domingo, 4 de enero de 2015

SEXTA CATEQUESIS

«Del mismo autor, continuación para los que van a ser
iluminados, y clara explicación de lo que en el divino bautismo se
realiza de modo simbólico y en figura» 2.

La extraordinaria generosidad de Dios

1. Pues bien, conversemos un poquito nuevamente con los que
se han inscrito en la propiedad de Cristo, y mostrémosles tanto el
poder de las armas que están a punto de recibir como la inefable
bondad que en favor del género humano muestra el Dios amador
de los hombres, y así podrán acercarse con gran fe y plena
seguridad, y gozar con más abundancia de su generosidad.
Pues considera, querido, el exceso de su bondad ya desde los
mismos comienzos.
Efectivamente, si juzga dignos de don tan grande a los que aún
no han trabajado, ni han mostrado nobleza alguna, y si perdona
las faltas cometidas en todo tiempo; si vosotros, bien dispuestos
después de tanta generosidad, queréis contribuir con lo que está
en vuestras manos, ¿de qué recompensa no es de razón que
seáis considerados dignos por parte de ese Dios de bondad?

2. Ciertamente, en los asuntos humanos, jamás se pudo ver
algo parecido, al contrario, muchos, después de numerosos
trabajos y de sufrimientos soportados con la esperanza de las
recompensas, regresan a casa tantas veces con las manos vacías,
bien porque aquellos de quienes se esperaba la recompensa se
han vuelto ingratos para con los que han padecido tantas fatigas,
bien incluso, muchas veces, porque fueron arrebatados
prematuramente de en medio y no pudieron cumplir su propósito.
En cambio, respecto de nuestro Señor, no sólo no es posible
sospechar nada por el estilo, sino que incluso antes de comenzar
nosotros los trabajos y de mostrar nuestra colaboración, ya se
adelanta El a dar pruebas de su propia generosidad, con el fin de
inducirnos, a fuerza de beneficios, a tener cuidado de nuestra
propia salvación.

La bondad de Dios para con el primer hombre

3. Así es, pues, cómo desde el más remoto comienzo 3 Dios
continuó colmando de bienes al género humano. Efectivamente,
apenas formó al hombre, ya le hizo habitar en el paraíso y le
obsequió con aquella vida libre de fatigas, a la vez que le permitió
disfrutar de todo cuanto había en el paraíso, con la excepción de
un solo árbol. Pero él, por intemperancia 4 y engañado por la
mujer, pisoteó el mandato que se le había dado y atentó contra
honor tan grande.

4. Sin embargo, mira también aquí la grandeza de la bondad
divina para con el hombre. Efectivamente, lo justo hubiera sido que
a quien tan ingrato era respecto de los beneficios con que él se
había anticipado a colmarle, lo considerase indigno de todo perdón
y lo dejara fuera de su Providencia. Pues bien, no sólo no hizo
esto, sino que, igual que un padre tiernamente amoroso y que
tiene un hijo rebelde, movido por la natural ternura de su amor, no
le abruma con los reproches que su falta merece, ni tampoco le
perdona del todo, sino que le reprende moderadamente para que
no vaya a dar en mayor maldad, así también Dios en su bondad:
cuando el hombre mostró abiertamente su desobediencia,
ciertamente lo expulsó de aquel género de vida, pero, reprimiendo
para en adelante su arrogancia, para evitar que cayese en
rebeldía mayor, lo condenó al trabajo y al sufrimiento, poco menos
que diciéndole:

5. «La gran relajación y la sobrada licencia te indujeron a tan
grave desobediencia y te hicieron olvidar mis mandamientos, y el
no tener nada que hacer te predispuso para pensar cosas que
sobrepasan tu propia naturaleza, ya que la ociosidad enseña toda
maldad 5. Por eso te condeno al trabajo y al sufrimiento, para que,
mientras labras la tierra, estés constantemente recordando, no
sólo tu desobediencia, sino también la miseria de tu propia
naturaleza.
Efectivamente, ya que soñaste fantásticas grandezas y no
quisiste permanecer en tus propios límites, quiero que vuelvas de
nuevo a la tierra de la que fuiste sacado, porque tierra eres -dice-
y a la tierra volverás 6».

