domingo, 4 de enero de 2015

ORÍGENES. HOMILÍA X SOBRE EL ÉXODO.

HOMILÍA X

Sobre la mujer encinta que aborta por culpa de dos hombres que riñen.
1. Si dos hombres riñen y golpean a una mujer encinta, y ésta da a luz a su hijo todavía no formado, el otro pagará la multa que indique el marido de la mujer, y la pagará con honor. Si el hijo hubiese sido deformado, pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal 1.
Antes de nada, creo que en este caso hay que buscar el titulo de la ley bajo el que caen estos decretos. Porque no todo lo decretado es llamado ley, como creen los simples, sino que algunas cosas son llamadas ciertamente «ley», pero otras «mandamientos», otras «mandatos y preceptos», otras «juicios». Es lo que muestra con toda evidencia y en resumen, el salmo dieciocho cuando dice: La Ley del Señor es perfecta, convierte las almas; el mandamiento del Señor es fiel, da sabiduría a los pequeños. Los preceptos del Señor son rectos, alegran los corazones; el precepto del Señor es luminoso, da luz a los ojos. El temor del Señor es casto, permanece por los siglos de los siglos, los juicios del Señor son verdaderos, justificados en sí mismos 2
Vista esta diversidad en lo establecido en la Ley, la pa labra que teníamos entre manos ha sido escrita bajo el titulo de preceptos o prescripciones. En efecto, se dice más arriba: Éstos son los preceptos que les propondrás abiertamente 3. No es ahora el momento de explicar las diferencias entre cada uno de estos términos; lo que se nos exige es la explicación de lo que se ha leído. Es bueno saber que una parte de lo que debemos tratar se encuentra en el Evangelio de Mateo, donde dice el Señor: Habéis oído que se dijo: ojo por ojo, diente por diente. Pero yo os digo que no resistáis al mal. Al contrario, si alguno te golpea en la mejilla derecha, muéstrale también la otra 4.
Quizá algún atento lector de las Escrituras diga que lo que hemos recordado del Evangelio, no ha sido tomado de este lugar del Éxodo, sino más bien del Deuteronomio, donde también se refieren palabras semejantes: Si un testigo inicuo se levanta contra un hombre para acusarle de impiedad, los dos hombres que por ello tienen pleito, se presentarán ante el Señor, y ante los sacerdotes y los jueces, cualesquiera que sean en aquellos días, y los jueces indagarán y examinarán diligentemente. Y si resulta que el testigo inicuo ha dado falso testimonio, y se ha levantado contra su hermano, haréis con él lo que él ha intentado hacer con su hermano, y sacaréis al maligno de en medio vuestro, para que oyéndolo los demás tengan miedo y no vuelvan a cometer semejante mal entre vosotros. Tu ojo no tendrá piedad de él; vida por vida, diente por diente, mano por mano, pie por pie 5.
Se ve, por tanto, que en ambos lugares se dicen cosas similares, pero no parece tan claro el lugar del que ha sido tomada la palabra del Evangelio que dice: Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente 6.
2. Ahora debemos volver al texto del Éxodo, en el que dos hombres discuten y golpean a una mujer encinta, y de tal modo la golpean que nace de ella el niño ya formado o bien todavíá sin formar 7.
En primer lugar veamos, respecto al niño que nace todavía sin formar, por qué se manda pagar la multa por el daño ocasionado sólo a uno de los que discuten, cuando la Escritura atribuye la culpa de la disputa no a uno, sino a los dos: veamos también por qué se dice que el marido de la mujer prescribe o impone a él y no a ellos, y pagará en lugar de pagarán con honor. ¿Y qué es este honor?
Si el niño naciera ya formado de la mujer encinta golpeada por los dos litigantes, comprendemos fácilmente que se pagará vida por vida, esto es, que fuese castigado con la muerte. Vale la pena explicar lo que sigue: ojo por ojo, diente por diente 8. Parece imposible comprender que un niño, abortado por una mujer golpeada, aun naciendo formado, haya perdido un ojo en el vientre al ser golpeado por el pie de un hombre que está discutiendo, por lo cual éste deba de ser privado de un ojo por los jueces. Pero pongamos que sea así, puesto que se trata de un niño ya formado, ¿qué diremos del diente? ¿Acaso en el vientre de su madre tenía ya dientes, que el agresor arrancó de un golpe? Si referimos estas cosas a la mujer que abortó, ¿cómo convendrá a una mujer que aborta el perder un ojo o los dientes? Pongamos que haya sido golpeada en el ojo o en el diente y que ésta sea la causa de haber abortado al niño; pongamos que haya recibido cardenales o heridas, ¿por qué diremos quemadura por quemadura? ¿Acaso la mujer que asiste a una discusión entre dos hombres puede haber sido quemada, de modo que haya que pagar quemadura por quemadura? Me parece a mi que estas cuestiones no tienen fácil respuesta ni siquiera acudiendo a otros lugares del Deuteronomio, en los que se escriben cosas similares.
