domingo, 4 de enero de 2015

OCTAVA CATEQUESIS

«Del mismo, a los nuevos iluminados, y sobre el dicho del
Apóstol: Si alguno está en Cristo, nueva creación es; lo viejo pasó;
mira: todas las cosas son hechas nuevas» 2,

Alegría de la Iglesia por los nuevos bautizados

1. Hoy veo la asamblea más radiante que de costumbre, y a la
Iglesia de Dios en el colmo del gozo por sus propios hijos.
Porque, lo mismo que una madre amorosa, cuando ve a sus
hijos formando corro en su derredor, se llena de gozo, salta de
alegría y se deja llevar en alas del contento, así también esta
madre espiritual, cuando mira sus propios hijos, se alegra y exulta,
pues se ve a sí misma como ubérrimo campo, orgullosa de estas
espigas espirituales.
Y considera, querido, el exceso de la gracia, pues ya ves, ¡en
una sola noche, cuántos hijos alumbró de una vez esta madre
espiritual! 3.
Y no te maravilles, porque así son los alumbramientos
espirituales: no necesitan de tiempo ni de un período de meses.

2. ¡Ea pues, gocémonos también nosotros con ella y
participemos de su alegría!
Porque, si por un pecador que se convierte hay alegría en el
cielo 4, mucho más conviene que nosotros, por tan gran
muchedumbre, saltemos de gozo, nos alegremos y glorifiquemos al
Dios de bondad por su insondable don.
En efecto, la grandeza del don de Dios verdaderamente
sobrepasa todo discurso. ¿Qué inteligencia, qué mente, qué
razonamiento podrá comprender el exceso de bondad de Dios y la
grandeza de los dones inefables con que ha agraciado a la
naturaleza humana?

3. Efectivamente, los que ayer y anteayer, esclavos del demonio
y sin confianza alguna, estaban bajo la tiranía del diablo y, como
cautivos, andaban traídos y llevados de Ceca en Meca, mira, ¡hoy
han sido admitidos en el rango de hijos de Dios y, tras
desprenderse de la carga de los pecados y ponerse la vestidura
real, compiten en resplandor casi con el mismo cielo, y
apareciendo con una luz más fulgurante que estas estrellas que
vemos, deslumbran la vista de cuantos los miran!
Aquellas, efectivamente, brillan únicamente en la noche y nunca
podrían brillar en pleno día. Éstos, en cambio, resplandecen por
igual de noche y de día, porque son estrellas espirituales y
rivalizan con la misma luz del sol, mejor aún, la sobrepasan en gran
medida.
Efectivamente, si Cristo el Señor se sirvió de esta imagen para
mostrar el resplandor de los justos en el siglo futuro, cuando dijo:
Entonces los justos resplandecerán como el sol 5, no fue para
indicar que brillan solamente tanto, sino porque le era imposible
hallar otro ejemplo sensible más brillante que el sol; por eso
comparó con esta imagen la condición de los justos.

4. Así pues, abracemos también nosotros hoy a éstos, que
pueden brillar más que las estrellas y rivalizan con el fulgor de los
rayos del sol, y no nos limitemos a estrecharlos con estas manos
corporales, sino también demostrémosles nuestro cariño con
nuestro aliento espiritual y exhortémosles a reflexionar en el
exceso de la generosidad del Señor y en el fulgor del vestido que
han sido considerados dignos de llevar: Porque -dice- todos los
que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estéis vestidos 6, y
así, que en adelante hagan y obren todo como quien tiene con él
conviviendo a Cristo, el Creador de todo y Señor de nuestra
naturaleza. Y cuando digo a Cristo, digo también al Padre y
también al Espíritu Santo, pues, de hecho, Él mismo pronunciaba
esta promesa: Si alguno me ama y guarda mis mandamientos, yo y
mi Padre vendremos a él y haremos en él morada 7.

5. Este hombre, en adelante, aunque camine por la tierra, se
comportará tal como si viviese en los cielos, con el pensamiento y
la imaginación puestos en las cosas de arriba, y sin temor ya a las
asechanzas del perverso demonio.
Efectivamente, cuando el diablo vea semejante cambio y que los
que anteriormente estaban bajo su dominio han sido elevados a
tan gran altura y han sido considerados dignos de tanta bondad
por parte del Señor, se marchará avergonzado, sin atreverse tan
solo a mirar a la cara, porque no soporta los destellos que de allí
emanan, antes bien, deslumbrado por la ráfaga de luz que de allí
emiten, vuelve la espalda y se va.