6. Y para intensificarle el dolor y hacerle sentir vivamente su
caída, no le domicilió lejos, sino cerca del paraíso. Pero le cerró el
paso de entrada en él, para que, viendo cada día de qué bienes
fue desposeído por su propia negligencia, se aprovechase de la
continua advertencia y en adelante fuera más firme en la guarda
de los mandamientos recibidos.
Efectivamente, mientras estamos disfrutando de los bienes, no
nos damos cuenta, como deberíamos, del beneficio que se nos
hace, pero, en cuanto nos vemos privados de ellos, entonces, por
el nuevo hecho de la pérdida, lo sentimos mucho más y sufrimos
por ello mayor dolor. Es justamente, lo que entonces sucedió al
primer hombre.

7. Sin embargo, para que conozcas, no solamente la
maquinación del malvado demonio, sino también la sabiduría y
habilidad de nuestro Señor, considera de una parte qué es lo que
el diablo quiso hacer al hombre por medio de su engaño, y de otra,
qué bondad le demostró su Señor y protector.
Efectivamente, aquel perverso demonio, envidioso de su
estancia en el paraíso, con la esperanza de una mayor promesa le
despojó incluso de lo que tenía en mano, ya que, tras empujarle a
imaginarse ser igual a Dios, le condujo al castigo de la muerte.
Tales son, efectivamente, sus cebos, y no sólo nos arrebata los
bienes que tenemos en mano, sino que además intenta
empujarnos hacia un precipicio aún mayor.
En cambio, el Dios de bondad ni siquiera en tales condiciones
se desentendió del género humano, sino que, mostrando al diablo
lo inútil de su empresa y al hombre las pruebas de lo mucho que
de él se cuida, le hizo a éste, mediante la muerte, donación de la
inmortalidad.
Míralo bien: aquél lo expulsó del paraíso; en cambio el Señor lo
introdujo en el cielo: la ganancia supera al castigo.

8. Sin embargo, como os decía al comienzo -y por ello también
me vi arrastrado a decir lo anterior-, si al que fue un
desagradecido respecto de tan grandes beneficios, Dios le juzgó
una vez más, digno de tan gran bondad como la suya, si vosotros
los soldados de Cristo, os aplicáis con empeño a ser agradecidos
por estos inefables dones recibidos y estáis en vela continua para
guardarlos, ¿cuán grande no será, dime, la recompensa que de Él
conseguiréis después de guardarlos?
Él es, efectivamente, quien tiene dicho: Al que tiene se le dará,
y le sobrará 7. Y es que quien se hace digno de lo que ya se le ha
dado, justo es que disfrute también de bienes mayores.

Los ojos de la fe

9. Por consiguiente, cuantos habéis sido considerados dignos
de ser inscritos en este celestial libro aportad una fe generosa y
una razón firme.
Efectivamente, lo que aquí acontece necesita de la fe y de los
ojos del alma, para no atender sólo a lo que se ve, sino, partiendo
de esto, imaginarse lo que no se ve.
Porque tales son los ojos de la fe, ya que, de la misma manera
que los ojos del cuerpo únicamente pueden ver lo que cae bajo el
sentido, así también los ojos de la fe, pero, al contrario que
aquellos, no ven nada en absoluto de lo visible, sino que ven lo
invisible como si lo tuvieran ante ellos.
Y es que la fe es esto: adherirse a lo que no se ve, como si
estuviéramos viéndolo, pues dice: Fe es fundamento de lo que se
espera, prueba de realidades que no se ven 8.

10. ¿Qué significa entonces lo que estoy diciendo, y por qué
tengo dicho: no aplicar la mente a lo que se ve sin poseer ojos
espirituales? Pues para que, al ver la piscina del agua y la mano
del sacerdote 9 posada sobre tu cabeza, no pienses que aquélla
es simplemente agua y que únicamente la mano del gran
sacerdote se posa sobre tu cabeza.
¿No tenía yo razón al decir que necesitamos de los ojos de la fe
en orden a creer lo que no vemos, sin la menor sospecha de
materialidad? 10.

11. En realidad, el bautismo es sepultura y resurrección:
Efectivamente, el hombre viejo es sepultado junto con el pecado, y
resucita el nuevo, renovado a imagen de su creador 11.
Nos desnudamos y nos vestimos: nos desnudamos del viejo
traje, ensuciado por la muchedumbre de nuestros pecados, pero
nos vestimos el nuevo, limpio de toda mancha.
Pero, ¿qué estoy diciendo? Nos revestimos de Cristo mismo:
Porque -dice- todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de
Cristo estéis vestidos 12.