Supongamos en efecto que se presenta un testigo inicuo que levanta contra un hombre falso testimonio de impiedad. Se hace venir a ambos a juicio, los jueces investigan diligentemente y descubren que el acusador o tal testigo ha mentido: ¿cómo el juez, que no debe tener piedad del falso testigo y debe condenar la vida del culpable por la de inocente, cómo—digo—puede extraer ojo por ojo? Como si el que había sido injustamente acusado hubiese sido herido en el ojo por el acusador, o en el diente, o en la mano o en el pie. Hemos dicho esto para mostrar a quien lo desee que, en ninguno de los dos pasajes puede explicarse fácilmente lo escrito. Nos convenía en primer lugar examinar según la historia lo que se acaba de leer y así, puesto que la Ley es espiritual 9, buscar en ella la inteligencia espiritual.
3. Por el momento, aquí es menor incluso la parte de alegoría que siempre suele ocupar mayor espacio. No obstante, en la medida en que podamos, intentaremos explicar lo que nos parece de este pasaje.
Hemos dicho frecuentemente que en las Escrituras se nombran los miembros del alma con las mismas palabras y las mismas funciones con que son llamados o se usan para los miembros del cuerpo. Por ejemplo, cuando se dice: Ves una paja en el ojo de tu hermano, y resulta que en tu ojo hay una viga 10. Es seguro que no se dice del ojo del cuerpo, sino del ojo del alma, que en él hay una viga. Y cuando dice: El que tenga oídos para oír, que oiga 11 y que hermosos los pies del que anuncia la paz 12, y muchas otras cosas similares. Hemos hecho estas observaciones previas para que no nos turbe la semejanza entre los nombres de los órganos.
Pongamos, pues, que están estos dos hombres que discuten, que discuten mutuamente sobre doctrinas o cuestiones de la Ley y, para emplear una palabra del Apóstol, discuten acerca de contiendas de palabras 13. Por eso, sabiendo el Apóstol que surgen estas discusiones entre hermanos, recomienda y dice: Evitad las discusiones de palabras, que no sirven para nada sino para perdición de los que las oyen, y en otro lugar: Evita las cuestiones sobre la Ley, sabiendo que generan discusiones. El siervo de Dios no debe discutir 14. Por tanto los que discuten sobre cuestiones, discuten para perdición de los oyentes, y por eso golpean a la mujer encinta y hacen abortar a su hijo, formado o todavía sin formar.
PD/CONCEBIR-PARIR: La mujer encinta es el alma que acaba de concebir la Palabra de Dios. Sobre esta concepción encontramos escrito en otro lugar: Por tu temor, Señor, hemos concebido y hemos dado a luz 15. No hay que pensar que quienes conciben y a continuación dan a luz son mujeres, sino hombres y hombres perfectos. Escucha al profeta cuando dice: Si la tierra da a luz en un día, y nace un pueblo de una sola vez 16. Ésta es la generación de los perfectos, que nace inmediatamente el mismo día en que ha sido concebida. Y para que no te parezca extraño lo que hemos dicho, que los hombres dan a luz, ya hemos explicado hace un instante cómo debes entender los nombres de los miembros, para alejarte de los sentidos corporales y referirlo al hombre interior. Si quieres sobre este punto una satisfacción tomada de las Escrituras, escucha al Apóstol cuando dice: Hijitos míos, a los que doy de nuevo a luz, hasta que Cristo esté formado en vosotros 17. Son los hombres fuertes y perfectos los que, nada más concebir, dan a luz, esto es, traducen en obras la palabra de la fe que han concebido
El alma que concibe, y que retiene en el vientre sin dar a luz, es llamada «mujer», como dice el profeta: «Le llegaron dolores de parto, y no hay en ella fuerza para dar a luz 18. Así, cuando los hombres discuten y en su discusión ofrecen motivo de escándalo—lo que suele ocurrir en las discusiones de palabras—este alma, que ahora es llamada «mujer» a causa de su debilidad, es golpeada y escandalizada, de modo que pierde y rechaza la palabra de la fe, que ella había débilmente concebido: ésta es la disputa y la querella para perdición de los oyentes 19.