6. Vosotros, por el contrario, los nuevos soldados de Cristo, los
inscritos hoy en el censo de ciudadanos del cielo, los convidados a
este festín espiritual y que estáis a punto de gustar la mesa real:
demostrad un celo digno de la grandeza de los dones, y así os
ganaréis de lo alto mayor abundancia de gracia.
Efectivamente, nuestro Señor, bondadoso como es, en cuanto
vea que somos agradecidos por los bienes ya otorgados y que
hemos demostrado mucha circunspección en torno a la grandeza
de los dones, nos prodigará la gracia y, por poco que
contribuyamos nosotros, El por su parte nos honrará con mayores
dones.

Pablo, modelo del nuevo bautizado

7. También Pablo, el maestro del universo, que primero
perseguía a la Iglesia y, circulando por todas partes, arrastraba a
hombres y mujeres 8, y todo lo confundía y perturbaba con las
muestras de su inmenso furor, en cuanto gustó de la bondad del
Señor y, deslumbrado por la luz inteligible, se desprendió de las
tinieblas del error y fue conducido de la mano a la verdad y por
medio del bautismo se lavó de todos sus pecados cometidos
anteriormente, al instante y sin dejarlo al azar, el que antes todo lo
hacía en favor de los judíos y asolaba a la Iglesia, se puso a
confundir a los judíos que habitaban en Damasco, proclamando
que el crucificado es el Hijo de Dios en persona 9.

8. ¿Has visto alma mejor dispuesta? ¿Ves cómo por medio de
los hechos mismos nos muestra que también anteriormente había
obrado por ignorancia? ¿Ves cómo por la experiencia misma de los
hechos nos enseña a todos nosotros que con toda justicia se le
consideró digno de la bondad de lo alto y se le introdujo de la
mano en el camino de la verdad?
Cuando Dios en su bondad ve, efectivamente, al alma bien
dispuesta, pero extraviada por causa de la ignorancia, no la
desprecia, ni la deja mucho tiempo sin su ayuda providente, al
contrario, da pruebas de que aporta todo cuanto de Él depende,
sin descuidar nada de cuanto pueda contribuir a nuestra salvación,
con una sola condición: que nosotros mismos nos hagamos dignos
de atraer con abundancia la gracia de lo alto, como hizo este
bienaventurado Apóstol.

9. Efectivamente, como quiera que todo lo que hacía
anteriormente lo hacía por ignorancia y, pensando que con su celo
no hacía más que defender la Ley, se convertía en causa de
perturbación y desorden para todos, en cuanto aprendió del mismo
legislador que iba por camino contrario y que sin darse cuenta se
estaba precipitando en los abismos, no lo retardó, no lo difirió, sino
que inmediatamente, nada más iluminarle la luz inteligible, se
constituyó en heraldo de la verdad, y los primeros que quiso
conducir al camino de la piedad fueron aquellos mismos para
quienes llevaba las cartas de parte de los sumos sacerdotes,
según él mismo decía en su arenga a la muchedombre judía:
Como también el sumo sacerdote me es testigo, y todo el colegio
de los ancianos, que habiendo yo recibido de ellos cartas, me
dirigía hacia Damasco en busca de los sumos sacerdotes, con la
intención de poder traer presos a Jerusalén a cuantos allí estaban
10.
10. ¿Le viste furioso como un león y dando vueltas por todas
partes? 11. Míralo de nuevo mudado repentinamente en manso
cordero, y al que antes de esto apresaba, arrojaba en las cárceles
y acosaba y perseguía a todos los creyentes en Cristo, de repente,
míralo descolgado por el muro en una espuerta, por causa de
Cristo, para escapar a las asechanzas de los judíos. Míralo en otra
ocasión enviado a Cesarea durante la noche y de allí remitido a
Tarso, para evitar que la furia de los judíos lo despedazase 12.
¿Ves qué cambio, querido? ¿Ves qué transformación la suya?
¿Ves cómo en cuanto gustó la generosidad de lo alto, él
contribuyó largamente con cuanto estaba en su mano, a saber: el
celo, el fervor, la fe, el valor, la paciencia, la nobleza de alma, la
voluntad impávida? Por esta razón fue también considerado digno
de mayor apoyo de arriba, y de ahí que, escribiendo, dijera: Yo he
trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios,
que está conmigo 13.