Finalidad y simbolismo del exorcismo

12. Mas, como quiera que ya está a la puerta el momento en
que vais a gozar de tan grandes dones, ¡ea! en la medida de lo
posible os enseñaremos las causas de cada uno de los actos, para
que podáis saberlas y os retiréis de aquí dueños de una
certidumbre mayor.
Es, pues, necesario que sepáis por qué motivo, después de la
instrucción cotidiana, os enviamos a las voces de los que os
exorcizan.
Esto, efectivamente, no ocurre porque sí y al azar, sino que,
puesto que vais a recibir de huésped al Rey celestial, por esa
razón, después de nuestra amonestación, os reciben los que están
designados para esto, y como quien prepara la casa para un rey
que está para llegar, así ellos purifican vuestra mente mediante
aquellas terribles voces con que destierran de ella toda
maquinación del Maligno y la tornan digna de la presencia del Rey.

Efectivamente, es imposible que un demonio, por feroz y cruel
que sea, no se aparte a toda prisa de vosotros después de
aquellas terribles voces y de la invocación del común Señor de
todas las cosas
Por otra parte, junto con esto, el acto mismo deposita en el alma
una gran piedad y la conduce a una copiosa compunción.

13. Y lo admirable y paradójico es que aquí se elimina toda
desigualdad y toda diferencia de honores: efectivamente, si ocurre
que uno se halla investido de una dignidad mundana o envuelto
por el halo de la riqueza, o se ufana de su cuna o de la gloria de
su vida presente, también éste queda en las mismas condiciones
que el mendigo y el andrajoso, y- como tantas veces- que el ciego
y el cojo, y no se enfada por ello, pues sabe que en lo espiritual
todo eso está eliminado y que sólo se busca la buena disposición
del alma.

14. ¡Así de grande es el provecho que producen aquellas
terribles y admirables voces e invocaciones! En cambio, el gesto
de llevar descalzos los pies y de extender las manos significa algo
distinto.
De igual manera que los que sufren la cautividad de aca
muestran también por sus gestos la tristeza del infortunio que los
atenaza, así también éstos, cautivos del diablo: puesto que están a
punto de ser liberados de la tiranía de éste y de entrar bajo el
yugo beneficioso, comienzan por recordarse a sí mismos, por ese
gesto, su anterior condición, para así poder saber de quien son
liberados, pero también hacia quién se apresuran, y tener en esto
mismo la base para un mayor agradecimiento y una mejor
disposición.

Los padrinos en el bautismo

15. BAU/PADRINOS/DEBERES: ¿Queréis que además
dirijamos la palabra a los que responden de vosotros, para que
ellos también puedan saber de qué recompensas se hacen dignos
si demuestran gran preocupación por vosotros, y qué condena se
les seguirá si os descuidan? 13.
Considera, querido, a los que salen fiadores de alguien en
asuntos de dinero: ellos están sujetos a un peligro mayor que el
mismo que ha de rendir cuentas y recibe el dinero.
Efectivamente, si el que toma el préstamo se muestra bien
dispuesto, aligera la carga de su fiador, pero, si en cambio resulta
ingrato ¡vaya catástrofe que le prepara!
Por eso cierto sabio exhorta diciendo también: Si has dado
fianza, tente por deudor 14.
Por consiguiente, si los que salen fiadores de alguien en
asuntos de dinero ellos mismos se hacen responsables de la
integridad de la suma, con mayor razón los que salen fiadores de
alguien en asuntos espirituales y en el compromiso de la virtud
deben dar prueba de una gran vigilancia y exhortar, aconsejar,
enmendar y mostrar cariño de padres.

16. Y no vayan a pensar que lo que se hace es casual, sino
sepan con toda exactitud que entrarán a la parte de la buena fama
si por medio de sus personales advertencias los van llevando de la
mano hacia el camino de la virtud, pero que, si son descuidados,
sobre ellos caerá muy grave condena.
Por esta razón, efectivamente, es también costumbre llamar a
los tales padres espirituales: para que por los hechos mismos
aprendan qué gran cariño deben mostrarles al instruirlos en lo
espiritual. En efecto, si bueno es ir encaminando al celo de la
virtud a los que nada tienen que ver con nosotros, con mucha
mayor razón debemos cumplir el mandato respecto de aquel que
acogemos en calidad de hijo espiritual.
También vosotros, los fiadores, habéis aprendido así que no es
pequeño el peligro que pende sobre vosotros si sois negligentes.

