundo y mayor. El paso de
los hebreos a través del mar Rojo era tipo del Bautismo. La piedra que
suministraba milagrosamente a los hebreos el agua en el desierto, era tipo
de Cristo (cf. I Cor. 10, 1-4). Así, el agua del Bautismo tiene un significado
típico por cuanto es, como el agua del mar Rojo, prefiguración de la
purificación espiritual del cristiano.
31 Referencia a la penitencia que San Gregorio concede a quien se
arrepiente y que espera obtener él mismo, en cuanto pecador. Cf. lo leído en
la Homilía 39, cp. 16-19.
32 Mejor gozar de la purificación del Bautismo, que es más asequible,
que no de la penitencia, más penosa.
33 De esta referencia a la realidad social de Constantinopla extraemos
una noticia sobre el empobrecimiento de las clases más débiles, en época
de graves desequilibrios sociales.
34 Cf. Lc. 13, 8.
35 Cf. Rom. 6, 4.
36 Cf. Mt. 4, 2 ss.
37 Esto es, a través de la carne humana. De nuevo otra referencia al
«engaño» de Cristo, que se escondió bajo la envoltura de la carne humana
para desconcertar al demonio que quería apoderarse de él. Cf. Homilía, 39, 1
y 14.
38 El Espíritu, que está presente en el Bautismo. Cf. Jn. 3, 5.
39 Cf. Ef. 6, 16
40 Cf. Mt. 4, 3.
41 Cf. Jn. 6, 33.
42 Cf. Mt. 4, 6.
43 Cf. Sal. 90, 11.
44 Cf. Sal. 91, 13.
45 Sobre este término empleado para designar el Bautismo, cf nota 28.
46 Cf. Gál. 3. 27.
47 Esto es, los ritos de purificación minuciosamente prescritos por la Ley.
Cf. Heb. 9, 13.
48 O sea, esperar a los últimos años de la vida antes de recibir el
Bautismo, significa gravarse todavía más con los pecados y tener necesidad
de una mayor gracia por parte de Dios.
49 Era costumbre postergar el Bautismo hasta los últimos momentos de
la vida, permaneciendo hasta entonces como simple catecúmeno,
precisamente por una equivocada interpretación del significado del Bautismo
como purificación de todas las culpas cometidas en el pasado.
50 Cf Mt. 25, 14-30.
51 Cf. 2 Cor. 6, 2.
52 Ef. 5, 14.
53 Cf. Is. 38, 13.
54 Cf. Ecl. 3, 1 ss.
55 Cf. Ex. 12, 22 ss.
56 Prov. 3, 24.
57 Sal. 90, 5.
58 Cf. Mt. 8, 22.
59 El retraso en recibir el Bautismo puede ser debido al temor a perder la
gracia que el Bautismo confiere, al volver a pecar de nuevo.
60 Cf. Lc. 10, 18.
61 El texto está corrompido. Lo hemos traducido siguiendo una conjetura
de los editores Maurinos.
62 La condición de catecúmeno era la correspondiente al cristiano que
estaba a la espera del Bautismo. En época paleocristiana el catecumenado
tenía la función precisa de preparar para el Bautismo al recién convertido. En
el siglo IV, cuando la población era ya cristiana, al menos de nombre, la
condición de catecúmeno era aquélla en que se encontraba quien esperaba
el Bautismo. Pero las situaciones eran intrínsecamente distintas, pues la
espera del catecúmeno en el siglo IV no era aquélla tan exigente de la
época preconstantiniana.
63 Cf. I Sam. 1, 11 ss.
64 Cf. Ecl. 32, 2.
65 En la actitud común del cristianismo en la edad antigua, al menos del
ortodoxo, que evitaba los excesos rigoristas de ciertas sectas heréticas.
Como puede verse, acentuaba la actitud tomada por San Pablo en I Cor. 7.
66 Cf. Jn. 2, 1 ss.
67 Cf. 1 Cor. 7, 5
68 Si hemos entendido bien este pasaje, esto significa que, dado el
carácter de la cuestión afrontada (las relaciones matrimoniales) el escritor
se desenvuelve entre alusiones, San Gregorio admite revocar algunos de los
derechos de los esposos, aconsejándoles la continencia y se excusa
poniendo por delante que lo hace por su propio bien.