11. Imitad a éste, os lo suplico! También vosotros, los que ahora
habéis sido considerados dignos de entrar bajo el yugo de Cristo y
habéis gustado la adopción filial, y ya inmediatamente, desde el
comienzo, demostrad un fervor y una fe en Cristo tan grandes
como para atraer sobre vosotros de arriba una gracia mayor,
hacer más resplandeciente el vestido que os han regalado y gozar
de más abundante benevolencia de parte del Señor.
Efectivamente, si a pesar de no haber hecho todavía ni una sola
obra buena, antes bien, estando cargados con tantos pecados, él,
imitando su propia bondad, os consideró dignos de tan grandes
dones -pues no solamente os libró de los pecados y os justificó
con su gracia, sino que también os hizo santos y os dio la adopción
filial-, pues se anticipó regalándoos tantos dones, con tal que
vosotros os apresuréis, después de tantos dones, a contribuir con
cuanto esté en vuestra mano, y junto con la guarda de lo ya
recibido, demostréis rigor en la conducta, ¿cómo no vais a ser
considerados dignos otra vez de mayor generosidad?

El bautismo como nueva creación

12. /2Co/05/17: Escuchaste hoy al bienaventurado Pablo, el
padrino de boda 14 de la Iglesia, que, escribiendo, decía: De modo
que si alguno está en Cristo, nueva creación es 15. Para que no
pensemos que lo dicho se refiere a esta creación sensible, señaló
esta condición: Si alguno está en Cristo; con ello nos enseña que,
si alguno se pasa a la fe en Cristo, nos muestra una nueva
creación.
Porque, dime, ¿qué provecho puede haber en ver un cielo
nuevo y nuevas las demás partes de la creación? ¿Tanto como
ganancia en ver a un hombre pasar del vicio a la virtud y del error
a la verdad?
Pues a esto, efectivamente, llamaba nueva creación aquel
bienaventurado, y por eso añadió en seguida: Las cosas viejas
pasaron; mira, ¡todas las cosas son hechas nuevas! 16; con ello
nos daba a entender más o menos que, después de despojarse
como de un vestido viejo de la carga de los pecados por medio de
la fe en Cristo, los recién liberados del error e iluminados por el sol
de justicia se ponían este nuevo y resplandeciente vestido y túnica
de reyes. Por esto decía: Si alguno está en Cristo nueva creación
es; las cosas viejas pasaron; mira, ¡todas las cosas son hechas
nuevas!

13. Efectivamente, ¿cómo no van a ser nuevas e inimaginables,
cuando el que ayer y anteayer estaba entregado a la molicie y a la
glotonería de golpe abraza la continencia y la vida frugal?
¿Como no van a ser nuevas e inimaginables todas las cosas,
cuando el que antes era un libertino y se consumía en los placeres
de la vida presente, de pronto se hace superior a sus pasiones y,
como si no estuviese revestido de un cuerpo, así se pone a
conquistar la templanza y la castidad?

14. ¿Ves cómo lo ocurrido es realmente nueva creación? En
efecto, la gracia de Dios sobrevino, remodeló y transformó las
almas, y las convirtió en otras diferentes de las que eran, no
cambiando su esencia, sino transformando su voluntad y no
dejando que en adelante el tribunal de los ojos de la mente juzgue
contrariamente a la realidad 17: como quien quita una legaña de
los ojos, les permitió ver con exactitud la fealdad y disformidad del
vicio y la mucha belleza y resplandor de la virtud.