Sentido de la renuncia a Satanás

17. Pero vengamos ya a dialogar con vosotros acerca de los
misterios mismos y de los pactos que van a ser concluidos entre
vosotros y el Señor.
Efectivamente, como en los negocios de esta vida, cuando uno
quiere confiar a alguien sus asuntos es necesario que se estipulen
documentos entre el que otorga la confianza y el que la recibe, de
la misma manera también aquí, puesto que estáis a punto de que
se os confíe de parte del Señor del universo, no unas realidades
perecederas ni corruptibles ni caducas, sino espirituales y
celestiales.
Por esto, efectivamente, se llama fe también, puesto que nada
tiene de visible y en cambio todo puede ser escrutado con los ojos
del espíritu.
Realmente se hace necesario que intervenga la conclusion de
pactos, no en papel y con tinta, sino en Dios mediante el Espíritu,
porque, efectivamente, las palabras que pronunciáis aquí se van
registrando en el cielo, y los pactos que vais apalabrando
permanecen imborrables en el Señor.

18. Ahora bien, vuelvo a considerar aquí el gesto de la
cautividad: después de introduciros los sacerdotes, os mandan
que oréis de rodillas y con las manos tendidas hacia el cielo, y así,
mediante ese gesto, os recordaréis a vosotros mismos de quién
sois liberados y a quién os vais a consagrar.
Luego el sacerdote va pasando junto a cada uno de vosotros y
os pide vuestros pactos y vuestras confesiones 15, y os dispone
para pronunciar aquellas terribles y espantosas palabras:
«¡Renuncio a ti, Satanás!».

19. Ahora me vienen ganas de llorar y de gemir con fuerza,
pues me acuerdo del día en que yo mismo fui también considerado
digno de pronunciar esta palabra, y al calcular el peso de los
pecados que he ido acumulando desde entonces hasta ahora, se
me confunde la mente y mi razón siente la mordedura de ver
cuánta vergüenza he derramado sobre mí por mi negligencia
después de aquello.
Por eso también os exhorto a todos vosotros a que demostréis
para conmigo un poco de generosidad y, puesto que vais a
encontraros con el Rey -Él os recibirá, efectivamente, con gran
efusión, os revestirá la túnica regia y os deparará cuantos y cuales
dones queráis, con tal que busquemos solamente lo espiritual-,
pedid una gracia también para nosotros: que no nos pida cuentas
de nuestros pecados, antes bien, que nos dé su perdón y en
adelante nos haga dignos de su auxiio.
Mas no dudo de que lo haréis, pues amáis tiernamente a
vuestros maestros.

20. Pero bueno, atengámonos al hilo de nuestro discurso.
Entonces, pues, el sacerdote os dispondrá para que digáis:
«¡Renuncio a ti, Satanás, a tus pompas, a tu culto y a tus obras!».

¡Pocas palabras, pero de una fuerza enorme! Efectivamente, los
ángeles que os asisten y las potestades invisibles, gozosos por
vuestra conversión, recogen las palabras que salen de vuestra
lengua y las suben al común Señor de todas las cosas, y entonces
las escriben en los libros celestiales.

21. ¿Ves cómo son los documentos de los pactos?
Efectivamente, después de renunciar al Maligno y a todo lo que
interesa al Maligno, de nuevo el sacerdote os manda decir: «¡Y me
adhiero 16 a ti, Cristo!»
¿Viste mayor exceso de bondad? Aunque de ti no ha recibido
más que las palabras te confía un tesoro tan grande de realidades
y se olvida de toda ingratitud anterior y no te recuerda tu pasado,
antes bien, se contenta con estas breves palabras.

Unción y bautismo de los catecúmenos
22. BAU/UNCION-CRISO: Luego, después de este pacto, de
esta renuncia y de esta incorporación 17, puesto que confesaste
su soberanía y mediante las palabras de tu lengua te incorporaste
a Cristo, ahora, como a un soldado y como a uno alistado para el
estadio espiritual, el sacerdote te unge la frente con el crisma
espiritual y te estampa el sello mientras dice: «Fulano es ungido en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»

23. Sabe, en efecto, que desde ahora el enemigo está loco
furioso, rechina los dientes y anda rondando como león rugiente
18, al ver a los que antes se hallaban bajo su tiranía rebelados en
masa y no sólo desertando de él, sino pasándose a Cristo y
demostrando su incorporación a Él, y por eso el sacerdote les
unge sobre la frente y les estampa el sello, para que aquél desvíe
su mirada.
Efectivamente, aquél no se atreve a mirar de frente si ve el
resplandor que irradia de allí y que le deslumbra los ojos.
Y es que, desde ese momento, se entabla una lucha y una
oposición del uno contra el otro, y por esa razón, como atletas de
Cristo, os introduce en el sentido espiritual por medio de la unción.