69 Cf. Lc. 20, 20 ss.
70 Cf. Gén. 19, 18-26.
71 Todavía en el s. IV la vida política se desarrollaba reclamando la
corresponsabilidad de cristianos y paganos juntos y ciertas funciones
oficiales (por ejemplo las de la religión y el culto) eran todavía paganas. El
cristiano debía preguntarse cómo conjugar simultáneamente las leyes del
Estado y las de su fe. La respuesta había sido absoluta (y dramática), en la
época preconstantiniana: Tertuliano había excluido cualquier participación
del cristiano en la vida pública, en sus obligaciones y prácticas idolátricas.
Mas lo que era admisible en las reducidas comunidades cristianas de los
siglos segundo y tercero, resultaba impracticable en el siglo IV, cuando la
participación del cristiano en la vida política, comenzando por el emperador,
era una cosa normal.
72 Cf Jos. 2, 1 ss; 6, 17 ss.
73 Cf. Lc. 18, 9-14.
74 Cf. Mt. 20, 1 ss.
75 Cf. Sal. 33, 6.
76 Cf Jn. 12, 35
77 Jn. 9, 4.
78 Cf. Jn. 1, 9.
79 Cf. Prov. 6, 10.
80 Cf. Sal. 140, 4.
81 Cf. Sal. 41, 2.
82 Cf Gén 21 15 19
83 Alusión al mito de Tántalo que fue castigado por haber ofrecido a los
dioses un banquete en que se sirvió la carne de su propio hijo, Pélope, con
la condena a permanecer sumergido en el agua del Tártaro, rodeado de
suculentas viandas y de bebidas restauradoras, pero sin poder probarlas.
84 Cf. Mt. 11I, 12.
85 Prov. 1, 11.
86 Sal. 94, 1.
87 Miq 4, 2
88 Mt. 11, 28.
89 Jn. 14, 31.
90 Cf. Lam. 4, 7.
91 Cf. Jn. 20, 3.
92 Nótese la vivacidad de estas referencias concretas que nos
representan una sociedad sólo superficialmente cristianizada, que en las
ceremonias más significativas y esenciales del cristianismo veía sólo un
medio para explayar su propio lujo.
93 Cf Gál 3 27
94 Act. 8, 36.
95 Observa Bernardi, op. cit., p. 214, que en aquella época Constantinopla
dependía aún del metropolitano de Heraclea. Esta afirmación manifiesta la
vacuidad de las excusas aducidas por tales personas, pues era poco
probable que el obispo metropolitano de Nicea se desplazase expresamente
para administrar un bautismo.
96 O sea, un obispo que había ido en peregrinación a los lugares santos y
había adquirido así un titulo de mérito. La peregrinatio ad loca sancta era
una costumbre de gran significado espiritual para los cristianos, a partir del
siglo IV.
97 Con este término, que originariamente (s. II) designaba la secta
instituida por el hereje Taciano, se aludía generalmente a quienes llevaban
una vida de rigurosa abstinencia, más dura de lo prescrito por las normas de
la propia Iglesia.
98 Cf 1 Sam. 16, 7.
99 Por consiguiente, no es válido el bautismo administrado por un hereje.
Es ésta una precaución que era necesario seguir con cuidado en la época
en que San Gregorio regía la iglesia de Constantinopla.
100 Cf. Flp. 2, 7.
101 Cf. Mt 12, 42.
102 Cf. Is. 55, 1.
103 Cf. Jn. 4, 7.
104 Cf. Is, 32, 20.
105 Cf. Joel 4, 18.
106 Cf. Gén. 17, 12
107 Cf. Ex. 12, 22.
108 El hecho de que San Gregorio aconseje esperar tres años antes de
administrar el bautismo a los niños, que en cualquier caso, pueden ser
bautizados antes si hay necesidad de ello, no significa que crea que no
existe, de hecho, el pecado original. Lo que San Gregorio mantiene es que
antes de esa edad el niño sustancialmente no es capaz de pecar, aunque
por efecto del pecado de Adán, tenga la inclinación al pecado.
109 Cf. Lc. 3, 23.
110 Cf. Mt. 21, 10.
111 Cf. Mt. 4, 2.
112 Un reproche contra quienes, a la manera de los «encratitas» a que se
ha hecho referencia antes (cf. 26), se imponían normas rigurosas de vida que
no secundaban, e incluso tal vez se oponían soberbiamente, a los preceptos
y costumbres de la Iglesia.