15. ¿Ves cómo el Señor cada día obra una nueva creación?
Porque, dime, ¿qué otro hubiera persuadido a un hombre que
con frecuencia consumía toda su vida en los placeres de la vida y
que adoraba a las piedras y a la madera 18 por creerlas dioses, a
que de repente se lanzase a tal altura de virtud que pudiera, de
una parte, despreciar y mofarse de todo aquello y ver piedras en
las piedras lo mismo que madera en la madera, y de otra, adorar al
creador de todas las cosas y preferir la fe en él a todos los bienes
de la vida presente?

16. FE/NUEVA-CREACION: ¿Ves cómo se llama nueva creación
a la fe en Cristo y al regreso a la virtud? Por tanto escuchemos
todos, os lo suplico, los que fuimos iniciados antes y los que
acaban de gustar la generosidad del Señor, la exhortación del
Apóstol, que dice: Las cosas viejas pasaron; mira, ¡todas las cosas
son hechas nuevas!, y olvidados de todo lo anterior,
transformemos nuestra propia vida, como ciudadanos de un nuevo
régimen de vida, y con el pensamiento clavado en la dignidad del
que mora en nosotros, hablemos y obremos consecuentemente en
todo.

El resplandor del nuevo bautizado

17. Efectivamente, si los hombres que reciben cargos
mundanos y que muchas veces llevan sobre el vestido que los
envuelve la marca de las imágenes imperiales, gracias a la cual
aparecen dignos de crédito ante los demás, nunca se permitirían
obrar lo que fuese indigno de ese vestido con las insignias
imperiales; y si alguna vez lo intentasen ellos, tienen a muchos que
se lo impedirían; e incluso si otros quisieran maltratarlos a ellos, el
vestido que llevan puesto les aportaría suficiente seguridad para
no sufrir nada desagradable, con mucha mayor razón es justo que
quienes tienen a Cristo morando, no sobre el vestido, sino sobre el
alma, y con Él a su Padre y la presencia del Espíritu Santo, den
pruebas de tener gran seguridad, y por su cabal conducta
evidencien ante todos su personal condición de portadores de la
imagen imperial.

18. Lo mismo, efectivamente, que aquellos, al mostrar sobre el
vestido a la altura del pecho las imágenes imperiales, se ponen en
evidencia ante todos, así también nosotros, los que de una vez por
todas fuimos revestidos de Cristo y considerados dignos de tenerlo
morando en nosotros, si de verdad le queremos, mediante una
vida perfecta, incluso callando, podremos mostrar a todos la fuerza
del que mora en nosotros.
Y de la misma manera que ahora el despliegue de vuestro
indumento y el brillo de las vestiduras atraen todas las miradas, así
también, y para siempre, con tal que lo queráis y conservéis el
resplandor de vuestra regia vestimenta, podréis con mucha más
exactitud que ahora, por medio de una conducta según Dios y muy
cabal, atraeros a todos los que os miran a un mismo celo y a la
glorificación del Señor.

19. Por esta razón, indudablemente, decía Cristo: Alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos
19.
¿Ves cómo exhorta a que alumbre la luz que hay en nosotros,
no a través de los vestidos, sino mediante las obras? En efecto, al
decir: Alumbre vuestra luz, añadió: Para que vean vuestras buenas
obras.
Esta luz no se detiene en los límites de los sentidos corporales,
sino que ilumina las almas y las mentes de los que miran, y tras
disipar la tiniebla de la maldad, persuade a los que la reciben a
que alumbren con luz propia e imiten la virtud.

20. Alumbre -dice- vuestra luz delante de los hambres. Y dijo
bien: delante de los hombres. «Vuestra luz -dice- sea tan grande
que no solamente os ilumine a vosotros, sino que alumbre también
delante de los hombres que necesitan abundancia de ella».
Por consiguiente, como esta luz sensible ahuyenta la oscuridad
y hace que caminen recto los que han tomado este camino
sensible, así también la luz espiritual que proviene de la óptima
conducta ilumina a los que tienen la vista de la mente enturbiada
por la oscuridad del error y son incapaces de ver con exactitud el
camino de la virtud, limpia la legaña de los ojos de sus mentes, los
guía hacia el buen camino y hace que en adelante marchen por el
camino de la virtud.

21. Para que vean vuestras obras y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos. «Vuestra virtud -dice-, vuestra exactitud en
la conducta y el éxito de vuestras buenas obras excite a los que os
ven a glorificar al común Señor de todos».
Así pues, cada uno de vosotros, os lo suplico, ponga toda su
diligencia en vivir con tal exactitud que eleve hasta el Señor la
alabanza de todos los que os miran.