Por tanto, si un alma, escandalizada, pierde una palabra aún no formada, se dice que el que ha escandalizado paga una multa. ¿Quieres saber por qué en algunos la palabra está formada, y en otros todavía no? Nos lo enseña con claridad la palabra del Apóstol que hemos recordado antes, cuando dice: Hasta que Cristo esté formado en vosotros 20; Cristo es la Palabra de Dios. Con ello muestra que, en el momento en que escribía, todavía no estaba formada en ellos la Palabra de Dios; si nace, estando todavia sin formar, pagará por ello una multa.
En cuanto a los daños de los doctores, nos instruye también el Apóstol cuando dice: Aquél cuya obra quede abrasada, pagará la multa. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego 21. También el Señor dice en el Evangelio: ¿De qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma o la perjudica? 22. Aquí parece mostrarse que algunos pecados conducen al daño, pero no a la muerte; porque el que pague la multa, ése se dice salvado, aunque por el fuego. Por esto, según creo, dice el apóstol Juan en su epístola que algunos pecados llevan a la muerte, pero hay otros que no llevan a la muerte 23. No creo, sin embargo, que cualquier hombre pueda discernir fácilmente qué clases de pecados llevan a la muerte, y cuáles llevan no a la muerte, sino al daño. Está escrito: ¿Quién puede comprender los pecados? 24
Tomando las parábolas del Evangelio como punto de partida, podemos conocer en parte qué es lo que llamamos «multa» cuando vemos tenidas por ganancia cosas conseguidas por medio de una negociación. Por ejemplo, cuando se dice que se adquirieron cinco minas además de las otras cinco, O dos además de las otras dos 25; O cuando se presenta la dracma, o el denario o el talento y se desigNa cualquier dinero como resultado del trabajo; o incluso cuando se dice que el padre de familia pide cuentas a sus servidores y se le presenta uno que le debía diez mil talentos 26. Éste es el modo de indicar la multa: por ejemplo, uno que habría debido recibir como salario diez minas, no recibe diez, sino ocho o seis, o incluso menos; y se dice que paga esta multa el que ha escandalizado a un alma débil y mujeril.
4. Pagará, dice, lo que fije o imponga su marido, y lo pagará con honor 27. El marido del alma que aprende es su maestro; según lo que fije este marido,—Cristo, que es maestro de todos, O aquel que, como doctor de las almas preside la Iglesia en lugar de Cristo—, el hombre que discute con palabras para perdición de los oyentes 28, pagará una multa por el alma que haya abortado al niño todavía no formado. Esto puede ser aplicado con razón al escándalo causado a un catecúmeno todavía no formado. Puede ocurrir, en efecto, que el mismo que ha causado heridas, instruya, repare, restituya al alma todo lo que ha perdido, y que haga esto con honor, con modestia, con paciencia como dice el Apóstol: Corrigiendo con mansedambre a los que se resisten 29, no con disputa, como antes, cuando causó el escándalo.
Pero si ya estuviese formado el niño, entonces pagará vida por vida 30. El niño formado puede ser la Palabra de Dios en el corazón del alma que ha alcanzado la gracia del bautismo, o que concibe con más evidencia y más claramente la palabra de la fe. Si esta alma, golpeada por una excesiva discusión de los doctores, arrojase la palabra, y se encontrase entre aquellas de las que decía el Apóstol: Ya algunas se han vuelto atrás, detrás de Satanás 31, entonces, pagará vida por vida 32. Puede aplicarse también al día del juicio, al juez que puede perder alma y cuerpo en la gehenna 33, puesto que en otro pasaje dice el profeta a Jerusalén: He puesto por tu rescate a Egipto, Etiopía y Saba en tu lugar 34. Se puede también quizá aplicar a aquel que, consciente de haber provocado tal escándalo, pone su vida por la vida de aquel a quien ha escandalizado, y se aplica hasta la muerte a hacerlo regresar, revivir, restituirlo a la fe.