24. Luego, después de esto y cuando ya es de noche, el
sacerdote os hace desnudar por completo y, como quien va a
introduciros en el mismo cielo por medio de lo que se está
realizando, dispone que todo vuestro cuerpo sea ungido con aquel
aceite espiritual, de tal modo que todos vuestros miembros queden
robustecidos y se hagan invulnerables a las flechas que dispara el
enemigo.

25. Así pues, tras esta unción, os hace bajar a las aguas
sagradas y al mismo tiempo entierra al hombre viejo y resucita al
nuevo, renovado a imagen del que lo creó.
Entonces justamente, por medio de las palabras y de la mano
del sacerdote, sobreviene la presencia del Espíritu Santo 19, y en
lugar del anterior, surge otro hombre limpio de toda mancha de
pecado, desnudo del antiguo vestido del pecado y revestido con el
traje regio.

26. Y para que también de aquí aprendas que la substancia del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es una sola, la administración
del bautismo se hace de la siguiente manera.
Mientras el sacerdote pronuncia las palabras: «Fulano es
bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo»,
por tres veces le sumerge y le saca la cabeza, y así, mediante este
misterioso rito, le dispone a recibir el descenso del Espíritu Santo
sobre él.
Y es que, en realidad, no es el sacerdote sólo quien le toca la
cabeza, sino también la diestra de Cristo. Y esto se demuestra
también por las propias palabras del que bautiza, porque no dice:
«Yo bautizo a Fulano», sino: «Fulano es bautizado», con lo cual
demuestra que él es únicamente ministro de la gracia y que se
limita a prestar su propia mano, ya que para esto ha sido ordenado
de parte del Espíritu Santo.
Ahora bien, quien realiza todo es el Padre y el Hijo y el Espíritu
Santo: la indivisible Trinidad. Por consiguiente, la fe en ésta nos
agracia con el perdón de los pecados, y esta confesión es la que
nos hace el regalo de la adopción filial.

27. Y en cuanto a los actos que siguen, se bastan para
enseñarnos de quiénes fueron liberados y qué bienes han
alcanzado los que se consideró dignos de esta misteriosa
iniciación.
Efectivamente, apenas emergen de aquellas sagradas aguas,
todos los presentes los abrazan, los saludan, los besan, los
felicitan y comparten su alegría, porque los que antes eran
esclavos y cautivos, de repente son libres e hijos, y son
convidados a la mesa del Rey.
Efectivamente, tan pronto como salen de allí, se los conduce a
la mesa terrorífica 20 que rebosa de bienes, y gustan el cuerpo y
la sangre del Señor, y se convierten en morada del Espíritu Santo,
y caminan como quienes se han revestido de Cristo mismo, pues
en todas partes se muestran como ángeles terrestres y
deslumbran a los mismos rayos del sol.

Exhortación final

28. Todo esto no os lo he anticipado en vano y sin razón en mi
enseñanza a vuestra caridad 21, sino más bien para que, antes de
gustarlo, en alas de la esperanza vayáis catando el inmenso goce,
adquiráis un espíritu digno de lo que está sucediendo y, como
exhortó el bienaventurado Pablo, penséis en las cosas de arriba
22 y trasladéis vuestra reflexión de la tierra al cielo, de las cosas
visibles a las que no se ven, ya que éstas las vemos con los ojos
espirituales más claramente que se ve con los ojos sensibles.