22. Por esta razón también aquel bienaventurado imitador de
Cristo y maestro de la conducta óptima, que recorría el mundo y
todo lo hacía por salvación de los hombres, decía escribiendo: Si
alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron;
mira, ¡todas las cosas son hechas nuevas! 20, casi como
exhortándonos diciendo: «Te quitaste el viejo vestido y tomaste el
nuevo, que tiene un resplandor tan grande que puede rivalizar con
los rayos del sol: mira cómo te las arreglas para que puedas
conservar con ese mismo brillo la belleza del vestido».
Efectivamente, mientras aquel malvado demonio, enemigo de
nuestra salvación, vea que este nuestro vestido espiritual sigue
resplandeciente, no osará ni siquiera acercarse, pues tanto teme
él su resplandor: le ciega el fulgor que de allí salta.

23. Por eso, os lo suplico, ya desde los mismos comienzos,
presentad la lucha sin cuartel y mostrad la intensidad del
resplandor haciendo por todos los medios que la belleza de este
vestido sea más luminosa y más refulgente. Y que de nuestra
lengua no salga una sola palabra vana y sin más, antes bien,
examinemos primero si tiene alguna utilidad y si puede ofrecer a
quienes la oigan alguna edificación, y aun entonces profiramos las
palabras con mucho temor, como si a nuestro lado tuviéramos a
alguien escribiéndolas, sin olvidar lo dicho por el Señor: Mas yo os
digo que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella
darán cuenta en el día del juicio 21.

24. Por consiguiente, que tampoco se dé entre vosotros
conversación de cosas terrenas, inútil y sin provecho, porque
hemos escogido para en adelante una vida nueva y diferente, y
conviene que obremos en consecuencia con esta vida, para no
hacernos indignos de ella.
¿No veis en los cargos terrenales cómo a los que se afanan por
formar parte de lo que ellos llaman Senado las leyes humanas les
impiden realizar algunas acciones que a los demás se les permiten
con toda libertad?
Pues de la misma manera lo justo sería que vosotros, los recién
iniciados, y nosotros, los que de antes fuimos considerados dignos
de esta gracia, inscritos como estamos una vez por todas en el
Senado espiritual, no tuviéramos ya parte en las mismas obras que
los demás, sino que diéramos pruebas de rigor en la lengua y de
limpieza en la mente, y educáramos cada uno de nuestros
miembros para que no emprendan obra alguna que no reporte al
alma gran provecho.

25. ¿De qué estoy hablando? De que la lengua se ocupe
únicamente de himnos, de glorificación, de lectura de las divinas
palabras y de conversaciones espirituales, pues dice: Si sale
alguna palabra buena, sea para edificación, para que dé gracias a
los oyentes. Y no contristéis al Espirita Santo de Dios, con el cual
estéis sellados 22.
¿Ves? El no hacer lo dicho tiende a contristar al Espíritu Santo.
Por esta razón, os lo suplico, pongamos todo nuestro empeño en
no obrar nada que contriste al Espíritu Santo, y si hemos de salir,
no busquemos afanosos las reuniones perjudiciales, ni los
encuentros insensatos y llenos de boberías, sino al contrario, ante
todo, que nada nos sea más preferible que las casas de oración y
que las reuniones donde se conversa sobre temas espirituales.

26. Y todo cuanto nace de nosotros que vaya impregnado del
mayor decoro, pues dice: El atuendo del hombre, su risa y su
andar delatan lo que él es 23.
En efecto, el semblante externo podría muy bien ser clara
imagen de la disposición del alma, pero su belleza la pone de
manifiesto muy particularmente el movimiento de los miembros.
Y si caminamos por la plaza, sea tal nuestra andadura y dé
pruebas de tanta serenidad y aplomo que todos cuantos nos
encuentren se vuelvan a contemplarnos. Que el ojo no parezca ser
un azogue ni los pies trastrabillen; que la lengua profiera las
palabras con sosiego y suavidad, y en fin, que todo nuestro
exterior revele la belleza del alma que está dentro, y que en
adelante nuestra conducta resulte extraña y cambiada, puesto que
nuevo y extraño es lo que hemos comenzado, como muestra el
bienaventurado Pablo cuando dice: Si alguno está en Cristo, nueva
creación es 24.