Pague también ojo por ojo: si ha herido el ojo del alma, es decir, si ha turbado la inteligencia, que quien preside en la Iglesia le quite el ojo y sea desecada su inteligencia turbulenta y feroz, que engendra escándalo. Si hiere el diente del oyente, con el que, al recibir el alimento de la palabra, solía masticarlo y después desmenuzarlo con los molares, para transmitir al vientre del alma el sentido sutil de estas cosas, si ha estropeado y arrancado este diente, de modo que, a causa de la disputa, no puede el alma recibir sutil y espiritualmente la Palabra de Dios, sea arrancado el diente de aquel que no desmenuza ni reparte bien los alimentos de las Escrituras.
Quizá por esto se dice del Señor en otro pasaje: Has roto los dientes de los pecadores 35, y se escribe en otro lugar: el que coma la ura amarga, tendrá dentera 36, y en otro lugar: el Señor ha roto las muelas de los leones 37. Asi pues, se dice que el alma es herida y golpeada por medio de los miembros. Se exige también mano a mano y pie por pie. La mano es la fuerza del alma, gracias a la cual puede retener y agarrar cualquier cosa, que es tanto como decir su actividad y su fortaleza; y el pie es la capacidad de caminar hacia el bien o hacia el mal. Si el alma sufre un escándalo y es arrojada a tierra, no sólo en la fe, sino también en las acciones, que son significadas por las manos y los pies, le sean arrancadas al que ha puesto la ocasión de la caída las manos con las que no ha obrado bien, y los pies, con los que no se ha dirigido al bien. Recibirá también quemadura, con la que ha quemado y entregado un alma a la gehenna.
Por medio de cada uno de estos elementos se muestra que el que ha provocado los golpes, una vez amputados todos sus miembros, debe ser separado del cuerpo de la Iglesia, para que los demás, al verlo, tengan temor y no actúen del mismo modo 38. Por ello el Apóstol, cuando describe al doctor de la Iglesia, entre otras cosas manda que no dé golpes 39, no sea que por golpear a mujeres encinta, almas principiantes, deba pagar vida por vida, ojo por ojo, diente por diente 40. Ésas son las almas por las que el Señor llora en los Evangelios cuando dice: ¡Ay de las que estén encinta y criando en aquellos días! 41, en los que serán escandalizadas, si fuese posible, también los elegidos 42
Hay que saber que no es propio de los perfectos ser escandalizados, sino de las mujeres o de los niños, como dice también el Señor en el Evangelio: Si alguno escandaliza a uno de éstos los más pequeños 43. Por tanto, el que puede ser escandalizado es pequeño y bien pequeño. El que es espiritual juzga todo 44 y prueba todo y retiene lo que es bueno, absteniéndose de toda clase de mal 45. Hemos dicho estas cosas sobre el presente capitulo, según lo que ha venido a nuestra mente. Pidamos al Señor que se digna revelarnos lo perfecto, por Jesucristo Señor nuestro; a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén 46.
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1 Ex 21, 22-25.
2 Sal 19 (18), 8-10.
3 Ex 21, 1.
4 Mt 5, 38-39.
5 Dt 19, 16-21.
6 Mt 5, 38.
7 Cf. Ex 21, 23.22 (LXX).
8 Ex 21, 24.
9 Cf. Rm 7, 14.
10 Cf. Mt 7, 3-4.
11 Mt 13, 9.
12 Cf. Is 52, 7.
13 1 Tm 6, 4.
14 2 Tm 2, 14.23-24.
15 Cf. Is 26, 18.
16 Cf. 1s 66, 8.
17 Ga 4, 19.
18 Cf. Is 37, 3.
19 2 Tm 2, 14.
20 Ga 4, 19.
21 1 Co 3, 15.
22 Cf Mt 16, 26.
23 Cf. 1 Jn 5, 16.
24 Sal 19 (18), 13.
25 Cf Mt 25 14 ss., Lc 19, 12 ss.
26 Cf Lc 15 8; 10, 35; Mt 18, 23 ss.
27 Cf Ex 21, 22.
28 Cf. 2 Tm 2, 14
29 2 Tm 2, 25.
30 Ex 21, 23 (LXX)
31 1 Tm 5, 15.
32 Cf. Ex 21, 23.
33 Mt 10, 28; Lc 12, 5.
34 1s 43, 3.
35 Sal 3, 8.
36 Jr 31, 30.
37 Sal 58 (57), 7
38 Cf. Dt 19, 20.
39 1 Tm 3, 3.
40 Cf. Ex 21, 23-24.
41 Mt 24, 19.
42 Mt 24, 24.
43 Mt 18, 6.
44 1 Co 2, 15.
45 Cf. 1 Ts 5, 21-22.
46 Cf. I P 4, 11.

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