miércoles, 4 de febrero de 2015

Cerviz.

La parte del ser humano o del animal que conecta la cabeza con el resto del cuerpo. Los términos hebreos para “cerviz” o “cuello” ponen de relieve su estructura ósea rompible (Éx 13:13; 1Sa 4:18) o hacen referencia a su parte posterior. (Gé 49:8; Jos 10:24.) En la Biblia los términos “cerviz” y “cuello” suelen usarse en sentido figurado.
Cuando alguien huía derrotado, en hebreo se decía literalmente que volvía su “cuello” al enemigo (compárese con Jos 7:8), es decir, su cerviz. Por lo tanto, ‘tener la mano en la cerviz’ de los enemigos quería decir conquistarlos o subyugarlos. (Gé 49:8; 2Sa 22:41; Sl 18:40.) Con un significado similar, en inscripciones egipcias y asirias se representaba a los monarcas pisando los cuellos de sus enemigos en la batalla. Josué también ordenó a los comandantes de su ejército: “Salgan acá. Coloquen sus pies sobre la cerviz de estos reyes”. (Jos 10:24.)
Un yugo sobre el cuello indicaba servidumbre, sumisión o esclavitud. (Gé 27:40; Jer 30:8; Hch 15:10.) Las expresiones “dura cerviz” y ‘endurecer la cerviz’, que aparecen con frecuencia, indican un espíritu rebelde y obstinado. A modo de advertencia, las Escrituras dicen lo siguiente: “Un hombre censurado repetidas veces, pero que hace dura su cerviz, de repente será quebrado, y eso sin curación”. (Pr 29:1; Dt 9:6, 13; 31:27; 2Re 17:14; Sl 75:5; Isa 48:4.)
Garganta. La palabra hebrea para “garganta” se refiere a la parte anterior del cuello, donde se hallan los órganos del habla y de la deglución. (Sl 149:6; Jer 2:25.) La importancia de la disciplina y de la autoridad de los padres, y, por implicación, el notable valor de los mandamientos y leyes de Dios, se pone de relieve en la admonición de ‘atarlos alrededor de la garganta’, precisamente donde se llevaban ornamentos hermosos y de mucho valor. (Pr 1:8, 9; 3:1-3; 6:20, 21.) Andar con la garganta estirada puede poner de manifiesto altivez. (Isa 3:16.) La Biblia dice de los hombres inicuos mentirosos y que derraman sangre: “En la boca de ellos no hay nada fidedigno [...]. Su garganta es una sepultura abierta”. (Sl 5:9; Ro 3:13.)

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