27. Y para que aprendas que es nuevo e inimaginable lo que
nos han dado, los que antes de esto éramos más despreciables
que el barro y, por así decirlo, nos arrastrábamos por tierra, de
repente nos tornamos más resplandecientes que el oro y
cambiamos la tierra por el cielo.
Y ésta es la razón de por qué son espirituales todos los dones
que se nos han hecho. Efectivamente, espiritual es nuestro
vestido, espiritual nuestra comida y espiritual nuestra bebida. La
consecuencia es que en adelante, también nuestras obras y todas
nuestras acciones deberían ser espirituales.
Éstas son efectivamente fruto del Espíritu, como dice también
Pablo: Mas el fruto del Espirita es: amor, alegría, paz, entereza de
ánimo, agrado, bondad, fe, mansedumbre, templanza: contra tales
cosas no hay ley 25, dice.
Con razón habló así, pues quienes se esfuerzan por lograr la
virtud están por encima de la ley, y no sujetos a ella, pues dice: La
ley no está puesta para el justo 26.

28. Luego, después de explicarnos el fruto del Espíritu, añadió:
Y los que son de Cristo crucificaron su carne con sus pasiones y
concupiscencias (/Ga/05/24) 27, como quien dice: la incapacitaron
para obrar el mal, la redujeron a objeto inerte, la vencieron de tal
modo que podía estar por encima de las pasiones y apetitos.
Esto es, efectivamente, lo que Pablo quería significar cuando
dijo: crucificaron. Lo mismo que el que está clavado en la cruz y
horadado con aquellos clavos, molido por los dolores y, por así
decirlo, traspasado de parte a parte, nunca podría ser perturbado
por el apetito carnal, al contrario, tiene desterrados toda pasión y
todo apetito, porque el dolor no deja sitio alguno para las
pasiones, así también los que se han consagrado a Cristo: de tal
modo se han clavado a él y se han reído de las necesidades
corporales que es como si se hubiesen crucificado a sí mismos con
sus pasiones y apetitos 28.

29. Así pues, nosotros, los que ya somos de Cristo, nos hemos
revestido de Él y hemos sido considerados dignos de su comida y
de su bebida espirituales, regulemos nuestras propias vidas como
corresponde a quienes naca tienen en común con las realidades
de la vida presente.
En efecto, nos hemos empadronado en otra ciudad, en la
Jerusalén de arriba. Por eso, os lo suplico, presentemos obras
dignas de aquella ciudadanía, para que, bien porque por ellas
practicamos la virtud, bien porque por ellas invitamos a los demás
a glorificar al Señor, podamos atraernos abundante benevolencia
de lo alto.
Porque, cuando nuestro Señor es glorificado, Él por su parte
también derrama con gran abundancia entre nosotros sus propios
dones, como quien ha aceptado nuestros buenos sentimientos y
sabe que no deposita sus propios beneficios en manos
desagradecidas e injustas.

30. Sé que hice largo el sermón. Perdonadme, sin embargo, el
gran cariño que os tengo fue extendiendo y alargando nuestra
instrucción. Y es que, al ver vuestra riqueza espiritual, y porque
conozco la furia del perverso demonio y que ahora sobre todo es
cuando necesitáis el apoyo y la vigilancia, por eso os exhorté a
que cada día permanezcáis sobrios, estéis despiertos y demostréis
vuestra continua vela y vigilancia en torno de vuestro tesoro
espiritual, para que el enemigo de nuestra salvación no pueda
encontrar ni un solo resquicio.

31. Así pues, los pactos que hicisteis con el Señor y que
escribisteis, no con tinta ni en papel, sino con la fe y la confesión
29, guardadlos firmes e inconmovibles. Y esforzaos por
permanecer durante todo el tiempo de vuestra vida con el mismo
resplandor.
Porque es posible, efectivamente, con tal de querer nosotros
contribuir continuamente con nuestra parte, no sólo mantener el
mismo resplandor, sino también hacer que sea más rutilante el
ámbito de estos nuestros vestidos espirituales, puesto que el
mismo Pablo, después de la gracia del bautismo, cuanto más
avanzaba el tiempo, tanto más brillante y refulgente se mostraba,
pues la gracia florecía en él.