29. Mas, como quiera que os halláis cerca de los regios
umbrales y estáis a punto de llegaros al trono mismo en que se
sienta el Rey que distribuye los dones, mostrad una generosidad
total en vuestras peticiones, y no pidáis nada de terrestre, nada de
humano, sino haced peticiones dignas del que da.
Por consiguiente, al salir de aquellas aguas divinas y mostrar
por medio de ese gesto el símbolo de la resurrección, pedidle que
sea vuestro aliado para que podáis demostrar vuestro empeño en
guardar los dones que os ha hecho y os tornéis invulnerables a las
asechanzas del Maligno.
Abogad por la paz de las iglesias, suplicad por los que andan
todavía extraviados, prosternaos por los que están en pecado, y
así nosotros seremos considerados dignos de algún perdón.
Efectivamente, el que os ha comunicado confianza tan grande,
os ha inscrito entre sus primeros amigos y os ha elevado a la
adopción filial, a vosotros que antes erais cautivos y esclavos y
privados de toda confianza, no se negará a vuestras peticiones,
antes bien, os otorgará todo, con lo cual, incluso en esto, imitará
su propia bondad.

30. Y sobre todo, de esta manera os lo ganaréis para una
mayor benevolencia.
Efectivamente, cuando vea el cuidado tan solícito que tenéis de
los que son vuestros miembros 23 y vuestra preocupación por la
salvación de los demás, también por esto os juzgará dignos de una
confianza mayor, pues, efectivamente, nada le alegra tanto como
el que seamos compasivos con nuestros miembros, demos
pruebas de vivo afecto para con los hermanos y tengamos gran
preocupación por la salvación del prójimo.

31. Así pues, queridos, sabedores de esto, disponeos con
alegría y alborozo espiritual a recibir la gracia, para que también
vosotros gustéis sin tasa el don bautismal, y todos a una demos
pruebas de una conducta digna de la gracia, y merezcamos
alcanzar los bienes eternos e inefables, por la gracia y la bondad
de nuestro Señor Jesucristo, por medio del cual se dé al Padre,
juntamente con el Espíritu, la gloria, la fuerza, el honor, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
.................................................
1. Es la segunda Catequesis prebautismal editada por WENGER (op. cit.,
pp. 133-150, de la que traduzco), y probablemente la última de la serie que
tuvo san Juan Crisóstomo por la Pascua de 390, pues presenta numerosas
semejanzas con la tercera y cuarta editadas por Papadopoulos (cf. WENGER,
Introd, p. 40); como en las anteriores, tampoco el título es el de Crisóstomo, y
resulta difícil de señalar su procedencia (cf. amplios datos en la larga nota 1
de WENGER, p. 133).
2. He traducido «en figura» el adverbio Typikos, según la acepción que da
al vocablo E. AUERBACH, Figura, en «Studi su Dante», Milán 1963, p. 176ss.

3. Así traduzco la expresión redundante anothen kai ex arches.
4. Traduzco así el término akrasía, siguiendo a WENGER (P. 135, n. 1): no
se trata de una imperfección o flaqueza de la naturaleza, como interpretan
Ireneo o Gregorio de Nisa desde una filosofía ajena a san Juan Crisóstomo;
para éste es mera intemperancia del vientre (cf. Hom. I in Genes.: PG 53, 23
C).
5. Si 33, 28.
6. Gn 3, 19.
7. Mt 25, 29.
8. Hb 11, 1.
9. Wenger (p. 138, n. 3) hace notar con razón la dificultad para identificar al
ministro de los diversos ritos bautismales: hieréus, como el latín sacerdos,
puede designar tanto al presbítero como al obispo (éste designado quizás
con archiereus, sumo sacerdote, pontífice).
10. En la traducción de esta frase, Wenger -a quien sigo- es más preciso y
fiel al texto que Harkins; Brigatti suprime la frase entera.
11. Cf. Col. 3, 9-10.
12. Ga 3, 27.
13. Sigo el sentido interrogativo dado por Wenger y Harkins.
14. Si 8, 13.
15. Posiblemente se refiera a la profesión de fe, pero no es seguro (cf.
WENGER, nota I, p. 144).
16. Literalmente: me junto contigo, me pongo a tus órdenes.
17. Cf. nota precedente.
18. Probable alusión a 1 P 5, 8.
19. La terminología utilizada alude claramente a la bajada del Espíritu
Santo en forma de paloma (cf. v. gr. Mt 3, 16).
20 Sobre el valor de este adjetivo, que refleja la disciplina del arcano, tan
viva en tiempos de Crisóstomo, cf. WENGER, Introd., p. 71ss.
21. El término ágape lo traduzco por «caridad» muy inferior a él en valor
semántico, a falta de otro mejor.
22. Col 3, 2.
23. Alusión evidente al cuerpo místico de Cristo; cf. I Co 12, 12ss.

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