lunes, 9 de febrero de 2015

Cambistas.


Existía la obligación de pagar cada año un impuesto para el mantenimiento del templo, que era de un tercio de siclo (Neh 10,33). Los cambistas, que se habían convertido en verdaderos banqueros (Mt 25,27), se situaban en el exterior del templo, en el atrio de los gentiles, para cambiar a los peregrinos sus monedas griegas y romanas por tercios de siclo (Mt 21,1 Mc 11,15). Jesucristo no pudo permitir ese sucio e intolerable negocio justamente en la casa de Dios, que no puede ser nunca un mercado, pues el ruido del dinero suena muy mal en tan santo lugar, casa de oración para todas las gentes (Mc 11,17), casa donde se ofrece el sacrificio al Padre (Jn 13-18). -> templo.

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