32. Por consiguiente, esforcémonos también nosotros por
examinar cada día con cuidado este nuestro radiante vestido, no
sea que coja alguna mancha o arruga 30; pero hagamos un
examen constante hasta de las faltas que se tienen por pequeñas,
para que así podamos evitar los grandes pecados.
Efectivamente, si comenzamos por desdeñar algunos fallos
como insignificantes, y seguimos andando por este camino, en
breve tiempo llegaremos a las grandes caídas.
Por esta razón os exhorto también a que siempre traigáis en la
mente el recuerdo de estos pactos y constantemente rehuyáis el
contagio de todo aquello a que renunciasteis, quiero decir, de las
pompas del diablo y de todos los demás artificios del Maligno, y a
que guardéis íntegros los pactos con Cristo, para que, sacando
continuo provecho de estos festines espirituales y fortalecidos con
esta comida 31, os hagáis invulnerables a las asechanzas del
diablo.

33. Y con la perfección de vuestra conducta, os atraeréis de
parte del Espíritu una gracia tan grande como para hacer que
también vosotros seáis inexpugnables, que la Iglesia de Dios salte
de gozo y se alegre por vuestro progreso, que el Señor de todas
las cosas sea glorificado, y todos nosotros seamos considerados
dignos del reino de los cielos, por la gracia, las misericordias y la
bondad del mismo Hijo unigénito y Señor nuestro Jesucristo, por el
que se dé al Padre, junto con el Espíritu Santo, la gloria, la fuerza y
el honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
.................................................
1. Según WENGER (Introd., p. 41ss.), el grupo constituido por esta octava
Catequesis y por las cuatro Catequesis postbautismales siguientes habría
sido compuesto por la misma época, o sea, en la semana de Pascua del
año 390, Y podría distribuírselas así: la octava, el domingo o el lunes (Id. pp.
182-199); la novena, el martes (Id. pp. 200-214); la décima, el miércoles (Id.
pp. 215-228); la undécima, el viernes (Id. pp. 229-246), Y la duodécima, el
sábado (Id. pp. 247-260).
2. 2 Co 5, 17: la cita en el título probablemente remonta al mismo
Crisóstomo.
3. Al estar reservado el bautismo para la noche pascual, se comprende
fácilmente que fuera grande el número de neófitos.
4. Cf. Lc 15, 7.
5. Mt 13, 43.
6. Ga 3, 27.
7. Cf. Jn 14, 23 y la nota 21 de la quinta Catequesis.
8. Cf. Hch 8, 3.
9. Cf. Hch 9, 22.
10. Cf. Hch 22, 5.
11. Cf. I P 5, 8.
12. Cf. Hch 9, 25-30.
13.1 Co 15, 10.
14. Nymphayogós -término frecuente en san Juan Crisóstomo- era el que
conducía a la esposa en el cortejo nupcial; del correspondiente latino derivó
en castellano antiguo «paraninfo».
15. 2 Co 5, 17.
16. Ibid.
17. Sobre la dificultad de estas expresiones, véase WENGER, nota 2,p.
190.
18. Esto es, a los ídolos, fabricados generalmente con esos materiales.
19. Mt 5, 16.
20. 2 Co 5, 17.
21. Me 12, 36.
22. Ef 4. 29-30.
23. Si 19, 27.
24. 2 Co 5, 17.
25. Ga 5, 22-23.
26. 1 Tm 1, 9.
27. Ga 5 24.
28. Nótese la original valoración positiva del dolor en la más dramática
forma de la crucifixión y su consideración como medio indispensable para
dominar las pasiones y ser dueños de si mismos.
29. La fe señala las disposiciones internas; la confesión, la exteriorización
de esas disposiciones, según explicó en la Catequesis. V, 19 (cf. WENGER,
op. cit. nota 2 de la p. 198).
30. Probable alusión a Ef 5, 27.
31. Festines y comida: clara alusión a la Eucaristía.

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