113 Cf. Lc. 22, 17 ss.
114 Cf. Lc. 16, 20 ss.
115 Cf. Jn. 1, 11.
116 Cf. Lc. 19, 2 ss.
117 Otra alusión al concepto de aetas spiritalis. Zaqueo era de cuerpo
menudo, aunque en rigor no se pueda hablar de edad por la baja estatura de
Zaqueo, pero fue espiritualmente grande. En cualquier caso, el texto griego
habla expresamente de la «edad».
118 Is. 58, 7.
119 Gál. 3, 27.
120 Cf Mt. 18, 26.
121 Cf. Mt. 18, 23 ss.
122 Esto es, del alma, hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén. 1,
26).
123 Sal. 31, 1.
124 Sal. 31, 2.
125 Cf Mt. 15, 22
126 Cf. Lc. 13, 11.
127 Cf Lc. 8, 43 ss.
128 Cf Jn. 5, 7
129 Jn. 5, 14.
130 Jn 11, 43
131 Cf. Jn. 11, 39.
132 Cf. Sal 67, 7
133 Cf. Mt. 25, 14-30.
134 Cf. Lc. 17, 12 ss.
135 Cf. Lc. 6, 6.
136 Cf. I Re. 17, 9.
137 Cf. Mc. 7, 32.
138 Cf. Lc. 18, 35.
139 Cf. Sal. 12, 4.
140 Cf. Sal. 35, 10.
141 Cf. Mt. 13, 25.
142 Cf Sal. 83, 6.
143 Cf. Lc. 11, 24 ss.
144 Cf Mc. 5, 9 ss.
145 Sal. 96, 11.
146 Is. 60, 19.
147 Sal. 75, 5.
148 Sal. 26, 1.
149 Cf. Sal. 42, 3.
150 Cf. Sal. 4, 7.
151 Cf. Gén. 19, 24.
152 Cf. Sal. 10, 7.
153 Cf. Mt. 25, 41.
154 Cf. Sal. 96, 3.
155 Cf. Mc. 9, 48.
156 San Gregorio se pregunta si no será un pensamiento más lógico y
consonante con la bondad y generosidad de Dios creer que el castigo del
infierno no tenga como fin la destrucción del hombre pecador, sino purificarlo
y cancelar las culpas por él cometidas. Las penas del infierno, por
consiguiente, no serían eternas ni definitivas, sino que tendrían como fin
mejorar al hombre. En último término, este pensamiento se remonta a la
doctrina de Orígenes, ampliamente profundizada por San Gregorio de Nisa
en su diálogo El alma y la resurrección.
157 Cf. Is. 5, 20.
158 Sal. 138, 11 ss.
159 Os 10, 12.
160 Mt. 5, 14.
161 Rom. 13, 13.
162 Cf. Mt. 7, 2-5.
163 Cf. Sal. 84, 9.
164 Cf. Sal. 142, 8.
165 Cf. Sal. 56, 5.
166 Cf. Sal. 51, 4.
167 Cf. Sal. 10, 7.
168 Cf. Act. 2, 3.
169 Cf.1 Cor 2, 7.
170 Cf. Cant. 1, 3.
171 Cf. Jn. 20, 27.
172 Cf. Sal. 33, 9.
173 Cf. Sal. 18, 11.
174 Cf. Col. 2, 19.
175 Cf. Sal. 2, 12.
176 Cf. Jer. 50, 1.
177 Cf. Sal. 13, 3.
178 Cf Flp. 3, 14.
179 Cf.Jn. 13, 5 ss.
180 Cf Sal. 50, 12.
181 Cf. Ef.ó, 14.
182 Cf.Ex. 12, 11.
183 Sal. 38, 10.
184 Jer. 17, 16.
185 Cf. Dan. 9, 23.
186 Cf 1 Cor. 12, 23.
187 Cf. 2 Tim. 1, 14.
188 A partir de este punto, en la exposición del símbolo de la Fe que
ocupa todo el capitulo 41 y el siguiente, San Gregorio retoma la polémica
contra los arrianos.
189 Término técnico (idiótes), que indica en qué una hipóstasis se
distingue de la otra, aunque las tres sean Dios. La polémica está dirigida no
sólo contra los arrianos, sino también contra los pneumatómacos quienes,
aunque reconocían la naturaleza divina del Hijo, negaban al Espíritu Santo
esa prerrogativa.
190 Los arrianos se escandalizaban al oir hablar de generación del Hijo,
porque el término implicaba, según ellos, una pasión por parte del Padre.
Mas, objeta San Gregorio, aún es más grave hablar de creación del Hijo,
cosa que le rebajaría a la categoría de simple criatura.
191 En efecto, según los arrianos el Hijo era una criatura, aunque distinta
de los demás. Lo mismo sostenían los pneumatómacos. En cambio, para
ambos, el Espíritu era poco más que una criatura angélica, de dignidad
infinitamente inferior a la del Hijo.
192 O sea, distinguiendo la suprema naturaleza del Padre, único Dios, de
las del Hijo y el Espíritu Santo, creaturas ambos, pero de diferente dignidad.

193 La teología nueva es la de los arrianos, naturalmente. El término
«nuevo», que los Capadocios aplican con frecuencia a los arrianos, connota
que los herejes se han apartado de la enseñanza tradicional de la Iglesia.
194 Siervas de Dios son, lógicamente, todas las criaturas y tales serian el
Hijo y el Espíritu Santo si hubieran sido creados. Es ésta una
argumentación habitual en San Gregorio.
195 No sabemos a quién se refiere San Gregorio con esta alusión. Según
un escolio, que no sabemos en qué se apoya, nuestro escritor se estaría
refiriendo a San Gregorio Taumaturgo.
196 Gál 1, 10
197 Astarté era una divinidad adorada por los fenicios. Camos un ídolo de
los moabitas (cf. núm. 21, 29) al que Salomón edificó un templo (cf. I Re. 11,
7).
198 Alusión a la teología solar, ampliamente difundida en la última edad
imperial. El culto al sol, nota San Gregorio, es más noble que el culto al
resto de los ídolos, pero sigue siendo el culto a una criatura. Los arrianos se
colocan al mismo nivel que los paganos.
199 En cuanto creaturas, el Hijo y el Espíritu Santo serian tan siervos de
Dios como los hombres.
200 Sobre este fragmento de teología trinitaria, cf. la introducción.
201 Cf. 1 Sam. 17, 40.
202 Cf. 1 Re. 17, 21.
203 Cf 1 Re. 18. 34.
204 O sea, el fuego del Espíritu Santo que se nos entrega en el Bautismo,
con el agua que es instrumento de ese sacramento.
205 En tono solemne, San Gregorio garantiza la perfecta ortodoxia de la
profesión de Fe que deberá pronunciar el bautizado.
206 Esto es, si ha sido instruido de manera distinta a como requiere la
ortodoxia nicena.
207 Jn 19, 22.
208 Sal. 39, 10.
209 Cf. Ex. 33, 9 ss.
210 Cf Cf. Ex. 31, 18.
211 Cf. ibid.
212 Cf. Ex. 19, 13.
213 El mundo invisible es aquél que en la Homilía 38 (cap. 8), ha sido
llamado «mundo intelectual», el de los ángeles, que son sustancias
intelectuales e invisibles, pero también creadas.
214 Una afirmación dirigida, sobre todo, contra los maniqueos, que creían
en la existencia de dos principios originantes contrapuestos, uno para el
bien y el otro para el mal. El mal, sin embargo, no tiene subsistencia, según
enseñaba el neoplatonismo y como se lee a menudo en las obras de San
Gregorio de Nisa (cf. Gran homilía catequética, cp. 7; El alma y la
resurrección.)
215 Sant. 2, 20.
216 Estas palabras de San Gregorio han hecho pensar en la existencia de
un misterio cristiano, más escondido e importante, en la enseñanza de
nuestro escritor. En realidad el Nacianceno quiere decir simplemente que la
fórmula de Fe expuesta hasta ese momento, indica sólo sumariamente lo
capital de la doctrina cristiana, lo necesario para que sea conocida por los
extraños. Otras doctrinas igualmente importantes están contenidas en la
doctrina de la Iglesia.
217 Como ha notado Bernardi op. cit., pp. 215-216, Gregorio describe aquí
la procesión de los recién bautizados. A la salida del baptisterio entrarán en
la Iglesia, que les había estado prohibida hasta ese momento, y se
detendrán ante el tabernáculo, ante el estrado en que están el obispo y el
clero, a una y otra parte. En el medio se encuentra el altar para el sacrificio.
Durante la entrada de los bautizados en la iglesia, el clero y los demás fieles
entonarán las salmodias, prefiguración de los dulcísimos cantos del cielo,
mientras la procesión se detendrá llevando en las manos las lámparas
encendidas, símbolo de la Fe.
218 Cf. Mt. 25. 1 ss.
219 Cf. Mt. 22, 11-14.
220 Cf. de nuevo Lc. 14, 15 ss. Todo este pasaje evoca los textos de San
Mateo y San Lucas, entretejiéndolos entre si.

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